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Dios sabe cómo instruir a los fieles

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Durante varios años, estas cinco jóvenes habían creído que Jesús regresaría en 1843, y luego en 1844, basadas en una cuidadosa investigación bíblica. Pero, después del 22 de octubre, se habían hundido cada vez más en el desánimo porque Jesús no había venido. Su fe comenzó a vacilar, no en su experiencia cristiana sino en su confianza en el estudio de la Biblia.

Para diciembre, la mayoría de los creyentes adventistas habían abandonado su sólida creencia en que el 22 de octubre tenía importancia. En otras palabras, ellos creían que la profecía de los 2.300 días-años no había terminado; peor aún, algunos ahora creían que todo el cuadro profético había estado equivocado. Según escribió Elena en 1847: “En el momento en que tuve la visión del clamor de medianoche [diciembre de 1844], había abandonado la idea de que [el cumplimiento de la profecía] fuera en el pasado y la esperaba para el futuro, y también le pasaba lo mismo a casi todo el grupo”.3

Pero esta visión de diciembre les dio un panorama totalmente diferente a estos entristecidos creyentes adventistas. ¡Dios había estado guiando a su pueblo! El inolvidable “clamor de medianoche” del verano de 1844 ahora debía brillar como una luz sobre el sendero de quienes se dirigían gozosos hacia la Canaán celestial. La promesa: Si seguían confiando en esa luz y mantenían la vista fija en Jesús, entrarían a salvo en su recompensa.

¡Qué promesa! ¡Qué consuelo!

Los que vieron... y creyeron

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