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CAPÍTULO 2 BENDICIONES DE SANACIÓN PERSONAL Y FAMILIAR EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Amarás a tu prójimo como a ti mismo

(Mc 12, 31).

En el capítulo anterior veíamos —y no está de más volver a recordarlo— (6) cómo las Bendiciones que se dirigen al instinto de socialización tienen el poder divino para producir cambios psico-afectivos. Y que dichos cambios abarcan: la afectividad, la sexualidad, las emociones y la entera y compleja trama de las relaciones humanas. Por lo cual la bendición sobre este instinto produce paz mental y emocional, restauración psicológica, liberación de miedos, de sensación de soledad y de ansiedad, reconstrucción de vínculos y crecimiento en la unidad.

Por lo tanto encontramos dos grandes categorías o variedades de bendiciones que se dirigen al instinto de socialización:

• Las bendiciones personales de restauración interior.

• Las bendiciones de restauración familiar e interpersonal.

A continuación veremos, por medio de las Sagradas Escrituras, cómo con frecuencia Dios pronuncia bendiciones a favor de nosotros, sus hijos; y cómo ellas producen efectos saludables. Al leer, memorizar, repetir y proclamar estas bendiciones del Señor, ellas producirán en nosotros y en las personas hacia quienes las pronunciemos un efecto concreto.

Estas bendiciones bíblicas fortalecerán la seguridad interior de que somos personas amadas y bendecidas por Dios, generando en nosotros actitudes positivas y animándonos a bendecir y a alabar a Dios cada día y en toda situación.


Las bendiciones de restauración interior

A ustedes, gracia y paz abundantes

(1Pe 1, 2).

A continuación veamos en las Sagradas Escrituras, por medio de algunos ejemplos, lo que produce la bendición de Dios en aquellas personas que necesitan alguna forma de restauración interior.

Ya el Antiguo Testamento mostraba el poder de la bendición para que el corazón se liberara de toda opresión y se llenara de alegría:

El pueblo suplicaba al Señor Altísimo, dirigía sus plegarias ante el Misericordioso, hasta que terminaba el culto del Señor y se ponía fin a la liturgia. Entonces, él descendía y elevaba las manos sobre toda la asamblea de los israelitas, para dar con sus labios la bendición del Señor y tener el honor de pronunciar su Nombre. Y por segunda vez, el pueblo se postraba para recibir la bendición del Altísimo. Y ahora bendigan al Dios del universo que hace grandes cosas por todas partes, al que nos exaltó desde el seno materno y nos trató según su misericordia. Que él nos dé la alegría del corazón, y conceda la paz en nuestros días, a Israel, por los siglos de los siglos. Que su misericordia permanezca fielmente con nosotros y que nos libre en nuestros días (Eclo 50, 19-24).

La bendición de Dios nos brinda la seguridad de su protección y nos libera de aquellos males que producen ansiedad y aflicción: Jabés invocó al Dios de Israel, exclamando: Si de verdad me bendices, se ensancharán mis territorios, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción. Y le concedió Dios lo que pedía (1Cr 4, 10).

La bendición de Dios renueva el entusiasmo y un nivel emocional elevado repercute en todas las áreas de la salud: El Señor renueva el entusiasmo e ilumina los ojos, da la salud, vida y bendición (Eclo 34, 17).

También nos enseñan las Sagradas Escrituras que la sabiduría atrae la bendición y en un proceso de retroalimentación, la bendición hace al hombre sabio: El hombre sabio está colmado de bendiciones, todos los que lo ven lo alaban (Eclo 37, 24).

La bendición es la presencia operante de Dios en la persona, que hace que ésta sea feliz: Has puesto sobre él bendiciones eternas, tú lo haces feliz con tu presencia (Sal 21, 7).

La bendición de Dios trae fortaleza y paz, las cuales comienzan en el corazón del creyente, para luego expandirse en todas las personas que le rodean y en todo lo que le circunda: El Señor dará fuerza a su pueblo, dará a su pueblo bendiciones de paz (Sal 21, 11).

