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La categoría de individuo en el pensamiento kierkegaardiano como antecedente del movimiento personalista.

María Laura Ballabeni

Universidad Católica de Santa Fe

Resumen

Kierkegaard es el autor sobre el que más se han tenido interpretaciones diversas. Para algunos puede ser llamado el Padre del existencialismo moderno –incluso del que niega la trascendencia- para otros, del personalismo cristiano. Si entre las características del personalismo una de ellas es la que destaca “el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades”, no es difícil encontrar en Kierkegaard un auténtico antecedente de dicho pensamiento.

Uno de los temas esenciales de su filosofía es el del “individuo”. Su cometido será esclarecer el sentido de la existencia para despertar la conciencia de la individualidad, y así poder hacer frente a la inevitable desingularización que le impone el mundo, como una secuela del hegelianismo. La clave, según Kierkegaard, consistirá en aceptar que cada uno es un comienzo absoluto respecto de la especie. Tal condición se deriva de la categoría de individualidad: toda la humanidad está en cada hombre, ésta es la determinación esencial de la existencia humana.

Nos proponemos en este trabajo analizar los puntos de encuentro entre el pensamiento de Kierkegaard y el personalismo, en tanto dos respuestas epocales a situaciones críticas que tendieron a disolver al individuo en un todo impersonal.

Palabras clave

Individuo – Singular – Humanidad – Personalismo - Respuesta

Introducción

42 años tenía Kierkegaard cuando fallece. Durante su vida y también después de su muerte, su pensamiento no tuvo demasiada llegada. Claro que algunos lamentaron su muerte, su hermano Pedro, por ejemplo, el último que quedó con vida de los siete hermanos de la familia Kierkegaard, pero otros31 seguramente se habrán sentido aliviados al haberse acallado definitivamente –creencia ingenua por otra parte- quien los molestaba con su pluma, aguijoneando no sólo sus oídos sino también su espíritu.

De todos modos, hubieron de pasar casi 100 años para que su obra pudiera salir de su Dinamarca natal, fuera conocida internacionalmente, y generara profundas influencias en diferentes áreas del saber, encontrando tierra fértil en la filosofía, en la teología, en la psicología y en el arte también. Si hubiese permanecido recluido solo al ámbito de la literatura, como un escritor literario, utilizando una expresión suya, y como otros también lo vieron, nos hubiéramos perdido la posibilidad de conocerlo como el padre que fue, aunque sin progenie.

Si de paternidades hablamos, es necesario decir que para algunos, nuestro autor puede ser llamado “el soporte fundamental de la ‘teología dialéctica’, en cuya órbita se mueven K. Barth, D. Bonhoeffer, R. Bultmann, F. Gogarte, K. Heim y P. Tillich, entre otros.” (Binetti, María José, 2009, p. 338)32 Para otros muchos, ha sido reconocido como el Padre del existencialismo moderno –incluso del que niega la trascendencia-, entre los que se encontrarían M. Heidegger, K. Jaspers, P. Sartre, A. Camus, G. Marcel y N. Abbagnano. Y para otros, del personalismo33, en particular, para E. Mounier, ya que Kierkegaard significó la posibilidad de un retorno a la verdadera existencia espiritual, ubicándolo en el tronco del que proceden todos los existencialismos y del que el personalismo sería una rama. (Mounier, 1967, p. 17)

Sobre esta última corriente mencionada haremos pie con el propósito de reflexionar sobre las posibles vinculaciones entre el pensamiento de Kierkegaard y el personalismo, en tanto dos respuestas a situaciones críticas que tendieron a disolver al individuo en un todo impersonal.

Aproximaciones iniciales

Sabemos que el personalismo surge en Europa de entre guerras (1919-1939) y nace como reacción a dos movimientos sociales imperantes: el colectivismo, representado por el marxismo en su vertiente derecha y el nazismo y fascismo, de izquierda, quienes colocan a la sociedad por encima de la persona supeditando su valor a la adhesión a proyectos colectivos y, por otro lado, el individualismo, representado por el capitalismo salvaje, quien promueve a un individuo autónomo y egocéntrico colocándolo por sobre la sociedad.

