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Revolucionarios profesionales

Parczew, un sábado de 1914. La juventud judía en su conjunto se ha reunido en un gran prado para pensar en cómo organizar una visita del gran escritor de idioma ídish, Sholem Aleykhem, que entonces estaba de gira por Polonia. A pesar de las divergencias políticas “los hijos de buena familia se inclinan por el sionismo, la juventud obrera es de tendencia socialista”, después de múltiples discursos entusiastas, se decide por unanimidad que dos camaradas vayan a Lublin a requerir respetuosamente la presencia del ídolo. Para financiar la escapada, todos los participantes aportan a razón de un rublo por persona. Unas semanas después, al enterarse de que Sholem Aleykhem declina la invitación por razones de salud (en 1916, su entierro en Nueva York será seguido por una muchedumbre de 100.000 personas), la juventud de Parczew estalla en indignadas protestas. Una vez vuelta la calma, los hijos de burgueses recuperan su rublo, pero el “barrio del zapatero” decide destinar el dinero a la compra de libros, inicios de la biblioteca trilingüe en ídish, hebreo y polaco, que verá la luz unos meses más tarde, en el domicilio de Motel Polusetski, encuadernador y uno de los emisarios enviados a Lublin (Polusetski, 1977: 82-86).

Después de la Gran Guerra, la sed de conocimiento muta en efervescencia política. Al regresar de su cautiverio en 1918, Israel Issar Goldwasser, uno de los primeros comunistas de Parczew, crea clases vespertinas de ídish, se hace cargo del círculo de arte dramático, dinamiza la puesta en escena, propone obras del repertorio reciente (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977: 29-38 ). Los clubes deportivos Hapoel (“el obrero”, en hebreo) y Maccabi (judíos que resistieron a los seléucidas en el siglo ii antes de la Era Común) organizan partidos de fútbol, bailes, espectáculos, conferencias. Basta de ese judío debilucho, arqueado sobre el Talmud, incapaz de levantar un martillo y de cruzar el Piwonia a nado: ¡hay que crear al hombre nuevo! Parczew tiene el honor de recibir a ponentes de toda índole, a oradores de distintos horizontes. Se forman círculos de lectura. La biblioteca se agranda, se convierte en un centro asociativo donde se lee, se canta, se declaman poemas, se devoran los diarios de Varsovia, se discute de todo, de religión y ateísmo, de poesía y teatro, de revolución y Palestina, de ídish y hebreo, pero también de crédito popular, política extranjera, milicias de autodefensa (Polusetski, 1977). ¡Hay que reinventar todo!

Los partidos judíos se multiplican. El Bund, que encabeza decenas de organizaciones, movimientos de juventud, sindicatos, clubes de amigos, clubes deportivos y periódicos, defiende el proletariado aliando cultura ídish y lucha de clases. También está la nebulosa sionista, desparramada en partidos y corrientes por encima de su deseo federativo, la autonomía de la nación judía. Estas últimas reproducen en miniatura casi todo el espectro político: sionistas generales, que defienden los derechos de los judíos en la misma Polonia, obreros religiosos del Poale Mizrahi, socialistas del Poale Tsion de derecha, marxistas del Poale Tsion de izquierda, muy influyentes en la intelligentsia, jóvenes pioneros, y también sionistas de derecha, llamados “revisionistas”, partidarios de una emigración a Palestina. Hasta los ortodoxos tienen su partido, Agudat Israel, guardián de las tradiciones y aliado a Pilsudski a cambio de una mayor autonomía religiosa (Ertel, 1982: 146 y sigs.). En Parczew, entre los judíos, son ellos quienes dominan: controlan la kehilla, el órgano de la comunidad, y en las elecciones municipales de 1929 se hacen con 9 de las 20 bancas en un año (Horoch y otros, 2001: 218). “Cada uno creía en algo y, a su manera, aspiraba a un mundo mejor”, escribe Faiwel Schrager (1979: 19), entonces socialista sionista, nacido en una familia de ocho hijos en un rincón de la provincia de Grodno.

Por su parte, mis abuelos son comunistas. Luchan por construir una sociedad sin clases, liberada de la explotación, la miseria, la opresión, la religión, el antisemitismo, la guerra, el nacionalismo, incluido el sionismo. Un mundo nuevo pronto se erigirá sobre las ruinas del anterior, los hombres ya no pasarán su tiempo sufriendo y haciéndose sufrir: no es un dulce sueño, es una certeza, el sentido de la Historia. Simje, Reizl, Mates, Hershl, Henya, todos los hermanos son comunistas. Mi padre ya lo sabe en el momento en que entablo mi investigación, e incluso afirma que sus padres son condenados a cinco años de prisión por haber pintarrajeado las paredes con eslóganes antigubernamentales. Verificar esos dichos, comparar la trayectoria de mi abuelo con la de mi abuela, comprender las razones de su compromiso y de su encarcelación son mis objetivos cuando vuelo a Polonia en mayo de 2009, dos años después de haber contactado a diversos depósitos de archivos. Antes de dirigirnos a Parczew, Audrey y yo protagonizamos un hermoso hallazgo en el Archivo de Estado de Lublin: la serie casi completa de los informes “sociopolíticos” de la administración de Lublin en el período de entreguerras, que dan cuenta de la actividad de los judíos, las minorías, los comunistas y todos aquellos que pudieran amenazar al incipiente Estado. La colección incluye decenas de informes de policía confidenciales sobre el “movimiento subversivo y sindicalista” en el distrito de Wlodawa, donde se encuentra Parczew.1 La mención del juicio de Mates Jablonka, en 1934, me fascina de un modo extraño.

Un año después del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia, Polonia recobra su independencia. El Partido Comunista Polaco (KPP) nace en 1918 de la fusión entre el ala izquierda del Partido Socialista Polaco, favorable a la independencia nacional, y el Partido Socialdemócrata de Rosa Luxemburgo, de inspiración revolucionaria e internacionalista; al año siguiente, el KPP se une al Komintern2. En Parczew, la noticia de la Revolución de Octubre se filtra “a través de obreros venidos de Varsovia, ‘muchachas instruidas’ y jóvenes versados en literatura rusa” (Tendlarz-Shatzki, 1977: 285-287). Se constituye un núcleo de activistas en torno a Israel Issar Goldwasser, el director de teatro. En 1919, nuevo episodio de la guerra ruso-polaca, los tanques bolcheviques entran en Parczew. Creyendo que había llegado la hora de la revolución, la hija del rabino Epstein crea el Revkom, comité revolucionario encargado de acoger al Ejército Rojo, y exhorta a la juventud a tomar posesión de la farmacia y otros negocios (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977; Horoch y otros, 2001: 212). Misma situación en Varsovia: mientras que el Ejército Rojo se aproxima, los comunistas inician huelgas para facilitarles la tarea a los soldados de la revolución e impedir que las clases pudientes polacas, apoyadas por Francia, extingan la gran luz del Este. El avance soviético es frenado en seco por el “milagro del Vístula”, en agosto de 1920, que salva la independencia de Polonia. Finalmente, Pilsudski consigue mover la frontera 200 kilómetros hacia el este, anexando una parte de Ucrania y Bielorrusia, a expensas de los soviets (Beauvois, 1995: 296 y sigs.; Lukowski y Zawadzki, 2010: 254 y sigs.).3

En Parczew, como en el resto del país, el KPP recluta durante toda la década de 1920. Tras la fallida iniciativa de la hija del rabino Epstein, en 1922 el movimiento se estructura con la creación de células sindicales de los obreros del cuero y la confección. Ese mismo año, primera huelga de los curtidores; luego será el turno de los obreros de la destilería (Horoch y otros, 2001: 213-214). Este comunismo de shtetl puede sorprender: contrariamente a Lodz, el gran distrito obrero, Parczew no cuenta con ninguna fábrica, y el capital no se acumula demasiado. Pero allí donde hay explotación y opresión hay comunistas, y tal es el caso en las zonas rurales de Polonia, en los talleres de la región de Wlodawa, así como en Francia, por ejemplo, con los pequeños aparceros de la región del Limousin. En la entreguerras, los judíos polacos padecen expropiaciones, discriminaciones fiscales, exclusión de las licitaciones públicas, númerus clausus en la universidad, despidos de la función pública y de diversos sectores de la economía. En 1932, el Dr. Thon, rabino y presidente del Círculo Judío en la Cámara, menciona “la desesperación total de la juventud judía, que no ve futuro alguno delante de sí, puesto que los judíos son eliminados de todos los ámbitos de la actividad económica” (Korzec, 1980: 213). Esos jóvenes, pertenecientes a la clase obrera o a la pequeña burguesía empobrecida, arraigados en el mundo secular ídish, se unen masivamente al KPP. Las autoridades locales tienen conciencia de ello, como lo indica un informe de 1927: “En las ciudades, particularmente en Parczew y Wlodawa, el movimiento del KPP es marcadamente clandestino, recluta en el ámbito de la juventud obrera judía, pero no penetra entre los judíos de mayor edad ni en los artesanos y pequeños comerciantes”4. En 1933, mientras que Polonia se ve golpeada de frente por la crisis, los efectivos del KPP y sus organizaciones satélite se elevan a 30.000 militantes, lo cual no es desdeñable habida cuenta de la represión que recae sobre ellos. En Parczew, son entre cien y doscientos (Schatz, 1991: 83; Horoch y otros, 2001: 213-214).

Conozcamos, en ese shtetl, a un joven sastre, a un joven talabartero y a sus amigas. Abram Fiszman y Malka Milechsberg, los padres de Colette, se hacen comunistas a finales de los años veinte, cuando tenían más o menos 16 y 14 años. Durante el juicio de mi abuelo, se recordará que la policía de Parczew está vigilando al acusado desde 1929: en aquella época, Mates tiene 20 años e Idesa 15. Concluyo que comienzan a militar casi en el mismo momento que los padres de Colette, de los cuales son muy cercanos. Mates terminó su formación profesional hace tiempo: se gana la vida como puede, y la confección de panfletos sería como una prolongación del gesto de cortar cuero. El joven asciende rápido los escalones del aparato local. En la época del juicio, aquel que sus jueces describen como un “militante dinámico y activo” pertenece “a la célula local del Partido Comunista Polaco, donde ocupa el cargo de técnico”5 (el technik, encargado de la edición y el reparto de panfletos y folletos, forma parte del equipo de dirección). Asimismo, es uno de los responsables locales de las Juventudes Comunistas o KZMP, organización a la cual Idesa también pertenece. Quizá sea allí, y no en el negocio de kerosene, que nace su amor.

