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ОглавлениеCapítulo 1
Apuntes sobre la corrupción en América Latina
¿Alternativas desde lo protestante?1
H. Fernando Bullón
Aunque las limitaciones y falencias de cualquier postulado teórico y cualquier práctica política se hacen evidentes frente a la complejidad de la realidad humana, preocupa la persistencia de vicios históricos en la gestión del desarrollo latinoamericano, pues han funcionado como impedimento en el logro de los mejores objetivos.2 Entre estos vicios, adquieren relevancia el deterioro de la ética y el fenómeno de la corrupción en el ejercicio del desarrollo. Efectivamente, esta parece ser una de las principales cortapisas para el mejoramiento de las condiciones y la calidad de vida en la región. Una cierta mala hierba que parece haber florecido en toda la parcela latinoamericana, y que subyace en la práctica política o de gestión del desarrollo, cualquiera fuere la ideología o teoría en la que se inscribe el grupo en ejercicio del poder político o tecnocrático.
En un interesante artículo de sección editorial de un diario latinoamericano, Oscar Álvarez (1996)3 comenta que la década del 90 ha sido llamada la década de la corrupción. En Brasil, Venezuela, Perú, México, Argentina, Costa Rica, etc., y en países de otros continentes (desarrollados o no), por todas partes estallaban los escándalos políticos relacionados con la corrupción. A estas alturas, la segunda década de la nueva centuria, se hablaría propiamente de “globalización de la corrupción”, para estar a tono con el envolvente proceso expansivo de la época.4 Dice Álvarez que en la esencia de la corrupción política se encuentra el manejo de los bienes públicos como si fueran de propiedad privada, el disponer de la cosa pública como cosa nostra. Se desarrolla una visión patrimonial y clientelista del Estado, y se establece una subcultura en la que se comienza a ver todo esto como normal, con impunidad social y legal. Dice, en relación con el tema de la pobreza y del desarrollo:
La corrupción constituye uno de los obstáculos más severos para el desarrollo y uno de los factores del aumento de la pobreza […] es enemiga de la equidad. Asimismo, es uno de los elementos que más afectan la credibilidad y la imagen de los políticos y gobernantes, y la legitimidad de los sistemas democráticos.5
O, como lo menciona Peter Eigen, el fundador de Transparencia Internacional:
La corrupción es un vicio capital de nuestra época que muestra su desagradable rostro en todas partes. Se halla en la raíz misma de casi todos los problemas importantes —o al menos impide su resolución— y actúa de manera especialmente devastadora en las regiones más pobres del mundo donde mantiene atrapados a millones de seres humanos en la miseria, la pobreza, la enfermedad, la explotación y brutales conflictos.6
A nivel mundial, se calcula que los sobornos llegan a un billón de dólares anuales, que equivalen a un 5 % del pbi mundial. En Latinoamérica, se estima que los flujos financieros ilícitos totales durante la última década ascienden a un monto similar.7 Asimismo, un aumento del 10 % en la corrupción incide en una pérdida del 2 % en el crecimiento del pbi. O sea, el pbi sería 2 % mayor si bajara la corrupción en esa proporción.8 Según cálculos recientes de la Organización Mundial de la Salud, hasta un 25 % del gasto público en medicamentos puede perderse debido al fraude, el soborno y otras prácticas corruptas.9 Cabría preguntarse, entonces, cuánto de la pobreza de nuestros países latinoamericanos puede asignársele a este tipo de comportamiento, más que a tal o cual sistema político o enfoque teórico, o a una inadecuada o mala aplicación de principios micro- o macroeconómicos.
Frente a todo esto, no es que no se esté haciendo algo. Los mismos gobiernos tienen sus propios sistemas contralores, y a nivel internacional se han gestado esfuerzos reguladores de envergadura;10 pero, a pesar de todo ello, la problemática parece acrecentarse. Desde el ámbito de las organizaciones eclesiales, también se han dado ya pronunciamientos,11 pero es necesario ahondar en la reflexión sobre el particular pensando en acciones alternativas consistentes y sistémicas.
