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INTRODUCCIÓN

La obra que el lector tiene ante sí no es fruto de una planificación previa, sino de un encuentro que tiene visos de balance: estamos presentando un puzle interesante para compartir. Es también una mirada inquisitiva, desde una disciplina concreta -la política social- y con una posición nítida, la defensa del Estado de bienestar. La fórmula utilizada es la denuncia pública y la reflexión compartida mediante la publicación de artículos de opinión en el periódico Levante El Mercantil Valenciano, que ahora se hilvanan en un todo coherente.

Se trata de la recopilación de textos independientes que aparecieron, en principio, sin la intención de conformar una obra conjunta.Ahora bien, con el paso del tiempo ha sucedido aquello que decía el personaje de Moliere, que hablaba en prosa sin saberlo. Sin ser muy consciente de lo que estaba ocurriendo se ha conformado la crónica de un tiempo muy especial, en el que se han producido cambios relevantes en la sociedad española y más concretamente en la Comunitat Valenciana. La crisis económica nos ha arrollado a la mayor parte de los ciudadanos, afectando a nuestra vida cotidiana, pero también ha removido los cimientos del sistema organizativo en materia de bienestar social, con una serie de cambios que han redundado en una merma muy relevante en lo relativo a derechos sociales.

La crónica pone el foco, especialmente, en todo aquello que ha tenido que ver con la forma de entender los servicios públicos, pero también se abordan temas relaciona dos con lo que habían sido (más allá de himnos o banderas) verdaderas señas de identidad de la Comunitat Valenciana, algunas de las cuales se han desvanecido y otras, simplemente, han sido engullidas por un expolio de lo público que ha dejado paso a una mayor vulnerabilidad y precariedad para el conjunto de la sociedad valenciana.

Llevar a cabo una compilación como la presente no ha sido tarea fácil: supone fijar la mirada en acontecimientos que han sido letales para el patrimonio colectivo de los ciudadanos pero además es un aviso a navegantes y, también, una forma de sacar a la luz los riesgos a los que estamos expuestos. Algunos de los encabezamientos de los textos que se presentan son muy elocuentes. «Insoportable pobreza» hace referencia al crecimiento de una terrible plaga que se está extendiendo en la sociedad valenciana; «Cada vez más pobres y más pobres cada vez» es una expresión que refleja una tendencia hacia la devaluación colectiva sobre la que conviene poner la mirada para conocer su extensión y también su intensidad.

Tampoco se solucionan los problemas sociales por atajos o fórmulas arcaicas como las que se denuncian en otro de los artículos, «Ustedes son formidables», que nos hace viajar en el tiempo hacia una época rancia, de radio vespertina y televisión en blanco y negro, donde la caridad colectiva era la única forma de combatir la adversidad.

Posiblemente se tengan que revisar algunas de las fórmulas aplicadas a lo largo de estos últimos años, pero lo que no se puede admitir es aquello de que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», al menos en lo que se refiere a derechos sociales. «El aeropuerto de Castelló» reflexiona sobre esa situación y señala los excesos cometidos en determinadas aventuras que ahora debemos pagar con nuestros derechos, engrosando interminables listas de espera, utilizando barracones como escuelas y elevando considerablemente las tasas en las universidades públicas.

Para combatir el déficit ocasionado por una crisis galopante se han propuesto fórmulas que no vienen avaladas por estudios rigurosos, como son los «Copagos». En realidad, estas formas de repago conducen a situaciones de inequidad y de injusticia social difícilmente soportables para una sociedad en la que es cada vez más perceptible la «dualización» entre ricos y pobres.Y lo peor es que las distancias se van agrandando.

Y todo precisamente ahora, cuando ya creíamos haber cerrado el círculo de la protección social y alcanzado niveles de prestaciones adecuados a las necesidades de las personas más vulnerables, entre las que se encuentran aquellas a las que se refiere el texto sobre «Las personas dependientes». Pues bien, los distintos artículos que abordan la cuestión nos ponen frente a un espejo de ineficacia, boicot institucional y falta de interés por el cumplimiento de una norma conocida como «Ley de Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia», que ha tenido poca autonomía. Más bien lo que ha tenido ha sido una «libertad vigilada» por unas administraciones autonómicas que no siempre han sido leales en su tarea de corresponsabilidad con el gobierno de España, aplicando y desarrollando una norma que debería haber ayudado a más de un millón de españoles que lo tienen mal y que si han mejorado algo su situación ha sido a base de muchosufrimiento y de constantes denuncias al Defensor del pueblo, Síndic de Greuges y a los tribunales correspondientes, ámbitos en los que se les ha dado la razón un poco tarde, para muchos, definitivamente tarde.

