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EL SÓFOCLES DE AURELIO ESPINOSA PÓLIT

La primera gran aportación de Aurelio Espinosa Pólit a la difusión del teatro de Sófocles tuvo lugar en 1935 con su traducción al castellano de Edipo rey, que fue representada el 4 de agosto de aquel año por los estudiantes del Noviciado de Cotocollao, como acto conmemorativo por los 25 años del Colegio24; diez años después revisará dicha versión para publicarla, con valiosos apéndices, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1945); para seis de sus Dieciocho clases de literatura (1947), de la duodécima a la decimoséptima, volvió a revisar sus dos versiones anteriores; el proceso concluirá con la traducción definitiva de Edipo rey, recogida en la edición de El teatro de Sófocles en verso castellano en 1959.

Su entusiasmo por la obra del trágico griego le llevó a publicar un año después su versión de Edipo en Colono, representada también en Cotocollao, en homenaje al jesuita Prudencio De Clippeleir, el domingo 2 de agosto de 1936, con música del compositor ecuatoriano Belisario Peña Ponce25. Después se editó lo que el P. Aurelio denominó una «prolusión» a Edipo en Colono, en la que se explica esta tragedia y cómo se representó en Cotocollao26.

Pasión que no se apaciguó: en 1954 publicó su traducción de Antígona, que incluye como voluminoso apéndice un extraordinario estudio: la prelección aureliana a dicha tragedia27. Finalmente, como hemos dicho, en 1959 vio la luz en Quito su versión completa en verso castellano de toda la obra de Sófocles, compuesta por sus siete tragedias más los 1129 fragmentos conservados del trágico griego. La editorial Jus de México publicó una segunda edición en 1960.

En la época colonial fueron tres las universidades fundadas en nuestro territorio, todas ellas en Quito, en las que el estudio del griego y el latín era parte integral de la formación académica; sin embargo, ni de ese periodo ni del republicano conocemos helenistas, por lo que las traducciones directas de los autores griegos son ciertamente escasas28.

Los únicos que han traducido directamente del griego, por lo que sabemos, son el P. Aurelio, con toda la obra de Sófocles más el «Diálogo de Melos» (libro V, 85-113) de Tucídides29, y su discípulo Francisco Javier Miranda, S.J., autor del volumen de enseñanza Literaturas clásicas griega y latina (Quito, Editorial Ecuatoriana, 1943), en el que recogió fragmentos del Edipo rey de Sófocles y del «Diálogo de Melos» según la versión de Espinosa Pólit. Para esta obra Miranda tradujo un fragmento del De la corona de Demóstenes, y tomó el resto de los textos que citó de traductores extranjeros; él mismo, años después, firmó como Francisco Miranda Ribadeneira, S.J., una traducción de Ifigenia en Áulide bajo el título: El teatro de Eurípides: reflexiones para su estudio y traducción del original griego en verso castellano del drama Ifigenia en Aulis (1966).

Creo conveniente mencionar al pensador español Juan David García Bacca, quien se estableció en nuestro país entre 1939-1942 y 1978-1992 —se casó con una ciudadana ecuatoriana—, quien residió y enseñó también en México y Venezuela; este último país le concedió la nacionalidad, pero en los postreros años de su vida volvió a radicarse en el Ecuador, concretamente en Tumbaco, en donde falleció en 1992. Fue traductor de importantes clásicos de la cultura griega, vertiendo al español toda la obra de Platón, los fragmentos de los presocráticos y obras sueltas de otros autores, entre ellos Tucídides, Aristóteles, Plotino y Jenofonte.

Una guía ineludible para revisar la trayectoria personal y literaria de nuestro traductor es la biografía El humanista ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit que Francisco Miranda Ribadeneira publicó en 1974; en ella reproduce una valiosa reseña que el prestigioso helenista español Ignacio Errandonea, S.J. —maestro a su vez en España del joven Espinosa Pólit, como quedó indicado—, escribió al aparecer la edición sofoclea del P. Aurelio. Reproduzco algunos párrafos reveladores:

Su interpretación del texto griego es exacta y fiel.

Sus observaciones estéticas son siempre atinadas, y es de sentir que persona tan avezada a enjuiciar a Sófocles desde este punto de vista se haya ahora limitado a recoger en el prólogo sus comentarios, generalizándolos en una mirada de conjunto, que es de temer le prive al lector estudioso del placer de admirar en cada caso concreto las bellezas estéticas y le dificulte, o al menos no le facilite, la lectura inteligente y jugosa de cada tragedia.