Frente a uno y otro movimiento, el personalismo supo dar respuesta, rescatando de cada uno sus elementos esenciales para asumirlos en otra forma de comprender al hombre.

Entre las características más relevantes del personalismo encontramos la que destaca “el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades” (Burgos, 2013). Este será el concepto clave que definirá a toda filosofía personalista ya que “el concepto de persona constituye el elemento central de la antropología”. (Burgos, 2013)

Por lo dicho, no es difícil encontrar en Kierkegaard un auténtico antecedente del mencionado pensamiento, como tampoco estaría mal calificarlo como un “reaccionario”, un “contestatario” de su época, a la que él describe como nivelador. Uno de los temas centrales de su pensamiento es el “individuo” y más exactamente, el individuo que hay que llegar a ser, podría decirse, el individuo que se auto-realiza. La labor de Kierkegaard será intentar dilucidar el sentido de la existencia para despertar la conciencia de la propia individualidad, y así poder hacer frente al grave proceso de desingularización que le impone el mundo, como resultado del hegelianismo, donde toda realidad individual sólo es una manifestación contingente, alienada de la idea absoluta. El punto clave, según Kierkegaard, consistirá en aceptar que cada uno es un comienzo absoluto respecto de la especie. Tal circunstancia se deriva de la categoría de individualidad: toda la humanidad está en cada hombre, ésta es la determinación esencial de la existencia humana.

Primer punto de encuentro: respuesta a la época.

“Despertados por el impacto de la experiencia del abatimiento y del asesinato de millones de personas durante la primera mitad del siglo pasado, los personalistas realizaron una lucha político-social de ideas, y propusieron un concepto fuerte de la dignidad de la persona y una ética personalista igualmente fuerte e imperturbable, requiriendo –frente al materialismo, evolucionismo y liberalismo, y sobre todo frente al colectivismo Estalinista y Hitleriano– un respeto incondicionado de cada persona humana.” (Seifert, 2013, p. 5) Estas palabras las refiere J. Seifert, en su análisis sobre el libro de J. M. Burgos, Introducción al Personalismo, dejando en claro que el propósito de este proyecto filosófico es ser respuesta a una situación terriblemente acuciante. De hecho, el mismo Burgos, en el mencionado libro dice que “el personalismo surgió… como movimiento de respuesta colectiva a un complejo conjunto de cuestiones sociales culturales y filosóficas…” (Burgos, 2013, p. 7), respuesta que emergió por un cúmulo de situaciones que involucraron cuestiones políticas, económicas, religiosas, éticas, ideológicas, en definitiva, cuestiones puramente humanas.

Yendo a Kierkegaard, puede decirse sin mayores dificultades, que su pensamiento es también respuesta a una época, a su época. “Su ‘singularidad’”, en palabras de Löwith, “no consiste en una absoluta separación, sino que brota de una reacción compleja contra las condiciones del mundo de entonces”. (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 159)

En ese mundo complejo, su tarea de observador, le hizo percatarse de la difícil situación en la que el hombre se encontraba. El peligro acechaba desde diversos flancos, escondido sutilmente bajo los conceptos de “multitud” o “masa”, de “cristiandad”, entre otros y de manera decisiva elevó su voz anunciando un grave diagnóstico: su época, a simple vista inmoral, se halla enferma como también lo está el individuo y la enfermedad que los aqueja es la reflexión…

Deliberaciones en torno al diagnóstico de su época: reflexión, cristiandad, masa

Reflexión

La reflexión desbordante es, según Kierkegaard, la enfermedad que aqueja a su época. No es que en sí misma la reflexión sea mala, “ella es el medio por el cual se establece una distancia con todo lo dado. En este sentido es positiva, ya que conduce al hombre por encima de lo fáctico. Con ella se lleva a cabo la apertura de horizontes de posibilidades y de idealidad: en la medida en que la reflexión sirva de clarificación para la acción y mientras siga siendo un momento subordinado al servicio de la voluntad de decisión, se la debe valorar positivamente.” (Ballabeni, 2007) La dificultad estriba en que la reflexión tiene la tendencia a autonomizarse. Según el danés, éste es uno de los legados de Hegel.

