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Capítulo 2

Imágenes de Dios en América Latina

Nelson Morales Fredes

La América de finales del siglo quince vio llegar a marinos en carabelas y junto con ellos una cruz. Pronto, nuevas oleadas de europeos traerían consigo su fe y su concepción de Dios. Como resultado de aquella peregrinación de europeos, gran parte de la imagen de Dios que nos hemos forjado por estas latitudes ha sido moldeada profundamente por un diálogo entre las ideas que ellos traían y las que existían ya en el continente. Con los siglos, nuevos visitantes en barco y avión arribaron desde Europa y Norteamérica con nuevas ideas e imágenes de Dios, que de alguna u otra forma echaron raíces en nuestras tierras. Paralelamente, se fueron cultivando otras imágenes de Dios producto de la reflexión y vivencias propias de nuestra región. De esta manera resulta difícil hoy —si no imposible— dibujar una sola imagen de Dios en América Latina.

Naturalmente, una imagen vital en el cristianismo latinoamericano es la del Dios creador de los cielos y la tierra, que expresa su amor a su creación por medio de la obra redentora de su Hijo, que murió y resucitó, que ascendió a los cielos y que desde allí gobierna y desde ahí volverá. Ese Dios creador es un Dios que reparte sus dádivas a su pueblo por medio de su Espíritu. Al mismo tiempo, es un Dios que tiene control de la historia y la conduce hacia su meta. Esta historia culmina con cielos nuevos y nueva tierra, el juicio de los impíos, la vindicación de los justos, y la instauración de un reino eterno, en el que mora la justicia. Esa imagen de Dios ha acompañado al cristianismo desde su irrupción en estas latitudes. Sin embargo, a lo largo de la historia, junto con ella han coexistido otras imágenes que a veces han opacado u ocultado de nuestros ojos al Dios de las Escrituras.

Lastimosamente, el espacio nos limita para ser exhaustivos en la información. En las siguientes líneas, se trata de dar un panorama de algunas imágenes que se repiten en los distintos grupos cristianos a lo largo y ancho del continente y el Caribe. Lo que se hará es un esbozo tipológico de algunas de las imágenes de Dios recurrentes dentro de cada grupo descrito, sin ánimo de caricaturizar o desdibujar la variopinta imagen de Dios presente en América Latina. Sin duda, ayuda en esta tipología el precedente de las imágenes de Jesús que Emilio Antonio Núñez reflejara en El Cristo de Hispanoamérica (1979) o aquellas que Juan A. Mackay plasmara en El otro Cristo español: Un estudio de la historia espiritual de España e Hispanoamérica (1991). A continuación, se presenta un esbozo de las imágenes de Dios en el catolicismo romano clásico, en el pensamiento de la teología de la liberación, la Fraternidad Teológica Latinoamericana, el evangelicalismo tradicional, el neopentecostalismo y la Coalición por el Evangelio.

Imágenes en el catolicismo romano clásico

Partimos con el catolicismo romano, pues sigue siendo el mayor y más antiguo representante del cristianismo en América Latina. Un par de décadas después de la llegada de Colón al Caribe, los españoles comenzaron a usar el Requerimiento de Juan López de Palacios Rubios. En aquel escrito, Dios es presentado como Señor único y eterno, el creador de cielo y tierra y de los seres humanos. Él ha delegado su autoridad a la Iglesia Católica, al papa y a los reyes españoles. Se usaba el requerimiento para obligar a los pobladores de estas tierras a someterse al dominio del papa y de los reyes españoles. No lejos de esos años, en 1524 doce frailes franciscanos llegan a evangelizar la ya maltrecha tierra mexica. En la recopilación del fraile Sahagún de las conversaciones que habrían tenido estos frailes con líderes indígenas, se muestra una imagen de Dios que seguirá aflorando hasta hoy, no solo en la teología popular católica sino también evangélica. Este coloquio dice en su segundo capítulo: «no conocéis al solo verdadero Dios por quien todos vivimos, ni le teméis ni acatáis, mas antes cada día y cada noche le ofendéis en muchas cosas, y por esto habéis incurrido en su ira y desgracia, y está en gran manera enojado contra vosotros. Por esta causa envió delante a sus siervos y vasallos los españoles, para que os castiguen y afligiesen por vuestros innumerables pecados en que estáis».34 Tanto en el Requerimiento como en los Coloquios se describe a Dios como creador, bondadoso, pero irascible. Si a eso se le suma la idea ya presente en estas latitudes de dioses caprichosos a los que hay que contentar con sacrificios y ofrendas, esta idea queda reforzada en el inconsciente colectivo religioso. Es un Dios justiciero, aplacado por la intervención de la virgen María, dice José Luis Sicre.35 Por cierto, esta no es la única imagen de Dios discernible en círculos católicos, pero sin duda es una muy recurrente.

