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Lectura corporal
Antes de someter a un tratamiento a un cliente tiene que haber algún tipo de valoración. En esta fase habrás hecho una historia del caso, habrás recibido mucha información del cliente respecto a sus historias médicas y estructurales, y habrás comprobado que esta forma de tratamiento es segura y apropiada para él (ver Apéndice 2 para las contraindicaciones). Tradicionalmente, el trabajo de inducción miofascial se vale de la valoración visual de pie y de un simple análisis de la marcha. La valoración de la marcha se explica mejor en una clase o con el vídeo de nuestro curso (ver Fuentes). En este capítulo presentaremos la valoración de la postura erguida y observaremos al cliente desde cuatro ángulos (y alguna vez hacia abajo desde arriba) para obtener una imagen de sus relaciones esqueléticas.
Se puede argumentar que la posición erguida sin moverse aporta sólo una imagen limitada, y es cierto. En la práctica, el cliente puede, y debe, ser observado en movimiento, especialmente cualquier forma de movimiento que parezca ofrecer una causa de preocupación o ser importante en su estilo de vida. Los movimientos clásicos se observan al caminar, al doblarse en cada plano de movimiento, al estirarse y evidentemente al respirar. Con las limitaciones del espacio y las imágenes en dos dimensiones que permite este libro, las miles de variaciones en amplitud y calidad del movimiento son imposibles de retratar, así que es necesario, más que deseado por nosotros, limitarnos a las imágenes de pie y el análisis postural.
Nuestro objetivo con el enfoque estructural es que la inducción miofascial facilite la alineación esquelética del cliente gracias al ajuste de la longitud y la libertad del tejido laxo, siguiendo el punto de vista de la tensegridad del cuerpo señalada en el capítulo 1. Por tanto, esperamos inducir al cliente a la “relajación en longitud” y a hallar una suave expansión por todo su sistema estructural. Esto permitirá a los huesos “flotar” más cómodamente en los tejidos, facilitando la alineación y la función de las articulaciones. También conlleva otros beneficios, como permitir una función celular más eficiente (Ingber, 1998), e incluso ayudar a proporcionar el sustrato estructural para el equilibrio emocional y psicológico (Maupin, 2005).
La lectura corporal es tanto un arte como una ciencia, y requiere tiempo y práctica para madurar. Las muestras que aquí se ofrecen son por necesidad relativamente sencillas y claras. Recomendamos que practiques tanto las capacidades de observación como el vocabulario señalado anteriormente con la frecuencia necesaria para que se conviertan en algo natural. A medida que vayas progresando, los movimientos que de otro modo serían aburridos en los lugares públicos, como las colas o los aeropuertos, se convertirán en laboratorios para el desarrollo de tus habilidades de observación.
Las cinco fases de la lectura corporal
Nuestro protocolo de valoración para la postura de pie tiene cinco fases:
1. Descripción de las relaciones esqueléticas.
2. Valoración del patrón del tejido laxo que crea o fija patrones.
3. Estrategia: desarrollo de una historia sobre cómo y por qué se interrelacionan estos elementos y elaboración de una estrategia para ordenar estos elementos de modo que funcionen.
4. Intervención: realización del trabajo (en la práctica pueden ser un par de manipulaciones, una sesión o una serie de sesiones).
5. Evaluación: cuando cualquier intervención se completa, se reexamina y se reevalúa. Esto puede realizarse palpando, colocando al cliente de pie o pidiéndole que realice un movimiento en particular. ¿Ha surtido el trabajo el efecto deseado? En caso afirmativo, ¿qué viene después? ¿Tienes que cambiar tu enfoque en esa zona o liberar primero otra zona?
Vocabulario de la posición
Para explicar estos patrones, necesitamos un vocabulario. Aunque se emplean muchos términos como éstos en diferentes profesiones relacionadas con la terapia, cuatro palabras bastan: inclinar, flexionar, rotar y desplazar. Aunque al principio puede parecer restrictivo y confuso, cuando se practica un poco este vocabulario, se puede emplear para crear un rápido esquema de la estructura del cliente, pero también cargará con el peso del análisis intersegmentario más detallado –combinado con los descriptores estándar izquierda/derecha, anterior/posterior, medial/lateral, inferior/superior, etc.
