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LA FE PRÁCTICA EN LA DIVINA PROVIDENCIA

(a. Declaraciones programáticas)

1.1 LA FE PRÁCTICA EN LA DIVINA PROVIDENCIA COMO MENTALIDAD

De: Exerzitien für Schönstatt-Priester, November 1966, 125-126

¿Cuáles son los puntos centrales de la concepción posconciliar de Iglesia y educación de nuestro pueblo? Ciertamente todas las cuestiones eclesiológicas y todas las cuestiones litúrgicas revisten hoy gran importancia. Pero la cuestión central es Dios.16 No lo olviden. Lo que no quiere decir que no debamos abrazar y hacer todo lo que se dice en el Concilio. Pero lo central es Dios. La idea de Dios no sólo está asegurada por la educación litúrgica; eso no alcanza. Ténganlo siempre en cuenta. Sobre esta base comprenderán mucho mejor aquello a lo que apuntamos con la ley de la puerta abierta y el Dios de la vida.

De:Exerzitien für Schönstatt-Priester, Dezember 1966, 75

La fe en la Divina Providencia nos dice que el Dios vivo nos habla a través de las cosas más pequeñas de la vida diaria. Hoy decimos que el problema de la actualidad es el concepto de Dios. Y con eso nos estamos refiriendo a la fe en la Divina Providencia, porque todo lo que hoy acontece en el mundo está empañando el concepto de Dios. En efecto, la gente se pregunta cómo es posible que un Dios de amor esté detrás de todas las terribles injusticias que en parte nosotros mismos hemos experimentado u observado, o bien seguimos observando.

De: Studie 1949, 52-53

Así como el espíritu de fe ilumina mundo y vida, así también arroja luz en forma de fe práctica en la Divina Providencia sobre muchos enigmas y misterios de la vida cotidiana. Entre nosotros la fe en la Divina Providencia está desarrollada muy fuertemente, al punto de poder afirmarse con razón que se ha convertido en una especie de mentalidad. En este sentido podríamos compararnos de alguna manera con Cottolengo,17 si bien con la diferencia de que nosotros, más que él, ponemos énfasis en la actividad personal, en la reflexión personal, en indagar cómo prever las cosas.18 Sin esa marcada fe en la Divina Providencia el mundo de hoy no llegará al encuentro con Dios; sin esa fe no hay seguridad en medio de la inseguridad de la vida. Sólo esa fe infunde los ánimos y la fuerza para - citando a Nietzsche - edificar una casa “en la cercanía del Vesubio”19 y morar tranquilos en ellas.

De: Das Lebensgeheimnis Schönstatt, I (1952), 145

De tales reflexiones extraemos la siguiente conclusión: Tienen razón quienes consideran que la educación en la fe práctica en la Divina Providencia es una tarea central de la pastoral de hoy20 y no se cansan de luchar contra todos los falsos profetas que en la enseñanza y la vida se estancan en ideas desvaídas, abstractas, y que - citando a Shakespeare -, “sufren de palidez” en cuanto a sus ideas, y separan fe de vida.

De: Chronik-Notizen 1955, 590

Difícilmente haya otra comunidad en estos últimos tiempos que, como nosotros, repare tan fuertemente en las voces del tiempo como voces de Dios. Para nosotros la fe en la Divina Providencia se ha convertido lisa y llanamente en una decidida mentalidad. Quizás no haya muchas personas para quienes, como en nuestro caso, el Dios de la vida esté tan fuertemente en el centro del pensar, amar, planificar y actuar. Con esto no estoy diciendo que descuidemos al Dios de la Sagrada Escritura, al Dios de nuestros altares y al Dios que mora en el corazón del hombre en gracia. Acentuar una cosa no significa pasar por alto las demás. Si esta actitud fundamental vale en mayor o menor grado para todos nosotros, particularmente para los dirigentes destacados de nuestras filas, que con su santa vida son pilares de la Familia, son testigos fieles de su espíritu. Todos, sin excepción, son hijos de la Divina Providencia por antonomasia. Unos lo son más; otros, menos. Pero en todos se percibe ese aroma.21

De: Vorträge 1963, 4, 186

El Dios de Abraham (…) a quien también nosotros adoramos hoy. (…) Por entonces Moisés tuvo una experiencia numinosa extraordinariamente fuerte. (…) Una intervención de lo alto en su propia vida. Eso es lo que vivió. Y me parece que deberíamos detenernos un poco en este punto. Parte de la tarea de esta semana es contemplar más fuertemente nuestra propia vida a la luz del más allá.

De: Rom-Vorträge, I (1965), 214

Eso fue una constatación de la conducción divina. No me canso de reiterar la tremenda importancia que reviste la fe en la Divina Providencia para la historia de nuestra Familia, pero también para toda la historia de la Iglesia.

De: Ansprache vom 27. August 1966

En: Vorträge, IX (1966), 241

Fe en la Divina Providencia. ¿Qué significa? Que todo lo que acontece en nuestra vida es un don de Dios y Dios pide una devolución de amor. Vale decir, una respuesta de amor. Algo que no nos resulta fácilmente de captar si miramos el acontecer mundial y nuestra vida personal sólo con ojos naturales. Tal respuesta de amor sólo será posible si volvemos a ser niños, a ser mensajeros, héroes de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.22

De: Brief an Turowski 1952/53, 274

Nuestra fe práctica en la Divina Providencia tiene que unirse inseparablemente con nuestra fe en la Alianza y desembocar en la fe en la misión. Así pues la fe pasará a ser fides caritate formata.23 Pero estos tres aspectos van juntos. Son elementos constitutivos de una totalidad viva. Si falta uno u otro, faltará algo esencial, la espiritualidad de Schoenstatt quedará mutilada. Porque no en vano hablamos del mensaje tripartito de Schoenstatt: Mensaje de la fe en la Divina Providencia, de la Alianza de Amor y de la pasión por la misión.

1.2. CÓMO EL P. KENTENICH EXPERIMENTABA A SU DIOS

De: Conferencia del 18 de julio de 1965

En: An seine Pars motrix, 2 (1965), 273-274. 279.281.287-289.292

Permítanme recurrir a una imagen. Pensemos en Alemania, en nuestra patria, en un bosque en pleno verano. Estamos paseando por el bosque. Aparentemente no sopla viento alguno. Pero si no estamos demasiado ocupado con nosotros mismos advertiremos que desde la parte más alta de las copas de los árboles nos viene un susurro peculiar y constante. (…) En efecto, en las ramas más altas de los árboles hay movimiento y murmullo, y siempre lo hubo. Un movimiento que a veces se comunica a todo el árbol porque lo divino está irrumpiendo con mayor fuerza aún. Hoy24 todos nosotros experimentamos, en la situación actual, un verdadero terremoto de gracias,25 algo más fuerte de lo común. Mi tarea consiste en interpretar, en hacer comprensible ese susurro de lo divino, esa irrupción de lo divino en nuestra historia. Porque vivimos muchas cosas, experimentamos muchas cosas, y las expresamos como quien tartamudea, porque no siempre es fácil expresarlas cabalmente.26

El término que quiero presentarles ahora es muy conciso y realista: Actualmente estamos viviendo una “escena de Anunciación” de cuño muy particular.27 Permítanme revelarles algo de la estructura de mi alma: (…) Un don que me fuera dado ya en la cuna es la capacidad de buscar siempre un mensaje de Dios detrás de todo lo que acontece en la vida, detrás incluso de las mínimas cosas. “El ángel del Señor anunció a María…” (…)

Todo esto es muy sencillo y natural, pero siempre toca el más allá. Y he ahí lo más importante. No ideas puramente humanas sino siempre entrando, a tientas, en otro mundo. Ciertamente esto es lo que Dios debería otorgarnos a todos, más y más, a modo de carisma. De ahí la pregunta que nos planteamos: ¿Qué quiere decirnos Dios? (…) Me interesa que nos movamos cabalmente en el mundo del más allá, sin el cual no podremos asumir este mundo terrenal en el cual estamos viviendo. (…)

¡Cuántas veces se ha repetido la Anunciación! Hagan siempre esa comparación con la vida de la Sma. Virgen. Realmente es muy sencillo. Luego de esa hora, en la vida de la Madre del Señor no hubo continuamente ángeles que descendiesen aleteando del cielo, sino causas segundas como fue en nuestro caso. (…) Es muy importante reflexionar una y otra vez sobre cómo se han escuchado y examinado en el más acá mensajes pequeños, pequeñísimos, del más allá. (…) El ángel del Señor anunció a María… Se trata siempre de lo mismo: Dios habla. De ahí las tres preguntas. En primer lugar meditar lo siguiente: ¿Puede estar esto en el plan divino?; en segundo lugar, preguntar; en tercer lugar, actuar. (…) Todo fue muy sobrio y sencillo: Se reflexionó, ateniéndose a los parámetros comunes, sobre lo que Dios quería, y se respondió asumiendo con seriedad la fe común. (…)

Naturalmente hay que contar con que uno puede equivocarse. Cuando se trata de la fe en la Divina Providencia, desde el punto de vista teológico sólo se puede alcanzar una determinada certeza interior cuando el Espíritu Santo con sus siete dones reemplaza un poco la lucecita habitual, y hace resplandecer con mayor fuerza su luz.28 ¿Ocurre así? Bueno, en eso estriba la audacia. Ciertamente la confirmación de que se ha interpretado bien la voluntad divina llega recién al cabo de años. Hasta ese momento se estará inmerso pues en una completa incertidumbre. (…) Porque lisa y llanamente la realidad es que cuando uno ha reconocido algo, cuando Dios ha hablado,29 la creatura ha de callar. Y eso realmente no es fácil.

1.3 Del “Credo” de José Kentenich

De: Hacia el Padre (1945), 62-64

En medio del horror e inseguridad del campo de concentración de Dachau, el P. Kentenich compone una peculiar oración, en verso, en la que expresa su fe en el Dios de la vida y de la historia que guía todo hacia el bien.

Creemos, oh Dios, que tu poder

dio al mundo la existencia,

que Tú lo mantienes y riges,

que lo conduces sabiamente a su fin. (…)

Estamos así sobre el universo

adentrados en la divinidad;

valemos más a tus ojos

que, sin nosotros, toda la tierra.

Las obras de todas las culturas

son tan sólo polvo insignificante

comparadas con la grandeza

que nos concede tu amor. (…)

Nos contemplas con mirada paternal

y nos participas de la felicidad de tu Hijo;

dispones todo cuanto nos acontece,

para nuestra eterna salvación.

Cada sufrimiento es un saludo tuyo,

que da alas a nuestra alma,

con vigor nos marca el rumbo

y mantiene vivo nuestro esfuerzo. (…)

Como el girasol se vuelve al sol,

que lo regala con abundancia,

Padre, nos volvemos creyentemente hacia ti

con el pensamiento y el corazón.

Silencioso y paternal

te vemos detrás de cada suceso;

te abrazamos con amor ardiente

y con ánimo de sacrificio vamos alegres hacia ti.

1.4 Triple providencia de Dios

De: Brief an Turowski 1952/53, 122-123

La fe nos muestra a Dios Padre que se preocupa por el gobierno del mundo desde tres puntos de vista.

(a) Con actitud providente Dios atiende paternalmente a todo el mundo de la creación y del hombre,30

(b) se interesa personalmente por cada ser humano y

(c) dispensa una muy especial atención a las personas y comunidades de dirigentes.

En el primer caso se habla de providentia divina generalis (providencia general);31 en el segundo, de providentia divina specialis (especial o individual); y en tercer lugar, de providentia specialissima (providencia especialísima o extraordinaria).

1.5 Providencia general y especial

De: Brief an Turowski 1952/53, 125-126

En razón de su natural limitación, el ser humano se ve desvalido ante la infinita plenitud del ser divino y la riqueza de las cualidades divinas que se le presentan en su unidad ordenada. El hombre mide con patrones humanos y por eso no es capaz de aprehender íntegramente la imagen paterna de Dios. Ciertamente a la luz de la fe comprende que Dios sostiene en sus manos el sistema del universo, infinitamente grande y complejo. Comprende asimismo que Dios ha puesto leyes en el mundo y en el acontecer mundial, a las que se atiene en su infinita santidad, verdad y justicia. Leyes que sanciona para realizar el gran plan que trazó desde toda la eternidad y quiere llevar a cabo con consecuencia a lo largo de la historia del mundo.

