Читать книгу No tendrás casa en la puta vida - Ismael Llopis Navarro - Страница 8
ОглавлениеRuiditos
Llucia Ramis
Ruido:
3. m. Apariencia grande en las cosas que no tienen gran importancia.
5. m. Ling. En semiología, interferencia que afecta a un proceso de comunicación.
6. m. germ. Hombre que hace tráfico de mujeres públicas.
Julio dice que el vuestro es un «folk con ruiditos». En la mesa de centro que recuperamos de la calle y pintamos después, se acumulan las latas de cerveza que le hemos comprado a un paki debajo de casa, el papel de liar y las hojas de maría que mi compañera intenta secar desde hace semanas sobre los restos de un periódico. Hablamos en voz baja, para no despertarla. Fumamos. Comentas que no habías visto una nevera tan vacía en tu puta vida y, mientras sigues en la cocina, Julio me besa en la boca, los dos recostados en el mismo sofá. Vuelves a la silla Bonet y repasas el concierto en la cámara de vídeo. Se ha hecho de día con la misma impertinencia con la que de repente ya es verano.
A Julio le gusta el concepto «ruiditos». También lo utiliza para quejarse por aquella otra única vez que nos vimos, también después de un concierto vuestro, en casa de un amigo. Los tres tuvimos que compartir habitación con un cuarto que roncaba. Tú y yo, además, intentamos dormir sobre el mismo colchón. Evidentemente,90 centímetros de ancho, no lo conseguimos. A Julio le molestaron nuestros ruiditos, eso dice. Confiesa que habéis hablado a menudo sobre aquella noche a oscuras, entonces justo antes de Navidad, tal vez otro solsticio. Le pregunto si no será porque, en realidad, lo que le molestó fue que me metiera en tu cama y no en la suya.
Miras el concierto en la videocámara y dices que está mal que tú lo digas, pero que suena bien. Julio quiere saber si os parecéis. Bueno, respondo, los dos sois bastante guapos. No, se refiere a la manera de ser. Ah, pues no, nada en absoluto. Tú naciste con ese peso que comporta vivir siempre consciente de lo que ocurrirá, eso te convierte en un cínico; Julio, en cambio, se toma el presente en su tercera acepción: regalo. A ti te llamarían frío; él va caliente. Respondo: «Sois complementarios».
Aquella noche, mientras tú y yo nos metíamos mano, Julio se sintió al margen, y el margen es eso que está, sin llegar a formar parte de algo. Me río: «O sea, que te dejamos en la cuneta».
Has apagado la cámara y nos miras, y luego te levantas y creo que vas a ir al baño y te digo que la cisterna no funciona, que llenes el cubo que hay al lado del váter. Pero no vas al baño. Te paseas por la sala, y coges una foto de mi compañera de piso, preguntas: «¿Es ella?», y antes de que conteste, añades: «Está buena». Respondo que es un poco desordenada, menos los sábados; entonces se convierte en una maruja insoportable, y escucha música hortera, y además es un poco egoísta. Vale, me doy cuenta, lo he vuelto a hacer, y encima soy de las que aseguran no ser celosas. Para arreglarlo, acabo con un «pero es buena tía».
Llevamos tres años en este piso de la plaza de la Libertad; todavía no distingo la casualidad de una metáfora. Las dos trabajamos con contratos de mierda. Por un momento creo que vas a ordenarme: «Despiértala». Pero no lo haces.
Entonces, por la ventana, se oye el chirrido de un motor al encenderse, y después una sirena. Son las grúas de enfrente, que ya se han puesto en marcha. «Las ocho», suspiro. Creo que podría enamorarme de cualquiera de vosotros. Pero no tendré tiempo. Porque en cuanto diga que me voy a la cama, preguntaréis si cabemos los tres. Os da corte que mi compañera os encuentre en el sofá cuando se levante; he oído excusas mejores.
De nuevo intentarás dormir, de cara a la pared, incluso me pedirás que te preste una camiseta. Pero Julio querrá vengarse con ruiditos; sin ninguna intención, a diferencia de la otra vez, de dejarte a ti al margen. Dentro de un par de horas saldréis como espías, corriendo desde mi cuarto a la calle, para que mi compañera no os vea, aprovechando que está pasando la aspiradora por su habitación. A partir de ese momento, fingiremos ser los desconocidos que en realidad somos.
Yo me levantaré un poco más tarde, envolveré los condones en papel, los tiraré a la basura, prepararé café.
Le preguntaré si anoche salió, si ha dormido bien. Le preguntaré si oyó algo.
Mar, 26 años, regenta un café
Mireia, 27 años, estudiante de traducción y profesora de inglés
Idoia, 27 años, postpornógrafa, hardcore y sobre todo punk
Ana, 27 años, camarera y DJ
Jesús, 32 años, vendedor en tienda de ropa, diseñador y DJ
Moni, 25 años, fotógrafa
Isa, 27 años, farmacéutica becaria de investigación