Su lenguaje es natural, ajustado, con cierto dejo de clasicismo, que rehúye severamente toda estridencia y todo fulgor demasiado moderno, medida tomada sin duda reflejamente con el intento de representar más de cerca el lenguaje clásico de la Antigüedad.

También su versificación se somete a los cánones tradicionales. Para el diálogo ha adoptado el endecasílabo libre castellano, flexible y vario como el trímetro yámbico griego. Para los kommos los endecasílabos rimados o los romances, lo bastante para alejarnos de la conversación llana; y para los estásimos corales «diversos tipos de versos y combinaciones de metros, los más aptos para sugerir el ritmo proteico del original».

Todo ello obedece al afán, muy justificado y en general bien logrado, de verter al castellano todo el precioso licor del ánfora griega, y de satisfacer al lector moderno con impresiones las más semejantes a las que produce el texto del poeta, gran poeta, de Colono.

[Esta traducción] se levanta ahí como un egregio monumento aere perennius que es producto de una muy lenta y afectuosa preparación y estudio, una intensa consagración y constancia y una nada vulgar aptitud poética y gusto, todo puesto a contribución para elaborar una versión que honra así a las letras ecuatorianas y castellanas en general como a las clásicas de la Antigüedad. Grandes plácemes se merece por ella nuestro querido colega el P. Espinosa30.

La trama del ciclo tebano (Edipo rey, Edipo en Colono y Antígona), como cada una de las otras cuatro tragedias sofocleas, el denominado ciclo de Heracles (Las traquinias) y el ciclo troyano (Áyax, Filoctetes y Electra), fácilmente podrían servir en nuestros días para guiones de telenovela, pero son verdaderas historias de aventuras expuestas con intemporal belleza literaria, en las que Espinosa Pólit destaca sobre todo la psicología de los personajes. Por ello, pese a haber pasado 2500 años desde su escritura, nos siguen emocionando y atrayendo, porque nuestras pulsiones, pasiones y virtudes siguen siendo las mismas; de ahí que el amor, la envidia, el odio, los celos, la dignidad, la venganza, el miedo, la traición, el sacrificio, la piedad filial, la ambición, la soberbia, la ira o la tiranía encubierta por unas leyes injustas seguirán vigentes mientras nuestra especie exista.

Estas obras han influido poderosamente, a lo largo de los siglos, en la cultura y el pensamiento occidentales, se siguen representando en los escenarios y el séptimo arte no ha sido la excepción. Como ejemplo, la actriz griega Irene Papas quizá sea la mejor personificación que tengamos del rostro y carácter de Antígona, en la película homónima de Yorgos Tzavellas (1961); y lo mismo puede afirmarse del Edipo encarnado por Franco Citti en el Edipo rey (1967) de Pier Paolo Pasolini. Señalaré, por último, que dos de los personajes-tipo sofocleos han sido utilizados para nominar en la psicología dos tendencias humanas, los llamados complejo de Edipo por Sigmund Freud y complejo de Electra por Carl Gustav Jung.

La genial intuición de artista de Sófocles le permitió crear a Antígona, objeto de numerosísimas revisiones e interpretaciones a lo largo del tiempo (Jean Cocteau, Jean Anouilh, Bertolt Brecht, María Zambrano, etc.); aquí me limito a señalar tan sólo tres de dichas interpretaciones:

1) Antígona es el prototipo de la justicia por encima de las leyes —situaciones intemporales, sin distingo de pueblos, razas, sexos, que no dejan de tener vigencia—. El gran helenista español Luis Gil apuntó que ella encarna «el derecho del individuo a seguir su fe por encima de las imposiciones del Estado»; «[en Antígona tenemos a] una joven desvalida para representar el papel de defensora de una ley inmutable frente a las veleidades contingentes del poder político»; y líneas después: «Antígona sería un anticipo mítico de un ideal de ciudadanía que habría de encontrar años más tarde su más cabal encarnación en Sócrates»31.

2) El escritor español José María Pemán —hoy injustamente olvidado por razones únicamente políticas, gran difusor a mediados del siglo XX de la tradición clásica y autor él mismo de una Antígona (1945) de la que el P. Aurelio se hace eco en su prelección— escribió este excelente comentario enfocado en «la tesis de la doble razón»: «Antígona, la razón del ideal y de la ley divina; Creonte, la razón del orden, la razón de Estado. Sin Antígona no habría poesía ni revolución; sin Creonte no habría ley ni orden. De Antígona hacia delante sigue la literatura. De Creonte hacia delante sigue el derecho político»32.

