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EL VALOR DE LA CREATIVIDAD ESTÉTICA PERSONAL PARA LA ESTIMA DE LA PROPIA VIDA Y SALUD
Javier Barraca Mairal
Universidad Rey Juan Carlos
La belleza no es nunca otra cosa
que una promesa de felicidad.
STENDHAL1
INTRODUCCIÓN: EL TESTIMONIO DE BEETHOVEN Y NUESTRO TEMA DE INVESTIGACIÓN
En la emotiva carta dirigida a sus hermanos, conocida como su «testamento», Beethoven expresó elocuentemente que, junto a otros elementos, hubo un factor que evitó, en muchas ocasiones, el que, hundido en la angustia, se arrancara la existencia a sí mismo, presa de la desesperación que le acompañó a lo largo de casi toda su vida. Ese otro factor fue, de acuerdo con sus propias palabras, su arte, su aptitud para la creación artística. Recordemos su expresión concreta de este hecho:
Varias veces llegué casi a la desesperación; un poco más y hubiera puesto fin a mi vida. Fue mi arte lo único que me detuvo; parecía imposible partir de este mundo sin dar a saber todo lo que sentía en mí [...].2
Pues bien, en sintonía con este testimonio, parece formulable, digna de indagación y contraste, la hipótesis que considera que el impulso de crear arte —o de engendrar realidades o manifestaciones de valor estético— ha obrado y obra un efecto benefactor en la valoración de la salud y existencia de numerosos sujetos, a lo largo del tiempo, en situaciones muy diversas. A partir de este hecho, en este lugar, nos formulamos una serie de preguntas conectadas al mismo. ¿Cómo afecta o contribuye el desarrollo de nuestra creatividad a nuestra salud integral? ¿Puede suponer, entonces, el despliegue de la propia creatividad estética, en cierta forma, un pequeño «salvavidas», en sentido metafórico e indirecto, para los seres humanos, en relación con las dificultades o sufrimientos experimentados, como por ejemplo los asociados con el cuidado de su salud integral?
La hipótesis de partida que se va a examinar y contrastar en este estudio apunta efectivamente a que todo ello reobra en nuestro ánimo en forma de valores, sentido o esperanza, y a que resultan fecundas a este respecto las fértiles posibilidades de realización humana que comporta nuestro aspecto creativo estético a la hora de apreciar la propia salud y la vida. Mas este asunto constituye solo una de nuestras inquietudes iniciales. Junto a esta cuestión podemos situar muchas otras, cuestiones tan complejas y delicadas como las que siguen: si lo anterior es así, ¿qué clase de ayuda o contribución concreta nos ofrece la creatividad estética personal en relación con nuestra salud en su alcance integral? ¿Y frente a la angustia, el vacío, la desesperación, la ausencia de valoración de la existencia u otras graves amenazas a las que nos enfrentamos las personas? ¿Puede colaborar positivamente, y de qué modo, esta fecunda dimensión humana, a valorar y estimar, más o mejor, la propia salud y existencia, a que cobre pujanza o vigor nuestro crucial aprecio por la vida, ya sea en lo cotidiano o en determinados instantes particularmente arduos y vulnerables de nuestra trayectoria vital? Si es así, ¿cuáles son las causas más profundas que inspiran todos estos benéficos efectos o influencias, desde la perspectiva precisa de lo filosófico o reflexivo?
He aquí, en fin, algunos de los interrogantes que interesan a la presente investigación.
ALGUNAS CLAVES Y REFERENCIAS ORIENTADORAS EN ESTE ÁMBITO
En primer lugar, debemos precisar que en esta investigación vamos a centrarnos en la creatividad humana en cuanto a su dimensión estética. Esto es, nos ocuparemos de la aptitud humana universal para crear expresiones novedosas en el orden de la sensibilidad formal, es decir, para engendrar nuevas formas sensibles. Además, acudiremos como cima o cumbre representativa de esta a la capacidad artística, por cuanto esta representa una figura señera de la misma. Si bien comenzamos por aclarar que el arte no constituye una exclusiva del genio ni del artista profesional ni de quien posee especiales cualidades a este tenor. Todo ser humano puede y debe cultivar sus aptitudes artísticas durante su existencia. También aclaramos que la creatividad estética no tiene por qué alumbrar arte en toda ocasión, pues podemos y debemos generar expresiones sensibles que participen en cierto grado en valores estéticos —como la belleza o la originalidad—que no alcancen la excelencia que atribuimos a lo artístico. Así, nuestro lenguaje o manifestaciones expresivas pueden ser bellas sin que necesariamente tengamos que calificarlas como arte.
