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Auara

Empatia con los mas desfavorecidos

de la aldea global

Si el amor está en tu corazón, cada pensamiento, cada palabra y cada acto pueden dar lugar a un milagro.

Thich Nhat Hanh, Hacia la paz interior

Algunos se enfrentan a dificultades desde el instante en que nacen. Esas son las personas más especiales de todas, que necesitan el mayor cariño, atención y comprensión, y nos recuerdan que la única finalidad de la vida es el amor.

Kübler-Ross, La rueda de la vida

Amar es creer que todas las personas heridas en su memoria, en su corazón o en su cuerpo, pueden transformar su herida en fuente de vida.

Amar es depositar expectativas en el otro e inocularle el virus de la esperanza.

Tim Guénard, Más fuerte que el odio

Un pozo para Ahmed

17-2-17

De: José Ramón Zunzunegui

A: Daniel Cortiñán

CC: Jaime Villamor

Querido Daniel,

No te conozco, no me conoces, y aun así me siento muy a gusto escribiéndote estas líneas. Soy José Ramón Zunzunegui, médico destinado en Sudán, donde ejerzo mis funciones en diferentes lugares infradesarrollados del país, rodeado de problemas cotidianos que tienen que ver con la falta de higiene, la desnutrición y la ausencia de las mínimas condiciones de salubridad.

La razón de esta carta se llama Ahmed. Él quiere que sepas cómo es su día a día ahora en comparación con lo que era antes. Ahmed tiene nueve años, vive con su madre y dos hermanos menores que él. A su padre se lo llevó la guerrilla hace tres años y no han vuelto a saber nada más de él. Ahmed va a la escuela todos los días; la tiene a una hora de donde vive. Se siente muy orgulloso y optimista; sabe que ahí aprenderá cosas con las que poder ayudar a su familia más adelante. Antes no podía ir a la escuela, no tenía tiempo. Se levantaba muy temprano, a las 5:00 h, y partía en su larguísimo viaje por el desierto que le llevaba seis horas en total, tres de ida y tres de vuelta. ¿Cuál era su destino? El agua. Hoy el agua la tiene a media hora, así que, entre ida y vuelta, en una hora ya está listo para ir a la escuela.

El agua siempre ha sido un problema para Ahmed, su familia y el poblado en donde viven. Ahmed perdió a dos hermanos pequeños recién nacidos. Murieron de cólera, como más habitantes de la aldea; fue una epidemia tremenda. Aquel año, la escasez de agua fue especialmente intensa y la gente, desesperada, recurrió a cualquier vía para intentar sobrevivir, consumiendo agua contaminada que a la postre fue la que les mató. La madre de Ahmed aún no se lo perdona; estaba desesperada, no sabía cómo calmar la sed de sus pequeños.

Gracias a tener más agua y más accesible, Ahmed y su familia hoy pueden lavarse, tener una higiene mínima y comer cosas que antes no podían, o al menos no con la asiduidad y seguridad con que ahora lo hacen. Es impresionante ver la cara de satisfacción y de gratitud de Ahmed ahora que recorre cinco kilómetros a diario, una sexta parte de lo que hacía antes. Es increíble, pero la falta de agua, saneamientos e higiene mata cada día a casi 1.000 niños menores de cinco años en todo el mundo.

¿Sabes cuál fue la solución? Tu pozo, Daniel, el pozo que tú has financiado, y por tanto ayudado a construir. Sabemos que has creado una fundación que se dedica a posibilitar que más pozos como este se construyan en el mundo, especialmente en África. Ahmed quiere que te transmita que tu pozo es especial. Tu pozo es fuente de vida, les da la vida, a él, a su familia y al resto del poblado; ese pozo es un regalo cotidiano para ellos. Tu pozo además es punto de encuentro y de reunión, donde la gente habla, saben los unos de los otros, se ponen de acuerdo para hacer cosas juntos. Tu pozo es el centro del mundo, de su mundo, todo te lo deben a ti. Bueno, a ti y a Jaime, que fue el ingeniero que lo construyó. Jaime está copiado en este correo por explícito deseo de Ahmed, ya que para él Jaime es tan responsable del pozo como tú. No hay un solo día en que Ahmed no le dé las gracias a Jaime de una u otra forma por el pozo, tu pozo.