Hasta aquí, todo puede parecer trivial: unos jóvenes trabajadores pobres se entregan en cuerpo y alma al Partido. Pero para acceder a una correcta lectura de la situación, hay que apartarse de los estereotipos franceses –los campesinos de la región roja del Midi, el metalúrgico de Billancourt, los camaradas que venden L’Humanité en un mercado de los suburbios rojos de París. Pues si bien es obvio que para millones de personas en el siglo xx el comunismo es un modo de vida y, a la vez, un acto de fe, también cabe entender que Mates e Idesa asumen un riesgo enorme. En los años treinta, los comunistas polacos corren el peligro de pasar varios años en la cárcel, en la edad en que otros se pasean del brazo de sus novias y ahorran con el fin de establecerse. Al entrar en el Partido, sus miembros aceptan no sólo sacrificar su persona por la revolución, sino también cortarse de todo y de todos, cumplir con la transgresión suprema, aquella que no se perdona: el militante del KPP es el hombre del cuchillo entre los dientes, el bandido, el enemigo de la nación, el secuaz de esa Rusia que tanto tiempo subordinó a Polonia y que, derrotada por los ejércitos de Pilsudski en 1921, sólo piensa en vengarse. Lógicamente, los comunistas son odiados por todo el mundo y su internacionalismo es visto como una pura traición. ¿Y si por añadidura estos fueran judíos? ¿Y si el Satán escarlata también tuviera nariz ganchuda? Entonces eso se llama zydo-komuna, “complot judeo-comunista”, hidra vomitada por el infierno, y se lo ha de aplastar sin piedad.

Como el Partido es ilegal, sus militantes son perseguidos y a la vez están habituados a la acción clandestina. Para un francés del siglo xxi, es difícil imaginar –a menos que nos remitiéramos a la Resistencia– la vida de autodisciplina y conspiración que esos jóvenes de 20 años eligieron para sí mismos: no hablar con nadie, utilizar un seudónimo y un lenguaje codificado, ser absolutamente puntuales, cuidar que nadie los siga, permanecer en un estado de total sobriedad. Para evitar la infiltración de soplones, las células se reducen a unos pocos miembros y son independientes unas de otras. Cada militante sólo dispone de un único contacto en la jerarquía. Se encuentran en los bosques, los cementerios, los clubes deportivos, las casas, y esta existencia obsidional los hace madurar de forma precoz (Schatz, 1991: 53 y 108 y sigs.)6. Una anécdota de Simje, contada por su hija mientras nos dirigimos al cementerio de la Asociación Mutual Israelita Argentina donde este está enterrado, agobiados por el calor y el tránsito: durante una reunión clandestina en la calle Amplia, a la novia de Simje le encargan montar guardia delante de la casa. La policía llega, pero por la puerta trasera, y se lleva a todo el mundo. Entre tanto, la joven permanece delante de la casa de brazos cruzados. Cuarenta años después, el tío Simje todavía se ríe y se burla alegremente de quien se convirtió en su mujer, Raquel.

Por definición, al estar a cargo del material de propaganda, un technik tiene un buen nivel de instrucción. Mis abuelos ocupan ese puesto uno después del otro, pero no hay nadie que me pueda decir hoy si Idesa leyó El ABC del comunismo de Bujarin, La mujer y el socialismo de Kautsky, o si Mates era un apasionado de Los siete ahorcados de Leonid Andreiev, escrito tras el fracaso de la Revolución de 1905, que cuenta la última noche de jóvenes “terroristas”. Estaría condenado a inventar algo si no hubiera descubierto unos documentos excepcionales en el Archivo de Actas Nuevas de Varsovia: los expedientes judicial y penitenciario de mi abuelo, fajo de 729 fojas donde se consignan los hechos y gestos del militante hasta 1937, fecha en que salió de la cárcel7. En un allanamiento de la calle Amplia en 1933, la policía incautó hojas escritas de su puño y letra, en las cuales Mates detalla los éxitos del Plan Quinquenal en la Unión Soviética. Las notas son como una grabación de su voz: “En 1929, había 29.000 tractores; ya 146.000 en 1932. Quince años de trabajo cultural en los soviets: en la Rusia zarista, vivían 85% de analfabetos, que no sabían ni leer ni escribir; en 1926, 45% de analfabetos; hoy en día, 10-15%. [...] Con respecto a 1928, la producción de máquinas se ha multiplicado por 4. Con respecto a antes de la guerra, por 10. [...] El Plan Quinquenal permitió abrir 200.000 kolkhozes y 5.000 sovkhozes. Ambos siembran el 75% de la superficie agrícola”8.

Mates no es el único que se entusiasma. En Francia, los comunistas quedan boquiabiertos frente a las proezas de Stalin. En La colectivización de los campos soviéticos (Miglioli, 1934: 277), a partir de cifras similares, un italiano saluda “el ímpetu y el heroísmo admirables” con que las poblaciones de la Unión Soviética cumplieron su cometido.

Mientras que la Unión Soviética pasa de un éxito a otro, los países capitalistas, agotados por una guerra mundial que resultó en nueve millones de muertos, se hunden en la crisis de Wall Street. En otra foja, Mates observa los recientes desarrollos de la lucha de clases en Europa y Estados Unidos:

Una marcha del hambre en Londres.

Estados Unidos. Una huelga de mineros en Nueva York. Una marcha de veteranos [...].

Alemania. Huelgas en la industria química.

España. Huelgas de soldados.

Viena. Una marcha del hambre de los desocupados.

Checoeslovaquia. Luchas con los campesinos.

Polonia. Huelgas. Luchas.

¿Qué nos enseñan esas luchas? Estamos en un enfrentamiento decisivo, una guerra mundial.

Preciadas palabras que nos dejan ver, más allá de los eslóganes aptos para movilizar a las masas, el pensamiento singular de un autodidacta que acumula indicios y se nutre de ellos hasta convertirse en inexpugnable, la conciencia y la confianza de un insurrecto que vela sobre el mundo desde su shtetl, como Israel Jablonka se abre a toda la extensión de los saberes contenidos en sus libros. Mates ve la profecía de Marx y Engels a punto de realizarse. Frente a esas huelgas y marchas que pronto confluirán para librar el asalto general, conflagración a partir de la cual nacerá la sociedad sin clases, ¿cuál es el valor del nacionalismo polaco, el futuro de la identidad judía? En marzo de 1933, un informe de policía señala en relación con la región de Wlodawa: “Es posible discernir cierto entusiasmo en los comunistas a propósito de la llegada al poder de Hitler. Estiman que provocará, en primavera, una guerra entre Alemania y Polonia, lo cual tendrá como efecto el inicio de una revolución en ambos países”9. Las contradicciones interimperialistas agravan el enojo de los pueblos: la revolución en Europa es una cuestión no de años, sino de meses.

Algunos testimonios indirectos echan luz sobre la personalidad de mi abuelo. Los padres de Colette tienen una extraordinaria admiración por él, es un poco su ídolo (“No estoy exagerando”, dice ella al ver un dejo de duda en mis ojos). Mates es muy carismático, es un excelente orador; por otra parte, es un marxista puro y duro. Misma campana por parte de la tía Reizl: sólo habla de su hermano en términos positivos, le profesa un respeto sin límites. A finales de los años noventa, Reizl le asegura a mi padre que Mates es el personaje clave de los hermanos, el equivalente masculino de la media hermana Gitla: lo que él dice se escucha con atención, se medita y, al final, se aprueba. Para todos, Mates encarna lo incorruptible, el jefe cuya rigidez doctrinaria se manifiesta tanto en su coraje como en su calidez humana.

No tengo razones para dudar de la sinceridad de aquel panegírico, pero Mates también es el único de los hermanos que no sobrevivió. Antes de la guerra, justamente, sus hermanos mayores se manejan con otro lenguaje. He aquí lo que Simje escribe a su familia en Polonia desde Buenos Aires, en 1933: “Mates, ya te dije que abandonaras tu trabajo de ‘técnico’, roza la imbecilidad. La policía te hará un juicio y te encarcelará, todo tiene un final. ¿Acaso entre [ilegible] no pueden encontrar a otra persona que no seas tú? Por lo tanto, te aconsejo que pares, ¿eh, entiendes?”. Y desde Chelm, donde intenta ahogar su pena de amor, Reizl ironiza: “¿Qué hacen Henya y Hershl? [...] Y tú, Mates, ¿cómo estás? ¿Estás trabajando para la humanidad, estás preparando un porvenir más luminoso?”.

Esas cartas, traducidas del ídish al polaco en abril de 1934 con motivo del juicio, también figuran en el enorme expediente judicial de mi abuelo. ¿Por qué diablos los investigadores se interesan por esa correspondencia familiar donde se habla del tiempo y donde uno le reprocha al otro con insistencia el no escribir lo suficiente? Porque prueba que hasta los hermanos del acusado estiman que este va demasiado lejos. En mi viaje a Buenos Aires, exhibo esas cartas a los hijos de Simje y Reizl, los primos de mi padre. ¿Será que sus padres, una vez en Argentina o en Chelm, abjuran del comunismo? “Para nada”, responde tranquilamente Benito, el hijo mayor de Simje: en Argentina, toda la familia es comunista, sin excepción. Las únicas discusiones –y ahí sí que nos sacamos los ojos– son entre “rojos” y “súper rojos”. A finales de los años cincuenta, cuando Benito es arrestado por luchar contra el gobierno militar, su padre se niega a visitarlo en la cárcel. Simje estima, también en este caso, que su hijo se ha pasado de la raya; debería haberse contentado con leer a Marx y a Gramsci, con tener su tarjeta de afiliación, con ir a las reuniones y donar dinero. La tía Reizl se considera una comunista pura y dura, y en esa misma década, cuando otros miembros de la familia se enriquecieron, incita a su marido, lustrador de muebles, a abrir un negocio propio, como Simje. Pero la experiencia fracasa al cabo de algunos años: ellos están llamados a ser proletarios, trabajadores de base, no patrones. Años más tarde, viene a visitarlos el hermanito Hershl, quien llena la casa con el sonido de sus lamentos: la vida en Bakú es horrible, las tiendas están vacías, etc. Reizl le arma una escena: la Unión Soviética es un buen país para vivir, donde todos son libres y felices, ¡afirmar lo contrario es mentir descaradamente! Estas cartas de 1934, llenas de advertencias y sarcasmo sobre el tema del “futuro luminoso”, reflejan la diferencia entre el comunismo de Simje y Reizl, proletarios y militantes fieles, y el de Mates, revolucionario profesional cuya carrera pronto se detendrá contra el muro de una cárcel.