No cabe duda de que, actualmente, entre los pensadores más sugerentes a los que cabe acudir en busca de luz e inspiración en torno al objeto de nuestro interés, se encuentra Alfonso López Quintás.3 Este filósofo constituye un pensador contemporáneo que ha glosado y reflexionado, con particular hondura, en torno a los enormes beneficios de la creatividad humana en general y también en sus vertientes estética y artística. No en balde uno de sus temas predilectos se ha situado, precisamente, en la creatividad humana en cuanto a su alcance existencial y relacional; es decir, como cauce para el encuentro fecundo interpersonal.4
Desde una perspectiva diversa, pueden mencionarse asimismo los estudios e investigaciones que se han ocupado de las sugestivas conexiones entre lo artístico y la terapia, o entre el arte y la realización personal. Así, por ejemplo, cabe mencionar los efectos positivos en el ánimo operados por actividades como cantar, dibujar o pintar, etc. En torno a la acción de pintar, recientes investigaciones desarrolladas en la Universidad de Santiago de Compostela han puesto de manifiesto sus consecuencias antiestrés. En el estudio desarrollado por las investigadoras Maruxa García Quiroga (doctora en análisis sensorial de la Universidad de Santiago de Compostela y CEO del laboratorio de análisis sensorial TasteLab) y M.ª Ángeles Romero Rodríguez (profesora de la Universidad de Santiago de Compostela y experta en análisis sensorial) se evidencia que la acción de pintar es satisfactoria para la persona. Para extraer esta conclusión, la investigación analizó la actividad cerebral de un grupo de personas en determinados estados mientras realizaban diversas actividades concretas, así como la propia acción de pintar. De esta forma, se evaluó en tiempo real la reacción del cerebro ante diferentes estímulos. Tras realizar la evaluación, García Quiroga concluyó que
después de pintar y ver el trabajo realizado, se puede evidenciar científicamente que el estrés se reduce significativamente y, efectivamente, el consumidor es más feliz.
El experimento concluye que, frente a las consideraciones previas conscientes del sujeto, pintar es una actividad antiestrés que sirve como método para relajarse.5
En cualquier caso, esto no debería extrañarnos, pues, desde tiempo atrás, conocemos los beneficios de la práctica de artes como el dibujo. En España, son referencia, hoy en día, los trabajos a este respecto concreto de autores como Antonio Manchón,6 quien ha enlazado el dibujar infantil con la maduración y reconocimiento del yo por parte del niño, o con la expresión de este y su conocimiento de la realidad.
Por otro lado, pueden coadyuvar a enriquecer esta investigación los testimonios personales de un gran número de egregios artistas y creadores. Estos han acreditado cómo su vocación o llamada a desarrollar sus aptitudes artísticas les han auxiliado a la hora de apreciar y valorar su propia existencia, a pesar de los sufrimientos presentes en su camino vital. Para relatarlo, en ciertas ocasiones llenas de interés, estos han convertido este hecho en parte del argumento vivido por alguno de sus personajes. Este, por poner algún ejemplo, es el caso del protagonista de la novela El guardia, el poeta y el prisionero de Lee Jung-Myung.7 En este evocador relato, la creatividad poética y estética, encarnada por cierto personaje, cobra un paradigmático significado, hasta representar un símbolo de la lucha en favor del valor de la vida humana aun en medio de las más atroces circunstancias y opresiones.
