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LXIV

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Así lo hicieron los atenienses, y logró Pisístrato apoderarse de Atenas por tercera vez. Dueño de la ciudad, procuró arraigarse en el mando con mayor número de tropas auxiliares, y con el aumento de las rentas públicas, tanto recogidas en el país mismo como venidas del río Estrimón. Con el mismo fin tomó en rehenes a los hijos de los atenienses que, sin entregarse luego a la fuga, le habían hecho frente, y los depositó en la isla de Naxos, de la cual se había apoderado con las armas, y cuyo gobierno había confiado Ligdamis. Ya, obedeciendo a los oráculos, había purificado antes la isla de Delos, mandando desenterrar todos los cadáveres que estaban sepultados en todo el distrito que desde el templo se podía alcanzar con la vista, haciéndolos enterrar en los demás lugares de la isla. Pisístrato, pues, tenía bajo su dominación a los atenienses, de los cuales algunos habían muerto en la guerra y otros en compañía de los Alcmeónidas se habían ausentado de su patria.

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