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Introducción

El poder de la Naturaleza

Cuando las hijas de los dioses nos regalaron este mundo lleno de maravillas a nosotras, las Mujeres Sabias, más conocidas como Brujas, nos pusieron en bandeja de plata todo el Poder de la Naturaleza, que no se ha perdido nunca por más que otros poderes han querido borrarse o esconderse para utilizarse en beneficio propio, en lugar de compartirlos con la humanidad entera.

Desde la primera siembra masiva que hizo el ser humano, no lo hizo para comer o asegurar las provisiones, sino para acumular, detentar un poder y someter a sus congéneres a través del hambre.

El cultivo masivo es un atentado contra la Madre Naturaleza, tanto porque destruye su entorno, malversa el equilibrio entre especies y se convierte en negocio de unos pocos para detrimento de la mayoría, tanto en la alimentación como en la industria farmacéutica, que bajo el disfraz del progreso, la tecnología, la civilización y la ciencia, nos venden caro lo que tenemos al alcance de la mano de manera gratuita, pero que la ignorancia, la comodidad y la pereza nos llevan a olvidar y, por supuesto, a desconocer, haciéndonos cómplices de quienes nos explotan.

No es por negar los avances de la humanidad en ciertos campos, sino por señalar el problema y darle solución. Quejarse o criticar sin poner remedio no tiene valor alguno.

Las plantas nos alimentan y nos curan, abren nuestra conciencia y elevan nuestro nivel espiritual, abriendo las puertas de la percepción a otras realidades y a otros mundos.

Todas las hierbas son mágicas: la mayoría son fuente de salud y alimentación, otras pueden ser alucinógenas, y no faltan las que son venenosas o tóxicas. Todas están vivas y todas, sin excepción, tienen comportamiento, crean estrategias, se comunican, piensan y experimentan la existencia.

Algunas tienen muchos más años que la humanidad, como el helecho, y otras seguirán poblando el planeta cuando la especie humana haya desaparecido.

Ellas llegaron antes que nosotros al mundo y se irán mucho después. Los arbustos y los árboles fueron los primeros, pero las flores tienen apenas 125 millones de años sobre la faz de la Tierra, y seguramente cumplirán muchos años más cuando nos hayamos extinguido o vivamos en otro planeta.

Se podría decir que las plantas son nuestras tatarabuelas y, como tal, hay que cuidarlas, mimarlas y respetarlas. Ellas nos aman y nos ofrecen de forma altruista todo lo que contienen, correspondamos a ese cariño.

A lo largo de este libro hablaremos de forma práctica y sencilla de algunas de ellas y su propiedades, para que su uso y disfrute esté al alcance de todo el mundo.

Lo bueno de las hierbas mágicas es que las tenemos al alcance de la mano, ya sea en nuestros propios jardines o en el mercado más cercano, y sus resultados son maravillosos tanto en el campo de la salud como en el campo de la magia.

La ruda, el romero y la lavanda, por ejemplo, limpian por dentro y por fuera tanto a las personas como a las casas, alejando los males y atrayendo la abundancia. Las recetas para conseguirlo son sencillas y directas.

Por supuesto, hay hierbas que es mejor no tratar si no es de modo profesional o bajo supervisión, como la belladona, la mandrágora o la ayahuasca, y no porque sean hierbas malignas o del diablo, sino por sus efectos y su toxicidad.

La magia de las hierbas está al alcance de su mano, aprenda fácilmente a utilizarlas en su favor y bienestar.


Hierbas Mágicas

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