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CAPÍTULO III

Burdeos, ciudad en expansión entre 1866 y 1890

Lydie Delmas-Bur

Traducción: Sandra González Altea

La ciudad

Burdeos, en la época en la que Gabriela reside, es una ciudad en mutación y atrae a poblaciones emigrantes de zonas rurales pobres: 120 000 habitantes en 1841, 194 000 en 1872, después 230 000 en 1891. El diseño urbano es un cambio arquitectónico radical: en 1865, unión de barrios de las dos riberas del río gracias al primer puente abierto a la circulación en octubre de 1821 ; extensión de barrios; construcción de hermosos inmuebles en piedra para los adinerados negociantes; pro­fundización de grandes avenidas y bulevares; construcción de abas­tecimiento de agua e iluminación de calles, instalación de mercados; levantamiento de monumentos; reapertura de cursos universitarios y construcción de edificios para las facultades; fin de la construcción de la estación Saint Jean y la puesta en marcha de conexiones ferroviarias regulares; encogimiento de las orillas a lo largo del río Garona.

A partir de 1875, para el embellecimiento de la ciudad y afirmar el símbolo de la República, la municipalidad encarga las fuentes alegó­ricas y las esculturas monumentales a artistas de renombre (por ejem­plo, los caballos de bronce alrededor de la Columna de los Girondeses en la plaza de Quinconces).

Después de la gran prosperidad el siglo XVIII con el comercio trian­gular y el comercio del vino, los grandes pudientes se inquietaron por las consecuencias financieras de la abolición de la esclavitud. Un pe­ríodo de depresión durante el imperio ha arrastrado un desempleo masivo, “aliviado” por la apertura de talleres de beneficencia, con­ducidos por los obreros para organizar sociedades de socorro mutuo.

Los negocios reemprenden hacia 1870 alrededor de nuevas ac­tividades pero sin gran apertura hacia la gran industria. Los hom­bres ricos se reúnen en los clubs, se muestran en las carreras, en el teatro, se pasean con sus mujeres en los autos tirados por magnífi­cos caballos.

Contexto político. La comuna

Los burgueses de Burdeos habían tomado partido en la Revolución de 1789 (los Girondinos). Fue una de las raras ciudades fuera de París que conoció una revolución en 1830, pero la de 1848 transcurrió con más calma.

Burdeos será la capital de Francia en 1870, después de la derro­ta francesa en Sedán contra los Prusianos. A fines de los años 60, los Bordeleses eligen, con amplia mayoría, a los adversarios moderados del Imperio de Napoleón III. El gobierno provisional de Francia deci­de entonces desplazarse a Burdeos.

No ha habido Comuna de Burdeos como en otras ciudades (Tolosa, Lyon…).

El movimiento obrero bordelés se desarrolla en un medio poco industrializado. Está muy marcado por el espíritu republicano. Es además el caso de los adherentes a la Internacional, pero también de notables moderados. Los oradores republicanos en 1868 (Jules Simón, Jules Favre, Pelletan, François Arago, Lavertujon, Larrieu) llenan las salas de 350 a 2500 asistentes.

Los acontecimientos de la Comuna de París llegaron a la población bordelesa, entre otros a través de los conductores de tren.

Ellos son escuchados en un contexto histórico donde la agita­ción social es habitual. En 1831, una manifestación de trabajado­res indigentes (talladores de piedra) fue violentamente reprimida. Entre 1853 y 1870, las luchas, con huelga, para aumentar los sala­rios y disminuir el tiempo de trabajo son numerosas en el sector de la construcción de edificios y la construcción naval, fabricación de vidrio, tonelería, sombrerería. Las movilizaciones por las guerras provocan manifestaciones como la de 1868. Una manifestación po­pular violenta se produce el 8 de junio de 1869 al grito de “¡viva la república!”. En mayo de 1870, los obreros carpinteros, ebanistas, panaderos se encuentran en lucha con reivindicaciones acerca de los salarios y el trabajo de noche.

El movimiento obrero está disperso, los proletarios no tienen or­ganización. Los burgueses bordeleses esquivan el riesgo de explosión social concentrando la atención de los obreros en el plebiscito del go­bierno en mayo de 1870.

Los debates políticos de París, la actualidad nacional, influencian a la población de Burdeos: guerras coloniales y movimientos de re­chazo al servicio militar; radicalismo, socialismo, anarquismo, bo­napartismo, monarquismo, república; enseñanza laica y enseñanza religiosa, educación escolar de las niñas.

