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ОглавлениеPREFACIO
Con el título “El Dios de nuestra vida” presentamos el séptimo tomo de la serie de textos del P. José Kentenich. Estos textos reflejan el gran optimismo del P. Kentenich de poder encontrar al “Dios vivo” en su acción divina y establecer una real y directa comunicación con Él, incluso cuando Dios “se esconde” en la experiencia del dolor, de la culpa y del pecado. La vida y actividad del P. Kentenich dan testimonio del camino que recorre un hombre con el Dios que se comunica con su creación. A menudo se le reprochó al P. Kentenich - y también a los schoenstattianos - creer saber con demasiada exactitud lo que Dios pensaba y quería.
El P. Kentenich emplea con frecuencia el concepto “fe práctica en la Divina Providencia”. Lo hace basándose en lo que se conoce tradicionalmente por fe en la Divina Providencia. Pero en el P. Kentenich pasa a ocupar fuertemente el foco de atención el aspecto de la comunicación concreta de Dios y el conocimiento de tal comunicación que el hombre tiene en virtud de la fe. El adjetivo “práctica” se refiere justamente a tal realidad. De ahí también otras expresiones como “el Dios vivo” o “el Dios de la vida y de la historia”: ambas son nombres de Dios típicamente kentenijianos y bíblicos.
Se trata pues de escuchar a Dios y hablar con Dios. Para el P. Kentenich la “escuela superior” de esa actitud es la historia de las comunidades que él fundara. Considera la “fe práctica en la Divina Providencia” como un decidido “carisma” que recibió para su tiempo y como un mensaje que proclamar.
La fe en la Divina Providencia es una cuestión capital para el hombre de hoy, por eso ha de hacer de ella su preocupación central, el sol de su vida.1
La acción de Dios no debe ser percibida y venerada tanto en milagros y apariciones, cuanto en la sobriedad de la vida diaria y en el trato “ordinario” con el prójimo, trato enmarcado en la fe.
Las siguientes citas pueden servir de introducción a esta antología y ofrecernos una muestra de lo que entraña esa visión del mundo y de la vida.
Sí, estamos rodeados de incomprensión. Siempre ha sido así. Nos formamos una cierta idea de ello, pero sólo en escasa medida. Ciertamente teníamos fe, pero no era lo suficientemente viva y profunda. (…) Cuanto más aceptemos esas cosas y acontecimientos con espíritu de fe sobrenatural, tanto más seremos auténticos cristianos.2
Más que nunca todo lo efímero se convierte para mí en símbolo de lo divino y eterno. Dios quiere llevarlo también a usted por ese camino. Recórralo con valentía. (…) Contemple en esa luz las disposiciones y providencias de Dios que detecte en su vida.3
Al igual que en los tomos anteriores de “P. José Kentenich, su pensamiento en textos”, también en éste se trata de trazar tangentes a un círculo. Hacen falta muchas tangentes para que el círculo sea realmente redondo. Siempre la experiencia, la intuición y el carisma saben más de lo que puede decir y captar la reflexión conceptual. No obstante esta última es indispensable para la comprensión y transmisión de lo experimentado. Y sobre esta realidad he llamado siempre la atención, de una u otra manera, en los prefacios de esta colección.
El presente tomo está en sintonía con el tema “pensamiento ontológico existencial-histórico” del tomo III, 446-462. Y asimismo con lo expuesto en el tomo II sobre “amor”, y lo dicho sobre la “libertad combatida” en el tomo I, 339-372. En el eje temático 17 se retomará el tema, pero enfocándose allí la praxis concreta de la fe en la Divina Providencia en la fundación de una obra original. Puede decirse que este tema de algún modo se halla presente en todo el pensamiento kentenijiano.
Con la fe práctica en la Divina Providencia nos movemos en la dimensión del paradigma que lo impulsaba interiormente (forma de pensar, intuición fundamental). Una dimensión de libertad y de alianza, existencial e histórica. En el P. Kentenich esta dimensión se halla ligada a la dimensión de los principios, del ser y la esencia; e igualmente a su manera de pensar vital, psicológica y orgánica.
Así pues lo expuesto en este tomo tiene una tendencia o acento “unilateralmente orgánico”.4
15 de septiembre de 2009.
Día en que Dios lo llamó a sí,
y le mostró en una luz resplandeciente
la significación última de todas las percepciones
que él tuviera del pensamiento y voluntad divinos
en su vida.
Herbert King