Sabemos por el mismo Kierkegaard cómo lo sedujo el pensamiento hegeliano en su juventud, pero también sabemos por él que, ni bien pudo tomar distancia, dedicó gran parte de su vida a objetarlo.34 Reaccionó frente a la idea de subsumir al hombre en el Estado, quitándole toda individualidad y singularidad. Reaccionó frente al “sistema en el cual los individuos particulares y los seres concretos y naturales pierden valor, debido a que la única realidad es la idea absoluta en la cual se cierran todas las posibilidades” (Ballabeni, María Laura, 2015).

La reflexión domina al hombre convirtiéndolo en un “pensador objetivo”, en quien se ha enfriado toda pasión. En donde subsiste una disposición a la acción, ella actúa inhibitoriamente a través de reflexiones que la sofocan. Impotente, tiene que contemplar cómo todo lo que lo animaba es tragado por ella. Así destruye la reflexión toda inmediatez e ingenuidad y produce un completo estancamiento, poniendo todo en duda y no dejando subsistir ninguna exigencia, ninguna institución, ninguna autoridad. De esta manera, conduce a un colapso de los valores y vínculos transmitidos. Todos los límites se borran, las inhibiciones y los tabúes se derrumban. Así, la época de la reflexión es una “época de la disolución” y de la “desmoralización”. “La inmoralidad de nuestro tiempo no consiste quizá en el contento y en el goce… sino en el… desprecio rotundo del hombre individual”. (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 162)

Cristiandad

También les reprocha a sus contemporáneos el haber caído presa de un “enorme espejismo”: creer ser cristianos por el sólo hecho de vivir en un país cristiano y pertenecer a la Iglesia del Estado.

Si bien este reproche está presente en Ejercitación del Cristianismo, se manifestará con mayor fuerza en El Momento35, una serie de artículos que se convierten en la última obra publicada en vida de Kierkegaard y que, según Fazio se transforman en “auténticas bombas puestas en el corazón de la Cristiandad danesa.” (Fazio, 2007, p. 89)

Es sabido que Kierkegaard distingue al cristianismo de la cristiandad, ésta última es una ilusión, un engaño. Y su obligación moral es desenmascarar esta ilusión,

“lo quiero porque si no lo hiciera tendría remordimiento por toda mi vida, tendría remordimiento si me dejara impresionar por el hecho de que la generación actual puede encontrar maravillosa e interesantísima una exposición verdadera del cristianismo; pero que, no obstante, esto, permanece tranquila en su posición, es decir en la ilusión de ser cristiana y en la ilusión que la comedia religiosa de los pastores sea precisamente el cristianismo.” (Kierkegaard S. , Il Momento, 1951, p. 33)

