Читать книгу ¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido - Страница 8
ОглавлениеCAPÍTULO I
MARX, ENGELS, LENIN: SOCIALISMO Y DICTADURA DEL PROLETARIADO
“El obrero deberá conquistar un día la supremacía
política para asentar la nueva organización del trabajo;
deberá dar al traste con la vieja política que sostienen
las viejas instituciones… Pero nosotros jamás hemos
pretendido que para lograr este objetivo sea preciso
emplear en todas partes medios idénticos”.
Carlos Marx
El Congreso de la Haya
8 de septiembre de 1872
Marx: la dictadura del proletariado y la primera fase de la sociedad comunista
creemos pertinente señalar, desde ya, que, en el inmenso caudal de escritos filosóficos, económicos y políticos de autoría de Carlos Marx, la cuestión de la dictadura del proletariado y del socialismo29, aparentemente, pareciera estar relegada a un segundo plano.
Lo referido, acaso tenga su explicación en la circunstancia de que Marx centró su atención explícita, prioritariamente, en el papel del Estado en la sociedad burguesa y en la comunista -tomada esta como formación económica y social30, que, durante su desarrollo, comprende al menos dos fases-, que es, por lo demás, una forma de apuntar a la cuestión fundamental de toda revolución: el poder político.
De lo dicho, no se debería colegir que Marx no le haya brindado la debida atención a la dictadura del proletariado, que, justamente, representa la forma política del poder de los trabajadores correspondiente a la primera fase de la sociedad comunista. Por el contrario, si bien es cierto que Marx escribió relativamente poco sobre ambas, no es menos cierto que -con su capacidad y claridad proverbiales- nos legó la caracterización de esa fase, que sirvió de plataforma, tanto a Engels como a Lenin, para desarrollar la teoría sobre el Estado, la dictadura del proletariado y la sociedad comunista, y formular algunas hipótesis y tesis acerca de sus propiedades fundamentales.
En su obra La ideología alemana, Marx señaló: “…que toda clase que aspire a implantar su dominación…tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada”31. En otras palabras, el proletariado, al conquistar el poder, debe asegurar que sus objetivos son los mismos que los de la abrumadora mayoría de la población en un país dado.
En 1847, en su obra Miseria de la filosofía, respondiendo al posicionamiento francamente pequeñoburgués de Proudhon y sintetizando las tesis de economistas y pensadores anteriores a él sobre la lucha de clases, Marx formuló lo que aquellos nunca plantearon, a saber, que la liberación de la clase explotada en la sociedad burguesa implica la creación de una nueva sociedad: “La existencia de una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad fundada en el antagonismo de clases. La emancipación de la clase oprimida implica pues, necesariamente, la creación de una sociedad nueva. Para que la clase oprimida pueda liberarse, es preciso que las fuerzas productivas ya adquiridas y las relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de otras. De todos los instrumentos de producción, la fuerza productiva mas grande es la propia clase revolucionaria”32.
De allí que una de las tareas cardinales de la otrora “clase oprimida” -ahora, emancipada- será sustituir “…la antigua sociedad civil por una asociación que excluya las clases y su antagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de las clases dentro de la sociedad civil”33.
En otras palabras, después de llevar a cabo la revolución social, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad dividida en clases -y con ella el antiguo poder político o Estado- por un nuevo tipo de sociedad, ya que el Estado o poder político organizado existe, solo y exclusivamente, en una sociedad conformada por clases antagónicas.
Meses más tarde, en el Manifiesto del Partido Comunista, Marx acrecentó ciertos pormenores a la cuestión del lugar y misión del proletariado a fin de que este pueda alcanzar sus objetivos, enfatizando que “…el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante… El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas”34.
Cabe aquí resaltar el nuevo elemento conceptual acrecentado por Marx a sus primigenias ideas sobre el Estado, que -se nos figura- tienen gran significado doctrinario, y que -dicho sea de paso- no dejó de ser advertido y debidamente evaluado y comentado por Lenin35: Marx traza un signo de identidad entre el nuevo Estado y el proletariado organizado como clase dominante.
Pero, haremos aquí una nueva digresión, obligados por las frecuentes críticas de que fue y es objeto la Unión Soviética, que tiene como común denominador otro de los mitos creados por los enemigos del socialismo soviético, de acuerdo con el cual la idea de centralizar todos los medios de producción en manos del Estado proletario tendría como autor a Stalin.
Entre los más severos críticos se encuentra Orlando Millas, a quien irritó sobremanera lo que él denominó “estatismo” en la URSS, es decir, la centralización de todos los medios de producción en manos del Estado.
Millas aseguró que en algún momento Marx se refirió a esta posibilidad -la de centralizar en manos del Estado proletario los medios de producción-, resultante de la victoria sobre la resistencia de los “expropiadores burgueses”. Pero Marx -según Millas- habría agregado que ese acto “… sería simultáneo al desaparecimiento del Estado, no concibiendo que pudiera funcionar una economía moderna como monopolio estatal”36. Según Millas el estatismo no tiene su origen en Marx, sino en Stalin37.
La aseveración de Millas en lo que atañe al “desaparecimiento del Estado”, como se torna evidente a la luz de los comentarios que han precedido, no se corresponde con lo formulado por Marx ni menos con las ideas de Engels y Lenin, por eso, aquí, no redundaremos en ello.
La recién citada y estricta formulación de Marx sobre el papel del Estado en la época de la “dictadura revolucionaria del proletariado” (“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado”), da un mentís rotundo a todos aquellos que, no sabemos a ciencia cierta sobre qué base, desconocen este inequívoco postulado marxista y atribuyen a Stalin lo que ellos llaman “estatismo”, esto es la centralización de todos los medios de producción en manos del Estado.
Por lo referido, y por si algún defensor del anti-estatismo considera que el citado planteamiento de Marx no es suficiente, acaso un postulado análogo de la autoría de F. Engels en su obra Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring, pueda contribuir a convencer a los refractarios: “El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y convierte, en primer lugar, los medios de producción en propiedad del Estado”38.
Como se puede constatar, la responsabilidad del “estatismo”, por ahora, hay que atribuírsela por entero a Marx y Engels.
Pero, como el objeto de las opiniones es la Unión Soviética de los años 20 a los 90 del siglo XX, para determinar, en este caso, si Millas dirigió su crítica a la persona correcta, veamos qué postuló Lenin, concretamente, a este respecto, pues siempre, a través de los años, mostró y demostró la coherencia de su pensamiento sobre esta cuestión trascendental para la fase de creación de las bases de la sociedad socialista39.
Iniciemos, pues, nuestro peregrinaje a través de los postulados de Lenin, con un enunciado teórico suyo -formulado un mes antes de la Gran Revolución de Octubre-, que nos permitirá darle un nuevo y rotundo mentís a los partidarios de los malabares teóricos e históricos: “Somos partidarios del centralismo y del ‘plan’, pero de un centralismo y de un plan del Estado proletario”40.
Recuérdese que Lenin ya había formulado el principio general del centralismo del Estado en la época de la dictadura del proletariado.
Cuando todavía hablar del papel del Estado en la economía era pura teoría en la Rusia capitalista, pero esta vez refiriéndose, concretamente, al capitalismo de Estado, Lenin apuntó: “Un ingenioso socialdemócrata alemán de los años 70 del siglo pasado dijo que el correo era un modelo de economía socialista. Muy justo. El correo es hoy una empresa organizada al estilo de un monopolio capitalista de Estado… Derroquemos a los capitalistas, destruyamos, con la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de estos explotadores… y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica y libre del “parásito”, que pueden plenamente poner en marcha los mismos obreros unidos, contratando a técnicos, inspectores y administradores y retribuyendo el trabajo de todos ellos… con el salario de un obrero… Organizar toda la economía nacional como lo está el correo… bajo el control y la dirección del proletariado armado: ése es nuestro objetivo inmediato. Ese es el Estado que necesitamos, ésa es la base económica sobre la que debe descansar”41.
Los anti-estatistas, de ayer -principalmente, los trotskistas- y de hoy, argumentan que los enunciados de Lenin sobre el papel del Estado en la economía y el capitalismo de Estado o son tomados fuera de contexto por los defensores del “centralismo” o, pura y simplemente, Lenin no estuvo de acuerdo con el “centralismo” en la economía.
En los días que precedieron a la Gran Revolución, lo que implica, indefectiblemente, que, de nuevo, estamos pisando un terreno puramente teórico, Lenin volvió a corroborar su punto de vista ya enunciado, pero, esta vez lo hizo teniendo como objeto al Estado en la primera fase de la sociedad comunista: “Contabilidad y control: eso es lo principal que se necesita para “poner a punto” y hacer que funcione bien la primera fase de la sociedad comunista. En ella, todos los ciudadanos se convierten en empleados a sueldo del Estado, el cual no es otra cosa que los obreros armados. Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de un solo ‘consorcio’ del Estado… El Estado proletario tiene que ser un ‘patrono’ prudente, celoso y hábil, un buen comerciante al por mayor…”42.
