Читать книгу Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX - Gerardo G. Sánchez Ruiz - Страница 9
INTRODUCCIÓN
ОглавлениеCon sus incesantes y maravillosos progresos, la ciencia ha establecido con toda precisión las leyes de la solidaridad sanitaria; ha hecho saber que las enfermedades infecciosas tienen por agente de transmisión y propagación un elemento específico; ha enseñado que toda insalubridad o local inmundo es como un nido donde prosperan o se multiplican y donde se difunden los contagios específicos de estas enfermedades, y que los vecinos de este foco se hayan amenazados a ser atacados de tal infección, la cual de este modo, de casa en casa, de barrio en barrio, puede invadir una ciudad, luego una provincia, un territorio, por extenso que sea, y alcanzar a las poblaciones vecinas.
Wenceslao Bernal Mariaca (1904)
Desde la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX, las principales ciudades de América Latina fueron objeto de una serie de intervenciones por demás significativas, bajo el marco del urbanismo, una nueva disciplina, que como concepto en construcción y con la participación de médicos, ingenieros y arquitectos en sus inicios se le denominó “higienismo”. Esas intervenciones en su medida, carácter y posibilidades, buscaron modificar el estado de cosas que guardaban aquéllas en lo social, higiénico, funcional y estético, para equipararlas con los deseos de progreso de sus sociedades; sin embargo, los deseos hubieron de enfrentar una serie de obstáculos como efecto de las guerras de independencia, los reacomodos de los grupos de poder, la partición de territorios, el atraso en formas productivas, la falta de recursos económicos, la lentitud en la consolidación de instituciones, e incluso, la falta de profesionales para conducir obras y proyectos.
En la tercera década del siglo XIX, gran parte de los territorios dominados por España y Portugal habían logrado su independencia y, después de cruentas disputas entre los poderes regionales resultado del desmembramiento colonial, lograron delimitar sus territorios convirtiéndolos en países. De manera que esos poderes se dieron a la tarea de organizar sus espacios de dominio política, social y territorialmente, para alcanzar los beneficios por los que habían luchado, de ahí la relevancia adquirida por las ciudades como asientos de poder, o en su caso como espacios clave para el desarrollo de actividades económicas vitales, como lo eran las agropecuarias, las cuales fueron la fuente principal para el acopio de recursos.
Así, las intervenciones en las urbes surgieron en un primer momento con el fin de sentar bases territoriales de poder y modificar resquicios coloniales que ataban con el pasado, y junto a ello, atender situaciones de insalubridad, hacinamiento, disfuncionalidad, mala imagen, etcétera, que tuvieron lugar al incrementarse actividades, población, y exacerbarse una oleada de cruentas epidemias. Y en segundo lugar, como materialización de los deseos de progreso entre grupos dominante ante una nueva modernidad que se extendía y expresaba en ideas y acciones de mejora de ciudades, más allá del océano Atlántico y al norte del río Bravo; la cual, al concretarse en las urbes, se acompañó de otras cotidianidades y manifestaciones culturales.
Entonces, para remontar una condición de coloniaje y de redefiniciones sociales era necesario: lograr acuerdos entre los poderes regionales —la mayoría a través de las armas— y establecer condiciones de paz; reconstruir las economías y afianzar mercados para, de esa manera, contar con recursos; acordar límites para constituir nuevas naciones y, por ende, asientos territoriales a los poderes —no siempre estables— y, plantearse proyectos políticos y económicos de conjunto en la vía de unificar intereses, lo cual adquirió forma con la creación de Estados nacionales. En ese contexto, la variable territorial y en específico la condición de las ciudades cobró amplia relevancia, pues los Estados y las élites que los dominaban, tenían que evidenciar ante sus sociedades y frente al exterior, un determinado nivel de progreso, y una manera de hacerlo era mostrar envolventes urbano-arquitectónicas que social, funcional y estéticamente dieran fe del nuevo estatus, por lo que esas élites adoptaron como referente las intervenciones que se sucedían en las metrópolis europeas y estadounidenses.