Por descontado, lo anterior no es incompatible con el hecho de que puedan o no registrarse determinados niveles de frecuencia con respecto al suicidio por parte de artistas o sujetos consagrados a la expresión estética. Esto, dado lo multicausal y complejo de ello. Téngase en cuenta que todo sujeto que se manifiesta artística o estéticamente se enfrenta a obstáculos muy diversos, como la incomprensión o falta de aprecio hacia su manifestación, etc. Así, el despliegue de una vocación de esta clase —o de una dimensión como esta de la vocación personal— encuentra siempre en su camino muy diferentes dificultades, como ya la misma expresión de la propia originalidad y unicidad personales en sus distintas formas, y esto influye en el a menudo vulnerable y frágil ánimo humano. Sin embargo, aquí lo que analizamos es si, junto a estos problemas, no se da también y al tiempo una cierta incidencia positiva del desarrollo de la creatividad estética personal en cuanto esta abre posibilidades de fecundidad, realización y felicidad personales que pueden colaborar a reforzar la resiliencia ante la tendencia autodestructiva. Por otra parte, aunque la propia autodestrucción puede ser utilizada en ciertos casos como un modo de expresión estético o artístico (recordemos a Mishima, por ejemplo), esto no contradice el hecho de que la capacidad estética del sujeto resulte en sí misma benéfica en cuanto colabora para captar el valor de la vida que la sustenta y la posibilita en su expresión.
Por último, ha de advertirse que otra referencia clave inicial, a la hora de afrontar las inquietudes aquí examinadas, se encuentra en el innovador y prometedor campo actual de la Bioestética. Esto, entendido tal término como rúbrica del sugerente ámbito de encuentro interdisciplinar que, hoy, llama a la conjugación armónica y fecunda en un todo de los aspectos bioéticos, estéticos e incluso artísticos. Así, el profesor Alberto García (director de la Cátedra UNESCO de Bioética y Derechos Humanos en Roma) ha promovido, a este respecto, con una fecundidad digna de señalar, muy diversas iniciativas encaminadas al encuentro entre el Arte y la Bioética, como los certámenes bioartísticos, los grupos y trabajos de investigación en este interdisciplinar terreno, la reflexión neuroestética, etc.8
LA CREATIVIDAD ESTÉTICA PERSONAL Y LA EXPANSIÓN DEL SUICIDIO EN LAS SOCIEDADES POSMODERNAS
Tal como hemos mencionado al principio, en su «testamento» Beethoven menciona en varias ocasiones la cuestión del suicidio, y explica cómo su arte le salvó de quitarse la vida. Ahora bien, aquí juzgamos que todo ello puede brindarnos luz ante el grave y complejo problema del suicidio, presente desde luego con gran virulencia en nuestro tiempo.
En efecto: la proliferación de la supresión de la propia vida constituye, hoy, un fenómeno preocupante e inquietante de nuestras sociedades desarrolladas9 y, por ende, un riesgo particularmente severo de la salud personal. Debido a ello, se buscan de manera incansable muy diversas formas para comprender, frenar y finalmente reducir este extremo. Sin embargo, conviene ir al fondo o a la raíz más honda de todo ello, indagar en torno a la tramoya o estructura del escenario del suicidio en su alcance personal y social, y esto de un modo reflexivo y filosófico, además de interdisciplinar, no reducirlo a su interpretación psicológica, sociológica, etc. Así, desde la óptica filosófica, resulta clave captar cómo, en cuanto al fundamento de su significación, el suicidio, como realidad en la experiencia interna, parece progresar a medida que lo hace la desesperanza en el interior de los mismos sujetos y grupos, la percepción de que no cabe aguardar nada significativamente bueno en el curso de la existencia.
Pues bien, lo que aquí deseamos analizar se halla en esa vía característica que abre, para combatir la falta de sentido o la desesperanza, nuestra creatividad estética. Ello, por cuanto esta vía o cauce actúa a este propósito de un modo original, y además constituye un asunto aún no explorado con la atención necesaria. Nos estamos refiriendo, por tanto, al fomento de la creatividad personal, artística o estética como forma peculiar de revaloración de la propia existencia.