Lo contradictorio de la cristiandad, entre otras cosas, se encuentra en que anima a los hombres a ser cristianos, pero no tanto. Abonaría la idea de la tibieza o mediocridad. La “Cristiandad” es una determinación puramente extrínseca, tal como resulta de la pertenencia a una feligresía eclesiástica. No se puede creer ser cristiano sólo porque se invoca esa pertenencia, tal cosa tiene que conducir a una “imagen deformada”, una “caricatura” y a una “edición de segunda de lo cristiano”, una edición de segunda en la que, tal como lo expresa el danés, pululan errores tipográficos que perturban el sentido, así como comentarios y añadidos insensatos”. Y la situación de la Iglesia Luterana de Dinamarca facilita, según Kierkegaard, que el cristianismo desaparezca de la sociedad danesa: “La situación efectiva de Dinamarca es ésta: que no sólo el cristianismo – el cristianismo del Nuevo Testamento- no existe, sino que su existencia se ha convertido en imposible.” (Kierkegaard S. , Il Momento, 1951, p. 36) “Los mil pastores daneses son en realidad funcionarios públicos, pagados por el monarca, que tienen un interés pecuniario y desean mantener sus privilegios sociales.” (Fazio, 2007, p. 90) Por eso Kierkegaard abogará incesantemente por la separación entre la Iglesia y el Estado.

Masa

Cuando en 1848 estalla en Francia una “revolución republicana” que depone al “Rey Ciudadano” Luis Felipe Igualdad, las repercusiones llegan a Alemania, Austria e Italia y también a Dinamarca. Kierkegaard escribió en su diario ‘he aquí el advenimiento de la muchedumbre; y juntamente el Estado Totalitario’.

“Al mismo tiempo que Kierkegaard una cantidad de pensadores dijeron lo mismo en toda Europa: Donoso Cortés en España, Nietzsche y Goethe en Alemania, Solowief y Dostoievski en Rusia, Antonio María conde de Rosmini Serbatti en Italia: todos saludaron el advenimiento de la República Perpetua y la Restauración Perpetua en el mundo; cuya proclama hizo Marx en 1857 con su Manifiesto Comunista. Ha llegado al mundo algo nuevo: la Revolución de masas.” (Castellani, 1973, p. 194).

¿Qué es lo que caracteriza a la masa? La indiferencia respecto de la calidad y la atención puesta en la cantidad, la existencia masiva como acomodamiento al promedio. El hombre masificado, el número que forma parte de la muchedumbre, lleva una vida inauténtica, una existencia sin sentido, y por tanto sin un yo personal. Existir en masse, es decir, al “por mayor”, despersonaliza, cosifica, nivela. La referencia al “por mayor” destaca la cantidad y en la cantidad, las cosas no difieren entre sí, lo único que las individúa es su materialidad y nada más. Sin embargo, es lo que para Kierkegaard caracteriza a su época:

“la inmoralidad de (la) nuestra época quizá… sea el depravado odio panteísta hacia los sujetos particulares…Todo, todo debe estar junto; la gente quiere disolverse en la totalidad histórico-universal; nadie quiere ser un individuo humano existente. Esto quizá sea provocado por los numerosos intentos de apegarse a Hegel... La gente teme que si se convierte en un individuo humano existente desaparecerá sin dejar rastro (…) y si encima se le ocurre al individuo desembarazarse de Hegel no le será posible ni siquiera ser el destinatario de una carta.” (Kierkegaard S., 2010, pp. 349-350).

Y aquí nos encontramos con la otra cara de la Cristiandad: la sociedad del hombre-masa, del público, de la existencia inauténtica del número. “Todo lo que es masa, es desde el punto de vista cristiano eo ipso algo perdido; porque la ‘masa’ desde el punto de vista cristiano es la categoría de la perdición. La salvación estará en la masa sólo cuando todos se hicieran individuos y dejaran de ser masa, sólo entonces sería posible que todos pudiesen ser salvos.” (Kierkegaard S. , Papirer)

Considerar al hombre como masa depende de la determinación animal de la naturaleza, “corresponde perfectamente a la imagen del animal sentirse seguro cuando se encuentra en el rebaño y sentirse en peligro al separarse del rebaño” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 40). Incluso el hombre-masa, el número, el público, deberá entenderse con la muerte. Y no se muere “en masa”, sino individualmente.

