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INTRODUCCIÓN

“Felicidad quiere decir: encontrar

la propia alegría y la alegría de los otros”

(Georges Bernanos).

Querido amigo o amiga:

Al comenzar la lectura de este libro quisiera invitarte, ya desde el inicio, a que te tomes unos momentos para reflexionar sobre las siguientes preguntas:

¿Cómo es tu situación interior en este período de tu vida?

¿Te sientes en paz contigo mismo o, por el contrario, estás experimentando inquietud e inseguridad?

¿Cómo es tu relación con las personas que viven junto a ti?

¿Tienes serios problemas de relación con algún miembro de tu familia y no sabes cómo superar esos escollos y dificultades?

¿Estás cerca de alguien que de alguna manera está echando a perder su vida, especialmente debido a los errores que esa persona está cometiendo, mientras tanto que tú experimentas una sensación de impotencia, pues te parece que no hay nada que puedas hacer para ayudarlo?

En verdad puede serte de gran utilidad que tomes un poco de tiempo —aunque sea brevemente— para reflexionar y orar sobre tu propia situación emocional y sobre las relaciones interpersonales, para así evaluar la realidad personal desde la cual cada uno ha de partir. De este modo estarás poniendo a Dios como centro de tu vida psíquica y social; Él te ayudará a definir y a mirar de manera más objetiva y clara cuál es tu situación emocional y en qué situación real se encuentran tus vínculos interpersonales en esta etapa de tu vida y, aquello que viniendo del pasado, aun te está afectando de un modo negativo.

En la primera parte de este libro nos enfocaremos en la necesidad de la oración de bendición como un medio dado por Dios para acrecentar la salud emocional, psicológica e interpersonal o social, lo cual se manifiesta en todas las relaciones sociales de la persona.

En efecto, se puede observar cada vez con mayor frecuencia, cómo se van multiplicando en todos los ámbitos los problemas emocionales y psicológicos, trayendo como consecuencia conflictos interrelacionales. Los problemas de personalidad, los traumas y los complejos, los sentimientos de culpa, la depresión, la falta de la propia identidad, y un sentido generalizado de desorientación se van difundiendo de modo alarmante. Todo esto nos habla de múltiples heridas que anidan en el alma humana y que en algunos casos, parecen difíciles de sanar.

Como consecuencia de estas crisis personales no resueltas se constata diariamente a nivel social hasta qué punto se han agudizado los odios, los resentimientos, la violencia y las rupturas familiares y sociales.

Afortunadamente, también se constata el desarrollo permanente, tanto de una legítima espiritualidad —que tiene en cuenta todas las dimensiones del ser humano—, como también de una auténtica psicología integrativa, que recoge las necesidades del espíritu humano. Esta genuina integración entre ciencia y fe —sobre la cual tanto han insistido Juan Pablo II y Benedicto XVI—, demuestra una creciente preocupación por la salud integral de toda persona humana.

Ahora bien; nuestra situación emocional y nuestra manera de relacionarnos con los demás, está influenciada en gran medida, por los recuerdos de aquellas cosas que habiendo sucedido tiempo atrás tienen, sin embargo, enorme poder sobre nuestro presente y que también podrían influir en cómo iremos construyendo nuestro futuro. Así, nuestra memoria puede ser una bendición, especialmente cada vez que evocamos los acontecimientos dichosos que han tenido una influencia benéfica en la vida de cada uno de nosotros. Pero la memoria también puede jugarnos en contra, especialmente en esos momentos en que por causa de las heridas no sanadas produce en nosotros bloqueos profundos y reacciones inconscientes, las cuales nos llevan a tomar decisiones incorrectas, haciéndonos daño a nosotros mismos y a quienes están cerca de nosotros.

Esto sucede así porque nuestro cerebro tiene lo que se llama plasticidad cerebral, que es la capacidad de cambiar su estructura y su función, expandiendo o fortaleciendo los circuitos que son utilizados con mayor frecuencia y disminuyendo aquellos que permanecen inactivos. Es en este sentido que podemos mejorar nuestra calidad de vida fortaleciendo los recuerdos hermosos y entregando al obrar sabio y amoroso de Dios los pensamientos negativos y los recuerdos dolorosos. De esta manera este proceso plástico y maleable permite que las variadas experiencias de la vida, los intercambios de ideas, las lecturas, los nuevos conocimientos que vamos adquiriendo y especialmente la oración y la apertura a la gracia de Dios, remodelen una y otra vez el cerebro, transformen nuestro nivel emocional y nos fortalezcan para ir tomando decisiones correctas que produzcan en nuestras vidas cambios afectivos y efectivos.

Por eso en la segunda parte de este libro trataremos acerca de la sanación de los recuerdos. Para ello, invitaremos al Espíritu de Dios a entrar en aquellos circuitos de nuestro cerebro que necesitan ser reeducados; le permitiremos recorrer los senderos de nuestra historia y ascender los escalones cronológicos de nuestras vidas, a fin de que Él nos ayude a rememorar de un modo renovado los momentos hermosos que aun atesoramos en nuestros corazones y sane aquellos acontecimientos que aún hoy ejercen en nosotros una influencia negativa. De esta manera la presencia de Dios modificará las percepciones de nuestro cerebro y al restaurar nuestra memoria, experimentaremos nuevas ganas de vivir, integrando positivamente todas las etapas y todas las áreas de la propia vida.

Así, a lo largo de estas páginas iremos pidiendo la bendición sanadora de Dios sobre aquellos recuerdos dolorosos que aún nos hieren y sobre nuestros problemas emocionales, psicológicos e interrelacionales que podamos estar viviendo nosotros o quienes viven a nuestro alrededor, haciéndonos eco de la recomendación del Señor en su Palabra: Recen unos por otros para que sean sanados. La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante (Sant 5, 16). La lectura orante de este libro hará que se cumplan en nosotros y en las personas por quienes intercederemos, lo que nos enseña el Catecismo cuando dice: “Las bendiciones divinas se manifiestan en acontecimientos maravillosos y salvadores” (CIC 1081).

Por último agregaría que, si te han resultado familiares algunos de estos síntomas de falta de armonía personal o interrelacional que he mencionado en los párrafos anteriores, o si los recuerdos no te dejan vivir plenamente y en paz, entonces este libro ha llegado a tus manos en el momento justo, con un propósito de parte de Dios para tu vida, ya que puedes estar necesitando conocer o profundizar, el poder de la oración, como un medio para que Dios te vaya bendiciendo con sanación interior y familiar; y para que tú también puedas orar eficazmente, por quienes necesitan un milagro en sus vidas.


Sanación de los recuerdos

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