Aquí se nos plantea la inquietante pregunta: Dado que Dios, en virtud de su imparcialidad, no repara en el prestigio de las personas, desde un punto de vista puramente objetivo, ¿no debería entonces recompensar o castigar a ojos cerrados no tanto a las personas individuales como tales sino más bien las buenas y males cualidades? ¿Y no está esto en contradicción con aquella otra concepción que le atribuye a Dios un mayor interés, cálido y personal, por las personas, un amor a ellas también por causa de ellas mismas, lo que constituiría para Dios una imperfección que iría en desmedro de su ser? Y aun cuando tal actitud divina fuese posible y se correspondiese con la realidad objetiva, ese amor personal de Dios, en razón de su condición de amor espiritual, ¿podría ejercer tanta influencia sobre nosotros como, por ejemplo, la calidez y fervor de un noble amor que puedan prodigarnos nuestros padres o amigos?

Quizás al creyente le parezca que Dios - precisamente porque es padre o debe serlo -en su gobierno del mundo, normado y regulado por leyes eternas - tiene en cuenta, al menos sumariamente, el bienestar de cada ser humano. En este sentido Dios sería como cualquier persona que por naturaleza es bondadosa e irradia esa bondad donde quiera que esté o vaya.

Ciertamente parece que detrás hubiera una benevolencia personal. Pero no es así.32 Según esa visión de las cosas, Dios ama, pero sin tener un interés especial y cálido por la persona concreta que toma contacto con él; sin tener un interés especial y cálido que le permita participar muy personalmente en las esperanzas y temores, alegrías y dolores, angustias y esperanzas de ese hombre concreto, en suma, que le permita participar muy personalmente en su bienestar o malestar, en todos los acontecimientos de su vida y en todas las oscilaciones de su estado de ánimo como lo haría, por ejemplo, un amigo para con su amigo o un padre o madre para con su hijo.

Ahora bien, esa misma fe dice ciertamente que Dios es, de manera misteriosa, ambas cosas a la vez: Dios de verdad y justicia y Dios de santidad. Un Dios que en su guía del mundo y de la historia de salvación no se aparta ni en lo mínimo de las líneas que él ha trazado ni de las leyes que ha establecido. Pero es también un Dios de amor que continuamente tiene en la mira el bienestar general de la creación y se ocupa de cada individuo, de sus grandes y pequeñas necesidades como si - hablando humanamente-, sólo tuviera ese hijo y ningún otro. Más aún, que Dios pone continuamente la verdad, la justicia y la santidad al servicio del amor; y que lo hace tanto en general como en particular, o bien, - como lo dice san Gregorio - que la providencia de Dios se extiende tanto sobre un alma como sobre toda una ciudad; sobre una ciudad como sobre un pueblo; sobre un pueblo como sobre todo el género humano, pero de tal manera que él repara en cada individuo como si no tuviese otro de quien ocuparse, y a la vez se ocupa de todo el conjunto como si no se ocupase de lo particular. Pero esta verdad de fe se queda por lo común en la cabeza, en el plano intelectual, sin calar profundamente en el corazón, más aún, muy a menudo ni siquiera genera en la mente las correspondientes representaciones, porque para ello faltan, por lo común, puntos de comparación en el mundo terrenal y humano.

1.6 INSUFICIENTE ELABORACIÓN TEOLÓGICA

De: Carta al P. Menningen del 25 de mayo de 1953

En: Hug (Hrsg.): Das Schönstatt-Geheimnis, 29

Si no me equivoco, hasta ahora la teología prácticamente no se ha ocupado de esta cuestión. Al menos entre los autores que están a mi alcance no hallo una toma de posición clara e inequívoca.33Dada la importancia que reviste la Divina Providencia para esta época y para nuestra misión en ese campo, sería una encomiable tarea subsanar esta laguna. Ya se han hecho investigaciones profundas que permitirían dar una respuesta académicamente exacta a este complejo de cuestiones. Habría que exponer esa respuesta en el foro público para su discusión. Eso sería de gran provecho para la vida cotidiana. Ya hace mucho tiempo que he pedido que en nuestra Facultad de Teología haya un especialista en Divina Providencia, así como en la persona del P. Köster tenemos un especialista en Alianza de Amor. 34(…)

Si aspiramos a que el Santo Padre legitime para el tiempo actual nuestra fe en la Divina Providencia, eso sólo tiene sentido si remontamos dicha fe - en todas sus expresiones, vale decir, en las expresiones de la providentia generalis, specialis y specialissima - a la raíz de la fe teológica o sobrenatural.

Es posible que la teología se haya ocupado demasiado poco de ésta y otras cuestiones. Topamos aquí con la queja de amplios e influyentes sectores que no se cansan de señalar que nuestra teología de hoy está muy lejos de la vida, que no tiene la suficiente fuerza creadora para ver con claridad los temas actuales de la vida e iluminarlos desde Dios con una luz nueva.

De ahí mi llamamiento personal a contar con teólogos capaces en nuestras filas de ocuparse de estas difíciles cuestiones que acabamos de mencionar. Me parece incluso que futuros doctores de la Iglesia podrán cosechar laureles en ésta y otras áreas conectadas.

De: Carta al P. Menningen del 25 de mayo de 1953

En: Hug (Hrsg.): Das Schönstatt-Geheimnis, 46-47

De los textos presentados anteriormente y de las explicaciones agregadas se desprende por sí mismo el status quaestionis. Se plantea pues la siguiente pregunta: ¿En qué medida se puede extender el concepto “auctoritas Dei revelantis”?35

Los teólogos admiten de modo unánime que la autoridad divina se manifiesta en la Revelación oficial, que ciertamente ha de ser respondida por todos en forma de fides theologica.36 Y concuerdan asimismo en que Dios puede expresar su deseo y voluntad en revelaciones privadas, que deben ser respondidas por el receptor igualmente mediante la fides theologica.

A ello se agrega como una nueva pregunta:37 ¿Acaso Dios no habla a las personas también a través de los signos de los tiempos o mediante sus conducciones y disposiciones? ¿Acaso no lo hace de modo tan claro e inequívoco que todo aquel que por tales signos capte con claridad el deseo y voluntad de Dios está obligado, en virtud de la fides theologica, a inclinarse ante él con actitud creyente? Acaso no apuntan en esa dirección las palabras del Señor: “Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?”38

De: Carta al P. Menningen del 6 de junio de 1953

Si realmente aspiramos con seriedad a que el Santo Padre legitime oficialmente la fe en la Divina Providencia, tal como dicha fe está viva en nosotros, y la legitime como la gran maestra de la vida actual, capaz de resolver los problemas de la época de manera similar a como lo hace la fuente extraordinaria de conocimiento [las apariciones y milagros], entonces es de suma importancia fundamentarla teológicamente.

(b. El Dios que se revela personalmente y a quien el hombre puede dirigirse personalmente)

1.7 EL DIOS QUE ESTÁ PRESENTE EN TODO Y ACTÚA EN TODO

De: Vorträge 1963, 10, 122-123

Tenemos que convencernos de las siguientes grandes verdades:

En primer lugar, que Dios es una realidad. Dios es realidad por antonomasia. Y esto tiene hoy gran importancia. Ya saben por qué: Porque el hombre de hoy advierte, percibe, que entre él y Dios se interponen muchas cosas y que él, el hombre, queda adherido, apegado a ellas. Ustedes saben además qué difícil resulta hoy tomar conciencia de Dios en la vida cotidiana, en el acontecer mundial. Porque parece que Dios estuviese durmiendo, que hubiese puesto en manos del diablo el cetro del acontecer mundial.

En segundo lugar, convencernos de que Dios es una realidad personal. Vale decir, es persona; no es un “ello” sino un “Tú”, un tú personal, incluso es tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas y un solo Dios. Si queremos cultivar un trato amoroso con Dios, naturalmente no podemos prescindir de grabarnos una y otra vez estas realidades.

Y en tercer lugar, Dios es una realidad ineludible. (…) ¿Qué quiere decir esto? Escuchemos al salmista: “Si subo al cielo, allí estás tú;

si me tiendo en el Abismo, estás presente.”39 ¿Qué significa esto? Dicho teológicamente: omnipresencia divina. Ahora no estoy haciendo otra cosa que recordarles brevemente verdades teológicas fundamentales.

¿Qué significa que Dios está en todas partes? Que está en el cielo, en la tierra, incluso en el infierno; en todas partes donde hay algo creado. ¿Y cómo está en todas partes? Per potentiam, per scientiam, per essentiam.40Verdades teológicas, filosóficas que hay que grabarse, y que allí donde yo esté educando, han de ser naturalmente objetos de estudio, de reflexión, de amor y de vida. Así pues no estancarse en cosas periféricas. La ineludible realidad de Dios… realidad ineludiblemente personal.

1.8 MODOS DE LA PRESENCIA DE DIOS

De: Vorträge 1963, 10, 123-125

Piensen en otros modos de presencia de Dios;41 en su presencia eucarística, sacramental. También cuando me siento o arrodillo ante el tabernáculo: Ahí está Cristo, el Dios humanado, real, de manera real; él está realmente ahí. Vale decir, no es una pálida idea. Colmémonos de esas realidades del Dios eterno e infinito que aparece en tal o cual forma. De ahí la importancia de que giremos con la mente, el corazón y la voluntad en torno del Dios vivo y personal visto de esa manera.

Pues bien, de lo que se trata especialmente ahora es de la presencia sobrenatural de Dios, del Dios Trino, en el alma del hombre en gracia.

De: Vorträge 1963, 2, 148-149

Si echamos una mirada retrospectiva y nos preguntamos cómo es la imagen de Dios que Schoenstatt cultivó desde el principio, hallarán algunas expresiones que se van reiterando en el transcurso de los años, en una u otra versión. Ya en época muy temprana, en los retiros espirituales y cursos, hablábamos del Dios de la vida, diciendo que el Dios de la vida era quien resplandecía fuertemente sobre Schoenstatt. No como si no hubiésemos sabido de otros aspectos de Dios - los enseñábamos con toda claridad -, pero una de las cosas más originales fue ese énfasis en el Dios de la vida. Podemos distinguir al Dios de nuestros altares - no lo hemos olvidado-, y al Dios de nuestro corazón - a quien tampoco hemos olvidado.

Si echan una mirada retrospectiva y reflexionan sobre las corrientes espirituales de la Familia, verán con qué amplitud hemos hablado de la filiación divina. Lo hicimos en una época en la que en la Iglesia, especialmente entre los teólogos, no se reflexionaba a fondo sobre el tema. Observen pues cómo nosotros lo enfocamos con detenimiento y qué conclusiones extrajimos de nuestra reflexión.42

Valdría la pena que alguien se ocupara académicamente del tema, que repasara los contenidos de los ejercicios espirituales y cursos. Por lo tanto esas modalidades de Dios, por decirlo así, jamás fueron descuidadas por nosotros, al contrario, las cultivamos con más intensidad que en ninguna otra parte. El Dios del corazón, el Dios de nuestros altares. Pero lo que se anticipó al tiempo, y continúa anticipándose hoy, es siempre la referencia al “Dios de la vida”; el Dios que gobierna la vida, dicho más exactamente, el Dios de la historia. Ahora bien, el concepto “Dios de la historia” restringe la idea de Dios.43

Naturalmente hemos presentado siempre también al Dios de la creación, pero a la vez le enseñamos al pueblo que Dios creó el mundo. Y para la sensibilidad del hombre - especialmente si echamos una mirada retrospectiva sobre los siglos y milenios pasados, por ejemplo, sobre lo que dijeran Aristóteles y Platón - si observamos la sensibilidad de la humanidad, se puede comprender por qué hombres inteligentes y religiosos se han extraviado tanto en lo que hace a la temática del Dios de la creación. En la creación existen leyes que se cumplen perpetuamente. El ser humano tiene necesidad de estabilidad. De ahí la fuerte aspiración de los hombres de milenios antes de Cristo, de integrarse al ritmo de la creación, al ritmo de la naturaleza: porque en ese ritmo hallaban un ciclo fijo, estable, tranquilizador, algo que se repetía continuamente.

En cambio, si pensamos en la historia, observamos que en ella hay un continuo fluir; pensar en la historia es pensar en un dinamismo incesante, casi inasible. Hoy la situación es de tal y cual manera, mañana lo es de otra. Lo mismo sucede cuando pensamos en la historia de nuestra propia vida o de nuestra familia natural. Un ir y venir de olas…

Así pues desde el principio nuestra fortaleza residió en una cierta originalidad: poner siempre en primer plano al Dios de la historia. De este modo se entiende porqué pusimos entonces tan fuertemente la Divina Providencia en el primer plano de nuestro pensamiento. Porque, ¿quién sostiene en sus manos el acontecer mundial, la historia universal, la historia de la Iglesia, la historia personal, la historia de la comunidad?

