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Entstellung Emilio Vaschetto

Desde hace un tiempo nos hemos dedicado a investigar aquellos casos –cada vez más frecuentes– que acuden a nuestros consultorios y cuya impresión es que no quieren nada. Sujetos que van de aquí para allá y su posición es una nada. Su destino parece ser el extravío y, del mismo modo, erran de tratamiento en tratamiento, de psiquiatra en psicólogo, de psicólogo en psiquiatra, de lo público a lo privado. Son los que salen con su balsa, sencillamente… a naufragar.

Si el psicoanálisis ha demostrado ser un discurso efectivo en la cultura es porque ha sabido captar en las “venas de la subjetividad marginal, un deseo”. (1) Un deseo que hoy no está particularmente atravesado por la tragedia sino por el hallazgo, el encuentro, el cruce con ciertas invenciones sintomáticas. Nuestro interés estará depositado, entonces, en aquellos sujetos que no ingresan en el discurso-de-uso-corriente, en el piloto automático de la profesión, sino en los que tienen la virtud de interrogar fuertemente nuestra práctica.

No está garantizado el porvenir del inconsciente porque tampoco es seguro la persistencia del sujeto que se efectúa en su decir. Asistimos hoy en día a una revocatoria cada vez más acentuada del sujeto del inconsciente. Lo que hace que debamos replantearnos la pertinencia de nuestro discurso, si es que logramos estar a la altura de leer el malestar en la cultura actual.

Norma mala

Nos preguntamos una y otra vez de qué se tratan las patologías actuales. En algún momento las psicosis actuales (2), pero también las neurosis o las formas transicionales o difusas. ¿Qué estatuto poseen las formas actuales de sufrimiento? Aún en la medicina no se desconoce el tiempo en el que las manifestaciones del enfermar, la forma a la que arriba el hombre enfermo, está teñida de formas difusas de la sintomatología. “El terapeuta se enfrenta entonces con una demanda a la que ya no corresponde una unidad semántica clara y distinta, un requerimiento que sobrepasa el estricto marco universitario de reparación y para la cual el tratamiento se revela a menudo impotente”. (3)

La brújula, el gnomon, el eje organizador de las categorías y los tipos clínicos está evidentemente puesto en cuestión. Es una de las maneras de hablar de la ″evaporación del padre” (si tomamos el decir de Lacan en Milán). Pero también podríamos enunciar que si la norma (nor-male, dice Lacan jugando, en “L’etourdit”, homofónicamente entre norma macho y norma mala) está subvertida, si el patrón está esmerilado, resulta una tarea infértil pensar en términos de enfermedad, de trastornos o de psicopatología. Con mayor razón hablemos, según la frase acuñada en el escrito “Variantes de la cura tipo”, de “subjetividades marginales”.

Vivimos un tiempo de transformaciones antropológicas en donde, evidentemente, las coordenadas del Otro y sus condiciones de humanidad han ido variando. Verbigracia, la dimensión de sujeto del inconsciente se ha transformado. Si es que consideramos que el inconsciente no posee un estatuto óntico sino ético, la noción de sujeto que es correlativa de este también ha mutado. Podemos incluso ir más allá y decir que, en muchos casos, lo que observamos (escuchamos) son manifestaciones palmarias del rechazo del inconsciente con una consecuente revocatoria del sujeto del significante. ¿Esto hace inviable el psicoanálisis? ¿Esto anula la posibilidad de la experiencia analítica?

Decir revocatoria del sujeto del inconsciente, rechazo del inconsciente no es decir rechazo del psicoanálisis.

