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Capítulo 4



La verdad, no me había fijado en lo destartalado que parecía el edificio hasta que vi la cara de Tonny. ¿Se había puesto pálido?

―Por dentro no está tan mal como parece por fuera.

¡Ja! mentira. Por dentro parecía que habías entrado en el túnel del tiempo y habías retrocedido 30 años. Tonny asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Me sorprendió el que entrara conmigo.

―Es seguro, lo prometo.

Tardó un rato en contestar, pero al final lo hizo.

―Bueno, al menos tiene bien señalizadas las salidas de emergencia.

Se acercó a una de ellas, para comprobar si estaba bien. ¡Claro! Casi lo había olvidado, mencionó en algún momento que él era bombero. Por eso tenía ese cuerpazo, estaba acostumbrado a derribar puertas y paredes a hachazos.

―Bueno, si vas a hacer una inspección a fondo, puedo buscarte un guía. Yo de la guardería no paso.

Unos golpes bruscos nos dieron la bienvenida a la gran sala.

―¡Trasto arcaico, funciona!

Un nuevo golpe fue correspondido con un chisporroteo de la parte trasera de la cafetera y una agresiva mujer con piel color café estuvo a punto de soltar una maldición.

―Rita, que hay menores escuchando.

La mujer se giró hacia los niños y después sonrió afable a la visita.

―Hola, tesoro, no te esperábamos hoy.

―Oh, bueno, si no me necesitas, me voy.

―Hey, hey. No tan deprisa, tengo tres hermanos que llevan tu nombre tatuado en la frente.

Sí, sabía qué tres terremotos eran esos. Los hermanos Alvarado. Se llevaban apenas diez meses entre ellos, pero podían pasar por trillizos. Dos niños y una niña sin incisivos, que abrían cajones y sacaban todos los juguetes que existieran en aquella habitación. Unos terremotos de energía inagotable.

―¿Puedo echarle una mirada?

Tonny estaba cerca de la cafetera, observando atento y manteniendo sus manos en los bolsillos del pantalón.

―Claro. Si consigues que vuelva a la vida, te haré hijo adoptivo de la ciudad. Ese trasto un día de estos nos dará un disgusto.

Tonny sonrió y empezó a dar vueltas alrededor del artefacto del demonio. Mientras, sentí el brazo de Rita rodear el mío y llevarme a la alfombra al otro lado de la cristalera de separación.

―Ummm, bonito trasero te has traído. ¿Qué ha pasado con el otro? ¿Le has dado pasaporte?

No pude evitar poner los ojos en blanco. Si ella supiera…


* * *


Levanté la cabeza del cuento que estaba leyendo cuando llegué al final de la última página. Podía oler el aroma a café desde allí, pero no esperaba ver a Tonny apoyado en el marco de la puerta con una taza en los labios. ¿Estaba sonriendo? Sí, parecía que sí. Buen chico, había conseguido resucitar a la máquina más necesaria de todo el centro.

―Eres buena, los tienes enganchados.

Volví la vista hacia los pequeños, que empezaban a levantarse del suelo en busca de juguetes. Me gustaba tenerlos a mi alrededor mientras les leía.

―¡Oh!, es mérito del cuento.

―Ya, y el que cambies las voces de los protagonistas y hagas caras no tiene nada que ver.

Vaya, pues sí que había estado prestando atención el muchacho. De su espalda sacó una taza de café y me la tendió.

―Umm, gracias, lo necesitaba.

Dejó su taza sobre una estantería, donde los niños no llegaran y se inclinó hacia un grupo de ellos.

―Bueno, necesito ayuda de alguno de vosotros. Veréis, soy bombero y tengo que inspeccionar el lugar para ver si es seguro.

Con la palabra bombero ya tenía atrapados a la mitad de ellos, y el resto no tardó en seguir a los demás. Algunos no le entendían, pero sus compañeros ya se encargaban de traducirles. Tonny era listo, seguro que se había dado cuenta de que repetía las frases en español e inglés. Algunos de esos niños aún no hablaban inglés y eso hacía que las guarderías normales no sirvieran para todos. Además, el ser gratuita era un aliciente más en aquel barrio. Pasamos una tarde agradable y las ocho y media llegaron sin percatarnos. Solo cuando los padres empezaron a recoger a sus cachorros nos dimos cuenta de que el tiempo había volado. Y Tonny se había quedado allí, jugando y entreteniendo a los pequeños.

―Cariño, puedes venir cuando quieras.

―¿Lo dices por la cafetera?

―Lo digo por todo.

―Lo pensaré. ¿Hay chicas guapas por aquí?

―Cariño, si quieres chicas guapas, las tenemos, buenas chicas también, y si lo que buscas es una novia, yo estoy soltera.

Rita se había apalancado al brazo de Tonny y él le seguía el juego divertido. Era bonito ver aquel risueño e inocente flirteo. El chico me cogió el bolso de la sala principal y me lo tendió. Había que reconocerlo, había enamorado a Rita, a Dulce, la otra asistente de la guardería, y me estaba enamorando a mí. ¡Pero qué lástima!, ¿por qué Dios me traía una tarta de chocolate cuando mi estómago estaba lleno de comida y no podía comer más? Uf, bueno, qué le iba a hacer.

Cuando salimos del edificio, el coche de Noah estaba estacionado junto a la entrada. Y cuando vio que Tonny caminaba a mi lado, le vi salir del vehículo, seguido de una sorprendida Jane.

―Bueno, tu taxi ha venido a recogerte.

―Gracias de nuevo.

―No, gracias a ti. Me lo he pasado muy bien y necesitaba hacer nuevos amigos.

―Bueno, Rita estaba dispuesta a darte las llaves del edificio, así que ven cuando quieras.

―Tal vez lo haga.

Y en ese momento vino lo difícil. ¿Cómo te despides de alguien así? ¿Un apretón de manos? ¿Un beso en la mejilla? Le vi. Estaba empezando a inclinarse cuando le corté. Extendí mi mano y le obligué a cambiar de acción. No podía permitir que intentara besarme y menos delante de Noah, aunque fuese un inocente beso en la mejilla. No era justo ni para él ni para mi novio.

Me metí en el coche y abroché el cinturón de seguridad mientras Noah cerraba la puerta. Evité mirar a Tonny, pero al final lo hice. Y allí estaba, observando cómo el coche se ponía en marcha, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y una pequeña sonrisa triste y resignada en la cara.

¡Préstame a tu novio!

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