1.9 SER TOCADO POR DIOS. ENCUENTROS CON DIOS

De: Homilía del 21 de abril de 1963

En: Aus dem Glauben Leben, 7, 65.68

Que el día de hoy - segundo domingo de Pascua - sea un día de recuerdo de los encuentros con Dios. Los encuentros con Dios en mi vida, cómo y cuándo. ¿Qué he hecho con ellos? En segundo lugar, un día de renovación. ¿Qué queremos renovar? Renovar el encuentro con Dios. Pero esto supone naturalmente tomar conciencia sobre dónde, cómo y cuándo he sido tocado por Dios. Renovar y profundizar mis encuentros con Dios.

¿A qué Dios puedo encontrar? Al Dios de nuestros altares, al Dios de la vida y al Dios de nuestro corazón. Al Dios de nuestros altares. Lo sabemos y a la vez no lo sabemos, similarmente a como Tomás sabía y a la vez no sabía cabalmente que Cristo estaba frente a él: Aquí está el Dios vivo, en el sagrario, con cuerpo y alma, con su divinidad y humanidad, invitándonos: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Tengo oportunidad de encontrarme con Dios. ¿Por qué correr continuamente a golpear las puertas de los hombres olvidando al solitario ermitaño que mora en su pequeño sagrario? (…)

Encuentros con Dios, con el Dios de la vida. Hoy leímos en el evangelio cómo el Señor se aparece estando las puertas cerradas. No hay nada que impida a Dios tocarnos, encontrarnos. Dios de la vida. ¿A través de qué me habla? A través de los acontecimientos de mi vida. Renuevo esos encuentros y en el futuro, con una mirada de fe, volveré a percibir a Dios en mi vida, entre mi vida y todas las cosas terrenales.

Y por último: encontrar al Dios de nuestro corazón. Sabemos que todos nosotros, alcanzados por la gracia, podemos considerarnos como pequeños templos de la Trinidad, inhabitados por el Dios Trino, consagrados al Dios Trino.

1.10 EL DIOS DE LA SAGRADA ESCRITURA

De: Conferencias 1963, 4, 37-38

Examinemos la Sagrada Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. (…) el Dios de la Sagrada Escritura, la imagen de Dios que nos presenta la Sagrada Escritura (…) es el Dios que ha dado vida a toda la creación. Éstas son cosas que hallaremos una y otra vez en la Sagrada Escritura, casi en todas sus páginas. Pero lo más original me parece que es lo que nosotros hemos constituido en cimiento de nuestra vida y aspiraciones: el hecho de que ese Dios no duerme, sino que gobierna y guía. No se retiró a su aposento para descansar y dejar al mundo librado a sí mismo. No, ese Dios guía, guía el destino de la humanidad, guía el destino de cada persona. Eso es, en lo más profundo, el fundamento de nuestra fe en la Divina Providencia.

Por lo demás, ustedes advierten que dicha guía de Dios en la historia universal, en la historia de salvación, en la historia de la vida de cada persona es (...) el problema más difícil que la humanidad de hoy, también la cristiandad, tiene que elaborar y resolver íntimamente.

1.11 LA BUENA NUEVA PARA HOY

De: Brief an Turowski 1952/53, 216-218

La fe en la Divina Providencia interpreta todo acontecimiento del mundo y de la Iglesia, en la familia y el Estado, y en la vida personal, como un plan de sabiduría y omnipotencia de Dios trazado con cuidado y todo detalle. Pero hoy se dispensa poca atención a esa fe.

Con la desaparición del espíritu de fe aumenta en todas partes el peligro de caer en un fatalismo práctico, en el determinismo, el materialismo o el deísmo. El ojo resplandeciente que el mosaísmo descubre en Aquél que tiene en sus manos las riendas de la historia universal, y el cálido corazón que el cristianismo ha constatado en él, está desapareciendo del pensamiento y de la sensibilidad de amplios sectores - incluso de la Iglesia católica -. Está desapareciendo más y más, dando lugar a la idea de una materia eterna o de un hado ciego, un Dios despótico y autosuficiente que se mantiene desligado de la suciedad y maraña de las contiendas del mundo, y deja a los hombres librados desoladoramente a sí mismos.

En tal entorno Schoenstatt descuella por su fe cálida, ardiente, en la Divina Providencia. Descuella como una columna solitaria que se alza elevándose al cielo. La fe en la Divina Providencia, olvidada, despreciada, negada, combatida, es para nosotros cimiento del sólido edificio de la Familia, una Familia que aspira a elevados ideales y se extiende por todo el mundo.

Con la ley de la puerta abierta y de la resultante creadora, la fe en la Divina Providencia nos ha desvelado el plan admirable de Dios y nos lo ha confiado para su realización. Esta fe es, por así decirlo, el carisma que la bondad desbordante de Dios nos ha concedido en gracias abundantes por la intercesión de la Sma. Virgen. Una fe que se mantiene firme en medio de todas las tormentas y extrae las conclusiones para la vida cotidiana con una inmutable seguridad instintiva. Y las extrae especialmente cuando resulta vano todo cálculo humano y se derrumba todo apoyo terrenal. Esa fe es la buena nueva que tenemos que proclamar con convicción al mundo de hoy mediante palabras que aclaren y den testimonio, y mediante hechos audaces y heroicos. Creemos que estamos llamados a esa tarea.

1.12 AYUDA CONTRA EL FRÍO CÓSMICO Y ANTROPOLÓGICO

De: Conferencia del 3 de enero de 1965

En: Vorträge, III (1966), 41-42

Desde el principio hemos sostenido una concepción del Dios vivo peculiar, específica, especial: el Dios de la vida. Escuchémoslo bien: el Dios de la vida que sostiene continuamente en sus manos las riendas del acontecer mundial. No como si hubiésemos olvidado al Dios de los altares o al Dios de nuestro corazón. ¡Ah, no! También ese Dios quiere ser considerado, ser puesto en el primer plano.

Pero en una época en el que el mundo, especialmente en la vieja Europa, ha comenzado a rigidizarse, presa del frío cósmico… ¿Entienden lo que significa frío cósmico? No sólo hay que entenderlo biológicamente. Hablamos de frío cósmico: todo lo enfría, rodea al ser humano haciendo que su interior se entumezca, se enfríe. ¿Qué significa tal enfriamiento? Que el hombre ya no entiende más la vida porque la vida le plantea infinidad de enigmas. No puede ver más allá. Frío cósmico. Adviertan pues que tenemos que reencontrarnos con el Dios de la vida y su calidez cósmica. El corazón ha de volver a ser un corazón cálido en su relación con Dios; y serlo en la mayor medida, de modo descollante, precisamente cuando todo a nuestro alrededor esté oscuro. Un salto en la oscuridad.

1.13 AMADO PERSONALMENTE

De: Vorträge 1963, 2, 52-54

Cuando piensa sobre sí mismo y el orden de salvación, san Pablo no se cansa de repetir: “Dilexit me”.44 Reflexionen sobre esta realidad. San Pablo es objeto del amor de Dios. Y me parece que él, para ser sincero, no sólo podría decir: dilexit me, sino dilexit me specialissime o bien specialissimo modo. Somos objeto del amor de Dios. Hemos hablado mucho sobre la corriente de amor que mana del corazón de Dios, fluye por el mundo y busca retornar al corazón de Dios. Hemos sido sumergidos en esa corriente de amor. (…)

Vale decir, no sólo objeto de un amor paternal general, de un amor maternal general, sino objeto de ese amor de una manera muy especial. ¿Cómo fundamentarlo? Podría dejar a ustedes esa fundamentación. Precisamente porque estamos acostumbrados a detectar el deseo, la voluntad y regalos de Dios a través del modo y manera como Él nos ha ido guiando. No se avergüencen de reconocer silenciosa y agradecidamente en su fuero interno que el camino de su vida ha estado ligado hasta ahora a Schoenstatt. (…) Detrás de la vida y acción de ustedes tiene que haber brillado con fuerte intensidad la “estrella de los Tres Reyes Magos”, la estrella de las tres virtudes teologales.45 Sabemos que toda gracia mana, por último, de una sola fuente, del corazón de Dios. Por eso no nos resulta difícil afirmar, viéndonos a nosotros reunidos aquí: “specialissismo modo a Deo dilecti”.46

Será pues tarea de ustedes meditar sobre esa afirmación. Les pido que lo hagan con frecuencia. No como se lo hace por lo común cuando se participa del retiro mensual, ejercicios espirituales, etc., ocasiones en las que nos detenemos en la revisión y repaso de las debilidades y miserias personales. Creo que esta vez, y por un cierto tiempo, debemos hacer lo contrario: enfocarnos en las misericordias de Dios en nuestra vida, especialmente las misericordias extraordinarias de Dios; y hacerlo muy conscientemente.

1.14 LA LEY DE VIDA DE LOS SANTOS

De: Brief an Turowski 1952/1953, 123

Las biografías de los santos presentan una característica particular. Todos ellos comenzaron a abrirse plenamente al bien y emprender el camino hacia la cumbre de la perfección cuando en su vida y alma echó hondas raíces la fe en la providentia divina specialis. Vale decir, cuando tomaron conciencia, cuando sintieron y creyeron que la persona de Dios Padre los aceptaba personalmente, los valoraba y trataba como a las pupilas de sus propios ojos; cuando pudieron repetir con san Pablo: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me;47y cuando con san Ignacio rezaron en todas las estaciones del viacrucis: Et omnia haec propter me.48Todos los santos, sin excepción, fueron por excelencia hijos de la Divina Providencia. De ahí la gran importancia que reviste para todos los tiempos educar en la vida sobre la base de la fe práctica en la Divina Providencia. Y de ahí la conclusión que se extrae con facilidad: La importancia que tiene una tal educación justamente para una época afectada, hasta la médula, por la despersonalización y la masificación.

1.15 EL MENSAJE CENTRAL DE JESUCRISTO

De: Brief an Turowski 1952/1953, 124-126

La imagen de Dios del Nuevo Testamento presenta marcados rasgos paternales. Lo constatamos con frecuencia y nos convencimos hondamente de ello a lo largo de las décadas. Por eso basta con señalarlo. Creemos firmemente que Jesús tenía la misión de revelar esos rasgos a sus oyentes y discípulos, e incorporarnos de manera misteriosa a su propia filiación divina. En la oración sacerdotal49 da el siguiente testimonio de sí ante el Padre del Cielo: “Manifesté tu nombre - el nombre de Padre - a los hombres.”

En su oración, trabajo y padecimientos, Jesús giraba en torno del Padre. E integra a esa corriente de amor que va hacia al Padre a todos los que se unan a él. Así lo hizo durante su vida en la tierra. Y así sigue haciéndolo hoy en la liturgia y a través las mociones interiores. Nadie va al Padre si no es a través de él. Jesús habrá cumplido su misión recién cuando todos los elegidos hayan hallado el camino hacia el Padre con el compromiso de su propio ser, sentimientos y vida. Jesús pone el nombre de “padre” en la boca y el corazón de los suyos enseñándoles a rezar: “Padre nuestro…”

Con arrollador entusiasmo e imágenes brillantes proclama no sólo la buena nueva de la providentia generalis del Padre sino también y sobre todo de su providentia specialis. La providencia general era conocida por sus oyentes que habían pasado por la escuela del Antiguo Testamento. Para ellos no era nuevo que Yahvé cuidase de su creación, que alimentase las aves del cielo y vistiese los lirios de los campos. Sabían que Israel era el predilecto de Dios, era su pueblo elegido. Conocían por la historia suficientes casos en los que había operado la providentia specialissima. Les bastaba pensar en los patriarcas y en los profetas. Con qué frecuencia en el transcurso de los siglos se ha repetido, unas veces de una forma y otras veces de otra, lo que la Sagrada Escritura relata de Moisés: “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (cf. Ex 33, 11).

Pero lo que para ellos sí era nuevo era precisamente el hecho de que el Padre se interesase personalísimamente por las mínimas cosas de cada ser humano y velase paternalmente por ellas, al punto de que no cae ni un solo cabello sin el conocimiento y voluntad de Dios, sin su intervención (cf. Mt 6, 25-34). He aquí pues el mensaje de la providentia divina specialis, vale decir, de la Divina Providencia individual o especial: Dios no sólo abarca todo el acontecer mundial con las leyes y constantes inherentes y operantes en él, y lo lleva sabiamente hacia una gran meta planeada; Dios no sólo se ocupa de algunos grandes líderes del pueblo; sino que, a la vez y del mismo modo, se ocupa de cada una de las personas que conforman ese mundo. Sabemos todo esto; lo hemos recordado innumerables veces. Sin embargo, hemos de admitir que muchas veces el intelecto está convencido de esa realidad; pero el corazón no está entusiasmado por ella, al menos no en la medida en que desearíamos que fuese y tendría que ser efectivamente. Ciertamente en virtud de la Alianza de Amor la MTA nos ha tomado de la mano y guiado hacia el Padre. Desde ese momento se nos abrió un nuevo mundo.

