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50 AÑOS BUSCANDO A HERODES

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Herodes el Grande estuvo aquí. Paseó entre estas mismas piedras del Foro. Contempló el esplendor de Roma. Es posible que la visión de la gran tumba en forma de túmulo que se erigió Augusto a orillas del Tíber le inspirara para construir su propio enterramiento allí lejos, en Judea, su país, bajo el despiadado sol del desierto, entre las ensangrentadas querellas de sus paisanos y el paso de hierro de las legiones.

Hoy sería inútil tratar de encontrar el rastro del denostado rey en la vieja capital de los césares, henchida de historia. Pero la violenta tormenta que se desploma sobre Roma obliga a buscar refugio, y la casualidad quiere que sea en el viejo palacio de los Doria Pamphilj, en cuyas galerías, abarrotadas de lienzos y esculturas, pende un cuadro de Ludovico Mazzolino sobre la Matanza de los inocentes.

En la parte superior de la pintura aparece Herodes, ceñudo, ordenando con gesto despótico la aberración que se desarrolla a sus pies: sus tropas acuchillan a los niños, a los que tratan de proteger, en un remolino de colores renacentistas y puñales, sus enloquecidas madres. Los truenos que sacuden el palacio ponen una nota de contundencia bíblica a la escena. Herodes, sinónimo universal de crueldad, el monstruo asesino de niños y de sus propios hijos...

En Roma se encuentra estos días un hombre que ha pasado medio siglo tras los pasos de Herodes. Alguien para el que el rey difiere radicalmente de esa imagen del monarca atroz que, según el Evangelio de Mateo, casi nos deja sin Jesucristo y del que Augusto habría dicho, según cuenta Macrobio en las Saturnalia: «Es mejor ser uno de los cerdos de Herodes que uno de sus hijos».

El arqueólogo y arquitecto israelí Ehud Netzer (Jerusalén, 1934) ha dedicado buena parte de su vida a estudiar las construcciones de Herodes (rey de Judea del 37 al 4 antes de Cristo), y desde 1972 excava, al frente de la misión de la Universidad Hebrea de Jerusalén y con apoyo de la National Geographic Society, en el Herodión (Herodium), un espectacular complejo de fortaleza y palacios, donde cree, y todo parece indicar que está en lo cierto, haber descubierto la largamente perseguida tumba del rey. La búsqueda de la tumba de Herodes es una de las grandes aventuras de la arqueología moderna, y en el empeño de Netzer por hallarla, culminado en 2007 y rematado hace unos días con más evidencias, late el mismo impulso de Schliemann, Evans y Carter. Netzer no es de natural simpático, y al preguntarle por las relaciones con los palestinos —el Herodión está en Cisjordania— se volverá algo hosco y receloso. En fin, peor sería entrevistar a Herodes.

Cincuenta años con Herodes. Habrá gente que pensará que no es una compañía muy recomendable.

No me interesa exactamente por él mismo. Me fascina por su relación con la arquitectura, por su papel personal en esta. Considero que mi aportación personal al personaje histórico de Herodes es presentarle como arquitecto, no solo como patrono de la arquitectura, sino como hombre directamente implicado en un programa de construcción a gran escala.

Herodes ¡qué gran santo patrón para los arquitectos! ¿Cree usted que era realmente un tipo tan cruel?

No soy historiador, pero habría que compararlo con los otros reyes de su tiempo, juzgarlo en su contexto histórico. Quizá la crueldad era parte del sistema.

Cierto. Recuerdo que alguien le arrancó las orejas a mordiscos a un sumo sacerdote judío para sustituirlo, porque, según el Levítico, las mutilaciones invalidaban para el cargo.

Sí, se dice eso de Antígono. Un problema es que tenemos pocas fuentes para Herodes, básicamente...

Flavio Josefo. Deberíamos poder consultar otras. Flavio Josefo era un tipo bastante ambiguo. Fue jefe rebelde judío contra los romanos y cedió de manera poco honorable la fortaleza de Jotapata tras escaquearse de un pacto de suicido en el que, por suerte para él, se dieron muerte antes todos sus compañeros. Luego se hizo muy amigo de Tito.

