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Carta del papa Benedicto XVI al presidente de la Conferencia Episcopal alemana

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La conversación no terminó con la carta del Cardenal Arinze. Según el testimonio del papa Benedicto XVI, en la visita a Roma el 15 de marzo del año 2012 el presidente de la conferencia episcopal alemana le comentó que todavía no había unidad entre los obispos de lengua alemana con respecto a la traducción de las palabras latinas “pro multis” en las plegarias eucarísticas de la santa misa. Este hecho motivó al Santo Padre a escribir una carta a los obispos de habla alemana7. En el primer párrafo del texto, el papa dice temer una división al usar en algunos subsidios litúrgicos “por todos” y en otros apoyos “por muchos”. Para esto se remonta a la narración de la última cena en la traducción ecuménica alemana: “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos” (Mc 14,24; Cfr. Mt 26,28). Por lo tanto, sigue el papa Benedicto, el paso de la expresión latina “pro multis” a la expresión “por todos” en esta versión ecuménica, no era una simple traducción sino una interpretación, aunque con fundamento.

Por los motivos anteriores, dice el papa, la Santa Sede ha decido que en la nueva traducción del Misal la expresión latina “pro multis” sea traducida (no interpretada) por la expresión “por muchos”. En Mc 14,24 y en Mt 26,28, la versión griega no trae artículo, por ello no se traduce “por los muchos” sino “por muchos”. El papa Benedicto XVI, dice en la carta, es consciente del impacto de este cambio y, por ello, sugiere una adecuada catequesis antes de poner a circular la nueva traducción.

Los argumentos del papa son los siguientes: en primer lugar, según Mateo y Marcos, en la última cena, Jesús dijo: “Por muchos”, mientras que, según Lucas y Pablo, dijo: “Por ustedes”. Parece un círculo más restringido, pero con esta base se podría llegar a la solución. La misión de Jesús va más allá de ellos y los discípulos lo saben; él vino para reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo (cfr. Jn 11,52), en esa medida, la expresión “por ustedes” concreta la misión de Jesús a los presentes. Ellos no hacen parte de una enorme totalidad, cada uno sabe que el Señor ha muerto “por mí”, “por nosotros”. La frase “por ustedes” se extiende al pasado y al futuro, se refiere a mí de manera personal; nosotros, los aquí reunidos, somos conocidos y amados por Jesús en cuanto tales. Por consiguiente, la frase “por ustedes” no es una restricción, sino la manera de concretar la misión de cada comunidad cuando celebra la eucaristía. En las palabras de la consagración, el Canon Romano ha unido las dos lecturas bíblicas y dice: “por ustedes y por muchos”. Esta fórmula fue retomada luego por la reforma litúrgica en todas las plegarias eucarísticas.

Para el papa Benedicto XVI, aunque hay textos bíblicos donde se reconoce la dimensión universal (“por todos”: Rom 8,32; 2Cor 5,14; 1Tim 2,6) de la acción salvadora de Jesús, hay que detenerse en el relato de la última cena. La razón por la cual Jesús ha dicho “por muchos” es para dar sentido pleno al Servidor sufrido de YHWH en Isaías 53, es el Servidor anunciado por la palabra del profeta. Se trata aquí del respeto reverencial de la Iglesia por la palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la palabra de la Escritura: esta doble fidelidad es la razón concreta de la fórmula “por muchos”. En esta cadena de reverente fidelidad, se inserta la comunidad eclesial con la traducción literal de las palabras de la Escritura.

Si la expresión “por ustedes” de la traducción lucano-paulina no restringe sino que concreta la misión de Jesús en la comunidad, entonces la dialéctica muchos-todos tiene su propio significado. “Todos” se mueve en el plano ontológico: el ser y obrar de Jesús, en esa medida, abarca a toda la humanidad, pasado, presente y futuro. Pero en la historia, en la comunidad concreta de quienes celebran la eucaristía, él llega, de hecho, solo a “muchos”. Habría así un triple significado de la correlación entre “muchos” y “todos”. En primer lugar, para nosotros, que podemos sentarnos a su mesa, debería significar sorpresa, alegría y gratitud, porque él me ha llamado, porque puedo estar con él y puedo conocerlo: “Estoy agradecido con el Señor, que por gracia me ha llamado a su Iglesia”8.

En segundo lugar, significa también responsabilidad. La manera en que el Señor, a su modo, llegue a los otros –a todos– es, a fin de cuentas, un misterio suyo. Pero, sin duda, es una responsabilidad el hecho de ser llamado por él a su mesa. Así puedo oír: “por ustedes”, “por mí”, él ha sufrido. Los muchos tienen responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos debe ser luz en el candelero, ciudad puesta en lo alto de un monte, levadura para todos. Esta es una vocación que concierne a cada uno de manera personal. Los muchos, que somos nosotros, deben llevar consigo la responsabilidad por el todo, conscientes de la misión.