Sin embargo coincidirán conmigo en lo siguiente: Cuando nos comparamos, por ejemplo, con san Pablo, que sentía continuamente que sobre él reposaba la mirada bondadosa de Dios, que Dios estaba unido a él y trataba con él cara a cara y de corazón a corazón, entonces día a día nos sentimos cada vez más pequeños y desvalidos como si aún no hubiésemos aprendido el abecedario de la relación hijo-padre. Porque, seamos sinceros, ¿quién de nosotros puede decir con san Pablo: “Hermanos, hasta hoy yo he obrado con rectitud de conciencia delante de Dios.”? (Hch ٢٣,١)“Este es para nosotros un motivo de orgullo: el testimonio que nos da nuestra conciencia de que siempre, y particularmente en relación con ustedes, nos hemos comportado con la santidad y la sinceridad que proceden de Dios, movidos, no por una sabiduría puramente humana, sino por la gracia de Dios.” (2 Co 1, 12).

Vemos pues que san Pablo vivió lo que enseñaba cuando recomendaba: “Sean ciudadanos del cielo, vale decir, estar junto a Dios, con él y en él, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre que está tan interesado en nosotros que no sólo tienes posados sus ojos continuamente sobre nosotros sino que examina también nuestro corazón y riñones” (cf. Flp 3, 20; Sal 26, 2). ¡Tan íntimamente unido está Dios a nosotros! Y él exige que también nosotros giremos perpetuamente en torno de él (…).

Raras veces ocurre que personas que son transparentes de Dios reflejen con claridad - más allá de defectos humanos - la maestría divina en cuanto a unir providentia generalis y providentia specialis y así, ateniéndose a la ley de la transferencia de afectos, encaucen limpiamente hacia Dios Padre el afecto que reciben. Con esta observación estamos tocando nuevamente el tema de qué importante es para la renovación del mundo que haya padres auténticos.

Dicho en otros términos: La fe en la providentia divina specialis no se enciende, o no se enciende suficientemente, queda como una pálida idea de barniz religioso;50 si la persona se siente y sabe utilizada por Dios - ciertamente por una benevolencia general - para determinados fines del gobierno del mundo, o peor aún si se siente manipulada por Dios. En uno u otro caso no se sabe ni se siente plenamente aceptada, atendida, cuidada personal e individualmente. De ahí que la persona, en cuanto persona, no se experimente anclada con suficiente profundidad en Dios, ni valorada ni protegida por él, sino despersonalizada, manipulada, masificada, aun cuando se trate de alcanzar metas divinas. Eso redunda en que la fe en la Divina Providencia no se convierta en una gran potencia en la vida de las personas y de pueblos enteros, y que entonces el hombre, al enfrentar catástrofes extraordinarias, caiga en la confusión y se entregue a corrientes y movimientos ateos.

1.16 EL INTERÉS PERSONAL DE DIOS POR CADA SER HUMANO

De: Brief an Turowski 1952/53, 128-129

Quien ha creado nuestra naturaleza conoce mejor que nosotros sus necesidades. Su sabiduría y amor conocen los medios y vías para satisfacerlas. Y su omnipotencia realiza lo que sabiduría y amor hayan previsto. Más allá de que Dios mira con amplitud infinita, vale decir, contempla todo el vasto escenario del acontecer mundial; más allá de la plenitud de sus infinitas perfecciones; más allá de la incorruptibilidad e inexorabilidad de su verdad y justicia y de la pureza de su santidad; más allá de su abrazo amoroso a todo lo que él ha creado… Dios tiene un cariño hondo y cálido por cada ser humano y se interesa personalmente hasta por las mínimas cosas que lo conciernan. Para convencernos de ello hizo que su Hijo unigénito asumiese la naturaleza humana con todas sus nobles inclinaciones y pasiones humanas. Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Ese misterioso interés personalísimo de Dios por cada ser humano - que nos resulta tan difícil imaginar debido a la condición divina de ser espiritual e inmutable - ha encontrado en la persona y figura de Jesús un reflejo perceptible por nuestros sentidos, una encarnación… El Unigénito, representa el rostro del Padre eterno vuelto hacia nosotros, nos revela de modo sensible y tangible, de modo auténticamente humano, cómo podemos representarnos de manera humana el interés espiritual de Dios Padre por cada persona. Newman51 afirma con acierto:

“Realmente es admirable y digna de adoración la condescendencia con la que Dios socorre nuestra debilidad. La atiende y ayuda precisamente de la manera como obró la redención de las almas. Para que comprendamos que a pesar de sus misteriosas e infinitas perfecciones, , presta atención especial y tiene un cariño especial por cada ser humano, asumió los pensamientos y sentimientos de nuestra propia naturaleza, que, como todos sabemos, es capaz de tal cariño personal. Haciéndose hombre cortó de raíz, de una vez y para siempre, las dificultades y problemas de nuestro entendimiento en esa área, como si quisiese dar razón a nuestras objeciones y refutarlas poniéndose él mismo en nuestro propio punto de vista.”

El interés personal de Dios por nosotros presenta sobre todo dos cualidades: Es infinitamente tierno, e infinitamente atento. Esto quiere decir que, en su Hijo, el Padre nos ha regalado, por decirlo así, un espejo en el que se refleja y hace comprensible su amor paternal infinitamente tierno y atento, más allá de que nosotros no podamos entender cómo tal hondo cariño de Dios hacia cada ser humano pueda compatibilizarse con las otras cualidades divinas. Pero si recordamos lo que escuchamos más arriba sobre Pascal y santo Tomás sobre la tensión y la armonía y en relación con las virtudes complementarias de la verdadera santidad en los reflejos humanos de la santidad divina, y si aceptamos luego que en Dios hay que suponer medidas infinitas en todos los aspectos, entonces la razón que piensa en abstracto estará en camino de ver que las contradicciones aparentemente irreconciliables se funden en una unidad.

Quien quiera convencerse del amor personal de Dios no ha de contentarse con tales reflexiones filosóficas abstractas, ni con las enseñanzas de la Sagrada Escritura sobre la providentia divina specialis, ni tampoco con la meditación cuidadosa y continua sobre las misericordias personales de Dios en nuestra propia vida y en la historia de la Familia - forma de meditación habitual entre nosotros; sino seguir adelante y aprender a entender, gustar y responder a la cálida afectividad de Jesús en cuanto expresión humana y tangible del amor paternal de Dios. Es como si en este sentido el Señor nos dijese: “El que me ve, ve al Padre” (cf. Jn 12, 45). “Nadie va al Padre sino por el Hijo” (Jn 14, 6). Nadie comprende el amor individual del Padre, amor que se interesa personalmente por cada ser humano, si no lo ve reflejado en la figura del Unigénito.

1.17 TERNURA Y ATENCIÓN DE DIOS

De: Brief an Turowski 1952/53, 130-131.133

Para al menos presentar algunos ejemplos de cuán tiernamente humana es la sensibilidad del Señor y cuán atento es Él en su trato con los hombres, observemos su relación con sus amigos… Naturalmente haremos sólo algunos enfoques que quieren despertar nuestra iniciativa, nuestro espíritu de descubridores y conquistadores, encauzándolos hacia este fértil campo, para fomento de una fuerte corriente del Padre o de la Divina Providencia. El Salvador, Señor del cielo y de la tierra, el que sostiene firmemente en sus manos el cetro del gobierno universal, es igualmente capaz de sentimientos de amistad. Esta cualidad suya hoy nos conmueve y resulta extraordinariamente cercana, y por momentos, sorprendente. En este sentido la Sagrada Escritura nos presenta escenas pintadas con preciosos detalles que nos permiten meditar sobre algunos rasgos particulares.

Así pues la Sagrada Escritura nos habla de las lágrimas que el Señor derrama de manera auténticamente humana sobre Jerusalén; del modo como trata a Pedro antes y después de la traición; de cómo se conducía con Juan; o bien de cómo trató con Tomás cuando éste dudó. La Sagrada Escritura nos permite además apreciar, con total transparencia, cómo fue su relación con las mujeres piadosas. Particular encanto reviste su relación con Lázaro y sus hermanas.52 Detengámonos un poco aquí, porque así también lo hace la Sagrada Escritura. Escena de cautivante belleza es la del llanto de Jesús junto a la tumba de Lázaro (Jn 11). “Jesús preguntó: ‘¿Dónde lo pusieron?’ Le respondieron: ‘Ven, Señor, y lo verás’. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: ‘¡Cómo lo amaba!’”

Para el pensamiento limitado del ser humano, estos hechos están lleno de enigmas de difícil resolución. Lo admitimos de buena gana. Enigmas que se condensan en un misterio impenetrable cuando pensamos en el carácter divino de la persona de Jesús, cuando nos preguntamos: ¿Cómo Él, en su condición de Dios puede vivir en continua beatitud y a la vez llorar como hombre? ¿Cómo podía ser omnisciente y a la vez no saber? Así pues quien debe revelarnos el misterio del Padre, está ante nosotros cubierto por el velo del misterio. (…) Por ende nunca salimos del mundo de lo incomprensible, en el que sólo la fe viva puede guiarnos. No debe asombrarnos que también el acontecer mundial y nuestra vida estén llenos de cosas incomprensibles.

El Señor llora, llora realmente con gran compromiso interior y no en apariencia. ¿Qué es lo que lo hace prorrumpir en llanto? Ante todo una razón auténticamente humana: Compasión y empatía con el dolor de los deudos que están allí llorando. Vale decir que Jesús se deja contagiar por sus llantos y lamentos, tal como nosotros mismos solemos hacer. Así dice la Sagrada Escritura: “Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, se conmovió y turbó” (cf. Jn 11, 33). En una homilía de un cuarto domingo de Cuaresma, Newman hace referencia a esa escena, trata de explicarla e integrarla al contexto que aquí nos interesa especialmente. Dice así:

“Esencia profunda de la compasión y empatía es el alegrarse con quienes están alegres y llorar con quienes lloran. Sabemos que así ocurre entre los hombres, y Dios nos dice que también Él sabe de compasión y tierna misericordia. Pero no entendemos con facilidad lo que eso significa: ¿cómo puede alegrarse o enojarse Dios? Porque precisamente en razón de la infinita perfección de su ser, el Omnipotente no puede manifestar empatía alguna, al menos no según la conciben seres tan limitados como nosotros. Él está oculto a nuestros ojos. Si se nos concediese verlo, ¿cómo percibiríamos signos de empatía en quien es eterno e inmutable? Él derrocha palabras y obras de empatía en nosotros. No obstante es justamente la visión de la empatía en los otros lo que nos conmueve y consuela más que los efectos de esa compasión. Si bien el Hijo de Dios tuvo para con nosotros una cuota de empatía tan grande como la de su Padre, no nos la manifestó mientras permaneció en el seno del Padre. Pero cuando se encarnó y apareció en la tierra, nos mostró la divinidad en una nueva revelación. Se revistió de cualidades propias de nuestra carne, asumiendo un alma humana y un cuerpo carnal, para hacer suyos pensamientos, sentimientos y mociones de la afectividad que se correspondiesen con los nuestros y fueran capaces de manifestarnos su tierna misericordia. El amor de Dios, el corazón compasivo del Eterno y Omnipotente, se digna a revelarse a nosotros de un modo comprensible para nosotros, vale decir, en el modo de la naturaleza humana.

Jesús lloró por lo tanto no sólo en razón de profundos pensamientos, de su comprensión en aquella hora, sino por ternura espontánea, por amistad y misericordia, por dulzura empática y amorosa, por el cariño, pródigo en cuidados, del Hijo de Dios para con la obra de sus manos, para con el género humano. En ese momento las lágrimas de los hombres lo conmovieron porque fue precisamente la miseria de los hombres lo que lo hizo descender del cielo. Su oído estaba abierto para ellos, y la voz de sus lágrimas halló enseguida el camino hacia su corazón.”

(…) En el trato con sus enemigos el Señor mantiene la misma actitud que observa para con sus amigos. Ejemplo clásico de esto es su conducta para con Judas, el traidor.

(c. Plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia)

1.18 PERCIBIR Y RESPONDER LAS PEQUEÑAS SEÑALES DE DIOS

De: Ejercicios espirituales para PP. de Schoenstatt 1967

En: An seine Pars motrix, 8 (1967), 259-262

Sería un error, sería una especie de superficialidad, no reflexionar en estos días detenidamente sobre si nuestra vida personal no ha estado bajo una guía especial, una guía divina. Dicho en un estilo coloquial: Si no hemos sido por antonomasia hijos de la Divina Providencia, vale decir, hombres que de manera muy particular y original han sido guiados por Dios, y ciertamente - permítanme reiterar la frase -, si no hemos “estado bajo una guía divina”. Vale decir que el timonel ha tenido siempre en sus manos el timón. Nada es casual, no, no. Percibo palpablemente cómo Dios ha empuñado el timón; y naturalmente cómo también nosotros nos hemos esforzado, a cada paso, por asumir cada intención y acción del timonel.