Mi abuelo es, pues, el loquito de la familia y el líder del microcosmos judío comunista de Parczew: y es en ese pelirrojo que comienza a interesarse Idesa, la militante de la KZMP, la hermana del vendedor de kerosene de la calle Amplia. Después de la guerra, todos mis testigos oyeron hablar a sus padres del amor de Mates por esa tenebrosa belleza: “locamente enamorado”, “jamás se habrían separado”, etc. Pero en aquel entonces, Abram y Malka Fiszman, los padres de Colette, ignoran todo acerca de esa relación, pese a ser amigos cercanos de ambos. Incluso su casamiento, en 1937, los toma desprevenidos. Sorprendente, pero ¿por qué no? Los padres de Colette también flirtean en secreto. Un contemporáneo: “No vivíamos nuestras propias vidas, vivíamos la vida del Partido [...] Yo estaba casado con el Partido, mi vida personal debía esperar” (Schatz, 1991: 94). Si nos atenemos a este testimonio, ya de por sí es increíble que dos militantes hayan podido amarse. De hecho, numerosas parejas se forman a la sombra del Partido: al heroísmo le sienta bien el romanticismo, y la inminencia del peligro desafiado juntos, hombro contra hombro, hace latir al unísono el corazón de chicos y chicas.

El ritmo de sus vidas está marcado por las reuniones secretas, la distribución de panfletos, la fabricación de banderolas llamadas “transparentes”, las fiestas: aniversario de la muerte de “las tres L”, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Lenin (16 al 21 de enero), levantamiento de la Comuna de París (18 de marzo), Día Internacional de la Juventud (3 de septiembre) y, desde luego, aniversario de la Revolución de Octubre (7 de noviembre) –todas ellas son maneras de celebrar la unión del proletariado más allá de las fronteras, dentro de la gran tradición de Luxemburgo y Trotski (Schatz, 1991:106-107). El 1 de mayo, Día del Trabajador, es un caso aparte, ya que esa fiesta legal también era celebrada por el Bund y el Partido Socialista Polaco. Un informe de policía relata, en la sección “Sindicatos Judíos”, el desarrollo del 1 de mayo de 1933 en Parczew. A partir de las 9:30, unos cincuenta miembros del Sindicato de los Oficios de la Indumentaria y del Sindicato de los Oficios del Cuero desfilan, a la ida, por las calles 11 de Noviembre, Varsovia y Mariscal Pilsudski y, a la vuelta, por la calle de la Iglesia, hasta el local sindical. Los manifestantes enarbolan banderolas rojas y cantan sus himnos, “Martillo”, “Primero de Mayo”, “Hija de carpinteros”. No hay disturbios al orden público. En ambos sindicatos, concluye el informe, la influencia comunista se eleva al 10%.10

Como he dicho, este informe figura en la sección “Sindicatos Judíos”: “Proletarios de todos los países, ¡únanse!”, ¿el mandamiento estará grabado en las tablas de Moisés? Es cierto que Trotski se llama Bronstein y que Zinoviev nació con el apellido Apfelbaum. En la KZMP, las Juventudes Comunistas, la mitad de los adherentes son judíos. Esto es lo que dice Moshe Garbarz, de Varsovia: “A los ojos de la policía, ‘judío’ equivalía a ‘revolucionario’ y, de hecho, en mi barrio, eso era casi exacto” (Garbarz, 1983: 26-29). Y Max Dinkes, originario de Przemysl, en Galitzia: “En nuestra ciudad, jamás conocí a un comunista no judío” (Wolfshaut Dinkes, 1983: 21). Al igual que los bolcheviques de Rusia, que defienden a los judíos y denuncian los pogromos, el KPP combate el antisemitismo, esa ideología reaccionaria que sirve para dividir al proletariado. El Bund habla el mismo lenguaje, pero se dirige a los judíos, mientras que el KPP es un partido multiétnico, abierto tanto a los católicos como a los judíos, a los bielorrusos como a los ucranianos (los proletarios no tienen patria). En razón del antisemitismo de las demás formaciones polacas, los jóvenes prendados de justicia y deseosos de emanciparse de su identidad judía no tienen otra opción que entrar en el Partido, donde se asimilan rápido: el comunismo es para ellos la única cara de la libertad. De hecho, si muchos comunistas son judíos –y no a la inversa, puesto que en la entreguerras sólo el 0,2% de los judíos optan por el comunismo–, es porque han dejado de sentirse judíos (Mishkinsky, 1989: 56-74; Korzec, 1980: 112; Gross, 2010).

Al inicio de mi investigación, el compromiso de mis abuelos me resulta natural, de una evidencia que no apela comentario alguno. Pero en realidad, este implica una ruptura no sólo con la legalidad, sino con los valores familiares. En el siglo xix, el mortal se condena al entregarse a los poderes oscuros; en 1920, al convertirse en un revolucionario ateo. Piensen en Israel Issar Goldwasser y en Nakhman Yozef Shouh, ex estudiantes de la yeshiva: después de la Gran Guerra, regresan a Parczew siendo no creyentes, divulgan sus ideas marxistas en la casa de estudios, llenan la biblioteca de libros impuros en detrimento del talmudista Mendel Rubinstein, cuya cólera está narrada en el Yizker Bukh: “Envenenan los cerebros de las jóvenes devotas y adeptas al jasidismo; y añadiendo maldad a la maldad, hablan de modernizar el jeder”. ¡Cómo se atreven a meterse con los niños! ¿Cuál es el pecado de esos corderitos? Reb Mendel se esparce por todo Parczew, y al día siguiente, día de shabat, antes de abrir el arca santa para leer la perícopa de la semana, el rabino pronuncia un anatema contra los padres que envíen a sus hijos a ese jeder moderno (Rubinstein, 1977: 97-101).

Entremos, ahora, en la intimidad de las familias. ¿Con qué reproches agobia el rabino Epstein a su hija querida después de que fundara el Revkom y llamara a expropiar al farmacéutico? Lo oigo lamentarse, como a otro rabino, el padre de Tsirele, en Krochmalna N.º 10: “Le apasionan las cosas modernas, va a mítines, lee diarios y libros, y eso le mete cualquier tipo de ideas en la cabeza. No quiere ir más al mikvé. ¡Incluso profesa que la mujer está a la par del hombre11!”. ¿Y cuántas veladas pasa la gente fulminándose, sacándose los ojos en las residencias ricas de la aldea, en lo de Erlich, en lo de Futerman, en lo de Weissman, en lo de Shapiro, el matarife ritual cuyos hijos militan en el Partido? Esos incrédulos, todavía imberbes, ¿pretenden haber descubierto las leyes de la Historia? ¡Miserable rebelión! Dudan de que Moisés haya llevado a cabo los milagros del Monte Sinaí, pero chicanean citando a Marx y a Darwin. ¡Tumba de la yiddishkeyt!

Así se plantea el decorado, se recrea el conflicto, Marx contra Moisés, bandera roja contra sinagoga, llantos y maldiciones. Vayamos ahora al hogar Jablonka, en la calle Amplia. Hace algunos años ya que Mates se pasea con la cabeza descubierta y se niega a acompañar a su padre a la sinagoga; quizá hasta haya amenazado con tirar al suelo la Torah durante alguna fiesta donde los jóvenes deben cargarla. El viejo Shloyme se enteró –¿por su mujer, por un rumor, por la policía?– de que sus hijos son comunistas, que consideran a la religión de sus padres como una alienación, como un subproducto de la barbarie zarista, que ven en los rabinos el instrumento de la opresión burguesa. El anciano se adelanta. En su corazón, la cólera rivaliza con la tristeza, una tristeza íntima, sin fondo, porque siente que algo fracasó en la educación, algo se le escapó sin que sea del todo culpa suya. Mates baja la mirada cuando el patriarca se acerca, pero su sangre bulle.

Esta escena es un lugar común. La encontramos en la admirable Jazz Singer de Alan Crosland (1927), primera película hablada de la historia del cine, que cuenta la revuelta de un joven jazzman contra su padre, chantre de sinagoga. Para representarse el altercado entre Mates y el viejo Shloyme, basta con reemplazar “jazz” por “comunismo”.

–¿Te atreves a traer tu comunismo a mi casa?

–Ustedes pertenecen al viejo mundo. La tradición está bien, pero los tiempos han cambiado. ¡Voy a vivir mi vida como me parezca!

Hay algo de profundamente real en este diálogo inventado: los “adioses a Dios”, como dice Joseph Minc (2006: 29 y sigs.), nacido en una familia judía practicante de Brest Litovsk, que entró en el Partido en 1924, a los 16 años. De hecho, Mates se dice comunista, no judío. En la cárcel, explica un guardia durante el juicio, Mates prohíbe que sus compañeros de celda recen. En Buenos Aires, en los años cincuenta, Simje junta dinero y organiza reuniones para la Direkte Hilf, el comité de solidaridad con los judíos víctimas de la guerra, pero por nada del mundo pondría los pies en una sinagoga. Si bien los hijos hablan ídish como sus padres, quieren extirparse del gueto –al igual que sus enemigos sionistas–, encarnar al hombre nuevo, orgulloso, libre, calado por los golpes que ha recibido, centinela del mundo en gestación.

¿Pero acaso es tan fácil hacer tabula rasa del pasado? A pedido mío, Benito esboza el retrato de su abuelo, el venerable Shloyme, cuyos tefilin le tocaron en suerte: “Un asceta. Se contenta con lo que tiene. Sus cinco hijos son comunistas y se casaron con gente de la misma calaña. Ellos también son ascetas. Sólo hablan de cultura”. Ascesis y cultura: interesante filiación espiritual. Una muchacha judía polaca atestigua: “Era la única chica de la casa y soy la única que se convirtió al comunismo, pese a las imprecaciones de mi padre: ‘Estás enojando a Dios. Un gran drama acaecerá a los judíos’. No obstante, mi padre me amaba. [...] Estaba orgulloso de encontrar en mí la firmeza que le era propia” (Wieviorka, 1986: 23-24). Y hete aquí que doy con este fragmento del Yizker Bukh: en los años 1920, los jóvenes de Parczew pasaron a la velocidad del rayo “de los oratorios a los partidos políticos, y en el seno de estos obraban con tal dedicación y pasión que incluso la gente de la vieja generación los miraba con respeto” (Tendlarz-Shatzki, 1977).