Frente a Dios sólo cuentan los individuos: el número no tiene ninguna importancia:

“el número (…) es lo que no existe en la eternidad. En la eternidad… cuanto mayor el número, más fácil para ella deshacerse de él. (Pero) Es muy duro para la eternidad tener que deshacerse de un Individuo, cuando es Individuo (…) Sobre este punto el cristianismo no cede. (…) La soberanía divina conoce muy bien los embrollos del hombre y que –incluso bajo pretexto de humildad- en el fondo se trata de hacerse masa, porque en la “masa” está la fuerza del hombre. (…) Dios se hace invisible apenas aparece la masa.” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 40)

El hombre masificado, el número que forma parte de la muchedumbre, lleva una vida inauténtica, una existencia sin sentido, y por tanto sin un yo personal. En este caso no se puede establecer una verdadera relación con Dios: sólo una relación fantástica fruto de la imaginación.

Por lo dicho, llegar a ser un individuo será la tarea eterna de la vida.

Segundo punto de encuentro: la noción de persona e individuo

Hemos mencionado en la introducción del presente trabajo que el concepto central del personalismo está puesto en la noción de persona como síntesis de los movimientos antagónicos que llevaron a polarizar a la sociedad del momento gracias a los individualismos y colectivismos instaurados. Como tal síntesis, logra rescatar al individuo bajo el concepto de persona, pero sin dejar de señalarle su deber de solidaridad y responsabilidad para con la sociedad.

Por el lado de Kierkegaard, anticipamos en el diagnóstico cómo realiza una profunda crítica a su época, dirigida a diferentes flancos: al pensamiento reflexivo, que en la figura de Hegel, aplana la realidad quitándole toda pasión y, en el intento de crear grandes sistemas, deja de lado al hombre, o, lo que es peor, hace del hombre un momento más de la historia universal. A la masa, ya que en ella el individuo, al intentar fortalecerse en la cantidad, diluye peligrosamente su singularidad, y a la cristiandad, la otra cara de la masa, esa especie de cristianismo acomodaticio que nada tiene que ver con el Cristo por el cual vale la pena vivir y morir.

Pero no sólo se queda en la crítica, sino que se propone a sí mismo como un “correctivo para su época”, ofreciendo como contribución a la historia lo que él denomina “su” categoría: la de “individuo”36, “la categoría a través de la cual deben pasar desde el punto de vista religioso el tiempo, la historia, la humanidad” (Kierkegaard S., Diario íntimo, 1955, p. 208). Un solo ‘remedio’ para aliviar tantos síntomas y curar así, la enfermedad.

Respecto de su crítica a las nociones de masa y cristiandad es contundente. No sólo anuncia, sino que también denuncia en relación a la “humanidad” que el principio de unificación no es positivo, porque convierte en débiles a los individuos, masificándolos. Solo siendo un sí-mismo individual, podrá el hombre realizar lo que tiene de universalmente humano. El “sistema universal”, refiriéndose claramente a Hegel, se ha desentendido en su dispersión histórico-universal del significado del ser del hombre. “No se desconoció el significado del hombre en general, sino el sentido de que tú y yo, él y nosotros, somos hombres, cada uno por sí mismo” (Kierkegaard S., Papirer). La “humanidad pura”, entendida también como “cristiandad”, es una “comunidad” puramente “negativa”, que aplana a los individuos nivelándolos.

“No podemos decir que la idea de socialismo y de comunidad salven a la época… El principio de asociación (…) es un subterfugio, una dispersión, un engaño de los sentidos, cuya dialéctica consiste en esto: los individuos se enervan cuando se los fortalece; se los vigoriza por el número, reuniéndolos, pero tal cosa, desde el punto de vista ético, constituye una debilidad.” (Kierkegaard, Crítica del presente).

