Читать книгу Gabriela de Laperrière de Coni - Graciela Tejero Coni - Страница 7

Оглавление

CAPÍTULO II

Hacia un “feminismo clasista”

Graciela Tejero Coni

La Comuna de París

Conocer a Gabriela implica conocer su mundo, aquel que marcó sus inclinaciones justicieras hasta el final, pues como reflejaron a su muerte sus camaradas de La Acción Socialista:

“Fue mujer trabajadora, útil para sí y para el pueblo. Francesa de origen, en su alma se anidaba la intuición de la Francia del 89, del 48 y del 70.”

In Memorian, compilación de Emilio Coni, Buenos Aires, Coni Hnos., 1907.

Sin duda, la presencia y la participación de las mujeres en todas las revoluciones burguesas y proletarias de los siglos XVIII, XIX y XX en Francia son una constante, siendo el símbolo de la República Francesa una mujer. Ellas utilizaron las oportunidades para plantear demandas sociales, económicas y políticas, sobre todo aque­llas destinadas a transformar sus relaciones en la familia y con la economía, conectando estas cuestiones con las luchas por el po­der y los cambios políticos más radicales. A pesar de que, aún hoy, los varones revolucionarios no siempre han tenido muy en cuen­ta sus derechos.

En 1789 las mujeres participaron de forma destacada en las luchas revolucionarias y ello puso la marca al futuro feminis­mo. Movilizaciones contra la escasez, el hambre y la irregulari­dad en el abastecimiento, fueron más lejos creando asociaciones destinadas a exigir la defensa de sus derechos como por ejemplo la Sociedad de Mujeres Republicanas Revolucionarias14, fundada en febrero de 179315.

Gabriela, bajo la firma de Gabrielle Menjou, se involucra en el aná­lisis de la Revolución Francesa desde una perspectiva histórica, par­ticipando como escritora con un artículo: France, en la publicación de su esposo Henri Menjou titulado Le Centenaire de 1789 dans la Republiqué Argentine, editado en Buenos Aires en 1889.

Más tarde, en Francia, la participación de las mujeres en las luchas revolucionarias de 1848 alcanzó el nivel más alto de toda Europa. París se destacó como la ciudad donde sucedieron el mayor número de ma­nifestaciones proletarias y donde las mujeres participaron más acti­vamente, incluso de forma independiente, tanto en la organización de huelgas como en asociaciones gremiales. Las ideas socialistas y comu­nistas, que defienden la igualdad para las mujeres asociada con la eman­cipación de clase y la subversión del orden social hicieron su aparición.

Entre las organizaciones específicas fundadas en este período se distingue las Vésuviennes que, en la lucha por sus reivindicaciones, en­trenaba militarmente grupos de mujeres. Muchas de las activistas que lucharon en los acontecimientos de la Revolución de 1848 en Francia, tuvieron más tarde un papel político importante en las luchas femi­nistas: Jeanne Déroin16, fundadora del Club para la Emancipación de las Mujeres; la Unión de las Mujeres y la Asociación Fraternal de Demócratas de Ambos Sexos que reivindicaba la igualdad de derechos para las mujeres, el derecho al divorcio y al voto.; Joséphine Courbois, conocida como la reina de las barricadas, por su actuación destacada en las barricadas en Lyón; Eugénie Niboyet, responsable de la publica­ción del periódico Parísino La Voix des Femmes (La Voz de las Mujeres), que abogaba por el divorcio y las guarderías infantiles para las muje­res trabajadoras, leiv motiv de la futura acción política de Gabriela ve­nida a la Argentina.

Se sabe también que muchas mujeres asistieron a las reuniones de la Sociedad Republicana Central dirigida por Blanqui17 y que, en al­gunas provincias, surgieron “clubes femeninos”.

Tal era la situación de la Revolución de 1848, a la que el pseudo-de­mocrático Luis Bonaparte pondría fin con el ejército en 1851, “aseguran­do a Europa la tranquilidad interior, pero gratificándola con una nueva era de guerras. Por un instante estaba cerrado el período de las revolu­ciones por abajo; pero le sucedió un período de revoluciones por arriba” como señaló Federico Engels.18

Gabriela nace en 1861 en esta convulsionada Francia, en Pézens, Audé, región recostada sobre el Mediterráneo, en la que ya muchos go­biernos comunales eran elegidos por la propia población, pero que se sacudiría con la guerra comenzada en julio de 1870 contra Alemania.