Las susodichas tesis de Lenin sobre el Estado en la época de la dictadura del proletariado, expuestas antes de la revolución, no se alteraron ni un ápice cuando le tocó estar al frente del Estado en la Rusia Soviética. Así, en 1918, comentó: “La economía de Rusia en la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en sus primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado… a la manera comunista, por cuanto, primero, está abolida la propiedad privada sobre los medios de producción y, segundo, porque el poder proletario del Estado organiza en escala nacional la gran producción en las tierras y empresas estatales, distribuye la mano de obra entre las diferentes ramas de la economía y entre las empresas, distribuye entre los trabajadores inmensas cantidades de artículos de consumo pertenecientes al Estado”43.
Y, luego, Lenin explicó algo que, sin dudas, provocó y provocará estupor y escozor en más de algún anti-estatista: “El proletariado, al derrocar a la burguesía y conquistar el poder político, se ha convertido en la clase dominante: tiene en sus manos el poder del Estado, dispone de los medios de producción ya socializados…”44.
En esa aseveración de Lenin pareciera haber algo inopinado, por cuanto identifica la propiedad de los medios de producción estatizados como entes “ya socializados”. En realidad, lo que mostró la práctica es que el primer paso en el camino de la socialización de los medios de producción fue su estatización; más tarde, quizás mucho más tarde, debería haber llegado el momento de su socialización propiamente tal.
De la afirmación de Lenin dimana la idea de que era tal su convencimiento de que el desarrollo de la sociedad y del Estado iría por esos derroteros, que se podía considerar a los medios de producción estatizados como socializados, porque, para él, lo relevante era que el poder político estaba en manos del proletariado. Y, en fin de cuentas, lo que importaba era de qué manera se irían a utilizar los medios estatizados, con qué fines.
La presunción nuestra encuentra su corroboración en el hecho de que fue el propio Lenin que explicó su aseveración: “La organización de la gran producción industrial por el Estado y el tránsito del ‘control obrero’ a la ‘administración obrera’ de las fábricas y ferrocarriles están ya realizados en sus rasgos más importantes y fundamentales…”45, lo que -agregamos nosotros- puede ser interpretado como la relación directa de los “administradores” -léase: los trabajadores organizados- con “su cosa”, con “su propiedad”, que es lo que se supone ocurrirá en la sociedad socialista desarrollada.
Pero, veamos qué sucedía en la Rusia Soviética en aquel tiempo. Y, para ello, qué mejor que recordar una de las primeras medidas del Poder Soviético triunfante: la creación del Consejo Superior de la Economía Nacional (CSNE), en diciembre de 1917, cuya principal función era “ocuparse de organizar la actividad económica de la nación y los recursos financieros del gobierno… confiscar, requisar, embargar y obligar a las diferentes ramas de la industria y del comercio a sindicalizarse y tomar todas las medidas concernientes a la producción, el reparto de los productos y de los recursos financieros del gobierno”46. ¡Qué mejor expresión de centralismo estatal!
Con todo, como lo que importa es mostrar la visión “estatista” del marxista Lenin -ya sea tanto en lo atinente al “capitalismo de Estado”, como medida de política económica indefectible en las condiciones de Rusia, como al propio Estado proletario en su papel de agente económico en la época de la dictadura del proletariado- insistamos en encontrar, en el inmenso caudal de su obra, otros datos que nos permitan demostrar que sus planteamientos en torno de esta cuestión fueron inmutables y persiguieron un objetivo, indiscutiblemente, preciso: la transformación de la atrasada economía rusa -fundamentalmente, campesina- a través de la creación de ciertas relaciones capitalistas de producción -controladas, es claro, por el Estado Soviético-, como uno de los recursos para crear las bases materiales de la economía socialista.
Es en esa constatación donde se encuentran los enunciados categóricos de Lenin, de un lado, acerca de la inevitabilidad, del capitalismo de Estado, y, de otro sobre la omnipresencia del Estado proletario en la economía: “…cuando una empresa capitalista gigantesca se convierte en monopolio, sirve a todo el pueblo. Si se convierte en monopolio de Estado, el Estado (o sea, la organización armada de la población, de los obreros y los campesinos, en primer lugar, si se trata de un régimen de democracia revolucionaria) dirige toda la empresa… en interés de la democracia revolucionaria, en cuyo caso ello será precisamente un paso hacia el socialismo” 47.
Pero el susodicho “paso hacia el socialismo”, debido a las condiciones que se crearon en ese tránsito para que las relaciones capitalistas de producción florecieran y se desarrollaran, fue un fenómeno no exento de graves riesgos y problemas, sobre todo sociales. Por lo que -¡quién otro sino el Estado proletario!- debía velar por que ese proceso no se le escapara de las manos.
Por ello, Lenin alertó a los bolcheviques acerca del gran riesgo que acarrearía la NEP: “Todo el problema -tanto en teoría como en la práctica- consiste en encontrar los métodos acertados de cómo se debe llevar precisamente el inevitable (hasta cierto grado y por un plazo determinado) desarrollo del capitalismo al cauce del capitalismo de Estado, en qué condiciones hacerlo y cómo asegurar, en un futuro próximo, la transformación del capitalismo de Estado en socialismo. El paso de la explotación de empresas en régimen de concesión al socialismo es el paso de una forma de gran producción a otra forma de gran producción”48.
Es, precisamente, allí donde está el quid de la cuestión y las inevitables interrogantes: siendo el socialismo -por definición- el “monopolio capitalista de Estado” “puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista”, ¿qué forma y contenido caracterizaron y, acaso, caracterizarán a la economía socialista en la época de la dictadura del proletariado, cuando todos los ciudadanos sean “empleados de un solo consorcio del Estado”? ¿Qué será esto en otras palabras?
¿No es lo encima descrito el más puro monopolio del Estado en la economía o el “estatismo” o “centralismo” que no le gustaba y continúa sin gustarle a los anti-estatistas?
De allí, Lenin, siempre preocupado de que los bolcheviques y el pueblo soviético comprendieran los fenómenos que tenían lugar en la sociedad, en enero de 1923, constató: “Ni siquiera a Marx se le ocurrió decir una sola palabra de esto y murió sin dejar ni una cita precisa ni indicaciones irrefutables… nuestro capitalismo de Estado se diferencia del capitalismo de Estado, comprendido literalmente, en que el Estado proletario tiene en sus manos no sólo la tierra, sino también las ramas más importantes de la industria… dado que en nuestro país… a este poder estatal pertenecen todos los medios de producción…(cuando tanto los medios de producción como el suelo en que se halla enclavada la empresa y toda ella en su conjunto pertenecen al Estado)”49.
¡Que manifestación más clara del monopolio del Estado en la economía!
Por ello, hablar de “estatismo” y “centralismo” ante tal aserto leninista sería-como quien dice- un infantilismo.
La cuestión que se coloca aquí estriba en consideraciones elementales de lógica: en las condiciones históricas imperantes en que la Rusia Soviética se vio obligada a subsistir -relaciones de producción precapitalistas, abrumadora mayoría de pequeños y medianos campesinos, nivel elevadísimo de analfabetos, resistencia violenta de parte de la burguesía desplazada del poder, intervención militar extranjera y guerra civil, falta de cuadros calificados en las filas bolcheviques, amenazas permanentes de nuevas agresiones militares, bloqueo económico del país de los Soviets, nacionalización y expropiación de los medios de producción, de la tierra entre otros, de la banca, monopolio del comercio externo, etcétera, etcétera, etcétera- ¿podría haber habido alguna alternativa al sector estatal de la economía como principal motor de desarrollo y de conservación del régimen que pretendía construir el socialismo en Rusia? La respuesta cae por su propio peso: ¡No, no había!
Por tanto, de los postulados de Lenin se sigue que los críticos del “estatismo” o han interpretado incorrectamente a Marx, Engels y Lenin o, lisa y llanamente, los han ignorado con la nada loable finalidad de criticar por inercia a Stalin.
En suma, de todo lo expuesto anteriormente -y entendemos por qué-, dimana una avasalladora verdad: en lugar de haber “responsabilizado” a Stalin por el “estatismo”, Millas y los otros críticos deberían haber dirigido su “dedo acusador” a la persona de Lenin, que, en verdad, fue el impulsor de la política económica “centralista” -siguiendo consecuentemente las enseñanzas de Marx y Engels- y de la creación de un poderoso sector estatal de la economía.
Ya hablamos de la institución, un mes después del triunfo de la revolución, del CSEN. Y, si a ella acrecentamos la creación, primero, de la GOELRO y luego del GOSPLAN, tendremos el cuadro macizo y completo del origen del monopolio del Estado en la economía soviética. Pero -hay que decirlo- no solo y tanto por razones ideológicas, sino, principalmente, porque las condiciones objetivas así lo exigieron.
Los que conocen la lucha de Lenin y luego la de Stalin por acabar con la burocracia, tanto en el seno del aparato de Estado como en el partido, con la falta de educación, formación profesional y cultura del proletariado ruso -herencia de su reciente pasado campesino- y del propio campesinado -casi en su totalidad analfabeto en el momento del triunfo de la revolución social-, con las secuelas de la NEP -la reactivación de relaciones capitalistas, con todas las lacras inherentes a ellas-, agravado todo ello por la lucha, abierta y encubierta, de los sectores anticomunistas de la población, con la amenaza permanente de una nueva agresión externa, entienden que el proceso de socialización total del patrimonio socialista o la reducción significativa del rol del Estado en la economía en construcción, en tales condiciones, era, lisa y llanamente, inviable.
Por consiguiente, durante más de treinta años, las condiciones objetivas en que se desarrolló la URSS continuaron determinando que la propiedad socialista de los medios de producción permaneciera en manos del Estado.
