Читать книгу Trayectorias y proyectos intelectuales - Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez - Страница 6
ОглавлениеLos artículos reunidos en este libro tratan sobre la etérea temática del pensamiento social latinoamericano. Constituyen el producto final de un trabajo iniciado por un grupo de estudiantes, en la actualidad convertidos en jóvenes investigadores, de la carrera de sociología de la Pontificia Universidad Javeriana que, junto con el profesor Samuel Vanegas Mahecha y el profesor Jaime Eduardo Jaramillo, se propusieron comprender y explicar parte del desarrollo del pensamiento latinoamericano en el siglo XX. La mejor forma de ubicar la finalidad del presente libro es reconstruyendo la historia y el desarrollo de este emprendimiento intelectual. Siguiendo esta vía, es posible visibilizar el modo como en el proceso fueron emergiendo los problemas teóricos y metodológicos que han inspirado la labor de quienes dieron inicio y continuidad al proyecto que hoy tiene su cierre con esta publicación. Tal procedimiento se justifica, no por una discusión con otras obras que se ocupan de la misma temática, sino en cuanto permite ilustrar algunos de los problemas y horizontes de investigación que surgen cuando se intenta explicar el conocimiento como elaboración social de los seres humanos.
La idea del proyecto editorial nació al interior de un grupo de debate, surgido en el 2009, denominado Semillero de Pensamiento Latinoamericano (SEPLA), coordinado por el profesor Samuel Vanegas Mahecha. El objetivo principal durante el periodo de su formación era comentar informalmente algunas lecturas sobre literatura ensayística y sociología producida en América Latina. La inquietud que marcó esta primera etapa del grupo consistió en entender por qué la producción académica del subcontinente no era estudiada como parte del núcleo formativo de las disciplinas sociales. Se partió de la sospecha, no metódicamente confirmada, de que la producción intelectual latinoamericana era apreciada como una forma de especialización académica o como una mera curiosidad intelectual. Sin embargo, a medida que los integrantes del grupo se sumergían en más debates y lecturas, se tomaba conciencia sobre la estrechez de la primera intuición. Pronto se advirtió que una cantidad de estudios dedicados al tema ocupaba a prestigiosos académicos de toda la región. Esas ideas circulaban bajo diversos nombres y temáticas. Pese a su amplia diversidad, una de ellas llamaba especialmente la atención del grupo: el pensamiento social solo puede ser entendido en relación con el entramado social.
Con las lecturas sobre pensamiento latinoamericano contemporáneo fue posible percatarse también de uno de sus rasgos más característicos: el hecho de que cada nueva generación de intelectuales trató de borrar a la anterior mediante la denuncia ideológica de sus portavoces. Así lo hicieron los científicos profesionales con los ensayistas de inicios del siglo XX, lo hicieron los dependentistas con los profesionales y, finalmente, así lo hace aun hoy el pensamiento crítico con sus predecesores. Cada generación incrimina a la anterior el no haber visto a la región latinoamericana en sus propios términos; el haberla visto a través de lentes extranjeros, puestos al servicio de las élites nacionales. La intuición de que el pensamiento latinoamericano era una curiosidad académica no se debía simplemente al entusiasmo miope de los aún no iniciados, sino a la misma lógica de investigación, que trataba de refundar su empresa sobre las ruinas de las generaciones pasadas. En este sentido, otra de las grandes conclusiones de la etapa formativa del grupo fue que cada nueva generación intelectual empieza desde cero la tarea de comprender lo específico de la tradición latinoamericana.
La segunda etapa del recorrido comenzó cuando el grupo de estudiantes reunidos en torno al ejercicio de lectura y debate decidió diseñar sus proyectos de grado en relación con los problemas suscitados. Se plantearon, entonces, el objetivo de investigar cómo se había formulado la idea de especificidad latinoamericana a lo largo del siglo XX. De esta manera, surgieron trabajos de grado que reflexionaron sobre la obra de José Carlos Mariátegui, Fernando Ortiz y Orlando Fals Borda. Esta etapa se vio avivada por la sustentación de los primeros trabajos de grado y su posterior difusión, pues pronto se sumaron al grupo nuevos estudiantes con inquietudes similares, interesados en ampliar los casos de estudio hacia otros horizontes cronológicos, geográficos y temáticos. Si se tuviese que resumir grosso modo el tipo de orientación característica de todos estos trabajos, se podría decir que en todos ellos hay un interés por entender las producciones intelectuales como problemas del desarrollo social del conocimiento. Se trataba comprender por qué los individuos entendían las relaciones sociales que ellos mismos formaban de la manera en que lo hacían, preocupación que también se puede rastrear a lo largo del libro.
