Читать книгу El pase antes del pase... y después - Irene Kuperwajs - Страница 9
ОглавлениеIntroducción
Un encuentro con este comentario de Jacques-Alain Miller en Donc fue lo que me empujó a realizar esta tesis: “Siempre hay algo un poco increíble en lo que nos sucede en un análisis, salvo excepción. Por eso siempre se ha hecho el pase, mucho antes de que Lacan se abocara a definirlo. Siempre hubo el pase por otros medios en la historia del psicoanálisis”. (1) Según Miller, con su postulado del pase Lacan conecta el psicoanálisis didáctico y la enseñanza del psicoanálisis; pero este postulado deberá ser confirmado cada vez. Es decir, en tanto conlleva una consecuencia que sorprende, el pase empuja a enseñar. Habrá que encontrar entonces eso “increíble” referido al final del análisis y a la transmisión de la experiencia analítica, ese “siempre se ha hecho el pase por otros medios”, tanto en la enseñanza de Freud como en la de los que lo sucedieron.
La investigación sobre los finales de análisis me convoca desde hace tiempo, pero el encuentro con este comentario de Miller me generó una enorme sorpresa porque el pase, como yo lo entendía, estaba cosido a Lacan. Esta cuestión se constituyó en la hipótesis de mi trabajo.
Desde siempre fue complejo situar cómo terminan los análisis. En la historia del psicoanálisis, incluso en mi propia experiencia como analizante y con mis pacientes, no es algo tan evidente concluir: nos seguimos preguntando cómo hacerlo.
Al inicio de la investigación tuve la fortuna de hallar un texto de Éric Laurent acerca de la transmisión de los finales, llamado “Siracusa, Worcester, y algún otro lugar”. (2) En él describe que Freud realiza su pase, y toma a Ferenczi y a Jung como “pasadores” para hablarles de su relación con Fliess. Se refiere allí al detalle de la transmisión del psicoanálisis y su resto: “la transmisión de pensamientos”, pero fundamentalmente dice que hay que leer el pase como el “reverso de la constitución del movimiento psicoanalítico”. En la medida en que avanzaba la investigación, la última frase de ese comentario iba tomando cada vez más relevancia. Podría decir que funcionó como orientación.
El título El pase antes del pase y… después sintetiza todo el recorrido. En el “antes”, se trata de pensar el pase antes de la formalización realizada por Lacan con su Proposición de 1967, y de comprender cómo terminaban los análisis y también cómo se transmitían. Una vez transitado ese camino surgió el “después”: el después de la formalización y el después de Lacan. Podríamos agregar también el después del pase. Al final de este recorrido podrán leer una respuesta posible al interrogante que sostuvo la investigación: ¿podemos hablar del pase antes de la formalización de Lacan? ¿De qué pase se trata entonces? ¿Y cuáles son los cambios que introduce la formalización del 67 a nivel epistémico, clínico y político?
El pase es un acontecimiento clínico, pero también político. Por eso abordé en gran parte de la tesis aquellos movimientos políticos ligados a la historia del movimiento psicoanalítico y a la política del psicoanálisis, que a mi parecer se enlazan con el pase.
Comencé con Freud en el antes, y me encontré con que su planteo de los finales era confuso, salvo cuando en “Análisis terminable e interminable” (3) (1937) se refiere a que siempre hay un resto irreductible en todo análisis que impide que la neurosis pueda curarse completamente. Es imposible elaborar todo lo que es del orden del trauma y la pulsión. Roca de castración y rechazo de la feminidad, el impasse de la sexualidad femenina es el límite que Freud plantea; límite que desde una perspectiva lacaniana localizamos como lo que no cesa de no escribirse.
Pero sabemos que Freud también estaba preocupado por cómo se deviene analista. ¿A qué posición había logrado arribar alguien que quería practicar el psicoanálisis? Freud hablaba de la “aptitud” para ocupar el lugar de analista. Introduce una cuestión ética, más allá de la terapéutica, y esto daba para él una idea de final de análisis. La posibilidad de ir más allá de esto queda para Freud del lado de algo enigmático ligado a la sexualidad femenina. Esta orientación fue retomada por Lacan, quien vuelve a plantear cómo concluyen los análisis y cómo se da el pasaje de la posición de analizante a la de analista. A esta pregunta responde con su invención del dispositivo del pase y la cuestión de su transmisión.
