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A modo de Introducción: hacia un proyecto migratorio de vida «Posible»

Violeta Quiroga y Eveline Chagas

Universitat de Barcelona

La migración de adolescentes y jóvenes no acompañados/das en Europa empieza a ser detectada a mediados de la década de los noventa, pocos años después de la aprobación de la Convención de los Derechos de la Infancia (1989). En el transcurso de estos más de veinte años, el número de llegadas anuales ha experimentado un crecimiento constante, con algún periodo de estancamiento en momentos de crisis económica, convirtiéndose de un fenómeno coyuntural a uno estructural. Desde su visualización, este ha puesto en «jaque» el estado de bienestar de los países de destino, concretamente los sistemas de protección a la infancia y a la adolescencia que se han visto desbordados por esta nueva realidad.

Han aparecido las contradicciones de esta Europa de defensa de los derechos humanos frente a la defensa del territorio, de las fronteras, de la preservación de esa supuesta cultura hegemónica. Por un lado, la obligación de proteger el interés superior del menor, más allá de su nacionalidad y de su origen (a través de los sistemas de protección), y por otro, el control de los flujos migratorios de cualquier persona (a través de las leyes de extranjería), aunque esta tenga menos de dieciocho años y esté sola, sin el acompañamiento de sus tutores que por ley o costumbre la tienen a cargo en el país de origen. La migración de los y las adolescentes menores de edad ha puesto de relevancia esta doble moral europea, la obligación de la acogida hasta los dieciocho años sin eliminar las principales barreras de las leyes de extranjería que dificultan la construcción de ciudadanía de pleno de derecho del país supuestamente de acogida.

Desafortunadamente, estas personas adolescentes que pueden ser consideradas «lo mejor» en sus países de origen por su empuje, audacia, valentía, perseverancia, ilusión y capacidad de emprender un proyecto migratorio, en los países donde eligen «buscarse la vida» (como sinónimo de mejora individual y familiar) son consideradas un problema. Se convierten en «números» (avalancha, invasión…) y en una «categoría» marcada por estereotipos negativos derivados de su condición de extranjero que no tienen en cuenta sus potencialidades, sus vivencias, sus subjetividades, sus singularidades y la globalidad de sus proyectos migratorios y vitales. En este sentido, y muy lejos de poder considerarse una sociedad de acogida, vamos vulnerando los derechos de estas personas y, lo que es peor, normalizando situaciones de maltrato institucional de nuestros Estados y gobiernos, responsabilizando en parte a los sistemas de protección de esa mala praxis, sin tener en cuenta que los principales culpables son esas leyes de extranjería que determinan qué personas tienen todos los derechos y cuáles no tienen ninguno. Su máximo exponente se da cuando estos menores llegan a la mayoría de edad y son expulsados simbólica y/o físicamente de los sistemas de protección: ahora, sólo son extranjeros.

Esta situación produce una gran frustración en las ilusiones y proyectos vitales de estos y estas adolescentes y jóvenes, pero también en los sistemas de protección diseñados para acogerlos y protegerlos, principalmente los y las profesionales motivados/as y comprometidos/as que acompañan día a día a estas personas en sus trayectorias de vida, en los momentos buenos y en aquellos no tan buenos. Tomar conciencia de la incertidumbre, las dificultades, la falta de expectativas de futuro se convierte en una carrera de fondo para unos y unas adolescentes que están construyendo su identidad en otro país, sin el acompañamiento de sus referentes familiares, con los altos y bajos que esta situación puede provocar. No obstante, la mayoría de estas personas son protagonistas de sus decisiones, desde la construcción de ese proyecto migratorio más o menos definido según la edad de salida del país de origen, y tienen claro que quieren quedarse en Europa, continente de oportunidades.