En esas circunstancias, se sumó al debate el profesor Jaime Eduardo Jaramillo a principios del año 2011. Su introducción en la dinámica del grupo fue de suma importancia, porque su cercanía significó para muchos la posibilidad discutir con alguien cuya amplia trayectoria intelectual estaba consagrada, entre otras cosas, al estudio del surgimiento de la sociología colombiana. Junto con él se inició una nueva etapa del semillero y se formularon discusiones sobre los nuevos proyectos de grado y sobre las metodologías utilizadas en la investigación social de las ideas. En el centro del debate se encontraba la pregunta sobre las distintas formas de unir los textos con sus contextos. La idea era examinar una serie métodos sobre la relación entre desarrollo del pensamiento social y el desarrollo de las estructuras sociales. Era relevante, en esta última parte, responder a las preguntas: ¿en qué sentido el desarrollo de las ideas sigue el desarrollo de las estructuras sociales? y ¿de qué formas las ideas impactan la conformación de las estructuras sociales? Toda producción de conocimiento está vinculada con unas condiciones sociohistóricas específicas, pero lo que surgía como problema a indagar en este horizonte común era la manera de determinar esa relación, la identificación de rutas para describir y comprender cualquier producción intelectual en el seno de entramados sociales delimitados espaciotemporalmente; partiendo del supuesto que el caso latinoamericano no debería ser tratado como una excepción.
Con dos años de discusiones sobre el tema y nuevas investigaciones en su historial, el grupo decidió invitar a investigadores extranjeros con el objetivo de debatir los antiguos y los nuevos trabajos, conocer los contenidos y las metodologías empleadas en otras latitudes, y, tal vez, presentar los resultados de tales discusiones en un proyecto editorial. Con este objetivo en mente, se invitó en 2014 al profesor Alejandro Blanco, de la Universidad de Quilmes (Argentina), y en 2015 al profesor Sergio Miceli, de la Universidad de São Paulo (Brasil), ambos ampliamente reconocidos en la región por sus estudios sobre las élites intelectuales argentinas y brasileñas. Después de las mencionadas discusiones, el proyecto editorial tomó cuerpo, pues se presentó la oportunidad de incluir investigaciones llevadas a cabo en instituciones universitarias de otros países y así lograr una perspectiva comparada de casos particulares.
Para cuando se puso en marcha el largo proceso de edición, la mayoría de las personas que dieron origen al recorrido ya habían obtenido su título profesional. Cada uno de ellos continuó su trayectoria investigativa en temas de interés específico, teorías diversas y métodos de investigación diferentes. Sin embargo, uno de los acuerdos era evidente. La reunión de los diversos estudios debía ubicarse en función del estudio de la forma en que los seres humanos producen herramientas cognoscitivas para orientarse en los entornos que ellos mismos han creado. Simplemente se trata de concebir el desarrollo del pensamiento social bajo parámetros que parecen irrevocables para nuestra conciencia contemporánea: el pensamiento solo puede entenderse como parte del proceso de la propia construcción del ser humano bajo las condiciones históricas que él mismo ha propiciado. Proceder así, abre la posibilidad de establecer históricamente cómo se ha llegado a ver el mundo social como, en efecto, hoy en día se hace.
La presente compilación ha sido pensada como una reconstrucción comparada de las trayectorias que ha tenido el pensamiento social latinoamericano a través del desarrollo del pensamiento de los ensayistas, el surgimiento de la sociología, la institución de la crítica literaria y la trasformación de ciertos conceptos en relación con coyunturas sociopolíticas definidas en distintos momentos del proceso social colombiano y latinoamericano. El objetivo de esta organización es que el lector pueda tener ante la vista el proceso de larga duración en el curso del cual el pensamiento social se ha transformado, junto a ciertos hitos que permiten una visión comparada de cada uno de ellos.