También el Nuevo Testamento nos enseña el efecto benéfico que produce la bendición de Jesús en el nivel emocional:

La bendición trae armonía interior: Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios (Lc 24, 50-53).

Este es un claro ejemplo para comprender cómo la bendición de Jesús produce un cambio interior profundo en los apóstoles. Ellos, a causa de todo lo vivido después de la pasión, muerte y resurrección de Jesús se hallan consternados. Todos los parámetros por ellos conocidos hasta ese momento se hallan “patas para arriba”. Y, como si fuera poco, Jesús les anuncia que se va, y que vuelve al Padre. Seguramente vuelve a resurgir en sus corazones con intensidad el miedo al futuro, vuelven a padecer el temor de sentirse nuevamente abandonados por Jesús; y miles de preguntas se agolpan en sus mentes, las cuales no les permiten tener paz.

Sin embargo, nos dice el evangelista que después de la bendición que Jesús les da, antes de ascender a los cielos, ellos volvieron a Jerusalén llenos de gozo. Vemos así cómo la bendición de Nuestro Señor Jesucristo libera el corazón de temores e inseguridad, llena de confianza y de paz, brindándoles además un nuevo sentido de orientación a sus vidas.

El Catecismo reafirma este efecto producido por la bendición de Dios cuando dice: “La Ley, los Profetas y los Salmos que tejen la liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez estas bendiciones divinas y responden a ellas con las bendiciones de alabanza y de acción de gracias.” (7)

Y esta respuesta, que menciona el Catecismo, sucede porque la alabanza y acción de gracias surgen cada vez más espontáneamente de aquellos corazones que participan y se benefician del proceso restaurador del amor Divino.


Testimonio

Sanar la herida del abandono materno

Carlos (8) era un hombre atormentado por los miedos interiores y por las inseguridades y se hallaba esclavizado por los mecanismos de defensa y de compensación que estos miedos le habían llevado a generar.

Con el pasar de los años las heridas interiores lo habían vuelto una persona con carácter agresivo y en algunos momentos hasta llegaba a ser violento; en esas ocasiones se descargaba con palabras denigrantes hacia las personas más cercanas. A esto se sumaba que tenía la compulsión de querer controlar la vida de su esposa y de sus hijos hasta en los mínimos detalles.

Durante su infancia y adolescencia Carlos había sufrido demasiado, pues su mamá había partido de esta vida cuando él apenas tenía siete años. Esto produjo en el niño una sensación de profunda pérdida, lo cual no llegaba a comprender, pues él tenía un vínculo particularmente profundo y especial con su mamá, aún más que el que habían nutrido su hermana y su hermano.

A los pocos meses de morir su madre, su papá llevó a vivir en la casa a otra mujer, la cual por diversos motivos no logro conquistar el cariño de los niños.

Un tiempo después su hermana mayor se escapó de la casa paterna y se fue a vivir con una tía. Esto produjo en Carlos una nueva herida de abandono, ya que en parte su hermana había estado cubriendo la ausencia materna. Entonces el pequeño se fue llenando de una sensación de desvalorización y su interior se fue cargando de resentimiento hacia los demás, particularmente hacia su padre y hacia la nueva mujer de éste.

No pasó mucho tiempo hasta que también él se escapó de la casa paterna, llevándose consigo a su hermanito menor y yéndose a vivir a la casa de la tía donde ya antes se había refugiado su hermana.

En la nueva casa, con su tía, el niño es cuidado, tratado con amor y respeto, pero también educado con límites estrictos y severidad extrema. Todo allí era disciplina férrea, rigor prusiano en los horarios, impecable y exacta puntualidad en el cumplimiento de todos los deberes.

