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ОглавлениеPrólogo
Chubasquero rosa. Vestido escotado de muselina negra con un descosido en el hombro. Uñas cortas pero pintadas. Pelo largo, extensiones, pelo corto. Pelo oscuro. Teñido de rojo, de rubio. Peluca fucsia. Una inteligencia sólo comparable a su capacidad de seducción. Una resistencia frente al abuso sólo comparable a su capacidad de montar orgías. Un bolso-caniche, donde están los rizos se abre una cremallera de la que sale un monedero de lunares y el último folleto de las jornadas transmaricaputabollo. Purpurina azul sobre los párpados. Sortijas con diamantes de plástico. Recuperación. Acumulación. Resignificación. Un programa para devenir-perra.
Itziar Ziga conoce la ciudad como la conocen los que viven siempre fuera. Pasa por las calles como si le pertenecieran. Zapatos de princesita, pero con las suelas desgastadas. Se nota que ha hecho todos los trayectos de noche como de día, alerta como colocada, con los ojos llenos de lágrimas o de rabia, en grupo, en pareja, en trío, sola, pero siempre parte de la manada. Mujer de exterior, chica de bar, buscona de librerías y corredora de manifestaciones. Itziar Ziga es un turmo-mix político-cultural: el campo y la ciudad, su madre y sus colegas, Euskalerria y Catalunya, la copla y el feminismo iraquí, Judith Butler y Manuela Trasobares, la teoría queer y los talleres de pantojismo, la cultura trans y las abuelas putas, Alaska y Benedetti, santa Águeda y la Dulce Neus.
Itziar Ziga es una drag-bitch, una perra travesti, una bio-mujer capaz de producir una versión putón de la feminidad no ya como artificio teatral (¡bastante caro les cuesta el teatrillo a otras!) sino como estrategia de lucha guerrillera. Pero no se nace perra, se llega a serlo. Se trata de una feminidad reciclada donde no queda nada ni bio ni crudo, donde todo ha sido ya cocido por no decir vomitado, una feminidad hecha con los detritus de género que quedan en el basurero de la heterosexualidad normativa o con los invendibles del merchandising del todo a un euro del kiosko del patriarcado.
Aquellos que siempre han afirmado que no había ni políticas ni estéticas camp que vinieran de la cultura feminista o lesbiana (excepto de la subversión de género que proponen las marimachos y las drag kings) deberán recoger sus caducas etiquetas y crear un nuevo concepto si quieren entender el desafío que Devenir Perra propone.
En la basura del hetero-capital recupera Itziar Ziga la boa de plumas radioactivas, el vestido roto de flamenca que recuerda al que un día llevaba Ocaña para caminar por las Ramblas, el tacón alto pero ancho de puta corredora de calles e incluso el polvo de lujo y las botellas de Xibeca. Itziar Ziga inventa un modo a través del que las ratas de barrio bajo y gustos perversos, esas que han sido históricamente excluidas de los circuitos de poder (al que sólo se accede desde la heterosexualidad blanca de clase media), intervienen en los procesos de producción de significado introduciendo sus propios códigos. El glamour basurero de las perras sin trabajo y sin perspectivas de tenerlo se revela contra las nuevas formas de sumisión social que derivan del imperativo del mercado. Itziar Ziga y sus colegas perras afirman que hay vida inteligente más allá del hetero-planeta de la dieta milagro y del lavavajillas que deja impecable el tupperware, pero también más allá de la mujer liberada y de la igualdad de género, más allá del gay reconvertido en jefe de sección y de la lesbiana discreta y laboriosa. Las perras se ríen de los códigos de los ricos (¿ahora nuevos pobres?), de sus bolsos de Prada medio vacíos y de sus caras de susto frente a la crisis. Las perras se lo montan con la crisis, porque la crisis es el único modo de vida que conocen.
Lo que singulariza la escritura de Itziar Ziga, al mismo tiempo colectiva y radicalmente personal, no tiene que ver con haber nacido mujer u hombre, sino con provenir de los ámbitos en los que tradicionalmente no se escribe. Escritura-perra: lengua precisa formada por la práctica del periodismo, al mismo tiempo que lengua política, pero también lengua lasciva. Este libro se revela frente a la tradición que hace que el poder de la publicación escrita siga estando detentado por una clase privilegiada, una comunidad cerrada que está autorizada a expresarse. Pero también frente al proceso de producción de hegemonías a través de la exclusión discursiva que se operó dentro del propio movimiento feminista. La escritura de Itziar Ziga surge de la periferia de la gran ciudad, de los bloques de Rentería, de la periferia del lenguaje universitario, pero también de la periferia del feminismo.
De las periferias vienen las manadas. Cuando la feminidad se construye en manada, se convierte en una feminidad subversiva. Una perra sola es una perra muerta, una manada es un comando político. Las perras no se ocupan de la cocina ni de vigilar a los niños de la patria. En manada, cada perra es capaz de morder, de organizarse para vivir fuera del hogar. Las perras de Itziar Ziga son animales fronterizos, zorras transnacionales o bollos sin papeles para los que el glamour de basurero es una forma de resistir frente a las construcciones normativas de género, clase, sexualidad o pertenencia nacional. La manada no es ni la comunidad, ni el gueto, ni el partido político. En la manada de perras no hay ley de género ni de identidad sexual, no valen más los tacones que los bigotes (ni bio ni pegados con cola). Y como la manada es una máquina colectiva de follar que sirve para resistir y para inventar otras formas de placer también entran en ella los chicos trans y las camioneras más austeras.
Escritura-perra. Pero también escritura-manada. Como si se tratara de un album de hip-hop, Itziar Ziga se marca un solo entrecortado por las voces de perras-estrella, desplazando los géneros de la sociología y de la antropología para inventar un feminismo chucho y sin collar. Palabras metralleta que abren un pasillo por el que corren, por no decir saltan, todas las figuras de feminidad que habitualmente han sido designadas como víctimas: mujeres con velo, con cabezas rapadas, violadas, mujeres transexuales, mujeres cubiertas de moratones, trabajadoras sexuales, ninfómanas... Las que aquí hablan son perras sabias: a diferencia de los pioneros del activismo travesti y marica-basurero del inmediato posfranquismo para quienes la precariedad económica se veía incrementada por una fuerte exclusión cultural, las perras de Itziar Ziga coleccionan diplomas universitarios (inútiles para el mercado de trabajo, pero eficaces como forma de acceso a formas de poder que derivan del conocimiento), hablan varios idiomas y han penetrado (en todos los sentidos del término) las comunidades queer de varios continentes.
Para todos aquellos que todavía no hayan tenido la suerte de encontrar a Itziar Ziga en su camino, este libro les aproximará a la vena más licántropa del activismo feminista contemporáneo. Y quizás mordidos por sus palabras ustedes mismos devendrán perras.
Virginie Despentes y Beatriz Preciado
(Setter Francés y Bulldog Sin Tierra)