No obstante, lograr ese nuevo estado de cosas en las ciudades y en especial en las capitales, significaba renovarlas desde sus cimientos, no se podían erigir nuevos edificios sin los elementos modernos que lo permitieran, por lo que en el ideal de impulsores, esa cuestión tuvo necesariamente que relacionarse con la apropiación de teorías, métodos, tecnologías, formas de organización, etcétera. Y en efecto, pensar en construir viviendas, hospitales o escuelas modernas, demandaba contar con un mínimo de infraestructura para satisfacer los requerimientos de las edificaciones pretendidas, de ahí la generalización de obras que concretaron la introducción de sistemas de drenaje, abastecimiento de agua potable, o de pavimentación, y es que sin esos elementos de infraestructura, la modernidad sólo podía existir en el mundo de los discursos.
Así, en esa necesidad de intervenir a las atribuladas urbes, fue importante la perspectiva de aquellos profesionales, quienes pese a sus límites o los intereses que pudieron haber tenido en un ambiente liberal, cumplieron con su tiempo al conducirse en procesos de interpretación y transformación, al apropiarse de teorías o construirlas y, sobre todo, ejercer las prácticas. Estos profesionales observaron, reflexionaron, idearon, impulsaron y concretaron sistemas de abastecimiento de agua potable y drenaje, de pavimentación, lugares para la recreación y el ocio; propusieron espacios de habitación, zonas industriales y comerciales, distritos de gobierno, entre otros espacios. Obras que, en su conjunto, se convirtieron en los sustentos de una modernidad que años más años menos y dependiendo del país, se extendió hasta mediados del siglo XX, pese a que ésta se haya desplegado con disfrutes desiguales.
En este punto había que reflexionar respecto a las periodizaciones en la historia, en tanto comúnmente éstas se muestran muy tajantes cuando se realizan por décadas o por siglos; desde esa perspectiva, las nuevas condiciones de desarrollo de la región posterior a la independencia, objetivamente impactaron en la formación y carácter de las repúblicas y de sus asientos territoriales; entonces, la ruta seguida por América Latina en las primeras décadas del siglo XX, con todos sus logros y fracasos, en lo social y territorial, fue trazada desde el XIX. Y en efecto, gran parte de la modernidad desplegada a lo largo del siglo XX, como ambientes urbano-arquitectónicos aun con sus expresiones y disfrutes desiguales, fue impulsada desde el siglo anterior por los deseos de élites y gobiernos; pero además, por las mentes creativas y brillantes de médicos, ingenieros, arquitectos y juristas quienes edificaron los sustentos materiales.
Teniendo como marco esas aspiraciones, es claro que las intervenciones realizadas en las ciudades fueron determinadas por, primero, el relativo auge brindado por los cambios en las economías donde pesaron los niveles alcanzados por las exportaciones al aprovecharse los procesos de industrialización en países desarrollados; segundo, los esfuerzos por activar las economías y articular a la región en la nueva vía de acumulación que dominaba a la mayor parte del mundo; tercero, los deseos de incorporarse a lo que se constituían como naciones y en especial a sus capitales, a las notas de modernidad observadas en metrópolis como París, Berlín, Londres o Nueva York, para mostrar avances y justificar los procesos de independencias; cuarto, los intentos por superar las situaciones de hacinamiento e insalubridad, con el fin de evitar, o al menos disminuir, las enfermedades y epidemias que afectaban a todos los grupos sociales; quinto, los esfuerzos de guiar las formas de expansión para adecuarlas al crecimiento y diversificación de actividades económicas y al incremento poblacional que acompañó a los procesos; sexto, la apropiación por parte de médicos, ingenieros, arquitectos y abogados en un inicio, de las experiencias del higienismo, el cual en su evolución y como conjunto de teorías y prácticas avanzadas, se transformó en urbanismo y, séptimo, el acompañamiento o conducción del proceso que hizo el Estado, el cual a su vez, junto al desarrollo de la disciplina varió su carácter liberal a interventor, al asumir obras que por su magnitud y complejidad ya no pudieron realizar entes privados en razón de que ya no les eran redituables.
De ahí la pretensión de este trabajo de analizar el contexto económico, social y cultural de la época, hacer claras aspiraciones de las nuevas sociedades, rescatar ideas de personajes atentos a los problemas de las urbes y resaltar acciones de los gobiernos en éstas; todo en la necesidad de revalorar los primeros pasos en la historia del urbanismo en América Latina. Para cumplir lo anterior se plantearon las siguientes preguntas: ¿qué problemas motivaron a profesionales y autoridades para intervenir en sus ciudades?, ¿cuáles fueron las ideas respecto a la mejora de ciudades a las que accedieron y se apropiaron los profesionales de la época?, ¿cómo se concretaron esas ideas en acciones, primero del higienismo y posteriormente del urbanismo en la región?