Está claro que no es una cuestión de “fuerza”, lo que “salva” al hombre. La respuesta no está en el conglomerado, en la muchedumbre, en lo universal sino, en el mismo individuo, el singular. En danés, Enkelte significa “el Singular”. El que se diferencia de todos por ser distinto, aludiendo a lo que cada uno tiene de propio e intransferible a los otros hombres. En palabras de José García Martín:

“todo den Enkelte es necesariamente individuo, pero no todo individuo es en forma imperiosa den Enkelte. Ser den Enkelte es ser más que simplemente individuo. Pero no algo completamente distinto. “Den Enkelte” surge de las entrañas mismas de la individualidad, por encima y a partir de ella, pero no a pesar o al margen de ella. Es una potencialidad que se encuentra inscrita en el mismo individuo humano, pero que se manifiesta in concreto, en éste o aquél como tal. Den Enkelte se opone a lo que no es de manera propia una individualidad: a la copia o ejemplar (Exemplaret), a la masa o multitud, el género, es decir, a todo aquello que destruye o anula la individualidad (Enkeltheden).” (García Martín, p. 72).

¿En qué radica la ejemplaridad del individuo? En los Diarios, Kierkegaard afirma: “Un ejemplar es una copia o un espécimen. Es decir, un individuo que es un uno, un número, que no tiene entidad propia, sino en cuanto que pertenece a una especie, género o multitud. Es individuo en tanto que unidad, pero intercambiable con cualquier otro” (Ballabeni, María Laura, 2015). Lo enunciado, se justifica para las simples cosas, que por sí mismas no poseen ninguna particularidad, sino que la adquieren o se las damos, conforme sea nuestra relación con ellas. La verdadera dificultad, denuncia Kierkegaard, aparece cuando esta ejemplaridad es aplicada al hombre individual, al individuo singular, al existente. Y tal es el caso de Hegel quien “sólo concebía el concepto del ser, pero no su realidad, que siempre es individual.” (Löwith, 1968, p. 212) En este sentido, los seres naturales son sólo determinaciones contingentes, limitadas, que adquieren su realidad y su verdad en virtud de la Idea de la que son determinaciones. Por eso dirá Hegel que “lo finito y lo infinito sólo hacen uno; lo verdadero, la infinidad verdadera es la unidad de lo finito y lo infinito”. (Hegel G. W., 1971, p. 154). Y reitera: “todo lo que no es la idea absoluta, es error, turbiedad, opinión, esfuerzo, albedrío y caducidad”. (Hegel G. W., 1968, p. 725) De lo expuesto, Kierkegaard deduce que Hegel no llegó jamás a presentar una existencia “real”, sino meramente “conceptual”, ya que según su parecer este pretendió identificar la esencia con la existencia y la esencia, sostiene Kierkegaard, concierne a lo universal, mientras que la existencia a lo singular “en cada caso mi propia y tu propia existencia, para lo cual es decisivo ser o no ser.” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 211)

Por eso la necesidad de actuar como correctivo de su época y trabajar a contracorriente de esa “deshonesta confusión que… pretende enseñar un impiadoso desprecio por aquello que es la primera presuposición de toda religiosidad, ser un hombre individual”.

En este sentido, en 1848 elabora una crítica a la identificación moderna entre pensamiento y ser. Esta vez se detendrá no sólo en Hegel, sino también en otros filósofos modernos importantes: “lo que confunde toda la doctrina de la “esencia” en la lógica, está en darse cuenta de que se trabaja siempre con el “concepto” de existencia. Pero el concepto de existencia es algo ideal, y la dificultad está precisamente en ver si la existencia se resuelve a base de conceptos.

“Para un solo animal, una única planta, un hombre individual, la existencia (ser-o no ser) es algo decisivo; un hombre individual no tiene una existencia conceptual. El modo en que la filosofía moderna habla de la existencia demuestra que no cree en la inmortalidad personal; la filosofía en general no cree, sólo entiende la eternidad en los “conceptos”. (Kierkegaard S., Papirer)

La eternidad personal: he aquí el problema con el que tiene que hacer frente cada individuo como existente. Volvemos a afirmar: el individuo es algo más que su concepto. En fuerte polémica con Hegel, Kierkegaard afrontará la categoría desde un punto de vista metafísico-religioso: el individuo es imagen de Dios. Leamos este texto de 1850:

“Cuántas veces he escrito que Hegel hace de los hombres, en el fondo, como los paganos, un género animal dotado de razón. Porque en una especie animal vale siempre el principio: el individuo es inferior a la especie. El género humano tiene la característica, precisamente porque cada Individuo ha sido creado a imagen de Dios, de que el Individuo es superior a la especie.