La búsqueda constante de alternativas de estos y estas adolescentes ante un sistema de protección desbordado por el aumento de la llegada –en diferentes momentos históricos– que no puede ofrecerles antes de los dieciocho años: protección (aparte de emergencia y necesidades básicas), documentación (permiso de residencia y de trabajo) e inserción laboral con garantías, ha supuesto la construcción de estrategias de resistencia; una de ellas es su movilidad, transitando por diferentes territorios (regionales y nacionales) en busca de nuevas oportunidades. En este libro ponemos en evidencia los constantes tránsitos entre las diferentes ciudades y comunidades autónomas e, incluso, entre diferentes países europeos (del sur hacia el norte), entre España y Francia, territorios entre fronteras, en la constante búsqueda de poder asentarse en algún lugar que les ofrezca condiciones, aunque mínimas, de realizar sus proyectos de vida.

Todas estas cuestiones anunciadas en los párrafos anteriores son desarrolladas extensamente en esta obra. Desde este lugar, este libro es fruto del compromiso de diferentes personas que consideran importante reflexionar sobre la migración de menores y, desde esta posición, desarrollar estudios longitudinales y transfronterizos para comprender el fenómeno en su totalidad, poniendo la mirada en las trayectorias de vida de estos y estas adolescentes. En este sentido, es también un proceso de construcción colectiva y «un lugar de encuentros, respeto, reflexiones y compromiso» con la verdadera integración de estos y esas jóvenes que, en determinado momento de sus vidas, dieron el paso y empezaron a transitar por diferentes caminos (internos y externos) en la búsqueda de encontrar un lugar para materializar sus sueños y vivir sus vidas.

La producción de este texto se apoya en dos proyectos. El primero es un proyecto europeo del programa Poctefa, que ha financiado íntegramente esta obra: «Prospectiva transfronteriza sanitaria y social – ProspecTsaso» (2016-2020), y dentro de este la actividad «Menores inmigrantes sin familia: rutas de inserción social y modelo de intervención socioeducativa». Este proyecto ha promovido y proporcionado la construcción de conocimiento del fenómeno y su transferencia en dos países transfronterizos como España y Francia; y la creación de redes entre universidades, administraciones y entidades como herramienta de colaboración para mejorar la intervención social y educativa de este colectivo y poner de relieve la necesidad de cooperación entre administraciones y profesionales para mejorar la intervención desde una lógica global y transnacional. Como indicaremos posteriormente, la tercera parte del libro intenta desarrollar estas reflexiones a través de tres proyectos del programa Poctefa; el citado anteriormente entre Cataluña y Haute Garonne (Toulouse) y l’Aude (Béziers) y otros dos, entre Aragón-suroeste francés (Nouvelle Aquitaine y Occitanie) y entre Gipuzkoa en el País Vasco español y Pirineos Atlánticos en el País Vasco francés.

El segundo es el «Proyecto de I+D de Generación de Conocimiento» del Programa Estatal de Generación de Conocimiento y Fortalecimiento Científico y Tecnológico del Sistema I+D+I, financiado por el Ministerio de Ciencias, Innovación y Universidades, titulado «Menores Migrantes No Acompañados (MMNA) en España: Situación actual, circuito de atención y modelo de intervención social y educativa para la inclusión» (2018-2022). Dicho estudio, en su primera fase, ha realizado un diagnóstico del fenómeno, el cual ha proporcionado gran parte de las reflexiones y el trabajo de campo realizado en las diferentes comunidades autónomas, que se especifican en los diversos capítulos.