3) Antígona representa la fuerza y la dignidad de una mujer que se inmola en aras del amor filial, de sus convicciones humanas y religiosas, de su instinto materno-fraternal, dispuesta a oponerse a un dictador; lo que, en el ámbito de la cultura china, me recuerda el relato anónimo, escrito un par de siglos después de la redacción de esta obra, La cólera de un particular, centrado en el acto de un individuo que se opone al poder supremo de un tirano.

Aunque las ediciones en español de las siete tragedias de Sófocles continúan publicándose profusamente, lo excepcional en la edición de Espinosa Pólit fue el haber realizado su versión en verso castellano y la inclusión de los 1129 fragmentos sofocleos, que corresponden en ocasiones a una sola palabra, dándose incluso el caso de que lo único que se conserva de una pieza es el título de la misma, mas ningún fragmento, como Euríalo o Los iberos). La pieza de la que más se ha conservado entre estos fragmentos —incompleta lamentablemente— es el drama satírico Los sabuesos, que suman 400 versos de los cuales «250 están intactos», según señala el propio P. Aurelio. Destacaré que entre los otros fragmentos existen desperdigados versos de un par de líneas, o un poco más, que son verdaderos aforismos filosóficos; cito a continuación varios de estos, como ejemplo, que no tienen desperdicio:

La envidia sólo vence al que no puede

ostentar más virtudes que maldades.

Preferible es pasar por cualquier daño

que conseguir una ganancia injusta.

Hijo, es la vida el bien más placentero,

pues a nadie se da morir dos veces.

Hombre a quien le va mal no tiene amigos.

Si algo hemos confirmado a lo largo de esta presentación es que el oficio de la traducción, para el P. Aurelio, fue una verdadera pasión, tal como él mismo lo registró en diversos textos acerca de este ejercicio. Él nunca fue un traductor profesional que se ocupara de realizar versiones de obras al castellano a pedido o por una remuneración, sino que se aplicó a este arte movido por sus apetencias estéticas y literarias y por sus convicciones humanistas.

Sus versiones al castellano, sobre todo las de Sófocles, Virgilio y Horacio, acompañadas de excelentes estudios introductorios, son de gran valor, y esa es la razón para incluirlas en esta edición de sus Obras escogidas, que iniciamos con este volumen dedicado a la obra de Sófocles. Esta edición de El teatro de Sófocles en verso castellano. Las siete tragedias y los 1129 fragmentos aparece a los sesenta y dos años de haberse publicado la primera (Quito, 1959) al cuidado de Espinosa Pólit, S.J. La hemos cotejado con la segunda edición (México, 1960), también preparada por el P. Aurelio, en la que apenas hay alguna variante que hemos tenido en cuenta para la presente.

Los diversos estudios —todos ellos citados en la presente «Introducción»— que el P. Aurelio dedicó a las obras de Sófocles serán recogidos en el cuarto volumen de esta colección, denominado Estudios grecolatinos.

24. «Edipo rey, de Sófocles, en el Colegio de Cotocollao». Edipo rey de Sófocles. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1945. pp. 121-159. (Biblioteca del Estudiante).

25. Una carta inédita de Espinosa Pólit a su discípulo Pablo Menor, del 21 de agosto de 1936, nos proporciona importantes detalles acerca de algunos aspectos relacionados con el proceso de traducción y representación de Edipo en Colono: «Hace unos días le mandé el Edipo en Colono y eso se lo dirá todo. Después del Edipo rey, había quedado con la ilusión de hacer representar el Edipo en Colono; pero después de preleerlo con los retóricos en el segundo trimestre renuncié por completo a ello para este año, en vista de que no había podido adelantar la traducción. Pero a mediados de mayo se nos presenta el cónsul belga con la noticia de que acababa de obtener del rey Leopoldo una condecoración para el P. De Clippeleir y pidiendo que la entrega se hiciera con la mayor solemnidad posible. El P. rector me dijo que no veía sino la representación del Edipo [en Colono]. Y la traducción por hacer... Me llevó más o menos un mes y medio, durante el cual pasé unos 15 días en la hacienda absolutamente solo, trabajando unas 11 o 12 hora diarias […]; el exceso de trabajo dio conmigo en la cama”. “A principios de julio se los di [los originales de la traducción de Edipo en Colono], y luego fueron los ensayos, exactamente 15 días. Pero lo más grave fue la preparación de la música. Tenemos aquí en Quito un joven compositor que estudió en el Conservatorio de Milán, nieto del poeta Belisario Peña. Compuso la partitura entera para el texto griego que yo le daba traducido y preleído».

