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Introducción

Cuando comencé a pensar en escribir este libro tenía en mente hacer un análisis de cómo el malestar se ha ido instalando en el individuo y en la sociedad de nuestro tiempo. Como testigo del paso de los idealismos absolutos de los sesenta y setenta al pragmatismo funcional de los noventa y dos mil se me hacía cada vez más presente, tanto en mi trabajo clínico como organizacional, que algo estaba sostenidamente potenciándose, expandiéndose y mutando: el malestar.

Recordé entonces dos textos fundamentales de Freud, Tótem y tabú (1913) y El malestar en la cultura (1930). En principio los seres humanos construimos distintos tipos de modelos de sociedad, de los cuales esperábamos esencialmente paz y justicia; la idea de progreso económico fue posterior. La noción de Estado surgió como la posibilidad de regular la ambición individual, las pulsiones desmedidas e insaciables de cada sujeto. Cuando nos sometemos a esa institucionalidad esperamos en retorno un orden social que satisfaga necesidades y expectativas mínimas. Y cuando la institución fracasa, nos sentimos engañados y hasta estafados. Nace el rencor.

Estaba en eso cuando, a mediados de octubre de 2019, en Chile se produjo el estallido social más importante desde el retorno a la democracia. Por un lado, tuvimos actos vandálicos, de características terroristas, que arrasaron con el sistema de transporte público de Santiago, en particular con su Metro; saqueos, incendios de edificios, caos. Por otra parte, una ciudadanía en la calle se manifestaba pacíficamente en demanda de un nuevo pacto social.

Las marchas de ese viernes 25 fueron las más multitudinarias de la historia de Chile. Un hecho impresionante no solo por el número de participantes, sino por el ambiente festivo y de paz en que se dio. Llamaba la atención que el mismo movimiento de indignados, que en días previos había dado origen a episodios de violenta destrucción, mutara a una convocatoria de características familiares. Pero, sin duda, el aspecto más significativo y desafiante para el análisis fue la falta de conducción de este masivo grupo ciudadano. No hubo ni un solo discurso, no lo lideraba la oposición ni mucho menos el Gobierno. Nadie articulaba en lo formal lo que estaba pasando.

Nos encontrábamos frente a un movimiento sin dirección aparente, con peticiones y consignas, pero falto de mapa, de vectores que canalizaran lo que se pedía y lo que esto representaba. Estábamos frente a un enorme desafío para nuestros políticos, todos querrían hablar «por ellos» y «para ellos».

¿Qué hubo detrás de los carteles, las batucadas, los gritos, la alegría de ese momento, el caceroleo, las barricadas, el saqueo y la destrucción? Aún falta mucho por analizar y, sobre todo, por entender.

A medida que fueron pasando las semanas y los meses, mientras escribía este libro, una creciente inquietud fue instalándose en mí. Por mi propia biografía, me atrevo a decir que tengo un «doctorado en dictaduras»: viví por largos períodos en la China de Mao, en la Cuba de Fidel, en la Alemania de Honecker y en el Chile de Pinochet. Para muchos el que se sitúe en el mismo plano regímenes en apariencia tan disímiles y hasta opuestos puede resultar perturbador e incluso provocador. No es esa mi intención; simplemente lo que sostengo y creo, es que, más allá del origen y las razones históricas que sustenten una tiranía, estas nunca la pueden legitimar. Sean de izquierda o de derecha, las dictaduras son siempre miserables. La posibilidad de que se esté incubando entre nosotros, en nombre de la dignidad, la equidad o la defensa de determinados principios económicos o políticos, una solución populista de características totalitarias y antidemocráticas me parece cada vez más probable.

En ese sentido, este libro aspira a contribuir a entender las variables psicológicas del profundo malestar que subyace en nuestro tiempo, en el que ha quedado demostrado que la «perspectiva» de tener, va siempre asociada a la frustración y al dolor de la «realidad» del no tener. El consumo como posibilidad por sí mismo claramente no nos ha bastado. Lo concreto es que las reglas cambiaron y que si no actuamos con responsabilidad, reflexión y rigor intelectual, cualquier solución que construyamos será un espejismo cortoplacista, tras el cual, luego del caos, vendrá un nuevo ciclo de autoritarismo.

Santiago de Chile, marzo de 2020.

La revolución del malestar

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