¡Los comunistas suscitan admiración! Ahí están los nuevos fieles, el pueblo elegido del siglo xx. Sus 1 de mayo reemplazan las ancestrales celebraciones bíblicas. Su disciplina de hierro sustituye las reglas e interdicciones que ciñen la vida de los religiosos. Ellos también son hombres de estudio y doctrina, ortodoxos, puros. Sus operaciones clandestinas refinan los misterios de la cábala. Su fe trasciende la de sus padres, su mesianismo es igual a aquel que odian tanto, y ese homenaje sólo se puede manifestar en y por medio del conflicto. Como los profetas, anuncian la armonía universal: la redención no salvará únicamente a los hijos de Israel, sino a todos los hombres y en este mundo. El comunismo es la muerte y la metempsicosis del judaísmo, la herejía libertadora de esos “judíos no judíos”, como dice Isaac Deutscher (1968: 26 y sigs.), de todos esos revolucionarios desde Jesús hasta Trotski, pasando por Spinoza, quienes, haciendo añicos la carcasa de la religión para abrazar lo universal, se convierten conscientemente en parias y son perseguidos por esos mismos a quienes habían venido a salvar. De ahí surge esta hipótesis, más fuerte que la anterior: Shloyme, el piadoso guardián del baño, no repudia a sus hijos. No sólo acepta sus elecciones, sino que comparte sus pruebas. El expediente judicial de Mates indica que durante el juicio de 1934 su padre, de 70 años, “tras haber sido informado de su derecho a no declarar, dice que desea prestar testimonio y estuvo presente en la sala durante toda la audiencia”. ¿Existe siquiera un conflicto? El padre es ortodoxo, como todos los viejos, el hijo es comunista, como todos los jóvenes: es una cuestión de generación, no se van a enfadar por tan poco.

Pero sucede que las cosas se complican: a lo largo del año 1932, y de nuevo en 1933, unos desconocidos llaman a la buena gente de Parczew a la revolución, colgando banderolas en los cables eléctricos y telefónicos de la ciudad, desafiando a los policías, que concluyen sus multas con el siguiente comentario impotente pero amenazador: “Procedimiento en curso”.

El 21 de enero de 1932, en la ruta de Parczew a Radzyń Podlaski, se despliegan unas telas rojas con los siguientes lemas: “¡Viva la lucha revolucionaria!”, “¡Viva el día del aniversario de las 3 L, Lenin, Liebknecht, Luxemburgo!”.

El 30 de mayo de 1932, tres nuevas consignas: “¡Viva el Ejército Rojo! ¡Viva la Unión Soviética! ¡Viva la República Polaca de los Soviets!”. Firmado: Comité de los Convocados de la KZMP de Parczew.12

La noche del 15 al 16 de mayo de 1933, en la calle de la Iglesia, colgado a los cables telefónicos: “¡Abajo la guerra con la Unión Soviética! ¡Abajo el terror blanco! ¡Abajo la dictadura fascista del miserable Pilsudski!”. Firmado: KZMP de Parczew.

Noche del 30 de agosto de 1933, en un puesto de venta: “¡Viva el Día Internacional de la Juventud Comunista!”.

Noche del 19 de diciembre de 1933, calle de la Sinagoga, en los cables eléctricos: “¡Abajo el horrendo plan de Prystor para disminuir el desempleo! ¡Viva la Revolución Internacional Comunista!”. Siempre “KZMP de Parczew”, y siempre “procedimiento en curso”.13

Estos eslóganes, que se pueden leer en toda la región –ora rojo sobre blanco, ora blanco sobre rojo, casi siempre en polaco, a veces en ruteno–, reflejan la división del mundo según los comunistas: por un lado, el gobierno “fascista” de Pilsudski, que mata de hambre al pueblo y hace reinar el terror; por el otro, los combatientes de la libertad, que trabajan para formar una nueva república soviética, como modo de reconciliar el internacionalismo proletario de origen luxemburguista y trotskista con la política estalinista del “socialismo en un solo país”. En mayo de 1926, empero, el KPP había apoyado el Golpe de Estado de Pilsudski, que en teoría inauguraría la etapa burguesa de la Revolución; a partir de entonces, redobla el celo para hacer olvidar su “error de mayo”. A principios de la década de 1930, en el momento en que Mates e Idesa entran en la lucha, Polonia se hunde en la recesión mientras que el gobierno entierra las reformas sociales, favorece a los propietarios de bienes raíces, restringe las libertades, encierra a los opositores, y los demócrata-cristianos y los Endeks intensifican su propaganda antisemita. El tratado que protege a las minorías es repudiado (Lukowski y Zawadzki, 2010: 266 y sigs.; Beauvois, 1995: 308 y sigs.). Pese a la crisis, Pilsudski sigue siendo bastante popular en el país, en particular entre los judíos, a quienes garantiza cierta seguridad.

La policía reacciona con celeridad. A partir del verano de 1932, detiene a cinco jóvenes de entre 15 y 23 años de edad que se denuncian mutuamente. Los investigadores logran establecer que Icek Sznajder colgó dos pancartas firmadas por la KZMP. El muchacho lo niega todo, pero en el forro de su abrigo y en sus manos los policías descubren la pintura roja utilizada para la fabricación de las banderolas. Asimismo, los interrogatorios revelan que la KZMP de Parczew cuenta con 120 simpatizantes, que está dirigida por un talabartero de 25 años, que la organización ha infiltrado el Sindicato de los Oficios del Cuero y depende del comité regional del Partido en Siedlce, donde una imprenta clandestina fabrica panfletos, afiches y periódicos.14 En cuanto a la célula del KPP propiamente dicha, está dirigida por un vendedor de 28 años, Mayer Rapoport (futuro marido de Henya), y por un comerciante de 39 años, Jojna Feder (¿hermano desconocido de mi abuela?).15

Radzyń Podlaski es un pueblo apenas más grande que Parczew e igual de insignificante. Audrey estaciona delante del castillo. Tenemos cita con el director del archivo. Gracias a él, estamos tras una pista prometedora: las actas del juzgado de paz de Parczew, es decir, del tribunal local, encargado de los asuntos más nimios, injurias, riñas entre borrachos, etc. Bajamos a un sótano abovedado de ladrillo a la vista, con planisferios en ruso y mesas de fórmica. Son las 16, la sala de lectura cierra en breve. Es mi último día en Polonia, esta misma tarde regresamos a Varsovia y mañana me tomo el avión de vuelta. Audrey y yo llenamos decenas de fichas, una tras otra, para consultar los registros del juzgado de paz entre 1931 y 1936: nombre del lector, fecha, tema de investigación, designación del fondo, datos del libro, número de artículo. Diez minutos más tarde, el bedel vuelve con cajas que apoya con fuerza sobre la mesa. Hurgamos febrilmente entre los fajos, pero el tiempo apremia, el empleado ya está mirando el reloj. Un registro con tapa marmolada blanco y negro, Repertorium Kg. Sqdu Grodzkiego w Parczewie, 1933-1934. Índice de contenido. Columna de la “J”. Hay cinco referencias a Jablonka, de las cuales cuatro son relativas a 1933. Me remito a ellas con prisa, pero el registro es enorme, me cuesta manejarlo, me tiemblan las manos. Ahí estamos. Página 57, caso 538 registrado el 18 de agosto de 1933, 18 prevenidos, Mates Jablonka, Kuna Niski, Dawid Szklarz y otros, artículo 251 del Código Penal, el tribunal ha decidido... Audrey apenas tiene tiempo de traducirme la parte superior de la página que ya tenemos que salir, la sala cierra, ya nos concedieron quince minutos de tolerancia. Mucho tiempo después, recibiré las fotocopias en París.16 Los párrafos que siguen son fruto de esa fuente, cruzada con los informes de policía confidenciales sobre el “movimiento subversivo y sindicalista” de la región de Wlodawa y con el expediente judicial de mi abuelo, conservado en el Archivo de Actas Nuevas en Varsovia.

El 18 de agosto de 1933, Mates es detenido en compañía de 17 camaradas a quienes entrenó para la preparación de “una acción terrorista contra los miembros de una organización sionista”. No sé qué es lo que tramaron exactamente, pero su delito encuadra en el artículo 251 del Código Penal, el cual sanciona el hecho de forzar a otro “mediante violencia o amenazas ilícitas”.17 En uno de los folios secuestrados en su domicilio, Mates enumera sus quejas contra el sionismo: en 1932, cerca de Jerusalén, Ben Gurion hace echar a los albañiles árabes de las obras con ayuda del servicio de orden y la policía inglesa; ningún oficio árabe está representado en la Histadrut, la central sindical judía; miles de emigrantes, engañados por los “predicadores” que surcan Polonia vendiendo pamplinas sobre el “país afortunado”, sólo encuentran allí miseria y deben aceptar cualquier faena para alimentar a su familia. El sionismo, prosigue Mates, “se imagina que es una respuesta a las preguntas judías”, cuando en realidad es una diversión a la que se le suma un anacronismo:18 un Estado judío fruto del nacionalismo pequeñoburgués haría renacer la explotación y la opresión de las que, precisamente, hay que liberarse. La verdadera solución, mucho más realista que las quimeras sionistas, es la Revolución; lo universal contra la alienación judía.

Los sionistas descarrían al proletariado judío, lo cual explica por qué los comunistas les reservan sus “acciones terroristas”. En Parczew, como en otros sitios, esas agresiones son moneda corriente. El Yizker Bukh cuenta que sionistas y comunistas se matan en las bodas para decidir a qué causa irá a parar la subasta del pastel de la novia: ¿compra de tierras en Palestina o presos políticos? A falta de invectivas, se llega a una solución de compromiso, mitad y mitad. Pero las querellas no siempre se arreglan de común acuerdo. En 1930, durante la fiesta de Lag Ba Omer, un grupo de sionistas es atacado con garrotazos, limas y botellas de arena por un grupo de “sindicalistas” al cual quizá ya pertenecían Mates, Hershl, Henya y los demás (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977; Zahav, 1977: 112).

Mientras que el tribunal de Parczew condena a Mates a seis meses de prisión y a 20 zlotys de multa, sus coacusados son castigados con menos severidad: ¡a tal señor, tal honor! El 6 de octubre de 1933, Mates es otra vez llevado ante el tribunal de Parczew, esta vez por “deterioro de bienes ajenos”: ¿habrá pegado un afiche sobre la fachada de un negocio? Los arrestos son enérgicos, puesto que Mates también es inculpado por “ultraje a funcionario” y condenado a dos meses de prisión:19 ¿habrá desafiado a la policía como en el episodio de clausura del baño familiar?

