Читать книгу El pase antes del pase... y después - Irene Kuperwajs - Страница 8

Оглавление

Prólogo

Nos encontramos ante un trabajo de tesis, por tanto de formato universitario, interesado por uno de los temas cruciales de la práctica psicoanalítica de orientación lacaniana como es el de los finales de análisis y el pase. No es habitual. Irene Kuperwajs lo ha hecho, y con solvencia, de un modo serio y preciso, tomando la perspectiva clínica, epistémica y política del asunto, como corresponde.

Empujada por la pregunta sobre el antes del pase ella hace un interesante recorrido que parte de Freud, continua con los post-freudianos hasta llegar al pase como tal instaurado por Lacan en 1967, y prosiguiendo en un después del pase hasta nuestros días, es decir tomando en cuenta décadas de experiencia de funcionamiento regular del dispositivo en las Escuelas de la AMP.

Esta fue una tesis construida, como nos cuenta Irene, a partir del encuentro con unas palabras de Jacques-Alain

Miller quien decía que en la historia del psicoanálisis, en cierto modo, ya había habido pase antes de que Lacan lo estableciera como dispositivo de su Escuela. Es decir que los finales de análisis, el psicoanálisis didáctico y la transmisión de la experiencia habían estado siempre presentes en la historia del psicoanálisis desde Freud. En efecto, son los dilemas relativos a las salidas del análisis didáctico los que anticipan el pase. Es en este sentido que el pase, tal como propone Miller y recoge Irene, podría explicarse como el reverso de la construcción del movimiento psicoanalítico.

¿Cómo se deviene analista? ¿Cómo adviene el deseo del analista? Son preguntas clave de la investigación, el paso de psicoanalizante a psicoanalista constituía al decir de Lacan, en la Proposición de 1967, una sombra espesa en la historia del movimiento psicoanalítico, sombra que con la invención y el posterior funcionamiento del dispositivo del pase Lacan se muestra decidido a disipar, a iluminar, al menos en parte.

El pase es una oferta de la Escuela que es apuesta de futuro, es una invitación a cada uno de los analistas que se orientan en la enseñanza de Lacan a que puedan dar cuenta de su experiencia analítica y de su final. Una invitación no es ninguna obligación, pero mentiríamos si no dijéramos que el pase y su transmisión es algo absolutamente necesario, incluso éticamente exigible si deseamos asegurar la pervivencia del discurso psicoanalítico en el mundo. La formación de un analista no puede quedar del lado de lo suficiente, como tampoco puede quedar del lado del semblante, como un hecho de discurso. Empujar el decir hasta cernir algo del real en juego es indispensable para seguir pensando la experiencia. En este sentido, el dispositivo del pase es un laboratorio que permite recoger las pruebas necesarias que verifican que la práctica psicoanalítica es una vía de acceso a lo real.

¿Y cómo finalizan los análisis? Tras años de experiencia del pase en las Escuelas de la AMP, éste nos sigue enseñando que, en efecto, se pueden recortar series de recorridos pero un final, como tal, no está escrito. Tanto el final de un análisis como el pase están tomados por la contingencia, por algo que es del orden de lo imprevisible, por lo imposible de clasificar. El pase, aún siendo un dispositivo de evaluación está concebido para dar lugar a lo más singular de cada uno, para captar mejor no el perfil del analista ideal sino al analista sinthome.

La orientación por lo real del psicoanálisis queda necesariamente ligada al pase porque es en función de su final que una experiencia se orienta. En este sentido el pase asegura que la garantía del analista no queda únicamente ligada a la vía de la práctica y por tanto sostiene una pregunta que es fundamental sobre el real en juego en la formación del analista, un real que sabemos produce su propio desconocimiento.

En el plano del Otro, allí donde supuestamente uno podría pensar decir qué es un analista hay un agujero. El pase entonces también viene a ser un modo de sinthomatizar el real de la formación del analista, un real que no tiene forma. Es de este modo que se puede acoger lo nuevo, descubrir lo imprevisible del pase de cada pasante, el que da cuenta de una experiencia siempre singular que permite la reinvención del psicoanálisis. Ésta es la fuente de la alegría del pase, la de un saber que como el mar siempre está por recomenzar (1). El AE no es aquel que ha logrado adquirir un saber ya cerrado, el testimonio mismo de su análisis no es algo que sea definitivo, sino que siempre está abierto a nuevos desarrollos y a nuevos hallazgos.

