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Recuperando el paraíso

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La naturaleza, para el hombre, siempre tuvo un lugar privilegiado. Sin ir más lejos, el mismo Edén en muchas culturas fue representado como un vergel. Pensemos por ejemplo en el Paraíso de Adán y Eva, en los jardines de los templos orientales o en los oasis de los árabes. Desde siempre hemos sentido la necesidad de disfrutar y, muchas veces, de co-crear bellos espacios naturales, casi como artífices, nosotros mismos, de la Creación.

El Génesis, sin embargo, cuenta que el ser humano, que vivía en ese idílico entorno, pronto tuvo que marcharse. Esta historia está cargada de profundo sentido simbólico, hasta profético. Porque… nuestro modelo actual de economía ¿no está alejándonos aún más de lo que nos queda? ¿No nos estamos expulsando por segunda vez del Edén? ¿No estamos devastando nosotros mismos este mundo que tenemos? ¿Adónde han ido tantos peces, tantos animales, las frutas, el agua pura? Todo lo que nos fue dado con generosidad, ¿hoy dónde habita? ¿Es acaso lo que está en venta en los supermercados? Ni siquiera... por los procesos industriales de producción, las frutas y las verduras fueron perdiendo muchas de sus propiedades organolépticas, como el sabor, la textura, el aroma, la forma o el color que las definía. Hasta tal punto las perdieron –y nosotros, la sensibilidad para disfrutarlas– que hoy, cuando nos reencontramos con algunas de estas características de los alimentos naturales, nos parecen extrañas.

El reconocimiento y disfrute de los alimentos naturales tiene que ver con el placer y, por lo tanto, con la salud. También con volver al origen, a las fuentes. Imaginen un niño acostumbrado a comer caramelos de frutilla. Cuando coma una frutilla verdadera en su justo punto de maduración, es probable que no la reconozca como tal. Por lo tanto, la frutilla… ¿qué gusto tiene? Lo mismo pasa entre la rúcula de hoja madura recién cosechada y la que se vende en las verdulerías del circuito comercial: son tan distintas que, alguien acostumbrado a comer la comercial, es probable que no llegue a reconocerla. O con la zanahoria: ¿sabían que la zanahoria anaranjada es un invento del siglo XVI, de la casa real holandesa de Orange, para que el color de sus zanahorias combinaran con su nombre? También existen las púrpuras, amarillas, verdes, negras…

Ya sea a través de un jardín ornamental o con un pequeño huerto, nos resulta imperioso recuperar nuestra propia experiencia vital sin etiquetas. Por eso creemos que los jardines urbanos son nuestro refugio, un sitio que nos brinda / paraíso bienestar. Un espacio saludable en el que intervienen todos nuestros sentidos y que también pueden ser fuente de nutrición.

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