Читать книгу Salto de tigre blanco - Gustavo Sainz - Страница 10

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2. Dragón agazapado

Yo escucho la voz de mi hermana que murió cuando yo tenía nueve años. No había vuelto a oírla, pero estaba allí cuando me abandonó mi amante. Mi amante curiosamente tenía el mismo nombre que mi hermana. Tuve una fiebre cerebral ¿se dice así? Deliraba y veía arañas y cucarachas por todas partes, mis amigos se convertían en alacranes o ciempiés. En mi familia nunca se hablaba de mi hermana desaparecida. No exhibíamos ninguna fotografía de ella, no señalábamos ningún aniversario, inclusive, y de ahí mi culpa, quizás, nunca fuimos al panteón a visitar su tumba, al menos abiertamente. Y mi hermana comenzó a consolarme por el dolor que me causaba la separación… Cuando camino la oigo claramente, antes de dormir, al despertar, y siempre es dulce y solidaria, y comprensiva y muy, muy cariñosa…

Yo trataba de no amarlo. Pero en el fondo deseaba desesperadamente amarlo y que me amase, deseaba entenderlo y que me comprendiese, deseaba sentirme protegida a su lado. Entonces viví en la contradicción, viví reprimiendo mi más puro deseo, mi más antiguo y caro deseo. Es lógico entonces que Ninguno, una vez lejos, me produjera ese rencor no confesado, ese deseo de no verlo ya nunca, nunca… Y si no me permití amar a Ninguno, mucho menos me permitiría amar a Anónimo, a Cualquiera o a Zutano… No, nunca. Eran la muestra, eran la prueba tangible de que no necesitaba a Ninguno. Sólo eso, solamente eso. ¿Y Alguno? (Todo este palabrerío para tratar de entender qué es lo que despierta en mí.) Alguno me pide lo contrario. Alguno me pide que acepte su amor, que me decida ya a amarlo o ser solamente su amiga. Pero no exige que yo lo ame. Me pide decidirme a intentarlo. Intentar amarlo. Intentar aceptar que desea tenerme a su lado muchos, muchos años. Y era esto, aparentemente tan sencillo… Me cuesta un grandísimo esfuerzo. Intentar amar. Decidir amar. Alguno, tengo miedo. Quiero amar. Es sólo que no me atrevo. Es como si me pidieran arrojarme a un abismo… Y sin embargo lo deseo con todas mis fuerzas. Amar. Decir te amo me parece algo tan lejano, tan imposible, tan irreal… ¿Podré decirlo alguna vez? Creo que sí. Si Alguno tiene la paciencia de esperar que logre vencer ese miedo que me domina. Alguno. Su presencia es tan dulce como un día soleado después de una larga temporada de lluvias. Tan dulce como el regreso a casa después de una larga ausencia. Tan dulce como la luz que pone fin al terror de la oscuridad. Alguno. Alguno, te necesito. Te necesito para volver a existir, a ser, te necesito para ser yo, yo de nuevo. Te necesito para salir del mar de dudas en que me debato. Te necesito para no temer esperar que el nuevo día aparezca. Te necesito, y es tan dulce advertir que necesito a otro ser, que me siento incompleta sin él… Quiero vivir, quiero amar,estar viva. Quiero sentir que existo, que no soy una sombra ni un fantasma, un ser irreal, una extranjera en la Tierra. Y este deseo de vivir, de olvidar todo lo pasado, de ver hacia delante, todo esto sucede gracias a Alguno. Querer vivir, sentir el sol, la lluvia, el viento, la noche… Todo ello porque te tengo a ti, porque existes tú. Tú: Alguno. Por primera vez no temeré dejar salir a la superficie mis sentimientos. Por primera vez intentaré con todas mis fuerzas amar… Amarte… Y eso me hace sentir maravillosamente viva…

Yo creo que todos los profetas de la vida erótica son falsos profetas porque cada pareja tiene que reinventar el sexo. Más que hacer el amor, inventarlo. En nuestra vida erótica la incertidumbre es delicia; la torpeza, pasión. Sólo el cínico conoce el futuro porque lo ha visto antes. Para el omnisciente, el sexo siempre es un problema (Adam Phillips: Monogamy 95)…

Yo cuando tengo la sensación de que nada tiene sentido, me cuelgo de Dios…

Yo fui al cine después del dentista. The Night Porter. Qué flaca está Charlotte Rampling y cómo me gusta Dick Bogard. Luego pasamos a cenar tamales a La flor de Lis. Mi ex me habló, como frecuentemente lo hace, de su hermana, que piensa o cree o está segura de que todos los jefes y todas las compañías tienen un solo propósito en la vida: explotarla a ella, a las secretarias en general, a los empleados en general y a ella en particular. Me cansa hablar de mi cuñada. No encuentro ningún punto de identificación con sus problemas.

Yo y mi compañero hablamos anoche durante largo rato del ámbito mítico y mágico religioso que vincula la vista, la sexualidad femenina y la compulsión de penetrar, digo descifrar, su enigma. Desde la antigüedad la mujer devoradora, llamada diosa y bruja, ha practicado el “mal de ojo”. La gorgona, un ser nocturno, vivía en cuevas. Su mirada era paralizante y tenía cualidades ofidias. Soledad tenía los mismos atributos. Los ojos verdes siempre han tenido fama por sus poderes hipnotizantes. Aura, la de Fuentes, tenía hermosos ojos verdes que ofrecían un paisaje que sólo el hombre podía adivinar y desear en la búsqueda de su ánima. Los hindúes han desarrollado danzas exquisitas, en las cuales la mujer baila con ojos elaboradamente pintados, dibujados en negro y rojo, colores traducidos como rose et noire en Histoire de l’oeil al referirse al pubis de Simone. La mirada cautivante, de rímel experto, es importantísima durante la danza. Mientras que los brazos de la bailarina y las manos tatuadas de negro hasta las uñas pintadas de rojo, simulan el movimiento de las serpientes. Los ritos copulativos entre Sabato, Soledad y Simone, sus amigos y el cura son parecidos a la cópula ritual en el tantrismo y el budismo antiguo. Un clásico ejemplo del Maharutti, el Rito Mayor Tántrico, es el Yab-Yum, tantas veces representado en el arte hindú, adonde el hombre y su Shakti, la Diosa, el principio femenino activo de la representación, se encuentran abrazados indisolublemente en una sagrada figura coital. La mujer, de características numinosas y sobrehumanas, es comparada a la serpiente. Entre las diosas tántricas, las terroríficas se manifestaban al devoto llevando cadáveres y partes anatómicas, en especial cráneos, a manera de ofrendas. Para adquirir la videncia mágica, el devoto se entregaba a la diosa desnuda que realizaba el acto sexual encima de un cadáver (Lojo de Bauer 557). En el misticismo cristiano ¿no eran los carmelitas, tanto como los jesuitas, los que practicaban ritos en los cuales blandían el cráneo como un memento mori? No es de extrañar que Simone y sus amigos se ataviaran con vestimentas clericales en su ronda española… Que el ojo se halle en la genitalia femenina, conocida como vesica piscis o sencillamente como el yoni, la antigua matriz del mundo y la puerta a la vida y al cielo, implica una inversión del simbolismo tradicional metafísico del órgano óptico. El ojo representa allí el reemplazo de lo intelectual por lo instintivo. El desplazamiento hacia abajo, del ojo a la genitalia, se basa en una arcaica ecuación metafórica y metonímica entre los dos. Jung consideraba el ojo como el modelo por excelencia del Mandala, símbolo del centro y la totalidad. El ojo, reflejo de la genitalia femenina en sí por su forma oval y sus atributos, ubicado en el sexo femenino, simboliza su reintegración a la fuente original… En fin, más tarde mi marido empezó a dibujar. Si escribo sobre esto me gustaría incluir sus dibujos…

Yo entiendo por desnudez un estado que predispone a la emoción sexual. Fenómeno histórico relativamente reciente, ya que hace quinientos años la desnudez, mucho más habitual que ahora, no era sinónimo de sexualidad…

Yo creo que el amor exige la entrega de la más íntima vulnerabilidad. Equipamos a alguien con los cuchillos más afilados, y nos desnudamos por completo. Luego lo invitamos a acercarse. ¿Qué hay de aterrador en ello? (Ackerman 18)…

Yo quería montar en bicicleta estática en rehabilitación… Necesito hacer ejercicio… Fui al Palenque a terminar de leer los reglamentos y se acercó Gorgonzola… Me habló de mi marido como si lo conociera… Me pareció amable… ¿Por qué?… Todos preguntan por qué… Le recité a O’Shaughnessy: I am tired of tears and laughter, of men who laugh and weep, of what may come hereafter for those who sow to reap… I am tired of days and hours, blown buds of barren flowers, desires and dreams and powers, and everything but sleep… Y dijo que sería mejor leer a Browning y ofreció traerme mañana una antología… Hablamos de cómo se le daría publicidad a un hospital como éste… Ofrecí ayudar más adelante, cuando me sienta mejor, si decido seguir viviendo… Debes vivir por tu marido y por tus hijos… No, sólo vivo por mí misma… Egoísta, me dijo… Tanta banalidad… Cuántas veces en mi vida he tenido este tipo de conversación banal… Mi mamá surge en todas mis conversaciones… En casi todas… Por favor mami, drop dead… Please, drop dead…Otra conversación solemne con otra enfermera gringa, bonita, de ojos verdes… Ya me fastidian las conversaciones solemnes… Hasta el gorro… Lechuga da gimnasia después de la clase de francés… Tengo que demostrarles todo lo fuerte y flexible que soy… A mi edad… Me cansé demasiado… Zanahoria me pregunta si quiero ir a mi cuarto o al Palenque… Prefiero bañarme… Hace días que no me baño… Excepto por los baños de esponjas que me dieron las enfermeras… No he tenido ganas de meterme bajo la regadera… Ahora pienso que debo lavarme el pelo, para por lo menos morirme con el pelo limpio… Pero no tengo ganas… Me vi el cuerpo en el espejo todo lleno de horribles marcas de agujas y moretones… Los hombros lastimados… ¿Agujas?… Los brazos amoratados… Las muñecas doloridas… La espalda llena de no sé qué salpullido… Marcas y cortadas en el cuello y en el pecho por agujas y sondas… En los muslos… Por todos lados… Me horrorizó verme así… En la regadera, con el agua caliente cayéndome en la espalda, me unté shampoo y comencé a llorar… Me bañé en mi propio llanto… Me pareció de pronto tan estúpido volverme a lavar el pelo y el cuerpo… Estaba llorando y quería estar muerta y me enfureció y angustió estar viva, teniendo que hacer de nuevo todas esas estupideces que había jurado ya no hacer nunca más… Langosta y una enfermera se metieron al baño a calmarme… Tenía espasmos de llanto… Me sacaron de la regadera y cerraron las llaves… Pero me sentí muy enojada, estaba furiosa, iracunda, violentamente furiosa y cuando lograron calmarme me sentí deprimida… Más tarde, o antes, sí, fue por la mañana, cuando estaba con Chocolate y Zanahoria y bajamos juntos al Palenque… Ahí conocimos a la mamá y la hermana de otra chica que ingresó hoy… Ah, sí… Resulta que su tía abuela era amiga íntima de mi tía Nopalitos, en Querétaro… Hace siglos que murió mi tía Nopalitos… La tía abuela le platicó a esta señora que les tomaba cincuenta y cinco días venir al Valle de México en diligencia… Me fui a acostar… Finalmente no hice bicicleta fija… Estoy cansada… ¿Qué estoy haciendo aquí costándole dinero y tiempo a la gente?… No vale la pena, de veras, no vale la pena… Para nada… Es una tontería… Si estuviera muerta, no habría tanto desperdicio de atención, de tiempo y dinero… Además ¿qué hay en el futuro?… Sea lo que sea no lo quiero… Que se quite… No me importa… Estoy cansada… Estoy muy cansada…