En este capítulo, la primera parte será de carácter descriptivo e informativo en lo básico, principalmente sobre el fenómeno en cuestión. En la segunda, se reflexionará sobre las posibilidades del protestantismo de contribuir de manera consistente y a largo plazo en la confrontación de la situación.
La corrupción: notas generales de carácter conceptual y metodológico
La problemática de la corrupción ha ido adquiriendo ribetes cada vez más alarmantes y en diversas dimensiones. Actualmente, su estudio se ha convertido en toda una esfera especializada, y por ello existe una bibliografía muy extensa.12 Por razones de espacio, en esta parte se opta por una redacción algo esquemática para sintetizar la información de las fuentes consultadas.13
Aspectos conceptuales e interpretativos
Definición
La corrupción es toda acción abusiva, éticamente cuestionable, de un funcionario gubernamental o de un miembro de una organización privada, con la que se busca el beneficio individual o de un grupo específico en detrimento del interés público. En la esfera política, consiste en el incumplimiento o desviación de una norma por parte una persona que cumple una función pública, con la finalidad de obtener un beneficio (dinero, influencia, ventajas, posición social u otro) para ella misma o para un colectivo social o institucional.
Como acciones de corrupción se pueden enumerar, entre otras, las siguientes: soborno, malversación y negligente asignación de fondos públicos; fraude, subvaluación o sobrevaluación de precios; concursos amañados sobre obras de infraestructura; parcialidad y tráfico de influencias; abuso de funciones y extorsión; encubrimiento y colusión privada; uso de información privilegiada para enriquecimiento ilícito; alteraciones fraudulentas del mercado, especulación financiera con fondos públicos, lavado de dinero; financiamiento ilícito de actividades partidarias, fraude electoral; paga y soborno a periodistas y medios de comunicación; sentencias parcializadas de los jueces, entre otras.
Interpretaciones/Causas
Las principales interpretaciones sobre las razones de la corrupción se basan en diversas perspectivas: histórico-culturales, políticas, sociológicas, administrativas, económicas y legales. Es necesario señalar que es posible que se tenga algún sesgo ideológico en la conceptualización y, por lo tanto, en lo metodológico o en los procedimientos de evaluación. Se tienen también clasificaciones tipológicas o modalidades, que por cuestiones de espacio ya no se tratan aquí.14
* Histórico-culturales. Existencia de una cultura que favorece la corrupción, por lo que lo inesperado sería la ausencia de gobernantes corruptos (“la manera en que fueron criados o se hicieron las cosas”). Por ejemplo, la venta de cargos públicos, nepotismo, favoritismo, sistema patrón-cliente (“tribus judiciales”) tiene su origen en los gobiernos coloniales. Así, la larga tradición de corrupción en el servicio contribuye a perpetuar dicha conducta (p. ej., corrupción policial).
* Políticas. Los elementos constitutivos de la corrupción se encuentran en el sistema político y constitucional de ciertos países. Dichos elementos están asociados al modelo colonial del Estado centralizado. La centralización o la complejidad de la estructura gubernamental no solamente facilita la corrupción, sino que la hace necesaria (excesiva discrecionalidad, falta de transparencia). A veces el Poder Judicial se ve limitado, por un lado, por la existencia de diversos tipos de presiones y amenazas externas, y, por otro, por la corrupción e impunidad en el mismo aparato judicial.
* Sociales. Degradación de los valores en la sociedad (problema moral); ausencia de sensibilidad y responsabilidad ciudadanas; creciente número de ciudadanos fraudulentos que cometen acciones dolosas (cobro ilegal del desempleo y subsidios, falta de pago a la seguridad social, trabajo y dinero “sucio”, etc.), También, ciudadanos conformistas e indiferentes a los comportamientos ajenos ilícitos (“allá cada uno con su conducta”).
* Económicas. Se considera la corrupción como un factor inevitable de los procesos de modernización al darse cambios bruscos en los valores de la sociedad y aparecer nuevas fuentes de bienes y de poder. Se la entiende como un “acelerador” económico que ayuda a la creación de fortunas personales, por lo que se la ve como económicamente “benéfica” para el conjunto social. Los empresarios presionan para modificar las reglas del juego económico, empleando mecanismos corruptos para mantener e incrementar su poder.