De hecho, Josefo es una muy buena fuente, lo ha sido para mí, como arqueólogo y como arquitecto. Su pormenorizada descripción del funeral de Herodes me ha proporcionado muchas claves sobre la tumba. Josefo y yo hacemos buen equipo.

Volvamos a la crueldad de Herodes, un tirano, un déspota.

Herodes tuvo que afrontar muchos retos en su vida. De entrada, empezó su carrera en una situación que no era fácil. Era idumeneo, un pueblo enemigo que había sido judaizado por conquista muy recientemente. Su padre, Antípatro, que murió envenenado, fue nombrado procurador de Judea por los romanos, que también apoyaron tradicionalmente a Herodes. Él era solo medio judío. Su procedencia generaba muchas antipatías, especialmente entre los seguidores de los asmoneos —los descendientes de los macabeos—, la dinastía judía reinante hasta la dominación romana. Para la aristocracia judía, Herodes era un judío de segunda clase, un parvenu. Trató de enraizarse con los asmoneos casándose con una de ellos, Mariamme, que era muy bella, con la esperanza de entrar en la familia real y que se le dejara de ver como un extranjero. De esta decisión vinieron muchos de sus grandes problemas.

Y de los de ella, porque la mató.

Sí, una tragedia; parece que la adoraba, de hecho, tras hacerla matar, en parte por celos, casi enloqueció de pena, pero Mariamme se volvió muy arrogante. La culpable fue su madre, la suegra de Herodes, Alexandra.

A la que también mató. Y al abuelo de la chica. Y al hermano pequeño, que era su cuñado.

Sí, ese joven era el sumo sacerdote Aristóbulo III. ¿Conoce la historia? Se la voy a contar. Es muy morbosa, le va a gustar. Como el viejo Hyrcanus II había quedado invalidado —porque le arrancaron las orejas, recordará—, Herodes nombró para el cargo a un oscuro sacerdote. Molesta porque la familia de los asmoneos retenía tradicionalmente el título, Alexandra, la suegra, hizo llegar a Marco Antonio, al que le gustaban los chicos tanto como las chicas, un retrato de Aristóbulo, que tenía 16 años y era muy guapo. La estrategia de Alexandra, que no dudaba en provocar el deseo de Marco Antonio por su hijo adolescente para conseguir más cuota de poder, tuvo éxito, y el romano, patrón de Herodes, hizo que este le nombrara sumo sacerdote. Herodes tuvo que transigir, pero lo hizo ahogar poco después mientras se bañaba en una piscina. Está todo en Flavio Josefo.

Pues va a convertirlo usted en un best seller...

Esa piscina, por cierto, la he excavado yo en Jericó. En fin, fue un asesinato político, en una situación imposible.

Si usted lo dice... Pero también mató Herodes a unos cuantos de sus propios hijos. Claro que tenía muchos, 15, con 10 mujeres...

Sí, hubo unos cuantos asesinatos. Al principio y al final de su reinado, de casi 40 años, un final muy trágico, cuando hizo estrangular a sus hijos Alejandro y Aristóbulo. Pero en medio paró. Hay un periodo apacible de unos veinte años que coincidió con su gran actividad como constructor.

Hay que ver lo beneficiosa que puede ser la arquitectura.

Herodes no era la persona más terrible del mundo, si no, no se entendería que le hubieran permitido los judíos reconstruir el templo de Jerusalén. Pero la posteridad se ha hecho una idea negativa de él. El propio Josefo ayudó.

Quizá no tenía más remedio porque escribía para Tito, el futuro emperador, cuya amante era Berenice, una princesa de los asmoneos a cuyo abuelo había liquidado Herodes.

Así es. Y no hay que olvidar que a la gente siempre le ha gustado leer cosas escandalosas.

¿Cree usted que ha cambiado el cliché sobre Herodes?