Yo le pregunté cuántos psicólogos se necesitan para cambiar un foco fundido. No supo qué contestar. “Sólo uno —le dije—, pero el foco fundido tiene que querer cambiar”…

Yo leí que hay besos salvajes, hambrientos, y besos divertidos. Y que hay besos emocionantes y suaves como una pluma de cacatúa. Y también que el acto sexual es la intimidad en grado extremo. Como dos protozoos que se engullen jugamos a devorarnos, a digerirnos, a amamantarnos, a beber los fluidos del otro, a meternos bajo la piel del otro. Al besarnos compartimos el aliento, abrimos para el amante la fortaleza sellada de nuestro cuerpo. Nos cobijamos bajo una cálida lluvia de besos. Bebemos el pozo de la boca del otro, abismados el uno en el otro (Morris 314).

Yo creo que los “escáners” revelan que no hay diferencia entre experimentar un hecho o imaginarlo. Entran en acción las mismas partes del cerebro.

Yo no puedo entender cómo la gente logra enamorarse tan rápido. Menos aún que esto comprendo cómo se puede hablar de “amor a primera vista” y cosas por el estilo. A mí me resulta tan, pero tan increíblemente difícil ya no digamos enamorarme, sino permanecer al lado de una misma persona unas cuantas horas… Ayer por ejemplo pasó Alguno por mí para ir al colegio; luego lo esperé a que saliera de una junta, y de ahí nos fuimos a comer a La Pérgola de Insurgentes Sur. Hasta entonces todo iba bien, yo estaba contenta de ir a su lado, de estar con él. Pero de pronto ocurren cosas en mi interior que no me explico, cosas como ésta: cuando acabamos de comer fuimos a Liverpool de Insurgentes a comprar algunos regalos para las ayudantes y secretarias de Alguno, sus satélites. Pesadilla y Cruda Matutina son sus ayudantes y ambas son amigas de Semana Santa, que es amigo mío. Bueno, pues Semana Santa me contó que Pesadilla era la amante de Alguno, y que según palabras del propio Alguno era “su desahogo sexual”. Y que Cruda Matutina era su novia o algo por el estilo, que quería llevársela a vivir con él, ay. Yo tenía todo este cuchicheo en la cabeza sin que Alguno lo supiera, por supuesto, y al elegir los regalos me preguntaba que sentiría Alguno por ellas. ¿Sería verdad todo lo que Semana Santa me había dicho? ¿Alguno deseaba de tal manera a Pesadilla? Y al mismo tiempo me repetía que no valía la pena preocuparme por esas tonterías, que era portarme como si tuviera dieciséis años. Pero no me atreví a pensar que ello no podía ser porque Alguno me quería a mí.No, definitivamente no puedo creerlo, no estoy segura de que Alguno me quiera. Él me lo repite y ya hemos hablado mucho de eso.Él dice que lo que sucede es que yo no quiero asumir el rol de pareja, que no quiero aceptar que él me quiera, y todo esto por miedo e inseguridad. Sí, sé que así puede ser, pero no estoy segura, no estoy segura de nada. Bueno, entonces me gustó un borreguito de lana bellísimo que tenía un zíper para cerrar una bolsita adonde guardar la piyama. Alguno inmediatamente lo quiso y yo pensé —me apena confesarlo, pero intento llegar al fondo de mí misma— que se lo daría a Pesadilla, para que Pesadilla pensara en él cada noche.Inmediatamente después de formular este pensamiento, me arrepentí de tenerlo. No era posible, me estaba atormentando, estaba absolutamente celosa. ¡Yo celosa! ¿Cómo era posible? Celosa como cualquier engendro de mujer Posesiva Aniquiladora Castrante…

Yo creo que la gente busca amor como si se tratara de una ciudad desconocida bajo las dunas el desierto. Allí el placer sería ley. Y las calles estarían flanqueadas de almohadones bordados y el sol nunca se pondría…

Yo supongo que para ustedes ya debe ser muy conocida la tradicional solidaridad entre el relato, la empresa libertina y el acto sexual. Obviamente calcados los tres sobre el esquema contractual de la ascención y caída…

Yo no voy a pensar en nada, eres mi amiga y prima, puedes contar conmigo.

Entonces el orgasmo sería el final, la culminación ¿verdad?

Así es.

Toda mi vida tuve deseos de conversar contigo sobre esto. ¿Sabes? Mi novio es demasiado bueno, paciente conmigo, pero en este tipo de asunto él sólo sabe aquello que él sabe… Para ser breve, desde que empezamos a salir nuestros encuentros son siempre iguales. Me muero de aflicción… ¿Qué va a pensar de mí?

No va a pensar nada, amiga.

Es que no siento nada.

¿Nada? ¿Nadita?

Nadita. Fíjate, una vez habíamos venido del aniversario de una amiga, él medio tomado, ay, Dios mío, qué difícil hablar de esto… Bueno, arrimó el dedo, no sé si por casualidad o adrede, y llegó a mi lugarcito, exactamente a mi lugarcito.

El clítoris, amiga, el clítoris.

Bueno, tú sabes lo que es ¿verdad? Entonces cuando él resbaló, estábamos acostados ¿no? Bueno, yo también estaba medio tomada y me aproveché y detuve la mano de él en mi clítoris, como dices tú. Fue la mejor vez. Pero después pasó. Creo que tiene pena de repetirlo. Yo también. Ah, si yo fuera hombre… Gané valor para contarte esto porque creía que la mujer que no sintiera nada en la vagina era anormal, pero leí en una revista que las mujeres lo sienten adonde yo lo siento. Qué alivio.

Mi querida prima ¿te acuerdas de Chinampina, aquella que se casó el mismo día que yo? Con diez años de casada todavía me escribe cosas como “aún sigo siendo un refrigerador”…

¿Diez años? ¿De veras?

No te asustes. Te voy a prestar un libro. Para quien tiene fe, Dios nos asiste, no lo olvides…

O el Diablo…

Yo subrayé porque el maestro pidió que subrayásemos. “E imagino entonces (aunque no es más que una imaginación) que la sexualidad, tal como nosotros la hablamos, y en tanto que la hablamos, es un producto de la opresión social, de la mala historia de los hombres. Un efecto de civilización… En suma.”

Yo terminé pensando en la mantis religiosa. Este animalito devora al macho durante o después de la cópula. Del mundo animal nace el comportamiento… ¿Han visto sus enormes ojos verdes?

Yo creo que con las sobras de todos los discursos… Con las sobras de todas las conversaciones, de todas las confesiones, se puede llegar a hacer novelas. Poesía en cambio no. Poesía es el núcleo. Aunque sería necesario tener paciencia y perseverancia con los recortes, con los fragmentos. Hay personas muy diestras que pueden hacer con ellos cestas, adornos, vitrales, collages, formas en fin que a su vez pueden dar lugar a núcleos nuevos. ¿Seré muy vanidoso? Es posible. Quiero llegar a ser un poeta importante y también quiero escribir una obra de teatro muy chistosa para que todo el mundo ría y quede exhausto. Y ya todos exhaustos será más fácil inducir ideas de solidaridad, tolerancia, camaradería y hasta amor ¿por qué no? Pero antes quiero que se mueran de risa. Sería necesario.

Yo me siento deprimido, harto, frustrado. Recapacito sobre esta derrota mientras riego el pasto, me visto sin bañarme y llevo a mi esposa a la Universidad y a la mayor de mis hijas a la escuela. Sigo autoflagelándome cuando voy con la más pequeña a diferentes compañías de crédito. Volvemos a casa. Casi al mediodía llama mi esposa y me regaña como mamá enojona porque no llevé el coche para que le cambiaran el parabrisas destrozado. ¿Por qué tendrá necesidad de gritarme, de erigirse en juez, en verdugo, en capataz? Hago una cita y, cuando llega la hora, voy con la pequeña y mientras hacen el trabajo nos sentamos en una cafetería y bebemos refrescos. Pago el deducible en efectivo y pasamos a una juguetería y al banco, pero no pago la letra del coche porque hay un gentío. De camino hacia la Universidad la pequeña se duerme y la cargo hasta mi oficina en el tercer piso. Afortunadamente pude estacionarme no demasiado lejos. Pero al llegar la niña se despertó, me pidió un chocolate y, cosa rara, no se puso de malhumor. Mi esposa se la llevó al Practicum. Mi malhumor debe venir de la junta a la que asistí poco después. Mangonean al jefe, lo manipulan, intrigan a-la-chita-callando. El jefe parece un lacayo de las feministas. Botan a los alumnos que yo apoyo, imponen su esquizofrénico plan de estudios. Al terminar esto, muy desagradable, pasamos al supermercado, recogemos a nuestra otra hija de casa de su amigo. Comemos bistés encebollados. La pequeña pidió cereal y luego lo aventaba como si fuera confeti. Me quedó muy mal sabor de la junta, la sensación de que ya no debo trabajar aquí. Quizás la náusea que siento es por la bilis derramada. Compramos el periódico y mi esposa lee la sección de empleos. Dice que quiere comprarse varias cosas y que necesita un trabajo extra ahora mismo. Grabo una película de Peter Cushing y Christopher Lee. Empiezo el mes con casi nada de dinero en el banco y menos aún en efectivo.