Recurrir a la ineficacia administrativa como excusa para justificar los bajos niveles de resultados alcanzados en la gestión de las políticas sociales es una fórmula cobarde y que no convence a nadie. Algunos responsables políticos han intentado derivar la responsabilidad hacia instancias burocráticas. También este tipo de injusticias se abordan en textos como «¡Ay!, los funcionarios», en los cuales se hace algo tan a contracorriente y poco habitual como romper una lanza en defensa de los empleados públicos, como cuando se lanza un grito tan llamativo como «Un funcionario no es una vaca». Se trata de uno de los colectivos que durante este periodo de crisis ha sufrido una difícil situación, se ha pasado el cepillo constantemente a su nómina y también a sus derechos, y todo ello bajo la coartada de reducir el déficit, cuando es evidente que alguna de las medidas adoptadas no han sido otra cosa que un golpe de efecto para demostrar quién manda, y lanzar un mensaje de sanción a un colectivo que, supuestamente, goza de privilegios muy superiores a los que tienen el resto de los trabajadores.

Los cambios producidos en la Comunitat Valenciana son tema de análisis en varios artículos, entre ellos «Un país enfermo», que ofrece algunas claves para la reflexión, un poco en broma o un poco en serio, sobre una comunidad que ha pasado de ser un referente nacional e incluso internacional a la pérdida total de señas de identidad y elementos necesarios para construir un proyecto compartido. Las cajas de ahorro y bancos propios han desaparecido, la televisión pública ha dejado de emitir, incluso uno de los equipos de futbol de la capital ha dejado a medio construir un estadio en una esquina de la ciudad. Es lamentable e incomprensible cómo han podido ocurrir tantas cosas malas y en tan poco tiempo.

En gran medida, la velocidad y la intensidad de los cambios han tenido mucho que ver con la falta de conciencia de los ciudadanos respecto a lo que estaba pasando. Debido a constantes maniobras de maquillaje o, dicho sin eufemismos, al engaño masivo a través de unas campañas institucionales que impedían ver en lo que se estaba convirtiendo esta tierra, que ha pasado «De huerta valenciana a corralito», sin que la mayoría de ciudadanos se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo con su patrimonio colectivo.

En el texto «Grumetes en la niebla», el foco se sitúa en la bisoñez y la falta de implicación en una singladura en la que se ha estado patroneando con la mirada puesta en una fantasía, un mundo creado casi virtualmente por fotografías retocadas, coches de lujo, amarres de barcos enormes y carreras de bólidos por la ciudad de Valencia. La política espectáculo ha supuesto una forma de manipulación tan burda y evidente que, una vez que se ha caído, todos nos hacemos la misma pregunta: ¿pero cómo nos hemos podido dejar engañar con un espejismo ridículo y que no tenía ningún recorrido?

Este repaso a lo que hemos sido tiene un punto de inflexión terrible si cambia el sentido de la mirada y sedirige hacia el futuro. En alguna de las crónicas se denuncia lo que le espera a una generación de jóvenes que han recibido la mayor formación que se haya ofrecido nunca y que, en cambio, se ven obligados a hacer frente a las peores expectativas sobre su futuro. Las respuestas que se han dado por parte del gobierno del PP no parecen las más adecuadas.Tampoco se resuelve nada subiendo tasas, dificultando el acceso al mundo laboral e incluso, actuando contundentemente mediante la «Respuesta policial», cuando estos jóvenes cabreados han querido hacer oír su voz.

Nuevas normas de reciente elaboración, como la Ley Wert o la de racionalización han inspirado titulares como «Racionalidad irracional», sobre todo porque se trata de algo muy parecido a papel mojado ya que son normas que, tras un esfuerzo en su trámite parlamentario, no han traspasado ese «carril». No han sido negociadas y acordadas con otros partidos políticos distintos al proponente y tampoco han contado con el apoyo del resto de los agentes sociales implicados; además, todos ellos se han empeñado en manifestar su disconformidad mediante la ocupación de las calles, recogiendo firmas, elaborando manifiestos y documentos en contra de estas leyes que no aportan nada nuevo a las soluciones y que pasan a convertirse en una parte más del problema.

Para este humilde cronista, nada sería más grato que este libro sirviese para algo más que para una lectura entretenida. Si cualquiera de estos artículos ayudara a reflexionar acerca de lo que nos ha pasado y la forma en la que podemos colaborar cada uno de nosotros para cambiar el futuro, mi objetivo estaría cumplido.

Crónica del bienestar en tiempos de malestar

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