Al utilizar los términos inclinar, flexionar, rotar y desplazar, evitamos emplear largas palabras latinas que pueden sonar desalentadoras para los clientes cuando no entienden la jerga médica. Puede ser desconcertante para el cliente que le digan que le duele la espalda a causa de una “rotoescoliosis” en lugar de por una “serie de rotaciones y flexiones de la columna”. Así que, al emplear una terminología común que se entiende de forma intuitiva, evitamos crear diferencias de poder entre nosotros mismos y nuestros clientes –aunque podamos fácilmente transmitir los patrones del cliente entre profesionales de muy diversos currículos.
Los términos empleados comúnmente por los profesionales, tales como pronación del pie o protracción del hombro, pueden ser de naturaleza tan general que ofrezcan poca información sobre las relaciones óseas precisas, las cuales son muy complejas en muchas articulaciones. Con inclinar, flexionar, rotar y desplazar, podemos describir con precisión la posición de cada hueso en relación con su vecino. Esto nos aporta mucha más información sobre lo que ocurre en los tejidos laxos que mantienen ese patrón. La “protracción” puede provocar un protocolo generalizado que podría funcionar; “una inclinación anterior del omóplato combinada con una rotación lateral del húmero” produce liberaciones precisas del tejido laxo.
1. Descripción
Inclinación
La inclinación se define como una desviación de la alineación vertical. Recibe su nombre por la parte superior de la estructura y la dirección hacia la que se mueve: izquierda, derecha, anterior o posterior. Los ejemplos podrían ser una inclinación a la derecha de la cabeza, una inclinación a la izquierda del tórax, una inclinación anterior de la pelvis, etc. Como se observa en la figura 3.1, una “inclinación a la derecha de la cintura escapular” implica que el hombro izquierdo del cliente esté más alto y el derecho más bajo, por lo que la parte superior de la cintura escapular se inclina hacia la derecha.
Si, como vemos con frecuencia, la pelvis se inclina hacia un lado, digamos hacia la izquierda (cadera izquierda más baja, figura 3.2), la zona lumbar de la columna se flexionará normalmente hacia la derecha para mantener el resto del cuerpo erguido, como un árbol que crece en una colina. Esto sería una “flexión a la derecha de la columna lumbar”, ya que la vértebra superior (L1) sigue inclinada hacia la derecha en relación con la inferior (L5).
Figura 3.1. En esta postura deliberadamente exagerada se observa claramente que la caja torácica se inclina hacia la derecha y la cabeza se inclina hacia la izquierda.
Flexión
La curva se produce en la columna y el término flexión se emplea como abreviatura para describir una serie de inclinaciones de las vértebras. Nombramos la dirección de la flexión en función de la dirección hacia la que apunta la parte superior de la flexión. Si observamos la figura 3.2, veremos que una flexión a la derecha de la zona lumbar de la columna es en realidad una serie progresiva de inclinaciones de una vértebra sobre otra.
Figura 3.2. Flexión hacia la derecha de la zona lumbar de la columna que muestra la relación de una vértebra con la siguiente.
Rotación
Todas las rotaciones se dan en un eje vertical (cuando el cuerpo se considera desde una posición anatómica), y nosotros nombramos la rotación según la dirección hacia la cual se mueve el frente de la estructura nombrada en relación con alguna otra parte. En palabras más sencillas, si miras a la izquierda, tu cabeza rota a la izquierda en relación con tus pies. Mantén la nariz y los pies apuntando en la misma dirección, pero gira la pelvis hacia la derecha. Ahora la pelvis está rotada hacia la derecha en relación con tus pies, pero tu caja torácica está rotada a la izquierda en relación con tu pelvis. Dedica un poco de tiempo a esto si te resulta confuso; la recompensa es una estrategia precisa para el tratamiento que te ofrecerá resultados duraderos.
En las estructuras pares, como el húmero o el fémur, podemos hablar de rotaciones mediales (internas) o laterales (externas). La mayoría de las bailarinas de ballet, por ejemplo, trabajan la rotación lateral de la cadera. Muchos culturistas muestran rotaciones mediales en el omóplato.
Figura 3.3. Un cliente que muestra una rotación lateral de las articulaciones inferiores.
Se suele utilizar plomadas y cuadrículas para medir las desviaciones del centro de gravedad. Aunque obviamente es útil identificar la pierna que soporta el peso, este tipo de análisis no es muy riguroso para establecer relaciones intersegmentarias precisas, y no puede extrapolarse a estrategias útiles con el tejido laxo.