La primera sección se ocupa de la producción ensayística de la región latinoamericana con los casos de José Enrique Rodo, José Carlos Mariátegui y Fernando Ortiz. La segunda, está dedicada a la investigación de los orígenes de la sociología en Colombia y México, mediante el retrato de las trayectorias de Camilo Torres y Orlando Fals Borda. La tercera parte está referida a la historia de la crítica literaria y del campo literario en el siglo XX, a través de la reconstrucción de los casos de António Cándido y Ángel Rama, para el caso de la crítica literaria, y de los casos de Tomás Vargas Osorio y Pedro Gómez Valderrama, para el caso de la producción literaria. Finalmente, la cuarta parte reúne trabajos que, mediante el estudio del debate de ideas, de proyectos y empresas intelectuales en coyunturas sociopolíticas específicas del siglo XX colombiano, aportan al conocimiento del complejo proceso de cambio conceptual que implica el desarrollo del pensamiento social. A continuación, se ofrecen algunas claves para leer los textos reunidos, no con el ánimo de caracterizar sistemáticamente cada uno, sino con la intención de identificar algunos de los problemas teórico-metodológicos que se encuentran en ellos.
I
Quienes reflexionan sobre la formación de las ciencias sociales en América Latina suelen concentrar sus esfuerzos en reconstruir su proceso de profesionalización, entendiéndolo como condición social sin la cual no sería posible la aparición de la investigación teórico-empírica. Bajo tal entendido, el surgimiento de científicos sociales profesionales se relaciona frecuentemente con la recepción de técnicas metodológicas renovadas, la formulación de marcos cognoscitivos innovadores y el remplazo de un intelectual amateur por un investigador con vocación empírica. De ahí, también, que la historiografía y la sociología de las ideas tradicionales se centren en comentar las diferencias teóricas entre los “viejos” y los “nuevos” paradigmas, en elaborar alguna paráfrasis de sus principales conceptos y aplicaciones, y en dar por sentado el cambio en términos de un progreso científico evidente en la transición del metafísico al investigador. Desde esta perspectiva, las primeras generaciones de científicos sociales que se asumieron como tales en América Latina tomaron dos posturas frente a lo producido en la región hasta mediados del siglo XX: o bien tendieron a ignorarlo porque lo consideraron meras especulaciones sin ningún rigor científico, o bien lo entendieron como simples ensayos que, a lo sumo, reflejaban puntos de vista parcializados, propios de la posición política de sus autores.
Los artículos que componen la primera parte de este volumen se apartan de las visiones mencionadas. Desde la mirada que los orienta, los diagnósticos elaborados por las primeras generaciones de pensadores sociales no contienen simplemente puntos de vista subjetivos, ni son tan solo la expresión de intereses de grupos particulares. Son también el producto de un genuino esfuerzo de estos hombres de letras por asimilar y entender la realidad que tenían ante sí. De acuerdo con una manera de ver que en las últimas tres décadas ha sido impulsada por las reflexiones de la crítica literaria sobre el ensayo como género (Weinberg, 2010), si hay un espacio crucial para la construcción de una consciencia cultural propia, un lugar decisivo para la producción, la resignificación y articulación colectiva de ideas en el curso del desarrollo de sociedades latinoamericanas, sería la labor ensayística de sus pensadores. En la perspectiva de quienes se ocupan en este libro de explorar sus obras, no se trata solamente de una manifestación de autenticidad cultural, de un espacio de goce estético o de confrontación ética, ni la elaboración literaria de una circunstancia espaciotemporal específica, sino de un espacio de reflexión clave para entender el desarrollo de la ciencia social en la región. No porque con ello se ponga de presente un modo idiosincrásico de producir conocimiento, sino porque se parte de la base de que, independientemente del espacio geográfico de elaboración, las ciencias sociales han encontrado en el ensayo un recurso natural de trabajo.
La reflexión sobre obras de ensayistas de la primera mitad del siglo XX en Latinoamérica se realiza con el objetivo de explicitar su visión de mundo en línea de reconstruir cómo se apropiaron de su presente histórico y caracterizar las composiciones explicativas a través de las cuales entendieron la dinámica del orden histórico social. En el estudio comparado de los diagnósticos sociales elaborados por los pensadores sociales es posible tener un acceso a la manera a través de la cual los individuos de su tiempo percibían el mundo, sin anteponer las proyecciones del propio investigador. Además de ofrecer elementos para situar estos proyectos intelectuales en perspectiva sociohistórica y entender, por esa vía, las condiciones de validez y sentido para sus autores y su tiempo, hay un esfuerzo por poner de presente la forma en que se sitúan en el curso del cambio a largo plazo del pensamiento sobre lo social y por mostrar los contornos de un legado para las ciencias sociales.