Al menos para mí, una reflexión predilecta que yo me hacía incluso en el calabozo53 es la siguiente: Si lográsemos discernir los mínimos deseos y señales del timonel, y responderlas, ¡qué línea recta quedaría trazada a lo largo de nuestra vida!

Dicho con otras palabras, y considerado desde un punto de vista humano, muy humano: puede ocurrir que al recorrer nuestro camino seamos a veces muy negligentes en lo que se refiere a captar y responder a las señales de Dios. Por ejemplo, Dios, el timonel, da señal tras señal para que la barca de la Familia navegue siguiendo tal y cual dirección. Y nosotros no reaccionemos. Finalmente comenzamos a reaccionar, pero hasta ese momento habremos dejado muchas pequeñas señales sin observar. ¿Tendremos la fuerza necesaria para acatar la nueva señal? Desde el punto de vista teológico, podría dar diferentes explicaciones, por ejemplo, que Dios desde toda la eternidad lo ha planeado así. Pero piensen las cosas desde otro punto de vista: Si nos hemos educado para que en todas las situaciones que vivamos demos un “sí” a la mínima señal de Dios: ¡Qué fácil tendría que resultarnos entonces mantener la serenidad en todas las situaciones de nuestra vida, también en las más graves! Porque entonces estaríamos siempre preparados, sabiendo que Dios, como timonel de nuestra vida, es un Dios de amor, sabiduría y omnipotencia; que Dios no quiere jugar con nosotros; que Dios no sólo me quiere demostrar que puede hacer lo que quiera, sino que es el amor, el amor en persona. Por eso todo lo que acontezca en mi vida es expresión del amor paternal del Dios infinito. (…)

San Gregorio nos deja una hermosa reflexión que nosotros mismos pudimos habernos hecho; no obstante es un pensamiento misterioso: “Dios empuña las riendas del acontecer mundial como si no existiese el individuo, y cuida de las necesidades del individuo, incluso las mínimas, como si no hubiese comunidad”. Ciertamente la analogia entis es muy limitada. Aquí se nos aparece nuevamente el Dios vivo que está muy por encima de todo, todo lo puramente humano. Nos enfrentamos nuevamente al misterio.

(Sacramentalidad del momento)

Se habla de “la sacramentalidad del momento”. Visto con los ojos de la fe, ¿qué significa “la sacramentalidad del momento?”. ¿Qué entendemos por sacramento, por carácter sacramental? Un acontecimiento exterior como símbolo de una gracia interior. La sacramentalidad del momento, de cada momento, me señala el deseo de Dios Padre, y a la vez me ofrece la gracia que necesito para reconocer y cumplir la voluntad de Dios en cada momento.

(La fe en la Divina Providencia como una manera de entender el mundo)

Al escuchar ahora estas cosas integradas a un contexto armónico, tenemos que decir entonces lo siguiente: Para nosotros la fe en la Divina Providencia se ha convertido en una manera de entender el mundo. Así se lo solía escuchar antaño con frecuencia. No como si nosotros fuésemos también providencialistas, como si la fe en la Divina Providencia tuviera también un lugar en nuestro pensar y querer, no, no es eso. La fe en la Divina Providencia es la idea central, centralísima, de nuestro pensar y amar.

(Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor)

Sea como fuere, no pasen por alto que estamos hablando de la fe en cuanto fides caritate formata [fe informada por la caridad]. Aplicado a nuestra vida cotidiana: Fe en la Divina Providencia como fuente para el reconocimiento y realización de nuestra Alianza de Amor, como fuente y efecto, todo a la vez.

Más allá de todas las originalidades que podamos tener, todas pueden escribirse sobre la uña del pulgar.54 Por eso, si queremos ser y continuar siendo schoenstattianos auténticos, no resta otra cosa que poner siempre en primer plano ambas realidades: Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor. Fe en la Divina Providencia - fides caritate formata -. Alianza de Amor fundada en la fe en la Divina Providencia. La fe en la Divina Providencia nos señala entonces qué características asume en cada ocasión la Alianza de Amor. Y la Alianza de Amor nos invita a beber una y otra vez de la fuente de la fe en la Divina Providencia.

1.19 PLAN INFINITO DE AMOR Y SABIDURÍA55

De: Homilía del 18 de noviembre de 1962

En: Aus dem Glauben leben (Vivir de la fe), 4, 90-96

Strauss56 es quien probablemente en tiempos modernos ha desdibujado por completo la imagen de Dios. A él debemos en gran parte que hoy circule por el mundo la frase: “Dios ha muerto. Nosotros lo hemos matado; hemos arrumbado al Dios vivo en el desván”. Pero en horas de soledad Strauss habría declarado: “¡Qué obra terrible hemos llevado a cabo! Lo más importante que le hemos arrebatado a la humanidad ha sido la fe en la Divina Providencia”. Hoy ya no se dice como antaño: “Mi vida responde a un plan de Dios”. Porque, ¿cómo se caracteriza hoy al ser humano? ¿Qué hemos hecho de él? Les reitero lo ya dicho: Hemos hecho de él una máquina de la que se puede abusar en todo sentido, con la que se puede jugar a su antojo. ¡Qué grande era la fe en la Divina Providencia de antaño!: “Yo soy objeto del infinito amor y guía paternales de Dios, y ello desde toda la eternidad”. Así hay que señalarlo cuando reflexionemos sobre nuestra imagen de hombre: Planeado desde la eternidad. Vale decir, no soy flor de un día, no soy el producto de circunstancias azarosas o casuales. No, existe un plan de Dios. ¿Y cómo es ese plan? Es un infinito plan de amor, sabiduría y omnipotencia.

(Plan de amor)

Un plan de amor. ¿Qué es lo que ha llevado al Dios vivo a pensar en mí, a darme vida? Lo escuchamos una y otra vez y dejamos que cale en nuestra mente y corazón: Soy fruto de un plan de amor… un plan de amor.

Un gran intelectual dijo una vez: “Deus quaerit condiligentes se”.57 Dios me ha creado porque Él - hablando humanamente - me necesitaba como objeto de su amor. Por cierto es difícil expresar estas realidades, pero lo entenderán mejor si lo interpreto así: El Dios Trino vive en un mar de amor - Padre e Hijo en un único e infinito beso de amor, en una unión de amor. Y esa unión de amor es tan profunda que de ella surge incluso una tercera persona. Pero con esto no queda saciado aún el hambre de amor del eterno Padre Dios, de quien san Juan dice: Deus caritas est [Dios es amor, 1Jn 4,8.16]. La corriente de amor divina, trinitaria, quiere derramarse - por decirlo así -: Dios crea nuevos seres. ¿Por qué? ¿Por qué me creó?

Dios quiere amarme; reitero que Dios no es feliz si no puede amarme. Así debo representármelo. ¿Qué soy yo entonces? Un producto del amor de Dios. Por eso no hay que decir: “Nadie se preocupa por mí, porque soy viejo, soy una carga para los demás; porque no soy hermoso o bien de escasa talla; porque soy insignificante, no tengo cualidades destacadas”… No, no. Para Dios soy siempre objeto de su amor, él quiere amarme. ¿Y qué espera también de mí? Que responda con amor: He ahí el sentido de mi vida. Desde el punto de vista de Dios: Yo he de ser objeto de su amor; y desde mi propio punto de vista: Dios ha de ser objeto de mi amor. ¿Ocurre así? Dios ha llamado a la existencia a todas las cosas creadas como un cierto imperativo, como una oportunidad, como una exhortación a amar.

Don de amor. Si soy una mujer casada: mi esposo es un don de amor de Dios; el esposo debe motivarme a amar, para que el amor que yo tengo a mi cónyuge eleve hacia Dios, más y más, mi propio amor y el amor de mi esposo. Mis hijos y todos los bienes materiales que yo tenga: dones de amor de Dios, regalados por el amor de Dios, para que yo aprenda a amar mediante esas cosas; tanto si se trata de personas, como de objetos, o de las mismas vicisitudes de la vida: todo eso constituye una invitación a amar de parte de Dios. A través de todo lo creado Dios pide mi amor; me lo pide de dos maneras: que utilice por amor lo creado o bien que renuncie por amor a tal o cual cosa que pudiera poner en peligro mi amor.

¿Se dan cuenta ahora de cómo es nuestra concepción del ser humano? ¿Cuál es mi condición? Quizás mi frágil naturaleza esté enferma, quizás yo esté sintiendo en mí el aguijón de la muerte. No obstante, ¡qué enorme dignidad poseo! Hemos olvidado todo eso, no sabemos qué hacer con eso. En resumen, soy producto del amor de Dios y por lo tanto debo llegar a ser también producto de la respuesta de amor a Dios. Amor por amor.

(Plan de sabiduría)

En segundo lugar soy también un producto de la sabiduría de Dios. Quizás no comprenda muchas cosas que han ocurrido en mi vida, las vicisitudes por las que he pasado. No las comprendo… son un enigma para mí. Pero detrás está la sabiduría de Dios. El amor de Dios ha trazado un plan para mí, un plan que llegará a su definitiva consumación en la eternidad. Por lo tanto no sé exactamente cómo es; es un misterio, un misterio rodeado de oscuridad. Pero la sabiduría eterna de Dios sabe aprovechar todo eso para que se alcance la meta que el Dios vivo ha previsto para mí. Él conoce mi naturaleza; conoce mejor que nadie las misteriosas fuerzas motrices de mi naturaleza. Todo lo que me envía es adecuación a esas fuerzas motrices, para ponerlas en movimiento, para que en definitiva yo llegue a ser tal cual estoy previsto en sus planes.

Hoy vivimos en la oscuridad de la época y necesitamos la luz de lo alto. A modo de ejemplo: Sería bueno meditar hoy sobre la figura de José, el hijo de Jacob.58 Dios le reveló en sueños la imagen que tenía de él en su divino corazón. En sueños ve que el sol, la luna y las estrellas se inclinaban ante él. Ése era el gran objetivo que evidentemente le había fijado Dios. ¿Y qué caminos utilizó Dios para que dicho objetivo fuese alcanzado? Sabemos que sus hermanos odiaron a José a causa de esos sueños; no querían ser sus súbditos y por eso tramaron su muerte. Pero José finalmente no es asesinado sino vendido como esclavo. Se suceden los hechos, José se ve en un gran desconcierto. Siendo ahora esclavo, es arrojado en la cárcel… ¡qué caminos tan singulares! Desde el punto de vista meramente humano: “¡Cielos! ¡Qué significa todo esto! ¿Cómo ha de cumplirse el plan de Dios en estas circunstancias?” Y no obstante, ese plan se cumplió. Ya sabemos de qué manera se cumplió.

He aquí pues un ejemplo clásico de cómo Dios toma de la mano a cada uno de nosotros. Aun cuando no sucede de modo tan drástico como en la historia bíblica, al final en la eternidad podremos demostrar, podremos experimentar cuán sabiamente Dios ha guiado, conducido nuestra vida. (…)

Pero recordemos siempre estas dos observaciones: Nunca estemos en pie de guerra con la Divina Providencia. En general el hombre de hoy está casi continuamente en pie de guerra con la Divina Providencia. Eso es algo que ya no queremos más.

1.20 PLAN DE VIDA HUMANO Y DIVINO

De: Homilía del 25 de diciembre de 1964.

En: Aus dem Glauben leben, 15, 182-186

Al reflexionar sobre todas las luces y sombras de nuestra vida, nos preguntamos si detrás de esa vida existe un plan misterioso, un plan divino.59Otros serían quizás los planes que nosotros habríamos trazado para nuestra vida. Si hubiéramos podido guiarnos a nosotros mismos, si hubiéramos tenido la última palabra sobre nuestro destino y el destino de nuestra familia, de nuestros hijos, ciertamente no estaríamos ahora aquí. Muchos diríamos - muchos de nosotros-: “Teníamos una sólida posición, contábamos con una propiedad, éramos dueños de nuestra tierra, podíamos seguir tranquilamente nuestro camino…”60 En efecto, otros eran nuestros planes. Por eso planteo de nuevo la pregunta: A pesar de todo, ¿acaso no tiene Dios un verdadero plan, un plan real de amor, de sabiduría y omnipotencia?