La Guerra Franco-prusiana terminó con Francia derrotada y un de­sastre para los franceses. El levantamiento popular pudo derrocar el Imperio y los diputados proclamaron la República. Desde entonces, París quedó bajo el asedio del ejército prusiano, la comida escaseaba y la diferencia entre ricos y pobres era cada vez más grande generan­do la agudización de todas las contradicciones sociales. Engels dijo, “Los sepultureros de la revolución de 1848 se habían transformado en sus ejecutores testamentarios. Y junto a ellos ya se erguía amenazante el heredero de 1848, el proletariado, en la Internacional.”19

Los/as trabajadoras de París exigían un gobierno autónomo como ya disfrutaban otras ciudades francesas. Luego de cuatro me­ses de asedio, Louis-Adolphe Thiers, futuro presidente de la Tercera República Francesa, negoció un armisticio con el Canciller Otto von Bismarck, que incluyó la ocupación de París en los términos de paz del Tratado de Fráncfort. Miles de Parísinos armados comenzaron mo­vimientos para formar un “Comité Central” de la Guardia Nacional, que en los distritos más pobres elegían a sus propios oficiales, como centro alternativo de poder al del gobierno oficial. Y así, como primer paso, el 18 de marzo Thiers ordenó a sus tropas recuperar los 400 ca­ñones en posesión de la Guardia Nacional, pero los soldados no lo obe­decieron. Thiers huyó a Versalles y el Comité Central de la Guardia Nacional quedó como único gobierno en París e inmediatamente or­ganizó elecciones para un “Concilio Comunal”.

La Comuna tuvo 92 miembros: trabajadores, profesionales (doc­tores y periodistas), y un gran número de activistas políticos, desde reformistas republicanos, varios tipos de socialistas, hasta jacobi­nos nostálgicos de la Revolución Francesa20.

La Comuna de París fue proclamada el 28 de marzo de 187121 , Gabriela había cumplido sus diez años y ya vivía con sus padres en la ciudad de Burdeos, más próxima a la influencia de los sucesos de París.

La legislación propuesta separaba la iglesia del Estado, promovía el acceso a la educación para todos, adoptó el descartado Calendario de la I República Francesa, así como la bandera roja en vez de la tricolor.

Las numerosas organizaciones ad hoc establecidas durante el ase­dio en las localidades (“quartires”) para satisfacer necesidades como cantinas, primeros auxilios, etc. continuaron creciendo y cooperando con la Comuna. Las tendencias revolucionarias incluían anarquis­tas y socialistas, blanquistas y republicanos liberales. La Comuna de París fue y es reivindicada por anarquistas y socialistas marxistas por el alto grado de control por parte de las/os trabajadores y la notable cooperación recibida.

La Comuna estuvo influenciada por el internacionalismo, por lo que la Columna Vendôme, que celebraba las victorias de Napoleón fue lo primero que se derribó, considerándola monumento al chovinismo.

En el extranjero, hubo reuniones y mensajes de apoyo enviados por sin­dicatos y organizaciones socialistas, incluyendo algunos de Alemania.

Es significativo que Gabriela de Laperrière de Coni, años después (1901) hiciera referencia a la incomprensible desunión entre prole­tarios franceses y alemanes obligados a la guerra franco-prusiana:

“Antes de la apertura de la última Exposición Universal de París, cuando las obras estaban en su mayor actividad, tuve oca­sión de visitarlas y fuéme dado contemplar hermoso espectáculo, por cierto. Los obreros de diferentes razas y nacionalidades, jun­tos trabajaban en esa magna labor del progreso universal. (…) Al lado del albornoz del árabe, veíase la túnica del chino, el ruso hablaba italiano y el alemán entonces dirigía quizás al francés la frase de Severina, la valerosa escritora francesa: “¿Dime, en fin, por qué nos hemos batido en 1870?” Y ambos buscaban la razón, sin encontrarla!”22

La Comuna fue asaltada desde el primer momento por el ejército del gobierno de Thiers y la ciudad bombardeada constantemente, los alza­mientos en Narbonne, Limoges y Marsella fueron rápidamente aplas­tados. La zona exterior de Courbevoie fue capturada. La defensa y la supervivencia se transformaron en prioridades.

Para muchas mujeres, la Comuna no fue sólo la posibilidad de con­quistar una República social, sino de conquistar una República social con igualdad de derechos para sí mismas.