Los periódicos se hacen eco de esos debates. Los diarios “Le Nouvelliste” (monárquico), “La Gironde” (radical) y “La Petite Gironde” (republicano moderado), “Le Républicain de la Gironde”, después “La Tribune” (republicano con tendencia social), “Le Journal de Burdeos” (bonapartista) reemplazado por “La Province” en 1870. “Le Courrier”, “La Guienne”. ¿Cuántos obreros leen los diarios?

El 12 de agosto de 1870 estalla una manifestación contra la armada y el emperador, a favor de la república. Dos motivos de protesta reapa­recen: el antimilitarismo y el anticlericalismo. Pero nada de cuestio­nar la propiedad y el orden. Eso es lo que, para algunos autores, ligado a la particularidad del movimiento obrero, explica la especificidad de los hechos de Burdeos.

El 4 de septiembre, en los pasillos de Tourny, la estatua de Napoleón es derribada y la República se proclama. Paul Lafargue, miembro de la Internacional, sobrino de Karl Marx, está presente. Él escribe una carta el 7 de septiembre de 1870 en el diario “Le Républicain de la Gironde” (conservado en la biblioteca nacional).

En 1870, los oradores de la Asociación Internacional de los Trabajadores reciben un público de 600 a 1500 personas. En octubre, la sección bordelesa de la Asociación Internacional de los Trabajadores (creada en 1866) es reactivada.

A finales de diciembre el gobierno reside en Burdeos. Gambetta es aclamado, las ideas republicanas fortalecidas. En febrero, la Asamblea nacional se instala en Burdeos por proposición del Consejo munici­pal. Dejará la ciudad el 12 de marzo de 1871.

A partir de febrero, los reagrupamientos tienen lugar para denun­ciar el armisticio con Alemania. Las reuniones de debate se multipli­can en la ciudad: clubs, comités, círculos, etc…Paul Lafargue, junto a amigos, anima los debates y el trabajo político de la Asociación Internacional de los Trabajadores que transmite la información so­bre los acontecimientos de París.

“Los días de abril”, momento de la revuelta de Burdeos durante la Comuna

El 8 de abril de 1871, se fijan en la ciudad los carteles de la Comuna, vigilados por los obreros. El 9 y 10 de abril, “La Tribune” publica el lla­mamiento de París. El 12 de abril comienzan las manifestaciones de­lante de los cuarteles. El 18 de abril el reagrupamiento ha crecido al grito de “¡Viva la Comuna federal!”. Las barricadas son levantadas en la calle durante toda la noche, se toca la alarma. Las provocaciones contra la tropa conllevan la réplica de los oficiales que hieren a los ma­nifestantes con sus sables. La guardia nacional procede a los arrestos.

El 16 de abril un nuevo diario se publica, “La Federación, liber­tad, igualdad, fraternidad”, órgano de la Internacional con cinco nú­meros, después es apropiada (conservada en la biblioteca nacional).

La calma llega el 19 de abril.

El trabajo en terreno de la Internacional contribuirá a hacer el vín­culo entre los acontecimientos políticos y las aspiraciones sociales. En los años que siguen el movimiento obrero se organiza. El Partido obrero se implanta en Burdeos.

Los obreros bordeleses van a escuchar las conferencias políticas

En 1884 Sébastien Faure, propagandista anarquista, vive en Burdeos. El diario anarquista “La révolte” es difundido allí, lo mis­mo que “L’en Dehors”, un diario libertario. Hablan de injusticias so­ciales, del frío, del hambre y de la mediocridad impuesta a los pobres; de la parcialidad de los magistrados; de las condiciones de trabajo; de las revueltas de los obreros y las obreras en Inglaterra. Hablan del rechazo a la guerra. Discuten el matrimonio o la unión libre y acerca de las mujeres abandonadas con hijos. Siempre están presentes en las reuniones el comisario y los soplones.

Jules Ferry, jefe de gobierno, llegado el 30 de agosto de 1885, habla de leyes sobre la escuela: extensión a las niñas del beneficio de la edu­cación secundaria pública (21 de diciembre de1880); gratuidad de la educación primaria (16 de junio de 1881) ; ley relativa a la obligación y la laicidad de la educación (28 de marzo de 1882). Habla también de la ley sobre la libertad sindical y la libertad de asociación, traída en 1884 por Pierre Waldeck-Rousseau, ministro del Interior de la III República. Pero además habla de la necesidad de extensión colonial.

Economía: el trabajo de mujeres y hombres

A finales del siglo XIX, el puerto de Burdeos busca nuevas activida­des hacia las colonias de Asia y África. La viña, introducida en la época romana, se perpetúa. Pero la enfermedad Filoxera destroza las cose­chas desde 1872. El comercio del vino se estanca con los países al otro lado del Atlántico como Argentina… Se recuperará hacia 1889 cuando el viñedo será reconstituido.