* Administrativas. Se ve la corrupción como un problema de motivos y oportunidades dentro de las instituciones: las razones para el actuar doloso serían los bajos salarios y la falta de incentivos de los empleados públicos, y las oportunidades serían el poder discrecional excesivo del que disponen.
Aspectos metodológicos: limitaciones en la medición
En general, el estudio y la medición de la corrupción tiene limitaciones. Existen dificultades para la medición apropiada y la determinación científica de la existencia, la amplitud y la evolución de las prácticas de corrupción. Las valoraciones se basan principalmente en apreciaciones subjetivas debido a la dificultad para obtener datos empíricos confiables. El sesgo ideológico está presente en relación con la doctrina económica manejada. La mayoría de los estudios los desarrollan fundaciones privadas, ong o universidades.
Hasta el momento no se ha logrado una cobertura total del fenómeno. Existen inconsistencias entre los tipos de índices. Varios de éstos miden, más bien, aspectos posibles de observar directamente, relacionados con el control de la corrupción y la mejor gobernanza.
Indicadores de medición de la corrupción
Se han desarrollado diversos índices y con propósitos diversificados. Tenemos, por ejemplo, el Índice de Percepción de la Corrupción (ipc), el Índice de Fuentes de Soborno, los Indicadores de Gobernabilidad en el Ámbito Mundial (igm), Latinobarómetro, el Proyecto de Justicia Mundial (pjm), el Índice Latinoamericano de Transparencia Legislativa. Algunos los han establecido diversas ong, como el caso de Transparencia Internacional (ti), pero hay organismos intergubernamentales, como el gafi (Grupo de Acción Financiera Internacional) y la ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que también han establecido regulaciones y promovido políticas que permitan un mejor control de la corrupción.
Entre los varios indicadores, el más difundido es el Índice de Percepción de la Corrupción (ipc),15 establecido por Transparencia Internacional y construido a partir de diversas fuentes.16 Son muy conocidos sus rankings y mapas publicados anualmente. Considerando el ipc para el año 2015/2016 dentro de su lista mundial de 167 países, sobre la base de un máximo puntaje de 100 para el país más pulcro, los tres países latinoamericanos menos corruptos (superando los 50 puntos) son Uruguay, con 74 puntos y posición 21; Chile, con 70 puntos y ubicación 23; y Costa Rica, con 55 puntos y posición 40. El resto de países de la región aparecen con menos de 50 puntos, como sigue: Cuba, 47 puntos, posición 56; El Salvador, 39 puntos, posición 72; Panamá, 39 puntos, posición 72; Brasil, 38 puntos, posición 76; Colombia, 37 puntos, posición 83; Perú, 36 puntos, posición 88; Surinam, 36 puntos, posición 88; México, 35 puntos, posición 95; Bolivia, 34 puntos, posición 99; República Dominicana, 33 puntos, posición 103; Argentina, 32 puntos, posición 107; Ecuador, 32 puntos, posición 107; Honduras, 31 puntos, posición 112; Guayana, 29 puntos, posición 119; Guatemala, 28 puntos, posición 123; Nicaragua, 27 puntos, posición 130; Paraguay, 27 puntos, posición en 130; Haití, 17 puntos posición 158; Venezuela, 17 puntos, posición 158.17
Mediciones alternativas: relocalización del fenómeno y sus dimensiones
Partiendo de una concepción alternativa con relación a dónde estaría el mayor foco de la corrupción, se ha desarrollado el Índice de Secreto Financiero (isf)18, manejado principalmente por el Tax Justice Network19, el cual se enfoca de manera especial en compañías privadas. Este índice alternativo se basa en distintos análisis de los flujos de capital a paraísos financieros y operaciones financieras de las que informan distintas ong. En los últimos meses se difundió el sonado caso de los Papeles de Panamá, que connotan las dimensiones sistémicas del problema, incluyendo, en este caso, masivamente a sectores empresariales y privados.