Siendo Carlos ya mayor, casado y con cuatro hijos adultos, se sentía angustiado y deprimido. Con periodicidad tenia arranques de nervios y de una ira desproporcionada hacia su esposa e hijos. Todas estas reacciones surgían como consecuencia de tanto dolor acumulado, ya que nunca nadie le había ayudado a descubrir que Jesús Vivo tenia el poder de liberarlo de toda la basura emocional que año tras año se había acumulado en su atribulado corazón.

Santiago, uno de sus hijos, con la ayuda de la oración, el acompañamiento espiritual de un sacerdote y la ayuda profesional de una psicóloga, había logrado comprender, aceptar y perdonar los errores que su papá había cometido y los castigos excesivos que le había infligido durante la niñez. Entonces comenzó a orar por su papá Carlos con confianza y perseverancia.

Tanto en el grupo de oración en el cual se congregaba el joven, como en su oración personal, no perdía la oportunidad de pedirle a Dios que lo bendijese y particularmente traía a la presencia de Dios al niño herido que estaba aún en su papá.

De esta manera Santiago, por medio de la oración de bendición, le pedía a Dios que hiciera fluir de todo su amor hacia “Carlitos” (pues en su oración Dios le mostraba a su papá no como un adulto, sino como un niño confundido y angustiado) y le pedía a la Virgen María que lo abrazara y le concediera su bendición maternal.

Con el pasar de los meses Santiago, sus hermanos y su madre, fueron notando cambios significativos en la conducta de Carlos. Todos se asombraban pues lo notaban mucho más relajado, sereno y alegre. Cuando algunos domingos se reunían a compartir el almuerzo todos notaban con asombro que ya no discutía, ni quería controlar la vida de sus hijos, nueras, yernos y nietos. Una de sus nueras comentó: “Es como que a los sesenta años está empezando a disfrutar de la vida y está aprendiendo a ser feliz”.

Este proceso de sanación interior se pudo profundizar cuando Carlos se abrió dócilmente, reconociendo que necesitaba ayuda. Entonces aceptó la propuesta de su hijo para dejarse acompañar en este camino de sanación interior por una persona cualificada de su parroquia. Un acompañante espiritual de la parroquia en la cual su hijo se congregaba, lo escuchaba todas las semanas, lo ayudaba a comprender el origen de sus reacciones, oraba con él y le enseñaba a orar entregando a Jesús todas las heridas de su historia. Todo esto produjo en su padre una transformación aún mayor.

Santiago no descuidó la oración de intercesión hacia su padre. Cuando éste volvía a tener una reacción equivocada, Santiago no perdía la paciencia y la confianza en Dios, sino que acrecentaba la oración y el diálogo con su papá, de manera que este recontinuara el camino de restauración interior.

Esta transformación en Carlos se pudo producir gracias a la oración de intercesión y la bendición familiar hecha por un hijo, cuyo corazón había sido restaurado por medio de la oración de perdón y en quien habitaba la presencia amorosa del Espíritu Santo.

Lo mismo podemos decir que sucede por la oración de cualquier otro familiar o de hermanos en la fe, pues entonces quien bendice con su amorosa oración, se transforma en un canal por medio del cual la bendición de Dios llega al corazón quebrantado por el cual comienza a orar, produciendo en el destinatario de la bendición sanación interior, e impulsándolo a renovar los vínculos con las personas que le rodean.

Volver a vivir

Es común que para poder sanarnos, el Señor nos haga volver a vivir imaginariamente, a veces incluso en todo su realismo pasado, esa experiencia que un día nos hirió y que aún hoy se mantiene en la memoria y en la afectividad destruyendo la alegría y la paz.

Revivirla, no es lo mismo que recordarla, sino que es una experiencia aún más profunda que se da desde el espíritu y que parte del diálogo amoroso y confiado con el Señor. De ese modo Él puede transformar lo sufrido en el pasado en elemento positivo de la vida presente, o al menos en un recuerdo que ya no nos haga daño.