Cabe referir que son estos dos factores -la planificación centralizada y el dominante sector estatal en la economía- los que, de ningún modo, encajan en la visión de la economía socialista que Millas tuvo. Y es allí donde está, precisamente, su encono contra la economía centralmente planificada y el papel monopolista del Estado en la economía, lo que es enteramente comprensible en el caso de la segunda, por cuanto la real socialización de la propiedad socialista podría haber sido implementada por las autoridades soviéticas a partir de mediados de los años 50 del siglo pasado.
Con todo, es incomprensible e inaudito que Millas, que creyó conocer en profundidad la realidad soviética de finales de los años 80, no haya tenido conocimiento de la utilización del producto excedente global o renta nacional que se hacía en la URSS -incluso en los peores tiempos, cuando el socialismo ya estaba agonizante-, porque su convencimiento de que el “socialismo” en la Unión Soviética tenía “… rasgos aún más atrasados y perniciosos que en muchos países donde impera el capitalismo”50 no tenía ningún fundamento, a no ser sus raras impresiones y, sin duda, el ánimo de denostar lo que nunca consiguió conocer y asimilar bien.
Se puede considerar -sin espacio para grandes dudas- que la posibilidad de socializar, de modo adecuado, la propiedad centralizada en manos del Estado surgió después de restañadas las profundas heridas provocadas por la guerra de agresión de la Alemania nazi, cuando la Unión Soviética dejó de experimentar, efectivamente, el peligro de una nueva agresión imperialista.51 En términos cronológicos exactos, ello debería haber tenido lugar a partir de los años 1953-1955.
Lamentablemente, Stalin falleció y Jruschov se hizo del poder, malogrando todos los planes de desarrollo del socialismo y de la URSS.
Retomemos, ahora, los postulados de Marx.
Cuatro años más tarde, en la Carta a Joseph Weydemeyer, del 5 de marzo de 1852, Marx vuelve a abordar, una vez más, la cuestión -acaso principal del marxismo para los marxistas- acerca de la inevitabilidad de que la lucha de clases conduzca al establecimiento de la dictadura del proletariado: “Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases solo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción (…); 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...”52.
Como queda en evidencia en el extracto de la citada carta a Weydemeyer, Marx ve a la dictadura revolucionario-democrática del proletariado -resultado inevitable de la lucha de clases- como un poder estatal meramente temporal, de transición, cuya esencia es, precisamente, ser una suerte de puente que -agregamos nosotros, salvaguardadas las premisas teóricas esenciales del ideario marxista-leninista- deberá, ineluctablemente, conducir a la edificación de una sociedad sin clases y, por consiguiente, sin Estado.
En su obra Crítica del Programa de Gotha -que, entre sus vastos escritos, es la que analiza en mayor detalle el período de transición del capitalismo al comunismo, y de la futura sociedad comunista- Marx definió, concisamente el lugar y contenido de la dictadura del proletariado: “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”53.
Al analizar la susodicha conclusión de Marx, Lenin llamó la atención hacia el hecho de que, con anterioridad, Marx había planteado esta cuestión de una forma un tanto diferente, a saber: el proletariado, para alcanzar su liberación, debería derrocar a la burguesía, tomar el poder político en sus manos y establecer su dictadura revolucionaria. Mientras que en el nuevo planteamiento de Marx, se podía observar la aclaración de que la transformación de la sociedad capitalista a la comunista no podría ser alcanzada sin “un período político de transición”, siendo la dictadura revolucionaria del proletariado, en este período, el único tipo de Estado posible.
En presencia de este nuevo “elemento”, Lenin se pregunta. “Ahora bien, ¿cuál es la actitud de esta dictadura ante la democracia? Hemos visto que el Manifiesto Comunista coloca sencillamente juntos dos conceptos: ‘la transformación del proletariado en clase dominante’ y ‘la conquista de la democracia’. Sobre la base de cuanto queda expuesto, puede determinarse con mayor exactitud cómo se transforma la democracia durante la transición del capitalismo al comunismo”54.
Por otro lado, Marx definió de manera magistral las propiedades de esa primera fase de la sociedad comunista: “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”55.
Por tanto, en este período de transición continuarán existiendo fuertes vestigios de la sociedad anterior, que debe ser transformada radicalmente, si se pretende construir un nuevo sistema económico y social. Entre otros vestigios, en una primera instancia, el antiguo derecho subsiste, lo mismo que algunas instituciones de la formación precedente: “Congruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad -después de hechas las obligadas deducciones- exactamente lo que le ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo”56.
En otras palabras, según Marx, en la primera fase del comunismo tiene lugar el mismo principio que regula el intercambio de mercancías en el capitalismo, porque aquí se trata de un intercambio de valores equivalentes. Ciertamente, el contenido y la forma varían, debido a que en las nuevas condiciones lo único que se puede vender es el trabajo, y la propiedad privada está limitada a los medios individuales de consumo de las personas.
De lo referido, Marx concluye que “… el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el régimen de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales… El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo”57.
En el ya citado trabajo Crítica del Programa de Gotha, Marx explica que la distribución de los bienes de consumo es resultado de la distribución de las condiciones de producción. Y dicha distribución es una propiedad característica del modo de producción, a saber: en el modo capitalista de producción las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan en forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, en tanto que los trabajadores son únicamente propietarios de la fuerza de trabajo. Distribuidos de ese modo los elementos de producción, la distribución de los bienes de consumo es, pura y simplemente, una consecuencia natural. “Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta”58.
Calificando a los referidos vestigios de “insuficiencias” o “defectos”, Marx subrayó que ellos -los defectos- “… son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso parto. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica, ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”59.
Por tanto, en la primera fase socialista, del comunismo, no podrá aún haber “…ni justicia ni igualdad: subsistirán las diferencias…; pero no podrá existir la explotación del hombre por el hombre, pues será imposible apoderarse, a título de propiedad privada, de los medios de producción, las fábricas, las máquinas, la tierra, etc.”60.
Dicho de otro modo, uno de los “defectos” capitales de la economía y, consecuentemente, de la sociedad socialista o de la primera fase del comunismo es regirse por el principio: “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según su trabajo”, pero de suyo se comprende que dicho principio rige porque las condiciones económicas y sociales de esta fase de desarrollo de la sociedad comunista así lo determinan.
Entretanto, precisamente para mitigar el efecto de las insuficiencias de la primera fase de la sociedad comunista, particularmente la desigualdad heredada de la sociedad capitalista, Marx concluye que el derecho socialista debe ser desigual, esto es, tiene que perseguir la eliminación de las desigualdades: “A igual rendimiento y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual”61.
Aquí, surge, obligatoriamente, la pregunta de ¿por qué Marx aseveró que, en la sociedad socialista, algunos de sus miembros obtienen una participación mayor en el fondo social de consumo, esto es, más bienes que otros?
A esto Marx respondió: porque “… unos individuos son superiores física o intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad, de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un obrero como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes de los individuos, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento… unos obreros están casados y otros no; unos tienen más hijos que otros, etc., etc.” 62
Entretanto, Marx, consciente de la necesidad de que el contenido, esto es, las propiedades esenciales que caracterizan a la imperfecta primera fase de la sociedad comunista, cuyo Estado es la dictadura del proletariado, fuera asimilado sin sombras de ambigüedades, en su obra Las luchas de clase en Francia de 1848 a 1850, explicó: “Este socialismo es la… dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”63.
En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, refiriéndose a la necesidad de que el Estado surgido de la revolución social no solo lleve a cabo las necesarias transformaciones económicas y sociales, sino, además, destruya la máquina estatal burguesa, señala: “Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor” 64. Y abundando sobre esta cuestión, en La Guerra Civil en Francia, Marx enfatiza: “Pero la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está, y a servirse de ella para sus propios fines” 65.
En la Carta a Kugelman, del 12 de abril de 1871, Marx reitera su idea acerca de la necesidad de destruir la máquina burguesa del Estado, sobre todo la burocrático-militar: “Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario (…), verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París. ¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisienses!” 66.
Será, justamente, la Comuna de París la que servirá de paradigma a Marx para elaborar su estudio sobre el nuevo tipo de Estado, porque los comuneros parisienses, de hecho, crearon un Estado que, en rigor, era la “…antítesis directa del Imperio… El grito de ‘república social’, con que la revolución de febrero fue anunciada por el proletariado de París, no expresaba más que el vago anhelo de una república que no acabase solo con la forma monárquica de la dominación de clase, sino con la propia dominación de clase. La Comuna era la forma positiva de esta república”67.
Y si esa Comuna consiguió resistir y subsistir “…fue únicamente porque, a consecuencia del asedio, se había deshecho del ejército, sustituyéndolo por una Guardia Nacional, cuyo principal contingente lo formaban los obreros… La Comuna estaba formada por los consejeros municipales, elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. Ahora se trataba de convertir este hecho en una institución duradera. Por eso, el primer decreto de la Comuna fue para suprimir el ejército permanente y sustituirlo por el pueblo armado”68.
Además, el gobierno revolucionario de los comuneros privó a la policía del gobierno central de sus atributos políticos, transformándola en un instrumento de la Comuna “…responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos debían desempeñarlos con salarios de obreros… Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos del poder material del antiguo gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represión, el poder de los curas, decretando la separación de la Iglesia del Estado y la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles”69.