Los viejos oficios van junto a los nuevos.

Artesanos talladores de piedra o carpinteros, obreros de la cons­trucción, artistas escultores o pintores, arquitectos, trabajan en la ciudad y fuera de ella.

Los conductores de coches a caballo o las carretas, transportan hacia la estación las mercaderías o los toneles con destino a París.

Los estibadores descargan los contenidos de los barcos sobre los muelles y los encaminan hacia las bodegas y los depósitos en la plan­ta baja de los hermosos inmuebles de piedra: en particular las provi­siones coloniales, entre ellas el azúcar que es llevado en los barriles de melaza. Otros estibadores, que no han tenido la suerte de ser con­tratados a la mañana, esperan una hipotética llamada uniéndose a los numerosos “sin trabajo”, los “muertos de hambre”, quienes deam­bulan por los muelles.

Los marinos se ocupan en los barcos entrantes en el puerto o izan las velas de los barcos salientes del mismo. Los barqueros es­tiban su barcaza.

Los traperos, los mozos de cuerda, los veleros, muestran sus rodi­llos de velaje, de prendas, de cuerdas.

Los toneleros manipulan la leña, la clara de huevo, el pegamento y entregan sus toneles.

Se ven niños portando las cargas, por ejemplo para los panaderos. O trabajar en las fábricas. Habrá que esperar a la ley de 1892 para la prohibición del trabajo de niños menores de 13 años en la industria y la limitación de su tiempo de trabajo.

Las mujeres son lavanderas, sirvientas o venden algunas verduras en las calles o en una plaza de mercado. En el número 29 de la ruta de Tolosa, donde ella vive, Gabriela ve pasar las carretas conducidas por las mujeres que vienen de Villenave d’Ornon o de Léognan llevando verduras a la ciudad.

El movimiento sindical en Burdeos

Desde 1824, frente a los sindicatos patronales, diversos reagrupamien­tos de obreros se crearán. Algunos tienen objetivos de ayuda mutualista (22 cámaras sindicales obreras mutualista durante 50 años), Otros son nacidos a partir de la voluntad de defender las reivindicaciones.

Entre 1870 y 1878, Burdeos vive una eclosión de sindicatos profesio­nales: (1871: carpinteros, carpinteros de obra, empleados de comercio; 1872: toneleros, pintores, yeseros, talladores de piedra, albañiles, sas­tres; 1873: ebanistas, mecánicos; 1874: zapateros, fabricantes de esco­bas; 1875: hojalateros; 1877: panaderos, carroceros; 1878: marineros).

Para unir más allá del oficio, se crean: las Uniones obreras, los Comités de obreros en 1873; una Unión de sindicatos obreros en 1880; la Unión de las cámaras sindicales obreras de Burdeos; la Unión fe­derativa de sindicatos en 1890. Las influencias “reformistas” o “socialistas” provocarán las escisiones. Algunos sindicatos se adhe­rirán a la creación del primer sindicato interprofesional nacional, la Confederación General del Trabajo en 1895.

En 1876, una sede común de sindicatos representa el primer acto en Burdeos de la voluntad de una Bolsa del trabajo para la cual se comprometerá fuertemente una campaña en 1887.

La industria y el salario femenino

La industria se distribuye sobre todo alrededor de la alimentación vinculada con los productos de las colonias y de las Antillas con una fuerte proporción de mano de obra femenina frecuentemente contra­tada de forma estacionaria: aceiteras, azucareras (30% de mujeres), bizcocherías (60% de mujeres), chocolatería, conserverías (40% de mujeres), ron, licores, tabaco (95% de mujeres). En los suburbios de Burdeos, funcionan los secaderos de bacalao en Tierra-nueva, una fábrica de allumettes (90% de mujeres).

Existe además una industria metalúrgica: astilleros, herrería, fun­dición, transporte de vagones, mantenimiento de las vías férreas. Las mujeres son contratadas sobre todo en las fábricas de embalaje metá­lico y de cápsulas (para las bebidas y las latas de conserva).

Las empresas de ropa las utilizan para los oficios de costureras, mo­distas, camiserías. La nueva industria del calzado emplea tantas muje­res como hombres delante de las maquinas. Los empleos de servicio se desarrollan con mano de obra femenina: hospitales, correos, bancos.

El empleo de las mujeres representa un tercio de los efectivos, qui­zás la mitad en ciertos sectores.