Según la onu, la evasión fiscal supone una pérdida significativamente mayor de patrimonio que la corrupción en su concepción y práctica tradicional (focalizada en la administración pública). En concreto, se trata de unos 900 billones de dólares, comparado con los 20 o 40 billones que produce la corrupción política o funcionarial (sólo 3 % de la evasión). Asociado a este enfoque, se han realizado trabajos de mediciones de salarios no pagados debido a estas evasiones, y se han señalado los efectos económicos y en el bienestar de la nación20.
Protestantismo: ¿alternativa para la renovación ética y cultural de América Latina?21
La esfera religiosa, descontadas sus propias contradicciones, históricamente ha enfatizado la dimensión ética y la necesidad de la integridad del carácter, así como la coherencia que debe existir entre doctrina y vida o pensamiento y acción. Esta estancia debería tener un rol constructivo en la vida comunitaria. Me inscribo dentro de la reflexión de autores que han escrito con respecto al rol de la religión en la sociedad y sus posibilidades transformativas: Weber, Troeltsch, Merton, Geertz, Gramsci, Houtart, Goulet, Maduro.22 Considerando más específicamente la realidad latinoamericana, es necesario tener en cuenta las reflexiones desde campos tan variados como la filosofía, la historia o la ciencia social de Mariátegui y Zea23, al igual que las de O’Donnell y Bastián24 respecto a los cursos diferenciados entre las dos Américas (la del Norte y la del Sur), quienes han visto cómo patrones culturales muy arraigados en nuestra región han tenido, y siguen teniendo, efectos éticos determinados vinculados a su componente religioso católico, los cuales han significado una cortapisa al desarrollo latinoamericano. Esta reflexión podría representar el aporte protestante para el mejor desarrollo del continente, como ocurrió, según los autores mencionados, en la región del norte.
Cuando se piensa en procesos como el de la Reforma protestante o el Avivamiento en la Inglaterra del siglo xviii, así como en el impacto social y cultural que ambos sucesos tuvieron en los países en que se dieron25, no se percibe un efecto de similar magnitud en la sociedad latinoamericana por la presencia y acción del movimiento protestante. Esto es explicable, por un lado, por las diferencias dentro de las coyunturas históricas, no repetibles entre lugares y tiempos. Por otro lado, es necesario reconocer el peso demográfico minoritario del protestantismo a lo largo de la mayor parte de su historia aquí en la región, así como la ausencia de circunstancias políticas especiales como para haber esperado un rol influyente de mayor significación. Vinculado a esto, como argumenta Bastian, el crecimiento e impacto limitado del protestantismo en América Latina se debe, en buena medida, al dominio de un estado patrimonial de prevalencia católica, que durante la mayor parte de su existencia y desde su aparición le hizo oposición y le restringió en su libre desarrollo.26 Por ello, parece ser que, al respecto, hay todavía una batalla que dar de parte del protestantismo por mayores libertades y luchar por condiciones de real igualdad dentro del sistema jurídico político de América Latina. Es todavía necesario abrir espacios de legitimidad y accesibilidad en paridad de condiciones para la mejor difusión de la herencia protestante en su línea constructiva, esto a la luz de evidencias históricas y comparativas de nivel mundial.
Sin embargo, según Bastian, en las últimas décadas —en contraste con lo sucedido anteriormente en la región hasta mediados del siglo xx— la participación de los protestantes en los medios políticos (mayormente de aquellos pertenecientes a los sectores pentecostales y neopentecostales) reflejan rasgos ambiguos, donde los pocos esfuerzos de significación contrastan con una presencia oportunista y no informada, con los típicos vicios achacados a la cultura política latinoamericana, desorientada en cuanto al tipo de proyecto político que los tiempos requieren para la transformación y mejoramiento social de nuestros países.