En esta oración de reminiscencia (9) buscamos la fuerza y el amor de Dios para transformar el dolor pasado en gozo presente y, el resentimiento en amor. Por eso, el recurso es la oración y la fe. No se soluciona el problema con olvidar el pasado, porque nuestro pasado va a seguir teniendo una influencia poderosa en nuestras vidas. El que no sana sus recuerdos, no vive el presente, sino que lo sobrevive; y tiene muchas posibilidades de repetir con los demás algunos de los errores que en el pasado otros cometieron con él.

La sanación en muchos casos puede ser un proceso largo y difícil. Hay que empezar por atreverse a hacer junto a Jesús, en oración, una lista de las cosas que nos han hecho sufrir, sobre todo en la infancia y en la adolescencia. Especialmente lo que esté unido a la conciencia de sentimientos de vergüenza, rabia, odio, culpabilidad, etcétera. Cierto que el recordarlo es volver a sufrirlo en cierta medida, pero la experiencia duele no por lo que es, sino por la valoración que le damos. Pero ahora que ya no somos niños, desde la fe, podemos valorar positivamente de la mano de Dios lo que antes valorábamos solo negativamente.

Cuando la persona se abre a la irrupción de Dios en su vida, se siente y se sabe amada sin condiciones. No sabe cuándo ni cómo se produce en ella el milagro de la aceptación. Ha hecho muchos esfuerzos a lo largo de su vida, y quizás muchas veces ha escuchado el consejo: “tienes que aceptarte”, sin poder lograrlo; a lo mejor participó en muchos talleres de crecimiento, terapias, etc. Sin embargo, llega el momento de rendirse ante la propia incapacidad de amarse verdaderamente. Un amor divino la envuelve y no le quedan dudas de saberse amada, aceptada, además de sus seres queridos, por Alguien que la trasciende. Es entonces que entra en ella la paz hasta lo más profundo de sí, su personalidad se integra, acaban las divisiones y la guerra interior con aquel defecto o aquella debilidad. (10)


Bendiciones de restauración familiar e interpersonal

Con tus descendientes haré un gran pueblo;

te bendeciré y engrandeceré tu nombre.

(Gn 12, 2).

A medida que Dios nos vaya restaurando interiormente, comenzaremos a sentir la necesidad de ayudar a otros a fin de que también ellos encuentren la paz interior. No querremos ser los únicos afortunados en sentir la mano del Señor bendiciendo nuestras vidas, sino que cada vez se hará más grande el anhelo de restaurar las relaciones deterioradas y quebrantadas y de ser bendición para quienes aún no han encontrado su gozo en Dios.

Para una mayor comprensión de cómo podemos orar por bendición en el área de las relaciones interpersonales pueden ser de gran ayuda los siguientes ejemplos bíblicos:

Dios bendice a los esposos: en el evangelio de san Mateo vemos cómo Dios bendice a José, liberándolo de los prejuicios que tenía hacia María, lo cual le permite superar el distanciamiento interior que tenía hacia ella y en lugar de repudiarla la toma por esposa (Mt 1, 19-25). Y también podemos ver el poder de la bendición de Jesús en las bodas de Caná (Jn 2, 1-12)

La bendición permite descubrir el doblez y las segundas intenciones en los corazones enfermos, tal como se lee en los evangelios cuando refiere que los magos regresan a sus tierras por un camino diferente, a fin de no encontrarse con Herodes (Mt 2, 12).

La bendición es semejante a un escudo de protección que le preserva de ser herido: Pues tú, Señor, bendices al justo y como un escudo lo cubre tu favor (Sal 5, 13).

La bendición ayuda a abrirse al perdón y a la reconciliación entre los hermanos, tal como vemos cuando Jacob y Esaú se reconcilian. Debemos tener presente que pocas horas antes Jacob tenía su corazón lleno de incertidumbre y miedo por lo que su hermano podía llegar a hacerle al encontrarse. En esa situación mental el luchó con un ángel y le dijo: Si no me bendices no te soltaré (Cfr. Gn 32, 24-33, 4).

