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Clase trabajadora y clase capitalista

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Hace aproximadamente dos siglos el mundo cambió formidablemente. La Revolución Francesa a fines del siglo XVIII y la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII lo transformaron, dando nacimiento al sistema capitalista bajo la dominación de la clase de los patrones: la burguesía. Esta transformación fue dejando atrás el feudalismo. Sobre las ruinas del modo de producción feudal se desarrolló el modo de producción capitalista y la división de clase fundamental se comenzó a desarrollar. La burguesía había encabezado las revoluciones necesarias para quitarle el poder a los nobles. Pero inmediatamente después de tomarlo, reprimió salvajemente cualquier rebelión en su contra. La otrora clase revolucionaria se convertía en reaccionaria.

Dos siglos atrás el país más industrializado de entonces, Inglaterra, explicitaba el antagonismo entre los trabajadores y los patrones. Ciudades hacinadas, jornadas de trabajo de 16 y hasta 18 horas, condiciones laborales deplorables, contrastaban hondamente con las fabulosas riquezas que acumulaba la burguesía. En ese contexto, muchas voces se alzaron para criticar las diferencias que generaba el nuevo modo de producción capitalista. Una de ellas se elevó por encima de todas: era la voz conjunta de Marx y Engels, que daban nacimiento al llamado socialismo científico. Ellos dieron una explicación profunda del sistema capitalista. Demostraron sus inevitables contradicciones. También marcaron los trazos gruesos de una sociedad en la que sería posible terminar con la explotación de una clase social por otra. Y así dotaron a la clase trabajadora de un armazón teórico y una guía para la acción, esencial para su lucha contra el capital.

A partir de 1914 las contradicciones del propio sistema capitalista que habían sido la piedra angular de la crítica marxista llevaron a la Iª Guerra Mundial. Los saldos de dicha guerra en destrucción y aniquilación de vidas humanas fueron inéditos. El capitalismo mostraba de lo que era capaz. Como contracara de esa Guerra, la victoriosa Revolución de Octubre en Rusia demostraba que la lucha por el poder por parte de las y los trabajadores no era una utopía.

Desde 1914 en adelante, con distintos vaivenes, el capitalismo demostró que de lo único que es capaz es de profundizar cada día más las diferencias a costa de hambre, miseria, muerte, depredación de la naturaleza, cercenamiento de las libertades democráticas y nos lleva a la barbarie.

Las enseñanzas de la Revolución Rusa, el Octubre de 1917, tanto como los demás procesos revolucionarios triunfantes, demostraron que la revolución socialista debe ser mundial o, si no se extiende, está condenada a burocratizarse dentro de las fronteras de su país teniendo como consecuencia el fracaso. También, que el socialismo solo puede ser tal si en él existe plena democracia para el pueblo trabajador.

La caída del Muro de Berlín en los años ’90 tuvo diversas consecuencias. Significó la liquidación a escala mundial del pérfido aparato estalinista que venía desde años atrás ejerciendo de agente de la restauración capitalista en los estados obreros. Las y los trabajadores movilizados fueron capaces de derribarlo, pero al no dotarse de una dirección revolucionaria la restauración capitalista se fue consolidando. Desaparecía así el modelo del “socialismo real”, una verdadera deformación que había abandonado y enterrado los postulados de Octubre de 1917. Pero el imperialismo, usufructuando las secuelas de la revolución traicionada, desató una verdadera campaña golpeando sobre la conciencia de millones con una consigna: “el socialismo fracasó”. Intentaron distintas recetas para ponerle un nuevo rostro al capitalismo. Pero no lo lograron. No hubo “tercera vía” ni populismos que no terminaran en nuevas crisis. Y hoy el que se derrumba es el muro capitalista.

En la etapa actual, el sistema capitalista no puede otorgar ninguna concesión duradera y está en una crisis global que degrada al ser humano, destruye la naturaleza y pone en riesgo la vida en el planeta. Se pone al rojo vivo la opción histórica socialismo o barbarie. Al mismo tiempo, debemos decir que si el capitalismo sobrevive es sólo por la falta de una dirección revolucionaria y a partir de la explotación cada día más intensa de la clase trabajadora. Y que los tiempos que se viven configuran condiciones objetivas favorables, una gran oportunidad para avanzar en construir esa dirección.

En este marco histórico muy escueto se desarrolla el movimiento obrero argentino. Sobre su historia es preciso refutar cuatro mentiras que se implantaron sobre la conciencia de la clase obrera argentina.

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