Finalmente, se puede añadir un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser “muchos”, sino muy pocos, una pequeña multitud, que se reduce cada vez más. Pero no, somos “muchos”: “Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lengua”, dice el Apocalipsis de Juan (Ap 7,9). Nosotros somos muchos y representamos a todos. Así, ambas palabras, “muchos” y “todos”, van juntas y se relacionan una con otra en la responsabilidad y en la promesa. Hasta aquí el papa Benedicto XVI.

Los argumentos de ambos documentos para introducir la traducción del latín “pro multis” a las lenguas vernáculas como “por muchos” son contundentes y además hacen parte del Magisterio Eclesial, al cual los creyentes somos obedientes. Pero, sin desconocer las definiciones anteriores, el presente trabajo se orienta por otro camino.

En primer lugar, la Constitución dogmática Dei Verbum (No. 12), al hablar de los exegetas (y la traducción propuesta por ambas cartas entra en el ámbito de la exégesis)9, les pide aplicar estas normas10 en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia.

En segundo lugar, el cardenal Arinze en su carta (No. 2) reconoce que la fórmula “por todos” de seguro corresponde a la intención del Señor (Jesús) expresada en el texto. Es dogma de fe, dice el Prefecto, que Cristo murió en la cruz por todos los varones y mujeres. Por su parte, el papa Benedicto XVI admite (2º párrafo de su carta) que hasta hace poco hubo un consenso exegético sobre Is 53,11-12 para mantener la expresión “por todos”, incluso la palabra hebrea “rabbîm”, según ese consenso, estaba en el trasfondo de Mc 14,24 y Mt 26,28 (aunque, para el papa, ese consenso ya se resquebrajó).

Asimismo, al comentar los textos de Rm 8,32; 2Co 5,14; 1Tm 2,6 y Jn 11,52, el papa admite que Jesús ha muerto “por todos” (párrafo 3º, p. 3). Como Hijo de Dios se hizo hombre para todos los seres humanos, como una certeza de nuestra fe. Y en el penúltimo párrafo, el papa Benedicto XVI termina diciendo: “Ambas palabras, “muchos” y “todos” van juntas y se relacionan una con otra en la responsabilidad y en la promesa.

Con el ánimo de ayudar a madurar el juicio de la Iglesia11 y después de leer los argumentos expuestos hace poco, la presente investigación se detiene en tres preguntas (que son los tres capítulos del trabajo):

1. ¿Es posible postular el sentido universal de la salvación ofrecida por Jesús el Cristo, como un hilo conductor de la Escritura, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia y la analogía de la fe?

2. ¿La traducción literal de Mc 14,24; Mt 26,28; e Is 53,11-12 se agota en los datos entregados por las exposiciones leídas o se pueden vislumbrar nuevos aportes?

3. ¿La expresión latina “pro multis” (por muchos) guarda relación con la palabra griega “polloi” y con el vocablo hebreo “rabbîm” (no mencionado en las cartas)? ¿En caso afirmativo, estos datos afectan el argumento en cuestión?

Pero surge de inmediato, una nueva pregunta: si Jesús ha muerto por todos, ¿por qué en las palabras de la última cena dijo “por muchos”?, y ¿por qué nosotros ahora nos atenemos a estas palabras de la institución de Jesús? Una vez más, ¿por qué “por muchos”?, ¿acaso el Señor no ha muerto por todos? El hecho de que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios hecho hombre, sea el hombre para todos los hombres, el nuevo Adán, forma parte de las certezas fundamentales de nuestra fe. Sobre este punto, quisiera recordar solo tres textos de la Escritura: Dios entregó a su Hijo “por todos”, afirma Pablo en la Carta a los Romanos (Rm 8,32). “Uno murió por todos”, dice en la Segunda Carta a los Corintios, hablando de la muerte de Jesús (2Co 5,14). Jesús “se entregó en rescate por todos” escribe en la Primera Carta a Timoteo (1Tm 2,6). Pero entonces, con mayor razón, debemos preguntarnos de nuevo si esto es así de claro, ¿por qué en la plegaria eucarística está escrito “por muchos”?

Ahora bien, la Iglesia ha tomado esta fórmula de los relatos de la institución en el Nuevo Testamento. Lo dice así por respeto a la palabra de Jesús, por permanecer fiel a él incluso en las palabras. El respeto reverencial por la palabra de Jesús es la razón de la fórmula de la plegaria eucarística. Pero ahora preguntamos: ¿por qué Jesús lo ha dicho así?

En los años sesenta, cuando hubo que traducir al alemán el Misal Romano había un consenso exegético en que la palabra “los muchos”, “muchos”, en Isaías 53, era una forma de expresión hebrea que indicaba la totalidad: “todos”. En los relatos de la institución de Mateo y de Marcos, la palabra “muchos” sería, por tan-to, un “semitismo”, y debería traducirse por “todos”. Esta idea se aplicó también a la traducción directa del texto latino, donde “pro multis” haría referencia, a través de los relatos evangélicos, a Isaías 53 y, por tanto, debería traducirse “por todos”. Con el tiempo, este consenso exegético se ha resquebrajado: ya no existe. En la narración de la última cena de la traducción ecuménica alemana de la Sagrada Escritura, puede leerse: “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos” (Mc 14,24; cfr. Mt 26,28). Este dato resalta un argumento importante: el paso de “pro multis” a “por todos” no era en modo alguno una simple traducción, sino una interpretación, con fundamento, pero una interpretación y, por esa razón, va más allá de la traducción.