Yo dudo entre una cita de Martin Buber y otra de Carlo Emilio Gadda. “No hay Yo en sí, sólo existe el Yo de la palabra-prin-cipio Yo-Tú y el Yo de la palabra-principio Yo-aquello. Cuando el hombre dice Yo quiere decir lo uno o lo otro, Tú o Aquello.” Martin Buber: La vie en dialogue. O: “…el yo, yo… ¡El más asqueroso de todos los pronombres!… ¡Los pronombres! Son los piojos del pensamiento. Cuando el pensamiento tiene piojos, se rasca como todos los que tienen piojos…, y en las uñas, entonces…, se encuentran los pronombres, los pronombres personales…” Carlo Emilio Gadda: La cognizione del dolore. Voy a consultarlo con mi almohada, o en el Periférico, durante el largo camino a Ciudad Universitaria…

Yo estoy viendo un video cuando llega mi ex. Y cuando suena el timbre descubro que no estaba viéndolo, que en realidad todo este rato me la he pasado escuchándolo a él, su voz, sus reproches, sus palabras, algo así como tengo que entregar este proyecto el lunes, tengo que trabajar sábados y domingos y días de fiesta para mantenerlos a ustedes, bola de vagos, tú te puedes dar el lujo de descansar los fines de semana porque trabajas por sueldo, pero yo no puedo, yo tengo que trabajar todos los días de la semana hasta las dos de la mañana, nunca puedo descansar, no puedo darme ese lujo, no sé por qué además de mantenerte me pides que te dé mi precioso tiempo, quieres que encima te saque a pasear, te haga el amor, te dé masajes, te acompañe a tus insulsas diversiones, cenar con personas, pasear con los niños, ir de vacaciones a Manzanillo o a Acapulco, ir de viaje a New York o a Londres, esos son lujos que tú te puedes dar porque no tienes la responsabilidad que me cargas a mí, tú te puedes dar el lujo de dejar un trabajo cuando te aburre, irte de viaje, comprar lo que se te dé la gana, yo no puedo, yo tengo que trabajar noche y día para mantenerlos a ustedes, tú te puedes dar el lujo de comprar y comprar, lo que yo gasto en comida y en renta es más de lo que tú te has gastado en amueblar la casa de piso a techo varias veces, incluyendo absolutamente hasta el último tenedor, el último cuadro, la última sábana, en tu ropa y la de los chicos, en tus viajes y los de ellos, son lujos, no es necesario que viajen, no es necesario que gastes en cenas para invitar a gente a la casa, no es necesario que compres otra lavadora, otra estufa, otro aparato de televisión, gastas en lujos porque no quieres asumir la responsabilidad de pagar la hipoteca y la comida, que son gastos fijos, yo no estoy para pagar muñequitas de lujo, ¿que tú pagaste la renta, la comida y la escuela hace muchos años?, eso es historia antigua, lo pasado pasado, te gusta aventarme esas cosas, eres una chantajista, una consumada chantajista, nunca estás satisfecha con nada, ¿cómo puedes esperar que te haga el amor si siempre me estás agrediendo con lo que has hecho, lo que has gastado…?

Yo me pregunto quién inventó el corazón humano. Dímelo y muéstrame el lugar donde lo ahorcaron… (Lawrence Durrell: Justine)

¡Yo celosa! ¿Cómo era posible? Celosa como cualquier engendro de mujer Posesiva, Aniquiladora, Castrante… ¿Yo, yo era todo eso? No, no, una y mil veces no. Todo este conflicto aterrador —al menos para mí—, en mi interior, y Alguno ajeno por completo… Por fin decidí alejar de mi mente todo lo que con Pesadilla o Cruda Matutina se relacionara. Bueno, el caso es que Cruda Matutina ni siquiera me preocupaba ya. El conflicto me lo causaba Pesadilla. Luego, al envolver los regalos, una chica le comentó algo a Alguno y él sonrió interesado, y esto al mismo tiempo que yo le preguntaba algo. Alguno me contestó una verdadera estupidez, ajeno por completo a lo que yo hablaba. Un poco por rabia y un poco por chiste me retiré al otro lado de la mesa adonde envolvían. Alguno se rió, y la señorita, o la chica y una señora, no estoy segura, se fueron. Él se acercó a mí, me preguntó algo y le contesté que yo no lo conocía. ¡Otra vez actuando, en primer lugar, celosa, y en segundo, como adolescente neurótica! Decidí que estaba loca y me reí, hice chistes y por fin nos fuimos. Pasamos a la librería El Ágora. Cuando llegamos noté que un joven me observaba y me alejé de Alguno, deliberada, y esperé viendo libros a que se acercara el joven. Así fue. Me preguntó por un libro, luego dónde vivía, etc. Yo sabía que Alguno nos observaba, me despedí del desconocido y me acerqué a él. Y en medio de mis actitudes cada vez más pueriles, sentí que estábamos a mano. ¡Hazme favor! ¡A mano! ¿“A mano” de qué? Esto lo venía yo pensando cuando subimos a su coche, él en silencio, un poco raro… Entonces también del estúpido episodio de la librería me arrepentí. ¿Quería probarle algo a él y a mí misma? Y además quería probar ¿qué cosa? No sé, actuaba en nombre de mi terrible inseguridad. Llegamos a Canal 13, adonde iban a entrevistar a Alguno dentro de un programa vespertino. En el coche se suavizó la tensión, pues antes de bajarnos le enseñé mi cuaderno de la clase que tomo con él y le gustó. Nos besamos y llegamos al estudio muy contentos. Ahí se encontraba una señorita bastante guapa que Alguno rápidamente descubrió y se embebieron el uno con el otro, mientras yo me mantenía a distancia preguntándome ¿qué sentido tenía todo esto?, ¿qué hacía yo viendo cómo se desarrollaba el programa de alguien que ni siquiera tenía la intención de estar conmigo? Mi viejo y eterno deseo de huir se presentó, pero logré evitarlo. Terminó el programa. Decidimos ir al departamento de Alguno, donde al poco rato llegarían Luna de Miel y Cumpleaños. Luna de Miel me asusta. Es una señora de cincuenta y seis años, guapa, muy bien formada, que estuvo interna en un sanatorio porque es ninfómana. Quiere publicar su diario del sanatorio y Alguno y Cumpleaños le ayudan a organizar la redacción y estructura del libro. Alguno es la obsesión de Luna de Miel, se le ve en los ojos, en su actitud. Lo desea terriblemente. A mí me asusta al mismo tiempo que me atrae. Es un mundo desquiciado al que me gustaría asomarme, aunque temo quedar atrapada. A veces pienso que sería tan fácil perder la razón… Siento como si estuviera al borde un abismo, adonde me precipitaría al menor titubeo. Este titubeo podría ser Luna de Miel. Mientras hablaban, yo me esforzaba en concentrar mi atención en una serie de ilustraciones para cuentos de niños. Todas muy bellas, algunas que me remitían a mi infancia, cuando algunas noches mi mamá nos leía cuentos a mis hermanos y a mí. Todo esto no dejaba de resultar paradójico, casi surrealista: Luna de Miel hablando de sus terribles experiencias en el hospital psiquiátrico adonde quería acostarse con todos, y yo viendo, digamos, una hermosísima ilustración de La niña de las nieves. Me sentí desubicada, derrumbada. Retiré las láminas. Se fueron Luna de Miel y Cumpleaños, Alguno me abrazó. Yo estaba asustada. Mientras caminábamos adonde se hallaba el coche le dije que al día siguiente iría con Primavera a la exposición que se inauguraba en el Museo de Arte Moderno. Él se sorprendió. Dijo que como habíamos quedado en no vernos hasta el lunes, él había quedado de ir con Pesadilla. ¡Pesadilla, siempre Pesadilla! Ya todo aquello me había cansado. Estaba absolutamente cansada de lo que me producía Alguno. No tenía por qué atormentarme por nadie, que Alguno se quedara con Pesadilla. Yo ya estaba cansada de pensar “es cierto”, “no es cierto”, “tal vez”, “quizás”, ya. ¡Ya! Basta. Me envolví en la seguridad que me proporciona el silencio, en el aislamiento que sólo se logra con el silencio. Volví el rostro hacia otro lado, ya no quería nada de Alguno, de Pesadilla, de Luna de Miel, de todos los seres que en ese momento me parecieron irreales y odiosos, despreciables, enfermos. Mi expresión ha sido siempre un reflejo de lo que pienso. Alguno preguntó por qué estaba enojada. Sólo contesté que no lo estaba. No crucé además de eso más de dos o tres palabras con él. Le dije, cuando ya casi llegábamos a mi casa, que olvidara todo, que dejábamos el plan de vernos hasta el lunes. ¿Es berrinche?, me preguntó. No, es sólo que todo está muy complicado. ¿Por qué complicado? ¿No quieres que comamos juntos mañana? No, sólo quiero mi coche. Te alquilo uno si quieres, te lo mando a tu casa. No, de ninguna manera. ¿Por qué? De veras, no lo necesito. ¿Por qué no?, no te preocupes, no me cuesta, lo puedo deducir de los impuestos. No, gracias. Parece que estás enojada y muy enojada. No estoy, quedamos en eso, nos vemos el lunes, me hablas el domingo para ponernos de acuerdo… Estaba cortante, lo sé. Sé que lo desconcierto. Llegamos a mi casa. Evité que me diera un beso en la boca ladeando un poco la cabeza. Me besó en la mejilla. Sólo dije “adiós” y me alejé. Sentí la —no sé si— tristeza o desconcierto de Alguno. Me incliné antes de cerrar la puerta para preguntar la hora. Vi sus ojos: había una expresión ¿de reproche? No sé. Cerré la portezuela. Cuando abrí la reja de mi casa me llamó: ¡tus cassettes!… Los recogí y me incliné a besarlo en la boca. Me apresuré a entrar. Tuve un altercado con mi mamá por lo avanzado de la hora. Me desvestí a toda velocidad y me acosté. Lloré. Lloré porque no sé cómo existir, porque vivir me parece tremendamente difícil. No entiendo por qué la mayoría de la gente consigue existir sin problemas. Lloré porque no tengo la facilidad de decir te quiero. Porque no sé qué estoy haciendo en esta vida. Porque de pronto todo me parecía absurdo: tener un amante, una familia, ir a la escuela, soñar con una beca, Luna de Miel y su ninfomanía, Alguno y su no-sé-si-amante Pesadilla, mi piyama, que no hubiera agua, que tuviera una ampolla en un pie, que no pudiera llorar porque me oirían… Todo, todo era absurdo. Sólo tenía sentido irme a cualquier parte, lejos… Lejos de todo eso…