A este respecto, cabe reseñar cierta experiencia personal. En cierta ocasión, una mujer europea, ya madura, con medios económicos suficientes e hijos crecidos, insatisfecha con su relación conyugal y su propia vida, desde largo tiempo atrás, pidió a quien esto consigna que redactara para ella unas líneas en las que le ofreciese algún argumento válido, algún sentido al que pudiera aferrarse en su caso para seguir apreciando su propia existencia. Respondí, como era previsible, que un motivo de peso para vivir se encontraba en las personas concretas que la querían y a las que podía hacer, viviendo más, tanto bien con su mero existir. Sin embargo, este argumento no le pareció adecuado. Acaso, imaginó que, incluso sin ella, los otros seguirían viviendo felices, o que hasta ella suponía una cierta carga o peso para la dicha ajena, ya que lo era para sí misma. El caso es que entonces no se le brindó a esta mujer otra fecunda, poderosa razón: la creatividad que ella albergaba en sí, y que había mostrado con gozo para ella misma y para muchos otros, de muy variadas formas, en ciertos terrenos, y que podía seguir desplegando todavía con inmenso fruto. Sin embargo, hoy, investigaciones psicopedagógicas de gran actualidad están revelando que el recurso a la propia creatividad estética proporciona cierta resiliencia al sujeto ante la angustia y la pérdida de sentido, y que se transforma en un alegato sólido en favor del valor de conservar la vida y salud personales.
Una de las múltiples, casi inabarcables, derivaciones de este amplio y sugerente terreno, por ejemplo, se halla en los lazos detectados entre la evitación del suicidio y el cultivo de la sensibilidad artística. Existen, en efecto, experiencias acreditadas, de tipo psicológico y educativo, enmarcadas en la unión interdisciplinar entre lo pedagógico y la «arte-terapia», acerca de cómo la sensibilización estética puede servir como recurso preventivo frente a la extensión de la práctica del suicidio. Según tales estudios, desarrollar la expresividad artística en los sujetos posibles de tales prácticas y en su entorno contribuye, sin duda, en su escala, de alguna manera, a prevenir y aminorar la frecuencia o la proliferación de tales actuaciones.
El resumen que sigue del trabajo de investigación que citamos nos adentra en este asunto con lucidez:
El acto voluntario de provocar la propia muerte (González-Forteza, Ramos, Vignau y Ramírez, 2001) ha causado un gran impacto al ser humano desde la antigüedad. Siendo un fenómeno que se ha incrementado de forma alarmante en todo el mundo, es de vital importancia llevar a cabo acciones para su prevención. La presente intervención tuvo como objetivo propiciar la reflexión sobre el suicidio y las estrategias de afrontamiento, a través de un taller psicoeducativo con técnicas de arte terapia. La muestra estuvo conformada por 40 estudiantes del Sistema Avanzado de Bachillerato y Educación Superior (SABES) cuyas edades oscilaron entre los quince y diecinueve años. Los resultados evidenciaron que el arte puede emplearse como una herramienta que permite diversificar las estrategias de afrontamiento ante situaciones estresantes de la vida cotidiana, disminuyendo así el riesgo de recurrir a un acto suicida. De esta manera se concluye que el taller psicoeducativo permite proporcionar aprendizajes relevantes sobre el suicidio, así como facilitar la identificación de señales de advertencia, generando redes de apoyo para los adolescentes en el contexto educativo.10
RAZONES DEL BENÉFICO EFECTO DE LA CREATIVIDAD PERSONAL EN LA SALUD INTEGRAL Y EN LA ESTIMA DEL PROPIO EXISTIR
El arte salvó, en gran medida, a Beethoven de las garras de la desesperación y del suicidio. De nuevo, acudamos a sus propias palabras acerca de ello:
(La muerte) Si viene antes de que yo haya tenido la oportunidad de desenvolver todas mis capacidades artísticas, a pesar de mi dura suerte, vendrá demasiado pronto, y yo seguramente desearé que venga más tarde [...].11
Como se ve, para nuestro artista, el anhelo de desplegar sus potencias, capacidades y posibilidades artísticas supusieron un motivo para no desear la llegada de la muerte, y por ende una causa para desear seguir viviendo. Ahora bien, ¿cabe aplicar esto a otras personas y, si fuera así, por qué?
Enseguida conviene aquí no olvidar que la propia creatividad artística y estética no es algo reducido, en exclusiva, a ciertos sujetos privilegiados, tales como Beethoven u otros genios y artistas. Ya Sternberg12 y López Quintás13 han mostrado que todos podemos y debemos ser creativos, desarrollar nuestra creatividad personal en mil campos y de modos muy diversos.