26. Aurelio Espinosa Pólit, S.J. «Prolusión a Edipo en Colono». La Sociedad. n. 37. Quito. 16 de agosto de 1936. pp. 1, 10, 13 y 14.

27. «La prelección». Antígona en verso castellano de Sófocles. Quito, Editorial Clásica, 1954. pp. 71-206. (Universidad Católica del Ecuador / Publicaciones del Instituto Superior de Humanidades Clásicas; vol. 1).

28. Por lo que toca a los textos académicos de los jesuitas de la época colonial, Miguel Sánchez Astudillo, en su Textos de catedráticos jesuitas en Quito colonial. Estudio y bibliografía (1959), registra que los 408 manuscritos conservados están en latín; ofrece más datos sobre la creación literaria ecuatoriana en latín —poesía y prosa— Francisco Miranda Ribadeneira en su “Literatura ecuatoriana en latín. Algunos aspectos sobresalientes”, en Humanistica Lovaniensia. Journal of Neo-Latin Studies, Lovaina 1978. n. 27, pp. 253-282 (la producción latina de Aurelio Espinosa Pólit aparece tratada en las pp. 274-280). En cuanto a la lengua griega, lo poco de esta literatura que se tradujo fue del francés: así lo hicieron Eugenio Espejo, a finales del siglo XVIII, con el Tratado de lo maravilloso y lo sublime, atribuido a Casio Dionisio Longino, y Pablo Palacio con las Doctrinas filosóficas de Heráclito de Éfeso (1935), traducidas de la versión francesa de Maurice Solovine (Héraclite d’Ephése. Doctrines philosophiques, 1931); más un breve fragmento del Prometeo encadenado de Esquilo que Joaquín Gallegos Lara vertió al español en 1946.

29. Dentro de sus prelecciones, inéditas, al libro III de la Eneida —que se conservan en el archivo personal de Espinosa Pólit en el CCBEAEP— constan además, vertidos por él en verso al español —endecasílabos libres—, unos cincuenta versos de la Ilíada de Homero y una veintena de Las troyanas de Eurípides (además de más de cien versos traducidos del francés de la Andromaque de Jean Racine).

30. Documento sin fecha que podemos datar por una tarjeta de presentación del P. Errandonea —que registra la fecha 3 de enero de 1961— adjunta al mismo y conservada en el archivo personal del P. Aurelio Espinosa Pólit, en la Biblioteca de Cotocollao (Quito): « [Tarjeta de presentación: Ignacio Errandonea G., S.I. Director de E.U.G. Estudios Universitarios de Guipúzcoa (Ategorrieta). Tel. 10-1-85. San Sebastián]. Mi querido e inolvidable P. Espinosa: le felicito por su gran obra; ya llegó Ud. por fin a la meta, después de tantísimo trabajo. ¡Mi enhorabuena cordial!, y mi gratitud a Ud. y a la editorial que me envió el ejemplar. Le adjunto un juicio breve, que puede usted publicar o ahí en su patria, o en Estudios Clásicos (en Madrid), o en Emérita, o si quiere en Razón y Fe. Creo que se lo admitirá cualquiera de estas revistas. Muy feliz año 1961, y lleno de bendiciones [...]. I. E. 3-I-61». El documento, sin la tarjeta, fue publicado en: El humanista ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit de Francisco Miranda Ribadeneira. Puebla, Cajica, 1974. pp. 415-417. (Colección «Mi Biblioteca», n. 32 de la Editorial Cajica / Colección Desarrollo y Paz. Quito). [recordemos que el P. Aurelio murió el 21 de enero de 1961, con lo que tal vez no llegara a tener la satisfacción de leer estas afectuosas recensión y palabras de aliento, respectivamente, de su antiguo maestro Ignacio Errandonea].

31. Luis Gil, introducción a Antígona, Edipo rey y Electra de Sófocles. Traducción e introducción de Luis Gil. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1969. pp. 14, 22 y 23. (Colección Universitaria de Bolsillo. Punto Omega; n. 52).

32. José María Pemán, prólogo a Áyax, Antígona, Edipo rey de Sófocles. Edición y notas de Carlos Millares Solá; Prólogo de José María Pemán; Introducción de José Alsina Clota. Madrid, Salvat Editores, 1970. p. 17. (Biblioteca Básica Salvat; n. 25).

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