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CAPÍTULO 1 FUENTES DE VIDA

Ríos subterráneos

Haré brotar ríos en las cumbres desiertas

y manantiales en medio de los valles;

convertiré el desierto en estanques,

la tierra árida en vertientes de agua (Is 41, 18).

En ocasiones, he visitado algunos lugares del país, en los cuales los ríos que recorren la región parecen emerger de las entrañas de la tierra, para recorrer muchos kilómetros con su curso de agua atravesando diversas regiones. También he observado que entre estos ríos, hay algunos que después de realizar su viaje silencioso, vuelven a hundirse nuevamente en forma de corrientes de agua subterránea, para volver a emerger a la superficie, muchos kilómetros más adelante.

Algo semejante sucede en las diversas generaciones de la familia con ciertos rasgos y condiciones físicas repetitivas (sea de salud, como de enfermedad), características de temperamento muy similares (tanto en lo positivo como en lo negativo), o de circunstancias de vida que parecerían estar calcadas por el modo en que se asemejan unas a otras. Son situaciones, eventos o características de vida que en alguna generación desaparecen para luego volver a aparecer en otras generaciones, más adelante.

También algunos de los ríos subterráneos a los cuales me estoy refiriendo corren debajo de las arenas del desierto y cuando afloran en algún punto, llegan a formar oasis que, por su vegetación y diversidad de fauna, se transforman en verdaderos paraísos y fuente de vida.

Esta imagen del río que en un momento desaparece a la vista de los viajeros, para dejar lugar solo a la aridez del desierto, sirve para ilustrar lo que experimentan algunas personas, quienes sienten transcurrir sus días como si habitaran en un lugar desolado a causa de las situaciones dolorosas que de modo repetitivo surgen en la familia.

Pero estas personas que se abren a la experiencia de un Dios vivo y cercano, pueden llegar a descubrir cómo esa amistad con Dios se asemeja a una fuente de agua fresca y cristalina que puede calmar la sed de sus almas y transformar sus vidas. De este modo, la irrupción de lo divino en sus vidas llega a producir un cambio sorprendente.

A ellos se refiere el profeta Isaías, cuando dice: Entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa, el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales (Is 35, 6-7).

Aplicando este texto del profeta Isaías a tu vida, Jesús quiere decirte que si te sientes tullido o paralizado de algún modo a causa de los comportamientos o situaciones negativas que te abaten, comenzarás a experimentar como su fuerza te hará saltar con mayor energía que un ciervo, llevándote a superar todos los obstáculos que se te atraviesan, y descubriendo salidas que antes no llegabas a ver. Y su palabra también promete que, quienes son peores que mudos, pues solo se quejan y hablan de calamidades, experimentarán un cambio profundo y serán curados; a tal punto que lo primero que harán cuando recuperen el habla, será aclamar al Señor con gritos de júbilo. Estos hombres y mujeres transformados por la gracia de Dios comenzarán agradecer y a alabar a Dios en voz alta por la obra de transformación en sus vidas, de las cuales serán testigos en primera persona.

Estoy convencido de que esto es lo que Dios está haciendo en estos tiempos en el corazón de muchas personas y seguramente quiere hacerlo también en el tuyo, y a través de ti en los miembros de tu familia.


Oración a Jesús, fuente de vida

Bendito Señor, mi corazón se colma de alegría al saber que no solo me amas a mí, sino que también has amado y bendecido a todos los miembros de mi familia a lo largo de las generaciones.

Hoy te doy gracias porque tú te acuerdas de todas nuestras necesidades.

Gracias por el río de vida de nuestras familias, que atravesando los desiertos de mayor aridez, comienzan a germinar nuevas semillas de bendición para nuestras familias.

Así como tres cuartas partes del planeta están compuestos por agua, y así como más del 80% de nuestro cuerpo está también constituido por este líquido vital, tú has querido ser el agua viva que calme la sed de mi corazón, lo limpie de toda mancha y lo sane de todas sus heridas, para que de este modo habite en mí y en mi familia una vida renovada, plena y abundante.

Sé tú, Jesús, la fuente de agua viva que calme nuestra sed más profunda, de manera tal que la profecía de Isaías, sea una realidad para nuestras vidas: “Entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa, el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales” (Is 35,6-7). Que así sea.


Los orígenes del río

Yo estoy por hacer algo nuevo:

ya está germinando, ¿no se dan cuenta?

Sí, pondré un camino en el desierto

y ríos en la estepa (Is 43, 19).

Hace algunos años, mientras vivía en la ciudad de San Bernardo en Chile, me invitaron a participar de un retiro espiritual que llevaba como título Transformación espiritual y psicológica, el cual era guiado por el sacerdote jesuita, padre Carlos Aldunate.