El 18 de marzo de 1871, fueron las mujeres las que se pusieron de­lante de las tropas de Thiers e impidieron con sus cuerpos que los cañones fueran retirados, e incitaron la reacción del proletariado y de la Guardia Nacional a la defensa de París23. Las mujeres traba­jaron en fábricas de armas y municiones, hicieron uniformes y do­taron de personal a los hospitales improvisados, además de ayudar a construir barricadas, trabajaron como cantinières encargadas de los alimentos y bebida para los soldados. Las fuentes recogen que también hubo un batallón compuesto por 120 mujeres de la Guardia Nacional que luchó con valentía en las barricadas durante la últi­ma semana de la Comuna. Obligadas a retirarse de la barricada de la Place Blanche, se trasladaron a la Place Pigalle y lucharon hasta que las rodearon. Algunas escaparon al Boulevard Magenta, donde todas murieron luchando.

Aunque bajo el gobierno de la Comuna las mujeres no conquista­ron el derecho al voto, ni tampoco integraron el Concilio Comunal, crearon organizaciones propias como el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social y la que consiguió mayor adhesión, la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, fundada por miembros de la Internacional, influidos por las ideas de Marx. Ella denunció explícitamente la discriminación de la mujer, y su “Comisión Ejecutiva reclamó la organización y distri­bución del trabajo de las mujeres, la igualdad de salarios..., el resta­blecimiento del divorcio, una pensión para las mujeres que tuviesen tres hijos y la liquidación de la prostitución mediante la creación de puestos de trabajo…”24

Las revolucionarias en la Comuna adquirieron importancia como feministas, pertenecientes a la clase obrera delineando el que sería “fe­minismo clasista” reivindicado luego en el Río de la Plata por Gabriela y su principal discípula, la joven socialista Carolina Muzzilli.

Entre las mujeres en este período, la más conocida fue la activis­ta socialista Louise Michel25, fundadora de la mencionada Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos y miembro delaI Internacional. También se destacaron: Elizabeth Dmitrieff26, militante socialista y feminista; André Léo27 responsable de la pu­blicación del periódico La Sociale; Beatriz Excoffon28, Sophie Poirier y Anna Jaclard, militantes del Comité de Mujeres para la Vigilancia; Marie-Catherine Rigissart, que comandó un batallón de mu­jeres; Adélaide Valentin, que llegó al puesto de coronel, y Louise Neckebecker, capitán de compañía; Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Marcelle Tinayre, Otavine Tardif y Blanche Lefebvre, co-fundadoras de la Unión de Mujeres, siendo la última ejecutada multitudinaria­mente por las tropas reaccionarias, y Joséphine Courbois, conoci­da desde en 1848 en las barricadas de Lyón; Amadine Lucile Aurore Dudevant, bajo el nombre de George Sand, intelectual y escrito­ra conocida por sus ideas republicanas y revolucionarias; también Jeanne Hachette, Victorine Louvert, Marguerite Lachaise, Josephine Marchais, Leontine Suétens.

Represión y restauración burguesa

El 21 de mayo una puerta en la parte occidental de las murallas de París fue forzada y comenzó la reconquista de la ciudad por parte de las tropas de Versalles.

Durante el asalto, las tropas del gobierno fueron responsables de la matanza de ciudadanos desarmados: se disparó a los prisioneros y las ejecuciones múltiples fueron algo común.

El 27 de mayo una multitud asedió y asesinó a 50 rehenes, varios de ellos sacerdotes, que habían sido retenidos por la Comuna. La resisten­cia más acérrima continuó durante ocho días de combates callejeros.

Las represalias comenzaron, miles de comuneros fueron fusila­dos masivamente (de diez en diez) en lo que ahora se llama “El Muro de los Comuneros” en el Cementerio de Père-Lachaise mientras que otros miles de personas fueron llevados a Versalles u otras localidades en las afueras de París, para ser juzgados. Durante días columnas de hombres, mujeres y niños hicieron, escoltados por militares, un camino hacia barrios o campos baldíos de Versalles convertidos en prisiones temporales o más bien en campos de concentración. Quizás sean los primeros campos de concentración que registra la Historia29. Muchos fueron ejecutados sumariamente; otros fueron condenados a trabajos forzados; otros deportados temporalmente o de por vida a is­las francesas del Pacífico como fue el caso de Louise Michel. Algunos testigos, como Prosper Olivier Lissagaray, señalan que fueron dos se­manas ininterrumpidas de ejecuciones. Algunas estimaciones son de 30.000 muertos en los combates por París, pero según Lissagaray30 fueron 50.000, sin hacer distinción de edad o sexo.

Después de la derrota militar de la Comuna de París de 1871, las fuerzas conservadoras y reaccionarias, ante la imposibilidad de eli­minar este ejemplo heroico que demuestra la posibilidad de destruc­ción del orden burgués, difundieron una gran campaña de calumnias contra el proletariado, los socialistas, comunistas y en particular con­tra la I Internacional.