En su trabajo, Samuel Vanegas Mahecha muestra cómo, más allá del carácter ideológico que pueda ponerse de presente en las elaboraciones intelectuales de los ensayistas, sus obras pueden ser leídas en función de los problemas del cambio de las estructuras del pensamiento humano en el largo plazo. El problema sociológico de la concepción de lo humano como proceso de construcción de largo plazo, que tiene como punto de inflexión el incremento de la conciencia de esa constructividad, es la clave desde la que se examina el sentido y la contribución del Ariel, de José Enrique Rodo, en el curso del desarrollo del pensamiento social en Latinoamérica. Para dejar en claro que no se trata de un incremento constatable como totalidad en el plano de alguna conciencia individual, se muestra cómo dicha línea de cambio en la lógica del pensamiento puede reconocerse en obras de otros ensayistas sociales como José Carlos Mariátegui, Fernando Ortiz y Gilberto Freyre, situados todos en un horizonte común de problemas, definidos por la situación histórica, más o menos semejante, de sus respectivas sociedades nacionales en el seno del proceso social latinoamericano durante las primeras décadas del siglo XX.
Los otros dos artículos que dan cuerpo a la primera sección del libro son los de Sebastián Cristancho, enfocado en la comprensión de la trayectoria intelectual de José Carlos Mariátegui, y el de Adrián Celentano, referido al desarrollo y al impacto intelectual y político del concepto de transculturación de Fernando Ortiz en el ámbito cubano. En el primer trabajo, el problema central es la comprensión de la evolución intelectual del autor de los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, descrita como un proceso de apropiación situada y de resignificación del marxismo que, en función del compromiso de dar cuenta de la singularidad del proceso social peruano y como expresión del particular desarrollo del capitalismo en la región, desemboca en la formulación de una visión original del proceso histórico-social. El segundo ensayo aborda un problema que define la histórica preocupación latinoamericana por su identidad, la discusión en torno al aporte de la cultura europea y las culturas autóctonas en la configuración de las sociedades del subcontinente y su papel en el porvenir humano. En este marco, al dar cuenta del impacto que tuvo en el ámbito intelectual cubano, indica cómo el concepto de transculturación desata una controversia sobre la lógica del intercambio cultural que se convierte en una vía que posibilita acceder a una comprensión renovada y, sobre todo, más compleja del cambio social y del proceso humano, si se la compara con aquella basada en la noción de aculturación. Por esa ruta es posible soslayar tanto el fatalismo como el esencialismo a la hora de pensar la historia y el destino de América Latina y de sus respectivas naciones.
II
Al lado de aquella lectura que funda el canon de cientificidad para las ciencias sociales de la región a partir de los años cincuenta se ubica la hipótesis ampliamente difundida de que la profesionalización de las ciencias sociales fue provocada por la difusión de una ideología modernizadora, cuyos orígenes se encuentran ligados al interés geopolítico de las élites europeas y norteamericanas y al desarraigo de una élite cultural. Poca atención se le presta en esta perspectiva a la labor de los primeros profesionales como configuradores de un nuevo campo de indagación cognoscitivo. Los intelectuales latinoamericanos son, bajo tal modelo explicativo, receptores entusiastas de modelos teóricos o métodos de investigación extranjeros.
La segunda parte del presente volumen cuestiona esta perspectiva a la luz de dos tipos de lectura. Cada una de ellas es presentada por dos artículos. Se trata, en primer lugar, de estudiar la configuración de la sociología profesional en Colombia y México a través de la trayectoria intelectual y política de dos figuras emblemáticas en la formación de los respectivos campos: Camilo Torres, estudiado por Jaime Eduardo Jaramillo, para el caso de Colombia, y Lucio Mendieta y Núñez, estudiado por Natanael Reséndiz Saucedo, para el caso de México. El objetivo es reconstruir la aparición del científico profesional, ligando sus escritos y proyectos académicos con los debates intelectuales y políticos y los procesos de cambio social dentro de los cuales sus obras cobran sentido. Esto implica no solamente la recapitulación de los esfuerzos cognoscitivos llevados a cabo en el ámbito académico; también presupone dar cuenta de una práctica, de una actividad cultural y política orientada a la elaboración de legitimaciones que muchas veces desbordan los límites intelectuales nacionales y dependen de la posibilidad de configurar escenarios que permitan la circulación de ideas con intelectuales y políticos de la región. Parafraseando al sociólogo argentino Alejandro Blanco, se trata de reconstruir el debate intelectual en que una obra está inscrita, trazar la trayectoria social de su autor, así como sus proyectos y apuestas intelectuales. El objetivo es identificar las tensiones, conflictos y luchas que caracterizan en un momento determinado a un campo intelectual. En fin, las relaciones de fuerzas de sus unidades componentes (Jaramillo y Osorio, 2011, p. 158).