Para Padilla,27 según las experiencias no tan positivas que se ven, es necesario para los protestantes reconocer las tentaciones del poder rechazando los vicios típicos criticados a la cultura política latinoamericana (dominada o influenciada por el catolicismo), evitando a la vez el desarrollo de una mentalidad constantiniana, es decir, de querer dominar lo político, esta vez desde una perspectiva religiosa protestante. Padilla piensa en la necesidad de una formación previa para el adecuado ejercicio de lo político. Frente a lo prematuro de la formación de “partidos evangélicos” y, siguiendo al sociólogo cristiano de origen británico David Martin,28 cree en la fundamental prioridad del trabajo de base, donde precisamente están situadas las iglesias evangélicas: la construcción y regeneración de “las densidades morales y de la esperanza” entre la población, como cimiento de la real transformación social de nuestras naciones. Sobre esta base, las participaciones políticas podrían justificarse y tener augurio de mejor porvenir.
En esa misma vena, en este debate sobre lo ético y la cultura y sociedad latinoamericanas, se debe tomar en cuenta el asunto religioso en sus contrastes catolicismo/protestantismo (según Zea y Mariátegui), y una necesaria reforma moral y cultural al estilo de la Reforma protestante (según Gramsci), para poder avanzar en transformaciones duraderas y de alcance civilizatorio. Posiblemente lo protestante bien asumido, a partir de sus antecedentes históricos mejores, podría ser una alternativa que contribuya al mejor desarrollo de la región latinoamericana.
Conclusiones
Años 80: “década perdida”; años 90: “década de la corrupción”: ambas, décadas de acentuación de la pobreza y miseria humanas con las cuales se cerraba el siglo xx y se iniciaba el nuevo siglo, en cuyo recorrido no parece haber cesado la corrupción. Aún más, si la esfera de la justicia se consideraba como garante de que los actos corruptos quedasen al descubierto, ello se ensombreció por el fenómeno de la “politización de la justicia”, con lo cual intereses ideológicos y partidistas interfieren en su adecuada administración. Asimismo, debido a la “judialización de la política”, los intereses partidistas “embarran” a quienes buscan desde los estrados judiciales contribuir con dedicación al desarrollo de su nación. Es decir, los garantes de la probidad y la justicia han sido afectados por el fenómeno en cuestión. ¿Anuncio de desesperanza de todo esfuerzo, de posibilidades de cambio real?
En el fondo, el problema del desarrollo económico social latinoamericano parece tener raíces éticas. Por ello, existe la necesidad de un “enderezamiento de caminos torcidos”, de verdadero cambio de dirección hacia la justicia e integridad, que seguramente contribuirá a traer más equidad y, por ende, más bienestar para quienes están en el fondo de la escala social. Pero ¿podrá la ética emerger en la experiencia político-social de la gestión pública y en la de los sectores que dominan la economía y los negocios?
Para el pueblo protestante, considerando la dimensión ética, es de esperar que el ejercicio de una misión integral que contemple la evangelización y responsabilidad social consistentes promueva el crecimiento de las necesarias densidades morales en la población y alcance también a sus élites, a fin de que alcancen una madurez cívico-política que lleve a caminos de mayor integridad personal y corporativa en el ejercicio público (reforma moral e intelectual). De esta manera, si bien es imposible que desaparezcan totalmente, llegarían a aminorarse de modo significativo los vicios que aquejan la cultura política latinoamericana. De esta forma, también las militancias en las organizaciones políticas de diverso tipo, por estar subsumidas en una espiritualidad e identidad más sustantivas —la de los valores cristianos—, no obnubilarían su razón ni desviarían su pasión hacia actitudes maquiavélicas, sino que se enrumbarían a más alturados objetivos: la de la construcción de una sociedad más justa, madura y fraterna.