La bendición acompaña permanentemente a la familia que la incorpora a su vida: Señor Yahvé, tú eres realmente Dios, tus palabras son verdaderas, y tú eres quien hace la promesa a tu servidor. Ahora dígnate bendecir la familia de tu servidor; que tu bendición acompañe siempre a mi familia, como tú, Señor Yahvé, lo has dicho (2Sm 7, 28-29).

Los superiores y todos aquellos que tienen alguna forma de responsabilidad sobre otras personas, tienen el deber de bendecirlos, a fin de que sus vidas se colmen de santidad: no cabe duda que corresponde al superior bendecir al inferior (Heb 7, 7).

Toda herida del alma es un mal que contamina la vida, sin embargo cuando el creyente se mueve en la sintonía de la bendición Divina, puede reciclar lo malo en bueno: Pero Yahvé, tu Dios, no escuchó a Balaam y cambió la maldición por bendición, porque Yahvé te ama (Dt 23, 6).

Cuando bendigas a tu prójimo y recibas bendición, esta pasará también a tus descendientes: Derramaré agua sobre el suelo sediento y los riachuelos correrán en la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu raza y mi bendición cubrirá tus descendientes (Is 44, 3).

Tanto la bendición como la maldición, paterna y materna, tienen un gran poder: honra a tu padre de palabra y de hecho, y su bendición se hará realidad para bien tuyo. Pues la bendición de un padre afirma la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre la destruye hasta los cimientos (Eclo 3, 8-9).


Testimonio de curación

Quitando los bloqueos a la oración de bendición

Por medio del siguiente testimonio, podremos aprender cómo el poder de Dios solo puede derramarse cuando nos disponemos para despojarnos de nuestro ego, nos hacemos como niños y nos abrimos a las directrices de la palabra de Dios. También este testimonio nos enseña a dirigir la oración de bendición no solo hacia las necesidades en apariencia más graves, sino también hacia otras áreas que pueden ser causa de contaminación personal y familiar.

A continuación le hago llegar, como me pidió, el testimonio de lo que está produciendo la oración de bendición en mi vida y en la vida de otras personas.

Hace seis meses me pidieron que orara por un joven que llevaba varios meses en la cama a causa de una alta fiebre, y que los médicos no encontraban el origen y que no podían bajar, por lo que este muchacho se encontraba muy mal.

Nos dijeron que era un caso muy difícil, pues los médicos ya no sabían qué hacer. A esto se sumaba que la familia estaba muy dividida y metida en supersticiones, magia y curanderismo.

Finalmente nos decidimos junto a dos hermanas del grupo de oración de la capilla Santa Rita ir a visitarlo todas las veces que fuese necesario para orar por él y por su familia y para pedir la bendición de Dios en su vida, como habíamos aprendido en el taller de bendiciones. De ese modo pasamos mucho tiempo en oración. Con frecuencia me venía el pensamiento de que ya muchos habían orado por él antes que nosotras, incluso personas con el don de curación. Y sentía que un dolor tan grande como el de este joven y el de su familia podía sobrepasarnos.

En medio de estas tentaciones venía a mi memoria una y otra vez la Palabra de Dios que leemos en 2Cor 1, 10: Él es quien nos libró de aquel peligro mortal y nos seguirá librando. Esperamos que lo siga haciendo en adelante. Por lo cual entendí que el Señor nos estaba animando a seguir intercediendo por él.

En ese momento comprendí que no éramos nosotras quienes teníamos que lograr la sanación de este joven, y que éramos solo un instrumento de Dios. Solo Dios podía bendecirlo con un milagro y nosotros debíamos ser canal desinteresados de esa bendición por medio de la oración y el amor.

