Читать книгу Del umbral de la piel a la intimidad del ser - Ignasi Beltrán Ruiz - Страница 6

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Aquellos cuya visión no puede abarcar tres mil años de historia,

están condenados a revolotear en la oscuridad externa

y a vivir confinados en las fronteras del día.

Goethe

Y semejante espacio lo llamamos infinito,

porque no hay razón o naturaleza que deba limitarlo.

En él existen infinitos mundos semejantes a este

y no diferentes de este en su género,

porque no hay razón ni defecto de capacidad natural

(en potencia pasiva o activa),

por la cual así como en el espacio que nos rodea existen,

no existan igualmente en todo otro espacio

que por su naturaleza no es diferente ni diverso de este.

Giordano Bruno (1584)

Nicolás Copérnico, en el siglo xvi, elaboró de forma científica una teoría que revolucionaría la concepción del universo en un mundo teocéntrico y rígido perseguidor de toda supuesta herejía y con estructuras de ortodoxia Aristotélica y Galénica. Lo hizo a partir de una nueva teoría con respecto al heliocentrismo (los planetas giraban alrededor del sol), escribió al respecto una obra que tituló De revolutionibus orbium coelestium, que terminó en 1531, pero se publicó de forma póstuma en 1543.

Siguiendo las ideas de Copérnico y sus elaboraciones al respecto, apareció Giornado Bruno con una mente brillante, una potente imaginación proyectiva y un fuerte espíritu luchador. Realizó un importante trabajo de erudición, creatividad y síntesis entre ciencia y metafísica. Tomó el riesgo de dejarlo todo, incluso lo que le daba protección, y viajó proclamando en auditorios y universidades sus teorías, demasiado revolucionarias para las mentes de la época. En 1584 publicó De L´Infinito Universo e mundi; acabó juzgado y en la hoguera.

Leonardo Da Vinci, de una creatividad inmensa, también buscó de forma magistral e incansable entre muchos aspectos de las ciencias y las artes; entre ellos —y con cierta relación con el texto que presentamos—, lo hizo sobre la trama profunda del cuerpo, y durante una época muy difícil e inquisitorial donde atravesar de forma física la frontera sagrada de la piel para buscar o indagar suponía de por sí un riesgo y un gran reto. Buscaba, hurgando entre los órganos y el cerebro, dónde podía ubicarse el alma humana, entre otras curiosidades. No creo que la encontrara, pero insinuó aspectos muy interesantes de la anatomía sutil del cerebro y sus ventrículos, y nos dejó unos dibujos y esquemas maravillosos. Entre su extenso legado, su Manuscrito Anatómico (1510) es una auténtica joya y una extraordinaria obra de arte, y a la vez todo un tratado anatómico que, más tarde, Andrés Vesalio —otro de los transgresores en la época de la frontera de la piel— acabaría de completar en su tratado de anatomía De Human Corporis Fabrica (1593), con un estilo anatómico diferente y pragmático, de cara a la práctica médica.

He citado solo algunas genialidades de personas con arte, ciencia y humanidades, porque a ellos y a otros muchos destacados personajes de la época, debemos los esbozos de una ciencia humanista más libre. En realidad, fue la aportación de todos ellos y muchos otros la que condicionó, tras un cierto ostracismo de la época medieval, un giro total y necesario en la rueda de la historia. A partir de la cual, la corporalidad se proyecta hacia el infinito espacio del cosmos, y las exquisitas tramas y estructuras del mismo aparecen unidas a las personas y a todos los elementos de la Tierra. Sobre esa época se producen cambios importantes en las estructuras sociales y culturales, y también en aspectos corporales y estéticos, la persona individual adquiere una elevada singularidad.

Todos estos sabios huyen de convencionalismos y miedos arcaicos ante cualquier cambio que se escapara de los dominios de una escolástica encorsetada, y nos aportan la frescura de una corriente que aún debiera seguir empujando la historia, aunque a veces tengamos la sensación de que la estamos empujando desde la soberbia y el individualismo narcisista, y desde un culto extremo a la personalidad y los personajes, en un sentido que, da la sensación, pudiera ser erróneo.

Del umbral de la piel a la intimidad del ser

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