En segundo lugar, se trata de demostrar que el análisis de las obras científicas puede realizarse desde perspectivas historiográficas y sociológicas sin que esto implique un rechazo a la crítica epistemológica. Antes bien, una explicación empírica de las ideas exige tanto una aproximación al significado social del pensamiento como un abordaje a las justificaciones de validez que cada paradigma científico exige. Ciertamente, los autores en no pocas circunstancias se ven obligados a hacer frente a las expectativas sociales de la ciencia como a los requerimientos de validez del campo científico al mismo tiempo. Como lo exponen las investigaciones de Sylvia Riveros y Jaime Otavo, dedicadas al estudio de la obra de Orlando Fals Borda, el problema no se muestra simplemente como la lucha de coaliciones cientificistas contra idiosincrasias nacionales. Los intelectuales sienten, de hecho, esta presión como problema interno o propio. Pese a las rupturas y continuidades teóricas de un pensador, existe la posibilidad de que sus criterios de aprehensión del mundo social se encuentren fuertemente ligados a criterios valorativos. La necesidad de justificar la remanencia de elecciones valorativas muchas veces condiciona la selección de los objetos de estudio, la imagen del intelectual y la forma misma en que se presenta las investigaciones.
III
La historiografía de la literatura moderna ha debatido sobre la idoneidad de las lecturas textuales o contextuales de los textos literarios. Estas formas antagónicas de entender la obra literaria corrieron en paralelo a la preocupación más general por establecer los vínculos entre sociedad e ideas, entre textos y contextos. Las orientaciones difundidas, sobre todo durante las primeras tres décadas del siglo XX, o bien sugerían que la obra literaria reflejaba los movimientos ideológicos de una época, o bien abogaban por la autonomía del campo artístico. En consecuencia, si se seguía la primera orientación, el estudio del texto se dirigía hacia la averiguación de la procedencia social del autor, sus intereses políticos y la posible correlación entre la estructura literaria y la ideología del escritor. De seguir la segunda, el interés se centraba en el estudio de las estructuras formales que caracterizan las obras, con independencia de los acontecimientos externos.
En América Latina, el problema se planteó en torno a la temática de la identidad de la literatura local. Las preguntas se concibieron en términos de si la formación de obras literarias se daba en razón de una recepción pasiva de ideas de otras latitudes, o si, por el contrario, era posible reconstruir un canon que reflejase el carácter propio de las realidades literarias de esta región. La discusión así planteada manifestaba el predominio de una pauta de pensamiento que orientaba la investigación hacia a la búsqueda de los elementos inmutables que explicitarían los desarrollos observables en la historia de la expresión literaria en la región. La función de la crítica era, entonces, develar esta pauta invariable y juzgar la pertenencia o no de una obra al campo literario en función de su cumplimiento.
La sección dedicada al estudio de obras y crítica literaria reconstruye los esfuerzos de los intelectuales, a partir de los años treinta, por superar dicha pauta de pensamiento. Estudia, específicamente, la manera en que los escritores y los críticos latinoamericanos replantearon el dilema que presupone una lectura interna o externa de los textos. Un procedimiento así planteado permitió entender la producción literaria ya no como algo determinado por algo externo, como la sociedad o las reglas del campo, sino como un proceso de configuración social. La literatura y cada uno de sus géneros se entienden como el proceso, social e históricamente logrado, de elaboración y comunicación de determinadas experiencias. El problema de estudio es, precisamente, la explicación de cómo los individuos han logrado elaborar un tipo de reflexividad que les permita entenderse a sí mismos como personas capaces de crear ciertas experiencias y los medios para comunicarlas. Los ensayos presentados en esta sección describen estas experiencias, identifican sus condiciones de posibilidad y analizan las consecuencias que han extraído de ella los autores estudiados.