Desplazamiento
La palabra desplazamiento se utiliza para describir un traslado del centro de gravedad de una parte del cuerpo en relación con otra. Por ejemplo, en la figura 3.4 observamos claramente que el centro de gravedad de la caja torácica se ha desplazado hacia la derecha en relación con la pelvis –sería igual de preciso, si no igual de útil, decir que su pelvis se ha desplazado hacia la izquierda en relación con la caja torácica. Para que ocurra un desplazamiento, tienen que existir inclinaciones o flexiones en otras estructuras (esta mujer muestra una inclinación a la izquierda y luego una inclinación a la derecha de las vértebras lumbares, y esto es lo que provoca este gran desplazamiento). Cuando la pelvis se desplaza anteriormente en relación con los pies, un defecto postural común, necesariamente habrá una inclinación anterior de la tibia, el fémur o ambos.
Figura 3.4. Una clienta muestra una desviación hacia la derecha del tórax.
2. Valoración de las relaciones del tejido laxo
Ahora que tenemos el vocabulario que describe la posición esquelética, hemos de descubrir qué tejido laxo está implicado en el patrón. Lo que nos interesa son las relaciones del tejido laxo entre secciones adyacentes, que liberaremos en busca del equilibrio de todo el patrón.
En la figura 3.5a, por ejemplo, observamos un suave desplazamiento hacia la izquierda de la pelvis en relación con los pies. Luego la caja torácica se desplaza hacia la derecha (en relación tanto con la pelvis como con la línea central) y la cabeza se desplaza de nuevo a la izquierda en relación con la caja torácica, lo cual la sitúa en una posición neutra respecto a la pelvis. De todos modos, se observa que, aunque la cabeza y la pelvis estén casi alineadas en la fotografía, si colocamos la caja torácica sobre la pelvis, la cabeza estaría muy desplazada hacia la izquierda. Nuestro trabajo tendrá que centrarse en colocar su caja torácica de nuevo sobre el centro de la pelvis y desplazar la cabeza hacia la derecha en relación con la caja torácica, todo con vistas a la alineación de la gravedad sobre los pies.
La figura 3.5b muestra una serie de desviaciones anteriores: la pelvis respecto a los pies, la caja torácica respecto a la pelvis y finalmente la cabeza respecto al tórax. La distorsión del tejido laxo entre cada una de estas secciones se tratará en su momento.
Figuras 3.5a, b y c. Aquí se observan tres patrones posturales exagerados que permiten una visión sencilla de las relaciones esqueléticas.
La figura 3.5c muestra una serie de inclinaciones, la pelvis hacia la izquierda y la caja torácica hacia la derecha. Debemos tener en cuenta que lo importante es el ángulo de cambio entre estas dos secciones. Las líneas muestran cómo se mide la relación desde un ángulo de diferencia relativo, no desde la línea horizontal. Nos fijamos en este ángulo antes de corregir los tejidos de la pierna izquierda, lo cual podría conseguir el equilibrio de la pelvis pero crear una inclinación mayor (respecto al suelo) en la caja torácica, de modo que los tejidos que se encuentran bajo la caja torácica suplicarían su corrección. Aunque este cuello parece neutro, al venir desde la inclinación a la derecha de la caja torácica, debe inclinarse hacia la izquierda para que la cabeza y los ojos queden en horizontal. Si mejora la inclinación de la caja torácica, el tejido laxo del lateral izquierdo del cuello requeriría una elongación concomitante o los ojos se inclinarán y el cliente querrá “renunciar” al tratamiento.
En este momento es obvio que, a pesar de la aparente complejidad, es necesario que leamos el cuerpo en relación consigue mismo, no únicamente con una plantilla geométrica o su ideal en base a la gravedad. Estos conceptos generales se irán desarrollando a medida que nos adentremos en los detalles de cada sección del cuerpo, como en el entendimiento clave de la inclinación pélvica, expuestos en el capítulo 6.
Para identificar los tejidos afectados, pregúntate a ti mismo: “¿Qué dos huesos se han acercado entre sí y qué tejido se encuentra entre ellos?” Entonces podrás añadir más detalles, como los diferentes niveles o profundidades y las relaciones miofasciales, incluyendo qué línea o líneas de las vías anatómicas podrían atravesar también esa zona. Las cadenas cinéticas pueden ser muy importantes si no conseguimos la liberación o la longitud adecuadas trabajando en la zona de forma local. Nuestra atención puede entonces ampliarse si empleamos el mapa de los meridianos miofasciales como guía.