Pues bien, la causa más honda de lo fecundo de la creatividad singular, a la hora de estimar la propia existencia, tal vez radica en una relevante nota de dicha creatividad. Se trata de su tenor profundamente «personal».
En efecto, nuestra creatividad posee un rasgo que contribuye a revelar su intensa capacidad para valorar nuestra existencia particular: su carácter hondamente personal, su especial singularidad, su estar ligada indisolublemente a la propia identidad, vinculada estrechamente a nuestra subjetividad más profunda. En efecto, en ella se manifiesta nuestra «originalidad personal», que a su vez muestra nuestra «unicidad». Esto es: la creatividad personal está profundamente vinculada a nuestra «irrepetibilidad». Ahora bien, comprender que cada uno de nosotros constituye alguien —no algo—, un sujeto —y no un objeto— insustituible e incomparable, ayuda enormemente a estimar nuestro inmenso valor como personas, como seres inconfundibles y distintos.
Ligado con este motivo se encuentra el hecho de que la creatividad estética comporta un fecundo cauce de expresión de la propia subjetividad. De este modo, contribuye a satisfacer la honda necesidad humana de comunicarnos con otros y de hacerlo con un alcance o sentido profundamente personal. Gracias a esta aptitud, en efecto, nos relacionamos y encontramos con los otros, con nosotros mismos y con el resto de lo real, lo que supone una dimensión esencial, fundamental de nuestro ser personal. Lo estético y artístico nos brindan, así, un ámbito de manifestación, de diálogo y de vinculación mutua. Al contribuir a la expresión de nuestro ser y valor, y al posibilitar la relación con los otros, la creatividad formal opera como un revulsivo en la estima de nuestra dignidad.
Por otro lado, la creatividad específicamente artística o estética conecta con valores de un hondo alcance —como los de belleza, gracia, elegancia, originalidad, expresividad, etc.—. Estos valores transparentan el hecho de que existen realidades de una extrema fecundidad que no son puros instrumentos, que no tienen un carácter solo instrumental, que no se limitan a resultar simples medios para lograr otros fines distintos, cual meras herramientas sin significado en sí mismas. Lo estético alcanza y nos conduce más allá del orden de los puros instrumentos o medios, del exclusivo valor de lo útil. Lo estético enseña a valorar realidades dignas en sí, sin necesidad de que sirvan o resulten útiles para algo más allá de ellas. Esto, tal como enseñó Kant en su reflexión crítica en torno al juicio estético,14 pues lo estético, en su sentido lúdico, no sirve para otra cosa lejana o distante, sino que, como sucede con otras realidades, reviste y posee ya valor en sí. La verdad, la belleza o el ser no son simples medios que valgan por su utilidad; y la estética nos adiestra en esto, nos enseña esta sabia lección. De ello, podemos extraer un fruto inmenso, pues también ocurre así con la propia existencia, cuyo valor se ve ligado al de nuestra identidad personal. Esto último, incluso en medio de las dificultades, sufrimientos, fragilidades, vulnerabilidades o limitaciones que, inevitablemente, nos acompañan.
A lo precedente, ha de sumarse el que el desarrollo de la creatividad personal se halla indisolublemente ligado a la búsqueda de «sentido» por parte del sujeto concreto. Tal como reveló Frankl, por ejemplo, en su célebre El hombre en busca de sentido,15 la tensión positiva y esperanzada que experimenta la persona que anhela realizar una obra creativa, llena su interior de energía y de ánimo, para enfrentar la adversidad y esforzarse por seguir viviendo. Este anhelo o ideal práctico repercute, en efecto, de una forma positiva en nuestra propia capacidad para luchar por la supervivencia, aun en condiciones muy arduas. Se trata, en definitiva, del esencial rasgo humano de encaminarnos a nosotros mismos, voluntaria y deliberadamente, hacia metas, objetivos, misiones o propósitos definidos. Esto deriva del tenor teleológico de nuestra naturaleza, de nuestro íntimo afán por proponernos fines y procurarlos, lo que reobra circularmente en nuestra felicidad, motivación y tono vital general.