Los artículos de Laura Peña, sobre Tomás Vargas Osorio y la noción de crisis; Manuela Luengas, sobre Pedro Gómez Valderrama y la idea de historia; Jonathan Beltrán, sobre António Cândido y su propuesta de sistema literario, y de Facundo Gómez, sobre Ángel Rama y su propuesta de crítico latinoamericano, pueden ser leídos en relación con la emergencia de esta reflexividad y las experiencias que se pueden lograr con ella.
IV
Que en el siglo XX los pensadores latinoamericanos hicieron un tránsito de ideólogos partidistas hacia pensadores sociales es una afirmación bastante documentada, extendida y consensuada. Existe, también, un relativo acuerdo frente a la idea de que en ese tránsito el significado de conceptos como nación, república, Estado e historia ha cambiado. Mientras que para las primeras generaciones republicanas tales nociones parecían proyectar los deseos de fracciones sociales enfrentadas, para las generaciones posteriores, especialmente para aquellas surgidas en vísperas del primer centenario, los mismos términos reflejaban realidades totalmente distintas. Su relación con otros conceptos como lenguaje, cultura y pueblo apareció reorganizada en la pregunta ¿qué es ser latino? Lo anterior supone, para muchos, una exclusión de intereses antagónicos y el nacimiento de una historia nacional consensuada por las élites sociales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
La idea según la cual el pensamiento latinoamericano cambió en el trascurso de este siglo parece irrefutable. No obstante, tan pronto se trata de explicar la naturaleza de este cambio los consensos tienden a disiparse. En las últimas décadas el disenso ha sido tal que la idea misma de indagar qué tipo de cambio se tiene a la vista parece inverosímil. Acaso ¿se puede hablar de cambio en el sentido de un progreso en la competencia para entender la idea de pueblo en el siglo XX en Colombia?, por ejemplo. ¿Se desarrolló la concepción de república en la región? ¿Cómo ha cambiado la idea de desarrollo en el curso del proceso social de las naciones latinoamericanas? Y si pueden constatarse esta clase de cambios en el largo plazo, ¿en qué sentido se puede hablar de un desarrollo del pensamiento? Este tipo de preguntas han caído en descrédito, y con su marginación se ha perdido la posibilidad de esgrimir un criterio de comparación histórica en virtud del cual identificar las condiciones bajo las cuales las reflexiones sobre el mundo social han tomado las formas en que se les puede ver en la historia.
La trasformación conceptual puede entenderse como un paulatino desarrollo del pensamiento, en virtud del cual las interpretaciones idealizadas como modelo de explicación del orden social ceden espacio a otro modelo donde se le da preponderancia a la relación inherente entre los acontecimientos sociales. El estudio de las condiciones con las cuales los grupos de humanos pudieron elaborar o no tales conceptos resulta crucial para entender la labor del científico social ante la realidad del subcontinente. Es el compromiso con este horizonte de indagación y la apuesta por contribuir a la comprensión y explicación de los cambios que caracterizan el desarrollo del pensamiento y de la reflexión sobre lo social en el espacio intelectual latinoamericano, más allá de los diagnósticos de manual, lo que otorga unidad de propósito a los trabajos que conforman esta sección del libro.
Los cuatro ensayos consideran procesos sociales de resignificación y cambio conceptual en el largo plazo. El escrito de María Isabel Zapata explora, por ejemplo, los cambios en el ideario republicano impulsados a partir de 1910; el artículo de Diana Mora estudia la manera como es pensado el pueblo por parte de las élites en el contexto de la república liberal hacia los años treinta del siglo pasado, y el trabajo realizado por Julián Gómez destaca el significado de la labor investigativa de la Misión de Economía y Humanismo, a mediados de los años cincuenta del siglo XX en Colombia, como antecedente insoslayable del oficio riguroso y metódico del sociólogo profesional, tanto por las técnicas empleadas como por la hondura de la perspectiva sociológica desde la que, desafiando el economicismo reinante y el compromiso político, se piensa el problema del desarrollo en el país en la coyuntura histórica definida por una particular correlación de fuerzas constitutiva del entramado sociopolítico nacional de mediados los años cincuenta.