Ahmed me ha pedido que te escriba esta carta de agradecimiento; yo simplemente he hecho de traductor y emisario. He de reconocer que redactarla y enviártela ha sido un ejercicio muy reconfortante. Como te decía al principio, aunque hasta hace un rato no sabía nada de ti, siento como si nos conociéramos de toda la vida. Ese pozo mágico que has ayudado a construir de alguna manera nos ha conectado y, como el agua que contiene, nos da la vida dando sentido a nuestras vidas. En el caso de Ahmed y su familia no se trata de una metáfora: el agua de tu pozo les ha devuelto a la vida.

Un fuerte abrazo y hasta siempre

José Ramón

***

18-2-17

De: Jaime Villamor

A: Daniel Cortiñán

CC: José Ramón Zunzunegui

Querido Daniel,

Soy Jaime Villamor, el ingeniero. A mí esto de escribir no se me da bien; como buen ingeniero de Caminos, entiendo más de números, cálculos volumétricos y materiales de obra. Lo cierto es que, leyendo la carta de mi amigo José Ramón, me ha surgido un impulso y el resultado de ese impulso son estas letras.

Tengo algunos mensajes que compartir contigo. El primero es que no sabes lo que reconforta ver la cara de Ahmed estos días, su satisfacción profunda, su rebosante felicidad porque un amigo de España les ha regalado un pozo, tu pozo. Creo que si vieras ese rostro angelical solo unos segundos cargarías tus pilas al menos diez años más.

Mi segundo mensaje tiene que ver conmigo, y seguramente algo te toca a ti también. La mayor obra de ingeniería del mundo, la más desafiante y complicada, en el lugar más interesante de la Tierra, encargada por el mejor y más prestigioso cliente, no tendría el más mínimo valor comparado con la inmensa satisfacción de haber puesto al servicio de esta pobre gente mi humilde conocimiento construyéndoles ese pozo.

El tercer mensaje, seguramente es el menos importante por innecesario, pero por si acaso ahí va. Sigue con tu obra y con tu fundación. Hay muchos pozos de agua que construir, muchas vidas que salvar. «Los Ahmed» del mundo esperan y desean que tu labor no cese.

Un abrazo

Jaime

***

22-2-17

De: Daniel Cortiñán

A: José Ramón Zunzunegui; Jaime Villamor

Queridos José Ramón y Jaime,

Ayer fue uno de los peores días de mi vida. Uno de los proyectos más importantes que estamos financiando en Nigeria se ha venido completamente abajo porque la persona encargada de supervisarlo allí ha resultado ser un ladrón; se ha llevado todos los fondos que teníamos destinados al lanzamiento inicial. Por otro lado, una institución financiera española con presencia internacional nos ha denegado unos fondos que eran importantes para cofinanciar con un socio local en Somalia una obra de ingeniería básica que facilitaría el día a día de miles de personas que tardan horas en llegar a sus lugares de trabajo. Por último, y para rematar la faena, uno de mis socios, con el que originalmente me embarqué en esta aventura, va a dejar la fundación pues le han diagnosticado un cáncer muy agresivo en estado muy avanzado de repente, de un día para otro.

Vuestras cartas han sido el socorrista que te saca de la última ola cuando estás a punto de ahogarte. No podéis imaginaros el bien que me habéis hecho con ellas. Sudán es un país en el que sin duda tendremos más proyectos que financiar y gestionar. Os aseguro que aprovecharé la más mínima ocasión que tenga para dejarme caer por allí y conoceros personalmente. No me perdería la sonrisa de Ahmed por nada del mundo. Esa sonrisa la necesito hoy más que nunca.

