Читать книгу Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones - Isabella Builes Roldán - Страница 11

Presupuestos generales acerca del lenguaje: lógica y lingüística

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¿Por qué partir de la lógica simbólica y la lingüística en esta indagación? La lógica, a través del concepto de cálculo, nos permite establecer una definición de lenguaje en la que se basa la presentación de los demás planteamientos del capítulo. La lingüística propone conceptos cruciales que están en la base de la comprensión del lenguaje y el pensamiento y que, como posteriormente veremos, están directamente relacionados con la lógica del pensamiento intuitivo. La lógica y la lingüística (al igual que otras disciplinas, como la matemática) tienen en su origen un elemento básico: el signo. De acuerdo con Eco (1994), dentro de su amplia tradición y desarrollo, es posible decir de forma general que un signo es “algo que se pone en lugar de otra cosa” (p. 27). Por ejemplo, el signo “caballo” representa un animal. Ahora, el signo se compone de dos elementos intrínsecos y a un elemento extrínseco: significante, significado y referente.5 El significante es la huella física o acústica del signo; el significado es lo que quiere decir el signo, el componente abstracto o conceptual; y el referente es el objeto al cual se refiere el signo y puede ser una entidad física como un acontecimiento o una acción. Para ejemplificar y aclarar la diferencia entre estos tres componentes, plantea Eco (1994) que “[el] significante /unicornio/ existe, puesto que puedo escribirlo en esta página; el significado ‘unicornio’ es bastante claro para quien esté familiarizado con la mitología, la heráldica, las leyendas medievales; pero el referente unicornio nunca ha existido” (p. 26).6

De acuerdo con la relación que haya entre el signo y el referente, Charles Sanders Peirce, citado por Eco (1994), argumenta que el signo puede dividirse en tres categorías: el ícono, un signo que mantiene una conexión física con el objeto que designa, es decir, “hace referencia a su objeto en virtud de una semejanza, de sus propiedades intrínsecas, que de alguna manera corresponden a las propiedades del objeto” (p. 57, cursivas agregadas), por ejemplo, un dibujo de una canasta de basura para representar la papelera de reciclaje del ordenador. El índice, un signo que mantiene una relación de conexión causal con el objeto que designa, como el humo y el fuego, es decir, hay una relación de contigüidad con el referente. Por último, el símbolo, un signo que tiene carácter arbitrario y convencional, de este modo, la relación con el objeto la determina una ley arbitraria, como en los signos lingüísticos (la palabra “caballo” no tiene ninguna similitud con el animal).

Además, existen tres dimensiones que sirven para considerar el signo, propuestas por Charles William Morris y citadas por Eco (1994): la sintáctica, en la cual se estudia la relación del signo con otros signos según reglas combinatorias; la semántica, en la cual se considera la relación entre el signo y aquello que significa; y la pragmática, en la cual se analiza el signo en relación con sus los sujetos que lo usan y la utilización que hacen del mismo en un contexto determinado. En una vía similar, Deaño (2004) denomina semiótica a “la ciencia que se ocupa del estudio de los signos, o de los lenguajes en cuanto sistemas de signos” (p. 28), y plantea que los niveles semióticos serían la sintaxis, la semántica y la pragmática.

De acuerdo con lo dicho, ¿cómo es el tránsito de la lógica y de la lingüística desde el nivel básico del signo hacia el lenguaje propiamente dicho? En la lingüística, Saussure (1945) expone una diferencia entre lenguaje, lengua y habla, donde el primero corresponde con lo facultativo del ser humano; el segundo, con el sistema social y convencional de los signos lingüísticos; y el tercero, con el acto de ejecución de la lengua mediante la verbalización. Además, plantea que el objeto de estudio de esta disciplina es la lengua. La lógica parte de una perspectiva distinta. “Lógica” es un concepto que proviene del término griego λóγος (logos),7 el cual se traduce como razón (pensamiento científico y hecho de razonar) y lenguaje (palabra, verbo, lenguaje verbalizado). La lógica es el estudio del logos, el estudio de la estructura (forma) del razonamiento, del lenguaje y del mundo (Pérez, 2006).