En la vía de dar respuesta a las interrogantes, se siguieron los aspectos que definen el proceso planteado por el higienismo en su misión de atender las carencias en las ciudades, mismo que al sistematizarse y mejorar perspectivas asumió el carácter de urbanismo. Por lo que hubo que considerar que la atención a ciudades pasó por un proceso que consideró: el análisis de problemas, la construcción de teorías para interpretar y proponer la elaboración de métodos y técnicas para actuar, la estructuración de formas de organización para gestar y realizar proyectos, la producción de sustentos legales para abrir los cauces para las obras y la emisión y ejecución de planes y proyectos.
Ese proceso fue el camino para definir la información requerida, misma que llevó al análisis de condiciones económicas y sociales, carencias en las ciudades, preocupaciones de autoridades y población respecto a los problemas, las reflexiones en torno a lo acontecido y la manera en que se pensó podía actuarse en contra de aquéllos, los apoyos técnicos a los que hubo de recurrir, los sustentos legales que tuvieron que emitirse para conminar o coaccionar a las sociedades a sumarse a las tareas que a todos atañían, y los planes y proyectos que se idearon como soluciones. En ese sentido, lo que se presenta es una postura teórica y metodológica respecto a la historia de las ciudades, la cual ha sido construida con el conocimiento de los procesos que, para atender o hacer ciudades, son aplicados en la ingeniería, la arquitectura y el urbanismo; conocimiento que ha sido obtenido en la práctica y en la academia, a la vez que de la consulta de un sinnúmero de textos de ésas y otras áreas.
Respecto a esto último, es necesario destacar trabajos que, sin demérito de muchos otros, por sus diversas ópticas son referencia en el análisis de los procesos de urbanización acontecidos en América Latina desde el siglo XIX; algunos de ellos son: Cities of Latin America (1944) y Urban Planning for Latin America (1987) de Francis Violich, quien se interesó en las condiciones de los países del área y de los grandes trabajos de planeación de principios del siglo XX, pero señalando orígenes en el siglo XIX; América Latina en su arquitectura (1975) coordinado por Roberto Segre donde se realizan balances de la arquitectura y de su manifestación como ciudad; Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976), de José Luis Romero, en el que se matizan los procesos sociales que han determinado caracteres a aquéllas situando como punto de partida a la conquista; Las estructuras ambientales de América Latina (1977), también de Roberto Segre, donde remarca cambios ambientales en las ciudades latinoamericanas, destaca procesos de macrourbanizaciones, a la vez que hace una reflexión de la arquitectura que acompaña a éstos; Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica (1984) de Ramón Gutiérrez, un amplio estudio que pretendió explicar problemas afrontados por las ciudades y las formas en que se extendieron, como efecto de procesos económicos y sociales, y de las huellas dejadas por la arquitectura; Arquitectura neocolonial. América Latina, Caribe, Estados Unidos (1994), coordinado por Aracy Amaral, donde desde una tendencia arquitectónica que se desarrolla en el fin del siglo XIX, se recorren formas de expansiones de ciudades a partir de nuevas urbanizaciones.
Otros más recientes son Planning Latina America’s Capital Cities. 1850-1950 (2002), coordinado por Arturo Almandoz, donde diversos estudios hurgan en determinantes que exigieron acciones para modernizar a las urbes y donde se matizan los efectos por la búsqueda de modelos en el exterior; Ciudad y arquitectura. Seis generaciones que construyeron la América Latina moderna (2012) de Silvia Arango Cardinal, que enfatiza el trabajo de ingenieros y arquitectos en la modernización de ciudades iniciados el siglo XIX, teniendo como contexto la influencia de trabajos de urbanismo, en particular de países europeos; Modernización urbana en América Latina. De las grandes aldeas a las metrópolis masificadas (2013), de Arturo Almandoz, que hace un balance de la modernización de las ciudades a partir del logro de las independencias, matizando las aspiraciones de la naciente burguesía, el andar del liberalismo junto a las manifestaciones culturales asumidas por las sociedades; La aventura urbana de América Latina (2013), de Germán Mejía Pavony, que enfatiza los conflictos entre poderes regionales posteriores al logro de las independencias, y el afianzamiento de éstos en las capitales, desde donde, con Estados nacionales y el marco del liberalismo, dirigieron y administraron territorios, pero por los vaivenes en las economías, aquéllas se convirtieron en las conflictivas megalópolis del siglo pasado.