1 Este ensayo sintetiza aspectos de ponencia escrita y de exposición presentadas en la Consulta Continental de la ftl, junio 2016, Lima, Perú. La ponencia escrita tenía por título: “Cultura política y desarrollo: Gestión pública y exigencias de renovación”. Las diapositivas que guiaron la exposición oral se denominó “Corrupción en América Latina: Una visión panorámica”, más acotado a la temática que al final se trabajó en la consulta. Debido, en general, a lo no especializado del público lector, se ha priorizado la inclusión de material de información básica y descriptiva sobre el tema. Pero para aquellos que quisieran ahondar algo más sobre otros factores concurrentes en las problemáticas del desarrollo y vinculadas a la gestión pública, pueden recurrir a la ponencia original alojada en http://ftl-al.org/wp-content/uploads/2016/05/CULTURA-POLI%CC%81TICA-Y-DESARROLLO-Consulta-2016-Lima-Fernando-Bullo%CC%81n.pdf
2 Los elementos básicos que han caracterizado a la cultura política de la mayor parte del siglo xx y que persisten, incluyen entre otros rasgos saltantes: un autoritarismo persistente por continuas intervenciones militares; un estilo personalista de gobernar asociado al burocratismo; una élite económica dependiente del capital y los mercados externos; la concentración de los recursos en las capitales y otras pocas ciudades versus una subcultura aborigen, rural y provinciana extensivamente olvidada; el emblema ideológico del nacionalismo es utilizado para presentar y justificar cualquier gobierno de turno (propiamente, pseudonacionalismo); clientelismo y corrupción, rasgo que se ha ido acentuando y agudizando en los últimos años. Sobre los vicios de la cultura política latinoamericana ver, H. F. Bullón, “Problemáticas relevantes: Economía y política”, en Transformacion de América Latina y responsabilidad social, H. F. Bullón edit., Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2009, pp. 198–211.
3 Oscar Álvarez, “Democracia, ética y corrupción”, La Nación, San José, 13 de noviembre de 1996, Sección editorial.
4 En América Latina han sido emblemáticos los casos de México, con Salinas de Gortari, y de Perú, con Fujimori y Montesinos. Últimamente han sido notables los casos de Brasil (caso Lava Jato) y Guatemala (presidente y vicepresidenta implicados) como los más notables. Consultar al respecto: Alfonso W. Quiroz, Historia de la corrupción en el Perú, iep, Lima, 2013; Stephen Morris, Political Corruption in Mexico: The Impact of Democratization, Lynn Rienner Publishers, Boulder, 2009; María Amparo Casar, México: Anatomía de la Corrupción, cide-imco, México D. F., 2005; Marco Aurelio Nogueira, “Corrupción en el senado brasileño: Síntoma de una crisis de larga duración”, Nueva Sociedad 225 (2010); Edelberto Torres Rivas, “Guatemala: La corrupción como crisis de gobierno”, Nueva Sociedad 258 (2015).
5 Oscar Álvarez, op. cit.
6 Peter Eigen, Las Redes de la Corrupción. La sociedad civil contra los abusos del poder, Ediciones Planeta, Buenos Aires, 2004, p. 15.
7 unodc, “No hay desarrollo si no se combate la corrupción”, Boletín Informativo Digital, Lima, 9/12/13. Disponible en: https://www.unodc.org/peruandecuador/es/noticias/2013/diciembre/no-hay-desarrollo-si-no-se-combate-la-corrupcion.html
8 Paulo Cantillo, “La corrupción se come el 2 % del pbi, revela análisis de observatorio económico”, Diario Excelsior, México, 26/02/15 (versión digital). Disponible en http://www.excelsior.com.mx/nacional/2015/02/26/1010460
9 unodc, “La corrupción y el desarrollo”, 2014. Material informativo digitalizado. Disponible en http://www.anticorruptionday.org/documents/actagainstcorruption/print/materials2014/corr14_fs_DEVELOPMENT_ES_PRINT.pdf
10 Existen diversas convenciones internacionales, entre las más relevantes están las siguientes: onu-Convención contra la Corrupción (2003); oea-Convención Interamericana contra la Corrupción (1996); oecd, Convention on Combating Bribery of Foreign Public Officials in International Business Transactions (1997/2009), y de la misma oecd más específicamente para nuestra región, el Latin America Anti-Corruption Program. Otros organismos: como el Banco Mundial (bm), el Fondo Monetario Internacional (fmi) y la Organización Mundial del Comercio (omc), también han desarrollado o promovido regulaciones. En el contexto de la omc, muy vinculada al mundo empresarial, se dan mayores exigencias. Últimamente, dado el escándalo de los Papeles de Panamá a nivel mundial, el gobierno británico promovió de urgencia la llamada “Cumbre de Londres sobre la Corrupción” (mayo 2016).