La respuesta podemos encontrarla en Lacan mismo, cuando define que “el psicoanalista forma parte del concepto de inconsciente”, instaurando las condiciones de operatividad del psicoanálisis. ¿Y si hay rechazo? Pues también incluimos al analista formando parte del rechazo del concepto. (4)

En este sentido, el sujeto moderno no es el de la tragedia, no es el del Edipo ni tampoco el sujeto enfermo; es más bien el portador de una pregunta –según dice Regnault (5)–, o más aún, es aquél que se encuentra en estado de sufrimiento respecto a las normas. (6)

No es algo absolutamente novedoso. Ya Lacan en el Seminario 3, al hablar de las identificaciones conformistas en la psicosis, hace extensivo este mecanismo aludiendo a la forma precaria y limitada en la que se sostiene “el mundillo de los hombrecitos solitarios de la multitud moderna”. (7) Pues bien, se trata de eso, de un interrogante no clínico sino más bien “posclínico”, en el sentido de entender qué sostiene a alguien en el mundo. Es una interpelación, dado la altura de la enseñanza de Lacan (años 55-56), que proviene del futuro. ¿Qué sostiene a un sujeto sin Otro?

Prescindir del inconsciente…

En el Seminario 23, El sinthome, Jacques Lacan acentúa la posición enunciada más arriba, evocando que si la hipótesis del inconsciente se sostiene es porque en algún lado se supone el Nombre-del-Padre, pero eso es Dios (8); en consecuencia, el porvenir del inconsciente depende de cuánto se pueda prescindir de él –a condición de utilizarlo aclarará. Pero, ¿qué noción de inconsciente dispone? Ya el periodo inmediato anterior a este seminario, en “RSI” (1974-75) había manifestado la idea de un inconsciente real (9) y, en “Televisión”, evocado cierta extrañeza del término freudiano.

El inconsciente real es otra forma de decir el inconsciente freudiano, es un vacío semántico del término, para otra cosa. No obstante, nos resulta difícil pasar por alto el último gran texto freudiano, el ″Moisés y la religión monoteísta”, en el cual el padre del psicoanálisis se ocupa obstinadamente en eludir el término inconsciente en todo el desarrollo. (10) En su lugar aparece el significante Entstellung (desfiguración, dislocación, desplazamiento hacia otra parte). Es evidente que el concepto que dio origen al psicoanálisis como discurso ya resultaba para Freud un término incómodo, insostenible. Por otra parte, sabemos muy bien que en el último tramo de la enseñanza Lacan este hizo del inconsciente (Unbewusst) una equivocación de la consciencia, el Un-bévue. Podríamos añadir aquí también el concepto de parlêtre, del cual Jacques-Alain Miller ha tomado el relevo en su enseñanza, abriendo para nosotros todo un campo de estudio.

El inconsciente entonces, no puede ser supuesto sin la función paterna, sea ésta la operatoria de una metáfora y su efecto de significación (fálica), sea bajo los efectos de la forclusión del significante Nombre-del-Padre y sus manifestaciones clínicas (sujeto “mártir del inconsciente”).

Ahora bien, luego de este rodeo y habiendo tapizado de advertencias nuestro escrito, veamos qué puede aportarnos la enseñanza de Lacan para la lectura de las “subjetividades marginales”.

El “ser nombrado para” es una formulación que Lacan esboza en el Seminario 21 “Les non dupes errent” (1973-74) y que ha sido fruto de numerosas elaboraciones. (11)

Para M. H. Brousse, este nombrar para es atribuido a la madre como la fórmula del superyó moderno. Un superyó, que está más en sintonía con un modo inflexible de gozar que con un deseo singular, homogéneo a su vez con ciertos imperativos de la época. El resultado de esto será un orden más rígido que el del Nombre-del-Padre, frente al cual la psicosis mostrará un comportamiento “súper-social”. De esta formulación nos interesa el hecho que venimos destacando desde publicaciones anteriores (Los descarriados… 2010) y es que no es reductible únicamente a la estructura psicótica. En ese conocido pasaje, Lacan va a articular el Nombre-del-Padre al amor, la madre a la voz en la que habla y que acuña el Nombre-del-Padre como “no del padre” (fundamento de la negación). Cuando ella se basta para designar su proyecto, su trazado, su camino se la ve despuntar en un nuevo orden que Lacan llama de hierro. Ese orden de hierro es lo que viene a sustituir el orden simbólico del Padre, bajo un nombrar para que significa el signo de una “degeneración catastrófica”. Un deseo congelado en un proyecto, dice Nieves Soria, un nuevo tipo de ser hablante, un no incauto.