Antes de esta invitación, yo no había tenido la oportunidad de conocer personalmente al padre Carlos, pero a partir de ese retiro Dios permitió que comenzara a gestarse entre nosotros una relación de maestro/discípulo, por medio de la cual el Señor quiso enseñarme muchas realidades sobre el proceso de la sanación interior que Dios puede realizar por medio de la oración.

Esta transmisión de valores y carismas –que proceden del Espíritu Santo– fue para mí toda una novedad; en primer lugar, por lo que el Señor fue realizando en mi vida, y por lo que continúa haciendo aún hoy en mí; y luego al poder constatar cómo el uso de los dones y carismas que nos concede el Espíritu Santo son una herramienta fundamental para la tarea pastoral que el Señor me ha encomendado y que encomienda a todo sacerdote, llamados a ser como Jesús “médicos del alma”, ya que como dice el mismo Señor: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos (cf. Lc 5, 31).

En ese retiro espiritual, el predicador nos invitó a meditar en la propia historia utilizando la imagen de un río, el cual partía desde las tendencias o instintos fundamentales con los cuales fuimos concebidos, y que terminaba en el estuario de la propia personalidad. En aquel entonces, el gráfico solo presentaba los aspectos negativos de la propia historia, que de un modo u otro estaban influyendo en la formación de la personalidad, y llevaba como título: Obstáculos en nosotros al plan de Dios.(8) Sin embargo, algunos años después, el padre Carlos elaboraría otro gráfico, al cual llamaría: El nuevo río.

En este nuevo gráfico del nuevo río, el padre Carlos consideró necesario agregar todo lo positivo que hemos recibido a lo largo de la vida y que también forma parte del proceso de plasmación de nuestra personalidad.(9)

Cuando con el pasar de los años y después de sucesivos encuentros y retiros le hice llegar al padre Carlos mi primer trabajo sobre la herencia intergeneracional, Seremos bendecidos de generación en generación, él –con una gran paciencia y metodología– se tomó el trabajo de leer cada uno de sus capítulos, agregando notas aclaratorias y desarrollando algunas ideas donde le parecía que era necesario hacerlo.

Fue en uno de esos encuentros donde él me manifestó una idea que me inspiró a escribir este segundo trabajo sobre la herencia intergeneracional. La idea fue la siguiente: “el río no debería quedar limitado a la época de la propia historia, sino que en sus cauces fundamentales tendría que incluir el aporte sano y enfermo que recibimos de nuestros padres y demás antepasados, como así también de las diversas culturas que han ido influyendo en los miembros de la familia”. De este modo, surgieron algunas ideas que me servirían para plasmar este libro, las cuales pasaron antes por el proceso de la rumia reflexiva, la predicación y la experiencia pastoral que vino de escuchar una gran cantidad de testimonios.

A continuación, presento algunos elementos del río intergeneracional, tomando como base algunas de las ideas del padre Carlos, pero sumándole mi reflexión sobre todo aquello que en la familia –sea positivo o negativo– heredamos o recibimos en la transmisión del inconsciente familiar, así como también todo lo bueno o negativo que por diferentes canales, aprendemos del medio en el cual nos hemos desarrollado.


Origen del Río

Bendiciones desde el origen del hombre

Muchos ríos nacen en los lugares más elevados de las cadenas montañosas, y el agua con su canto cristalino, va descendiendo incansablemente por las laderas de las altas montañas, recorriendo valles, atravesando pueblos y ciudades, para desembocar finalmente en el mar.

De manera similar, todo de lo que somos y tenemos lo hemos recibido de parte de Dios, quien al crear a nuestros primeros padres, Adán y Eva, los bendice para legarnos a través de ellos y por intermedio de todos nuestros antepasados un sinnúmero de cosas buenas (bendiciones). Esto esencialmente lo encontramos en el libro de los orígenes, es decir el Génesis:

Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra. Y continuó diciendo: Yo les doy todas las plantas que producen semillas sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno (colmado de bendición). Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día (Gn 1, 27-31).

Esta bendición encuentra su punto central en que Dios, fuente y origen de todo bien, ha querido habitar en nosotros dándonos su Espíritu, que es aliento de vida: Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente (Gn 2, 7).

Haré caer lluvias de Bendición en el tiempo oportuno (Ez 34, 26).

Las 4 vertientes

El libro del Génesis 4, 10 dice: De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos.