Esta fusión entre traducción e interpretación pertenece, en cierto sentido, a los principios que orientaron la traducción de los libros litúrgicos a las lenguas modernas después del Concilio. Se tenía conciencia de cuán lejos estaban la Biblia y los textos litúrgicos del modo de pensar y hablar de la humanidad de hoy, de modo que, incluso traducidos, seguían siendo de difícil comprensión para los participantes de la liturgia. Era una tarea novedosa tratar de que los textos sagrados fueran asequibles en la liturgia, aunque fueran un tanto ajenos a su mundo. Así, los autores no solo se sentían autorizados, sino incluso obligados, a incluir la interpretación en la traducción, con el propósito de acortar la vía hacia los hombres y hacer llegar estas palabras a su mente y su corazón.

Hasta cierto punto, se justifica el principio de una traducción no solo literal del texto base. Como lo plantea el papa emérito Benedicto XVI, estas oraciones litúrgicas en lenguas diferentes pocas veces dejan reconocer los elementos comunes entre las diversas traducciones y el texto único. Con frecuencia, este solo se reconoce de lejos. Además, hay ciertas banalizaciones que conllevan una auténtica pérdida. Así, a lo largo de los años, el principio de la correspondencia no literal sino estructural, como guía en las traducciones ha tenido algunos límites.

Estas consideraciones han llevado a la Instrucción sobre las traducciones Liturgiam authenticam, emanada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 28 de marzo de 2001, a poner de nuevo en primer plano el principio de la correspondencia literal, sin prescribir un verbalismo unilateral. La contribución importante que está en la base de esta instrucción consiste en la distinción entre traducción e interpretación. Esta diferencia es necesaria tanto para la palabra de la Escritura como para los textos litúrgicos. Por un lado, la palabra sagrada debe presentarse de la manera más cercana posible a su sentido original, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta. Por otro lado, a la Iglesia se le ha encomendado el cometido de la interpretación, con el fin de que –en los límites de nuestra comprensión actual– nos llegue ese mensaje que el Señor nos ha destinado.

Ni siquiera la traducción más esmerada puede sustituir a la interpretación: que la Palabra de Dios sea leída en la comunidad interpretativa de la Iglesia y que la fidelidad y la actualización estén enlazadas de manera recíproca son asuntos propios de la estructura de la revelación. La Palabra debe estar presente tal y como es, en su forma propia, tal vez extraña para nosotros; la interpretación debe confrontarse con la fidelidad a la Palabra, pero, al mismo tiempo, ha de hacerla accesible al oyente de hoy.

En este contexto, la Santa Sede ha decidido que, en la nueva traducción del Misal, la expresión “pro multis” sea traducida tal y como es y que se evite una interpretación simúltanea. En lugar de la versión interpretada “por todos”, ha de ponerse la simple traducción “por muchos”. Si bien esta decisión, dice Benedicto XVI, es comprensible a la luz de la correlación fundamental entre traducción e interpretación, esta representa un reto enorme para quienes tienen el cometido de exponer la Palabra de Dios en la Iglesia.

En efecto, para quienes participan de ordinario en la santa misa, esto podría parecer una ruptura en el corazón de lo sagrado. Ellos se preguntán: “¿Cristo no ha muerto por todos?, ¿ha modificado la Iglesia su doctrina?, ¿puede y está autorizada para hacerlo?, ¿se está produciendo aquí una reacción que quiere destruir la herencia del Concilio? Por la experiencia de los últimos cincuenta años, todos sabemos cuán profundo impactan los cambios de formas y textos litúrgicos en el ánimo de las personas y lo mucho que puede inquietar una modificación del texto en un punto tan importante.

Por este motivo, en el momento en que, en virtud de la distinción entre traducción e interpretación, se optó por la traducción “por muchos”, se decidió al mismo tiempo que esta traducción fuera precedida en cada área lingüística de una esmerada catequesis por medio de la cual los obispos deberían hacer comprender los motivos del cambio a sus sacerdotes y, a través de ellos, a los fieles. Hacer preceder la catequesis es la condición esencial para la entrada en vigor de la nueva traducción. Y añade Benedicto XVI que, por lo que sabe, una catequesis como esta no se ha hecho hasta ahora en el área lingüística alemana. El propósito de mi carta es pediros con la mayor urgencia a todos vosotros, queridos hermanos (obispos alemanes), la elaboración de una catequesis de este tipo, para hablar después de esto con los sacerdotes y hacerlo al mismo tiempo accesible a los fieles.

¿Por todos o por muchos? La universalidad de la salvación

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