Esta imagen divina se suma a la de un Dios que en el juicio final pone en una balanza las obras buenas y malas, y sobre la base de lo que pese más, actúa en consecuencia. De esta manera, queda en el colectivo social una enraizada imagen de un Dios que no se satisface con el sacrificio de su Hijo Jesús. La obra de salvación necesita ser acompañada de otros actos meritorios. De esa cuenta, los desastres naturales o incluso las enfermedades o tragedias personales o colectivas se interpretan como castigos de Dios. Este Dios violento servirá como excusa tanto para defender poderes políticos como para cuestionarlos. Se le reconoce como un Dios creador, pero muchas veces lejano a las personas.

Esta imagen de Dios nos perseguirá por siglos. Aún en círculos evangélicos, como veremos más abajo, esta idea del Dios airado está tan profundamente enraizada en las culturas latinoamericanas que resulta difícil conquistarla y derrocarla, hacia una visión más bíblica del Dios de las Escrituras. Los oídos latinoamericanos están casi predispuestos a oír «ira de Dios» y automáticamente evocar esta idea. Por eso, en la evangelización, la obra misionera y el discipulado debemos prestar atención a qué ideas proyectamos y resaltamos, de manera que podamos mantener una imagen balanceada y bíblica. Sin duda, ha habido esfuerzos por alejarse de esta imagen, en especial en círculos de la renovación católica.

Imágenes en la teología de la liberación (católica y protestante)

La imagen del Dios airado también es discernible en las esferas de influencia de la teología de la liberación, tanto en ámbitos de pensamiento católico como protestante. En los círculos liberacionistas iniciales quizás esta imagen de un Dios airado y a veces violento se orienta hacia el sufrimiento de los oprimidos. Se solía describirlo como un Dios que quiere sacar a su pueblo de Egipto. Se diferencia de la imagen descrita en el apartado anterior en que este Dios no es caprichoso. Más bien, el sufrimiento de los desvalidos le duele. Él ha determinado una opción preferencial por los pobres, por lo mismo quiere actuar en liberación y ayuda de ellos, los crucificados de la historia. Con ese fin, primero envía a Jesucristo liberador. Sobre la base de ese sacrificio, guía al pueblo hacia la liberación. En algunos casos, incluso en los discursos, se articula a Dios apoyando las acciones más explícitas de liberación, como en la Colombia de Camilo Torres Restrepo de mediados de los sesenta o la Nicaragua de Ernesto Cardenal de fines de los setenta.36

Claro está, esa imagen ha cambiado bastante en los escritos y pensamiento de las y los teólogos de la liberación a lo largo de las décadas de reflexión y cambio del contexto latinoamericano.37 Las fuerzas opresivas siguen presentes, pero la preocupación teológica ha dibujado un Dios que también oye los gemidos de la tierra que sufre opresión, no solo las personas sino además la naturaleza espera la acción liberadora del Dios creador. En este sentido, la imagen de Dios que se dibuja más recurrentemente en círculos liberacionistas hoy es la de un Dios creador, cercano, que atiende al clamor que ha llegado hasta sus oídos. Este clamor no es solo de los pobres, sino de toda persona y comunidad marginada, mujeres, indígenas; y al mismo tiempo, es un Dios que mira el sufrimiento de su creación y espera que sus criaturas intervengan. De hecho, es un Dios que espera que los oprimidos tomen acciones concretas. En cierto sentido, es un Dios sesgado, que pareciera no acoger a los más favorecidos de la tierra.