En ese mismo tenor, debe considerarse la cantidad de ensalzables estudios locales, de los que algunos da cuenta la bibliografía aquí utilizada, donde destacan interpretaciones particulares sobre el desarrollo de las ciudades abordadas, en ámbitos como estudios políticos y económicos, trabajos sobre higienismo, historia de la salud y la medicina, intervenciones del Estado en cuestiones urbanas, ingeniería, arquitectura, urbanismo, cultura, etcétera. De éstos, por la magnitud y por la manera de trabajarse y los resultados obtenidos, es necesario destacar el esfuerzo de Carlos Chanfón como coordinador general de la Historia de la arquitectura y el urbanismo mexicanos, donde se incluyeron los volúmenes: Afirmación del nacionalismo y la modernidad (1998) y Arquitectura de la revolución y revolución de la arquitectura (2009), coordinados por Ramón Vargas Salguero, de los cuales en este último, quien esto escribe tuvo el honor de haber sido invitado a participar.
En ese contexto, para dar cuenta de los procesos urbanos presentados, se hurgó, sobre todo, en las ideas de progreso entre gobernantes y profesionales de los países analizados, las problemáticas que aquejaban a las ciudades, los planteamientos del higienismo y en su evolución al urbanismo que se fueron considerando, las legislaciones que posibilitaron las intervenciones y las obras y planes impulsados por los gobiernos. Para el caso se consideraron las ciudades de La Habana, Cuba; Panamá, Panamá; Montevideo, Uruguay; Quito, Ecuador; Lima, Perú; Caracas, Venezuela; Bogotá, Colombia; La Paz, Bolivia; Santiago de Chile, Chile; Buenos Aires, Argentina; Río de Janeiro, Brasil, y la Ciudad de México, México; lugares, donde se aprecian ciertos niveles en el crecimiento de actividades, determinadas formas de expansión, distintos incrementos poblacionales y de aplicación de los principios de la disciplina.
Para lograrlo se visitaron las ciudades abordadas, utilizándose en gran parte fuentes originales, tales como informes de gobierno, memorias técnicas de las propuestas; legislaciones; proyectos y acciones que tuvieron lugar, y en especial, reflexiones escritas de protagonistas involucrados con las ideas de mejora de sus ciudades, ya fueran profesionales o miembros de los distintos niveles de gobierno, para así lograr entender lo más posible las ideas y acciones que prevalecían en esa época. De ahí las continuas citas de los documentos consultados, lo cual podría parecer exagerado, pero éstas tienen la pretensión de mostrar lo más fehacientemente posible lo expresado por sus protagonistas. Por supuesto, se incluyen también las ya señaladas perspectivas recientes de estudiosos preocupados por la historia y las cuestiones urbanas de los lugares estudiados.
El autor agradece a la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-A), la oportunidad de trabajar al ganar una plaza en 1984, disfrutar la docencia y recibir recursos para hacer investigación. Al Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por el apoyo económico que ha servido para complementar trabajos. Al Consejo Editorial de la División de Ciencias y Artes para el Diseño de la UAM-A por el dictamen para la publicación del texto. A la doctora Maribel Espinosa Castillo del Instituto Politécnico Nacional, a la maestra Mónica Sosa Juarico de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Lerma y al arquitecto Víctor Arias Montes de la Universidad Nacional Autónoma de México por sus valiosos comentarios. Al doctor Arturo Almandoz Marte, quien amablemente aceptó regalarme el prólogo a la vez de hacerme algunas sugerencias para mejorar la introducción. A mi familia Sánchez Ruiz, lidereada por mi señora madre doña Alfonsina Ruiz Díaz y, por supuesto, a mis hijas Edzná y Xelhá Sánchez Chavarría, quienes siempre me han impulsado. No puedo dejar de agradecer a ese entrañable grupo de arquitectos involucrados en la academia y en el trabajo político por incluirme en sus inquietudes: a Ramón Vargas Salguero, Víctor Arias Montes, Alfonso Ramírez Ponce, Alejandro Gaytán Cervantes, Carlos Ríos Garza, Enrique Ayala Alonso y Jesús Zandalio Díaz Villar, de los cuales los tres últimos, lamentablemente, se nos han adelantado. Es injusto no mencionar a todas las personas que de una o de otra manera me han ayudado en este camino de hacer investigación, pero a todas: gracias.