Hace cinco años se murió un hermano mío, el mayor. Mi hermano fue ejemplar en vida y también lo fue a su muerte. Cuando supo que le había llegado la hora, fue llamando a cada uno de sus tres hermanos, yo entre ellos, para despedirse. En mi caso, el mensaje fue tan tierno y tan potente que lo llevo grabado en mi corazón. «Daniel, ya sabes que te quiero y que siempre te he querido. Quédate en paz cada vez que pienses en mí porque así me voy yo, en paz. Creo que después de esta vida nos espera algo bueno en compañía de los seres queridos que nos han adelantado en la marcha. Finalmente, por favor, en la medida que puedas cuida de mi mujer y de mis hijos. Marta es fuerte, lo sabrá encajar pero le vendrá bien sentirse acompañada. Tus sobrinos son buenos chicos, ya lo sabes, pero esto les ha tocado muy pronto en su vida; les llevará un tiempo entenderlo plenamente. Para ellos sí que es una putada. Adiós, hermano, te quiero, gracias por todo».

Recuerdo haber hablado alguna vez con este ser tan excepcional, mi hermano, sobre si había algo en la vida de lo que se arrepentía. Se quedó pensando y, después de unos segundos, me comentó que tenía la sensación de no haberla exprimido plenamente en cuanto a dedicación profesional. Su trabajo estaba bien porque pagaba su nivel de vida, que no era poco, pero sin más.

¿Por qué os cuento esto? Porque hace cinco años fue cuando decidí dedicarme a lo que ahora me dedico, básicamente a ayudar a gente que ha tenido mucha peor suerte que yo en la vida. ¿Cómo? Haciendo lo que creo que se me da mejor: buscar fuentes de financiación a proyectos viables en manos de personas muy competentes y profesionales como vosotros.

Ahmed y vosotros, vuestras cartas, me reafirman en que, aunque a veces los nubarrones aparezcan o las cosas se tuerzan, estoy donde debo estar y hago lo que debo hacer. Muchas gracias a los tres por recordármelo. En breve espero estar allí para agradecéroslo personalmente. No me perdería la sonrisa de Ahmed por nada del mundo.

Un fortísimo abrazo

Daniel

AUARA5, El agua con valores

Auara es una marca de agua mineral que invierte el 100% de sus dividendos en llevar agua potable a personas que no la tienen, y que además fabrica sus botellas con un 100% de plástico reciclado R-Pet.

Su reto es llevar agua potable a las personas más necesitadas y reducir el impacto ambiental de las botellas que consumimos.

Auara convierte un hecho cotidiano como beber agua en un acto extraordinario.

Entrevista a ANTONIO ESPINOSA DE LOS MONTEROS, presidente y fundador de Auara

IAM ¿Qué valores personales han sido piedras angulares en tu vida?

AEM Cuando te paras a pensar de manera un tanto crítica en aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo y nuestra vida, te das cuenta de que a veces estamos un poco desenfocados. Trabajamos ocho o diez horas al día después de dormir, la actividad a la que más tiempo le dedicamos, y no nos planteamos seriamente el motivo de nuestro trabajo. Somos unos privilegiados, yo el primero, al podernos plantear asuntos así. ¿Trabajamos para sobrevivir, para lucrarnos, o nos planteamos la posibilidad de que haya algún tipo de vocación detrás? El dinero está demasiado presente en todo lo que decidimos y hacemos. Dedicamos la mayor parte de nuestra vida a trabajar para adquirir un dinero que nos permitirá hacer lo que realmente deseamos el resto del tiempo, escaso, que nos quede cuando dejemos de trabajar. Las cuentas no salen.

IAM ¿Cuándo decidiste que el juego de trabajar por dinero no lo querías jugar?

