Читать книгу Conversaciones clínico-políticas - Jacques-Alain Miller - Страница 6
MITRA, LA INSUMISA*
ОглавлениеEstamos en la capital de un Irán asediado por las sanciones cada vez más rigurosas de las grandes democracias. Los mulás no ceden. Avanzan hacia la bomba. El pueblo es orgulloso, la élite intratable. Aquí no hay Frigide Barjot. No hay barrio para los homosexuales. Y los heterodoxos, los que piensan de manera diferente, respiran mal.
Sin embargo, hay en Teherán al menos una mujer de la Ilustración. Se llama Mitra Kadivar. Es médico, formada en Irán. Es psicoanalista, formada en París. Durante una decena de años, viajes de ida y vuelta tres veces al año. ¿Cómo se puede ser lacaniano en Irán? Mitra lo inventó. Se consagra a sus pacientes, y para sus alumnos fundó la Asociación Freudiana. ¡Improbable Mitra!
Se la deja en paz durante veinte años. Pero he aquí que los vecinos se quejan. Ella no dice buenos días. Se encierra sola con hombres, uno después de otro. La vienen a ver toxicómanos. La policía investiga. Un juez decide: «peritaje psiquiátrico». Es el garrote: «esquizofrenia con desencadenamiento tardío» (sic). Sus alumnos la visitan en el hospital: ella está enérgica, como siempre. N., el psiquiatra que la ha diagnosticado, me envía un mail: él sueña, me dice, con venir a mi curso en París; por desgracia, Mitra está loca: es bien sencillo, ella piensa que él es incompetente. Los grandes medios: la atan a la cama, le inyectan haloperidol (un antipsicótico). Una vez. Dos veces. Están previstos los electroshocks.
Mientras tanto, en París hay agitación. Discretamente. No espantar a los colegas iraníes. El doctor Matet, presidente de la Escuela de la Causa Freudiana, asociación reconocida de utilidad pública, dirige una carta presionando al ministro francés de Relaciones Exteriores. ¿Puede hacer algo? No, desgraciadamente, Laurent Fabius no puede hacer nada, salvo darnos testimonio de su simpatía. Agitar será molestar, porque, fatalmente, será malinterpretado por las autoridades iraníes. En verdad tiene razón. ¿Qué hacer?
Los cuatro jóvenes dirigentes de la Asociación Freudiana se afanan, se reúnen con los jefes de la Tehran University of Medical Sciences, me envían reseñas. Me doy cuenta de que me envían mensajes para que lea entre líneas. Respondo de la misma manera. El hospital psiquiátrico donde Mitra es retenida responde a esa Universidad. El director médico se hace cargo de que está tratando con una VIP, y de que ella no está loca del todo, solo obstinada. No habrá electroshocks. No habrá más inyecciones. Y he aquí que el sábado pasado, 2 de febrero, el doctor Ghadiri autoriza a Mitra a conectarse.
Emoción: ¡un mail de Mitra! Está bajo llave desde hace seis semanas, no ha perdido nada de su soberbia: «Tengo acceso a Internet gracias al temor que vosotros causáis entre estos cretinos. Es el signo de un cambio radical en su actitud. Esto muestra la diferencia que existe entre un doctor Ghadiri y N.». Una verdadera iraní. Ella le haría frente a la Tierra entera.
Mis interlocutores me hacen comprender con medias palabras que recibirán encantados a los miembros de la ECF que enseñarán Freud y Lacan. ¿Es este el rescate? Respondo: «It would be a golden opportunity for us» («Sería para nosotros una ocasión de oro»). El Quai d’Orsay nos desaconseja ir allí: «Primum non nocere» («Lo primero es no hacer daño»). Proust ya señalaba el gusto de los diplomáticos por los proverbios. Entonces, ¿por qué no agregar allí la máxima de un sabio chino: «Contar con las propias fuerzas»? Es lo que haremos. Psicoanalistas, amigos del psicoanálisis y de las libertades, ¡un esfuerzo más, con el ejemplo de Mitra!