Esta imagen es más balanceada que el Dios airado que mencionamos arriba, y que está presente en algunos segmentos del pensamiento católico latinoamericano. Sin embargo, se corre el riesgo de deformar al Dios que no solo escogió a los pobres, sino que anhela la salvación de todos los seres humanos. Es un Dios que acoge en su seno a todos los que le aman. Sin duda, es un Dios de esperanza pues él vindica a los justos y castiga a los impíos. Los oídos del Señor están atentos al clamor del que sufre y ejecuta su justicia hoy y al final de la historia. Él escogió a los pobres, pero no solo a ellos ofrece ser herederos del reino, sino también a todos los que lo aman. Por lo mismo, nos demanda amar a quien él ama y cuidar su jardín en donde nos puso como sus administradores.

Imágenes en la Fraternidad Teológica Latinoamericana (ftl)

El Dios que se dibuja en los círculos afiliados a la ftl más o menos presentan similitudes con la conceptualización anterior. También como se observa en la teología de la liberación, las imágenes de Dios y los énfasis han variado con los años. En general, se ve recurrentemente a un Dios creador que sufre con los afligidos. Es un Dios atento a socorrer a todo el ser humano, no solo interesado en rescatar sus almas de la condenación eterna. Es un Dios que busca la reconciliación no del individuo solo, sino de la persona en comunidad. Para las y los pensadores de la ftl, resultan centrales los roles tanto del Hijo como del Espíritu. Por un lado, el Señor Jesús es quien trae salvación integral, holística, pero al mismo tiempo, abre la puerta para que el pueblo de Dios pueda actuar para llevar esa liberación guiado por el poder transformador del Espíritu Santo. El actuar de Dios por medio de la humanidad redimida no es meramente político —aunque puede transformar el pensamiento y actuar en las esferas políticas—, sino redentor y salvífico. Dios tiene control de la historia y la avanza hacia su meta. De hecho, su reino se expande de maneras concretas en medio de la humanidad, y trasciende la iglesia, aunque esta es vocera y testimonio vivo de ese reino. Como dice James Gehman: «La iglesia es el instrumento de Dios para el cumplimiento de sus propósitos. La iglesia es el sacramento, la señal de la presencia de Dios en la historia», su misión es adoración, comunión, servicio y justicia.38

También se dibuja un Dios preocupado por su creación, que anhela redimirla y nos demanda a sus habitantes responsabilidad y cuidado de ella. En palabras de James Padilla DeBorst, se trata de un Dios interesado en el «equi-rollo», en el desarrollo con equidad, de toda la humanidad en armonía con la creación. El evangelio es shalom, Dios es un Dios que trae ese shalom a la sociedad por medio del actuar de su pueblo.39

En este pensamiento siempre subyace algún riesgo. Paradójicamente, se puede producir un desbalance hacia las preocupaciones sociales y ecológicas urgentes, de manera que se puede terminar dibujando a un Dios más preocupado por las cuestiones sociales, políticas y ecológicas, y que no le pone atención a la persona humana en su integralidad. El desafío está en desprender desde las Escrituras una imagen balanceada de Dios, el Dios creador.