También debemos resistirnos a la tentación de imponer nuestro punto de vista de la postura “correcta” o lo que está “bien”. En lugar de eso debemos intentar ver al cliente como un individuo: ver dónde se ha desviado del camino que Dios, la naturaleza o los genes (haz tu elección o escoge una combinación) habían diseñado para él y qué lesión, actitud o costumbre se han interpuesto en aquél. Esto nos lleva a la siguiente fase.
3. Estrategia
¿Qué es lo que ha alejado al cliente de esa forma ideal de sí mismo? ¿Qué acontecimientos de su historia le han dado forma? ¿Qué hábitos ha adquirido o qué compensaciones ha desarrollado que se han combinado para crear la forma que tiene ahora? Y luego, ¿cómo se relacionan todas las materias? ¿Tiene relación el desplazamiento anterior del lado izquierdo de su cintura escapular con que su calcáneo esté medialmente inclinado hacia la derecha? ¿Puedes seguir el patrón de su cuerpo? ¿Sigue alguna de las líneas de las vías anatómicas?
Ver cómo viajan las compensaciones por el cuerpo es una habilidad cuyo desarrollo requiere tiempo y practica. Empezar lo antes posible a elaborar historias con la serie de relaciones alteradas del cuerpo te ayudará a escoger estrategias eficientes para el tratamiento. Cuanto más te adentres en la cadena de los acontecimientos, cuanto mejor distingas los efectos primarios de los secundarios, más efectiva será tu estrategia.
Evidentemente, la vida es larga y complicada, y no todas las compensaciones estructurales que veas en tus clientes se ajustarán a una historia. Sin embargo, es muy útil contar con unos pasos en cierto modo subjetivos que te permitan crear una estrategia coherente y secuenciada para tratar el patrón específico que un cliente presenta.
4. Intervención
Sigue tu estrategia con el trabajo práctico de elongación y relajación del tejido según las técnicas que conforman el tronco de este libro. Recuerda, sin embargo, que esto no es una recopilación de técnicas, sino más bien una recopilación de intenciones. Cada movimiento se explica como si fuera específico, preciso y absoluto. De hecho, existen tantas variaciones como profesionales y todas precisarán una adaptación que se ajuste a las variaciones anatómicas, la clase de tejido, el nivel de dolor, el estado emocional y la conciencia física de tu cliente, etc.
El principiante se sentirá seguro si se le orienta con la guía de las descripciones: el trabajador más experimentado puede explorar nuevos territorios empleando las explicaciones meramente como plantillas para diversos enfoques.
Continuamente nos referimos a los nombres de los músculos en el texto para localizar la aplicación de la técnica. Por favor, ten por seguro que en todos y cada uno de los casos nuestra intención es que el nombre del músculo comprenda el músculo y toda la fascia que lo rodea, lo recubre y lo acompaña. Los nombres de los músculos, por tanto, se utilizan aquí como “códigos postales” de la miofascia de esa zona.
5. Evaluación
Tras cualquier secuencia de intervenciones –una técnica, una serie de movimientos, una sesión o una serie–, tendrás que hacer una reevaluación. Haz que tu cliente se levante, que se mueva y que pruebe a mover la zona mientras lo observas para comprobar si se han producido cambios. Este paso es vital para crear y perfeccionar nuestras habilidades, así como para identificar las zonas que precisan tratamiento en la siguiente secuencia de intervenciones.
También sirve para dar al cliente un descanso, para que compruebe la zona nuevamente después del trabajo, para que compare con el otro lado del cuerpo o para que simplemente aporte la retroalimentación que considere necesaria. Generalmente, tanto el profesional neófito como el nuevo cliente se benefician de una reevaluación más frecuente. A medida que adquieras experiencia, que tu cliente esté más “cultivado”, tus reevaluaciones pueden ser menos frecuentes.
El proceso de la lectura corporal
Está muy bien mirar las imágenes de un libro y practicar el nuevo vocabulario con los transeúntes casuales, pero llegará un momento en que tendrás que dar el salto (en caso de que no sea parte normal de tu práctica) y poner a tu cliente de pie ante ti en ropa interior. Esto puede intimidar tanto al cliente como al terapeuta, y nosotros tenemos algunas sugerencias para que sea algo natural y lo más agradable posible.