Difícil es entonces no asumir esa interpelación de Jacques Lacan y no equiparar esta descripción al momento de nuestra historia hoy. Hay hechos que demuestran palmariamente que cada vez hay más personas cuyo proyecto está inmerso en formas anónimas de destino. Los términos, más o menos peyorativos, injuriantes o estigmatizantes, pero siempre imperativos, han tomado en lo social el estatuto de nudo (drogón, puto, paquero, negro…). (12) Transitan un camino, tejen una trama, pero sin historia, entendiendo esta como el desarrollo dialéctico que desnuda la forma verbal del futuro anterior (”habrá sido”). No hallaremos en esa huella la impresión producida por el efecto del padre en la estructura, función que destila el efecto anacrónico de retroacción significante. (Recordemos al pasar que un nudo, así sea bajo una forma plural como lo es el nudo social, es aquello que permite una estabilidad de los registros RSI).

El deseo de la madre que está allí para dar su trazado, no da como resultado un sujeto deseante sino más bien alguien sujetado a un goce imperativo (un ″sujeto del goce”, según el sintagma utilizado fugazmente por Lacan en el año ‘66), al fin y al cabo, un “orden de hierro”. No es alguien que va en zigzag, bajo la forma de la ley del deseo, la del Nombre-del-Padre. (Es sabido que aquél que nombra –el padre del nombre–, el que da nombre a las cosas, está en la dimensión metonímica del deseo. A punto tal que es siempre un nombre desplazado, ágil, analizable y por ende, siempre puede ser otra cosa). Su antítesis es esa forma inflexible de nominación que Lacan caracteriza aquí como un ″nombrar para” [nommer á]. Esto marca un trazado implacable, un destino, un fatuum. No es muy extraño ver que hay sujetos que evitan la errancia encauzados hacia lo peor. Aquí el término “degeneración catastrófica” no parece ser caprichoso sino más bien ineluctable.

…pero no del síntoma

De todas formas, recordemos que Lacan propone esta dimensión como una pregunta y no como una afirmación. El apartado citado constituye en sí mismo todo un campo de investigación, que no es reductible exclusivamente –volvemos a insistir–, a la fenomenología de la psicosis. Algunos autores han creído leer allí, bajo las referencias a la forclusión, la locura y la mencionada “degeneración catastrófica”, las claves estructurales para dar cuenta de esa forma clínica. Nuestra impresión es que esta interpretación tiende a encorsetar la exploración de modalidades de existencia que, sin ser la pura errancia, reproducen en no pocas ocasiones destinos funestos. (13)/ (14) En este aspecto, difícil es caracterizar tipos clínicos e incluso localizar claramente una estructura.

En un orden similar, pero no idéntico, hay individuos que acuden a las consultas sin una demanda, bajo formas infranqueables de la angustia y, en variadas circunstancias, sin siquiera expresar un aspecto del malestar que aspire hacia alguna búsqueda de sentido. Se abre aquí una extraordinaria paradoja: el inicio del tratamiento no es por el comienzo sino por el final, pues si no se trata de un destino ineluctable se trata del síntoma como solución, como incurable. Vaciado de sentido y distanciado del Otro, el sujeto puede tener una chance que no sea la verdad mentirosa sino el saber-hacer-con eso incurable.

Veamos una secuencia dentro de un caso. Un hombre me llama para solicitarme un horario para empezar un análisis. Viene recomendado por una mujer que veo hace un tiempo. Acordamos una cita y, sin poder decir en la realidad efectiva quién de los dos equivocó el horario (da lo mismo al fin y al cabo se trata de los efectos de eso), me envía un mensaje diciendo que estuvo esperando un rato y se fue. Lo llamo para darle un nuevo turno y me contesta que “mejor lo dejamos así, no vale la pena empezar de esta forma”. Le contesto que hay un turno para él si es que quiere saber algo de eso y le corto el teléfono. Al cabo de una semana llama para un nuevo horario y decide analizarse.