El proletariado “… no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla par décret du peuple. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán completamente las circunstancias y los hombres”70.
Se estuvo, pues, por primera vez en la historia de la humanidad -aunque solo por 71 días-, en presencia de la auténtica antinomia del Estado burgués: todos los cargos públicos fueron elegibles y revocables en cualquier momento, siendo los salarios de los funcionarios iguales a los de un obrero; el ejército y la policía dejaron de ser instrumentos de la represión de una mayoría por una absoluta minoría; la represión, en ese breve lapso de tiempo, fue ejercida por la mayoría; todas las instituciones de enseñanza fueron puestas gratuitamente a disposición de la población.
En suma, la Comuna de París fue “… esencialmente, un Gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo… Emancipado el trabajo, todo hombre se convierte en trabajador, y el trabajo productivo deja de ser un atributo de una clase”71.
Ahí está la esencia de la cuestión: la Comuna fue “la forma política al fin descubierta”, esto es, el tipo de organización estatal de la que el proletariado triunfante podrá valerse para alcanzar su emancipación total.
Entretanto, Marx señala que la “sociedad actual” es la sociedad capitalista, que existe en todos los países civilizados. “Sin embargo, los distintos Estados de los distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tienen de común el que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna sociedad burguesa, aunque esta se halle en unos sitios más desarrollada que en otros, en el sentido capitalista. Tienen también, por tanto, ciertos caracteres esenciales comunes. En este sentido, puede hablarse del ‘Estado actual’, por oposición al futuro, en el que su actual raíz, la sociedad burguesa, se habrá extinguido”72.
Es esta aserción de Marx la que da cuenta del otro elemento capital relacionado con el Estado “futuro”, esto es, con el Estado de la sociedad socialista madura, que, producto de su propio desarrollo, se extinguirá.
Ahora bien, los “defectos” -a los que se ha hecho mención reiteradamente- serán superados en el transcurso del desarrollo de la segunda fase de la sociedad comunista: “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!”73.
Como se puede ver, el enunciado principio de la sociedad comunista desarrollada difiere, pues, radicalmente del principio que caracteriza a la primera fase de dicha sociedad. Y, de su comparación, quedan en evidencia las características cardinales de ambas fases de la sociedad comunista.
Federico Engels: el origen y la extinción del Estado
“El Estado moderno, cualquiera que sea su forma,
es una máquina esencialmente capitalista, un Estado
de los capitalistas: el capitalista total ideal”.
Federico Engels
Correspondió a Federico Engels -el más fiel y brillante colaborador de Marx- el mérito de desarrollar y completar en los más variados ámbitos la doctrina marxista, y particularmente lo atinente al análisis de la primera y segunda fase de la sociedad comunista, destacándose, especialmente, sus investigaciones sobre el Estado.
De todas las obras de Engels en las que se abordan los susodichos tópicos, hay tres que descuellan por abundar, vasta y profundamente, en ellos. Nos referimos, en orden cronológica, a la Carta a August Bebel, del 18-28 de marzo de 1875, al Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring y, finalmente, a la más conocida, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
No obstante el orden cronológico aludido -y por parecernos incomparablemente más didáctico y abarcador el análisis sobre el surgimiento del Estado contenido en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, publicado en 1884, esto es, nueve años más tarde que la Carta a Bebel y seis años después del Anti-Dühring- nosotros recurriremos, primeramente, al enfoque llevado a cabo por Engels en dicha obra.
En efecto, Engels, tras un nutrido y extenso estudio de las obras y apuntes de Marx, de sus propias investigaciones y, muy especialmente, de las de Lewis Henry Morgan -célebre etnógrafo, historiador y arqueólogo norteamericano, que centró sus pesquisas, en el transcurso de más de cuarenta años, en las sociedades primitivas- muestra, podríamos decir, paso a paso, cómo la sociedad antigua, basada en las uniones gentilicias, se va destruyendo por efecto del conflicto surgido entre las clases recién formadas y va dando lugar a una nueva sociedad organizada en Estado, esto es, una sociedad en la que el régimen familiar está totalmente sometido a las relaciones de propiedad y en la que se desarrollan las contradicciones de clases y, consecuentemente, la lucha entre ellas.
Como se sabe -y de acuerdo con la interpretación materialista del mundo-, el factor determinante en la historia de la humanidad es la producción y la reproducción, de un lado, de la fabricación de medios de existencia, comprendidos los instrumentos que producen dichos medios; y, de otro lado, la reproducción de los propios hombres.
Ahora bien, según Engels, el orden social en que se organizan los hombres en las diversas épocas y países se halla determinado por esos dos tipos de producción, a saber, por el grado de desarrollo de la producción, por un lado, y de la familia, por otro. Cuanto menos desarrollada sea la producción, más escasos son los productos y, por consiguiente, menor la riqueza de la sociedad y mayor la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social.
Consecuentemente, cuando se está en presencia de la disolución de la sociedad basada en los lazos de parentesco, la productividad del trabajo aumenta ininterrumpidamente, de lo que resulta el surgimiento y desarrollo de la propiedad privada y del cambio, la diferencia de riquezas, la posibilidad de explotar la fuerza de trabajo ajena y, por consiguiente, el antagonismo de clase, que desembocará -debido a las tentativas de los nuevos elementos sociales, en el transcurso de generaciones, por adaptar el viejo régimen social a las nuevas condiciones-, ineluctablemente, en una revolución completa.
Abordando de lleno la cuestión del origen del Estado, Engels señaló que en ninguna parte podría seguirse mejor su formación que en la antigua Atenas.
Según Engels, en la constitución griega de la época heroica aún podía verse llena de vigor la antigua organización gentilicia, si bien, al mismo tiempo, se podía observar el principio de su decadencia.
Entre otras causas de la decadencia de la gens, Engels apuntó al derecho paterno con herencia de la fortuna por los hijos, que facilitaba la acumulación de las riquezas en la familia y hacía de esta un poder contrario a la gens; al impacto de la diferencia de fortuna sobre la constitución social mediante la formación del embrión de una nobleza hereditaria y una monarquía; a la esclavitud que, al principio solo había abarcado a los prisioneros de guerra, ahora, había derivado en la esclavización de los miembros de la tribu, y hasta de la gens; a la antigua guerra entre tribus, que había degenerado en correrías sistemáticas por tierra y por mar para apoderarse de ganados, esclavos y tesoros, lo que había llegado a ser una industria más.
Todo lo anterior había conducido a que la fortuna fuese apreciada y considerada como un bien supremo, abusándose de la antigua organización de la gens para justificar el robo de las riquezas por medio de la violencia.
En suma, concluye Engels, no faltaba más que una cosa: “…una institución que no sólo asegurase las nuevas riquezas de los individuos contra las tradiciones comunistas de la constitución gentil, que no solo consagrase la propiedad privada antes tan poco estimada e hiciese de esta santificación el fin más elevado de la comunidad humana, sino que, además, imprimiera el sello del reconocimiento general de la sociedad a las nuevas formas de adquirir la propiedad, que se desarrollaban una tras otra, y por tanto a la acumulación, cada vez más acelerada, de las riquezas; en una palabra, faltaba una institución que no solo perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda… Y esa institución nació… Se inventó el Estado”74.
Así pues, en Atenas, por lo menos en la primera fase de la evolución, se puede apreciar cómo surgió y se desarrolló el Estado, “…en parte transformando los órganos de la constitución gentil, en parte desplazándolos mediante la intrusión de nuevos órganos y, por último, remplazándolos por auténticos organismos de administración del Estado, mientras que una ‘fuerza pública’ armada al servicio de esa administración del Estado, y que, por consiguiente, podía ser dirigida contra el pueblo, usurpaba el lugar del verdadero ‘pueblo en armas’ que había creado su autodefensa en las gens, las fratrías y las tribus”75.
Ahora, el primer intento de formación del Estado consistió en destruir las relaciones gentilicias, introduciéndose en cada gens la división de los miembros en privilegiados y no privilegiados, y a estos últimos, en dos clases, de acuerdo con su oficio, oponiéndolas mutuamente.
Engels refiere que, por efecto del desarrollo de la industria y del comercio, la división del trabajo se había ampliado más y más entre los diferentes sectores de la producción: agricultura y oficios manuales, estos con múltiples subdivisiones, tales como el comercio, la navegación, etc. “La población se dividía ahora, según sus ocupaciones, en grupos bastante bien determinados, cada uno de los cuales tenía una serie de nuevos intereses comunes para los que no había lugar en la gens o en la fratría y que, por consiguiente, necesitaban nuevos funcionarios que velasen por ellos”76.
De ese modo, la nueva sociedad desbordaba cada vez más el ámbito de la organización social de la gens.
Entretanto, el Estado en cierne continuaba su proceso de consolidación. Los nuevos grupos sociales originados por la división del trabajo, primero entre la ciudad y el campo, después entre los diversos sectores de la producción en las ciudades, crearon nuevas instituciones para defender sus intereses, y surgieron funciones públicas de todo tipo.
Así, paso a paso, la organización de la sociedad gentilicia fue perdiendo terreno a favor del Estado: “Luego, el joven Estado tuvo, ante todo, necesidad de una fuerza propia, que en un pueblo navegante, como eran los atenienses, no pudo ser primeramente sino una fuerza naval, usada en pequeñas guerras y para proteger los barcos mercantes” 77.