De aquí podríamos deducir que nos estamos refiriendo a las tendencias básicas o cuatro instintos fundamentales con los que Dios crea al ser humano. Los psicólogos proponen varios instintos, pero, fundamentalmente, pueden reducirse a cuatro:

1. Instinto de conservación

2. Instinto de desarrollo

3. Instinto de socialización

4. Instinto de trascendencia

Esos cuatro instintos son como las cuatro fuentes de donde surge el agua que corre siempre en nosotros, y que viene desde los orígenes de la creación del ser humano, formando parte del caudal de un gran río en nuestras familias y en nuestro ser, los que representan nuestra vida física, emocional, social y espiritual.

1. Instinto de conservación

Al crear al género humano, Dios ha grabado en nuestro ser la conciencia de que la propia vida es un don invalorable, el cual, por lo tanto, debe ser salvaguardado a cualquier precio de todo peligro. Aquí están codificadas todas las experiencias de vida, protección y seguridad que se han dado en nuestras familias a lo largo de las diversas generaciones, como así también aquello que pudo haberles afectado de algún modo.

2. Instinto de desarrollo

Este instinto nutre en cada persona la necesidad de crecer y de madurar en los niveles físico, material, intelectual, emocional, social, creativo, etc. Todos son elementos en relación con una vida digna que debería tender a desarrollarse continuamente.

Todo lo material, que ha sido creado por Dios para la vida del hombre, está en íntima relación con este instinto, marcando en las diversas generaciones de la familia la relación que se tiene con el trabajo, el dinero, la comida, y todo el mundo material; y generando una influencia positiva o negativa en las generaciones siguientes.

3. Instinto de socialización

Desde el instante en que Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada (Gn 2, 18), el ser humano experimenta la necesidad de comunicación y de complementación mutua con otras personas para compartir la vida, trabajar y regocijarse. Es la necesidad básica de todo ser humano de sentirse amado y dar amor. Es además todo lo que ha tenido una incidencia crucial en las relaciones familiares y sociales que se han ido entretejiendo a lo largo de los siglos, y que se han ido transmitiendo a las diversas generaciones de nuestras familias.

4. Instinto de trascendencia

San Agustín llegó a expresar: “Señor, nos creaste para ti, y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en ti”. Esta oración es un clamor que surge del interior del hombre que fue creado por Dios y para Dios, para vivir en intimidad y amistad con Él, desde esta vida y por toda la eternidad.

Desde esta fuerza interior sembrada por nuestro Creador en la tierra del corazón de cada hombre y mujer de esta tierra, la persona aspira a la búsqueda de lo trascendente, la verdad sin límites, el bien máximo, es decir, el mismo Dios.

Esta sed interior de Dios, que logra dar un sentido verdadero y profundo a todas las otras dimensiones de la vida, y que es una de las mejores herencias que podemos dejar a nuestros descendientes, queda perfectamente expresada por las palabras del salmista, cuando dice:

Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a ti. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo volveré a presentarme ante Dios? (Sal 42, 1-2).

Tal como lo recordaba Juan Pablo II, hablando sobre este instinto fundamental del ser humano, y al comentar el salmo 42:

Este es el salmo del amor místico, que celebra la adhesión total a Dios, partiendo de un anhelo casi físico hasta alcanzar su plenitud en un abrazo íntimo y perenne. La oración se hace deseo, sed y hambre, pues involucra al alma y al cuerpo. Como escribe santa Teresa de Ávila: ‘Sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace gran falta, que si del todo nos falta nos mata’ (Camino de perfección, c. XIX). (10)

¡Que Yahvé bendiga tu tierra con el rocío del cielo! (Dt 33, 13).


EJERCICIO DE ORACIÓN

• Dale gracias a Dios por el río de vida familiar, especialmente por la herencia de salud, por las características de temperamento positivo, por las circunstancias hermosas de vida que parecerían repetirse en tu familia y por cualquier semejanza de vida sana que en tu familia suele repetirse.

• Pídele al Señor que bendiga las cuatro tendencias o instintos que Él te ha concedido, a fin de que circulen por el cauce de su divina presencia.

• Termina alabándolo y dándole gracias por todos los recuerdos que Él ha despertado en ti durante la lectura de este capítulo y con fe, agradécele por lo que en ti sanará a lo largo de la lectura de los siguientes capítulos.

Introducción a las oraciones

Si las raíces del árbol están sanas, este puede crecer y fortalecerse, de manera que llegue a tener un follaje saludable y robusto para dar así abundante sombra y frutos apetecibles según la especie. Sin embargo, muchas raíces de nuestras familias pudieron ser afectadas por sucesos traumáticos, que jamás fueron reparados. Como para Dios no hay tiempo, oremos por las sanación de aquellas raíces familiares que necesitan ser curadas por la misericordia divina.