Mi punto de vista es diferente. Sé que Herodes entendía mucho de arquitectura. E incluso iba más allá, era un constructor, un hombre muy lógico, realista. No pensaba solo en lo bello y lo grande, sino en la funcionalidad. Era un hombre con los pies en la tierra. Y sabe qué le digo, que eso debía de reflejarse en su administración del país.

Hablemos del Herodión, ¡qué impresionante lugar!

Sí, su rasgo más espectacular, único, es esa colina cónica artificial de 90 metros con aspecto de volcán (Josefo lo comparaba con el pecho de una mujer) que envuelve en su cráter las ruinas del palacio-fortaleza de la montaña, construido en forma de cilindro con torres adosadas. Herodes hizo colocar grandes cantidades de tierra alrededor de la estructura circular para elevar la altura de la colina. Se puede ver desde algunos lugares de Jerusalén, 15 kilómetros al norte. Pero el sitio es mucho más: en el Herodión Bajo hemos excavado un complejo enorme con otro palacio, baños, una gran piscina y múltiples dependencias.

¿Qué sentido tiene todo eso en un lugar tan desértico?

En el año 40 antes de Cristo, un príncipe asmoneo conspiró con los partos, que habían arrebatado Siria a los romanos, y Herodes y su familia tuvieron que huir a marchas forzadas de Jerusalén. Fueron momentos dramáticos, la madre de Herodes cayó de su carro y, en un momento de desesperación, Herodes estuvo a punto de cometer suicidio. Se libró una batalla, una escaramuza, que el grupo en fuga logró vencer. Herodes pudo escapar entonces a Roma, donde fue nombrado rey de Judea y Galilea por el Senado. Veinte años después regresó al lugar donde había vivido aquellos acontecimientos y construyó su tumba y un palacio de verano. Lo convirtió en algo muy especial, una suerte de resort, de country club, si quiere, con todas las comodidades, un sitio estupendo, con piscinas y jardines. También construyó estructuras para su funeral, descrito por Josefo, entre ellas una gran terraza desde la que millares de personas, incluido su ejército de mercenarios, podrían seguir el cortejo.

¿Era atractivo? Así, fuerte, atlético, gran jinete, campeón de arco y jabalina, con aire de seductor árabe, lo pinta, con mucha imaginación, Stewart Perowne en su clásica biografía de 1956 Herod the Great (Sutton, 2003). Cleopatra le tiró los tejos...

Por motivos políticos. No sabemos cómo era físicamente Herodes. Respetó la norma judía contra la representación humana y no aparece ni en monedas ni en esculturas.

La tumba de Herodes le ha sido esquiva.

Excavamos durante años en su busca. Finalmente ha ido a aparecer en un lado de la colina. Ahí edificó su mausoleo, que podía verse desde Jerusalén. Encontramos el podio de esa construcción y los restos destrozados del sarcófago de Herodes y de otro. Desde el hallazgo en 2007 hemos avanzado más: ahora sabemos cómo era el mausoleo y podemos mostrar imágenes de su reconstrucción. Tenía unos 28 metros de alto y era de factura muy clásica. También hemos encontrado un sarcófago más, así que hay tres, lo que podría significar un panteón familiar.

No se han encontrado inscripciones. ¿Qué seguridad hay de que sean la tumba y el sarcófago de Herodes?

Tengo que responderle que es una cuestión abierta. No hay una respuesta al cien por cien segura.

En su momento de triunfo como arqueólogo, tras tantos años de búsqueda, ¿no es eso un poco decepcionante, un anticlímax?

No, no, en absoluto, no me interprete mal. En el año del hallazgo estaba convencido al 90% de que se trataba de la tumba, ahora lo estoy al 98%. Se trata del mausoleo de Herodes y de su sarcófago. La calidad de la piedra del sarcófago, la decoración con rosetas, el hecho mismo de su brutal destrucción a manos seguramente de los zelotes, los rebeldes radicales antirromanos que se atrincheraron en el Herodión en el 66 y consideraban a Herodes, que era un rey cliente de Roma, una marioneta romana... No tengo ninguna duda.