Imágenes en el evangelicalismo tradicional

En el evangelicalismo tradicional latinoamericano, subsisten simultáneamente varias imágenes de Dios. Por un lado, como se menciona arriba, esa idea del Dios airado marca profundamente el pensamiento evangélico. Incluso, en medio de círculos más deterministas como los grupos calvinistas, a nivel popular persiste la idea de ese Dios airado que finalmente decide si da salvación a las personas sobre la base de su conducta en la vida. Es un Dios patrón, como lo llama Pablo Deiros, «con un carácter arbitrario y abusivo, se presenta como un ser justiciero, más inclinado al despliegue de su ira y enojo, que a gestos y acciones de misericordia y gracia».40 Esa imagen de Dios, ante desastres naturales y situaciones de pobreza o violencia, lleva a algunos creyentes a una vida resignada a los designios incomprensibles de Dios, a un «qué le vamos a hacer, Dios lo quiso así». Como me dijo una vez un tío, «es que a ustedes los evangélicos se les cae la pared y se sientan con los brazos cruzados diciendo, “esa fue la voluntad de Dios”».

Por otro lado, también se observa una imagen de Dios más preocupada por la salvación de las almas que de los cuerpos de las personas. Es un Dios que provee salvación a las almas de los individuos para ir al cielo, que no le importa mucho el deterioro del planeta pues lo destruirá con fuego al final de los tiempos.

Coexistiendo con aquellas imágenes, cada vez más recurrentemente, se ve una imagen de Dios cuidadoso de todo el ser humano y del planeta. Al mismo tiempo, es un Dios más activo en la política contingente, que impulsa una voz profética de un pueblo evangélico que se agrada del neoliberalismo económico y se identifica con ciertos valores tradicionales de familia latinoamericana. Es un Dios que viste de pañuelos celestes, pero al mismo tiempo calla ante la aflicción del pobre y las injusticias laborales.

Gracias a Dios, no todo es malo. El Dios que se refleja en el evangelicalismo latinoamericano es un Dios cercano, en especial en tiempo de angustia. Es un Dios pronto a socorrer y proveer al necesitado. Es un Padre que no solo disciplina, sino por sobre todo ama, cuida y consuela. Es un Dios que predominantemente, a lo largo de la historia evangélica, se identifica con el pobre, la viuda, la persona sin estudios. En ese sentido, es un Dios que no discrimina, sino que empodera a sus hijos e hijas para vivir la vida cotidiana.

Imágenes en el neopentecostalismo

Al igual que en el resto del mundo evangélico, en el neopentecostalismo coexisten varias imágenes de Dios. Una conceptualización importante de Dios, también presente en el mundo pentecostal, es la de un Dios que cambia el curso de la realidad. Esta imagen es poderosa e impactante, pues rompe el fatalismo presente también en el evangelicalismo latinoamericano. Es un Dios que, en su amor y omnipotencia, obra ante la fe ferviente de sus hijos e hijas que claman en oración. Además, es un Dios que revela su voluntad a través del Espíritu Santo por medio de revelaciones, sueños y otros portentos.

Al mismo tiempo, una imagen que sobresale es la de un Dios subordinado al hombre. Es un Dios atado a las declaraciones y reclamos de líderes con poder espiritual. Es un Dios que está obligado a cumplir los deseos de personas, expresados en pronunciamientos positivos que desatan la realidad que declaran. Usualmente vinculado a esa imagen, aparece la idea de un Dios banquero que debe proveer financieramente del estándar económico consumista neoliberal de moda, principalmente a los líderes que él ha ungido con poder y, por lo tanto, cuentan con su unción.

Hay sensaciones contrapuestas al pensar en estas imágenes. Por un lado, la primera imagen mencionada aporta hacia un balance bíblico. El Dios sobrenatural sigue actuando en medio de su pueblo. Por lo tanto, debemos rescatarla en nuestra proclamación del Dios de las Escrituras. Sin embargo, por otro lado, el Dios subordinado al ser humano es una distorsión que causa daño. Es tan fuerte la presencia de esta idea a nivel popular que casi compite con la imagen del Dios airado dentro de esos mismos círculos.