Finalmente, la belleza y los restantes valores estéticos pueden causar dicha a los seres humanos. En cierto sentido, siempre lo hacen. Esto, por cuanto contienen en sí una cierta promesa de felicidad implícita, ya se vea finalmente cumplida o no. Es decir, más allá de si provocan en concreto una u otra sensación placentera o una experiencia realizadora, en todos los valores estéticos se encuentra presente la evocadora llamada a la posibilidad de plenitud que se ofrece en el encuentro con tales valores. Precisamente por esto, en parte, Stendhal y otros autores han afirmado que «La belleza no es nunca otra cosa que una promesa de felicidad».16 Ahora bien, esta apelación, profunda, latente y vibrante de los valores estéticos, al sujeto, supone una sugerente propuesta o inspiración para su anhelo de gozo y de realización.
A causa de todo lo anterior, en fin, fomentar la creatividad estética personal puede resultar muy importante a la hora de despertar el aprecio de la propia existencia. Al ayudar a incrementar esta estima de la propia vida, coopera a aumentar inseparablemente la satisfacción interna del sujeto o su percepción de la felicidad. Ahora bien, dado que la salud humana, comprendida integralmente, comprehende un estado completo de bienestar personal en sus diversas dimensiones, y no solo ya la mera ausencia de enfermedad, todo esto revela cómo nuestra creatividad estética puede incidir positivamente en nuestra salud.17 Paralelamente, puede revertir en un amenguar los impulsos desestimatorios de nuestra vida, aminorar determinadas tendencias autodestructivas e incrementar significativamente nuestra resiliencia frente a estas tendencias, al contribuir al progreso de nuestra capacidad para advertir o reconocer el valor de la propia vida al captar su honda fecundidad.
NUESTRA CREATIVIDAD ESTÉTICA MANIFIESTA EJEMPLARMENTE NUESTRA UNICIDAD PERSONAL
Según lo precedente, la creatividad estética y artística supone una motivación a la hora de apreciar la propia existencia, entre otras muchas razones, porque contribuye a mostrar nuestra «irrepetibilidad».18 Esto es, porque pone de manifiesto que somos seres únicos e insustituibles, inimitables. Ello actúa revelando nuestra originalidad más honda, que no se limita a nuestra capacidad para innovar o crear algo externo, acción ciertamente realizadora, sino a nuestra intrínseca e innata originalidad como sujetos. Así, la originalidad humana nuclear desaconseja todo lo que ensombrezca este valor personal inconfundible. Lévinas, en efecto, ha vinculado hondamente unicidad e irrepetibilidad con el fundamento de la subjetividad, a la vez que ha ligado lo más originario a la experiencia del otro —la alteridad— y a lo ético, mientras su pensar rastrea las huellas de esta «originariedad» radical en terrenos muy variados, como en la relación paternidad-filiación, o incluso en el arte y lo estético, según algunos de sus intérpretes.19
Ahora bien, ¿cómo o por qué esta creatividad alcanza a testimoniar lo irrepetible y único de nuestro ser?
Seguramente, la creatividad estética constituye un terreno particularmente elocuente para la expresión de nuestro interior. Ahora bien, este privilegiado acceso y luego expresión de nuestro interior o adentro implican en sí a nuestro mismo yo, la propia identidad. Nuestra creatividad estética transparenta, «expresa», con una honda fuerza, nuestra unicidad en un doble sentido. Primero, por cuanto en ella se revela, se pone ante nuestro conocimiento, se nos hace captable ese ser propio e inimitable. Segundo, también, debido a que, a través de ella, lo hacemos patente a otros, se lo desvelamos a los demás. Esto contribuye circularmente a que madure y se vigorice nuestra originalidad. Ello, además, tiene aquí lugar mediante formas de expresión capaces de traducir esa inefable y misteriosa unicidad en lo sensible gracias al intensísimo poder comunicativo que alberga el lenguaje de lo artístico y lo estético. En cierto grado, esta creatividad logra el prodigio de expresar lo inexpresable: nuestra irreductible unicidad, nuestra radical singularidad como personas.