La ley de marzo de 1874 prohíbe el trabajo de mujeres bajo tierra y el trabajo de noche de las mujeres menores.

El trabajo de las mujeres es un tema de debate en la sociedad del siglo XIX

Los socialistas (entre ellos Proudhon) están en contra, consideran que el deber de la mujer es cuidar a su hombre y su casa. Al contrario, Jules Guesde se pronuncia por “la emancipación económica, civil y po­lítica y la unión de las mujeres”. El Código Civil (código de Napoleón) les considera menores y las sitúa bajo la autoridad de su padre, des­pués del marido, sin derechos civiles y políticos.

El derecho al trabajo de las mujeres es cuestionado también por los sindicalistas temiendo que crea competencia, alimenta el desempleo y hace bajar los salarios. De hecho, los patrones utilizan los bajos sala­rios de las mujeres para hacer presión sobre los salarios de los hombres.

En junio de 1880, el diario “L’égalité” publica el programa de tra­bajadores socialistas, escrito por Karl Marx en Londres. Quizás es un eco advenedizo en Burdeos. Una reivindicación es la igualdad de sa­larios para los dos sexos.

Las ideas de Proudhon, el reformista radical, siembran la duda e influyen en los sindicalistas.

Los numerosos partidarios de Jules Guesdes, del Partido obrero, observan que el trabajo es emancipador para la mujer pero conside­ran que la liberación de la misma sólo puede suceder en el marco de la liberación conjunta del proletariado.

El congreso nacional de asociaciones de trabajadores, que tiene lu­gar en Burdeos del 28 al 30 de junio de 1880, declara en una resolución “no poder admitir la emancipación política de la mujer”.

En 1888 se lleva a cabo el congreso de la Federación Nacional de Sin­dicatos, primera estructura nacional de coordinación sindical, de con­cepción colectiva. El congreso se realiza en Burdeos porque los nuevos militantes sindicalistas bordeleses (entre ellos Raymond Lavigne) naci­dos de los obreros portuarios y de carpinteros han hecho caer la Unión de sindicatos bordeleses en el campo de los revolucionarios en 1887. La Séptima resolución del congreso preconiza ¡“la igualdad de salarios para el hombre y la mujer esperando que el trabajo de la mujer pueda ser definitivamente suprimido”!. Es también este congreso el que lan­zará el eslogan de la jornada de ocho horas de trabajo. Y propondrá una jornada anual internacional de lucha de los trabajadores, el 1° de mayo.

Condiciones de trabajo de las mujeres y luchas femeninas

El 14 de noviembre de 1844, Flora Tristán fallecía en Burdeos, agota­da durante su recorrida por Francia realizando encuentros con obre­ros, llamando a la unión obrera y a la emancipación de las mujeres. Quedaba quizás en las memorias colectivas, a fin de siglo, que sus fu­nerales fueron seguidos de una suscripción permanente para erigir­le una estela inaugurada en 1848 en presencia de ocho mil personas.

En Burdeos, como en todo el país, las mujeres tienen salarios in­feriores a la mitad de los salarios de los hombres: 1,25 francos de me­dia, frecuentemente menos, quizás 1,50 francos, raramente 2 francos. Un almuerzo cuesta entre 50 y 70 céntimos. El trabajo es efectuado en condiciones de insalubridad. Las largas jornadas de 12 horas se repi­ten (hasta la ley de 1892 que lo limita a 11 horas) sin descanso sema­nal. Además, el empleo es estacionario en el sector agro-alimentario.

La crisis económica de 1880, el éxodo rural, el desempleo, pesan más intensamente sobre las mujeres. Muchas son muy pobres, vesti­das con andrajos. Viven lejos en los suburbios insalubres o en los som­bríos callejones de los viejos barrios. La prostitución está muy presente.

En la historia de Burdeos, las mujeres ya se habían manifestado contra el aumento del precio del pan y soportado una feroz represión.

Ellas quieren sindicalizarse. Las mujeres quieren crear uniones an­tes de la ley de 1884 permitiendo los sindicatos (la adhesión de una mu­jer se hacía bajo la autorización del padre o del marido).

En agosto de 1880, es creado un sindicato femenino, “Las corpo­raciones de damas bordelesas reunidas”, compuestas por costure­ras, modistas, costureras de botines. Actúa para obtener una tarifa para cada corporación, intervenir en las discusiones entre patrones y obreras, ocuparse de la ubicación de sus miembros y de la educación de sus hijos. Muy corporativista, este sindicato desaparece en 1883.

Pero es el inicio de un movimiento que va a confirmarse en los años siguientes.