¿Han encontrado restos humanos?

Algunos. Muy pocos. No quiero hablar del tema. Como sabe, hay dificultades para excavar tumbas en Israel. Los judíos ortodoxos no lo permiten. No quiero problemas. Hay mucho fanatismo. No quiero que nadie vaya a destruir nada porque opine que perturbamos o profanamos restos humanos.

O sea, que sí hay restos.

En el sarcófago principal, el destrozado; en el de Herodes, no.

Hablemos de las complicaciones de la excavación. El Herodión está en zona sensible, territorio ocupado que debe ser cedido a los palestinos pero que de momento se encuentra bajo control exclusivo israelí.

En sitios como Jericó o el Herodión solo hemos podido excavar tras la guerra de 1967, cuando Israel dejó de ser un país dividido y tuvimos acceso a áreas que no habíamos podido ni visitar. El arqueólogo es víctima de las situaciones políticas en todo el mundo. Durante las dos Intifadas, en 1987 y en 2000, tuvimos que suspender los trabajos en el Herodión y se produjeron muchos robos y excavaciones sin control. También se perdió el impulso dado al lugar como objetivo turístico: los visitantes cayeron de 200.000 a 60.000.

Los palestinos les han acusado de llevarse materiales del Herodión, un yacimiento que consideran suyo.

Me incomoda hablar de este tema. Me han acusado de robar patrimonio. Eso no es así. Mientras la situación no cambie, trabajamos con arreglo a las normas que hay, y lo hacemos científicamente. Nadie sabe qué deparará el futuro.

Se les reprocha contribuir con su trabajo a justificar históricamente la posesión israelí de la zona y los asentamientos vecinos. Parece que hay interés en Israel en mostrar el Herodión como otra Massada, un símbolo nacional y religioso de la lucha de los judíos.

Todo eso es política y yo hago arqueología. Me parece que el Herodión, dada la personalidad de su creador, idumeneo, amigo de los romanos, tolerante en lo religioso, podría ser un buen ejemplo contra las barreras de todo tipo.

¿No cree usted que la arqueología en su país está demasiado pendiente de la Biblia?

Como sabe, hay una disputa intensa ahora entre los que consideran la Biblia puro folclor y los que tratan de leerla literalmente. Se discute, por ejemplo, si David y Salomón existieron. Entre nuestros arqueólogos se pueden ver, moderadas, las dos tendencias: Ben-Tor, por ejemplo, es más proclive a apoyarse en la Biblia, e Israel Finkelstein [autor de la interesante La Biblia desenterrada, Siglo XXI, 2003], a ponerla radicalmente en cuestión, a dudar del Éxodo, de la esclavitud en Egipto...

¿Qué opina personalmente?

No soy historiador. Pero le diré que, por intuición, no estoy con Finkelstein. En fin, ese no es mi periodo. La Biblia en mi periodo está OK. ¡Nadie pone en duda la existencia de Herodes!

Por la búsqueda del arca perdida ya ni le pregunto.

Eso es ciencia ficción, y en arqueología, para algunos, una manera de sacar dinero. También hay gente que encuentra tesoros en el desierto. Tampoco es mi campo.

Perdonará que le pregunte entonces por su uso de sombrero en las excavaciones.

Los medios de comunicación dijeron: «El Indiana Jones —¿se dice así?— israelí». Mire, me lo regalaron en una conferencia en Australia.

Para acabar la entrevista con el gran pecadillo de Herodes, ¿qué hay de los santos inocentes?

Mire, de entrada no está claro cuándo nació Jesús; podría ser que hubiera nacido en realidad tras la muerte de Herodes, con lo cual el episodio no tendría mucho sentido, ¿no cree? En todo caso, mi experiencia me dice que Herodes era muy realista, no parece típico de él ponerse a matar niños por una profecía.

Héroes, aventureros y cobardes

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