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PROEMIO

Hélène Pouliquen inicia este libro con una cita de Los placeres y los días, del joven Proust —título alusivo a Los trabajos y los días, de Hesíodo— que sutilmente pone en escena el contrapunto deber-placer, inmortalizado por Virgilio en dos de sus principales obras: las Bucólicas, en donde sostiene que “el amor todo lo vence” (omnia vincit amor, Buc. X, 69), y las Geórgicas, con la propuesta de la madurez: “El trabajo todo lo vence” (labor omnia vincit, Geórg. I, 144-145). La reflexión que desarrolla la autora sobre el encanto de la interioridad conecta primordialmente la novela con el erotismo y el amor, con el principio de placer, que requiere tanto del deseo del alma como del ocio de los días, metonimia del tiempo, para hacer su aparición (frente a los imperativos del deber, el negocio y la obligación). De esta manera, nos atrae hacia una deriva inédita en los estudios literarios, especialmente gracias a “una escucha psicoanalítica del texto literario” ante la nueva axiología de la ética individual, de los valores interiores que permite la modernidad, según explicó el teórico rumano Thomas Pavel al comienzo del segundo milenio.

En la danza semántica en torno al encanto, comprobamos nuevas filiaciones entre palabra y deseo: scholé, ‘escuela’ en griego, significaba ‘juego’, ‘lugar de solaz’, y studium, ‘estudio’ en latín, expresaba ‘deseo’, ‘entusiasmo’, ‘celo’, ‘pasión por algo’. Podríamos entonces extender la significación de encanto, más allá del éxtasis amoroso o místico, y asociarlo al ardiente deseo intelectual, el amor intellectualis rei que traía a colación Pierre Bourdieu en Las reglas del arte. Esta reflexión sobre el encantamiento de la interioridad y el refugio interior como sitio en donde es posible “una plenitud afectiva no amenazada” y “una circulación del sentido garantizada”, aunque autocentrada, enfrenta de manera sorprendente y bien fundamentada los preceptos vigentes para la educación, del latín duco, ‘conducir hacia’ (hacia los valores del código vigente), antípoda de ‘conducir desde’ (desde el deseo) y de la pedagogía (del griego pais, ‘niño’, y agein, ‘conducir, guiar’). Así las cosas, nuestro aprendizaje parece haberse regido históricamente por un deber ser programado de manera externa al sujeto, quien se somete a él, a la vez que somete secretamente su pasión.

La aproximación a la literatura que abre la tesis del encanto de la interioridad en la novela propuesta por Pouliquen, lejos de los análisis reduccionistas, formalistas, biográficos o retóricos, “logra la superación de la incompatibilidad entre el deseo y la palabra” y permite reconocer y cualificar “un nuevo pacto simbólico” entre el individuo y el mundo, a la vez que introduce un replanteamiento no solo del concepto de literatura y de la labor crítica, sino de varios campos del conocimiento y de la expresión artística actuales. Para quienes hemos compartido las navegaciones del espíritu y de la letra con Hélène y hemos asistido a la renovación continua de su discurso en torno a la obra artística verbal, este libro largamente esperado representa sin duda un kairós, el momento propicio, el llamado decisivo, el tiempo oportuno.

GRACIELA MAGLIA

Instituto Caro y Cuervo

Bogotá, 25 de julio de 2018

La novela del encanto de la interioridad

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