Tomemos por un momento distancia de nosotros mismos y contemplemos el mundo de hoy con su caos; contemplemos todas las situaciones sobre las cuales hablamos esta noche,61 y que de alguna manera nos aguardan. ¿No hay detrás un plan, y ciertamente un plan de amor? Si al considerar el acontecer mundial actual nos parece que Dios es un Dios, ¿cómo pues podría haber detrás de todo un plan de amor, de sabiduría y omnipotencia? Les pido que tomen en serio sus pensamientos pesimistas, que verbalicen lo que realmente sienten en el corazón, que expresen lo que la mente elabora una y otra vez en horas de silencio y de lo que no puede tomar distancia.62

Retomando el hilo de lo que veníamos diciendo, ¿no hay acaso un plan detrás de todo eso? San Agustín sabía exponer brillantemente las grandes cuestiones de la vida. Pues bien, este santo nos dice que desde toda la eternidad Dios ha trazado cuidadosamente un plan de amor, sabiduría y omnipotencia. Un plan en el que nosotros no somos meros números con los que se pueda jugar, ni seres sin nombre que sólo tengan que tapar agujeros aquí y allá, en los que ni Dios ni nadie hayan pensado. San Agustín añade que naturalmente ese plan es un plan misterioso. Dios no lo ha puesto delante de cada uno de nosotros para que lo miremos, examinemos y hagamos comparaciones: “He aquí el plan… veamos ahora su realización”. No, no; por supuesto que no. No es así. De lo contrario sería muy sencillo, sabríamos por último cómo terminaría todo. Un plan, sí; pero un plan - agrega san Agustín - que se puede comparar con un tapiz que cuelga en la pared. Tiene anverso y reverso. En el reverso se ve una maraña de hilos. ¿Quién se detendrá en la contemplación de esa maraña? Personas con sentido estético ni siquiera repararán en su existencia. Una maraña. Y sin embargo en el anverso se aprecia un bello diseño que es precisamente fruto dela ejecución de un plan brillante. ¿Es así también el plan de nuestra vida? Sería muy bueno que nosotros ahora, cuando hemos avanzado en edad, contemplásemos a menudo nuestra propia vida, nuestro destino. ¡Qué bueno sería que ya nos fuese posible contemplar el anverso del tapiz!

San Pablo, cuyos textos solemos repasar con mucho gusto, nos dio una vez una magnífica respuesta a cuestiones que hoy nos apesadumbran y abruman: Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum (Rom 8, 28): Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. Los que aman a Dios saben que detrás de todo hay un plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia, a pesar de que en la vida haya habido muchas cosas sucias, de que en la vida no sólo se nos haya “desordenado el cabello y las ropas”, sino golpeado y martirizado nuestro cuerpo.

Los teólogos nos dicen - y nosotros que somos personas maduras lo intuimos muy bien - que en la eternidad una de las fuentes fundamentales de felicidad es, junto con la contemplación directa de Dios, la posibilidad de echar una mirada retrospectiva sobre la historia universal - todos hemos participado de un tramo de la historia universal- y reconocer los admirables planes de sabiduría del Dios eterno que se han realizado en esa historia. Pero ya ahora podemos anticipar un poquito de esa felicidad. Muchas personas de nuestro medio, que conozco muy bien, han sufrido terribles decepciones en la vida. Pero si son sinceros percibirán también que, más allá de tales decepciones, desde ese pasado les llega mucha calidez y luz, de modo que pueden advertir, concreta, efectivamente, que todo eso no fue mero azar, que detrás había un plan, un plan de amor. Y esa percepción constituye un regalo extraordinariamente grande, especialmente en Navidad.

1.21 PROTESTA CONTRA EL FATALISMO, EL DEÍSMO Y EL PANTEÍSMO

De: Vorträge 1963, 52-53

La fe en la Divina Providencia se nutre de tres pensamientos.

Primer pensamiento: Dios dirige y guía el mundo; Dios guía el mundo, a todo el mundo, hacia una determinada meta que sólo él conoce en detalle. Dios dirige, conduce, actúa. No abandona el mundo a sí mismo. ¿Qué significa esto? Una protesta contra el fatalismo, el deísmo y el panteísmo. Protesta, y en todo sentido, sobre todo contra el materialismo. Reflexionen un poco sobre todos estos “ismos” para comprender el “cómo” y el “qué” de aquello a lo que se alude aquí. Dios es entonces quien sostiene en sus manos las riendas de lo que sucede en la vida de cada persona.

Un segundo pensamiento: por lo común Dios guía al mundo y a los hombres mediante causas segundas.

Y el tercer pensamiento: Dios lo hace, en definitiva, por amor y por sabiduría infinita.63

Los teólogos nos dicen que en la eternidad la mirada retrospectiva sobre la guía divina en el acontecer mundial y nuestra vida personal, y la comprensión final de dicha guía, son parte constitutiva no esencial sino accidental de la visión beatífica. No obstante es una importante parte constitutiva accidental de nuestra felicidad.

Así pues, en la eternidad, una gran porción de nuestra felicidad - si bien de tipo accidental -, consistirá en descubrir, a la luz de Dios, los planes que Dios trazó desde toda la eternidad para el acontecer mundial y la vida personal de cada ser humano, y en contemplar con qué sabiduría los realizó.

Permítanme agregar aquí lo siguiente: No olvidemos que ya ahora podemos hacer nuestra una porción de esa porción, a modo de fuente de felicidad. ¿Qué significa esto? (…) que hay que examinar, repasar, detectar los caminos de Dios, la sabia guía de Dios en nuestra propia vida o, si piensan ahora en su pequeña comunidad, en la pequeña historia de nuestra familia.

1.22 “PONER LA ESCALERA”

De: Vorträge 1963, 6, 42-44

La razón quiere seguridad, una seguridad autónoma: primero viene esto, luego esto otro, y después aquello de más allá. (…) En este punto la mente humana tiene muchas reservas: “Sólo acepto lo que entiendo, lo que puedo comprender con la luz de la razón natural”. Pero justamente el mundo en el que se mueve la fe es el de las innumerables cosas incomprensibles, inconcebibles para la razón puramente natural. No pondré reparos, sino dejaré que la luz de la fe resplandezca señalándome el camino. Confiado en esa luz entregaré mi razón a Dios. Mi razón ha de abandonarse por completo a Dios también cuando se trate de conducciones y disposiciones divinas en nuestra vida que no podemos interpretar apoyándonos exclusivamente en la razón. Aprendamos a ver siempre a Dios detrás de todas las cosas. Si no aprendo esto, entonces mi razón pondrá muchos, innumerables reparos. Y sencillamente hay que dejar de lado todos esos reparos.

Reiterando una imagen popular que solíamos emplear antaño: Poner la escalera a cada acontecimiento, tanto si se trata de un acontecimiento pasado, como presente o bien futuro. Poner escaleras para el entendimiento y para el corazón. Imaginar que detrás de cada acontecimiento está Dios. Pero Dios se halla presente en él como si estuviese en la cima de una torre. ¿Qué hacer entonces? Si mi entendimiento y mi corazón están cabalmente educados, pondré entonces la escalera, miraré hacia lo alto y me preguntaré: ¿Qué quiere Dios que está en la cima de este hecho particular? ¿Qué quiere pues? ¿Qué quiere decirme con esta realidad? ¿Qué fin persigue? Se trata siempre de lo mismo: El justo vivirá por la fe (Rom 1, 17; Gal 3, 11), por el espíritu de fe. Siempre y en todas partes rige la consigna: “Es voluntad de Dios, ¡guarda silencio!”. O bien aquellas otras palabras de san Pablo: diligentibus deum omnia cooperantur in bonum [Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman] (Rom 8, 28). Con el tiempo, mediante la autoeducación (…), mediante la ejercitación, deberíamos desarrollar en nosotros, a modo de una segunda naturaleza, la siguiente actitud: cuando sucede algo, poner enseguida la escalera, vale decir, preguntarnos qué quiere Dios. Dios nos ha enviado esto, pues bien, ¿qué está queriendo decirnos con tal hecho o situación?

Pero aún no es suficiente. Hay que poner también una escalera para el corazón. Si no lo elaboro con el corazón, entonces a la larga no seré un hombre interiormente libre. Observen cómo estas cosas serias inciden hondamente en nuestra vida. ¿Qué significan todas ellas para nosotros? Una escuela magnífica, extraordinariamente magnífica para nuestra educación.

(d. Un Dios muy misterioso. Dios, el sufrimiento y el pecado)

1.23 LA CARIÑOSA MANO DE DIOS CON GUANTE DE HIERRO

De: Vorträge 1963, 3, 137

Es un misterio muy grande que muchas personas experimentan una y otra vez: ¿Cómo es posible que Dios permita tantas cosas espantosas, tanta injusticia, por parte de las causas segundas? En este punto existen muchas respuestas que dar. Por lo común suelo decir lo siguiente: No preguntemos por qué sino para qué permite Dios esas cosas. He ahí siempre el sentido de tal o cual cosa.

De: Vorträge 1963, 5, 180

Eso no es posible sin una honda fe en la Divina Providencia. Y digo expresamente: sin una honda fe en la Divina Providencia, porque hoy toda la situación está sumida en un estado de agitación. ¡Si las cosas fuesen como en los tiempos de nuestros abuelos!64 (…) Por entonces se estaba sentado en su silla; si había movimientos, pues bien, ¡la silla se desplaza conmigo! Pero a nosotros, hombres de hoy, sencillamente se nos derriba de la silla. (…) La Divina Providencia permite una situación de confusión y revolución. Por eso tenemos que buscar de nuevo un último punto de apoyo, de reposo. Lógicamente este proceso no se produce sin que la naturaleza gima y se retuerza. Pero hallar el camino hacia Dios es siempre más fácil abrazando esas circunstancias, aunque sea duro hacerlo, que exponiéndose ciegamente a ella o reprimir todo. Esto último tampoco es correcto.

De: Conferencia del 1 de mayo de1966 En: Vorträge, IV (1966), 237

Su mano paternal, así solemos pensar y decir, es siempre una mano cariñosa. Pero muchas veces viste guante de hierro. ¿Qué o quiénes son ese guante de hierro? Son las personas que nos atormentan, que cometen injusticias con nosotros. ¿Qué hacer entonces? Para nuestra manera de ver las cosas, algo evidente: las crueldades e injusticias que suframos, en la medida en que fueren, son para nosotros caricias de Dios Padre y no agresiones de parte de un dios cruel. He ahí el cambio, la transformación. La Sma. Virgen no juega con sus aliados, con sus hijos de la Alianza. Porque ella misma fue tratada de modo similar. Recordémoslo en este contexto.65

De: Conferencia del 3 de enero de 1966

En: Vorträge, III (1966), 42

En el transcurso de los años hemos hablado y seguiremos haciéndolo también en el futuro: Salto mortal para la razón,66 para la razón puramente natural. Quien no se anime a dar este salto, estará perdido por completo. Salto mortal para la razón. Salto mortal para el corazón. Hoy no existe otro camino si queremos interpretar y asumir cabalmente la vida, nuestra vida, y también la vida que nos espera en el futuro próximo y lejano. Porque intuimos que falta mucho aún para que finalicen estos tiempos de confusión y revolución. ¿Viviremos para cuando retorne un día la quietud, la paz en este mundo?

1.24 CRUZ MUY PERSONAL Y ORIGINAL

De: Homilía del 2 de diciembre de 1962

En: Aus dem Glauben leben, 4, 120-123

Dios tiene una meta, una meta original. Conocemos la meta general: aquí en la tierra llegar a ser lo más semejante posible a Él y a su Unigénito, y luego participar de la gloria del Dios Humanado en la eternidad. Pero no sabemos cómo es ese reflejo divino especial y original que yo puedo ser: Dios lo ha mantenido en secreto. Vale decir que él no sólo nos ve tal como hemos nacido; no sólo nos ve tal como es nuestro estado tras ser vapuleados y sacudidos por las tempestades de la vida, sino que él nos ve ya en la gloria de la eternidad, en la participación en su vida divina en la eternidad. Y siguiendo ese plan que ha fijado para mí con todo detalle, va ordenando todos los acontecimientos de mi vida. (…)

Estoy convencido de que Dios tiene un determinado plan con mi vida, y que procura realizarlo. Ciertamente no conozco los caminos; son misteriosos, tienen sus meandros y zigzags. Pero creo que Dios utiliza todo, utiliza cada una de las situaciones de mi vida, mis extravíos y desconciertos, las desilusiones y desgracias que ocurren en mi vida, para realizar el gran objetivo que se ha fijado para mi vida. Caminos de sabiduría… Yo soy producto de su sabiduría. Las vicisitudes de mi vida… producto de su sabiduría. El Dios eterno es sabio y no cargará sobre mis espaldas más de lo que mis espaldas puedan cargar. Si estuviese convencido de ello, si viese detrás de todo a Dios, si viese su plan, ¡qué fácil resultaría entonces vivir! Pero nosotros, hombres de hoy, nos hemos desprendido íntimamente de Dios.67

Recordemos aquella leyenda del cruzado. Yo soy ese cruzado. Se cuenta que un cruzado que amaba a Dios se quejó un día de que su cruz era muy pesada; quería deshacerse de ella. Miró la cruz de otros: ¡Qué livianas parecían! Lo mismo hacemos nosotros… Luego la leyenda relata que Dios le dijo entonces al cruzado: “- Pues bien, quitaré esa cruz de tus espaldas”. El cruzado le responde: “- Pero yo quiero cargar con una cruz, no quiero estar sin cruz. Tengo que imitar la vida de Cristo, el Crucificado”. Dios le responde: “- Muy bien, fíjate, aquí en este jardín tienen incontables cruces. Elige la que te plazca”. El cruzado examina una tras otras. Ensaya cargar una: Es demasiado pesada. Prueba otra: Es demasiado liviana. Finalmente descubre una, olvidada en un rincón. La prueba y exclama: “- Ésta es la que puedo cargar”. El Padre del Cielo sonríe: “- Bueno, llévatela; pero observa que es la misma cruz que tú dejaste; es la cruz que yo había previsto para ti desde toda la eternidad. Está confeccionada, hasta en sus detalles, a la medida de tus fuerzas”. En suma: ¿Qué soy yo? ¿Cuál es el camino de mi vida?: Producto de la infinita sabiduría del eterno Padre Dios.