Las tropas gubernamentales ejecutaron de manera sumaria a cien­tos de mujeres sospechadas de ser pétroleuses. Algunas fuentes ha­cen referencia a les pétroleuses, incendiarias, que prendieron fuego a edificios públicos durante la Semaine Sanglante (Semana sangrienta) frente a la derrota de la Comuna. Con profundo odio de clase y anti­feminismo patriarcal se sometió a 1.051 mujeres a consejos de guerra, realizados entre agosto de 1871 y enero de 1873: a ocho se las senten­ció a muerte, a nueve a trabajos forzados y a 36 a su deportación a co­lonias penitenciarias.

París estuvo bajo la ley marcial durante los siguientes cinco años y Gabriela, por entonces, ya una joven sensible sufrió en su ánimo las consecuencias. Unas 7000 personas fueron desterradas a Nueva Caledonia. Para algunos centenares de presos, entre ellos mujeres, recién hubo una amnistía en 1889 cuando Gabriela, maestra normal y periodista influida por las experiencias francesas, casada y madre ya llevaba algunos años en Buenos Aires.

Socialismo y feminismo: sus dos grandes referencias

La Comuna fue derrotada, y cada clase hizo su balance sacando enseñanzas de lo vivido. Y como no podía ser de otro modo, las ideo­logías de clase, también dividieron a las mujeres entre quienes des­de un enfoque feminista burgués concibieron la emancipación de las mujeres solo como la desaparición de la desigualdad ante la ley (su­fragismo, derechos civiles, etc.) y quienes desde el feminismo prole­tario guiaron sus luchas para ir mucho más lejos: la liberación de las mujeres de toda explotación y opresión.

Esta última opción es la que tomó Gabriela conmovida por los ecos de los sucesos de París y el acceso a la lectura de las que fueron sus grandes referencias: Flora Tristán (1803 -1844) y George Sand (1804­1876). Ellas dejaron su impronta en la vida más íntima de Gabriela como en su compromiso social y político.

Gabriela aprendió de Flora Tristán que la situación de las mujeres se deriva de la aceptación del falso principio que afirma la inferioridad de la naturaleza de la mujer respecto a la del varón. Este discurso ideoló­gico hecho desde la ley, la ciencia y la iglesia marginó a las mujeres de la educación y las destinó a ser oprimidas por los varones. Flora Tristán imprimió a su feminismo un giro de clase social, que en el futuro daría lugar al feminismo marxista, antecedente de nuestro “feminismo cla­sista” perfilado por Gabriela de Laperrière, pues analizó que negar la educación a las mujeres está en relación con su explotación económi­ca: las niñas no son enviadas a la escuela “porque se les saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los niños, hacer recados, cuidar la comida, etc...”, y luego “A los doce años se la coloca de aprendi­za: allí continúa siendo explotada por la patrona y a menudo también maltratada como cuando estaba en casa de sus padres.”

Flora Tristán dirigió su discurso al análisis de las mujeres más des­poseídas, las obreras. Su lucha incesante por conseguir una sociedad más justa e igualitaria ha quedado plasmada en sus obras31.

Como buena “socialista utópica”, confiaba enormemente en el po­der de la educación, y como feminista reclamaba la educación de las mujeres; además, sostenía que de la educación racional de las mu­jeres dependía la emancipación de los varones.

En Unión Obrera nos dice: “La ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, varones prole­tarios. (...) En nombre de vuestro propio interés, varones; en nombre de vuestra mejora, la vuestra, varones; en fin, en nombre del bienes­tar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los de­rechos para la mujer.” Este texto adelanta un pensamiento que, anterior al Manifiesto Comunista, postuló la unión de los trabajado­res y las mujeres -los oprimidos del mundo-, en una Internacional32 que, mediante una revolución “pacífica” -aquí aparece su herencia saintsimoniana-, harán gozar a la humanidad de igualdad y justicia.

Flora y Gabriela se asociaron en su vida personal, sin saberlo, por hilos comunes: sus pasos por Burdeos, su vínculo con la América del Sur, su malogrado primer matrimonio y su fallecimiento prematuro en el inicio de su cuarta década.