Imágenes de la Coalición por el Evangelio

Si bien el movimiento conocido como Coalición por el Evangelio es relativamente nuevo en América Latina, su impacto mediático y literario es importante. En sus escritos se reflejan algunas de las imágenes de Dios ya observadas en otros movimientos evangélicos. Su fuerte énfasis en cuestiones soteriológicas hace que termine reduciéndose el contenido del evangelio a lo soteriológico en desmedro de otros énfasis que las Escrituras le dan al Evangelio.41 Así, el anuncio de la buena noticia acerca del reino de Dios que ha llegado se reduce a la salvación del individuo que quiera creer en Jesús como su salvador personal. Se dibuja así a un Dios más preocupado por la salvación del individuo que por la vida de la comunidad en la que esa persona vive. Es un Dios que habita solo en los corazones de los individuos que salva, en donde yace también su reino. De esta manera, el reino de Dios solo se extiende de corazón a corazón por medio de la proclamación y obra de los individuos que forman la iglesia, como dice Bryan Chapell.42

El Dios airado también está presente en ese mensaje evangelizador. De hecho, al tratar de justificar su poca preocupación por el pobre y marginado, en un apartado titulado «justicia y ministerio a los pobres», en su declaración inicial en La centralidad del evangelio, Don Carson y Timothy Keller miran la obra de Cristo en la cruz básicamente en términos de «aplacar la ira de Dios». De ahí, dirán que por eso deberíamos ser sensibles a los derechos de los pobres, los que «están en bancarrota económica», incluso «deberíamos estar dispuestos a dar de nuestros recursos a “los pobres que no lo merecen” ya que nosotros somos los pobres espirituales que no merecen recibir la misericordia gratuita de Dios»,43 pero nada mencionan en el libro sobre las causas que muchas veces generan esa pobreza estructural ni nuestra responsabilidad ante ello.

El exclusivismo de algunas aseveraciones de sus líderes ideológicos pareciera reflejar un Dios que se equivocó por quinientos años en América Latina, pero ahora ha entrado en razón y está enmendando su obra por medio de esta nueva evangelización neocalvinista. Por ejemplo, Miguel Núñez dice: «el movimiento de la Reforma pasó por alto a América Latina y eso explica por qué ahora, quinientos años después, nuestras naciones latinoamericanas están experimentando un avivamiento al entender las doctrinas de la gracia por primera vez».44 Peor aún, Donald Carson en el prólogo de Gracia sobre gracia: La nueva reforma en el mundo hispano (2015), pareciera desconocer América Latina al afirmar que «cuando algunas personas aplauden el crecimiento tan rápido del evangelicalismo en Latinoamérica, realmente no se han percatado de que tiene muy poco evangelio en su raíz». Ante semejante evaluación agrega: «No hay santificación sin el poder de la Palabra de Dios y, en mi opinión, el legado cristiano que ha entendido y proclamado este evangelio con mayor consistencia, construyendo iglesias que son moldeadas por las enseñanzas de las Escrituras, es el legado reformado».45 Por eso insisto, Dios no se ha equivocado.

Produce desazón mirar estas declaraciones y contrastarlas con el crecimiento del cristianismo que derivó el terremoto del 1976 en Guatemala, y en medio y a lo largo del conflicto armado que dejó una estela de miles de muertos; o el crecimiento del evangelicalismo durante los años de dictaduras militares tanto de derecha como de izquierda en Sudamérica y Centroamérica. Causan dolor estas frases cuando uno piensa en todas aquellas personas que desafiando la malaria, el dengue, selvas y montañas, llevaron la luz del evangelio y las Escrituras en los idiomas locales a muchos rincones. Nos consta el poder transformador de Dios Padre, quien por medio de su Espíritu ha obrado en la proclamación del evangelio de Jesucristo a lo largo y ancho del continente por tantas décadas. Por lo visto, el ímpetu de los deseos de impulsar el estudio y predicación profundos de las Escrituras y construir iglesias sanas, pero con una visión limitada del evangelio ha llevado a algunos de estos líderes de opinión a exagerar sus afirmaciones, proyectando con ello una imagen distorsionada de Dios. Dios no se ha equivocado. Él ha traído salvación y transformación desde mucho antes que estos nuevos vecinos llegaran al barrio.