Que todo esto se pueda tomar en vano es horrible: lo concedo. Pero el cristianismo consiste en esto, y en el fondo la batalla se debe dar aquí”. (Kierkegaard S. , Papirer)

Conclusión

Polémica, batalla, lucha, guerra, disputa, respuesta, reacción. Permanentemente tales términos aparecen en este trabajo, como también han aparecido en el transcurso de la mediana vida de Kierkegaard, no ya como meros términos sino como realidades descarnadas. Es que no hay otra cosa que le importe al danés, aparte de Dios, que el rescate del individuo. Enorme cantidad de textos lo demuestran como también es enorme la tarea por delante. Habiendo descubierto que la clave está allí, en el individuo, el paso siguiente será ver de qué manera se llega a serlo. Porque para el danés, no nacemos individuos, sino que éste es el resultado de una tarea. Una tarea que requerirá de compromiso, de ejercicio de la libertad, de angustia y desesperación, pero todo atravesado por la fe. Esta será la posibilidad que hará cambiar una existencia inauténtica en una auténtica. Ésta será la que nos permita aceptar lo inimaginable, la que nos permita dar el salto.

Lo expuesto ha generado espacios para que otras corrientes, otros pensamientos tomaran la posta. Y el personalismo ha sido uno de ellos. Este también fue no sólo un lector de su época sino también un “rescatista”. En el caso del personalismo, es improbable que coincida con Kierkegaard en concebir al hombre como una tarea ya que para este, se es hombre desde el inicio, teniendo en cuenta que su ser único e irrepetible le confiere la dignidad que sólo en el hombre podemos hallar.

Sin embargo, ambos vieron y vivieron el peligro que los cernía e intentaron dar sendas respuestas. Y en ambas respuestas, el individuo para uno, la persona, para el otro, será la clave.

Bibliografía

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31 En los últimos tiempos de su vida, Kierkegaard sostuvo discusiones y enfrentamientos con el obispo Mynster, quien en los inicios había sido su amigo.

32 Cfr. Binetti, María José: La influencia de Kierkegaard en la filosofía contemporánea (siglos XX y XXI), en Soren Kierkegaard. Una reflexión sobre la existencia humana. “La teología dialéctica asume la dimensión antropológica y epistemológica del pensamiento kierkegaardiano, el llamado a la decisión y el coraje de un salto que supera toda categoría racional. Ella asume así mismo la idea de contemporaneidad con Cristo, a fin de acentuar la fe por encima de la certeza histórica, enfatizando de este modo la dimensión subjetiva de la presencia de Dios y la función arquetípica de Cristo.”

33 Cfr. Con Polo, L. Hegel y el post-hegelianismo, Universidad de Piura, Piura, 1985, p. 174, en Fazio, M.: Un sendero en el bosque.

34 Su lucha contra Hegel se generaliza en numerosos pasajes de su obra, y adquiere su mayor fuerza en la introducción al “Concepto de la angustia”, y sobre todo en el “Post-scriptum final no científico a las migajas filosóficas”

35 Conjunto de fascículos que aparecerán entre el 24 de mayo y el 30 de septiembre de 1855.

36 La primera alusión que se tiene de la categoría de “individuo”, se encuentra en el prólogo de los dos primeros Discursos edificantes: Todo don bueno y toda dádiva perfecta viene de lo alto.

V Congreso iberoamericano de personalismo

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