Tras la creación de dicha fuerza naval, fue el turno de la policía, formada por esclavos. Por lo que Engels concluye: “La formación del Estado entre los atenienses es un modelo notablemente típico de la formación del Estado en general, pues, por una parte, se realiza sin que intervengan violencias exteriores o interiores… por otra parte, hace brotar directamente de la gens un Estado de una forma muy perfeccionada, la república democrática…”78.
De allí que Engels afirmara enfáticamente que “…el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera a la sociedad…Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado: es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del ‘orden’. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”79.
Así pues, el Estado, al surgir de la necesidad objetiva de contener los antagonismos de clase, se caracterizó por ser el “… Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado antiguo era, ante todo, el Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado”80.
Como hemos podido constatar, de acuerdo con las investigaciones de Marx, Engels y Morgan, el Estado no siempre existió.
La historia de la humanidad nos ha mostrado que hubo sociedades que prescindieron absolutamente del Estado; es más, no tuvieron la menor noción acerca de él. Sin embargo, la sociedad, al llegar a una determinada fase de su desarrollo económico, se dividió en clases, condicionando la necesidad del surgimiento del Estado.
No obstante, no sería correcto concluir de dicha constatación que el Estado y, por consiguiente, las clases son eternas. A este respecto, Engels puntualiza: “Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce”81.
Llegamos así a la conclusión sobre la inevitabilidad de la desaparición del Estado y de las clases, que es la cuestión que, prioritariamente, nos importa, porque estos dos fenómenos tienen lugar en el transcurso de la edificación de la sociedad comunista.
Se nos antoja que, con independencia del pormenorizado análisis que Engels hace en la recién citada obra sobre el origen del Estado, es en la Carta a August Bebel que aborda la cuestión central: la extinción de la “máquina del Estado”.
Haciendo una crítica asaz acerba del programa del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, entre otros tópicos, Engels se refirió al concepto de Estado, que el partido, bajo la influencia lasalleana, introdujo en dicho programa: “El Estado popular libre se ha convertido en el Estado libre. Gramaticalmente hablando, Estado libre es un Estado que es libre respecto a sus ciudadanos, es decir, un Estado con un Gobierno despótico. Habría que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara más de la cuenta esto del Estado popular, a pesar de que ya la obra de Marx contra Proudhon, y luego el Manifiesto Comunista dicen claramente que, con la implantación del régimen social socialista, el Estado se disolverá por sí mismo [sich auflöst] y desaparecerá”82.
Quizás sea en esta citación en la que encontramos formulada de manera concisa la idea sobre la extinción del Estado, que viene a sumarse al planteamiento de Marx, esta vez formulada de dos formas: 1) la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra, esto es -y como ya tuvimos la oportunidad de leer-, según Marx, era “la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo”. En otras palabras, la Comuna, de por sí, era ya un Estado del nuevo tipo, y, como tal, en vías de extinción; 2) “el Estado se disolverá por sí mismo” -o lo que es igual o semejante, agregamos nosotros- se diluirá, se descompondrá, se extinguirá poco a poco.
Engels, reafirmando su planteamiento inicial, acrecienta lo siguiente: “Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra ‘Comunidad’ [Gemeinwesen], una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa ‘Commune’”83.
Retomando la cuestión que Marx ya había dejado suficientemente esclarecida sobre la imposibilidad de que en la primera fase del comunismo -el socialismo- haya igualdad, Engels puntualizo: “La concepción de la sociedad socialista como el reino de igualdad, es una idea unilateral francesa, apoyada en el viejo lema de ‘libertad, igualdad, fraternidad’; una concepción que tuvo su razón de ser como fase de desarrollo en su tiempo y en su lugar, pero que hoy debe ser superada, al igual que todo lo que hay de unilateral en las escuelas socialistas anteriores, ya que sólo origina confusiones, y porque además se han descubierto fórmulas más precisas para presentar el problema”84.
Sin embargo, en la carta que nos ocupa, Engels nada acrecienta sobre las “fórmulas más precisas para presentar el problema” de la concepción de la sociedad socialista. Sí lo hace en el Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring, acaso una de sus obras más acabadas en el ámbito de la filosofía, la economía política y la teoría del Estado.
En la susodicha obra, Engels vuelve a referirse a la génesis del Estado, pero, ahora, circunscribiéndola al capitalismo: “El modo de producción capitalista, transformando progresivamente en proletarios a la gran mayoría de la población, crea la fuerza obligada a realizar esa transformación, so pena de perecer. Al empujar cada vez más a los grandes medios sociales de producción a convertirse en propiedad del Estado, el mismo modo de producción muestra el camino para realizar aquella transformación. El proletariado toma el poder del Estado y transforma primero los medios de producción en propiedad estatal. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clase y, con ello, el Estado como tal. La sociedad, hasta el presente movida entre los antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea, de una organización de la correspondiente clase explotadora, para mantener las condiciones exteriores de producción, y, por tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión… determinadas por el modo de producción existente”85.
De donde se sigue que, si la clase opresora necesitó del Estado para mantener por la fuerza a la clase explotada en condiciones de opresión, el proletariado necesitará de su fuerza -o, lo que es lo mismo, de la violencia- para, primero, tomar el poder político en sus manos y, luego, habiendo tomado dicho poder, para aplastar la resistencia de la clase despojada de la máquina estatal y de los medios de producción.
Criticando la feble argumentación de Dühring acerca de la violencia en la historia, Engels, en términos azaz mordaces, señala que el lloroso Dühring “… no dice una palabra de que la violencia desempeña también otro papel en la historia, un papel revolucionario; que, en palabra de Marx, es la comadrona de toda vieja sociedad preñada de otra nueva; que es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas políticas rígidas y muertas”86.
Años más tarde, en 1891, en el prefacio a la obra de Marx La guerra civil en Francia, Engels vuelve a reafirmar su punto de vista sobre la necesidad objetiva de destruir la máquina estatal burguesa, enfatizando: “La Comuna hubo de reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que, para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que suprimir toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento”87.
De todo lo expuesto por Engels hasta aquí, se desprende forzosamente que, cuando el proletariado toma el poder político en sus manos, esto es, inicia su dictadura, primero, transforma la propiedad de los medios de producción y, junto con ello, comienza la tarea de destruir la máquina estatal burguesa. “En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía; y, en el mejor de los casos, un mal que se transmite como herencia al proletariado triunfante en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, lo mismo que hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los lados peores de este mal, entretanto que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado”88.
Por consiguiente, el nuevo Estado, por esencia socialista -tras haber cumplido las funciones y tareas inherentes a la primera fase del comunismo, sobre lo que se hablará en pormenor más adelante- irá perdiendo, en la sociedad socialista, paulatinamente, su razón de ser: en un determinado momento, ya no habrá ni clases ni Estado.
Es, justamente, en este contexto que Engels señala lo siguiente: “El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad -la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad- es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de un poder estatal en las relaciones sociales va haciéndose progresivamente superflua en un terreno tras otro, y acaba por languidecer. En lugar del gobierno sobre las personas aparece la administración de las cosas y la dirección de los procesos de producción. El Estado no ‘se suprime’, sino que se extingue”89.
El Estado que, en épocas pasadas, había sido “el representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero no lo era sino en la medida en que era el Estado de aquella clase que representaba en su tiempo a toda la sociedad”, pasaba, ahora, a ser, efectivamente, el representante de toda la sociedad o -mejor aún- de la aplastante mayoría de la sociedad: “Cuando el Estado se convierta, finalmente, en representante efectivo de toda la sociedad, será por sí mismo superfluo”90.
De donde se sigue que lo que Engels tenía in mente era, indefectiblemente, la idea del nuevo Estado -o, en otras palabras, el producto de la actividad creativa de la dictadura del proletariado-, por esencia, comunista, que, habiéndose desarrollado sobre su propia base, se torna superfluo, “languidece” y se “extingue”.
Lenin: la dictadura del proletariado
“Científicamente, dictadura no significa más
que un Poder no limitado por nada, no
restringido por ninguna ley, absolutamente
por ninguna regla, un Poder que se apoya
directamente en la violencia”.
Lenin
Entre las numerosas contribuciones teóricas al marxismo realizadas por Lenin, hay tres, que por su significado -tanto en el ámbito teórico como en el práctico- sobresalen: 1) la ley de la desigualdad del desarrollo económico y político del capitalismo, de la cual se podía inferir que el socialismo podría triunfar en varios países capitalistas o incluso en un solo país; 2) la utilización del “capitalismo de Estado” para crear la base económica de la edificación de la sociedad socialista; 3) el sistema de cooperativas, como forma de socializar al campesinado ruso.
Las tres susodichas cuestiones constituirán el meollo del próximo capítulo dedicado a la labor teórica y práctica de Lenin, razón por la cual, en este lugar, serán objeto de una menor atención, priorizándose aquí el análisis de otros tópicos teóricos que son parte de la inmensa contribución de Lenin al desarrollo del marxismo.
Estamos convencidos de que la obra que mejor expone y permite asimilar la esencia de la teoría marxista del Estado, sin sombras de dudas, es El Estado y la revolución, acaso uno de los trabajos teóricos marxistas más importantes del siglo XX, que mucho contribuyó a enriquecer y divulgar el pensamiento marxista.