AEM El dinero es necesario y todos lo necesitamos para vivir, pero yo he tenido la suerte de poder dedicarme a algo en lo que el dinero no es la primera prioridad. Salí de la universidad y empecé con Auara, que es una empresa social. Pero ese ha sido mi camino, cada uno tiene el suyo. Las personas que trabajan en todo tipo de empresas, cada una desde su posición, pueden impactar en la sociedad de manera positiva sin necesidad de abandonar su trabajo. Debemos empezar por cambiar lo más cercano, lo más inmediato. ¿Qué mundo vas a cambiar si tienes a la gente de tu oficina machacada? Ponemos como prioridad las grandes cosas, el cambio climático, la lucha contra el hambre… y se nos olvida que tenemos a nuestra abuela en una residencia y que hace mucho que no la vemos. Yo soy el primero que me olvido de estas pequeñas cosas. Tengo a mi abuela en Sevilla y debería visitarla mucho más. Lo grande está lejos, es impersonal, mientras que en lo pequeño te tienes que mojar, bajar al barro, poner una sonrisa cuando cuesta más. San Pablo, en la primera Carta a los Corintios, lo deja muy claro: «si no tienes amor, ¿de qué te sirve?».

IAM ¿Por qué das el salto de crear Auara?

AEM Todo parte de la experiencia brutal para mí de conocer la pobreza material. Yo estudiaba Arquitectura en Madrid y en el verano del segundo año de carrera me fui a ayudar a construir un colegio con un misionero en Perú. La razón de irme para allá era más técnica que otra cosa; quería ver cómo lo que yo dibujaba en un papel se ejecutaba luego en la práctica. Pero la experiencia resultó mucho más humana que técnica. Conocí una gente que vivía en una miseria total. Miseria material, pero a la vez con una grandeza moral increíble. Había personas que te sonreían, que te daban todo lo que tenían sin un mal gesto. Nosotros tenemos dolor de muelas un día y no soportamos nada ni a nadie; esta gente tiene toda la boca destrozada y solo piensa en agradarte. Es el contraste entre pobreza física y alegría; todo un choque para un chaval de veinte años entonces como yo.

IAM ¿Y cómo digiere un chaval de veinte años un choque así?

AEM Mi primera reacción fue de culpa. ¿Por qué yo lo tengo todo y ellos no? Esa reacción es mala, porque empiezas a rechazar todo y a todos en tu entorno y te vuelves un ser bastante insoportable. El punto de inflexión es cuando pasas de la culpa al agradecimiento. Desde el agradecimiento te das cuenta de que lo que tienes no te lo has ganado pero que lo tienes que aprovechar. Agradecimiento y optimismo fueron a partir de entonces dos motores en mi vida. Empiezas a asumir que tienes la capacidad, desde una posición privilegiada, de cambiar el mundo; no hace falta ser Bill Gates, ni entrar en trance o tener una experiencia mística. Si buscas tu oportunidad, la encuentras. Yo creo que la vida es búsqueda.

IAM ¿Te consideras un optimista natural?

AEM Natural no, pero sí un optimista construido; ha habido que trabajarlo. En Perú, las personas que yo conocí no se planteaban este tipo de cuestiones, no se podían permitir ese lujo, no podían deprimirse; su lucha era sobrevivir cada día. En Etiopía, estando en un hospital te dabas cuenta de que las personas allí entendían la vida de otra manera para poder soportarla. Comprobé que una madre que perdía a su tercer hijo lloraba igual que lo haría una madre occidental, pero el llanto le duraba menos. Es la misma dureza, pero hay que pasar página más rápido para salir adelante.

IAM ¿Cómo fue tu colaboración con la orden de la Madre Teresa de Calcuta?

AEM He estado en varias casas de la Madre Teresa de Calcuta, en Etiopía, en Burkina Faso, en Madrid también. Ellas aquí atienden a personas sin hogar, drogadictos, enfermos de sida… Yo iba una vez al mes a hacer un turno de noche. Las monjas de esta orden suelen ser chicas formadas, con carrera y que renuncian a todas sus posesiones materiales. Yo no he visto gente con mayor felicidad, que contrasta con la miseria de la que se rodean. Generan alegría en un ambiente de pobreza extrema. Yo creo que tiene mucho que ver con el desarrollo de una vida espiritual y el desapego material.

El trabajo de tu vida

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