En 1889, otra cámara sindical de mujeres se pone en marcha y perdu­rará: “la de las obreras costureras para hombres de la ciudad de Burdeos”.

En julio de 1891 será creada la cámara sindical de obreros y obre­ras de fósforos: 160 adherentes, una vicepresidencia adjudicada a una mujer; después en septiembre de 1891, el sindicato de obreros y obreras de tabaco de Burdeos: 685 adherentes, la presidencia es dada a una mujer. Estos dos sindicatos durarán hasta el cierre de estas fábricas en 1967 y 1987 respectivamente.

Ellas van a organizar huelgas por la igualdad de salarios con los hombres, las condiciones de trabajo y contra la arbitrariedad patro­nal. En 1876, ciento cincuenta cribadoras de resina, empleadas de aceiteras, se ponen en huelga por el aumento de 25 céntimos sobre su salario de 1,25 francos. No ganaron la causa. En 1882, en las calles de Burdeos, 300 cigarreras en huelga se manifiestan. Ellas renovarán las acciones en los años siguientes para denunciar la baja de salarios seguida de la introducción de nuevas máquinas.

La relación de fuerza con la patronal es dura. Lo es particularmen­te para las mujeres. Ellas soportan las vulneraciones de su dignidad cometidas por los capataces durante los tiempos de trabajo y durante las acciones huelguistas. Son tratadas con desprecio por los comisa­rios quienes, en sus informes al Prefecto, las describen como agresi­vas por naturaleza y elementos peligrosos.

Este período servirá de trampolín al sindicalismo femenino bor­delés que tomará expansión en los años de fin de siglo y principio del siglo XX, alimentando las muy numerosas huelgas de mujeres em­pleadas en las fábricas proveedoras del ejército, en 1916 y 1917, en Burdeos y alrededores.

El contexto social en el cual vive Gabriela en Burdeos es por lo tanto particularmente vivo.

Política de salubridad

Por otro lado, la actualidad del momento es igualmente fuerte en otro dominio: el de la lucha contra las enfermedades y epidemias. El cólera ha castigado duramente la ciudad en 1832. La población debe conservar la memoria de los muertos. La municipalidad tiene dos pre­ocupaciones en relación a la transmisión de enfermedades: el tráfico portuario y la particularidad de Burdeos como ciudad construida so­bre pantanos y atravesada por dos cursos de agua. Estos últimos serán recubiertos con las nuevas arquitecturas para el saneamiento urbano.

Los médicos bordeleses se implican en una campaña de higiene. Es el caso en particular del doctor Armengaud desde 1870. Él obser­va las enfermedades contagiosas, infecciosas y epidémicas: tifus, peste, fiebre amarilla, cólera, viruela, paludismo, bocio, cretinis­mo. Separa las enfermedades importadas y aquellas de origen do­méstico o geográfico. Propone la puesta en marcha de una higiene pública tomando en cuenta los descubrimientos bacteriológicos de la época y las recomendaciones higienistas de Pasteur: alejamien­to de los residuos en los colectores cerrados, lavatorios ventilados, limpieza de casas y calles con agua, aplicación de leyes sanitarias en las viviendas. Educa a la población con conferencias publicadas y la distribución de folletos explicando los elementos básicos de hi­giene y la ventilación de las viviendas. Lucha por hacer comprender el “socialismo del microbio”: la contaminación o la salud del pobre como del rico están vinculadas ya que ellos cohabitan en lugares co­munes. Esto significa luchar contra el estereotipo según el cual so­los los pobres son portadores de miasmas.

Emprende una campaña contra la tuberculosis con colegas, en­tre ellos el doctor Lasalle, trabajando por la apertura de sanatorios especializados.

La medicina, en Burdeos, tiene progresos. La dermatología y la ginecología en particular con el Profesor Dubreuilh quien funda el dispensario antivenéreo (la sífilis hace estragos). El doctor André Boursier de la maternidad Cours de la Marne, es el primer titular de la cátedra de ginecología en Francia. El doctor Bergonié, fundador de la Liga internacional contra el cáncer, crea en el hospital Saint André, en 1885, el primer servicio francés de electroterapia.

La ciudad y los médicos se preocupan del cuidado de los niños. Y abren establecimientos nuevos para los dementes (Château Picon en 1885).

El domicilio de Gabriela está cerca del hospital, de la maternidad, de las facultades, de los mercados, lugar en plena expansión de la ciu­dad. Paseándose, ella debe encontrarse todas esas mujeres y hombres en el trabajo o en la miseria. Quizás ha guardado en ella los ecos de todos estos acontecimientos.

Gabriela de Laperrière de Coni

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