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UN DÍA CON MIS RECUERDOS


Mi soberbia me ha arrastrado,

Por las negruras de mi inconsciencia.

La soledad se ha apiadado de mí,

Y me ha convertido en su amante.

Ahora estoy prisionero,

Bajo su atenta mirada,

De sus ojos hechos de segmentos de estrellas.

No puedo escapar.

No son mis pies,

Ni mis manos los que están atados

Es mi corazón, mi espíritu y mi alma.

Las lluvias de mayo caen.

Y los campos se preparan para los maizales.

En la gran piedra, el viento golpea mi cara.

Mece los pinos,

Que producen un silbido melancólico,

Y despierta el espíritu de los hombres,

Que ahí murieron.

Bajos mis pies se deslizan pinos y valles.

Pequeñas montañas,

Que se han quedado estancadas,

En el silencio del tiempo.

Y hasta ahí, donde mi vista se pierde.

Y el filo de la cordillera,

Es acariciado por las nubes,

Y es enverdecido por sus cafetales.

Extiendo mis brazos y quiero volar hasta ahí.

Por instantes suelo olvidar que soy prisionero,

De su embrujo, y de su indiferencia.

Y sueño con escapar algún día.

Y llegar hasta mis montañas,

Ver mis ríos, el mar y mis volcanes,

Y, sobre todo, la sonrisa de mi gente.

El cantar de los canarios,

Me despierta de mi sueño,

En esta mañana primaveral.

Y me pregunto ¿dónde estará y qué hará?

Porque mis recuerdos se ensanchan,

Y se graban como cicatrices imborrables.

Porque pretendemos muchos,

Buscarle a los recuerdos otro sentido.

¿Acaso no sería más fácil el olvido?

Sueños de sombras

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