Yo creo que podemos ser ocasionalmente infieles, pero es imposible ser ocasionalmente monógamos. No se puede ser monógamo e infiel al mismo tiempo. No podemos ser uno o lo otro. Se mire por donde se mire, es una doble vida. Al escoger una, escogemos la posibilidad de las dos. Eso es auténtico compromiso…

Yo no lo entendí así. Él no hace sino soñar que todas las personas que conoce se han convertido en figuras de un juego de naipes, por lo tanto quizá de ese juego de naipes que él jugó en el extremo Norte. Esto es pues un ingreso en la serenidad de las formas, así es como preferiría llamarlo (yo). Él como yo-narrador. Él juega el juego del narrador. En un lugar dice “Yo soy el rey de la baraja española”, y es él por supuesto, un comodín en cuanto narrador. En realidad todas sus narraciones pretenden que la narración misma aparezca como heroína… Que la narración se convierta en juego, se disuelva, como si el narrador fuera un gran jugador… Lo único que resta en todo sentido, lo que a uno le queda a final de cuentas, es la pura narración. Se me ocurre esto porque es algo que le preocupa permanentemente. El narrar, el narrador, la narración, el narratario, la narratología… Los narradores semióticos, los extraficticios, los sujetos de la enunciación enunciada, los focalizadores, los metanarradores, las voces…

Yo creo que hay una edad en la que se olvidan de pronto todas las canciones… Siempre me la pasaba tarareando o simplemente recordando canciones… Cuando fui a Acapulco con mi joven amante traté de recordar canciones… Todo el camino quise recordar las canciones que tanto me han acompañado… Nada… Se fueron todas excepto dos. Strangers in the Night y Call me, don’t be afraid but just call me, maybe it’s late but just call me, call me and I’ll be around… Dormité… Soñé que estaba en un hotel elegante, acostada con la mano entre las piernas, muy bien vestida… Por todas partes había oro… Creo que yo misma estaba hecha de oro… Le pedí al botones que me trajera una muchacha bella y un trombón también de oro… Hacíamos algún juego de palabras que no puedo recordar porque parece que estaba hablando dormida, y entró una enfermera y se sentó a mi lado y se quedó conversando un buen rato… Le conté que en mi familia somos muy desorganizados pero muy felices… ¿Felices?

Yo no soy yo… aquí. Yo no soy yo en ningún lado. Sólo cuando leo, sólo cuando descubro una brizna de mí misma. ¿Qué busco? ¿Qué deseo de esta vida? Me siento absolutamente diferente a todos. No soy igual a nadie. Esto me produce una sensación de soledad. No sé qué hago en medio de todos los seres que me rodean. ¿De dónde vengo? ¿Adónde iré? Quiero respuestas. Quiero dejar de llorar. Quiero poder estar un día, un solo día sin conflictos, sin temor, sin tristeza. ¿Cómo existir? ¿Quién soy yo? ¿Por qué debo amar? ¿Por qué debo tener una amistad? ¿Por qué he de tener un hijo algún día? ¿Por qué he de buscar pareja? ¿Por qué vivo en una familia? ¿Por qué nací? ¿Nacer es una imposición? ¿Lo elegimos nosotros? ¿Moriré algún día? ¿O existiré después de esta vida? Hay sólo una vida. Debes vivirla como si cada segundo fuera el último. Es un clisé abominable como todos los clisés. ¿Pero quién dice que yo quiero vivir esta vida?

Yo recordé un perro y un marrano chillando en San Salvador o en Chiapas y lo mataron y vi el cuchillo sanguinolento, le salió sangre… Me amarraron las manos en el hospital como a un animal… San Salvador es un nombre absurdo… Chiapas es otro nombre absurdo… Tapachula es el nombre más absurdo de todos… Sentí afecto… Fuiste amable, papá, fue amable, en su biblioteca me dejó jugar con pegamento… Me pegué los dedos para que no me los cortaran… ¿Quién me los quería cortar? Ay, me agarré los genitales y te voy a cortar los dedos dijo ese viejo… O se lo dijo a mi hermano por masturbarse… Entonces fue mamá… Fue ella quien se lo decía a mi hermano… ¿Se lo habré dicho o no? ¿Qué me hizo ese viejo baboso?… Se abrió la bragueta y sacó su verga e hizo que se la tocara… Al año y medio una es muy chica, pero él podía tocar mi sexo aunque creo que no lo hizo… Sólo metió su verga entre mis dos manos… Acabo de sentir náusea… ¿Sería el cereal de ayer o el viejo ese?… Me movía mis manitas y luego eyaculaba… ¿Cuántas veces?… Tres o cuatro… Y luego me llevaba a pasear o me llevaba para casa… Me sentaba en sus piernas… Cuando me senté en las piernas de mi papá en Montevideo ya sabía lo que era una verga erecta… Me sentía incómoda… Y sabía lo que era una verga erecta cuando inflaba las cáscaras de los platanitos dominicos como si fuesen vergas… No era lo mismo la verga de mi hermano… Una verguita de niño… Yo ya sabía lo que era una verga de hombre…

Yo llegué al departamento y todo estaba en silencio. En el camino pensé fascinado en la belleza de Armonía. La jornada se fue muy rápido porque ella no tiene coche ni tendrá por un par de días. Al ir por ella y regresarla a casa la hago depender de mí y además la secuestro durante horas. Es increíble la cantidad de tiempo que hemos pasado juntos. Más de ocho horas cada vez que nos vemos. El amor, empiezo a creerlo, es básicamente un problema de tiempo. Me deslumbra Armonía. Añoro la perfección de sus senos y su vello púbico desplegado como una bandera pirata o un animalito agazapado. Advierto que una mujer es bella en la medida en que encarna las secretas aspiraciones de quien la mira. Imaginaba a una mujer perfecta y maravillosa que además respondiera a mis solicitudes y necesidades. Robert Benayoun en su Erotique du surréalisme, presenta esta necesidad ex nihilo: “Hombres de ciencia, poetas, filósofos han invocado a una Eva futura, dotada de seducciones deslumbradoras y poniendo en ellos de relieve, a la vez, una actitud circunspecta acerca de la inminencia de un posible matriarcado y esa eterna preocupación de volver perfectible su equipamiento sexual, de solicitar aunque fuera de la nada la compañera milagrosamente adecuada a sus dones y necesidades”… Sólo que en mi caso la mujer imaginaria, la mujer soñada, la mujer metafísica, se volvió milagrosamente real…

Yo le digo a mi profesor que quiero escribir algo sobre nuestro mundo de hoy. Y él que ha malentendido tantos libros, empieza a regañarme aseverando que “ya se ha dicho todo lo que se puede decir”, y luego remarca que “sin hablar ya del Eclesiastés, del hacedor de faustos ni del loco intérprete de Hamlet”, y peor, “no me interrumpa que no lo tolero”. Entonces me senté dispuesto a escucharlo. “¿Va a atesorar más sabiduría que Laotsé o hacer algo más cretino-erótico-superrealista que los Cantos de Maldoror? ¿Va usted a sondear a mayores profundidades y altitudes humanas los abismos y las cimas de los demonios de los hermanos Karamazov? ¿Va a poder ir en pos del tiempo fuera del tiempo-espacio a mayor velocidad que la de Proust, o azotar a la vida prisionera del espacio-tiempo con mayor encarnizamiento que en el Voyage au bout de la nuit? ¿Va usted a saber situar al hombre-descarrilado-en-una-sociedad-tortuosa mejor que el amante de Lady Chaterly lo sitúa en sus justas proporciones de animal viviente y pensante? ¿Sabe usted manejar las palabras más lúcidamente que Lenin, más naturalistamente que Zolá, más figuradamente que la Biblia? ¿Le será posible ser más solemne e infalible que el papa de Roma, más feérico e inmoral que Las mil y una noches, más celestial que la Imitación de Cristo, más astuto y sutil que el José Gorostiza que hizo Muerte sin fin, más trágico-rústico que Juan Rulfo? ¿Y acaso puede usted garabatear algo más sarnoso-incrédulo-pornográfico moderno que el Trópico de Cáncer? ¿O más miserabilista-romántico que Félix B. Caignet?”… Y como no parecía querer callar empecé: Es posible que sea imposible decir algo nuevo, profesor, pero sobre todo lo escrito se va posando el polvo de los tiempos, y por eso cavilo y acabo por creer que es bueno que cada 10 años venga otro y haga cruz-y-raya sobre todas las cosas viejas y vuelva a enunciar el-mundo-de-hoy con otras palabras…

Yo no estaba en casa cuando habló Ninguno, lo cual me pareció increíble, pues no hubiera sabido qué hacer, qué decirle. Está en México… Al día siguiente, o sea ayer, vi a Alguno. Después de hacer el amor, todavía abrazándolo, le platiqué que Ninguno me había llamado. En ese momento sentí una gran necesidad de contarle cómo había sido mi relación con él. Le conté la forma en que me humillaba —creo que no es otra la palabra— al decirme que yo no estaba nunca bien arreglada, que era fachosa, que no sabía sacarme partido, etcétera. Le conté que cada vez que salía con él me sentía terriblemente fea y absolutamente tonta… Yo era la niña más fea del planeta. Ninguno me hacía el favor de salir conmigo. Conmigo, que no era bonita ni inteligente, ni tenía dinero. ¡Y él salía conmigo! Sí, así de grotesco era todo a su lado. ¿Por qué no reaccioné? ¿Por qué nunca me pregunté que si yo no le gustaba cuál era el motivo para que saliéramos juntos durante más de dos años? ¿Por qué permití que me humillara? Todas estas interrogantes se las formulé a Alguno, y él —con la dulzura más infinita— me explicó que porque yo era muy, muy inexperta, me dejaba convertir en objeto dependiente de los caprichos del “poderoso”… Yo le conté que aun ahora me sorprende haber permitido todo eso… Era masoquista, sin duda… O empezaba a serlo… Pero escapé, escapé porque en el fonde de mí quedaba el profundo asco que merecen las uniones sádico-masoquistas-dependientes.

Ninguno, ¡cuánto rencor te guardo! Todo entre nosotros dos ha finalizado. Quiero mucho a Alguno. Me apena, me avergüenza terriblemente haber sido celosa el jueves. ¿Con qué derecho imagino a Alguno como un objeto que me pertenece? Tengo que vigilarme a mí misma, tengo que vigilar esas actitudes prestadas. No soy celosa, pues razono. Me parece perfectamente lógico y normal que Alguno vea a Pesadilla, que es su amiga y trabaja con él. Yo no tengo por qué oponerme a esa relación…

Yo te veo triste.

Es que estoy triste, muy deprimido. Lo estoy.

¿Por qué?

Estuve pensando ¿qué va a ser de mí si algo te pasa a ti?

¿Eso es un deseo?

