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GENIO Y LOCURA EN EL FESTIVAL DE ARTE DE VANGUARDIA EN CALI LOS NADAÍSTAS HICIERON TOLDA APARTE

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Los nadaístas se salieron este año con la suya. Cansados de no hacer nada; de recibirme cada año en Cali Puerto a nombre del Festival de Arte; cansados de tener paciencia, resolvieron mandarlo todo al diablo y fundaron su propio Festival. Con razón. Ellos que son profetas nunca fueron invitados al festín de la cultura. Y tenían apetito, ganas de decir sus cosas, de decir ¡noooo!, y de decir ¡basta!

Soportaron estoicamente durante cuatro años que les dijeran al verlos en los bares y en las avenidas:

“Miren esos ‘lagartos’ que van con Gonzalo Arango”.

Este año Cristo se cambió de cruz. Al vernos vagar por las mismas avenidas, los caleños nos preguntaron:

“¿Quién será ese ‘lagarto’ que va con los barbudos del Festival de Vanguardia?”.

Pues ese “lagarto” era yo. Con sus propios méritos, los nadaístas se habían conquistado la ciudad.

Al margen de ese orgullo herido que los hizo reaccionar, los nadaístas fundaron su “festivalito” por otra razón más esencial: porque había que hacer con el arte no solo una pasión estética, sino una pasión humana. Que la poesía no fuera solo bella sino además combatiente. Que la palabra, en esta época de claudicaciones y silencios, sirviera para algo más que para hacer pactos secretos, pactos de complicidad, pactos en la cumbre. Que sirviera entonces para hablar, protestar, testimoniar. Para hacer, en definitiva, arte comprometido.

El Festival de Arte de Vanguardia nació por eso: por un imperativo de la acción para convocar una audiencia en torno a la necesidad de cambiar la vida y la sociedad.

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