Partiendo de la constatación formulada, intentaremos sintetizar todo lo expuesto hasta aquí acerca de la lucha de clases, el Estado, la dictadura del proletariado y la primera fase de la sociedad comunista, recurriendo para el efecto al pensamiento leninista, aunque sin circunscribirnos únicamente a la obra aludida.
En las palabras finales a su El Estado y la revolución, Lenin -a despecho de lo que se podría suponer, debido al análisis magistral que hace de la dictadura del proletariado, como si esta forma de Estado ya hubiese existido- esclarece: “Escribí este folleto en los meses de agosto y septiembre de 1917. Tenía ya trazado el plan del capítulo siguiente, del VII: La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917. Pero, a excepción del título, no tuve tiempo de escribir ni una sola línea de dicho capítulo: vino a ‘estorbarme’ la crisis política, la víspera de la Revolución de Octubre de 1917. ‘Estorbos’ como éste sólo pueden causar alegría”91.
Pero, el valor teórico y práctico de la obra de marras no radica puramente en el hecho de que Lenin haya desenvuelto y enriquecido el pensamiento marxista sobre el Estado, sino, además, porque -fiel a la práctica revolucionaria y partidaria de Marx y Engels- defiende al marxismo de todos sus enemigos, tanto de los ideólogos burgueses y, especialmente, pequeñoburgueses, como de los pseudo socialistas -eseristas y mencheviques rusos-, de los socialdemócratas, de los falsificadores del marxismo -los casos de Kautsky y Berstein fueron paradigmáticos-, de los social-chauvinistas, los anarquistas y, entre otros más, de Plejánov, el exmarxista y exrevolucionario ruso.
No obstante lo referido, acaso el otro mérito cardinal de esta obra de Lenin estriba en su papel de divulgador del pensamiento de Marx y Engels sobre el Estado, la dictadura del proletariado, el socialismo, la violencia y otras cuestiones teóricas de gran importancia para lo que se conoce hoy -dicho sea de paso, muy justificadamente- como marxismo-leninismo.
Sin embargo, sería injusto ceñir el análisis de Lenin sobre el Estado, la dictadura del proletariado y el socialismo al citado estudio, pues son numerosos los trabajos en que aborda este trascendental tema, entre muchos otros, podemos hacer mención a ¿Qué es el Poder soviético?, La Economía y la política en la época de la dictadura del proletariado, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, Las tareas de la revolución, El I Congreso de la Internacional Comunista, Para la historia del problema de la dictadura, Las tareas de la III Internacional, amén de los informes a los diversos congresos del Partido Comunista (b) de Rusia.
Por ello, de modo de evitar las extensas citaciones que hace Lenin de pasajes de las obras de Marx -y que, por lo demás, en gran parte ya han sido reproducidas-, nos limitaremos a exponer algunos de sus planteamientos teóricos contenidos en sus nutridas obras, particularmente sobre la lucha de clases, el Estado y la dictadura del proletariado en Rusia.
En su artículo Federico Engels, escrito en 1895, Lenin, al recordar la contribución teórica de los fundadores del comunismo científico, señaló: “Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es un producto necesario del sistema económico existente… que no serán las tentativas bienintencionadas de generosos individuos aislados, sino la lucha de clase del proletariado organizado lo que liberará a la humanidad de las calamidades que la agobian…fueron los primeros en dilucidar…que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta y el resultado ineluctable del desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita ha sido hasta ahora la historia de la lucha de clases… Y toda lucha de clases es una lucha política”92.
Así pues, Lenin nos hace recordar una de las cuestiones fundamentales del marxismo, a saber, que “la lucha de clase del proletariado organizado” conducirá, ineluctablemente, a la eliminación de la propiedad privada y la anárquica producción capitalista, esto es, a la dictadura del proletariado.
Es en relación con este postulado que Lenin esclarece que lo fundamental en la doctrina marxista no se reduce al reconocimiento de la lucha de clase, como pretenden sus falsificadores burgueses.
Marxista -según Lenin- es únicamente aquel que reconoce la lucha de clases y la dictadura del proletariado, porque circunscribir el marxismo solo a la primera “…significa limitarlo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía… En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que debe contrastarse la comprensión y el reconocimiento verdaderos del marxismo”93.
En sus tesis presentadas al I Congreso de la Internacional Comunista, en 1919, profundizando sus ideas acerca de la teoría de la dictadura del proletariado, señaló el papel de la fuerza o violencia, como una de las propiedades y, al mismo tiempo, función del Estado del nuevo tipo: “La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podía llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores”94.
Meses más tarde, en Un saludo a los obreros húngaros, Lenin juzgó pertinente esclarecer el papel de la violencia en el período de la dictadura del proletariado, enfatizando que la esencia de esta no estriba únicamente en la violencia, puesto que su misión cardinal es la organización y disciplina del proletariado al objeto de construir una sociedad socialista sin clases. Y ello “… no puede alcanzarse de un golpe; ello exige un período de transición bastante largo del capitalismo al socialismo, tanto porque reorganizar la producción es empresa difícil, como porque se necesita tiempo para introducir cambios radicales en todos los dominios de la vida y porque la enorme fuerza de la costumbre de dirigir de un modo pequeñoburgués y burgués la economía, sólo puede superarse en una lucha larga y tenaz”95.
Con todo, concluye su saludo con las siguientes palabras: “¡Camaradas obreros húngaros!... Si entre los socialistas que acaban de unirse a vosotros, a la dictadura del proletariado, o entre la pequeña burguesía surgiesen vacilaciones, aplastadlas sin piedad. El paredón es lo que merecen los cobardes en la guerra”96.
Y en Las tareas de la III Internacional, escrito solo un mes más tarde, Lenin se detiene a explicar el significado de la auténtica libertad e igualdad para el proletariado, porque este necesita abolir las clases, que es donde precisamente estriba la esencia de la democracia proletaria, de la libertad proletaria respecto del capitalista, de la igualdad de los trabajadores, que derrocaron el capital y el capitalismo: “A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores… hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa… Los capitalistas siempre han llamado ‘libertad’ a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros”97.
Teniendo como telón de fondo dicha constatación, Lenin afirma, de modo perentorio, que, en cuanto se mantengan las clases, hablar de libertad e igualdad no es más que un embuste burgués: “El proletariado toma el poder, se convierte en clase dominante… aplasta a la burguesía… da la libertad y la igualdad verdaderas a los trabajadores (lo que es realizable únicamente con la abolición de la propiedad privada de los medios de producción), les da no sólo ‘derechos’, sino el disfrute real de lo que ha sido arrebatado a la burguesía… Quien no ha comprendido este contenido de la dictadura del proletariado (o, lo que es lo mismo, del Poder soviético o de la democracia proletaria) emplea en vano estas palabras”98.
Al realizar esta constatación, Lenin, adelantándose a su época, formula una conclusión de singular importancia histórica: “Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma; todos esos Estados son, de una manera o de otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. Como es natural, la transición del capitalismo al comunismo no puede por menos de proporcionar una ingente abundancia y diversidad de formas políticas; mas la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado”99.
Entretanto, riguroso en los conceptos, Lenin apunta hacia la principal diferencia existente entre la dictadura del proletariado y demás dictaduras: “La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la de otras clases… consiste en que la dictadura de los elementos feudales y de la burguesía era la represión violenta de la resistencia de la inmensa mayoría de la población, esto es, de los trabajadores. Por el contrario, la dictadura del proletariado es la represión violenta de la resistencia de los explotadores, es decir, de una insignificante minoría de la población… De aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia, hablando en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el mundo al goce efectivo de la democracia… por las clases trabajadoras”100.
En relación con la cuestión del cambio de las instituciones que la dictadura del proletariado debería traer consigo, Lenin comenta la aseveración de Marx, formulada por este en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte acerca de que todas las revoluciones “perfeccionaron” la máquina del Estado, en vez de “destruirla”, resaltando que, en esa notable aserción, “… el marxismo da un gigantesco paso adelante en comparación con el Manifiesto Comunista. Allí, la cuestión del Estado se planteaba todavía de un modo abstracto en extremo... Aquí se plantea de un modo concreto, y la conclusión a que se llega es exacta y precisa en grado superlativo, prácticamente tangible: todas las revoluciones anteriores perfeccionaron la máquina del Estado, pero lo que hace falta es romperla, destruirla. Esta conclusión es… lo fundamental, en la teoría del marxismo acerca del Estado”101.
Y, para que no haya lugar a interpretaciones antojadizas, Lenin, perentorio, enfatizó: “Hemos dicho ya antes… que la doctrina de Marx y Engels sobre la ineluctabilidad de la revolución violenta se refiere al Estado burgués. Este no puede ser sustituido por el Estado proletario… mediante la ‘extinción’, sino sólo, como regla general, mediante la revolución violenta”102.
Por tanto, “lo fundamental” en la teoría marxista sobre el Estado es su exigencia de destruir la máquina estatal burguesa: “La destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx… Pero a él sólo lleva prácticamente la democracia soviética, o proletaria, pues, al incorporar las organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e ineludible del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado”103.
Entretanto, no hay que ignorar que la época de la dictadura proletaria se caracteriza por una lucha encarnizada de los dos sistemas: el capitalista -desplazado de las palancas del poder y económicas- y el socialista, emergente y, por ende, endeble.
Acerca de dicha lucha, Lenin escribe en su artículo La economía y la política en la época de la dictadura del proletariado: “Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún”104.