No. Una justificación para consentir mi tristeza. Nunca estoy triste cuando estoy contigo.

Y qué me cuentas de esa vez que salí a la tienda y no pregunté si te podía traer algo.

Eso no era tristeza. Era irritación.

Si tú lo dices… ¿Quieres algo de la tienda? Acabamos de usar todas esas cosas francesas para hacer cosquillas.

Igual al Lubriderm.

¿No hay nada personal, sólo para ti, que tú quisieras?

Nada. Aunque estoy bastante ofendido porque no me pides que te acompañe.

Bueno, algunas veces me gusta estar solo.

De ida y vuelta a la tienda no conseguirás mucha soledad.

Ok, acompáñame, ven, vamos, ándale.

No, hoy no tengo ganas. Nunca.

¿De veras? Yo creo que te gusta hacerte del rogar…

Yo llamé por teléfono y me presenté como una colega. Con tono de gran urgencia pedí que me atendieran lo más pronto posible. Me citaron para el día siguiente y me presenté lo mejor arreglada que pude, aunque sin poder controlar mi angustia. Demandé la existencia de la doctora para luchar contra mis crisis de deshumanización. Sin signo anunciador alguno le dije, me invade una energía incalificable que me obliga a ponerme a correr en redondo en mi cuarto gritando sin parar y arrancándome mechones de cabello. Estas crisis duran entre un cuarto de hora y una hora, y terminan tan repentinamente como llegan, pero me dejan en un estado de postración acompañado de una sensación de extraña deshumanización. Las crisis comenzaron hace mes y medio. Al comienzo sólo se presentaron al atardecer o en la noche, cada cuatro o cinco días. Pero hacía dos semanas y por primera vez, una de estas crisis se me presentó un sábado por la mañana, y desde ese momento vivo con el temor de que eso se repita cuando ando en la calle o en el lugar donde trabajo. Hablé con el psiquiatra y me dijo que lo que tengo son crisis de histeria, y que se me quitarán con Librium. Me pone en un estado de rabia absoluto que me califiquen de neurótica. Eso es falso. Archifalso. Si a toda costa se quiere poner una etiqueta a mi problema, habría que hablar de defensas paranoicas ¿no cree usted? Lo malo es que no sé qué hacer para evitar estas crisis, y el miedo que tengo de que me sobrevengan en público me impide salir y obliga a vivir retraída, encerrada…

Yo creo que hay dos ideas dominantes sobre el cuerpo en El siglo de las luces. Una sería la del cuerpo que sufre los tormentos inevitables de la Revolución, y su escape momentáneo a esos errores mediante encuentros con parejas equivocadas. Y la otra sería la de las fuerzas primarias vistas en la sensualidad no inhibida de la vegetación salvaje (y la ceiba), el mar y el caracol, y la unión complementaria del hombre y la mujer, Esteban y Sofía. Esteban experimenta un estado místico en la selva adonde simbólicamente copula con la ceiba: “Una exaltación inexplicable, rara, profunda, alegraba a Esteban… Trepar a un árbol es una empresa personal que acaso no vuelva a repetirse nunca. Quien abraza a los altos pechos de un tronco, realiza una suerte de acto nupcial, desflorando un mundo secreto, jamás visto por otros hombres”. (Carpentier 157-158). Meditando en el caracol, Esteban entiende la unión entre el mar y el caracol. Sofía también aprende lo mismo del mar. Ella llega a representar para Esteban una diosa terrenal, virgen, madre y amante del hijo que ha creado. Sofía, como su tocaya gnóstica, es la intermediaria entre el alma del mundo y de las ideas o plenitud. Aunque tendría que pensar cómo acomodar esa escena con el varonil Billaud-Varennes escribiendo a la luz del candil, descamisado, y “cerca de él, echada sobre un camastro, la joven Brígida, desnuda, se abanicaba los pechos y los muslos con un número viejo de La décade philosophique” (Carpentier 201). ¿El cuerpo como ícono aireado por las ideologías? ¿Y esa otra imagen con Sofía, un amanecer? “Las palabras cobraban un peso nuevo. Lo ocurrido —lo no ocurrido— adquiría una dimensión enorme. Crujió la puerta y pintóse, sobre las luces de un verdoso amanecer, una forma humana que se alejaba lentamente, arrastrando las piernas, como agobiada. Sofía quedaba sola, llena de latidos, descabellada, entregada al desasosiego, con la impresión de haber salido de una prueba terrible. Su piel tenía un olor raro —acaso real, acaso imaginario— del que no lograba desprenderse: olor fosco, animal, al que ella misma no era ajena. Aumentó la claridad en su habitación. Junto a ella demoraba, en honduras, una presencia que había dejado marcada la huella de su cuerpo. La joven se dio a arreglar el lecho, manoteando a diestro y siniestro para que las plumas volvieran a hinchar la envoltura. Hecho esto, se sintió profundamente humillada; así debían arreglar sus camas las rameras —las de allá, del Arenal— luego de yacer con un desconocido. Y también las vírgenes roturadas, mancilladas, al despertar de sus nupcias. Lo peor había sido eso: ese arreglo, ese alisar, que tenía algo de complicidad, de aquiescencia; vergonzante reparo, secreto gesto de amante afanosa de borrar el desorden dejado por un abrazo” (Carpentier 54). ¿Destino del cuerpo femenino? ¿La humillación, la vergüenza, las heridas, las cicatrices, los recuerdos?

Yo creo que la “novela familiar” es una expresión que implica a un sujeto que inventó una familia y una historia…

Yo invité a Armonía a la inauguración de una exposición en el Palacio de Bellas Artes y no quiso. Salí poco después, ella detrás de mí. Le dije ya en el estacionamiento de la Facultad: ¿Quieres que te despierte mañana en la mañana? Como quieras, refunfuñó. Se supone que debo llamarla todos los días porque no le gusta tener reloj despertador. Le hice notar que no entendía su malhumor. Iniciamos un conato de discusión y de pronto ambos estamos alzando la voz y yo decido cortar la situación, di media vuelta, rodeé el coche, me subí y la dejé hablando. ¿Por qué te enojas?, grita, hambrienta de atención. Voy a esperar que llegues a la sensatez, murmuro. Era tarde y tenía que manejar hasta el Palacio de Bellas Artes. En la exposición un cuadro destacaba muchísimo, La femme affamé, de Roberto Matta. El rostro de una mujer aparecía allí como una inmensa mandíbula-vagina ornada de colmillos puntiagudos. Su lengua salía y tenía la forma y redondez de un pene erecto también provisto de colmillos. Alterno con muchos conocidos y me bebo un par de whiskys. Me ofrezco a llevar a una amiga pintora a su casa rechazando una invitación para visitar a Darmesteter y Metadesedeusis que conmemoran hoy la muerte de la desaparecida Riqueza Idiomática. Mi amiga pintora me pregunta por Armonía y yo le hablo entusiasmado de ella. Después pregunta con picardía: ¿Y Antítesis? La entrega total, la furia, los malhumores constantes de Antítesis por una parte, y por la otra los silencios, las incertidumbres, la reticencia, los temores, los conflictos de clase, la novela familiar y la belleza absoluta, icónica, deslumbrante de Armonía. ¿Fin de siglo? No, de todos los tiempos. En ella la Belleza, la obra de la Belleza y la criatura de la Belleza coincidían. Y yo entre ambas, descoyuntado y nervioso…

Yo no sabía qué decir o qué hacer… No había visto a mi marido en dos días porque la noche anterior me quedé dormida y no quisieron despertarme… Camambert estaba sentado cerca de la cama cuando entró mi marido con ambas manos extendidas y una sonrisa y me dijo: Hola, doña… Por un instante no supe qué decir o qué hacer, pero de repente yo también extendí las manos y lo abracé… Hola, querido… Le pedí a Camambert que se fuera… Lloramos un poco y nos abrazamos otra vez y me besó en la mejilla y yo a él y luego acarició mis manos y yo le acaricié la cara… Era tan conocida y nueva a la vez… Hablamos del pasado, de lo que hice y de lo que no hice, de la casa, de los hijos, de mi soledad y de su soledad… Le dije que tenía poquísimos amigos, porque él creía que yo tenía muchísimos amigos y amigas, pero no los pude contar ni con los dedos de una mano… Le hablé de mi necesidad de compañía y de mi necesidad sexual, y me dijo que él no necesitaba compañía porque en el campo o cualquier lugar sentía que formaba parte de un gran conjunto, y que sexualmente era muy inseguro y fácilmente se hacía impotente, que era más que sensible a problemas emocionales a este respecto… Nos reímos de muchas cosas, por ejemplo de mi cuestionamiento permanente al valor de la vida… Me dijo que debería vivir por él y por los hijos, pero le dije que no podía, que tendría que ser por mí… Que sólo así yo podría aceptar vivir, si quiero vivir yo, si estoy de acuerdo en que me gusta la vida de nuevo… Eso es lo único que me importa… Dijo que me comprendía… Hablamos de la necesidad de mantener cierta independencia, cierto territorio particular para cada quien… De la forma que hemos invadido esos territorios… Nos acariciamos todo el tiempo… Sentí gran amor por él… Gran amor… Diferente a antes, cuando lo quería a chorros… Quizás ocurra ahora que por primera vez seamos amigos… Posiblemente esto, o lo otro, o lo demás… No sé… Sólo sé dos cosas… No, tres… Primera: No sé si voy a encontrar una buena razón para seguir viviendo… Llevo aquí un buen tiempo y todavía no me acerco a una respuesta… Segunda: No sé cómo serían las nuevas relaciones cotidianas con mi marido… Por el momento sé que lo quiero y me llena de alegría saber que está allí cerca, a mi alcance… Tercera y última: Sé que a mis hijos los emocionó mucho el reencuentro entre su padre y yo… Después de todo somos entes tan primitivos y elementales, que actos pequeñísimos como un abrazo o un rechazo pueden afectarnos de vida o muerte… ¿Valdrá la pena luchar por la supervivencia de un ser tan primitivo como el humano?