1.25 DIOS DISPONE TODAS LAS COSAS PARA EL BIEN DE LOS QUE LO AMAN

De: Semana de Octubre 1966

En: Vorträge, XI (1966), 263-267

(La pregunta de san Pablo)

Ya san Pablo nos llama la atención sobre que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8, 28), pero, subrayo: radicalmente todas, todas las cosas. En el espíritu del apóstol Pablo, san Agustín completa la idea como sigue: “Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, incluso el pecado”. Sabemos que Agustín pasó por una juventud de pecado, y que por esa vía fue maestro en cuanto a interpretar el pecado en el espíritu de Dios, a asumir sus pecados de tal forma que esos mismos pecados lo adentrasen más hondamente en el corazón del Dios vivo. (…)

Vemos a san Pablo meditando en el desierto, lo vemos asimismo en sus viajes apostólicos trabajando día y noche, pero con su corazón continuamente en el mundo del más allá. Su espíritu no cejó en el empeño de comprender de alguna manera los misteriosos planes de Dios para con la humanidad, especialmente para con su propio pueblo, Israel. Por eso nos imaginamos bien cómo se le planteaba a su espíritu una y otra vez la pregunta: ¿Cómo es posible que mi pueblo evidentemente haya perdido su misión? ¿Cómo es posible que la sociedad humana se revuelque tan fuertemente en el lodo del pecado, de la impiedad, del odio a Dios?

Su espíritu volaba más y más alto, buscando descubrir y revelar últimas posibilidades. ¿No hubiera sido posible - cavilaba - que el Dios eterno trazase otro plan para el mundo? Dios es infinito, omnipotente; él hubiera podido trazar, dar forma, modelar otro plan para el mundo. Pero ha diseñado este plan para el mundo; plan en el que Adán y Eva pecaron y por eso toda la humanidad quedó atrapada en la perdición. ¿No hubiera podido trazar otro plan, un plan en el que Adán y Eva no pecasen, en el que no hubiera pecado original? Naturalmente para el espíritu inquisidor del apóstol era evidente que eso era posible. En efecto, muchas, infinitamente muchas posibilidades estaban vivas en la mente del Dios eterno.

Y ahora la pregunta del por qué: ¿Por qué Dios ha trazado ese plan, el plan en el que Adán y Eva pecan y todos quedamos atrapados en tal fractura de su ser, de su vida; todos atrapados en la tragedia del pecado, del pecado original?

(La respuesta: Para que él pudiera apiadarse de nosotros)

Escuchen ahora la respuesta. No sé si alguno de nosotros se habría aventurado a dar una respuesta. Pues bien, aquí advertimos hasta qué punto san Pablo auscultó el latido del corazón de Dios Padre y lo acogió en sí. Una respuesta, extraordinariamente profunda, inconcebiblemente grande, y difícil de comprender para nosotros, hombres de hoy. Pero no es una sorpresa para aquellos que en alguna medida estén familiarizados con el mundo del más allá, con la atmósfera del más allá, con las leyes del más allá. Escuchen lo que dice san Pablo: “Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.” (Rom 11, 32)68

Deténganse aquí. ¿Por qué Dios permite nuestras debilidades y miserias? ¿Por qué permite que la humanidad de hoy se precipite al abismo? ¿Por qué todo eso? No para castigarnos. No, no, sino “para tener misericordia de todos”.

En cierto sentido - pero sólo en cierto sentido - tenemos aquí un gran complemento para el gran descubrimiento del apóstol Juan.69 Según él, Deus cáritas est, Dios es amor (1 Jn 4, 8). Y Pablo agrega: Dios es el eterno amor misericordioso. De este modo nos enfrentamos al gran misterio de ser hijos de Dios, el gran misterio de la época actual. (…) Primero el hombre tiene que volver a ser niño para que recién entonces Dios pueda derramar toda la abundancia de su amor, de su amor misericordioso, sobre esta pobre, pobre sociedad humana.

(Redescubrir a Dios)

Por eso escuchémoslo nuevamente: la esencia de Dios es el amor, el amor misericordioso. Nuestra miseria, nuestras faltas y debilidades, nuestros pecados y deslices, por más antinaturales que sean, ¿son obstáculo insuperable para ser instrumentos, son impedimento inexorable para que seamos utilizados por Dios, para que Dios “monte sobre nuestros lomos”? De ninguna manera. Sólo hay que cumplir una condición. ¿Cuál? ¡Ay! Lo sabemos. Tenemos que hacer dos cosas:

Redescubrir a Dios. No sólo verlo desde el punto de vista de su amor justiciero sino de su amor misericordioso. Aun cuando nuestra familia le ofrezca a Dios todo un catálogo de pecados, ese catálogo de pecados no impide el catálogo de gracias. Pecados, miserias, debilidades, aunque sean más numerosos que las arenas del mar, terribles, negros… pues bien, Dios sólo quiere que los reconozcamos. Que reconozcamos pues que somos también una communio peccatorum (comunidad de pecadores), pero no por eso somos en menor medida una communio sanctorum (comunidad de santos). Sólo tenemos que procurar que la communio peccatorum nos haga realmente una communio sanctorum.

1.26 NUESTRA VIDA COMO “CLASE DE NATACIÓN”

De: Chronik-Notizen 1955, 440-441

Charles Péguy compara a Dios con un padre que quiere enseñar a su hijo a nadar. Nosotros interpretamos esta imagen como sigue: si el padre instruye a su hijo sobre cómo nadar, pero manteniéndolo continuamente fuera del agua, no dejando que su hijo ingrese a ella, éste jamás aprenderá a nadar. En ese caso su hijo es comparable al hombre de quien se relata que juraba que jamás se metería en el agua para nadar hasta que no pudiera nadar. No se aprende a nadar quedándose fuera del agua y recibiendo sólo explicaciones teóricas sobre el arte de nadar. Así como a amar se aprende amando, a nadar se aprende nadando. Si de alguna manera o en algún momento no se toma contacto con el agua, si no se es sumergido o arrojado a ella, no se aprenderá los rudimentos, el abc de la natación, ni mucho menos se llegará a ser un hábil nadador.

Aplicado a nuestro caso: quien no es arrojado por el Padre al mar tempestuoso, a las marejadas de las adversidades de la vida, jamás aprenderá a “nadar”, no se asociará a la figura del Unigénito que ha pisado el lagar del dolor hasta el aniquilamiento de sí, porque el Padre así lo quiso. De ahí la exclamación jubilosa de Jesús: “El que me envió está conmigo

y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 29).

Es pues el amor del Padre el que nos arroja al agua de las adversidades. Ese mismo amor del Padre hace también que el Padre no abandone a su hijo en esas aguas, porque podría ahogarse, podría perecer en la tempestad y el oleaje. Por eso una y otra vez lo saca del agua, vale decir, no deja que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. No carga sobre nuestras espaldas fardos o cruces más pesados de lo que podamos sobrellevar, salvo que él nos preste sus propias espaldas para cargarlos.

Me he ocupado más extensamente de la ley de la puerta abierta en el caso de las dificultades de la vida. Lo he hecho con toda intención. Porque es una ley de validez inalterable en el campo de la Divina Providencia. En ese campo es admitido quien es ya un nadador formado o maestro de natación, o bien quien se empeñe en lograr ese título. Quien quiera obtener “derecho de residencia” en dicho campo, no debe contentarse con un mero reconocimiento de los valores sobrenaturales tradicionales. Tiene que rendir y aprobar el examen sobre tal reconocimiento en innumerables ocasiones de la vida concreta. Vale decir, tiene que haber aprendido a ver y a asumir la vida a la luz de la fe; tiene que ser un maestro en el arte de pesar todos los acontecimientos en la balanza de la fe. Vivir continuamente en el cielo,70 pero a la vez con los pies en la tierra, con ropas que huelan a tierra. Así encarnará por excelencia el ideal que san Pablo define con las siguientes palabras: "Mi justo vivirá por la fe" (Hb 10, 38).

1.27. “EL PADRE PODA LA VID”

De: Rom-Vorträge, II (1965), 211-213

“El Padre poda la vid”.71 ¡Qué bella y a la vez qué sencilla ilustración de un pensamiento! El Padre poda la vid. En la medida en que yo sea miembro de Cristo daré fruto, fruto para la eternidad, y ciertamente también para la vida terrenal. El Padre poda la viña para que dé más fruto. Detengámonos en esta imagen. En primer lugar, el Padre poda. Les recuerdo lo que dijimos en su momento: Dios se vale de manos ajenas. Tenemos que aprender a besar todas las manos de Dios, también las manos “prestadas” de Dios, las manos “alquiladas” de Dios.

O bien aquel otro pensamiento: las mano de Dios no es blanda, sí siempre cariñosa y bondadosa, pero no raras veces calza guante de hierro. Pero debajo de ese guante está la mano de Dios. El Padre poda. No siempre lo hace directamente. Pero puede hacerlo. ¿Cómo? Mediante luchas y crisis que soportamos en nuestro interior. El Padre poda. ¿Cómo? A través de una mano ajena, a través de manos humanas sacrílegas, asesinas, criminales. Pero el Padre es quien lo hace. Se vale de guantes. ¿Qué tipo de guantes? Guantes que pueden provocarnos heridas que van desde un arañazo hasta fractura de mis miembros. Pero el Padre es quien lo hace. ¿Por qué lo hace? Hay que podar la viña; hay que purificar de egoísmo el corazón; tengo que ser liberado de mí mismo. Todas las cosas sobre las cuales hemos hablado hasta el momento desde un punto de vista más bien ético, cobran ahora un tinte sobrenatural.

Poda la vid… Yo soy esa vid. Por lo tanto tengo que ser una vid de pleno valor, de incomparable fecundidad, de abundante fruto. El Padre la poda para que dé más racimos. Tengo que dar más frutos, tengo que asemejarme más al Señor. Y si me asemejo al Señor de la Pasión, entonces no sólo me asemejaré a la vez al Señor de la Transfiguración, sino también al Señor Redentor del mundo.

Internalicemos hondamente ésta y otras verdades bíblicas. No basta haberlas escuchado una vez. También en el caso de que, por ejemplo, tengan que enseñarlas en clase. Para comprenderlas hace falta tomar distancia del mundo, buscar la soledad. Necesitamos clausura del corazón. Quedarnos en casas de dichosa soledad. Cuando más tarde debamos andar de aquí para allá en el mundo, cuando más hayamos consolidado la clausura del corazón, tanto más las mencionadas verdades cobrarán forma, figura y vida en nosotros.

1.28 TEOLOGÍA DE LA CRUZ

De: Homilía del 1 de abril de 1962

En: Aus dem Glauben Leben, 1, 40-41

Sí, la cruz y el sufrimiento, tal como los vemos en la vida, constituyen un enigma. Con razón podríamos hablar de un mysterium crucis [misterio de la cruz]. Cruz, sí, mi propia cruz, tal cual la cargo sobre mi espalda. Y no sólo consideremos la cruz personal sino las cruces de todo el mundo: ¡Qué multitud de cruces! No en vano hablamos de un “valle de lágrimas”. No lo admitimos públicamente, pero en lo que hace a nuestra íntima experiencia nos decimos: “Sí; es un valle de lágrimas”. ¿Por qué esa situación? Mysterium crucis.