Por consiguiente, habiendo una lucha sin cuartel entre los dos sistemas, de suyo se comprende que solo puede tratarse de la lucha de clases. De allí que Lenin, reiterando las tesis de Marx y Engels, señaló: “Y las clases han quedado y quedarán durante la época de la dictadura del proletariado… Las clases han quedado, pero cada una de ellas se ha modificado…han variado igualmente las relaciones entre ellas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado, lo que hace es adoptar otras formas… Mientras subsistan las clases, mientras la burguesía derribada en un país decuplique sus ataques contra el socialismo en el terreno internacional, seguirá siendo indispensable esa dictadura”105.
Sin embargo, en su artículo Con motivo del cuarto aniversario de la Revolución de Octubre, Lenin esclareció que lo que habían llevado a cabo el pueblo ruso y los bolcheviques era solo el inicio de la gran revolución social: entre el 7 de noviembre de 1917 y el mes de enero de 1918, la revolución democrático-burguesa había sido llevada a su término. Pero -según Lenin- era necesario avanzar hacia la revolución socialista: “Con plena conciencia, de manera firme e inflexible seguimos adelante, hacia la revolución socialista, sabiendo que no está separada de la revolución democrático-burguesa por una muralla china, sabiendo que sólo la lucha decidirá en qué grado conseguiremos (en fin de cuentas) avanzar, qué parte de nuestra tarea inconmensurablemente elevada llevaremos a cabo, qué parte de nuestras victorias consolidaremos”106.
Siempre didáctico -y precaviéndose de los inevitables ataques de los reformistas y pseudo socialistas, que no habían entendido la correlación existente entre la revolución democrático-burguesa y la revolución proletaria socialista- esclareció que la primera se transforma en la segunda. “La segunda resuelve de paso los problemas de la primera. La segunda consolida la obra de la primera. La lucha, y solamente la lucha, determina hasta qué punto la segunda logra rebasar a la primera… El régimen soviético es precisamente una de las confirmaciones o manifestaciones evidentes de esta transformación de una revolución en otra… es el máximo de democracia para los obreros y los campesinos y, a la vez, significa la ruptura con la democracia burguesa y el surgimiento de un nuevo tipo de democracia, de alcance histórico-universal: la democracia proletaria o dictadura del proletariado”107.
Y lo primordial para que la revolución socialista triunfara definitivamente estribaba en la construcción de una economía socialista, en las difíciles condiciones de la Rusia Soviética, definida por Lenin, como un país de pequeños burgueses. Por eso, la lucha de clase se daba con acentuado vigor también en la esfera económica: “La economía de Rusia en la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en sus primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado al modo comunista: -en escala única de un enorme Estado- contra la pequeña producción mercantil, contra el capitalismo que sigue subsistiendo y contra el que revive sobre la base de esta producción”108.
Pero las consecuencias de la guerra, la ruina, el sabotaje, el peligro de una nueva agresión imperialista -recién acabada la intervención de las potencias capitalistas que había catapultado la guerra civil-, el descontento y, consecuentemente, la peligrosa oscilación de millones de campesinos pequeños y medianos entre la revolución y la contrarrevolución, la devastación física y moral del país, obligaron al Poder Soviético a retroceder, “a transar para avanzar”.
Porque lo anterior, concatenado a lo que desde el primer momento los bolcheviques habían esperado -se podría decir, incluso con desmedida ansiedad-, a saber, que el proletariado de los países más desarrollados de Europa, en primer lugar de Alemania, llevase a cabo la revolución socialista poniendo fin al cerco capitalista que rodeaba a la Rusia Soviética, había fracasado.
En efecto, había llegado el mes de marzo de 1921, y todos los movimientos y levantamientos revolucionarios en los países de Europa Occidental habían sido, prácticamente, sofocados por la fuerza. Esto fue fundamento suficiente para que Lenin, en su Informe al X Congreso del Partido Comunista (b) de Rusia señalara: “En estos tres años hemos aprendido a comprender que las esperanzas puestas en la revolución internacional no significan que la revolución vaya a estallar a plazo fijo… Por eso debemos saber amoldar nuestra actuación a las correlaciones de las fuerzas de las clases en nuestro país y en otros países, de modo que estemos durante largo tiempo en condiciones de mantener la dictadura del proletariado… Un planteamiento así será el único justo y sensato”109.
El repliegue de la revolución en su relación con el capitalismo, fue suficientemente explicado por Lenin -entre otras de sus obras- en el artículo Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo, en los siguientes términos: “Sólo el marxismo ha definido con exactitud y acierto la relación entre las reformas y la revolución, si bien Marx tan sólo pudo ver esta relación bajo un aspecto, a saber: en las condiciones anteriores al primer triunfo más o menos sólido, más o menos duradero del proletariado, aunque sea en un solo país. En tales condiciones, la base de una relación acertada era ésta: las reformas son un producto accesorio de la lucha de clase revolucionaria del proletariado…Después del triunfo, ellas (aunque en escala internacional sigan siendo el mismo ‘producto accesorio’) constituyen, además, para el país en que se ha triunfado, una tregua necesaria y legítima en los casos en que es evidente que las fuerzas, después de una tensión extrema, no bastan para llevar a cabo por vía revolucionaria tal o cual transición”110.
La adopción del “capitalismo de Estado”, aun cuando no respondía en absoluto a los principios enunciados por Marx y Engels acerca de la revolución proletaria, según Lenin, se encuadraban, por entero, en la doctrina marxista, pues el propio Marx había declarado que sus enseñanzas no eran un dogma, sino, más bien, una guía para la acción.
Por ello, sin perjuicio de la teoría marxista, y considerando los serios problemas que enfrentaba el Poder Soviético, había que ser capaz de alterar el rumbo, particularmente cuando las condiciones objetivas así lo determinaban: “Las dificultades son inmensas. Estamos acostumbrados a luchar contra las dificultades inmensas… Pero hemos aprendido también, al menos hasta cierto punto, otro arte imprescindible en la revolución: la flexibilidad, el saber cambiar de táctica con rapidez y decisión, partiendo de los cambios operados en las condiciones objetivas y eligiendo otro camino para nuestros fines si el que seguíamos antes no resulta conveniente o posible en un período determinado”111.
Y refiriéndose a la introducción de aquellas medidas, con claro contenido capitalista, en la economía que se quería socialista, Lenin, a guisa de justificación, señaló: “Calculábamos -o quizá sea mejor decir: suponíamos, sin haber calculado suficientemente- que con órdenes directas del Estado proletario podríamos organizar al modo comunista, en un país de pequeños campesinos, la producción estatal y la distribución estatal de lo producido. La vida nos ha hecho ver nuestro error. Han sido necesarias diversas etapas transitorias -el capitalismo de Estado y el socialismo- para preparar el paso al comunismo con el largo trabajo de una serie de años... Eso es lo que nos ha enseñado la vida, lo que nos ha enseñado el desarrollo objetivo de la revolución”112.
No obstante, Lenin -seguro de que los pasos dados al adoptar el “capitalismo de Estado” tenían, en ese momento, como finalidad primordial preservar el Poder Soviético, la única fuerza capaz de garantizar la edificación de la sociedad socialista- informó al pueblo soviético que dichas medidas tenían un carácter eminentemente provisorio y habían sido apropiadamente ponderadas: “Nos hemos replegado hacia el capitalismo de Estado. Pero nos hemos replegado en la medida debida… Cuanto más conscientes y unidos efectuemos este repliegue necesario, cuanto menores sean los prejuicios con que lo llevemos a cabo, tanto más pronto podremos detenerlo, tanto más firme, rápido y amplio será después nuestro victorioso movimiento de avance”113.
El objetivo cardinal de Lenin era utilizar el “capitalismo de Estado” como plataforma para, en un plazo breve, crear una gran industria, que le permitiera al Poder Soviético aprovechar los inmensos recursos naturales existentes en el país, al mismo tiempo que ello posibilitaría el suministro de bienes de diversa índole al campesinado a cambio de lo fundamental: el pan, lo que, concomitantemente, contribuiría a evitar que el campesinado se pusiese al lado de la contrarrevolución.
De allí que, en múltiples oportunidades, Lenin haya insistido en que el futuro y la salvación de Rusia no estaban únicamente en una buena cosecha ni tampoco en una exitosa industria ligera, pues, en su opinión, eso no bastaba; era necesaria “… además, una industria pesada. Pero para ponerla en buenas condiciones serán precisos varios años de trabajo”114.
Con bastante frecuencia, crítico y autocrítico, Lenin, en los más diversos foros y momentos, reconoció, insistentemente, que los bolcheviques habían cometido numerosos errores. Pero, su crítica, sobre todo, estaba dirigida contra las deficiencias de la burocracia estatal, que había heredado todas las taras del antiguo aparato de Estado, y de cuyo buen funcionamiento dependía, en gran medida, la plasmación de las políticas con contenido y forma socialistas.
En el Informe al IV Congreso de la Internacional Comunista, del 5 de noviembre de 1922, Lenin realizó una severa crítica que abarcó varias esferas de la vida de la Rusia Soviética: “Es indudable que hemos cometido y cometeremos aún muchísimas torpezas. Nadie puede juzgarlas mejor ni verlas más claramente que yo… ¿Por qué cometemos torpezas? La razón es sencilla: primero, porque somos un país atrasado; segundo, porque la instrucción en nuestro país es mínima; tercero, porque no recibimos ninguna ayuda de fuera. Ni uno solo de los países civilizados nos ayuda. Por el contrario, todos actúan en contra nuestra. Y cuarto, por culpa de nuestro aparato estatal. Hemos heredado el viejo aparato estatal y ésta ha sido nuestra desgracia”115.