Yo fui a Oaxaca para asistir a una cita con la Muerte. La Muerte tiene una relación muy íntima con el Amor. La Muerte me habla en francés o en alemán y por eso me han hecho pasar por loco. Todo el mundo. Cuando dije que era víctima de acontecimientos sobrenaturales relacionados con la magia negra. Sobre todo entonces. Además me dejé robar mi pasaporte, y en la Delegación hacían pasar a todo mundo antes que a mí. Yo dormía en los bancos, frente al Consulado. No me dejaban regresar a casa y no tenía qué comer. Todo esto a causa de la magia negra. ¿Saben? La magia utiliza los cabellos y ciertos hechizos… La alquimia es la cocina de los dioses. Ellos creen que hacen eso para hacer el bien. Yo he pasado por situaciones que me han quebrado la cabeza. Me advirtieron telepáticamente de eso con sonidos tan agudos que nadie más los podía oír. En Oaxaca viví momentos que mi padre ya me había contado. Creí que mi padre lo sabía todo, pero no era cierto, no sabía nada. Lo que he vivido en mis siete vidas… Luces, dibujos en el cielo, los bosques que hablaban en un lenguaje tan extraño, pero que yo podía comprender… Los otomíes brotamos del árbol de la vida, además es sabido que tenemos cabeza de madera, tenemos la cabeza dura. Ustedes saben, no se les puede hacer creer cualquier cosa… Lo que ustedes llaman la realidad… Hay otra muy diferente… Se dice que es sobrenatural… Pero no es verdad. Yo estoy esperando la llegada de la Muerte. No debe tardar.

Yo descubrí que sola tengo un centro de gravedad diferente del que las personas que mantienen una relación…

Yo estoy nuevamente hundida en esta desesperante agonía que es mi tristeza. Me hundo, irremediablemente me hundo. Algo me impide salir a la superficie, es en vano luchar. Y es en vano llorar. No he cambiado. No lo he superado. Mi tristeza sólo tiene un nombre: Ninguno. Mi inseguridad y mis miedos y mis fantasmas sólo tienen un origen: Ninguno. ¡Ninguno! ¡Ninguno! ¡Ninguno! ¡Siempre presente en mi vida! ¡Por Dios! ¡Estoy desesperada y mi angustia es aún mayor cuando reparo en que he estado tratando todo el tiempo de engañarme! Me he ocultado a mí misma mis propios sentimientos. ¿Qué significa Ninguno en mi vida? Esta respuesta podría resumir los últimos tres años de mi biografía. ¿Es acaso que lo amo? ¿Es eso? ¡Contesta por amor de Dios! ¡Contesta de una vez! ¡Admite la verdad! ¡No trates de engañarte! ¿Lo amas? ¿Lo que deseas en esta vida es pasar todo el tiempo a su lado? ¿Amarlo para siempre? ¿Tener hijos suyos? No lo sé. ¿Cómo saberlo? Lo único que acierto a hacer es pensar en Alguno. Alguno es como mi punto de referencia en una tempestad, como la luz que indica el camino. Pero me pregunto: ¿es justo? ¿Es justo utilizar a Alguno para salir adelante? No, lo que es peor: ni siquiera sé si esto es utilizarlo. Además ¿soy incapaz de superarlo por mí misma? ¿Cómo puedo ser tan desquiciantemente indefensa? ¿Soy acaso un ser débil? Es despreciable ser débil. No quiero. Quiero ser fuerte. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué esta tristeza?

Yo quiero ser cazador de volapiuk. Sabueso de jerigonzas. Sinólogo del francés. Glotón del vocabulario, la sintaxis y las figuras. Quiero zamparme todas las golosinas y engullir como un ogro. De ese género que le dicen “literario”, pero de la variante tragona de la letra. Letratracándose. Lexicólatra…. (Serge André).

Yo creo, al contrario de lo que Freud podía pensar en 1909, que no es el escritor quien prolonga el sueño, y por lo tanto el dormir. De ello se encarga el discurso del mundo…

Yo creo que el perfume de mi ex me devuelve a una antigua realidad. Su sonrisa. Eran las ocho y primero fuimos a merendar al Denny’s y luego a ver Los tres días del Cóndor. Encontramos a Guan Yin y Grendel y a Renenet y amigos. La película fue larga pero entretenida y regresamos como al cuarto para la una. Al llegar a casa el doctor Guenechen iba en esos momentos caminando por la calle empedrada y nos saludó tan amable y sonriente como siempre. Me preguntó si me había divertido y le dije lo que habíamos hecho, pero sintiéndome como niña que le explica a su papá que fue al cine cuando en realidad se fue a acostar con su novio o a bailar o a besarse… ¿Por qué tengo sentimientos de culpa aun por cosas que no he hecho?… Al despedirnos mi ex me dijo que mañana no sabe si puede verme, que tiene que terminar un trabajo… ¿Para qué darle vueltas al asunto? ¿Acaso no he vivido los últimos veinticinco años oyendo las mil y una variaciones sobre este mismo tema? Bach y las variaciones Goldberg…

Yo tenía dos días de nacida cuando dejamos la clínica y mi madre me llevó a casa. Lo sé porque muchas veces me lo han contado. Recuerdo perfectamente que me pusieron en una cuna con barandales de latón, y recuerdo con precisión aterradora cuando abría los ojos por las noches y veía la nada. Estoy segura de que cuando mamaba debía de amar tanto el pecho que quería tragar lo máximo, y por eso, recuerdo, me atragantaba, porque tragaba torcida. Puedo recuperar el miedo de sofocación.

Yo recuerdo lo que experimentaba cuando mojaba mis pañales y mi padre tardaba en cambiarme. Cuando permanecía mojada tenía la sensación del cuerpo de otro bebé pegado a mí, y me ponía a gritar porque tenía miedo de que, cuando me lo quitaran, mi piel quedara pegada a la suya, y yo totalmente desollada… Me recuerdo a mí misma, de niña, sentada en la bacinica. Recuerdo mis sensaciones del esfínter anal, mi miedo a perder un pedazo de mi cuerpo, el placer experimentado cuando el esfínter se volvía a cerrar y recobraba la seguridad de la unidad de mi cuerpo…

Yo había decidido no ver a Ninguno. Me negué cuatro veces a hablar con él. Pero a la quinta llamada contesté yo. Fue agradable oír de nuevo su voz, su entonación… Fue agradable la agilidad de nuestra conversación, fue agradable el afecto que nos mostramos casi sin poder admitirlo. No pude negarme a verlo. Hoy lo vi. Cuatro meses sin vernos. Lo primero que noté fue que se había dejado crecer el bigote. Se veía raro… Me gustaba y no me gustaba. Dimos una vuelta por Paseo de la Reforma. Llegamos hasta el Centro. Regresamos y nos detuvimos en la Zona Rosa. Platicábamos… Me enteré de que no haría el doctorado en los Estados Unidos, que deseaba trabajar y sobre todo permanecer cerca de su familia. ¡Claro! Mi buen amigo Ninguno, incapaz de permanecer alejado de su familia… Bromeamos. Le dije que le aseguraba que él acabaría casado con la mejor amiga de su hermana. Estaba todo cerrado. Fuimos a su departamento en las Lomas. Otra vez ahí… El sofá, la alfombra, el cuadro de los veleros, la grabadora… Todo lo reconocía. Caímos en el sofá. Nos abrazamos. Ahora también lo reconocía a él. Su cuerpo. Su olor… El color de sus ojos. Todo era evocador. Ninguno me deseaba. Quería que hiciéramos el amor. Y yo también lo deseaba. Con todas mis fuerzas. Y sin embargo no lo hice. ¿Por qué? Numerosos motivos. Primero: he hecho el amor varias veces con Alguno y aún no me baja la menstruación. Tuve el absurdo temor de acostarme con Ninguno y quedar embarazada y entonces no saber si me habría embarazado Alguno o Ninguno. Segundo motivo: el temor —grande y absoluto— del comentario de Ninguno acerca del color de mi piel (últimamente no he podido asolearme). Tercer motivo: ¿y después? ¿Empezar otra vez con todo? Tenía que pensarlo. Insistí en irme. Ninguno no quería dejarme escapar. Deseaba permanecer a mi lado. Me fui. Contra toda mi voluntad, me fui… Al despedirnos le pregunté la fecha de su regreso —se iba a Acapulco—, y me contestó que ya no regresaría. Nos reímos. Le dije que si quería me llamase… Lo dije con absoluta desesperanza. Quería pedirles a los cielos, a las estrellas, a los árboles, que se confabulasen para que Ninguno me volviera a llamar. ¡Por favor! ¡Por favor! Me fui. Fue como si dejase atrás algo muy querido. Me sentí triste. Tuve miedo. ¿Me hablaría? Recordé partes de nuestra conversación. Le dije que no estaba muy convencida de la fidelidad como valor… Hablábamos de la fidelidad dentro del matrimonio… El contestó que mi vida entonces se iba a convertir en un caos. Dudé. Por todos los cielos que dudé. ¿Quién tenía la razón? ¿Él o yo? ¿En verdad mi vida se convertiría —si aún no lo era— en un caos? Me asusté. No estaba segura de nada. No estoy segura de nada. ¿Qué voy a hacer? ¿Y si me habla? ¿Lo veré? ¿Volveremos a ser amantes? ¿Y Alguno? Sólo deseo desesperadamente que se presente mi menstruación. Menstruar es sinónimo de libertad. Libre. ¡Libre! Poder ser árbitro de mi destino. El martes debe bajarme. El martes. Son 28 días, pero puede bajarme hasta el 29 o el 30. Ojalá menstrúe lo antes posible. Por favor… Estoy tan asustada que no puedo dejar de escribir. Tengo mucho miedo. No sé cómo existir. No sé. ¿Qué hago yo viviendo en el planeta Tierra, en el país México, en el siglo xx, con veinte años de edad, hija de familia aunque de padres divorciados, qué cosa estoy haciendo en esta vida? ¿De dónde vengo? ¿Por qué me siento tan extraña a todo? ¿Quién soy? ¿Yo soy? ¿Soy? ¿Es necesario ser? ¿Vale la pena?

Yo acabo de regresar de la Procuraduría del Consumidor adonde intentaron demostrar tan meliflua como inútilmente su eficacia. Pasé a la Librería Hamburgo y luego a la Biblioteca Franklin. Allí conseguí tres películas prestadas y luego llamé a Armonía, a quien encontré contenta, esperando que le devolvieran su coche, asustada porque el sábado se le trabó la mandíbula después de un bostezo y le tomó más de una hora lograr destrabársela. Contenta porque leyó a Clarice Lispector y se identificó con muchos pasajes de El aprendizaje o El libro de los placeres… Antítesis vino a comer el sábado y con Gerundio fuimos al Palacio de Hierro a comprar un nuevo tocadiscos, y de allí paseamos por diferentes galerías de arte y librerías. El domingo visitamos a unos amigos y pasamos un buen rato en un Open House y luego nos fuimos a comer a un restorán argentino de primera llamado Las Espadas. Vimos en la Cineteca la nueva película de John Huston, y luego fuimos a dejar a cada quien a su casa como camión de escuela. Antítesis tuvo que ir a pagar el sanatorio por las curaciones que le hicieron a su sobrina, un verdadero capital. Su padre le pidió dinero prestado y le dio unos papeles para retirar un fideicomiso, pero esos papeles se volvieron improcedentes, pues según la primera de sus cláusulas, había que haber solicitado el retiro de esos fondos por escrito y cuarenta y ocho horas antes de su vencimiento, que fue hace trece días. Como consuelo le compro cinco cassettes de heavy-rock a Antítesis, fascinado como siempre por su pasión al hacer el amor, como si le fuera en ello algo que a mí no, como si supiera algo que yo no, como si sintiera algo que yo tampoco, como si fuera la única y última vez que lo hiciéramos y estuviera consciente de ello, desesperada y voluptuosa. “Con pulsaciones bárbaras…” (Mansour). El cielo afuera oscuro, bajo, amenazador.

