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PRESENTACIÓN

Carmen Amoraga

Para convencer

El 12 de octubre de 1936, casi al principio de la terrible Guerra Civil, las tropas nacionalistas celebraron la Fiesta de la Raza en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Allí se dieron cita el obispo de la diócesis, el general Millán Astray y un nutrido grupo de altos mandos, capitaneados por el mismísimo Francisco Franco acompañado por su mujer.

En ese templo de la sabiduría, el general Millán Astray pronunció un discurso a la altura de su talla moral a cuyo término recibió gritos de apoyo del auditorio fascista.

Cuando las voces cesaron, todos los ojos se volvieron hacia el rector, que se puso en pie y se dirigió al auditorio. “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio”, dijo el rector.”A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.

El rector, que tenía setenta y dos años, era hasta entonces partidario del bando nacionalista, y había ejercido su cargo durante tres mandatos, continuó hablando ante un público que no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. “Este es el templo de la inteligencia.Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto.Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir.Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.

La propia mujer de Franco le agarró del brazo cuando terminó y le acompañó hasta la puerta, en un gesto que, dicen, le salvó la vida. Diez días después fue cesado como rector y se le recluyó en su domicilio hasta que murió el último día de ese mismo año.

Su nombre era Miguel de Unamuno y su último discurso ha pasado a la historia del mismo modo que lo han hecho sus obras.

No es para menos.

Enfrentarse a la realidad, vencer al miedo y, lo que es peor, a la comodidad de asentir y de no plantar cara a lo que sucede a nuestro alrededor y que, quizá, ni siquiera nos afecta, es una de esas heroicidades cotidianas que no suelen salir ni en los periódicos ni en los libros de historia.

A menos que te llames Gustavo Zaragoza y publiques con regularidad tus pensamientos críticos, irónicos, ácidos y ciertos, en las páginas de un periódico como Levante-EMV.

Durante meses, los artículos de opinión del profesor Zaragoza han formado parte efímera de la actualidad, pero por suerte, ahora, quedan recopilados en un volumen que los salvará del vértigo del día a día, de las noticias que llenan los diarios, y permitirá una lectura pausada que refuerce la idea que sostuvo Unamuno en aquel paraninfo, hace tantos años.

Para convencer hay que persuadir. Para persuadir hace falta razón.

Y aquí, en estas páginas, hay unas cuantas razones.

Crónica del bienestar en tiempos de malestar

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