Su otra gran referencia e inspiradora fue la escritora francesa George Sand, seudónimo de Armandine Lucil Aurore Dupin, repu­blicana acérrima y partidaria de las barricadas y de la revolución33. Ya que, la propia Gabriela, la reconoce como parte de sus lecturas en su novela autobiográfica, Vers l’oeuvre douce de 1903, identifica­da con el personaje de Thérèse de Certigny:

“En la biblioteca de la casa, o más bien en el de la abuela, (…) el número de mujeres capaces de apreciar las obras de elección debe ser restringido, Teresa tomó un libro (…) desde luego fuera de lugar junto a las obras de Chateaubriand, Lamartine, Musset y las novelas del joven George Sand”

George Sand era una mujer que escribía frenéticamente todas las noches, una socialista comprometida con los obreros en las turbu­lentas revoluciones que agitaron a París, una incansable defensora de los perseguidos políticos y una fiel amiga de grandes intelectuales34 . Fue una autora increíblemente prolífica -escribió más de cien li­bros-, y su obra marcó la producción literaria de Gabriela, su inte­rés por los amores desiguales, por los cruces de clases sociales como también lo hace ella en sus cuentos, por ejemplo en Les fiançailles35

(Los Esponsales -1892), y las diferencias de edad, por la violencia en­tre los sexos, por el ahondamiento en las relaciones incestuosas y por la exposición de los intercambios de roles y de expectativas de género.

Al comienzo, Sand fue un pilar en la conformación de la narrati­va romántica, pero la evolución de sus obras también la llevaría a ser un punto de referencia de la novela realista de mediados del siglo XIX.

Gabriela consciente del recurso literario de la descrip­ción, propia del romanticismo, explicita en el cuento Le Faim36 (El Hambre -1892) su intención y luego desarrolla con exhaustivo de­talle una vívida feria de plaza en una ciudad francesa:

“Dado que antes de contar una historia, hay siempre que descri­bir, y que es no solamente la moda -una moda empujada frecuen­temente hasta una minuciosidad exagerada- pero que es todavía una manera de hacer de la pintura y de la literatura a la vez, yo pre­sentaré a mis amigos de la “Revista”, la siguiente pequeña imagen”

El viraje hacia el realismo también fue experimentado por la na­rrativa de Gabriela, despojándose del romanticismo de sus primeros tiempos en los que escribe los Cuentos, hacia el sesgo realista de sus novelas, en particular su autobiográfica Vers l’oeuvre douce de 1903.

George Sand escribe su hermosa selección Cuentos d’une grand’mère de 1873 (Cuentos de una abuela), que recoge los relatos que primero con­taba a sus nietos antes de dormir y que más tarde recordaba y escribía.

Gabriela recreó ese clima ensu cuento Kokila37 (1892)que así comienza:

“En el comedor bien caldeado, a la sombra de la lámpara re­cubierta con una pantalla de muselina rosa y encaje blanco, que arroja alrededor de ella sus suaves reflejos, una abuela conversa con sus niños.”

El atuendo masculino que vestía, hizo famosa a Sand, le permitió cir­cular libremente por París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado vedados para una mujer de su con­dición social. Esta era una práctica excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las clases altas, eran de una gran importancia y transgredirlos le trajo consecuencias de marginación. En su vida sentimental hubo de todo: desde un matrimonio en prin­cipio monógamo y frustrante, hasta el desenfreno amoroso con un jo­ven escritor de 19 años, pasando por muchos otros amantes y alguna experiencia lésbica. La escritora tuvo que sacar del colegio a su hijo adolescente Maurice porque todos sus compañeros le decían que su madre era una “putaine”. También su libertad de espíritu, sin atadu­ras e hipocresías sociales, debieron atrapar la empatía de la muy jo­ven Gabriela, que tenía 13 años al momento de morir George Sand.

La escritora y Gabriela, también se asociaron en su vida, sin sa­berlo, en un punto: el “silenciamiento”, pues a pesar de ser una escri­tora largamente respetada en su tiempo, con libros vendidísimos en Francia y en Europa y aplaudidos por la crítica, a pesar de ser la es­critora francesa más importante del siglo XIX, luego de su muerte en 1874, por prejuicio de clase y antifeminista, sus escritos fueron des­vaneciéndose, aunque las escritoras feministas continuaron leyén­dola hasta entrado el siglo XX.

En Buenos Aires y veintisiete años después, en ocasión de dar Gabriela su conocida Conferencia por la Paz y hacer el llamamiento a formar la Liga Americana de Mujeres para la paz y el progreso, esto sucedió:

“Al terminar, se puso de pie el anciano Sr. Bernabé Demaría que dirigió palabras elogiosas y entusiastas a la Sra. de Coni llamán­dola la George Sand Americana”. 38

Sus ideas feministas y sus vínculos con Europa

Gabriela de Laperrière arribó a Buenos Aires con su esposo Henri Menjou, periodista y escritor francés en fecha incierta entre 1884 y 1885. Desde entonces, ella alternó su vida americana con frecuentes viajes a Francia, particularmente a París con la que nunca perdió vín­culo y donde también nutrió sus ideas feministas y su práctica política.