Podemos decir que es alguien que empieza por el final y, tan es así, que no es muy diferente ese acto de la forma que fue adquiriendo su síntoma a lo largo de la experiencia del análisis. “Dejar-plantado o aplastado” al otro, tal es la fórmula de un síntoma sin inconsciente, que asume un saber-hacer en un plantarse en la vida.

Trocamos entonces el sentido por el sinsentido, la terapéutica por lo incurable y nos queda la política del síntoma. Nuestra hipótesis es que la revocatoria del sujeto del inconsciente no implica la desaparición del psicoanálisis, muy por el contrario es la orientación que imprime Jacques Lacan en el Seminario El sinthome, con Joyce en tanto “desabonado del inconsciente”.

Entstellung, cambiemos las cosas de lugar, según del decir de Freud, pero sin el síntoma no habría práctica posible.

1- Lacan, J., “Del sujeto por fin cuestionado”, Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 2008.

2- Vaschetto, E. (comp.), Psicosis actuales. Hacia un programa de investigación acerca de las psicosis ordinarias, Grama, Buenos Aires, 2008.

3- Laplantine, F., Antropología de la enfermedad, Del Sol, Buenos Aires, 1999, p. 319.

4- Frase que puede encontrarse entre las páginas 26 y 27 del Seminario 11, Los cuatro conceptos del psicoanálisis.

5- “…si los tiempos han cambiado es que la condición trágica, que es como eterna, encuentra en el mundo moderno, y en la edad de la ciencia, la oposición del servicio de los bienes, respuesta a la demanda social; y del deseo. ¿Deseo del héroe? Sí, a condición de no olvidar que ‘el deseo del hombre, es el deseo del Otro’”. Regnault, F., El arte según Lacan y otras conferencias, Atuel – Eolia, Barcelona, 1995, pp. 93-94.

6- Le Blanc, G., Las enfermedades del hombre normal, Nueva Visión, Buenos Aires, 2010, p. 9.

7- Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1993, p. 289.

8- Lacan J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 133.

9- Lacan, J., ″RSI”, clase del 15 de abril de 1975, inédito.

10- Esta observación ha sido relevada del curso de Germán García “El muro del lenguaje y la transferencia” (Centro Descartes, 2017), en referencia a un apartado del libro de Peter Sloterdijk: Sloterdijk, P. Derrida, un egipcio: El problema de la pirámide judía, Amorrortu, Buenos Aires, 2007, pp. 26-33.

11- […] Ser nombrado para algo, he aquí lo que, para nosotros, en el punto de la historia en que nos hallamos, se ve preferir –quiero decir efectivamente preferir, pasar antes– lo que se sustituye al Nombre-del-Padre. Es bien extraño que aquí lo social tome un predominio de nudo, y que literalmente produzca la trama de tantas existencias: él detenta ese poder del “nombrar para” al punto de que después de todo, se restituye con ello un orden, un orden que es de hierro; ¿qué designa esa huella como retorno del Nombre-del-Padre en lo real, en tanto que precisamente el Nombre-del-Padre está Verworfen, forcluído, rechazado?; y si a ese título designa esa forclusión de la que dije que es principio de la locura misma, ¿acaso ese ″nombrar para” no es el signo de una degeneración catastrófica? Lacan, J., Seminario ″Les non-dupes errent”, clase del 19 de marzo de 1974, inédito (el subrayado es nuestro).

12- González Táboas, C. G.,”Siglo XXI: La elección de sexo en el laberinto”, Virtualia 22, 2011.

13- Vaschetto, E., “Incurables”, Trois ans d’expérience inédite avec un groupe de patients appelés réfractaires, Comunicación presentada en la Association Franco-Argentine de Psychiatrie et Santé-Mentale, Cité Universitaire de Paris, 2012.

14- Investigación del Cartel: ”Sujetos sin inconsciente”. Carolina Alcuaz, Lucila Carbón, Josefina Cantero, Andrés Rodríguez Evans; más Uno: Emilio Vaschetto. Años 2017-2018.

Incidencias clínicas de la carencia paterna

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