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Breve prólogo del autor

En mi opinión no es posible, a causa de la visión personal ontológica del mundo, que ningún oyente o lector o bien autor de conferencias o ensayos sobre el argumento de la persona, ya sea creyente, agnóstico o ateo, sea del todo objetivo, aunque tenga esa intención. Hay quien afirma lo contrario para sí. Puede darse el caso, pero en las conversaciones sobre el ser humano no he conseguido advertir nunca una completa objetividad en el interlocutor y naturalmente tampoco en mí.

Una cosa es segura: que sobre los temas del creacionismo, el evolucionismo creyente (en el cual declaro situarme desde ahora) y del evolucionismo agnóstico-ateo (darwinismo en sentido propio) florecen prejuicios e imprecisiones. Por ejemplo, se oye pronunciar los términos «evolucionismo» y «darwinismo» como si fueran sinónimos, aunque las teorías evolucionistas son múltiples: presentaré en el segundo capítulo un rápido y breve apunte histórico. Antes me referiré, sin embargo, a ese acto de pura fe existencial que, todos, incluidos los ateos, cumplen en la vida y me referiré a la situación de las diversas corrientes religiosas con respecto a la teoría de la evolución: me entretendré un poco con la situación en el Islam, porque la considero la menos conocida, pero con la invitación a pasarla por alto si no interesa esta argumentación. Trataré después el significado del término «azar» y me referiré en un breve capítulo a las acusaciones más comunes contra Dios de los ateos tanto de ayer como de hoy. Recordaré en el cuarto capítulo que la base de la investigación científica es siempre una postura filosófica y a veces también teológica o incluso visceralmente ideológica. Pasaré luego al creacionismo y a sus argumentaciones que, fuera de los círculos fundamentalistas, no consisten en referencias bíblicas, sino en consideraciones científicas. Volveré al evolucionismo y en particular a la teoría del equilibrio puntuado, que resulta ser combatida por los creacionistas y vista sin embargo con simpatía por los evolucionistas, creyentes o no. Presentaré a continuación las opiniones sobre la evolución de algunos de los últimos papas desde la mitad del siglo XX, refiriéndome posteriormente a la antropología de los dos teólogos evolucionistas más notables del siglo XX y acabaré con la entusiasmante perspectiva, según los creyentes, de la divinización del hombre: no como especie Homo sapiens sapiens, como querría cierta teología, sino como ser humano singular, gracias a lo que se podría llamar, por semejanza, la evolución del corazón.

Guido Pagliarino

Creación Y Evolución

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