En 1880, Gabriela con 19 años de edad había contraído matrimo­nio en Burdeos, residiendo luego en París. En esa misma fecha, Louise Michel regresó a Francia, amparada por una primera amnistía par­cial concedida a los participantes en la Comuna de París. Quien in­mediatamente reasumió su puesto de combate, intervino en mitines y ofreció conferencias. Fue arrestada varias veces y condenada en 1883 a seis años de prisión y 10 años de libertad vigilada.

Al regreso de Louise Michel a París en 1895, Gabriela con Emilio Coni y su hijo “Emilito” hacía ya un año atrás que vivían en la gran ciudad y muy probablemente fueron testigos de la multitudinaria manifestación que le dio a Louise Michel la bienvenida. Reconociéndose ésta ya como una figura destacada del anarquismo brindó conferencias en Londres, París y toda Francia. En 1898 escribió Memorias de la Comuna.

Gabriela de Laperrière, que valoraba su ejemplo, se encargó de di­fundir sus Memorias39 , pese a la ruptura entre los socialistas marxis­tas y los anarquistas producida en 1896 en el Congreso Internacional socialista de los trabajadores y de las uniones sindicalistas obreras.

Louise Michel, a los 75 años, murió de una pulmonía en enero de 1905 y miles de personas acudieron a su funeral en París.

Otra gran revolucionaria, Clara Zetkin (1857 -1933), fue contempo­ránea de Gabriela y de ella seguramente tomó enseñanzas.

Clara Zetkin40 se interesó mucho en la lucha por la igualdad de de­rechos de las mujeres entre ellos el derecho al voto, impulsando la or­ganización de las mujeres obreras en la socialdemocracia alemana. A causa de la prohibición de las actividades socialistas en Alemania dictada por Von Bismarck en 1878, Zetkin inicialmente se refugió en Zúrich en 1882, pasando posteriormente al exilio en París.

Gabriela nos dejó testimonio de cómo sus vínculos con luchado­ras feministas europeas marcaron su acción:

“En París, esa ciudad en que basta que una iniciativa sea ge­nerosa para que parezca natural, he escuchado conferencistas que me encantaban por su sencillez y convicción. No solamen­te sus palabras me conmovían más que las de los hombres, sino también las comprendía mejor!

Es que hay temas que acrecientan su interés al ser tratados por mujer, no por lo novedoso del asunto, sino porque nos atañen tan directamente, que un hombre, con mucho más talento, no podría, a mi juicio, dilucidar tan bien como nosotras. Faltaríale la apreciación exacta para hablar de sentimientos peculiares a la mujer y que no ha experimentado.”41

Entre las conferencistas, Margueritte Durand (1864-1936), quien como Gabriela había tenido en la infancia una rígida forma­ción católica, en 1896 en calidad de periodista de Le Figaro, el pe­riódico más vendido de la época, concurrió al Congrès Féministe International (Congreso Feminista Internacional). Durand volvió del evento tan motivada que al año siguiente 1897, fundó un periódico feminista, La Fronde. Éste fue dirigido, administrado, editado, escrito y elaborado solo por mujeres, era un periódico de edición diaria que abarcaba dos grandes temas: política y literatura.

Margueritte Durand al frente de La Fronde hizo campañas por la igualdad en derechos civiles: el reconocimiento de los derechos de las mujeres casadas en el Código Civil, la “libre maternidad” y la abolición de la reglamentación de la prostitución.

En la Exposición Universal de París, en el año 1900, de la que Gabriela da cuenta de su participación, Durand organizó el Congreso por los Derechos de la Mujer. Es muy probable que entre las confe­rencistas a que hace referencia Gabriela, en 1900 se encontrasen colaboradoras y escritoras del periódico La Fronde, figuras del femi­nismo francés y periodistas de la época como Clémence Royer (1830­1902), María Pognon (1844-1925), Madame Vincent (1841-1914), Nelly Roussel (1878-1922), Aline Valette (1850-189), Hubertine Auclert, María Vérone (1874-1938), Avril de Sainte-Croi (1855-1939), Marie Maugueret (1844-1928), Pauline Kergomand (1838-1925), Andrée Téry, Dorothea Klumpke, Clotilde Dissard, Mathilde Meliot, Blanche Galien, Hélène Sée, Odette Laguerre, Claire de Pratz y Jane Misme42.