Era en el aparato estatal donde estaba precisamente -y vendría a estar siempre- el talón de Aquiles del Poder Soviético, y Lenin, que bien conocía el problema y las consecuencias que ello traía consigo, incansablemente, sin cesar, incluso hasta en los últimos días de su vida, instó a los bolcheviques a resolver esta cuestión trascendental para el triunfo del socialismo en Rusia.
No obstante lo referido, Lenin, supo justipreciar altamente la lucha del pueblo ruso -que había culminado con la victoria de la revolución socialista-, y ser -por decirlo así- un ejemplo para el proletariado mundial: “Pero tenemos derecho a enorgullecernos y nos enorgullecemos de que nos haya correspondido la felicidad de iniciar la construcción del Estado soviético, de iniciar así una nueva época de la historia universal, la época de la dominación de una clase nueva, oprimida en todos los países capitalistas y que avanza por doquier hacia una vida nueva, hacia la victoria sobre la burguesía, hacia la dictadura del proletariado, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y de las guerras imperialistas”116.
29 En realidad, Marx, prácticamente, no habla de socialismo, siendo Lenin quien explica que lo que suele entenderse por socialismo, para Marx es la “primera fase de la sociedad comunista”. Véase: V. I. Lenin. OE. Tomo VII, p. 37.
30 La “formación socio-económica” -según Marx- abarca todos los aspectos de la vida social en su interrelación orgánica. En la base de cada formación socioeconómica se desarrolla un cierto modo de producción. Las relaciones de producción, tomadas en su conjunto, conforman la esencia de esta formación. Al sistema de estas relaciones de producción -que conforman la base económica de la formación social y económica- le corresponde una superestructura política, jurídica e ideológica y ciertas formas de conciencia social. En la estructura de la formación socioeconómica están incorporadas no solo las relaciones económicas, sino también todas las relaciones sociales que existen en una sociedad dada, así como ciertas formas de vida, familia, modo de vida, etc. Precisamente, considerando el concepto de “formación socioeconómica”, Marx unió la variedad de acontecimientos históricos en un solo sistema integrado, determinó los tipos históricos (etapas) definidos de la historia y formas de comunicación entre ellos. Como resultado de ello, llegó a la conclusión de que, en su desarrollo, la humanidad había transitado y debería transitar por cinco tipos de “formaciones socioeconómicas”, a saber: primitiva, esclavista, feudal, capitalista y comunista. Las causas del cambio de “formación socioeconómica” es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La superación de esta contradicción en el curso de la revolución social conduce al cambio de la formación. Con el cambio de la base de la sociedad, también cambia todo el sistema de relaciones superestructurales.
31 К. Маркc Ф.Энгельс: Сочинения. Издание второе. Государственное Издательство Политической Литературы, Москва, 1955. Том 2. Стр. 32. (C. Marx y Federico Engels: Obras. En adelante OC).
32 Carlos Marx: Miseria de la filosofía o respuesta a la filosofía de la miseria de Proudhon, Siglo XXI editores, S. G. México 1987, p. 120-121.
33 Ibid., p. 121.
34 C. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista, p. 56-57. Vide: Orlando Millas. Memorias 1957-1991. Una disgresión. Santiago de Chile, Ediciones ChileAmérica CESOC, 1996, p. 272-273.
35 Vide: V. I. Lenin. Op. Cit., p. 9.
36 Orlando Millas. Op. Cit., p. 272-273.
37 Ibid., p. 272.
38 F. Engels. Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring. Fundación Federico Engels, Madrid 2014, p. 375-376 (subrayado en itálica por Engels).
39 Es conocida la afirmación de Lenin sobre esta cuestión, constante de su escrito Acerca del infantilismo “izquierdista” y del espíritu pequeñoburgués: “A fin de que el lector se convenza de que no hago sólo hoy, ni mucho menos, una ‘alta’ apreciación del capitalismo de Estado, sino que la hice también antes de la toma del poder por los bolcheviques, me permito reproducir la siguiente cita de mi folleto La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, escrito en septiembre de 1917…”. Vide: V. I. Lenin. OE. Tomo VIII, p. 66-67. Una expresión semejante es usada por Lenin en su famosa obra El impuesto en especie, escrita en el mes de abril de 1921. Vide: V. I. Lenin. OE. Tomo XII, p. 31.
40 V. I. Lenin. OE. Tomo VII. ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?, p. 127 (subrayado por Lenin y por el autor).
41 V. I. Lenin. OE. Tomo VII. El Estado y la revolución, p. 19-20.
42 V. I Lenin. OE. Tomo VII, p. 38 (subrayado de Lenin y del autor); Tomo XII, p. 71 (subrayado de Lenin y del autor).
43 V. I. Lenin. OEE. Tomo III, La economía y la política en la época de la dictadura del proletariado, p. 156.
44 Ibid., p. 159 (el primer subrayado es de Lenin; el segundo, del autor).
45 I bid., p. 157.
46 “Декрет ВЦИК и СНК об учреждении Высшего совета народного хозяйства. 2(15) Декабря 1917”. Российский государственный архив социально-политической истории. Ф. 2 Оп. 1. Д. 4877. Л. 1-2 (“Decreto del Comité Ejecutivo Central de toda la Unión y del Consejo de Comisarios del Pueblo sobre la institución del Consejo Superior de la Economía Popular”. Archivo Estatal Ruso de Historia Política y Social).
47 V. I. Lenin. OE. Tomo VII, p. 86-87.
48 Ibid. Tomo XII, p.35, 36.
49 Ibid., p. 122, 142, 159, 161.
50 Orlando Millas. Op. Cit., p. 244, 245.
51 Entre los años 1946 y 1952, Stalin tuvo como principal tarea crear los fundamentos de la industria de armas nucleares y de los misiles de largo alcance, en respuesta a las amenazas abiertas de Truman y Dulles de utilizar su monopolio ofensivo nuclear para doblegar a la URSS, que, supuestamente, se había transformado en su principal enemiga.
52 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo I, p. 283.
53 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 9.
54 V. I. Lenin. OE. Tomo VII, p. 33 (subrayado por Lenin).
55 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 5 (subrayado por Marx).
56 Ibid.
57 Ibid.
58 C. Marx y F. Engels. Ibid. Tomo III, p. 6.
59 Ibid., p. 6.
60 V. I. Lenin. OE. Tomo VII, p. 35 (subrayado por Lenin).
61 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 6.
62 Ibid. (Subrayado por Marx).
63 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo I, p. 147 (subrayado por Marx).
64 Ibid., p. 253.
65 Ibid. Tomo II, p. 127.
66 Ibid. Tomo II, p. 244-245 (subrayado por Marx).
67 Ibid., p. 128.
68 Ibid.
69 Ibid., p. 128-129 (subrayado por Marx).
70 Ibid., p. 130-131.
71 Ibid., p. 130.
72 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 9.
73 Ibid.
74 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 154.
75 Ibid.
76 Ibid., p. 156.
77 Ibid.
78 Ibid., p. 159.
79 Ibid., p. 181.
80 Ibid., p. 182.
81 Ibid., p. 183.
82 C. Marx y F. Engels. OE. Tomo III, p. 14 (subrayado en itálica por Engels y por el autor).
83 Ibid. (Subrayado por Engels).
84 Ibid.
85 F. Engels. Anti-Dühring. La revolución de la ciencia por el señor Eugen Dühring. Fundación Federico Engels, Madrid 2014, p. 375-376 (subrayado en itálica por Engels y por el autor).
86 Ibid., p. 263.
87 Vide: C. Marx y F. Engels. OE. Tomo II, p. 109-110.
88 Ibid., p. 110.
89 Ibid., p. 376 (subrayado por Engels).
90 Ibid.
91 V. I Lenin. OE. Tomo VII, p. 46 (subrayado por Lenin).
92 V. I. Lenin. OE. Tomo I, p. 94.
93 V. I. Lenin. Ibid. Tomo VII, p. 13.
94 V. I. Lenin. OEE. Tomo III, p. 81.
95 Ibid., p. 116.
96 Ibid., p. 117.
97 Ibid., p. 82.
98 V. I. Lenin. OE. Tomo X, p. 46 (subrayado por Lenin).
99 Ibid., p. 14 (subrayado por Lenin).
100 p. 84.
101 V. I. Lenin. OE. Tomo VII, p.11.
102 Ibíd., p. 9 (subrayado por Lenin).
103 V. I. Lenin. OEE. Tomo III, p. 85.
104 Ibíd., p. 156.
105 Ibíd., p. 159, 343.
106 Ibíd., p. 349.
107 Ibíd., p. 350.
108 Ibíd., p. 156.
109 V. I. Lenin. OE. Tomo XII, p. 8-9.
110 V. I. Lenin. OEE. Tomo III, p. 355, 356.
111 Ibíd., p. 352.
112 Ibíd., p. 352.
113 Ibíd., p. 356.
114 Ibíd., p. 396.
115 Ibíd., p. 396, 402.
116 Ibíd., p. 350.