Gracias al juego de las apelaciones, Mates permanece libre. Proceso, condena, rumor público que censura a un comunista impío y antipatriota, advertencias de la familia, Simje desde Buenos Aires, Reizl desde Chelm, no hay caso: Mates sólo tiene ojos para un “porvenir luminoso”. Y se muestra particularmente persuasivo. Un informe policial nos informa que, “el 18 de noviembre [1933], a las 17 horas, en Parczew, calle 11 de Noviembre, Mates Jablonka, [...] domiciliado en Parczew, calle Amplia 33, miembro del comité local de la KZMP, organizó una manifestación comunista. Alrededor de cuarenta jóvenes judíos participaron en ella. Durante la manifestación, Mates Jablonka tomó la palabra en idioma judío, el contenido de lo dicho permanece indeterminado. También vitoreó los siguientes eslóganes: ‘¡Abajo el gobierno! ¡Abajo los tribunales excepcionales! ¡Abajo la policía! ¡Viva el comunismo!’”.20

El hecho de pasar del “idioma judío”, el ídish, que el oficial infiltrado entre la muchedumbre no comprende, al polaco, textualmente citado en el informe, brinda una información importante: el orador es bilingüe, pero arenga principalmente en ídish. Como Lenin estaba convencido de que los judíos no formaban una nacionalidad, y como el KPP es una organización centralizada en la cual los individuos no gozan de autonomía alguna, el movimiento comunista polaco sólo puede expresarse en polaco. Pero la calle judía tiene tal potencial, constituye tal semillero revolucionario, que en ciertos casos es aceptable hacer propaganda en ídish (Traverso, 1990: 145-147; Mishkinsky, 1989). Flexibilidad dentro de la rigidez. A partir de entonces, el KPP puede operar en los entornos judíos, y esa acción en el terreno incumbe a comités locales coordinados por una oficina central judía. En 1931, por ejemplo, el Comité Central se inquieta por la debilidad del Partido ante la pequeña burguesía judía y las masas empobrecidas, de modo que la oficina central judía recibe la orden de redoblar esfuerzos denunciando el cierre de escuelas judías, los pogromos, etc. (Weinstock, 1986: 105-110). En su calidad de comunista, Mates es hostil a las aspiraciones nacionales judías, sin embargo, tiene apego por su idioma materno y permanece cerca de las masas a quienes se dirige.

Detrás de la chatura burocrática del informe, se adivinan cuarenta jóvenes rabiosos, entre los cuales acaso figuren Idesa, Hershl, Henya, Mayer Rapoport, Icek Sznajder, Abram Fiszman y Malka Milechsberg, una pequeña asamblea que vibra al oír al orador. ¿Qué dice Mates? Sus palabras han echado vuelo. Quizá dice que estamos en el crepúsculo de la civilización capitalista; que los especuladores alemanes y su jefe de bando, Hitler, preparan la guerra; que las huelgas estallan en toda Europa y Estados Unidos; que la Unión Soviética es el único país del mundo donde no hay ni crisis ni desempleo; que ahí ya no hay divisiones nacionales ni antisemitismo, ni aprovechadores; que todos pueden comer hasta saciarse; que el analfabetismo está por desaparecer; que el Plan Quinquenal arroja un crecimiento del 20% anual; que explota la producción de hulla, electricidad, petróleo, acero, tractores, locomotoras, cereales; que la Unión Soviética es una fortaleza que no sólo hay que defender sino visitar, cueste lo que cueste. Tal vez agrega que los camaradas se están muriendo de frío en la fortaleza de Brisk, pero que el fascista Pilsudski jamás podrá impedir la Revolución. La asamblea no aplaude, prefiere la discreción, pero los mentones aprueban, los ojos brillan. Y el joven líder ejecuta la estocada final en polaco –certeza del archivo: “¡Abajo el gobierno! ¡Abajo los tribunales excepcionales! ¡Viva el comunismo!”–.

Conclusión del informe: “El 20 de noviembre [1933], Mates Jablonka fue detenido por la policía de Parczew y, el 21 de noviembre, asignado al tribunal municipal de Parczew, el cual, como medida de prevención, decretó la vigilancia policial con la obligación de presentarse todas las semanas a la comisaría”.21

El prontuario de Mates se carga aún más cuando este es arrestado por colgar pancartas la noche del 19 de diciembre de 1933. ¡Villano desenmascarado! Por fin los sabuesos de Parczew han echado mano de ese noctámbulo intrépido que se escabulle por las calles para lanzar por encima de los cables eléctricos las banderolas que esconde debajo de su abrigo. A lo largo de 1933, Mates tiene éxito repetidas veces en esa misión llena de peligro y encanto. ¿Qué sentirá en plena noche sin luna, al apuntar a los cables negros sobre ese cielo negro de la calle de la Sinagoga, arteria mustia y jalonada por postes eléctricos que hoy transito con cierta tristeza junto a Marek y Audrey? ¿La sensación de jugarles una buena pasada a los burgueses reaccionarios? Louis Gronowski, nacido en 1904 cerca de Wloclawek, que entró al jeder a los 6 años y a las Juventudes Comunistas a los 17 señala: “Ciertos camaradas eran expertos lanzando una bandera roja por encima de los cables eléctricos, y así se divertían al día siguiente mirando a los bomberos activándose en sus escaleras” (Gronowski-Brunot, 1980: 43). ¿O se enorgullecería, como Moshe Zalcman, a quien le toca en suerte distribuir folletos y panfletos a los soldados en los cuarteles la noche previa al 1 de mayo? “El honor de haber sido escogido para esta misión no consiguió calmar mi espanto. En cada sombra, imaginaba a un policía al acecho. ¡Pero qué sensación de felicidad procura el cumplimiento del deber!” (Zalcman, 1977: 28-29).

Esta es la descripción de las banderolas de Mates, los “transparentes”: un trozo de tela roja de 76 x 83 cm, tendido sobre una varita de madera a la cual se han fijado ganchos de alambre y que, una vez lanzada por encima de los cables eléctricos o telefónicos, se despliega gracias a unas pesas de terracota.22 La fabricación de semejante objeto es relativamente compleja, y si bien basta con una sola persona, la operación deja rastros. Gracias a la investigación policial, sabemos que los días que preceden la acción del 19 de diciembre de 1933, Mates cuece ladrillos de tierra y compra diez groszy de alambre en el almacén. Después de que se descubre la banderola en la calle de la Sinagoga, la comerciante contará a la policía que un “muchacho judío” rubio rojizo, de unos 25 años de edad, había ido al negocio a comprarle alambre, pero se niega a revelar su identidad (“los chicos de la organización de Mates Jablonka amenazaban con matarla”, dirá un testigo en el juicio).23 La policía, que sigue a Mates muy de cerca, allana la casa de la calle Amplia y encuentra seis hojas cubiertas de notas sobre los éxitos del Plan Quinquenal y las fechorías de los sionistas, un número de la revista proletaria Trybune, en ídish, fechada de octubre de 1933, las cartas donde Simje y Reizl exhortan a su hermano a cesar sus actividades de “técnico” y, sobre todo, dos pruebas contundentes: una varita de madera similar a las de las banderolas y, en el horno, trozos de terracota salpicados con pintura roja.24

Mates recupera su libertad, pero no por mucho tiempo. El 27 de febrero de 1934, es detenido junto con Abram Fiszman, padre de Colette, y seis otros militantes, por un nuevo caso de “deterioro de bienes”.25 Un mes después llega el turno de Hershl, 19 años, y de Henya, 17 años, los menores de los hermanos Jablonka: la tarde del 4 de abril de 1934 perturbaron un mítin de apoyo a la declaración Balfour (esa carta mediante la cual Gran Bretaña acepta crear en Palestina un “hogar nacional judío”), distribuyendo panfletos antisionistas desde el medio de la multitud.26 Esto provoca en mí una sonrisa: me imagino a Henya, con su encantadora boina, armando un escándalo al acusar a los “imperialistas judíos” de pactar con los británicos para apropiarse de una tierra que no pertenece ni a unos ni a otros. Pero no hay motivo para sonreír. Pues no sólo los agitadores pagarán muy caro por su golpe de efecto, sino que estas luchas fratricidas socavan a una comunidad ya desestabilizada por la crisis y la escalada del antisemitismo y, además, revelan la soledad de los comunistas, quienes riñen a la vez con los sionistas “burgueses nacionalistas”, los bundistas “social-traidores” y el régimen “fascista” de Pilsudski.

Tras su detención del 27 de febrero de 1934, y porque la cámara de apelaciones comienza a confirmar sus diversas condenas, Mates permanece en la cárcel, primero la de Parczew y, a partir de abril, la de Lublin. Presumo que en el Rynek (y quizá hasta en el baño de vapor, si es que no ha sido clausurado) la gente se mofa: “¿Sabían que los hijos de Shloyme están detrás de los barrotes? ¡Su madre morirá de pena! Oy vey, ¡van a seguir diciendo que los judíos están del lado de los bolcheviques!”. En el verano de 1934, Mates recibe la visita de Reizl, de regreso de Chelm, y de Gitla. En octubre, su abogado, Karol Winawer, se entrevista con él con miras al juicio, fijado para el 3 de diciembre de 1934.27

Como un árbol generoso, la familia Winawer ha dado políticos liberales, periodistas, escritores, eruditos, médicos. Ex asistente de Teodor Duracz, el defensor de los comunistas en los juicios de la entreguerras (y, por tal motivo, acusado de recibir dinero de los rusos), Karol Winawer ejerce en Varsovia, en su estudio de la calle Szczygla 6. Junto con la Liga de Derechos Humanos (disuelta en 1937), defiende la libertad de expresión, combate los tribunales excepcionales, reclama la amnistía de los presos políticos, es imbatible a la hora de poner de manifiesto la vacuidad de los expedientes o de reducir a la nada el testimonio de los soplones. Su sucesor en el despacho de Duracz lo describe en estos términos: “Alto, joven, muy seductor, con nariz prominente y sienes levemente entrecanas, siempre prolijamente afeitado, con ojos risueños y un gran sentido del humor, era uno de los hombres más agradables y acaso el mejor abogado político que yo haya conocido”. En 1934, año en que defiende a Mates, Winawer interviene en el proceso de Lutzk, Ucrania Occidental, en favor de militantes comunistas encarcelados y maltratados desde hace tres años (Winawer, 1994: 158 y sigs.).