Gabriela toma ejemplo también de las experiencias de feminis­tas alemanas:

“Una feminista, de ésas que no se contentan con sentarse a su bufete y escribir resúmenes más o menos bien hechos de ideas ajenas, la señora alemán Lily Braun, amiga sincera de las obre­ras, encontró el medio de retirarles las tareas domésticas sin afec­tar su erario. La casa de familias, construida por una sociedad coope­rativa, la primera de su sistema, se levanta ya en los alrede­dores de Berlín. En ella se alojarán treinta familias, y en vez de treinta fogones prendidos a la hora de la comida, de trein­ta pucheros o asados, de treinta obreras cocinando presuro­sas al regreso de la fábrica, una o dos mujeres en el piso bajo atenderán una sola olla, una sola comida para las trein­ta inquilinas, una sola mujer después de la comida lava­rá la loza. Tendremos menos gastos, pensó la señora Braun, con un solo fuego, comprando por mayor los alimentos…”43

La señora Lily Braun, nacida Amalie von Kretschmann, (1865-1916) fue una escritora y feminista alemana vinculada con Clara Zetkin y próxima al Partido Socialdemócrata de Alemania.

14 La SMRR, fue el primer grupo político de defensa de intereses propios de las mujeres, de los pobres y la mayoría de sus miembros eran mujeres trabajadoras o esposas de trabajado­res. Sus fundadoras, Claire Lacombe, actriz y Pauline Léon, fabricante de chocolate después de la prohibición de la SMRR, fueron arrestadas durante la ascensión de los jacobinos al poder, siendo liberadas en 1795.

15 Algunas feministas consiguen destacarse en la defensa de sus derechos, entre ellas Marie-Jeanne Roland, conocida como “Manon” Roland, célebre como la philosophe republicana; con­tribuyó a la elaboración de la política girondina y fue ejecutada en noviembre de 1793. Olympe de Gouges, fue destacada militante revolucionaria y murió guillotinada en 1793. Su Declaración de los Derechos de la Mujer es una contrapartida a la Declaración de los Derechos del Hombre; Théroigne de Méricourt se destacó en la defensa de los principios revolucionarios y de los de­rechos de las mujeres, llegando incluso a liderar la formación de un batallón sólo de mujeres ar­madas, y en el grupo Amigos de la Constitución en 1790.

16 Jeanne Déroin, fue costurera de profesión y militante de izquierda. “Cuando Jeanne Déroin propuso presentarse como candidata demócrata en las elecciones de mayo de 1849, P.J. Proudhon la declaró no apta porque los órganos que las mujeres poseen para alimentar a los bebés no las hacen apropiadas para el voto; ella respondió pidiéndole que le mostrara el órgano masculino que le facultaba para el voto. Obligada a huir a Inglaterra en 1851, después del golpe de Luis Napoleón, continuó siendo una feminista activa hasta su muerte a la edad de 89 años”, citado en Costa, Silvio; La Comuna de París y las mujeres; Madrid, Universidad Complutense, 2001.

17 Vargas, Otto; op. cit. Pág.46 “Luis Augusto Blanqui fue un gran revolucionario francés que se unió a Marx y a Engels en la lucha por el socialismo, aunque tuvo con éstos una constante polémica sobre la tác­tica del movimiento obrero. (…) no comprendía la importancia que tiene preparar a las masas para una acción armada ni la importancia de crear un partido proletario…”

18 Engels, Federico, Introducción, en Marx, Carlos, La lucha de clases en Francia, Buenos Aires, Ed. Claridad, 1968. Pág.17. En la época de Napoleón III, Francia participó en la guerra de Crimea (1854-55); hizo la guerra a Austria (1859); organizó una expedición a Siria (1860); par­ticipó con Inglaterra en la guerra contra China, conquistó Cambodia (Indochina), participó en 1863 en la expedición a México y en 1870 hizo la guerra contra Alemania.

19 Engels, F., op. cit. La Asociación Internacional de Trabajadores surge en Inglaterra en 1864, conocida posteriormente como I Internacional. Ver Marx - Engels, Manifiesto Comunista.

20 Costa, Silvio; op. cit.

21 Ídem, Debido a la falta de tiempo sólo unos pocos decretos fueron implementados: re­misión de las rentas, hasta que se terminase el asedio; abolición del trabajo nocturno en los cien­tos de panaderías de París; abolición de la guillotina; concesión de pensiones para las viudas de los miembros de la Guardia Nacional muertos en servicio, así también como para sus hijos; de­volución gratuita de todas las herramientas a los trabajadores, a través de las casas de empeño estatales; se pospusieron las deudas y se abolieron los intereses en las deudas; y el derecho de los empleados a tomar el control de una empresa si fuese abandonada por su dueño.