De acuerdo con Deaño (2004) en lógica se hace una diferencia entre lenguaje natural y artificial, donde el primero se adquiere de forma espontánea, se utiliza como medio de comunicación, es multívoco, flexible y se expresa en los distintos idiomas; y el segundo se crea y se construye con la intención de precisión y univocidad dentro de ciertos grupos académicos o científicos con pretensión de universalidad. Luego, la lógica pretende plantear teorías acerca de las reglas del razonamiento humano y formalizarlas por medio de un lenguaje artificial. También, es tarea de la lógica la construcción de cálculos: un cálculo no es propiamente un lenguaje, sino pura estructura sintáctica, un sistema de relaciones, aunque puede llegar a ser un lenguaje cuando sus signos y símbolos son interpretados según la semántica y la pragmática. De este modo, la lógica describe los elementos estructurales que subyacen a todo lenguaje, estos son, de acuerdo con Deaño (2004): a) un conjunto de “elementos primitivos” o “símbolos elementales” que constituyen los elementos básicos susceptibles de combinarse dentro del sistema, los cuales pueden ser enumerados, por ejemplo, en el español, serían cada una de las letras del alfabeto y los signos de puntuación. b) Un conjunto de “reglas de formación” que establecen cuáles son las combinaciones correctas entre los signos primitivos para obtener una expresión bien formada (ebf) de ese lenguaje. En el lenguaje natural, estas reglas no son necesariamente explícitas, pero están representadas en la correcta sintaxis de las palabras y oraciones, por ejemplo, la oración “‘so beneplácito burócratas empero metempsicosis singularizadas’ está mal construida” (Deaño, 2004, pp. 30-31). c) Un conjunto de “reglas de transformación”, que permiten cambiar una EBF por otra. Por ejemplo, en el lenguaje natural, en la frase “María compra rosas”, es válido sustituir la palabra “rosas” por “flores”, según las reglas de sinonimia. d) Un conjunto de “reglas de interpretación” de los signos dentro de ese sistema específico (Ramírez, 2011). En el lenguaje natural se sabe que una expresión ha de ser interpretada según su significado (semántica) y también según su uso (pragmática).

Teniendo claras estas diferencias, en la presente investigación adoptamos la siguiente distinción terminológica: llamaremos lenguaje a la estructura que subyace a toda lengua, asunto que consideramos sería el objeto de estudio de la lógica; denominamos lengua a la forma particular que adquiere el lenguaje en una comunidad determinada, el cual se expresa por medio de los idiomas y es el objeto de estudio de la lingüística; y el habla, corresponde a la ejecución concreta de la lengua por parte de un sujeto determinado.

De acuerdo con lo dicho anteriormente, la lingüística, dentro del estudio de la lengua, plantea categorías correspondientes con el lenguaje, es decir, que son generales a la estructura de toda lengua, por ejemplo, la semejanza y la contigüidad, el eje sintagmático y el eje paradigmático, la metáfora y la metonimia, entre otros. A continuación, mencionamos algunos de estos conceptos lingüísticos que dan cuenta de una estructura lógica del pensamiento y el lenguaje humano.

Ducrot y Todorov (1984) plantean que, en la lingüística estructuralista de Saussure, el significado de los signos dentro de un sistema lingüístico se da gracias a la diferencia y la oposición con otros signos. También, posterior a Saussure, y específicamente con Roman Jakobson, se considera que el estudio de la lengua consiste en la investigación de las funciones desempeñadas por los elementos, las clases y los mecanismos que intervienen en el lenguaje. Esta tendencia ha sido llamada funcionalismo y se distancia del estudio sistemático y estructuralista de la lengua para pasar a ocuparse del discurso8 como tal: “Postulamos que en todo enunciado lingüístico se observa un determinado número de relaciones, de leyes, de obligaciones que no pueden explicarse por el mecanismo de la lengua sino únicamente por el del discurso” (Ducrot y Todorov, 1984, p. 96). Jakobson se basa en las categorías de sintagma y paradigma para explicar los mecanismos cognitivos que determinan la comprensión y el uso de la lengua. El eje sintagmático hace referencia a la asociación de varias unidades de signos que forman una totalidad significativa y son susceptibles de aparecer juntos en un enunciado, por ejemplo, una oración con sentido, como “Juan juega en el parque”. El eje paradigmático describe a toda clase de elementos lingüísticos que se reúnen por asociación o por contraste y que pueden sustituirse por otros del mismo paradigma, por ejemplo, “Juan juega en el jardín”, donde “jardín” sustituye a “parque”, ya que son dos términos que pertenecen al mismo paradigma (en este caso, son sinónimos) y modifican la sintaxis del enunciado. De este modo:

Para Jakobson, la interpretación de toda unidad lingüística pone en marcha en cada instante dos mecanismos intelectuales independientes: comparación con las unidades semejantes (= que podrían por consiguiente reemplazarla, que pertenecen al mismo paradigma), relación con las unidades coexistentes (= que pertenecen al mismo sintagma). De este modo, el sentido de una palabra está determinado a la vez por la influencia de las que la rodean en el discurso, y por el recuerdo de las que podrían haber ocurrido en su lugar (Ducrot y Todorov, 1984, p. 134).