Yo se lo aseguro, Madame. Si engendráramos un corazón en un plato, diría “Amor” y se retorcería como la pata amputada de una rana… (Djuna Barnes).

Yo creo que nosotros dos somos los únicos que sabemos. Digo, en todos sus detalles. Me refiero a la cadena de acontecimientos inmediatamente anteriores a la recuperación del ahogado rey Ludwig de Baviera, quien apretaba fuertemente en sus brazos a su tontamente audaz e igualmente ahogado médico…

Por favor, ningún personaje.

Algunos sabios piensan una cosa y otros otra, y por lo menos uno tiene una actitud más abierta. ¿Oíste?

¿Qué?

Eso, muy lejos, es horrendo. Parecía un grito de dolor.

Yo quiero atar a Richard Wagner a una dorada palmera de dátiles…

Cállate, La Gioconda ya comenzó…

No vayas a caer en agitación catatónica…

Vamos a subir al escenario. Me gustaría actuar con la soprano en una interpretación excitante de ¡Suicidio!

…in questi

Fieri momenti

Ultima croce

Del mio cammin

Mira, ese cuidador nos está viendo feo.

Mándalo a la chingada…

Eh, tú, vete muy lejos, vete mucho, mucho más lejos de lo que están Fariloni, Capri y los sostenidos…

Ah, acuérdate que tenemos que mandarle los calamares y los erizos de mar a Carroña y Escarnio…

Yo escribo con letra de imprenta en el pizarrón. “Soy tu yo mismo, yo, soy tú, yo mío”. ¿De quién es esta cita?, pregunto, pero sin esperar ninguna respuesta luego de un par de minutos anoto parsimoniosamente renglón abajo: “Vicente Aleixandre: Blancura”.

Yo no puedo dormir… Me duele mucho la garganta… Me levanté para pedir algo que me calmara el dolor… También estaban levantados Mermelada, Langosta y Zanahoria… Nos acompañó una enfermera al salón verde, al salón de la televisión, y hablamos durante una hora o más… Mermelada dijo que trató de ahogarse en la regadera con su cinturón… Langosta contó que estuvo internado cinco veces en un sanatorio psiquiátrico, un mes cada vez, y que cada vez salía a drogarse de nuevo… Cree que esta experiencia es diferente y que se puede curar… Ya lleva aquí dos meses… Dice que cuando toma drogas siente una sensación como de burbujeo por todo su cuerpo… Es fácil calmar a Langosta… No entiendo cómo es que su papá y su mamá no han encontrado la manera de hacerlo… Unas palmaditas en la espalda, pasarle la mano unas cuántas veces por la cabeza… ¿A quién no le gusta eso?… ¿Qué buscaban todos estos chicos con la droga?… Quién sabe… Me agrada Mermelada, es sensata… Zanahoria recuerda la angustia que sintió a la edad de trece años al escalar una montaña en Suiza… Iba en un grupo y de pronto los perdió a todos… Gritaba y nadie lo oía… Por fin lo encontraron, pero recuerda la desesperación, el miedo, la soledad que se le venía encima…

Yo tengo que desarrollar el tema del cuerpo en Abbadón, el exterminador. No debo dejar pasar un día más. El cuerpo en esta extraña novela tiene que ver más que nada con la relatividad. El cuerpo sería relativo al fantasma como la materia es relativa a la energía. Los científicos han demostrado esta segunda pareja de contrapartes. Sabato indaga en los túneles que comunican el cuerpo con su opuesto: el fantasma como realidad, como presencia, pero al mismo tiempo como negación del cuerpo. El trabajo de Sabato es el manifiesto de la relatividad humana… Posiblemente…

Yo descansé un poco y poseí a Armonía de nuevo, de espaldas y en cuclillas y, en cuanto sentí que ella terminaba, eyaculé sobre su columna vertebral otra vez apoteósicamente. Me urgió a vestirme. Hablamos un buen rato en la sala de lo orgulloso que me siento a su lado, del sabor de su saliva, de sus pezones, de su piel. Le dije que por fin entendía los dibujos de Clovis Trouille, que pone rosas en el lugar de los senos y en el sexo de las mujeres. Salimos a la Galería Pecanins y en el camino discutimos sobre fidelidad. Ella se enoja, dice que todos los hombres somos igualmente infieles y que prefiere no querer a ninguno. Pero si el amor no es posesión. Quizás necesitamos otras experiencias para valorar mejor. Dicen que el matrimonio es eterno y que si hay divorcio o separación es que no era un verdadero matrimonio. En vez de divorcio debería decirse des-matrimonio… Pero la discusión se interrumpió. Nos encontramos a varios pintores y alternamos con ellos un rato, pero nos cansamos y nos despedimos pronto, y continuamos nuestra conversación con mayor brío. Opino que se puede ser fiel por un periodo de tiempo grande o chico, pero que hay quien dice que eso va contra la naturaleza. Pero Armonía se enrojece, se desespera, grita, gruñe, se enoja. Yo me río y hablo de estadísticas, de la historia de su papá, de la historia del mío, de su mamá y de mi mamá, de su hermana y mi hermano, de su primo y mi prima, de su mejor amiga, de mis compañeras de oficina. Ella no quiere ceder. Quiere fidelidad a ultranza, a prueba de fuego. Quizás te estás acusando porque nunca has sido fiel… Se sorprendió mucho. Quizás te reconoces como incapaz de ser fiel. Sólo me miraba, muda de pronto. Subimos al auto y ya en camino a su casa, en las afueras de la ciudad, nueva y más feroz discusión sobre lo mismo. Las utopías de la fidelidad. Y luego Armonía cayendo en un mutismo absoluto, y yo diciéndole que como tenía veinte años le perdonaba todo, pero que también estaba la alternativa de no perdonarla y mandarla al diablo… Empezó a llorar y yo encaminé el coche al estacionamiento de Plaza Satélite y apagué el motor. Le pedí un beso y la dejé llorar sobre mi pecho durante largo rato. Le dije que todo era a causa de sus sentimientos de culpa. Nuestro encuentro había sido excelente. Pleno de risas, interacciones, relajamientos, caricias, sonidos, sudores, supuestas perversiones, novedades, ritmos, contra ritmos, sobreexcitaciones y apoteosis.Luego ella quiso que nos vistiéramos y que saliésemos a toda carrera y una vez afuera empezó a discutir. Dijo que esa misma discusión la había tenido con todos sus amantes y que todos los hombres éramos iguales. Le dije que había unos que eran más iguales que otros y no reaccionó. Le dije que ella provocaba las discusiones para fortalecer su incertidumbre a nunca comprometerse, para establecer una distancia infranqueable, para alejarse. Se avergonzó de sus lágrimas y el berrinche. Caí con ella en la pendiente de sus confusiones adolescentes y trataba de ayudarla a flotar en sus incertidumbres. La fui a dejar hasta su casa y para distraerme durante los treinta y dos kilómetros de regreso, puse una cassette de Vicente Fernández y canté a moco tendido…

Yo anoté que el profesor al hablar de los sueños eróticos puntualizó una gran diferencia. Por amor a la verdad se abrió camino entre los estadios más sombríos de la existencia, señalando las diferencias entre el sueño erótico verdadero y las fantasías oníricas o ensueños. En estas últimas la experiencia del tiempo es ortodoxa, lineal, con un presente que avanza sobre una recta en el espacio, de espaldas al pasado y con el devenir ante sí. En el sueño verdadero, al contrario, complejas narraciones se desarrollan en un instante, en un único confluir de planos compenetrados, y los significados se transmiten pronta y preverbalmente, de tal manera que su conversión en el significante, en palabras, es una falsificación. Estos sueños “ayudan a entender la subjetividad, por ejemplo, del amor, colocándonos vulgarmente hablando a una mujer bajo la piel de un instante, haciéndonos enamorar por un momento de una mujer inalcanzable, alcanzando un resultado que en la vida real requeriría años de mínimas adaptaciones sucesivas, hasta llegar al hábito” (Elémire Zolla 228). Con la misma rapidez con la que explota, la excitación desaparece, y tenemos entonces que nuestra amante nocturna vuelve a ser la inalcanzable de siempre. “Pero en este cambio se ha perdido algo preciosísimo, una deliciosa, tierna jocosidad, una velada añoranza, todo el encanto de un embarque hacia el placer”. Después de haber atisbado durante toda una vida los acontecimientos oníricos, el profesor concluyó: “Comprendan que solamente una percepción ordinaria atribuye todo al objeto, mientras que es en el espíritu donde toda cosa ocurre”.

Yo siento que mis senos siempre han deslumbrado, fascinado y obsesionado a mis amantes. Freud dice que ello se debe a que su primer placer fue succionar los pechos de su madre. ¿Será verdad?

Yo leí en The Kiss and Its History, del doctor Christopher Nyrop, que los lapones se bañan todos juntos, en completa desnudez, porque ven el beso como “algo indecente”.