1. Utiliza un espejo de cuerpo entero y colócate a un lado, por detrás de tu cliente, para que los dos podáis ver su imagen. Así te colocas “en el mismo lado” que tu cliente y es menos agresivo que colocarse frente al cliente y tomar notas (o peor, chasquear la lengua en señal de desaprobación). Al estar de pie con el cliente subrayas que es un proceso de cooperación; ambos podéis mirar, valorar y experimentar con la imagen del espejo. Esto crea la posibilidad de exponer los objetivos de la terapia, lo que le gusta y le disgusta a tu cliente de su cuerpo y lo que espera obtener del trabajo.
En caso de que no dispongas de espejo, puedes tomar fotografías digitales de tu cliente y comentarlas. El terapeuta y el cliente pueden entonces analizar lo que ven.
2. Fíjate en tu primera impresión, ya que suele contener mucha información sutil. Tal vez no seas consciente ni capaz de verbalizar gran parte de ella, pero a menudo esa impresión inicial es muy rica (ya que contamos con una larga historia evolutiva en actuar según la primera impresión). Esta información la guardamos para nosotros, pero la tenemos en cuenta como referencia futura, ya que podría ser esclarecedora más adelante. Podría ser algo físico, emocional o sutil; es tu impresión, sea cual sea el aspecto del cliente que te haya llamado la atención. Puede darnos un sentido de la esencia de una persona que podemos aprovechar al desarrollar el tratamiento. Una naturaleza seria, una picardía, una intensidad pueden ser aliados útiles cuando se trata de realizar un trabajo con alguien. (A la inversa, algunos aspectos del carácter del cliente pueden requerir cierto control para facilitar la concentración en el trabajo.)
3. Fíjate en (y comunica) al menos tres aspectos positivos de tu cliente antes de entrar en detalles con la lectura corporal. Vivimos en una sociedad en la que las portadas de las revistas dedican tanto tiempo, energía y atención a nuestros fallos y errores que sólo somos conscientes de que de algún modo estamos “mal” o “equivocados”. Pero como nos gusta señalar en nuestras preparaciones, tenemos muchos más elementos “bien” que “mal” en nuestro cuerpo. Al mencionar algo de esto al cliente, no sólo lo atraerás hacia el proceso, sino que le ofrecerás también un descanso del bombardeo de historias sobre cómo aquéllos tienen que cambiar.
Resaltar los aspectos positivos también dirige tu atención a las zonas que no requieren cambios, por que funcionan de manera eficiente o mantienen la estructura del cliente fácilmente. Este proceso te pone en contacto con lo que el cliente tiene bien fundado y te permite fijarte en lo que requiere menos atención, lo cual aumenta tu eficiencia. Ver las zonas que aún son coherentes con la estructura del cliente puede darte una idea de cómo se ajusta el resto del cuerpo a las zonas con las que trabajas.
En nuestros talleres esto suele ser lo primero que los alumnos olvidan cuando empiezan con la lectura corporal de sus patrones –porque nos centramos no sólo en la sociedad sino también, como terapeutas, en encontrar fallos. La sociedad nos prepara para detectar fallos, y como practicantes estamos deseando “acertar” con la identificación de problemas relevantes y sus materias. La identificación de características positivas puede parecer un truco de la “Nueva Era” y suele olvidarse en el proceso de la lectura corporal, pero te animamos a que lo adoptes como disciplina: en la práctica te ayudará a mejorar la comunicación rápidamente y a facilitar el resto del proceso del tratamiento.
4. Utiliza el lenguaje expuesto anteriormente para explicar lo que ves. Está deliberadamente desarrollado para ser lo menos sentencioso y lo más entendible posible, y ello permite a los clientes involucrarse en el proceso desde el principio y facilitar la retroalimentación. Al utilizar el espejo en la sesión inicial, el cliente tiene una imagen mental de “dónde estaba” y puede compararla con “dónde está ahora” a medida que se produzcan los cambios.
Cada uno de los capítulos de las técnicas comienza con un breve repaso de anatomía diseñado para presentar algunos conceptos relevantes para la terapia manual, el movimiento y la disposición miofascial. Estos repasos no son exhaustivos, así que, por favor, utiliza tu texto de anatomía preferido o algunos de los que aparecen en la bibliografía como lecturas complementarias.