El libro está dividido en tres partes. En la primera, «Una mirada teórica. Conceptos y reflexiones», invitamos a las y los lectores a profundizar en el tema de la migración de menores de edad no acompañados/as desde una perspectiva más teórica, incidiendo en los elementos novedosos que se ponen de manifiesto en esta forma de movilidad. A la vez, consideramos importante cuestionar las representaciones sociales sobre los y las adolescentes que migran de manera autónoma y sobre el papel que tiene el conocimiento científico frente a esta realidad, y el reconocimiento de estos y estas adolescentes como sujetos activos. Se pone de relevancia la importancia de la intervención con estos y estas adolescentes y jóvenes y destacamos el acompañamiento del trabajo social (individual, grupal y comunitario) como elemento facilitador de su integración en los territorios que eligieron para vivir. Como los chicos y las chicas suelen ser los y las protagonistas cuando se habla sobre el fenómeno, incidimos en la importancia de tener en cuenta la perspectiva de género y de derechos humanos, visibilizando el incremento del número de chicas que migran de forma autónoma (aunque proporcionalmente siga siendo menor) y su «invisibilidad», así como las situaciones de riesgo y vulnerabilidad que padecen. Finalizamos esta primera parte analizando los elementos jurídicos que influyen en la prevalencia de la condición de migrante sobre la condición de menores, destacando la determinación de la edad, las situaciones de desprotección y las dificultades en el acceso y el mantenimiento de la documentación cuando alcanzan la mayoría de edad.

En la segunda parte, «Una mirada territorial: tránsitos en busca de oportunidades», identificamos el tránsito como la gran oportunidad y ponemos en evidencia las movilidades y la búsqueda, ya en territorio español, de un lugar de acogida, de asentamiento, de «descanso del viaje». En este sentido, situamos los territorios de llegada y, cómo Ceuta, el enclave español en África, desarrolla un proyecto piloto de investigación e intervención para conocer quiénes son estos y estas menores y qué respuestas se están dando desde el sistema de protección. Seguidamente se presenta la situación en Canarias y cómo esta se ha convertido, a lo largo de estos años, en un territorio de paso, aunque esté más cerca del continente africano. Ambos territorios, de acogida en el espacio europeo, tienen como característica una intervención de primera emergencia, asistencialista y son la puerta de entrada a la Península. Por otra parte, Andalucía es considerada el puente entre África y Europa, ya en el continente europeo, siendo la frontera sur para las políticas de la Unión Europea. Estos tres territorios, juntamente con Melilla, controlan los flujos migratorios que llegan al continente por España. No obstante, la presión migratoria ha conllevado que la Comunidad Europea traslade el control migratorio a las fronteras cada vez más al sur y, en estos momentos, directamente al continente africano, a través de acuerdos con los países de salida de inmigración irregular.

Saliendo de los territorios fronterizos, pasamos por Valencia, que ha dejado de ser un lugar de paso para convertirse en un lugar de destino, porque otras comunidades autónomas como Cataluña y el País Vasco no han podido absorber el aumento de la llegada, generando desafíos y la necesidad de nuevas respuestas por parte de la administración pública. Madrid, actualmente territorio de tránsito, pero de establecimiento en los primeros años por su condición de capital del país, ha ido expulsando de forma implícita, y muchas veces física, a estos y estas menores, y pone en evidencia las tensiones continuas del modelo de atención, las fragilidades del sistema de protección y la frustración de las expectativas de estos y estas adolescentes. Aragón, así como Valencia, explica la tendencia, a partir del 2017, al asentamiento en el territorio, fruto de la información compartida entre las redes familiares y de iguales, de la dificultad de asentamiento en las comunidades vecinas (Cataluña y País Vasco) y de los cambios que se han producido por el Sistema de Atención a la Infancia y la Adolescencia para adaptarse y dar respuestas al incremento de llegadas de adolescentes solos.

El País Vasco y Cataluña, en cambio, han sido y siguen siendo territorios de destino, en parte por ser considerados territorios con «más calidad de vida» y por las respuestas dadas, históricamente, por el sistema de protección, incluido, de forma pionera, un sistema alternativo (aunque insuficiente) para dar respuestas a los y las menores que llegan a la mayoría de edad. Ambos territorios presentan la evolución del fenómeno, las respuestas dadas por sus sistemas de protección a la infancia y sus aciertos y desaciertos. Cataluña, además, presenta una reflexión sobre las variables que inciden en la inclusión e integración, poniendo en evidencia que no somos una sociedad de acogida sino receptora, la cual no proyecta ni planifica medidas para la real integración de estos y estas chicos y chicas en el país. Cataluña, el País Vasco y Aragón son caracterizados, también, como territorios-puente, debido a su localización fronteriza con Francia y nos abren la perspectiva a la parte siguiente del libro.