Esta diferencia es esencial para Jakobson, por cuanto postula que se encuentra en la base de las dos figuras retóricas más empleadas en el lenguaje literario: la metáfora y la metonimia. En la primera, un objeto es designado por el nombre de un objeto semejante, pero difiere del sentido habitual, por ejemplo, “noche” por “negro”; y, en la segunda, un objeto es designado por el nombre de otro asociado a él en la experiencia habitual de esa palabra, por ejemplo, “cuchara” por “tenedor” (ambos utensilios de cocina que se utilizan para probar los alimentos). Este autor considera sintagmática como sinónimo de metonímica y paradigmática como sinónimo de metafórica.

Ducrot y Todorov (1984) plantean que desde el siglo XIX, con la constitución de las ciencias humanas, se ha hecho evidente que la red formada por las figuras retóricas mencionadas y otras9 no se restringe únicamente al ámbito del lenguaje, pues se vinculan con categorías psicológicas como las de semejanza y contigüidad, que aparecen en los análisis sobre la magia de Mauss, sobre los sueños de Freud, luego Saussure vuelve a hallarlos en la organización misma del lenguaje y Jakobson las relaciona con las categorías lingüísticas de selección y combinación que corresponden a los “polos metafórico y metonímico” respectivamente, los cuales caracterizan la estructura lingüística.

Según Jakobson y Halle (1980), el hablar requiere seleccionar determinadas entidades lingüísticas y combinarlas en unidades de mayor complejidad. “Así, pues, la concurrencia de entidades simultáneas y la concatenación de entidades sucesivas son los dos modos según los cuales los hablantes combinamos los elementos lingüísticos” (Jakobson y Halle, 1980, pp. 106-107). Todo signo lingüístico se combina con otros, lo cual quiere decir que toda unidad lingüística sirve como contexto a unidades más simples y tiene su contexto en unidades más complejas; además, la selección implica que se puede sustituir una unidad lingüística por otra. De acuerdo con Jakobson y Halle (1980):

Los elementos de un contexto se encuentran en situación de contigüidad, mientras que en un grupo de sustitución los signos están ligados entre sí por diversos grados de similaridad, que fluctúan entre la equivalencia de los sinónimos y el núcleo común de los antónimos (p. 110).

Estos autores avanzan en la descripción de los dos mecanismos lingüísticos mencionados en el problema de las afasias. De acuerdo con Peuser (1980):

Queremos aclarar que la capacidad comunicativa de un afásico no debería compararse con el grado en que domina sistemas lingüísticos, sino su capacidad para encontrar sustitutivos verbales y no verbales a fin de alcanzar el objetivo de su acto de comunicación (p. 57).

Así, Jakobson y Halle (1980) distinguen dos tipos básicos de trastornos del lenguaje según la dificultad resida en la combinación o contexto, o en la selección o sustitución. En las afasias de selección o sustitución, el contexto constituye un factor indispensable para la comunicación, los sujetos mantienen una conversación solo mediante la reacción al contexto de la situación, pero les es casi imposible definir términos, sustituirlos por sinónimos, explicarlos, nombrarlos, es decir, establecer relaciones de similitud; mientras tanto, pueden referirse a los objetos mediante relaciones externas de contigüidad (y metonimia) con otros, por ejemplo, “mesa” reemplaza a “lámpara”, “fumar” a “pipa”. Por el contrario, en las afasias de combinación o contexto, la dificultad se evidencia a la hora de formar proposiciones, es decir, de combinar entidades lingüísticas; en este tipo de trastorno del lenguaje no hay ausencia de palabras pero sí se pierden las reglas sintácticas, y las palabras que predominan son aquellas que dependen menos del contexto, como esas que nombran objetos o términos que los sustituyen por similitud (función metafórica). Los sujetos pueden nombrar los términos a los cuales se refieren (mesa, caballo, cielo), pero no construir frases sintácticamente correctas con sujeto y predicado. A partir de lo dicho sobre las afasias, los autores concluyen de forma general que

en todo proceso simbólico, tanto intrapersonal como social, se manifiesta la competencia entre el modelo metafórico y el metonímico. Por ello, en una investigación acerca de la estructura de los sueños, es decisivo el saber si los símbolos y las secuencias temporales se basan en la contigüidad (para Freud, el “desplazamiento”, que es una metonimia, y la “condensación”, que es una sinécdoque) o en la semejanza (la “identificación” y el “simbolismo” en Freud) (Jakobson y Halle, 1980, p. 141).

Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones

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