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PRÓLOGO


El pan nos cuenta historias. ¿Quién no siente un toque en el alma cuando percibe el aroma de un pan recién horneado? Hay algo en la experiencia que parece traer noticias de nosotros mismos, nos nutre de imágenes y nos inspira. El pan es uno de los mejores pretextos para la escritura y, como el hambre misma, su presencia o ausencia genera pasiones.

Quién no recuerda a Bola de Sebo, aquella gorda del cuento de Maupassant que, con su pecho rebosante y el rostro de manzanita colorada, decide sacar sus provisiones para el camino: pollo, viandas, frutas y el pan de Normandía. Es la época de la guerra franco-prusiana y las personas tienen hambre, por lo que basta con que ella muestre el contenido de su canasta para que los otros viajeros de la diligencia sientan ganas de matarla y arrojarla fuera de la diligencia.

La hogaza se menciona en muchas obras literarias: la Biblia, El Quijote, El lazarillo de Tormes, Los miserables. Salvador Novo escribió en su Antología del pan que este es sagrado y tan antiguo como el hombre mismo (no en vano las deidades han elegido el pan como su símbolo en distintas culturas), y en otros textos aparece como la base de la alimentación diaria, representación de caridad y consuelo, agasajos y fiestas.

México es el país en donde encontramos las más variadas formas y sabores de pan. Los nombres de las piezas hacen volar la imaginación: regañadas, amores, trenzas, volcanes, chilindrinas, gendarmes, corbatas, orejas, moños, besos…

Los escritores de esta antología son como los panaderos artesanales: con las palabras amasan un recuerdo, detallan una historia. Su escritura tiene la responsabilidad de los ingredientes exactos, la forma y la espera.

El pan en estas historias endulza un corazón roto, mitiga una ausencia, distingue una voz en la soledad y hace meditar, como si se tratara de algo religioso. En el fondo, el pan y la escritura son tentaciones irresistibles que nutren.

Qué gran acierto es combinar ambos elementos en este libro que, sin duda, desencadenará imágenes y resonancias en quien lo lea.

Gabriela Santana

El pan nuestro

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