Sin duda no todo es negativo. Varios asuntos positivos se rescatan de algunas de las imágenes de Dios que se presentan en los escritos de este movimiento. Dios es una persona cercana, deseosa de rescatar a los seres humanos de su condición de condenación eterna. Dios los ama y desea el arrepentimiento de las personas. Este énfasis trae algo de balance a una imagen cada vez más observada en América Latina de un Dios bonachón que de todos modos obrará en favor de la humanidad.

Conclusiones

Esta pequeña reflexión nos invita a ser conscientes de las imágenes de Dios que circulan en nuestras tierras y nos llama a contraponerlas con las Escrituras. De esa manera podemos proclamar una imagen más balanceada y cercana del Dios revelado en la Palabra de Dios. La imagen del Dios airado es la más recurrente, aunque compite con otras como las del Dios subordinado al ser humano, o la de un Dios sesgado políticamente. Cada una de ellas tiene su grado de popularidad, y afecta no solo la lectura e interpretación popular de las Escrituras; además son un filtro a través del cual se oye el mensaje y se interpretan las Escrituras. La función docente del liderazgo y el discipulado consciente buscará corregir estas distorsiones para traer libertad y balance en el pueblo de Dios.

También este es un llamado a la humildad, respeto y diálogo en el pueblo de Dios. Dios Padre no se equivocó con América Latina. Él ha hablado y actuado en y a través de sus hijas e hijos por varios siglos en nuestro continente y lo seguirá haciendo. Sin duda, seguimos en necesidad de volver siempre a las Escrituras, pues en ellas tenemos vida eterna, y ellas dan testimonio del Dios trino que trae buenas nuevas. Pero esa realidad no es excusa para dividir al pueblo de Dios ni menospreciar en última instancia al Dios que nos trajo salvación.

34 Juan Guillermo Durán y Rubén Darío García, «Los coloquios de los “Doce Apóstoles” de México: Los primeros albores de la predicación evangélica en el Nuevo Mundo», RevFTPUCA 34 (1979): Líneas 450-456.

35 José Luis Sicre, «El Dios de los profetas: Contra una imagen ‘light’ del Dios cristiano», SalTer 76 (1988): 420.

36 Véase el excelente análisis de Pastor Bedolla Villaseñor, «La Teología de la Liberación: Pastoral y violencia revolucionaria», rel 64 (2017): 185-221.

37 Al respecto, véase el buen análisis y los distintos artículos en Alejandro F. Botta y Pablo R. Andiñach, The Bible and the Hermeneutics of Liberation, sblss (Atlanta: Society of Biblical Literature, 2009).

38 James A. Gehman, «Definición de la misión integral e implicaciones para la hermenéutica bíblica», Kairós 45/2 (2009): 126-127.

39 Santiago James Padilla DeBorst, «Decolonial Integral Mission?: Development and Contextualization at New Scales», jlat 13 (2018): 65-75.

40 Pablo A. Deiros, El mundo religioso latinoamericano (El Paso: Casa Bautista, 2017), 475.

41 Véase por ejemplo los diversos artículos en D. A. Carson y Timothy Keller, eds., La centralidad del Evangelio (Miami: Patmos, 2014), 19-20, 43, 131-155.

42 Brian Chapell, «Qué es el Evangelio», en La centralidad del Evangelio, ed. D. A. Carson y Timothy Keller (Miami: Patmos, 2014), 154.

43 D. A. Carson y Timothy Keller, «La centralidad del Evangelio en el ministerio», en La centralidad del Evangelio, ed. D. A. Carson y Timothy Keller (Miami: Patmos, 2014), 13.

44 Énfasis agregado. Núñez, El poder de la Palabra 147.

45 D. A. Carson, «Prólogo», en Gracia sobre gracia: La nueva reforma en el mundo hispano, ed. Juan Sánchez, et al. (Medellín: Poiema, 2015), 8-9.

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