El último juicio de mi abuelo se inicia el 3 de diciembre de 1934 ante al Tribunal Regional de Lublin. Cargo: adhesión al KPP con vistas a derribar el régimen por la vía de la violencia. Lamento no poder decir nada acerca del estado de ánimo del acusado. Para paliar esta laguna, recurriré a las Memorias de un revolucionario judío de Hersh Mendel, nacido en la miseria judía, en Varsovia, y detenido en 1912 por la Okhrana, policía secreta del zar. Bundista de 20 años, Mendel espera su proceso con el corazón palpitante: “Y con razón. Iba a hablar en público por primera vez en mi vida, debía negar sistemáticamente y, al mismo tiempo, salir de la situación con altura, ¡como corresponde a un joven revolucionario!”. En su celda, Hersh Mendel piensa en la gente que está afuera. ¿Sabrán que hay hombres y mujeres que renuncian voluntariamente a su libertad para conquistar la de ellos y la de todo el mundo? Previendo el juicio, el joven se afeita con el broche de un saco. El gran día, en su cubículo, luce guapo, con cuello de camisa y corbata (Mendel, 1982: 107-110).

Algunos documentos dispersos del expediente judicial de mi abuelo permiten reconstituir vagamente los debates. El viejo Shloyme está presente, imagino que junto a la buena de Tauba, de salud tan frágil, Reizl y Gitla (Hershl y Henya, también presos, serán juzgados al día siguiente, y Simje ya está en Argentina). La policía describe a Mates como un “notorio activista comunista”, miembro del KPP y technik en la KZMP. Sus crímenes: arengar a cuarenta jóvenes y colgar una banderola en la calle de la Sinagoga. Mates niega con obstinación los hechos que se le imputan: la varita hallada en su casa no es más que un simple pedazo de madera, no sabe de dónde provienen las notas y la revista encontradas, etc. Por su parte, el coacusado Kuna Niski afirma que “ni siquiera sabe qué es el Partido Comunista”. Los jueces se dicen sensibles a la juventud de los acusados, pero resaltan que Mates se ha mostrado “sumamente activo desde el punto de vista político” y ha adoctrinado a jóvenes para empujarlos hacia el camino de la violencia. En virtud de los terribles artículos 93 a 97 del Código Penal, que castigan los “crímenes contra el Estado” tendientes a suprimir la independencia de Polonia o a derrocar las instituciones, Mates es condenado a cinco años de cárcel y a la privación de sus derechos cívicos (la pena será confirmada por la cámara de apelaciones en febrero de 1935); por su parte, Kuna Niski es absuelto por falta de pruebas.28 Al día siguiente, atendiendo a esos mismos artículos, Hershl y Henya son condenados a un año de prisión. Saldrán al cabo de cuatro meses, en abril de 1935.

Después de la detención de Mates y los demás, uno podría creer que la KZMP de Parczew quedó decapitada. Pero eso implica ignorar que mi abuela, en la primavera de 1934, se convierte en “técnica” de la célula, en lugar y en reemplazo de su enamorado. El acta de acusación que la inculpa, un año más tarde, permite reconstruir sus actividades.29 En los inicios de 1935, recibe de un camarada setenta afiches apelando al “refuerzo de las filas revolucionarias” y a “la lucha contra el gobierno fascista de la reacción y el oscurantismo”. Dentro del mismo lote, algunos también llaman a los bundistas de Tsukunft y a las organizaciones campesinas de la juventud a conformar un frente unitario contra Pilsudski. Como buena technik, Idesa se encarga de difundir el material de propaganda mediante el cual la KZMP plasma la nueva estrategia de unión de la izquierda, definida en 1934 por Bujarin y Stalin tras la victoria de los nazis en Alemania. Los socialistas, los bundistas y los campesinos, ayer fustigados como “socialtraidores”, son ahora los mejores aliados contra el fascismo (al contrario de España y Francia, la estrategia del Frente Popular fracasará en Polonia, pues el Partido Socialista y el Bund temían la infiltración de los comunistas y exigen previamente que estos rompan con Moscú)30.

El 13 de enero de 1935, Idesa encomienda dos afiches a Hershl Mendel Szlakow y otro a Szapsel Rojzman, quienes tienen por misión pegarlos durante la noche. El acta de acusación continúa con la declaración de un agente de policía: “El 14 de enero de 1935, en Parczew, distrito de Wlodawa, el policía Niziolka, caminando por el Rynek, vio en las paredes de la tienda Hippolyte Wasik un afiche comunista que llevaba el membrete de la KZMP y estaba dirigido a la juventud campesina de la región de Siedlce y alrededores. [...] Al seguir su camino por la calle 11 de Noviembre, el mencionado policía Niziolka vio en las paredes del cuartel de bomberos otro afiche de idéntico contenido”. Gracias a la información brindada por algún informante (los padres de Colette sospechan de los “provocadores”, esos falsos militantes que se infiltran para denunciarlos), la policía orienta la investigación hacia Idesa. En el transcurso del allanamiento, se secuestran todos los afiches, así como los panfletos y los folletos. El policía también descubre, “en la tienda, sobre los estantes, dos cuadernos hechos a mano con papel verde espeso, encuadernados a máquina y numerados del 17 al 31 y del 47 al 60. En cada página, hay un sello redondo y una inscripción con tinta al pie de página”. ¿Para qué sirve todo esto? Misterio. Idesa es arrestada de inmediato.

Llega el 18 de junio de 1935. El juicio de Idesa, de 21 años de edad, hija de Moyshe Feder y Ruchla Korenbaum, se abre delante del Tribunal Regional de Lublin, en sesión itinerante en Parczew y compuesto por tres magistrados. Los testigos, entre los cuales figura Niziolka, desfilan por la barandilla. En un paradójico elogio, el agente de policía Masiukiewicz declara que la acusada, technik de la KZMP, es una de las militantes más destacadas de Parczew. La joven retruca que jamás perteneció a ningún movimiento político y que no sabe de dónde provienen los carteles. Uno de los jueces se toma la molestia de refutar su protesta de inocencia: “La afirmación de la acusada Idesa Feder, según la cual esos afiches habrían sido colocados en su casa a sus espaldas, no se corresponde con la realidad. El hecho de que todo el mundo tuviera acceso al vestíbulo, como afirmaron los testigos Wertman, Bawnik y Ruchla Feder, no vulnera las conclusiones precedentes, puesto que es difícil creer que, en casa de una militante comunista bien conocida y vigilada por la policía, un camarada hubiera dejado documentos sin que ella estuviera al corriente”. Reconocida culpable de “crimen contra el Estado” en virtud de los artículos 93 a 97 del Código Penal, Idesa es condenada a cinco años de cárcel y a la pérdida de sus derechos cívicos, así como a una multa de 320 zlotys. Sólo en razón de su corta edad y de la ausencia de antecedentes, el tribunal acepta moderar su veredicto.31 Mates e Idesa, Hershl y Henya, pero también Icek Sznajder, condenado a seis años de prisión en febrero de 1933, y Abram Fiszman, condenado a trece meses, se unirán a otros 17.000 presos políticos existentes en Polonia. Una vida hecha trizas por haber colgado banderolas o por haber almacenado afiches: si doy libre curso a mi empatía, diría que son víctimas de la joven república autoritaria y antisocial, de su Código Penal expresamente tallado para triturar a los opositores, de los tribunales excepcionales denunciados con justicia por las pancartas de la KZMP porque exudan abuso de poder, represión. Diría: vaya triste deriva la del Pilsudski, revolucionario condenado a cinco años de trabajos forzosos en su juventud, líder socialista, padre de la independencia, pero más cómodo en su traje de dictador cubierto de medallas. En enero de 1934, antes que trabar alianza con la Unión Soviética, Pilsudski firma un pacto de no agresión con la Alemania hitleriana; en junio, abre un campo en Bereza Kartuska para internar allí a comunistas y nacionalistas ucranianos. Pero desde otro punto de vista, uno también podría decir que esas condenas permiten luchar eficazmente contra unos jóvenes insensatos, cuyo objetivo es dar en feudo la Polonia pluralista a la Unión Soviética de Stalin.

Ergo, la cárcel. Idesa festejará allí sus 22 años, una semana después de la victoria del Frente Popular en Francia.

Las prisiones polacas son un lugar de sufrimiento, sufrimiento inherente a la pena –privación de la libertad, ausencia de higiene, falta de intimidad–, pero también, y sobre todo, sufrimiento infligido. Para demoler psicológicamente a los detenidos, la administración los transfiere sin cesar, y lo más lejos posible de sus familias. Como la tía Reizl cuenta a mi padre en el geriátrico donde la anciana termina apaciblemente sus días, Mates primero es detenido en Lublin y luego es llevado a la otra punta del país. Por lo tanto, ella no puede ir a visitarlo y se marcha a la Argentina sin despedirse (o más bien, despedirlo). El expediente nos informa que Mates conoce otros cuatro establecimientos: de Parczew lo mutan a Lublin, luego a Wronki, a 650 kilómetros de Parczew, y por último a Sieradz, a 350 kilómetros de Parczew.

En el expediente, también figura la petición que mi abuelo dirige el 18 de agosto de 1936, desde Sieradz, al fiscal de la Cámara de Apelaciones de Poznan: “Hace dos meses que he llegado a esta cárcel y, desde entonces, he comprobado la degradación continua del régimen alimentario. Para el almuerzo y la cena, por lo general no recibo más que un litro de sopa particularmente acuosa. Los otros días, la comida ni siquiera incluye un litro, pues se compone de medio litro de sopa acuosa y alrededor de un cuarto litro de papas crudas. El pan, a menudo mal cocido y con arena en su interior, provoca descomposturas estomacales. El mes pasado, durante dos semanas seguidas, no se nos dio arenque y, durante seis semanas, dejaron de servirnos el domingo la porción de carne que antes recibía cada dos semanas. Recibo agua de manera irregular, no más de 3 a 4 veces por semana y, encima, en cantidades mínimas, de un litro a un litro y medio para [ilegible] personas. Esta degradación real de la alimentación penitenciaria me ha provocado últimamente una sensación de mareo. Hace tres meses, a raíz de una decisión de la administración, se introdujeron rejas para las visitas. En la medida en que la venida de un miembro de mi familia implica un importante gasto de dinero y dificultades que no vale la pena soportar, la decisión de colocar esa reja y que las visitas sean a distancia me priva, de hecho, de la posibilidad de ver a mi familia”32.

