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A menudo, entre los agricultores se entablan grandes debates sobre diferentes criterios y métodos para cuidar las plantas. Tipos de sustrato, optimizadores de compost, productos para combatir enfermedades, sustancias para mejorar la nutrición, formas de trabajar la tierra, horarios de riego. Cada abordaje teórico tiene su correlato en la práctica. Lo llamativo es que, muchas veces, estas prácticas no son solo diferentes entre sí, sino, muchas veces, incluso antagónicas. Unos dicen que al trasplantar hay que podar; otros, que no hace falta. Unos dicen que regar al mediodía quema las plantas; otros, que ese riego es fundamental. Hay quienes tutoran los tomates y quienes los dejan reptar. Tenemos agricultores orgánicos, biodinámicos, científico-químicos, naturales, tradicionales… Y todos estos criterios antagónicos esgrimen el mismo argumento: ser los únicos que están en sintonía con la naturaleza.

El maestro Masanobu Fukuoka1 nos da la respuesta a esta paradoja al afirmar que el hombre es incapaz de entender plenamente sus procesos y, por ello, todas nuestras intervenciones que hagamos sobre la naturaleza son limitadas. Las plantas nacen, crecen y mueren sin pedir ni preguntar.

El hombre, sin embargo, intoxicado por su sensación de omnipotencia, no se resigna y, una y otra vez, intenta dominarla. Con una expectativa concreta y aplicando un criterio particular, le fija objetivos a los procesos naturales a través de la labor cultural que ejerce sobre ella. Necesita lograr previsibilidad y, por lo tanto, un mayor rendimiento y productividad para su propio beneficio.

Cuando, luego de su intervención, el agricultor reconoce los cambios esperados, supone que fue a causa de su labor y la repite, con el mismo criterio y esperando idéntico resultado. Sin embargo, la segunda vez, esta nueva labor muchas veces no produce el mismo efecto, entonces devienen el desconcierto y la frustración.

A continuación un esquema para clarificar este embrollo:


¿Qué es lo que pasa realmente? ¿Podemos ser tan androcéntricos para creer que nuestra labor cultural fue la única variable? Efectivamente, es nuestro propio ímpetu el que nos desorienta. Embriagarnos con nuestras expectativas, prácticas y criterios nos enceguece y nos aleja de lo esencial: la naturaleza puede más. Más allá de nuestra influencia, las plantas crecen o no crecen. Solas.

1 Masanobu Fukoka fue el creador del concepto de agricultura natural (Japón, 1913-2008)

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