El pase, tal como ustedes pueden seguir en el recorrido de este libro, nunca está en el mismo lugar, está vivo, toca y resuena en lo que el psicoanálisis tiene de más vivaz. En el dispositivo, el jurado tampoco tiene un saber previo sobre lo que debe encontrar, el saber como decíamos siempre está presto a recomenzar, de ahí las preguntas que en cada momento atraviesan la historia del movimiento psicoanalítico: ¿Cómo se analiza hoy? ¿Cómo terminan los análisis? ¿Terminan? …

En realidad con cada pase lo que atestiguamos una y otra vez es que un final de análisis es posible, y que éste no solo no es inefable sino que es transmisible. La interpretación sobre el final de análisis cambia con el tiempo, se transforma en función de la misma práctica analítica. Si el pase clínico, cuando Lacan inventó el dispositivo en 1967, estaba en el atravesamiento del fantasma –separación del programa de goce y nueva alianza con la pulsión– al final de su enseñanza el pase se sitúa en la vía de la singularidad, en la vía de la identificación al sinthome. Entramos así en el pase satisfacción, una nueva satisfacción que Miller ha resituado y prolongado mediante la concepción del ultrapase. La satisfacción no solo es un asunto del pasante, del AE, sino que con su testimonio, con su transmisión consigue que la satisfacción llegue también al público. Lo hace mediante un relato ficcional, una argamasa construida de restos, mediante una hystoria que explica como el sujeto se ha desembarazado de la verdad mentirosa, se trata de una última elucubración que el pasante se cuenta sobre el real. Elucubración última, pero no cerrada.

Lo que la vía de la singularidad nos enseña es que al final de un análisis más que lo obtenido lo que cuenta es el punto de satisfacción alcanzado con lo que queda. Por eso hablamos ahora del pase parlêtre, más que del pase saber o matema. No obstante, es preciso tener en cuenta que las distintas modalidades de pase no tienen porque ser excluyentes entre sí, como tampoco se las puede considerar desde una perspectiva jerárquica.

Por una parte, en la experiencia analítica tenemos lo que se puede nombrar del goce, es decir, lo que se transmite como elaboración significante. Por otra parte, tenemos lo que no se puede nombrar, el goce opaco, lo que queda como resto, lo que queda como testimonio del límite de lo simbólico. A este límite lo llamamos sinthome, lo que ya no cambia puesto que finalmente ha devenido refractario al inconsciente, un imposible para cada uno, y por tanto lo más singular. Entendiendo aquí por singular, como señala Miller, lo que ya no es susceptible de ninguna transformación (2).

El sinthome es lo que encontramos al final de un análisis, y es lo que puede ser verificado en el pase: cómo se las arregla cada pasante con su incurable, con lo que no cambia, con esta identificación singular con la que será preciso savoir y faire. Allí donde no llega el lenguaje surge un cuerpo conmovido por un afecto fuera de sentido que si bien no es susceptible de interpretación se puede nombrar, modo de incluir en el lenguaje el eco de un trauma primordial. Aquí se encuentra escrita la relación de cada uno con lo traumático de lalengua. Servirse del sinthome permite entonces al sujeto un saber arreglárselas mejor, una mayor practicabilidad, lo que cambia la estructura de la repetición y procura una disponibilidad inédita para la contingencia del encuentro.

Como pueden observar eso no tiene nada de ideal, pero sí de satisfacción. De ahí que el final de un análisis no sea un punto final al estilo de haber llegado a una meta sino que es una decisión del analizante ante lo imposible de tratar por el significante, ante el lugar vacío de la representación. Este es un final ligado a la satisfacción y a la existencia, más que a la verdad del ser y del deseo.

Entonces, alguien que ha llevado su análisis hasta el final ¿está decidido a convencer a la Escuela de ello? Esa es la cuestión.

Irene Kuperwajs condujo hasta el final su investigación sobre los finales de análisis y el pase, realizó un excelente trabajo de tesis que presentó y defendió ante un jurado de la Maestría de la UNSAM, de Buenos Aires, sé que su trabajo fue justamente valorado. La satisfacción experimentada después de un trabajo de esta envergadura imaginamos que tuvo que ser grande. Pero en esas llegó que Irene también condujo su análisis hasta el final. Y ahí lo que se juega es Otra satisfacción que poco tiene que ver con la anterior. Ella después de haber convencido con su tesis al jurado de la UNSAM quiso también convencer a la Escuela de su final de análisis. Quiso ser AE y así proseguir desde otro lugar con su deseo de transmisión. Logró convencer a los pasadores y al cártel del pase, fue nominada AE, y ahora se encuentra en la tarea de satisfacer al público, a la comunidad analítica de la Escuela Una y más allá. Su nominación ha sido bastante reciente, no tuve ocasión aún de escucharla pero espero con ganas tener pronto la ocasión de hacerlo.

Xavier Esqué

Barcelona, 8 de julio de 2019

1- Lacan, J., Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 396.

2 Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 94.

El pase antes del pase... y después

Подняться наверх