¿Mates exagera para llamar la atención del fiscal o, al contrario, soporta otros tormentos que su expediente judicial y su petición callan? En sus memorias, todos los presos políticos polacos dejan constancia de violencia, tanto en el momento de la detención como detrás de los barrotes. A mediados de los años veinte, Hersh Mendel, responsable de la oficina central judía del KPP y miembro del Comité Militar Revolucionario, es apresado en Grodno. El arroz y la cebada están plagados de gusanos y, debajo de la corteza calcinada, la masa del pan está cruda. Algunos presos procedentes de Bialystok cuentan que los guardiacárceles quisieron forzarlos a violar a sus camaradas maniatadas y desnudas en el suelo. Y Hersh Mendel confirma: “Efectivamente, las camaradas que se unieron a nosotros en la cárcel estaban en un estado psicológico espantoso. De la sección de mujeres, nos informaron que no podían salir de su estado depresivo” (Mendel, 1982: 255). En junio de 1933, en Debowa Kloda, muy cerca de Parczew, detienen a Gitla Leszcz, una joven comunista judía. La policía había descubierto unos panfletos que estaban escondidos en un fardo al lado de la casa. “Cuando vinieron a agarrarme, los agentes me obligaron a caminar el trayecto de Debowa a Pinsk y fui golpeada e insultada en todas las comisarías donde parábamos. Llegué a Kowel completamente exhausta, con los pies ensangrentados, pues había caminado descalza. Fue en la cárcel de Kowel donde comenzaron las verdaderas torturas: me arrancaron las uñas de algunos dedos de ambas manos, lo cual aún hoy se nota. También me pusieron en las piernas un tizón ardiente. Las torturas duraron tres días y tres noches. Me infligían tablazos en la espalda, para que no quedaran huellas, hasta el momento en que me salía sangre de la nariz, la boca y las orejas”33. Es verosímil sostener que Idesa corre igual suerte.

Todas estas torturas tienen por objeto quebrar al detenido, recordarle su dependencia, su miseria. En ese contexto, la petición de Mates da muestras de cierta pugnacidad. Otro indicio de resistencia está dado por la declaración de un guardiacárceles: durante su detención en Parczew, Mates no dejó de alabar el sistema soviético, organizando con orgullo manifestaciones y huelgas de hambre (y prohibiendo rezar a sus pares judíos).34 El 20 de marzo de 1934, se ve privado de colchón durante dos días por “insubordinación constante”. En Lublin, algunos días después de la sentencia, solicita y obtiene del fiscal una entrevista con su hermana menor Henya, detenida en la misma cárcel. En Sieradz, su comportamiento es juzgado totalmente “deplorable”: el interno Jablonka “se solidarizó con otros comunistas”.35

En la cárcel, los presos políticos logran sonsacarle a la administración el derecho a organizarse en komuna, agrupamiento dotado de ciertas ventajas: eximición de trabajar, paseos más largos, derecho a recibir visitas y encomiendas. Henya padece hambre, me cuenta su hija mientras me guía entre las tumbas del cementerio donde está enterrada su madre, en la ciudad de Hadera, al norte de Tel Aviv. En una foto de noviembre de 1936, unos meses antes de su liberación, se la ve enflaquecida, con un corte de pelo varonil, un poco fantasmagórica. En su segundo período de encarcelamiento, en 1939, se queda sin ropa de recambio. Su madre, Tauba “la paloma”, se las ingenia para conseguirle una muda. Las chicas de la komuna exigen que la comparta, pero Henya se niega rotundamente, en nombre de los sacrificios que eso le había costado a su madre: incumplimiento de la disciplina. Por lo demás, prima la solidaridad. Los detenidos, cuya escolaridad ha sido de lo más corta, se ayudan mutuamente a completar su formación. Juntos, se impregnan de los clásicos, se inician al darwinismo y a la economía marxista-leninista, meditan acerca de la historia revolucionaria francesa y rusa, perfeccionan su polaco, imaginan la sociedad socialista futura. A ese ritmo, Abram Fiszman aprende mucho más polaco que en diez años afuera (Colette está convencida de que Mates está con él).

Considerando que un comunista tiene pocas probabilidades de escapar de la cárcel, esta es considerada como un riesgo a correr, una etapa, acaso también una prueba, un espaldarazo que permite entrar en carrera. Los condenados son los elegidos. La cárcel no los quiebra, al contrario, los endurece y refuerza aún más, si eso fuera posible, su determinación. Trasladado a Vilna, Hersh Mendel da ponencias a sus compañeros de celda sobre doctrina marxista, edita un manual en bielorruso y en ídish, festeja el aniversario de la Revolución de Octubre con guirnaldas y retratos de Lenin. Cuando la huelga de hambre se eterniza, la policía lleva a los internos al hospital para alimentarlos a la fuerza, vertiéndoles comida directamente en el estómago mediante un tubo: “A quien resista se le romperán los dientes” (Mendel, 1982: 261). Enseñanza mutua, estudio, deseo de aprender: la komuna tiene algo de yeshiva, aun si al lado de esos judíos también hay bielorrusos y ucranianos luchando contra la ocupación polaca. Fraternidad y ayuda recíproca, sin antisemitismo.

Gracias a una ley de amnistía, Mates se va de Sieradz el 8 de diciembre de 1936, después de dos años y medio de detención. Tiene tres días para regresar a su casa, a 350 kilómetros de allí: su certificado de liberación precisa que “debe apersonarse en la comisaría de Wlodawa el 11 de diciembre de 1936, como máximo”36. Por su parte, Idesa es liberada a comienzos de 1937 “a causa de su enfermedad psíquica adquirida en la cárcel”37. Hoy diríamos “depresión nerviosa”; a la luz de lo que precede, se pueden imaginar los padecimientos que sufrió.

Quisiera que la historia se detuviera aquí: mis abuelos son víctimas de la dictadura, son lesionados en su carne por estar habitados por la aspiración más noble que pueda existir, el amor por la humanidad. Su abnegación y su generosidad, que los condujeron a la cárcel con tantos otros, son admirables. Incluso Simje y Reizl, más moderados en apariencia, no abandonan su ideal al emigrar a esa Argentina donde todo era posible: al igual que ellos, sus hijos serán comunistas, se opondrán a las dictaduras. Mauricio, el hijo de Reizl, un hombrecito de 72 años bien musculoso y con un fino bigote blanco, se une a nosotros con su mujer para compartir un mate en el patio soleado. Enciendo mi computadora y comienza la entrevista. Mauricio es detenido una noche de octubre de 1974, en tiempos de gobierno legítimo, junto con cientos de militantes comunistas y peronistas de todo el país. Estado de urgencia. Prisión de Paraná. Prisión de máxima seguridad de Gualeguaychú. Nada de visitas, nada de cartas, nada de libros. Año 1976, dictadura de Videla. Represión, tortura, ejecuciones sumarias. Prisión Federal de Resistencia. Traslado en avión militar, maniatado al suelo, a la merced de militares que suelen lanzar a los presos al vacío. En total, cuatro años de cárcel, hasta el Mundial de fútbol, en 1978.

Un día, Reizl va a Gualeguaychú. Le dicen que no se autorizan visitas. Responde que va a esperar, que ha decidido ver a su hijo –Reizl, que cuarenta años antes había ido a visitar a Mates a la cárcel de Lublin; Reizl, la desesperada de Chelm que se hubiera convertido en una loca de la Plaza de Mayo si su hijo hubiera sido empujado del avión. Finalmente, la autorizan a hablarle diez minutos. Le pregunto a Mauricio si cuando uno está en el calabozo, lejos de los suyos, lejos de todo, se pone a dudar. No, jamás: uno está seguro de sus ideas, uno sabe que el comunismo es la mejor elección posible, uno no cambia ni un ápice. Un revolucionario no duda, no tiene miedo. La revolución no es una idea romántica, es tu vida. Mucha gente ha optado por lo mismo. Uno no se considera un héroe. Uno actúa y ya.

Benito, el hijo de Simje, me pasea por Buenos Aires. Visitamos el cementerio de la Recoleta, donde está enterrada Evita Perón, la madona de los pobres: “Todos los reaccionarios de Argentina están acá”, suspira Benito barriendo con la mano los pretenciosos edículos. Si el tío Simje no dedica su vida a la revolución como Mates, enseña a sus hijos a ser buenos comunistas, les habla todo el día de la Revolución de Octubre, de las Brigadas Internacionales, del Ejército Rojo, del Sputnik. Benito se siente comunista desde siempre, “nació comunista”. Juventudes comunistas a los 15 años. Tres períodos de cárcel: cuatro meses en 1956 por haber criticado al gobierno militar, un mes en 1958 por actividad subversiva, cuatro meses en 1969 por propaganda antigubernamental. Curso de marxismo-leninismo en Moscú.

A menudo, de regreso de la Unión Soviética, Benito hace escala en París. Un día, a finales de los años ochenta, llega a nuestra casa completamente deprimido:

–Los profesores dicen que el comunismo está terminado. Son los estudiantes de América del Sur quienes defienden al comunismo contra sus profesores. En el Comité Central, ya nadie cree en él. Dicen que los ideales del comunismo se concretan mejor en los países capitalistas. Dicen que la Unión Soviética ha perdido la batalla científica y tecnológica.

Benito le pregunta a mi padre si eso es cierto. Mi padre asiente. Benito calla. Ha dedicado toda su existencia, su energía, sus momentos de ocio, sus fines de semana al comunismo, durante cuarenta años. ¿Existe la posibilidad de que se haya equivocado? Mi padre también militó en los años cincuenta, y mucho después de la invasión de Checoslovaquia en 1968. Creo que su militancia duró hasta la elección de Mitterrand. “Era mi familia, dice, mi religión”.

Benito, su hermana y yo estamos sentados en la terraza de un café chic de la Recoleta, bajo la sombra de un ombú gigante. Benito me interroga sobre Francia, sobre Sarkozy: “¿Cuándo va a hacer la revolución la gente?”. Le respondo que el tema de mi libro son los héroes del siglo xx, aquellos que dieron su vida por cambiar al hombre y a la sociedad. Benito me pregunta quién hará la revolución hoy, quién destruirá el “capitalismo reaccionario” y cambiará la vida. Apoyo mi mano sobre su hombro. Benito se exalta: “¡Pero no se puede vivir sin utopías! ¡Todo el mundo necesita tener esperanzas!”. ¿Mi abuelo también me habría dicho, con más de 80 años, “la idea es buena, la aplicación ha sido mala”? ¿Habría invocado sin cesar la “revolución”, embriagándose ante el poder de la palabra?