V
Una consideración procesual de lo humano, una atención a la lógica del cambio social en el largo plazo, una forma de entender el proceso social como horizonte abierto en el cual los cursos de acción no se hallan prefigurados, ni existen entidades todopoderosas, ni modelos sociales prestablecidos hacia los que orientarse, constituyen un patrimonio común de principios e ideas que permitió a los pensadores latinoamericanos en la primera mitad del siglo XX afirmar con sus desarrollos intelectuales el valor de la cultura propia y proyectar horizontes de futuro en los que las sociedades del subcontinente podían aspirar a ganar control sobre sus destinos y jugar un papel activo en el porvenir humano. Una superación del etnocentrismo característico de la ciencia social clásica europea y norteamericana mediante la elaboración de una visión, en ese sentido, más realista del proceso histórico-social sería clave para entender cómo la obra de estos pensadores consigue ser importante en función del desarrollo e incremento de una consciencia de la propia singularidad histórico-cultural en Latinoamérica.
El problema del desarrollo de una conciencia de la singularidad histórica y cultural se ha planteado, sin embargo, en el ámbito latinoamericano, más con arreglo a la necesidad de emanciparse de unas formas impuestas de pensamiento y menos como un resultado que tiene en su base el incremento de la competencia para captar el mundo social en su propia lógica. Las lecturas que se hacen en esta compilación de diferentes obras y trayectorias intelectuales permiten, justamente, llamar la atención sobre este aspecto que tiende a perderse de vista cuando la crítica del “colonialismo intelectual” se lleva a cabo en el marco de una visión relativista del conocimiento que deja sin asidero la posibilidad de juzgarlo a propósito de una mayor o menor adecuación con un mundo que tiene su propia lógica. Los artículos compilados en este volumen toman distancia frente a una mirada que en correspondencia con su perspectiva relativista plantea el problema del desarrollo de la conciencia de la propia historicidad latinoamericana en el plano de la confrontación ideológica, de la lucha política y vislumbra la salida en el plano de la militancia intelectual o más recientemente en la resistencia epistemológica. Si los pensadores sociales latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX consiguen producir un conocimiento relevante en el horizonte de la emancipación cultural, es en la medida en que, más allá de su convencimiento ideológico, del compromiso político o de la actitud militante más o menos marcada en sus trayectorias vitales, comparten un ámbito intelectual, en cuyo seno participan del proceso creativo y tienen acceso a un caudal de ideas y miradas que les permite avanzar en línea de un aumento de la competencia para captar la lógica procesual-constructiva del ser humano.
De acuerdo con este planteamiento, lo crucial sería la posibilidad de subrayar el hecho de que el proceso, a través del cual se va elaborando socialmente una comprensión más fundamentada y realista de la propia especificidad histórica y del valor cultural, muestra en su decurso una estrecha relación, una interdependencia, con el incremento (o decremento) de la capacidad para entender la lógica intrínseca del proceso humano-social. La forma y la dinámica concreta de esta relación en el curso del proceso social latinoamericano sería, en esta ruta, el problema sociológico a considerar; en los trabajos aquí realizados apenas si podrían encontrarse algunas pistas de la existencia de esa conexión. Con todo, el problema de la emancipación cultural se ve de un modo diferente si se reconoce su inscripción en el proceso de desarrollo cognitivo de los seres humanos en el largo plazo. Desde este modo de entender, la clave para la producción de una ciencia propia no estaría en la apuesta por un particularismo científico o epistemológico, o en la búsqueda de una ciencia o una razón latinoamericanas, sino en el desarrollo de la competencia para pensarnos en la lógica de la constructividad humana. Si se reconoce la ciencia social moderna como una actitud mental ligada históricamente en su desarrollo al incremento de la consciencia de esa constructividad, más allá de un legado occidentalizante constituye la expresión histórica de un proceso humano abierto de cuyo desarrollo el pensamiento y la ciencia social elaborada en el subcontinente han sido y son parte constitutiva.
Wilson Lara Bernal
Julián Ramírez Daza
Referencias
Jaramillo, J. y Osorio, D. (2011). Gino Germani y la historia de la sociología en Argentina. Entrevista al sociólogo Alejandro Blanco. Revista Colombiana de Sociología, 34 (2), 155-165.
Weinberg, L. (coord.) (2010). Estrategias del pensar. Ensayo y prosa de ideas en América Latina, siglo XX. México: Universidad Nacional Autónoma de México.