Читать книгу Pausa - Gerardo Castillo - Страница 11
ОглавлениеInmediatamente comencé a ponerle nombre y apellido a cada una de las situaciones que describe el poema, y mi compadre… era el bravucón, y el compañero de la planta era el que se iba de vago con las muchachas, el otro es el clásico llorón que nada más toma y ya está recordándole a todos su desgracia en la familia, en la planta y en todos lados y, por supuesto, “el que bebe el vino por vino y el agua por agua”, pues… era yo.
Haciendo un acto de conciencia real, caí en la cuenta de que he pasado por todos los estados que plantea la lectura y que, desafortunadamente, las situaciones se van haciendo tan cotidianas que he empezado a verlas como normales; utilizo los mismos argumentos que mis hijos cuando les quiero refutar algo: “Qué tiene de malo”, “a mí nunca me va a pasar esto o aquello”, “soy capaz de cruzar el pantano sin manchar mi plumaje”, etc., etc.
En ese momento recordé que tenía en mi mano una copa de coñac y volví a nombrar las situaciones del poema; sin duda, en muchas ocasiones no he tenido la congruencia de hacer lo que predico.
La toma de conciencia de las situaciones descritas en el poema, y que después de la reflexión me caían como anillo al dedo, me hizo sentir incómodo y, como suele suceder, al momento de salir de la zona de confort, buscamos salidas alternas, salidas “socialmente aceptables” o mecanismos de defensa mental o afectiva que nos saquen de la zona de conflicto y nos faciliten el traslado a una nueva zona, sea de un conflicto menor o de otro tipo de confort.
Tomé mi celular y le marqué a Martha. La fría grabación de la voz impersonal me inquietó aún más… “El teléfono celular al que está marcando está fuera del área de servicio…”. La simple frase escuchada, el ambiente de soledad en casa, el tiempo que había estado pensando en los recuerdos, mi conciencia de que no he sido últimamente el mejor esposo y padre, hizo revolucionar mi capacidad de imaginación, y en un momento llegué a miles de conclusiones; sin embargo, la razón tomó nuevamente las riendas y concluí: “A Martha se le olvidó cargar la pila, siempre le sucede lo mismo”.
Intenté hablar con Javier, pero los largos timbrazos fueron la única respuesta a mi ansiedad; finalmente, marqué el celular de Mary. Ella sí me contestó y me puso al tanto de la situación en casa:
―Mamá está en la casa de Julieta, recuerda que es día que va a la jugada y termina como a las 11:00 o 12:00, no te preocupes… Javier está en la escuela entrenando, acuérdate que les pusieron rutina de gimnasio para fortalecer musculatura y después de ahí no sé; márcale al celular, aunque nunca contesta si es de la casa… Y yo ando con Maggy y con Paloma, nos vamos a tomar un café y al rato llego…
Me quedé prácticamente en las mismas, me sentí ajeno a todo lo que estaba pasando en mi hogar.
Sin otra cosa que hacer, me fui a la cama, encendí la tele y me dejé llevar por la atracción de ver escenas que no tenían nada que ver con mi familia, ni con mi casa, ni con mis circunstancias.