En esta perspectiva del antes decidí también poner el foco en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (4) (1958), ya que en este escrito encontramos un debate sin desperdicio de Lacan con quienes eran sus contemporáneos en el psicoanálisis. Podemos leer allí sus críticas a los finales de análisis desde la perspectiva de la transferencia y la interpretación, en su discusión con la ego psycology representada por Kris, Hartmann y Lowenstein; con los teóricos de la relación de objeto, Abraham y Winnicott; con el middle group representado por Ferenczi, Strachey y Balint; y con Anna Freud, con una perspectiva ligada al geneticismo. En general, según Lacan, todos ellos tienen una lectura de los finales de análisis del lado de la identificación con el analista; por ejemplo, de Abraham dice que sólo falta que se lleve “el objeto analista a la boca”.
Todo el problema de la falta en ser que nos planteaba Freud es taponado con la identificación con el analista. Este es a mi juicio el punto central de la crítica de Lacan: el analista que se ofrece para tapar la falta en ser.
Constatarán en la lectura que no sólo está presente lo que dicen los analistas, sino también las palabras de algunos pacientes. Es decir, casos que fueron publicados a modo de relatos de análisis, “testimonios” que me han permitido deducir cómo terminaban concretamente los análisis. Encontrarán recortes de relatos de pacientes de Freud, de Winnicott, de Lacan; y de testimonios de pase de algunos Analistas de la Escuela (AE) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Fui tomando los casos en función de las preguntas que me surgían. Por ejemplo, Theodor Reik, paciente de Freud, da cuenta de la separación de una posición fantasmática: “ser un asesino de alegrías”. Hilda Doolittle, poetisa norteamericana, comienza el análisis con Freud por el lado de la escritura y sale del análisis por los problemas de la guerra, pero pudo hacer de la escritura la causa de su vida. Margaret Little, paciente de Donald Winnicott, habla de hacer el duelo del objeto, lo que en su caso fue posible gracias a que ubicó lo que llama “la angustia psicótica” en el campo del Otro. Harry Guntrip, también paciente de Donald Winnicott, se pregunta si es posible hacer un análisis completo, y de ahí parte su testimonio.
En “La dirección de la cura” Lacan se refiere al final del análisis por la vía de asumir la falta en ser y la desidentificación con el falo. Pero sabemos que da un paso más, y comienza a hablar del goce. En el ‘67 lanza su Proposición de pase a la Escuela, y llama “momento de pase” clínico al atravesamiento del fantasma: ese momento en la experiencia de un análisis en el que el sujeto logra desprenderse un poco de aquella frase fija, programa de goce, que hace que mire el mundo desde el mismo lugar. Nueva relación con la pulsión, momento de deser, deflación del deseo –apunta Lacan–.
Llegar hasta acá no fue nada sencillo para Lacan, tuvo muchas complicaciones en el camino. Los debates de la época demuestran que con el pase Lacan había lanzado una verdadera bomba. Los analizantes que terminaban sus análisis y su formación se volvían didactas; era una cuestión de acumulación de experiencia. Lacan ahora planteaba que un analista se convierte en tal como resultado de su propio análisis y de poder demostrar haber llegado al final por la vía del pase; e inventa el dispositivo del pase para verificar ese resultado. Se trata de la trasmisión del “pasante” a los “pasadores” y de estos al cartel “jurado”, que decide cada vez si nomina AE al pasante o no. Esto implica un desplazamiento político y de poder: antes el poder estaba en manos de los didactas y ahora pasarían a tenerlo los AE.
Al leer los debates de la época vemos la ola que generó el pase. Muchos notables abandonaron a Lacan a partir de esta Proposición, y recién pudo volver a ponerla en órbita en el 69. Sin embargo, en el 78 habla del fracaso del pase en el Congreso de Deauville: “He querido obtener testimonios, sin embargo no he obtenido ninguno”. Los AE no estuvieron a la altura. Este fracaso lleva a Lacan a la disolución de su propia Escuela en el 80. Este es uno de los nudos de la tesis: la Escuela de la Causa Freudiana (ECF) es la contraexperiencia de la EFP. La ECF se funda sobre ese fracaso.
Los AE se habían mantenido en un “intimismo místico”, se produjo una vuelta a lo privado, sin transmisión. ¿Qué pasaba que no hablaban? Todo quedaba encerrado entre unos pocos. Hay debates de ese entonces publicados en Delenda, o en los llamados “Sábados del pase”, donde se puede encontrar alguna respuesta. El silencio y la no transmisión fueron nodales tanto para el fracaso como para empujar la nueva apuesta.