Oración para sanar el árbol familiar(11)

Amado Padre, yo vengo ante ti como tu hijo, teniendo gran necesidad de tu ayuda.

Tanto yo como algunos miembros de mi familia tenemos necesidades de salud física, necesidades emocionales, espirituales, e interpersonales.

Muchos de mis problemas han sido causados por mis propias falencias, negligencias y pecados, por los cuales humildemente pido tu perdón, Señor. Pero también pido tu perdón por los pecados de mis ancestros, cuyas fallas pudieron haber dejado sus efectos en mí, sea en el cuerpo, la mente o en el espíritu.

Sáname, Señor, de cualquier desorden.

Con tu ayuda y con sinceridad, yo perdono a cada uno de quienes han tenido una influencia negativa en mi vida, especialmente a los miembros vivos o muertos de mi árbol familiar, quienes directamente me han ofendido a mí o a mis seres queridos en alguna forma, o aquellos cuyos pecados han significado nuestros sufrimientos y desórdenes presentes.

Padre, en el nombre de tu amado Hijo Jesús, y en el poder del Espíritu Santo, yo te pido que me liberes a mí y a todo mi árbol familiar de toda influencia negativa o maligna.

Libera a todos los miembros vivos o muertos de mi árbol familiar, incluyendo a aquellos adoptados, y familiares por extensión de toda forma de atadura contaminante.

Amado Padre, por tu amor hacia nosotros y por la protección con la sangre de tu bendito Hijo Jesús, te pido extiendas tu bendición sobre mí y mis parientes vivos y difuntos.

Sana cualquier efecto negativo transmitido a través de las generaciones pasadas, y evita los efectos negativos en las generaciones futuras de mi árbol familiar.

Yo… (di tu nombre completo) coloco simbólicamente la cruz de Jesucristo sobre la cabeza de cada persona de mi árbol familiar, y entre cada generación.

Yo te pido que permitas a la sangre purificadora de Jesús, filtrar las líneas sanguíneas en mi linaje familiar, para recibir solo lo bueno que en mi familia se transmite de una generación a la otra.

Haz que tus ángeles protectores acampen a nuestro alrededor y permítele al arcángel Rafael, patrono de la sanación, ayudarnos con el poder de tu divina sanación, incluidas las áreas de incapacidad genética.

Dales especial poder a los ángeles guardianes de los miembros de nuestra familia para sanar, proteger, guiar y fortalecer a cada uno de nosotros en todas nuestras necesidades.

Permite que tu poder sanador sea derramado en este mismo instante, y haz que continúe tanto como tu soberanía lo permita.

Señor, en nuestro árbol familiar reemplaza toda forma de atadura o esclavitud, por una unidad santa de amor y armonía familiar.

Permite, Padre, que por medio del Espíritu Santo, con la ayuda de tu Hijo Jesús, haya una unión aún más profunda contigo.

Permite a la familia de la Trinidad santa llenar a nuestra familia con su afectuosa, calurosa, amorosa presencia, de tal manera que nuestra familia pueda reconocer y manifestar ese amor en todas las relaciones.

Todas nuestras necesidades desconocidas las incluimos en esta petición que oramos en el precioso nombre de Jesús. Amén.


Oración de invocación

Señor, te agradecemos que nos hayas dado la vida a nosotros y a nuestros familiares.

Te agradecemos porque no nos dejaste abandonados, sino que siempre has estado junto a nosotros, cuidándonos hasta en el más mínimo detalle.

Gracias por el agua que forma parte de nuestro cuerpo y que contiene el código genético que en nuestras familias corre de generación en generación.


Bendición

(Antigua Bendición Irlandesa)

Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,

que el viento sople siempre a tus espaldas,

que el sol brille cálido sobre tu cara,

que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos.

Y hasta tanto volvamos a encontrarnos,

Dios te guarde en la palma de su mano.

Amén.

Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales: riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes. Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia; rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría. Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo: todos ellos aclaman y cantan (Sal 65, 10-14).

8- P. Carlos Aldunate, sj. Transformación espiritual y psicológica, Paulinas, Colección Carisma, Chile, 1991, pág. 25.

9- P. Carlos Aldunate, sj. Hominización – Cristificación, Paulinas, Colección Esperanza, Chile, 2000, pág. 98.

10- Palabras de Juan Pablo II durante la audiencia general de los miércoles. Ciudad del Vaticano, 25 abril 2001.

11- Adaptación de la oración del P. Gustavo Jamut, del libro 40 Oraciones para sanar las heridas del alma y del cuerpo. Ed. San Pablo, Argentina, pág. 53.

El río de la herencia intergeneracional

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