A partir de ahí comenzamos a ver que cuando orábamos se iban produciendo cambios notables en la familia, quienes renunciaron a la brujería, se confesaron y comenzaron a acercarse a Dios. De a poco se fueron reconciliando. Ellos también empezaron a orar sobre su hijo para que Dios lo bendijese. Y una mañana nos llamó la mamá para decir que el joven había amanecido sin fiebre y había recobrado el apetito. Desde entonces no ha dejado de mejorar, tanto él como el resto de la familia. Y eso lo hizo Jesús, a él sea la gloria.

Daniela

Según el mismo testimonio de esta mujer, la oración de bendición encontraba algunos bloqueos que impedían pasar por ella y por las otras mujeres para sanar al joven y liberar a la familia. Y estos frenos eran una cierta forma de egocentrismo inconsciente (al comienzo no llegaban a advertirlo) que les llevaba a desear la curación del joven, pero más por satisfacción personal y para tener el reconocimiento de los demás que movidas por un amor desinteresado que pusiese la confianza en Dios como centro y realizador de toda sanación.

A esto se refiere Anselm Grün cuando habla de intenciones que están disfrazadas en última instancia por otras razones:

No solo se torna problemático sino también peligroso si cubrimos nuestras fuentes turbias con un manto sagrado y elevamos religiosamente nuestros modelos de vida enfermos, ya que entonces consideramos que estamos bebiendo de una fuente espiritual. Sin embargo, en realidad es una fuente turbia de la cual no puede fluir bendición alguna. (11)

El discernimiento sincero que hicieron estas mujeres de los bloqueos que la oración de bendición encontraba en ellas y el analizar en profundidad las propias intenciones las llevó a un cambio de actitud; casi podríamos decir a una nueva conversión. Esto permitió que la bendición de Dios comenzara a emanar por medio de ellas y se derramase en el joven y en toda su familia, siendo ellas mismas las más bendecidas. Este discernimiento a la luz del Espíritu de las intenciones y motivaciones más profundas es muy importante, pues no es infrecuente que se quiera utilizar a Jesús para la propia conveniencia o para justificar ciertos comportamientos ambivalentes.


Promesas bíblicas de curación

A continuación puedes leer y proclamar con fe las siguientes promesas bíblicas de curación, las cuales se refieren no solo al nivel físico, sino también a los otros niveles como son el emocional y el interrelacional. Ellas te ayudarán a confiar en el poder de Dios para bendecir por intermedio tuyo.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre (Heb 13, 8).

Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias (Sal 103, 2-3).

Yo soy el Señor, el que te sana (Éx 15, 26).

Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará (Sant 5, 15).

Confiesen sus ofensas unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración eficaz y fervorosa del justo puede mucho (Sant 5, 16).

Jesucristo te sana (Hch 9, 34).


Para reflexionar

a) Vuelve a leer este capítulo, pero subrayando aquellas palabras o párrafos que tocaron de manera particular tu corazón.

b) Pregúntale a Dios cual es la causa por la que tal palabra o párrafo te ha movilizado interiormente; ¿qué es lo que él te quiere enseñar o sanar?

c) Ora con la ayuda de la siguiente pregunta: ¿por quién te has sentido amado a lo largo de la vida? Recuerda esas experiencias y revívelas por unos momentos poniendo a Jesús como centro.

“Cuando el ser humano es feliz, está en armonía consigo mismo y con los demás” (Oscar Wilde).

6- El objetivo pedagógico de ciertas repeticiones es de ir fijando, en nuestra memoria, ciertos puntos esenciales que se trabajan en los talleres y seminarios realizados sobre esta temática y que necesitan de un modo particular de la oración de bendición.

7- Catecismo de la Iglesia Católica, 1081.

8- En los testimonios algunos de los nombres han sido cambiados para mantener la privacidad de las personas.

9- Esta clase de oración será profundizada en el capitulo 6 de la IIª Parte.

10- P. Marchesi, El camino de integración psico-espiritual, 23.

11- A. Grün. Fuentes de fuerza interior. Para renovar la vida, Bonum, Bs. As., p. 36.

Sanación de los recuerdos

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