22 Ver en esta edición Anexo de fuentes: Coni, Gabriela de Laperrière de; Conferencia por la paz, Sala “Operai italiani”, 22 de abril de 1901.

23 Costa, Silvio; op. cit.

24 Citado en Uría - Pineda - Olivan; Polémicas Feministas; Madrid, Ed. Revolución, 1985.

25 Louise Michel comandó un batallón femenino, que se enfrentó a los reaccionarios en las barricadas de París. Escapó a la muerte, fue arrestada y compareció delante del Consejo de Guerra el 16-12-71. No fue condenada a muerte, sino que fue deportada a Nueva Caledonia.

26 Elizabeth Dmitrieff se afilió a la Internacional a los 17 años y se hizo amiga de Marx. Llegó a ser una de las siete componentes del comité ejecutivo de la Unión de Mujeres. Al fi­nal huyó a Suiza.

27 André Leo, influida por las ideas blanquistas, se dedicaba al periodismo y con la derrota de la Comuna, se exiló en Suiza.

28 Beatriz Excoffon empezó a desarrollar sus actividades políticas a partir del cerco de París. A principios de abril de 1871 fue una de las organizadoras de una marcha compuesta por aproximadamente 800 mujeres que intentaron sin éxito impedir que el gobierno de Thiers ata­cara París. Con la derrota de la Comuna, fue arrestada y deportada.

29 Costa, Silvio; op.cit.

30 Lissagaray, Hippolyte Prosper-Olivier; Historia de la Comuna de 1871; Barcelona, Ed. Estela, 1971.

31 En Peregrinaciones de una paria denuncia las distintas manifestaciones de exclusión social de la sociedad de Arequipa; en Paseos en Londres (1840) realiza una de las primeras y más duras descripciones de los obreros ingleses. En Unión Obrera (1843) describe cómo “el mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores” es fundamental, porque “todas las des­gracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer”. La emancipación de la mujer (1845-46) donde se mani­fiesta rudamente contra la inferioridad matrimonial del “sexo femenino”.

32 Se la reconoce como la creadora de la consigna “¡Proletarios del mundo, uníos!”. Se convierte así en la primera mujer en hablar de socialismo y la lucha de los proletarios. Marx re­conoció su carácter y sus libros formaron parte de su biblioteca personal. En el texto La Sagrada Familia Cap. IV, F. Engels hace una defensa de la feminista comunista Flore Celestine Tristán.

33 Séché, Alfonso y Bertaut, Julio; George Sand, París/Buenos Aires, 1913; Jack, Belinda, George Sand, Barcelona, Vergara, Editor, 2001; Vallejos, Soledad, George Sand, escritora indomable, Buenos Aires, Longseller, 2001.

34 Gustave Flaubert, Franz Liszt, Eugène Delacroix, Honoré de Balzac, Turgueniev, Julio Verne y muchos otros artistas, intelectuales y políticos progresistas, amigos que entrecruza­ron tantas cartas con ella que la correspondencia de Sand alcanza los veinticinco volúmenes.

35 Ver en esta edición la versión traducida al español de su original francés.

36 Ídem.

37 Ídem.

38 Ref. Conferencia de Paz con Chile (1901); La Nación, 24 de abril de 1901, pág.5.

39 Deleis, Mónica, de Titto, Ricardo y Arguindeguy, Diego; Mujeres de la Política Argentina, Buenos Aires, Ed. Aguilar, 2001. Pág. 294.

40 En 1874, finalizó sus estudios como profesora y se integró a la lucha del movimiento obrero y de las mujeres en Alemania, cuatro años más tarde se afilió al Partido Socialista de los Trabajadores que en 1890 cambió su nombre por el de Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) bajo la dirección de August Bebel y Wilhelm Liebknecht.

41 Ver en esta edición Anexo de fuentes: Coni, Gabriela de Laperrière de; Conferencia por la paz, op. cit.

42 Dizier-Metz, Annie, La Bibliothèque Marguerite Durand: Histoire d’unne femme, mémoire des femmes, París, 1992.

43 Coni, Gabriela de L de; Casas de familia, en “Dos Iniciativas”, Revista Lucha Antituberculosa 1901-2.

Gabriela de Laperrière de Coni

Подняться наверх