En el “después” anoto la pregunta acerca de por qué el testimonio se hace público. Hay que poner el ojo en ese momento de fracaso del pase en la Escuela de Lacan y la decisión de Miller de reorientar el pase hacia el deseo de Lacan.
Lacan no habló de la transmisión pública del testimonio a la comunidad analítica, por lo tanto me interrogué acerca de cómo y por qué comenzó. Así, tuve la oportunidad de contactarme con Esthela Solano-Suárez, una de las primeras AE de la ECF, quien me dio una de las pistas al contarme que, cuando terminó su función como AE, Miller le pidió que hiciera un testimonio público. Se iba despejando fuertemente la idea de que el pase estaba hecho para ser transmitido, y no era un sobreagregado a la enseñanza de Lacan: Lacan no es sin el pase. La perspectiva del final que, más avanzada su enseñanza, se suma a la del atravesamiento del fantasma es la identificación al síntoma, con cierta distancia, planteada en el Seminario 23. Y su última versión de pase, que se desprende de su texto “El prefacio del Seminario 11” (5) (1976), es la hystorización del análisis.
Pero es Miller quien logra con su orientación poner en juego la última versión de pase de Lacan. La definición del pase que plantea Miller en sus cursos, más precisamente en “El ser y el Uno”, dictado en 2011, culmina con la noción de “ultrapase”, que se refiere a una nueva satisfacción. (6) Es Miller, junto a la AMP, quien dice: “No hay pase si no hay transmisión”. En el cierre del Congreso de la AMP 2014 plantea que el “acontecimiento de pase tiene que ver con el decir de uno solo y los aplausos del público”. El pase es una hystoria que se cuenta, una verdad mentirosa, un relato ficcional. Retoma la perspectiva de que “el Otro del pase es un espectador”, y no hay pase si no hay ese Otro que aplauda. ¿Cómo pensar la nueva satisfacción alcanzada al final? La satisfacción no es sólo del AE, algo de este orden se juega también en la escena del dispositivo del pase y en el público.
He podido leer algunos casos interesantes que publicaron analizantes de Lacan, de la época de la revuelta. Por ejemplo, el de G. Haddad, que en un planteo casi delirante muestra cómo él quería ser nominado AE para obtener el “bastión de mariscal”, así como él mismo decía de otros, en una búsqueda de reconocimiento; y deja vislumbrar también el impacto que tiene en él la no nominación. O el caso de J. G. Godin, que si bien no hizo el pase su relato está atravesado por el interés de Lacan por el pase y el lugar central que tiene en su enseñanza.
Podrán seguir entonces un recorrido que va desde el “pase relámpago” que plantea Lacan por el lado del atravesamiento del fantasma y que ilumina lo que estaba en las sombras, ese pasaje del analizante a analista; hasta el “pase satisfacción”, articulado al sinthome, en el que se condensa el goce más singular y opaco del parlêtre. Se tratará a esa altura para Lacan de bordear ese no-todo para encontrar ese real para cada uno. Comparto eso que Miller afirma, que Lacan convoca a encontrar nuevos métodos para demostrar ese pasaje de analizante a analista. Por último, encontrarán también testimonios de pase correspondientes a diferentes épocas, desde 1983 hasta la actualidad, de las distintas Escuelas de la AMP.
Luego de escribir esta tesis yo misma me he presentado al dispositivo del pase en la EOL y fui nominada AE en febrero de 2019. Esta investigación está atravesada por mi deseo de saber acerca de los finales y su transmisión, y por mi propia experiencia del final de mi análisis.
El pase sigue dando que hablar, me ha empujado a “tomar la palabra” (título que le he puesto a mi primer testimonio presentado en la EOL el 9 de abril de este año) y a que hoy muchos nos sigamos ocupando de él.
El pase, uno por uno, hace que la Escuela Una exista, cada vez.
1- Miller J.-A., “El pase, ¿hecho o ficción?”, en Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011.
2- Chauvelot D. y Laurent É., “Siracusa, Worcester, y algún otro lugar”, Ornicar?, París, 1977, p. 12-13.
3- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), Obras completas, t. 23, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.
4- Lacan J., “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958), Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985.
5- Lacan J., “El prefacio a la edición inglesa del Seminario 11” (1976), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.
6- Miller J.-A., “El ser y el Uno”, clase 2 de marzo 2011, inédito.