11 Así, en el documento principal emitido en el Congreso Mundial Lausana iii, el Compromiso de Ciudad del Cabo (octubre 2010), existe una cláusula relacionada con “la verdad y los ámbitos públicos”. En éste se señala el imperativo de luchar contra el fenómeno de la corrupción. Recientemente, también a raíz del escándalo de los Papeles de Panamá, la red de organizaciones cristianas, Miqueas, emitió la declaración Afirmación sobre los Panamá Papers (mayo 2016).
12 Para estudios globales sobre América Latina, consultar: J. Zaragoza Aguado, Narcotráfico, política y corrupción, Temis, Bogotá, 1997; B. Kliksberg y Amartya Sen, La Agenda ética pendiente de América Latina, fce, Buenos Aires, 2005; G. Wielandt y C. Artigas, La corrupción y la impunidad en el marco del desarrollo en América Latina y El Caribe: Un enfoque centrado en derechos desde la perspectiva de las Naciones Unidas, cepal, Santiago de Chile, 2007; Reunión Regional sobre Transparencia, Rendición de Cuentas y Lucha Contra la Corrupción en América, Anticorrupción: Actualizando los desafíos. Informe sobre la segunda reunión de especialistas en transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción en América Latina, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2009.
13 En la sección 1.1 se abrevian y fusionan datos de las siguientes fuentes: Rafael Rincón Patiño, comp., Corrupción y derechos humanos: Estrategias comunes por la transparencia y contra la impunidad, Medellín, Instituto de Capacitación de la Corporación de Promoción Popular, 2005, pp. 109–110; Ramón Soriano, “La corrupción política: Tipos, causas y remedios”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez 45 (2011), pp. 382–402; José Ma. Rico y Luis Salas, La corrupción pública en América Latina: Manifestaciones y mecanismos de control, Centro para la Administración de Justicia, Miami, 1996; Josélio Azevedo de Sousa, Corrupción pública y su enfrentamiento criminal en Brasil y España: Análisis desde la actuación de la policía judicial, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2014.
14 En cuanto a tipologías o modalidades, la corrupción puede ser: sistémica, subsistémica o dispersa; política o administrativa; individual o corporativa; pública o privada. Otras tipologías tienen en cuenta los diversos niveles donde se manifiesta el fenómeno (nacional o internacional; gobierno central —o federal—, provincial, regional o municipal). También, y con mayor especificidad, según las funciones ejercidas en la administración pública por determinadas personas (por ejemplo, miembros del Gobierno o del Parlamento, funcionarios, policías, fiscales o magistrados); o según las actividades llevadas a cabo por dichas personas: contratos, subvenciones, fondos públicos y privados, promulgación y aplicación de leyes y reglamentos, etc.
15 Algunos consideran algo subjetivo y parcializado este índice, ya que es un juicio principalmente sobre el comportamiento del sector público, pero alimentado en sus datos por expertos y, mayormente, por el sector empresarial. En tal sentido, no es extraño que administraciones de gobiernos de tendencia socialista no sean tan bien calificadas.
16 Fuentes del ipc: Calificaciones de Riesgo País 2014 de la Economist Intelligence Unit; Calificaciones de Riesgo País 2014 de Global Insight; Anuario de Competitividad Mundial 2015 de imd; Guía Internacional sobre Riesgo País 2014 de Political Risk Services; Encuesta de Opinión Ejecutiva (eoe) 2015 del Foro Económico Mundial; Índice de Estado de Derecho 2015 de World Justice Project; Evaluación Institucional y de las Políticas Nacionales 2014 del Banco Mundial; Indicadores sobre Gobernabilidad Sostenible 2015 de Bertelsmann Foundation; Índice de Transformación 2016 de Bertelsmann Foundation; Naciones en Transición 2015 de Freedom House.