En la tercera parte, «La mirada transfronteriza: cruzando los Pirineos», ampliamos aún más la perspectiva y la mirada, ya que sabemos que la migración de menores es una realidad en los diferentes países europeos, y que es una característica de esta migración el tránsito entre estos diferentes países, principalmente entre los territorios fronterizos buscando oportunidades y «espacios simbólicos» caracterizados metafóricamente como una zona franca. En este sentido, se presentan tres proyectos europeos del programa Poctefa, presentados anteriormente, del que intentan identificar prácticas exitosas, abrir espacios de diálogo y experiencias y crear estrategias conjuntas entre España y Francia para asegurar tanto el bienestar de los menores y la adecuada transición a la mayoría de edad como el acompañamiento una vez cumplidos los dieciocho años.

Las y los autores del libro somos conscientes de la importancia de asegurar una mirada global sobre la migración de menores, así como del proyecto migratorio de estas personas que emprendieron este camino sin referentes adultos. Es esencial dialogar y compartir experiencias entre los diferentes territorios por donde transitan, sean comunidades autónomas o países, así como es importante dialogar con los países de origen para poder asegurar el bienestar de estas personas, fortalecerlas y facilitarles la atención y los recursos necesarios a su integración, evitando situaciones de desprotección, vulnerabilidad y expulsión, incidiendo en la prevención de situaciones de riesgo. Por otra parte, también cabe mencionar que cada capítulo de este libro intenta dar visibilidad a la singularidad y voz de estos y estas adolescentes y jóvenes. Ellos y ellas participaron de forma directa (a través de su colaboración en las entrevistas, talleres y grupos de discusión) y de forma indirecta (en el cotidiano de la actividad profesional)[1] en la producción del conocimiento que compartimos y, de algún modo, esta producción es un reconocimiento de su audacia, de su valentía, de sus ganas y su lucha por una vida digna.

Por último, cabe señalar que el tránsito y la movilidad (como estrategia de falta de oportunidad) no ayudan a estas personas a arraigarse a un territorio, a una comunidad, a una sociedad, factor indispensable para construir pertenencia e identidad colectiva, sino que aumentan situaciones de riesgo, de vulnerabilidad y de exclusión social por la falta de una políticas públicas comunes nacionales y transnacionales basadas en la defensa de los derechos humanos, y por la falta de coordinación de los diferentes organismos públicos europeos. Por esta causa, es indispensable reflexionar sobre una perspectiva de protección que vaya más allá del territorio (región o país), de un periodo histórico y/o de los intereses nacionales o transnacionales, determinando que el foco sea la persona y su trayectoria vital (más allá de los diciocho años). Hablar de itinerarios de vida para acompañarlos hasta conseguir una emancipación con garantías que les proporcione la calidad de vida que toda persona se merece. La migración de adolescentes y jóvenes no acompañados/das nos cuestiona también qué tipo de sociedad queremos construir y quién debe formar parte de ella; y también los y las menores de edad que crecen en nuestra sociedad y que alcanzaron la mayoría de edad deben formar parte de ella.

Una sociedad madura en la defensa de los derechos humanos es aquella que acompaña a esa infancia que un día decidió emprender un viaje para mejorar sus vidas y la de sus familias; es la que los acompaña en su crecimiento personal; la que comprende y acepta dicha diversidad y la interpreta como un activo en la construcción de nuestro futuro colectivo. Sólo así les devolveremos la ilusión, el empuje y la audacia que aquel proyecto en busca de una vida digna y fue «posible» (momkin).

[1] Todas las citas textuales de la segunda parte del libro son fruto del trabajo de campo de los proyectos citados.

Empuje y audacia

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