Yo creo que cada vez que pronunciamos la palabra fascinante nos estamos refiriendo al pene. En latín, un fascinum era la imagen de un pene erecto que la gente idolatraba, y que colgaba en la cocina o en el dormitorio, o bien llevaba al cuello como amuleto…

Yo pasé la tarde con Primavera. Estuvimos en el Kineret tomando café. Primavera me cae muy bien. Un día leí que amamos en los demás aquello que reconocemos como propio… En mi caso es cierto. Primavera me cae perfecto porque tiene las mismas inquietudes que yo tengo (o he tenido). Puedo platicar con ella y sé que me entiende. O al menos trata… Trata de entender. Esto por ejemplo no me ocurre con Tormenta Tropical, mi amiga de toda la vida… Yo no la entiendo. Sus valores no son los míos. Su matrimonio me parece absurdo. Su familia me parece siniestra. Lo que desea hacer en la vida me parece tan, pero tan mediocre. Y la mediocridad es algo de lo que huyo despavorida. Me parece tan aterrador ser conformista… Por eso Alguno me maravilla y me sorprende. Es tan distinto. ¡Lo adoro! Esta tarde cuando le platicaba a Primavera mi dilema respecto a Ninguno o Alguno, advertí lo increíblemente tonta que soy… Mi elección estaba hecha. Quiero a Alguno. Mi dulce y querido amigo… No puedo recordarlo sin pensar en su dulzura y su infinita comprensión para conmigo. ¿Cómo puedo compararlo siquiera con Ninguno? Aún tengo mucho miedo pero ya no me importa. Si lo que deseo es huir de la mediocridad, lo que estaba haciendo respecto al amor era exactamente ser mediocre. Esta palabra tiene una connotación para mí: me parece algo tan nefasto como si ni siquiera se pudiera ser malo, absolutamente malo en un aspecto, ni bueno, totalmente bueno. Se es tan incapaz de definirse en algo, sea lo que sea, que vive uno en la medianía… ¡Lo detesto! Y es a lo que yo me encaminaba. Prefería una relación conformista a ser defraudada… Ahora no me importa. Quiero entregarme. Quiero amar a Alguno con todas mis fuerzas. Alguno… Me asusté tanto esta mañana cuando me dijo que el lunes que nos vimos escribió en su Diario que lo nuestro estaba empezando a desmoronarse. ¡Y todo por causa mía! Por ser tan estúpida de no advertir lo que verdaderamente me importa. Esta incapacidad de ver (por eso soy miope, sin duda) me llevó a cometer todo esto: después de ver a Ninguno me sentía tan desconcertada que no quería saber absolutamente nada de Alguno. No quería volverlo a ver, y al mismo tiempo lo desaba desesperadamente. Pero ocurría que yo pensaba que a quien en verdad amaba era a Ninguno… Entonces decidí ver a Alguno, pero no hacer el amor con él. Simplemente no quería. Me aterraba la sola idea de desnudarme y verlo desnudo. Establecí una distancia entre él y yo. Distancia que él desde luego notó. Me despedí rápidamente y huí de su lado. Me negué a verlo al día siguiente. Necesitaba tiempo. Necesitaba pensar…Todo esto ocurría sin que yo le mencionara siquiera que había visto a Ninguno. Bueno, pero cuando llegué a mi casa decidí llamarlo, llamarlo y decirle que yo era una tonta, que lo quiero, que… Lo llamé y no estaba. Lo llamé la noche siguiente. Tenía miedo. Tal vez me mandaría al diablo… Sin duda yo me había portado muy mal… En lugar de eso me encuentro con un Alguno muy dulce… Lo amé… Era justo lo que yo necesitaba, dulzura. Quedamos de vernos hoy… Cuando llegué a su casa en la mañana y lo abracé, la calma volvió a mi espíritu. Aún no lo perdía, aún estaba a mi lado… Pero todavía dudaba al pensar en Ninguno. Temía equivocarme. Pero esta tarde al platicarle a Primavera todo quedó claro. Si pensaba en Ninguno todo era triste y oscuro. Si pensaba en Alguno todo era chispas, alentador, alegre, positivo, dulce, claro. ¿A quién amo? A Alguno… Alguno, sólo pienso en el momento en que por fin te lo diga: te quiero. Te quiero mucho…

Yo fui de las primeras en llegar a la fiesta de la oficina. Todos trajeron bebidas y bocadillos y empezamos a echar la casa por la ventana desde muy temprano. A las once de la mañana ya estábamos alegres haciendo llover correspondencia rasgada y todavía perfectamente legible, para nuestro azoro, porque no era así como íbamos a alterar el orden del universo. Yo y un colega discutimos sobre esto liquidando una botella más de tequila y la mierda de un año más absolutamente igual a los anteriores y absolutamente igual a los que vendrán. Amor, obras, actos, eternamente, era inevitable, así como un trago más. Hacia las cuatro de la tarde bajé resuelta por perversos propósitos a cazar alguna cosa o a alguien, porque todavía estaba sedienta de tomar más y de amores prohibidos. Hoy sé que por amores prohibidos quiero decir coger con subsecretarios, empresarios, banqueros, administradores de empresa, profesores, periodistas, comerciantes, embusteros… Ellos vienen de azul marino. Adoran los trajes azul marino. Claro que después vomitan su bilis amarillo-verdosa… El amor es colorido. Un arco iris establecido entre Dios y los hombres.

Yo amanecí crudo y además sufro extraños mareos que ya se me han presentado tres o cuatro veces durante la mañana. Tomo aspirinas. Todo el fin de semana Armonía conmigo, deliciosa, de buen humor, guapa. Fuimos de compras. Un proyector sonoro super 8, libros, mariposas disecadas, en fin. Ayer comimos con Elipsis y Polisíndeton en la Cochera del Bentley. Volvimos a casa bajo una lluvia repentina. Hicimos el amor y Armonía alcanzó el orgasmo más prolongado de nuestra breve historia, y en cambio yo eyaculé contenido y escaso, asustado de embarazarla, pues era su día diecinueve. Por la noche fuimos a casa de Jitanjáfora y Calambur. Cena espectacular a media luz, conversación chisporroteante, sofisticada, estimulante, snob, erudita. ¿Los temas? El fetichismo, el amor colectivo, el exhibicionismo, el voyeurismo, el onanismo, el coito anal, la zoofilia, la coprofilia, la necrofilia, la fellatio y la Sucesión Presidencial. Calambur pontificaba. Sí, nos parece bastante hermoso y bueno que un hombre goce con una mujer, pero nos parece feo y mal que goce con excrementos, con un animal o consigo mismo. ¿Por qué esta jerarquía? En nuestros días cualquier cosa puede ser objeto de deseo, y cualquier objeto de deseo es legítimo en sí. Su elección está determinada por los componentes libidinales del sujeto, y es perfectamente absurdo reprocharle la elección en la cual se ha fijado… Al salir Armonía me preguntó si me acostaría con un cadáver, si me parecía congruente que una mujer gozara con otra mujer, y si alguna vez había hecho el amor por conducto anal. Yo le pregunté si se masturbaba. ¿Es malo? No, pero yo creo que si te masturbas, te conoces mejor a ti misma, conoces tu sexualidad y tus puntos erógenos, y cuando hacemos el amor sabes conducirte al orgasmo, ya sabes cómo se provoca… ¿Y no cualquiera lo sabe? Desgraciadamente no. No cualquiera…

Yo creí que Guayaba era Piña Colada, y que sólo se había cambiado el peinado… Guayaba, la chica que ingresó anoche, entró en mi cuarto con una enfermera… Guayaba se acostó en la otra cama y lloró mucho, muchísimo… La acaricié y la enfermera se molestó… No entiende lo que significa acariciar a alguien que está desesperado… Al rato vinieron Chocolate y Mermelada, y ellos y Guayaba se rieron mucho… Entró también Gorgonzola y me trajo un libro para que lea a Browning… Eran las 10:40 y ya me levanté… Junta a las once… Me di un regaderazo… Me gustó… Pero saqué dos pantaletas y dos pares de calcetines y me volví a deprimir… Me siento tan estúpida que no puedo ni siquiera sacar la ropa adecuada… Me vestí y volví a llorar… ¿Por qué será que me deprimo en relación con el baño o la ropa?… Me siento tonta… Atontada… Como drogada…. ¿Cómo puede una funcionar sintiéndose así?… ¿Cómo voy a poder funcionar durante el resto de mi vida sintiéndome así?… Vinieron de visita los papás de Zanahoria… Ellos son los que se escandalizaron el otro día cuando vieron a Mermelada y Chips Ahoy abrazados en Palenque… Chips Ahoy vino a saludarme y a que la ayudara a desenredar su collar… Tuvimos una sesión de terapia con el Dr. Tylenol… Mencioné la omnipresencia de mi mamá y Langosta habló de la omnipresencia de su padre… Zanahoria nos explicó que se había quemado las manos en agua hirviendo como sacrificio a quién sabe qué Dios por haber pecado… Oh Yavé, oh Huitzilopochtli, oh Jesucristo, oh Jeová, oh Buda… Todos los dioses de nuestra sociedad presente y pasada… Tomen nota… Pobres personas que sufrimos… Pobre niño que se quema las manos… Comimos temprano… Todos amables… Vino Piña Colada a comer… Fui amable con Guayaba y me fui a vomitar al baño… Estoy inflada de tanto melón y tanta sandía… Por todas partes hay galletas, café, fruta… Alguien gritó ¡a jugar volibol!… Y después de tres peloteadas empecé a llorar… Detesto el volibol… Me enojé… Caminé alrededor de la alberca, vuelta y vuelta, aprisa, furiosa y más furiosa, pateando una silla que me estorbaba a cada vuelta, hasta que la tiré a un lado… Me quité el suéter y lo azoté contra una banca de cemento al pasar por allí… Fui a pegarle al espiro con las dos manos, los dos puños, pero no se dejaba alcanzar, y seguía dando vueltas y manoteando y diciendo shit shit shit shit y hell hell hell hell al ritmo de mis pasos… Y comencé a gritar ya basta ya chole hasta el gorroo ya no aguanto ya no quiero no me gusta shit carajo shit carajos, y se apareció de repente el Dr. Aspirina y dijo algo de Nuestro Pacto… ¿Cuál Pacto?… Pactamos, me dijo, que ya no me haría daño… Dijo que se sentaría a observarme… ¿Pensaba matarme otra vez?… Quién sabe… Creo que no… Recogí mi suéter y fui por un libro… Y por mi cuaderno… Me senté cerca de él… Aquí estoy pues, le dije, obsérveme… Pasados unos minutos se acercó adonde estaba y se sentó a mi lado… Hablamos de poesía y del libro de una amiga y de mi suicidio y de la química del cuerpo y la mente… Cuerpo y mente… Siempre como si fueran dos cosas separadas… La mente arriba y el cuerpo abajo… La mente redonda, el cuerpo elongado… Mens sana in corpore sano… Enterremos a los griegos de una buena vez… El Dr. Aspirina dice que el proceso de rehabilitación tiende a ser más lento en las personas que han tomado la determinación drástica y repentina de matarse… Dos meses, dice… Dos meses es el tiempo promedio que toma esta rehabilitación… ¿Dos meses?… ¡Ni de chiste me los paso aquí!… Pero me pareció inteligente y tranquilo… Amable… Todos amables… Menos yo…

Yo leí que mientras más orgasmos tiene una mujer más fuertes resultan. Y que cuántos más orgasmos tiene una mujer más puede tener…

Yo lo que busco en el habla es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto: mi pregunta. (Lacan: Fonction et champ de la parole et du langage 87)

Yo quiero hacer una pausa para meditar…

Salto de tigre blanco

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