17 Expansión/Datosmacro.com, “Índice de percepción de la corrupción” 2015/2016. Disponible en http://www.datosmacro.com/estado/indice-percepcion-corrupcion
18 Tax Justice Network, “Financial Secrecy Index”. Disponible en http://www.financialsecrecyindex.com/
19 Tax Justice Network (página web). Disponible en http://www.taxjustice.net/
20 A. P. Zeballos, “El Índice de la corrupción en tela de juicio”, United Explanations, 9/2/2015. Disponible en http://www.unitedexplanations.org/2015/02/09/medir-la-corrupcion-el-indice-de-percepcion-de-la-corrupcion-de-ti-en-tela-de-juicio-3/
21 Para este acápite se bebe de reflexiones en trabajo anterior, H. F. Bullón, El pensamiento social protestante y el debate latinoamericano sobre el desarrollo, Libros Desafío, Grand Rapids, 2013, pp. 294–297
22 M. Weber, Ensayos sobre sociología de la religión, 3 Vols., Taurus, Madrid, 1984; y La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Colofón, México D. F., 2001; E. Troeltsch, Protestantism and Progress: A Historical Study of the Relation of Protestantism to the Modern World, Beacon Press, Boston, 1958; R. K. Merton “Science, Technology and Society in Seventeenth Century England”, Osiris, Vol. iv/2, St. Catherine Press, Bruges, 1938, pp. 360–632; C. Geertz, “Religion as a Cultural System”, en Religion and Ideology. A reader, edits. R. Bocock y K. Thompson, Manchester University Press, Manchester, 1985, pp. 66–75; F. Piñón G., “Antonio Gramsci y el análisis del fenómeno religioso”, Cristianismo y Sociedad 91 (1987), pp. 63–79; R. Díaz–Salazar, Gramsci y la construcción del socialismo, uca Editores, San Salvador, 1993; F. Houtart, Mercado y religión, dei, San José, 2001; D. Goulet, Development Ethics: A Guide to Theory and Practice. Apex Press, New York, 1995; del mismo autor, “El desarrollo humano: La verdadera riqueza y la eficiencia económica real”, Cristianismo y Sociedad 125–126 (1995), pp. 337–53; O. Maduro, Religión and Social Conflicts, Orbis Books, New York, 1982.
23 J. C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, El Amauta, Lima, 1979; L. Zea, América en la Historia, Editorial Revista de Occidente, Madrid, 1970. Ambos, Mariátegui y Zea, arguyen acerca de la diferencia en el desarrollo de la América del Norte bajo el protestantismo, y la del Sur bajo el catolicismo. La primera es moderna, democrática, con una mística diferente frente al trabajo; la segunda es tradicional, antimodernista, autocrática. Estos rasgos con efectos directos en su desarrollo económico, social y cultural.
24 G. O’Donnell, Modernización y autoritarismo, Paidós, Buenos Aires, 1972; del mismo autor, Tensiones en el estado burocrático-autoritario y la cuestión de la democracia, Centro de Estudios de Estado y Sociedad, Texas, 1978; y las obras de J. P. Bastian, Los disidentes. Sociedades protestantes y revolución en México, 1872–1911, fce, México D. F., 1989; Historia del protestantismo en América Latina, cupsa, México D. F., 1990; y su “El protestantismo en América Latina”, en Resistencia y esperanza. Historia del pueblo cristiano en América Latina y El Caribe, edit. E. Dussel, dei, San José, 1995, pp. 447–486.
25 De acuerdo con la bibliografía citada sobre Antonio Gramsci, éste llega a reconocer en la Reforma protestante un verdadero proceso de reforma intelectual y moral que benefició, económica, social y culturalmente a la Europa nórdica, a diferencia de la Europa meridional, en donde se encontraba su Italia católica.
26 Bastian, Los disidentes, pp. 261–263.
27 René Padilla, comp., De la marginación al compromiso: Los evangélicos y la política en América Latina, ftl, Buenos Aires, 1991, pp. 5–19.
28 En su obra Tongues of Fire. The Explosion of Protestantism in Latin America, Basil Blackwell, Londres, 1990, Martin comenta sobre la contribución del movimiento wesleyano a esa “ampliación de densidades morales” dentro la población, que al final tendría un impacto social en la nación británica.