Misterio de la cruz. La cruz es algo enigmático para la razón humana. Por eso los teólogos hablan precisamente de misterio de la cruz; pero también hablan de mysterium gratiae, del misterio de la gracia y del misterio de la maldad. ¿Cómo es posible que la naturaleza humana pueda yacer tan enfangada en el pecado? ¿Por qué fluye por el mundo esa corriente de pecado terrible, sucia, extraordinariamente sucia? Un misterio. Un misterio como lo es el de la cruz y el del sufrimiento: cruz y sufrimiento en mi vida; cruz y sufrimiento en la vida de toda la humanidad, especialmente en los tiempos que corren. Nosotros mismos, ¡por cuánta cruz y sufrimientos hemos pasado! Y si agregamos lo que hemos visto y oído de otros…

Pero los teólogos hablan también de una teología de la cruz. Por un lado, mysterium crucis y, por otro, theologia crucis. ¿Teología de la cruz? Sí, hay una teología sobre la Santísima Trinidad, una teología de la eucaristía, etc. ¿Ha de haber también una de la cruz? Hablamos en este punto de una teología que enfoca la siguiente cuestión: A pesar de todo esta cruz y sufrimientos que vemos en el mundo, ¿cómo justificar a Dios? ¿Hemos de justificar nosotros a Dios, a su justicia? ¿De dónde proviene todo ese sufrimiento? ¿De dónde? Quizás yo salga bien parado al examinarme sobre cruces y sufrimientos personales… pero hay otras personas que parecen signadas desde la cuna por la desgracia; donde quiera que vayan las acompaña una cruz insoportable, incomprensible. En esos casos, ¿cómo justificar a Dios, cómo justificar su justicia y misericordia? He ahí el gran problema de la cruz. (…) Lo enigmático de la cruz en mi vida y en la vida de toda la humanidad. (…) ¿Quién descorrerá el velo de este enigma insoluble? ¿Acaso la razón, la razón que piensa humanamente? Sí, lo descorre en cierta medida, pero no explica mucho las cosas. ¿Lo descorrerá la razón iluminada por la fe? Sí, la razón iluminada por la fe explica un poco más, pero no todo. Por último el enigma, el misterio de la cruz será resuelto recién en la visio beata, cuando en el cielo veamos a Dios cara a cara.

1.29 (TRES) RAZONES TEOLÓGICAS PARA EXPLICAR LAS OSCURIDADES Y DIFICULTADES EN LA VIDA

De: Conferencia del 30 de noviembre de 1965

En: Rom-Vorträge, II (1965), 217-225

(La historia como “difícil camino de peregrinación” : Testimonio autobiográfico del P. Kentenich luego de catorce años de exilio)

“En el difícil camino de peregrinación

Dios se ha manifestado ante nuestra comunidad

en su grandeza y sabiduría,

para gloria y alabanza suyas.”72

Aquí nos hallamos nuevamente ante el Eterno, ante el Infinito, a quien queremos adherir, amar con toda el alma. Todo lo que ha acontecido, también lo inexplicable, insondable, incomprensible, se torna luminoso cuando lo contemplamos en el espejo del eterno amor del Padre y de la fe en la Divina Providencia. (…) ¿Qué cosas hicieron arduo el camino? Sobre todo el continuo pasaje por oscuridades. Por encima de esas oscuridades estuvo siempre el Dios de la vida, el Dios que ha planeado nuestra peregrinación con todos sus escollos, que ha guiado y orientado hacia sí nuestra vida cotidiana, nuestro camino de peregrinación de los últimos catorce años. Ponemos especial énfasis en tomar conciencia de cuán oscura, oscurísima, era la noche por la que tuvimos que andar continuamente, y en la que fuimos guiados de estación en estación. Tratamos luego de indagar por qué esa peregrinación hubo de llevarnos por la oscuridad. Y encontramos tres respuestas.

(Primera respuesta: Sólo Dios conoce el plan de vida)

La primera respuesta: Porque seguramente el plan de Dios sólo es conocido por él. De ahí que por más que pensemos, que usemos nuestro entendimiento humano, no arribaremos a una conclusión satisfactoria. La naturaleza del ser humano es así: vengan las dificultades que vinieren, si detrás de ellas descubrimos una línea, si la razón natural logra hallar y explicar una línea, logra discernir cómo una cosa lleva necesariamente a otra, entonces la mente queda satisfecha, aun cuando el corazón sufra. Pero aquí la dificultad radica justamente en que el pensamiento puramente natural no puede comprender lo que sucede. Por cierto a la luz de la fe podemos obtener un conocimiento parcial, podemos entrever líneas del plan, y sobre esa base prever de algún modo cuál sería el desarrollo futuro, pero la oscuridad subsiste. Por eso hablamos de salto mortal que tiene que dar la razón natural. Consideren con mucha seriedad lo que significa pues ‘salto mortal de la razón natural’. Tomen conciencia de que Dios ha trazado un plan para nuestra vida en el cual están previstas cada una de las vicisitudes singulares de esa vida. Dios nos oculta ese plan, no nos lo desvela plena y palmariamente. Eso explica la oscuridad, la noche oscura de los años pasados.

(Segunda respuesta: Diferentes tipos de beatitud eterna)

Una segunda reflexión. Suelo reiterarla porque libera, alegra y aquieta el alma. Pues bien, si Dios sólo hubiese trazado un plan para nuestra vida terrenal, lo dicho sería suficiente, habría bastado. Pero ahora sabemos algo que hace más difícil discernir el plan: Dios también ha previsto para todos nosotros la beatitud, la visio beata, y ésta es diferente para cada uno. Así reza aquel antiguo axioma: Quidquid agis prudenter agas et réspice finem [hagas lo que hagas, hazlo con prudencia y teniendo presente el fin último]. Para el sabio, el sabio de sabiduría terrenal, es una ley evidente: Todo ha de ordenarse al fin último. Y ese fin último es particularmente oscuro para nosotros. No sabemos en absoluto el grado y tipo de visio beata prevista para nosotros. Así pues que lo oscuro se hace más oscuro.

Si lo contemplo a la luz de la fe, me resultará más fácil cerrar los ojos, con más razón aún si tengo en cuenta que es un Padre quien ha previsto todo eso para mí; un Padre que me ama más de lo que yo me puedo amar a mí mismo; un Padre que no sólo es sabio y bondadoso, sino omnipotente. ¡Cómo me libera saber, estar convencido de que detrás de todo lo que acontece en mi vida está Dios Padre, está Dios Padre omnisciente, todo bondad, omnipotente! Pero eso no quita estar igualmente convencido de que lo más difícil en nuestra vida es el salto, es el salto mortal de la razón. En determinadas circunstancias el salto mortal del corazón y de la voluntad es más fácil de dar que el salto mortal de la razón. Pero sin salto mortal no podremos andar con seguridad nuestro camino en medio de la oscuridad, la inseguridad y la confusión.

(Actitud de los existencialistas)

Si observamos a los así llamados existencialistas, advertimos que ellos también - y quizás más que nosotros - saben de la confusión de la cultura actual, de la disolución y desarraigo de la vida de hoy. ¿Y cómo lo asumen? No como nosotros, mediante la personalísima y heroica entrega a Dios Padre y al plan de Dios Padre, sino -dicho con nuestro lenguaje- apelando a una cierta resistencia. Reparen en que las disposiciones de Dios pueden ser respondidas mediante la entrega perfecta o mediante actitudes o posturas de resistencia y rebelión. ¿Cómo se expresa esa resistencia? Apretar los dientes y arrojarse al río. Quizás se haga el intento, aquí y allá, de hacer pie en algún punto, de buscar un lugar donde apoyarse, pero, por lo demás: Apretar los dientes: “Me las arreglaré solo con mi destino”.

(Sin embargo siempre vuelve a hacerse luz)

Lo que todos necesitamos, especialmente ahora, al final de una época, es descansar en el corazón y en el plan de Dios. Al echar una mirada retrospectiva a la luz de la fe, ¡qué hermoso es descubrir, de algún modo, cómo Dios nos ha ido guiando! Todo lo que experimentamos, incluso el acontecimiento de ayer o anteayer es, sin duda, un gran acontecimiento en la historia de nuestra Familia.73 Ciertamente es verdad lo que les recordé brevemente ayer por la tarde: la Iglesia que nos ha clavado en la cruz, que nos ha crucificado, nos baja ahora de la cruz. La manera como nos ha clavado en la cruz fue realmente imagen fiel de la crucifixión del Señor. Y si nos contemplamos como comunidad, vemos asimismo que no hubo miembro que no haya sido clavado en la cruz. El Dios que está detrás, el que nos permitió asociarnos al Viernes Santo, a la pasión del Señor… o mejor dicho: el Redentor que revivió en nosotros todo lo que una vez padeciera, quiere ahora, de manera incomparable, celebrar en la Familia la transfiguración y la resurrección. Por eso haremos siempre bien en hacer luz en la historia de la Familia. Para nosotros la historia es magistra vitae [maestra de vida], una maestra de vida, amor y pensamiento decididamente sobrenaturales.

(Tercera respuesta: Participación original en la vida y padecimientos de Cristo)

Una tercera respuesta que con la luz de la fe ilumina aún más fuertemente lo dicho: recordemos la gran verdad que se suele olvidar: El sentido de nuestra vida es la asociación a la vida de Jesús. Quizás no comprendamos ese íntimo entramado que acabo de exponerles; quizás pensemos que estamos abandonados a merced de las vicisitudes de la vida; quizás nos sintamos desorientados y repitamos lo que hoy dicen a gritos millones de hombres: ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué relación tiene esto con un Dios Padre bondadoso?... Pero si luego comprendiésemos la respuesta, y nos convenciésemos firmemente de lo que ella nos dice, podríamos entonces responder a otros, cuando se plateen esas preguntas: el sentido es la asociación e incorporación a la vida de Jesús. El Padre ha querido que Jesús pasara por muchas cosas, y quiere que él vuelva a vivirlas en nosotros y a través de nosotros. Se nos concede asemejarnos a Jesús. Que Dios Padre haya podido tratar tan duramente a su Unigénito es algo que lógicamente constituye un misterio para la razón natural. Es un misterio en la vida del Señor. En mi vida dicho misterio no sería tan hondo y grande si estuviese convencido de que Dios me ha creado para que en mí Jesús viva, continúe y consume nuevamente toda su vida. Por cierto podemos de alguna manera estar orgullosos y es una cierta alegría que el Padre del Cielo nos asocie de ese modo al destino de su Hijo Unigénito.

Nuevamente - y no tenemos que olvidarlo -: todos somos miembros del cuerpo místico de Cristo, pero lo somos de manera original. Vale decir, cada uno de nosotros participa de manera originalísima en la vida de Jesús. En cada uno el Señor vuelve a vivir su vida de manera original. Aquí tenemos, nuevamente lo que hoy es tan importante para nosotros: Comprender y dar respuesta a la oscuridad en todos sus matices. Soy tratado por Dios de manera diferente de cómo él trata a otro hermano o hermana. Dicho de modo familiar: en mi caso, cuando cae la rebanada de pan con mantequilla al suelo, cae sobre el lado untado; en el caso de otros, caerá sobre el otro lado. ¿Por qué ocurre así justamente en mi caso? Expresado popularmente: Nosotros, que hemos sido tan fieles, que hemos seguido a pie juntillas los mandamientos de Dios, que hemos acatado hasta la menor indicación divina, ¿por qué hemos sido tratados como por una madrastra? Ya les he dicho que la respuesta es: En este mundo Dios quiere recompensar a otros por todo lo bueno que hicieron; en cambio para mí la recompensa queda reservada para la eternidad.

He aquí una respuesta.

Pero la segunda respuesta me parece mucho más profunda, de sentido más hondo, más gratificante. Precisamente por ser la más heroica: por esa vía ofrecerle oportunidad al Señor de vivir y padecer nuevamente en mí. Ofrecerme muy personalmente a Dios Padre, a su plan, al plan que cumplió en la vida de Jesús, ¡qué enorme desprendimiento de mi “yo” supone tal ofrecimiento, qué gran liberación de mí mismo, qué silenciamiento de todas las pulsiones egoístas! Para el entendimiento es una luz resplandeciente.

Naturalmente el corazón no dice enseguida “sí” a tal actitud. En nosotros existe un instinto de justicia: ¿es justo que Jesús fuera maltratado de esa manera? Pero Dios mide con otra vara. Dios es el Otro, el totalmente Otro. Ciertamente se puede hallar una solución, una respuesta: la justicia del eterno Padre Dios que reclama expiación, hizo que el Señor, por amor, diera espacio en su vida a esa justicia, asumiera la expiación que me correspondía realizar a mí, a toda la humanidad. El Padre le pidió al Redentor que se hiciera cargo de ello en nombre nuestro, a fin de que él pudiera acogernos nuevamente como hijos suyos. He aquí pues el entramado más íntimo.

King Nº 7 El Dios de nuestra vida

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