Si en la Polonia de los años cincuenta el Partido está compuesto en un 80% por jóvenes políticamente inexpertos, los ex adeptos al KPP y a la KZMP constituyen su núcleo duro (Schatz, 1991: 218). Jakub Berman, responsable de las Juventudes Comunistas en 1925, en adelante ocupará, a los 24 años de edad, una banca en el Politburo, donde será el encargado de la cultura, la propaganda y la seguridad (Toranska, 1986: 23 y sigs., 197 y sigs.). Adam Rayaski, comunista a los 17 años, secretario del Komsomol de Bialystok y resistente en Francia en el seno de la Mano de Obra Inmigrante38, regresa a Polonia y se desempeña como presidente del Comité de las Ediciones de Prensa: a la cabeza de ese imperio que engloba a todos los diarios del país, así como a las agencias fotográficas e imprentas, encarna la “libertad de prensa” en la Polonia estalinista (Rayski, 1985: 198-199).

No es el fracaso de sus sueños sino el antisemitismo lo que triunfa sobre los judíos comunistas de Polonia. Principios de los años cincuenta, bajo el mando de Bierut: purgas antijudías en el Partido, el ejército y la función pública, creación de un archivo de los judíos que polonizaron su apellido, Jakub Berman es excluido del Partido como “responsable del período de errores y desviaciones”. Año 1967-1968: discurso de Gomulka denunciando una “quinta columna”, campaña contra los “sionistas”, nuevas purgas en todos los sectores de la sociedad, desmantelamiento de los periódicos judíos, de las escuelas judías, editoriales judías, cooperativas judías, 25.000 judíos abandonan el país. Los viejos judíos, comunistas de siempre, se ven calumniados, condenados al ostracismo, echados de sus trabajos y del Partido, obligados al exilio. Se los acusa de traicionar a la patria, como en los años treinta, pero esta vez son los camaradas quienes están en el poder. Así pues, en el otoño de sus vidas, hacen sus valijas y se marchan, algunos a Israel con los “sionistas reaccionarios”, otros a Europa Occidental con los “enemigos de clase capitalistas”. Es el final de la generación, el desenlace de esa epopeya en la cual participan, desde el shtetl de Parczew, distrito de Wlodawa, región de Lublin, Mates Jablonka e Idesa Korenbaum Feder, Hershl y Henya Jablonka, Mayer Rapoport, Icek Sznajder y su abrigo manchado de pintura, Abram Fiszman, padre de Colette, y Szapsel Rojzman, que en la noche del 13 al 14 de enero de 1935 se expuso a una pena de prisión grave intentando convencer a la juventud campesina de que se uniera al frente unitario.

Mis abuelos son, definitivamente, héroes y víctimas. Mates, con su petición de 1936 al fiscal de la Cámara de Apelaciones de Poznan, encarna la fuerza de espíritu, la dignidad del hombre frente a la opresión. ¿Pero debo traducir la descripción de Colette –“tu abuelo era un marxista puro y duro”– en el lenguaje de Hannah Arendt, quien describe a unos militantes fanáticos, inflexibles, tan crédulos como cínicos, a quienes los lavados de cerebro no dejaron ninguna huella de duda ni de humanidad? (Arendt, 1972: 90-95). Es el mismo retrato que esboza Arthur Koestler (1978) en El cero y el infinito: para los torturadores estalinistas, al igual que para los viejos bolcheviques que ellos machacan, la existencia no debe ser un “burdel de emociones metafísicas”. Simpatía, amistad, amor, nostalgia, arrepentimiento, todo eso es misticismo y bazofia pequeñoburguesa. ¿Tengo derecho a decir que los revolucionarios profesionales de Parczew le allanaron el camino a la dictadura estalinista de Bierut?

No me arrogaré semejante derecho. No existe continuidad entre la esperanza de 1933 y la represión de 1953. Esos Prometeos quieren extraer del orden de las cosas el beneficio de la libertad bajo todas sus formas, y no hay nada más fatuo que proclamar con bombos y platillos, con nuestro siglo de distancia, que el horror ya estaba germinando por entonces. Es una ilusión creer que era una ilusión. Mucho más que un cabecilla y un ideólogo sin entrañas, Mates es un hijo, un hermano, un camarada, un chico enamorado, un hombre indignado por todas las injusticias. Así y todo, lo que no deja de obsesionarme es que su libertad y su verbo hayan sido envenenados, a sus espaldas, por el totalitarismo.

1 Archivo de Estado (AE) de Lublin, Urząd wojewodzki lubelski, wydział społeczno-polityczny (Oficina de la administración de Lublin, departamento sociopolítico), 1918-1939, n.º 403, en adelante UWLWSP 403.

2 El Komintern, o Tercera Internacional, agrupa los partidos comunistas bajo el influjo de Moscú. Sobre el KPP (inicialmente KPRP) en el período de entreguerras (Dziewanowski, 1959; Davies, 1981).

3 El conflicto culmina mediante el Tratado de Riga, el 18 de marzo de 1921. Con la anexión de los territorios orientales, la población de Polonia está compuesta de un 14% de ucranianos, 10% de judíos, 3% de bielorrusos y 2% de alemanes.

4 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2012 (p. 17).

5 Archivo de Actas Nuevas (AAN) de Varsovia, tribunal regional de Lublin, 198, sentencia de la Sala Primera en lo Criminal (3 de diciembre de 1934).

6 Schatz realizó entrevistas a 43 ex comunistas judíos.

7 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198; y 424/XVIII-228, expediente del detenido Mates Jablonka.

8 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198, protocolo de peritaje y de traducción de los escritos del acusado en idioma judío (12 de diciembre de 1933).

9 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2022, informe del 3 de marzo de 1933 (pp. 4-5).

10 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2022, informe del 2 de junio de 1933 (pp. 20-23).

11 Me inspiro aquí en Isaac Bashevis Singer (1991).

12 AAN, tribunal regional de Lublin, 198, informe del comandante del powiat de Wlodawa (21 de enero de 1932); e informe del brigadier de la comisaría de Parczew a su comandante (30 de mayo de 1932).

13 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2022, informe del 2 de junio de 1933 (p. 23); informe del 2 de noviembre de 1933 (p. 50 y p. 75).

14 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2021, informe del 3 de agosto de 1932 (pp. 30-32). Véase también Horoch (1993: 121-122).

15 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2270 (p. 34).

16 AE (Radzy´n Podlaski), Sąd Grodzki w Parczewie, 1933-1934 (justicia de paz de Parczew), 606.

17 Código Penal polaco del 11 de julio de 1932 y ley de contravenciones del 11 de julio de 1932, París, Librería Juris-Classeurs, Godde, 1933.

18 AAN, tribunal regional de Lublin, 198, protocolo de peritaje y de traducción de los escritos del acusado en idioma judío (12 de diciembre de 1933).

19 AE (Radzy´n Podlaski), justicia de paz de Parczew, 606, caso 561, audiencias del 6 de octubre y del 13 de diciembre de 1933 (p. 59); y caso 582, audiencia del 11 de octubre de 1933 (p. 61).

20 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2022, informe del 2 de diciembre de 1933 (pp. 65-66).

21 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2022, informe del 2 de diciembre de 1933 (pp. 65-66).

22 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198, protocolo de inspección de pruebas materiales (5 de enero de 1934).

23 Ibíd., nota sobre el despliegue de banderolas comunistas el 16 y el 19 de diciembre de 1933; protocolo de audiencia de la testigo Tauba Polusetska sobre la compra de alambre metálico (20 de marzo de 1934).

24 Ibíd., sentencia del acusado (3 de diciembre de 1934).

25 AE (Radzyń Podlaski), justicia de paz de Parczew, 606, caso 111, Mates Jablonka y siete otros prevenidos, audiencia del 9 de abril de 1934 (p. 100).

26 AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2023, informe del 5 de mayo de 1934 (pp. 23-24).

27 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198; 424/XVIII-228, expediente de Mates Jablonka, permiso de visita al detenido (Reizl, 13 de agosto de 1934; Gitla, 17 de septiembre de 1934; Karol Winawer, 18 de octubre de 1934).

28 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198, sentencia de la Sala I en lo Criminal (3 de diciembre de 1934, caso I.3.K.333/34); y AE (Lublin), UWL-WSP 403, artículo 2023, p. 114.

29 El acta de acusación contra Idesa Feder, redactada en Lublin el 28 de febrero de 1935, y la sentencia del 18 de junio de 1935 (caso I.3.K 133/35) se hallan en la Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea (BDIC) de Nanterre, fondos de la LDH, F delta res. 798/375, expediente de Idesa Feder (n.° 9716); más adelante explicaré el porqué.

30 La nueva política, que cierra la estrategia ultraizquierdista adoptada en 1928, es introducida por Bujarin en el XVII Congreso del Partido (enero de 1934) y definitivamente avalada en el VII y último Congreso del Komintern (verano de 1935) (Werth, 2008: 311 y sigs.; Dziewanowski, 1959: 141-142).

31 BDIC, LDH, F delta res. 798/375, expediente de Idesa Feder, sentencia del Tribunal Regional de Lublin presidido por el juez Zakrzewski (18 de junio de 1935).

32 AAN, 424/XVIII-228, expediente de Mates Jablonka, solicitud del detenido dirigida al fiscal del tribunal de la Cámara de Apelaciones de Poznan (18 de agosto de 1936).

33 Archivo privado, autobiografía de Gitla Leszcz (Gisele Gardebled), sin lugar ni fecha, en los años cincuenta. Agradezco a su hijo Serge por haberme permitido el acceso a este documento.

34 AAN, Tribunal Regional de Lublin, 198; y 424/XVIII-228, expediente de Mates Jablonka; sentencia del Tribunal Regional de Lublin (3 de diciembre de 1934).

35 Ibíd., lista de penas disciplinarias infligidas al detenido (1934); y reseña informativa sobre el detenido, liberado de la cárcel de Sieradz el 8 de diciembre de 1936.

36 Archivo Nacional, Centro de Archivo Contemporáneo (CAC) de Fontainebleau, Ministerio del Interior, archivo de la Seguridad Nacional, 19940454 (1), expediente de Mates Jablonka, certificado de liberación de la cárcel de Sieradz (8 de diciembre de 1936). Explicaré más adelante por qué esta pieza se halla en un fondo francés.

37 BDIC, LDH, F delta res. 798/375, expediente de Idesa Feder, visita del 27 de mayo de 1938.

38 La Mano de Obra Inmigrante (MOI) es una rama del Partido Comunista Francés, dependiente del Comité Central, que agrupa a los militantes inmigrantes según su idioma de origen; existe una subsección judía (hablantes de ídish).

Historia de los abuelos que no tuve

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