He aquí, en suma, una razón extremadamente pujante de esa especial capacidad de esta creatividad a la hora de trasladar y dar a conocer nuestra peculiaridad más profunda. Acaso otros métodos o caminos resultan, a este respecto, menos elocuentes que ella. Lo artístico y estético nos brindan un ámbito, en fin, privilegiado para la expresión de lo original, como sabemos, y esto en su sentido antropológico más significativo. Ofrecen una voz magnífica con la que hacer audible y ver resonar nuestro yo, voz en la que reverbera maravillosamente lo inconfundible de nuestro ser. Esto implica, también, el que se hace manifiesta, de un vehemente modo, gracias a ellos y a tal creatividad, nuestra inimitable «vocación».20 Esto es, la llamada o apelación inconfundibles e irremplazables que recibimos ya con nuestro propio ser desde lo más hondo, originario y fundamental; llamada que, a nuestra vez, dirigimos con nuestra identidad a los otros sujetos personales. He aquí, en suma, una creatividad auténticamente profunda y radical, presente siempre en nosotros, una creatividad de un alcance absolutamente genuino e intransferible.
Algunos expertos han mostrado esto mismo, en relación con el esencial valor de ciertos niveles de lo creativo en el desarrollo madurativo humano. Así:
La creatividad más que la invención de algo inexistente, reside en la posibilidad de expresarse desde la unicidad del ser de manera espontánea, acerca de lo que se percibe, se siente y se piensa. Crecer como una persona creativa implica cultivar la maestría para conectar el espíritu, el conocimiento y las acciones para expresar de manera singular y auténtica lo que intuimos, nos asombra, nos inspira y nos apasiona.21
Junto a eso, cabe notar que la relación entre el desarrollo de nuestras aptitudes creativas estéticas y nuestra unicidad e identidad se da ya desde nuestro mismo origen. Así, en la infancia, existe ya un germen de creatividad artística y estética que hemos de cultivar por cuanto colabora, con una enorme fecundidad, a la fragua o forja y a la expresión o traslación de nuestra singularidad, de nuestro yo, en su irrepetibilidad y unicidad. Así lo han revelado las experiencias, en este campo, de los especialistas:
Para el niño y la niña, la creatividad se expresa tempranamente en la vida de manera natural, cuando por ejemplo escucha sus propios sonidos y la voz de quien lo arrulla, los distingue y descubre que puede re-modular los suyos o también cuando orienta sus movimientos y sus gestos manifestando lo que le dicta su sentir. Aunque la imitación está presente en estos actos, es la singularidad de su expresividad la que le permite reconocerse a sí mismo como diferente del otro, conformando la noción de su unicidad y creando una huella propia.22
¿QUÉ OCURRE A ESTE TENOR CUANDO LA PERSONA VE LIMITADA SU CAPACIDAD CREATIVA ESTÉTICA?
Si la posibilidad de desplegar nuestra creatividad estética contribuye, tal como se ha mostrado en este lugar, a que valoremos nuestro existir, ¿qué sucede cuando esta se ve cercenada? ¿Comporta esto un debilitamiento, una minoración o socavamiento respecto a nuestra estima de la propia vida?
Desde luego, en ocasiones, los sujetos ven limitadas, incluso en un alto grado, sus capacidades expresivas estéticas o artísticas. Ello, por muy diferentes motivos, tanto sociales como individuales, que van desde lo físico a lo sociopolítico. En estos casos, incuestionablemente, ello constituye una fuente de sufrimiento. Cuando a alguien se le censura, prohíbe o vulnera el ejercicio de su derecho humano y fundamental a la libertad de expresión —el cual incluye una faceta artística o estética—, esto provoca un intenso daño en dicho sujeto. Tal daño o perjuicio puede deteriorar su salud psicofísica, conducirle a la tristeza y causarle un severo dolor interior que fracture su interior o personalidad. Con algo en parte semejante a esto, por ejemplo, conectan determinados episodios de la célebre y evocadora novela La montaña del alma, del premio nobel chino Gao Xingjian.23
Ahora bien, a pesar de lo precedente, cabe, a este propósito, notar que nunca perdemos del todo nuestra creatividad estética. Ello, por cuanto esta habita siempre en nuestro interior, aunque pueda encontrarse muy restringida por lo que se refiere a su manifestación exterior.
En efecto, todo ser humano crea estéticamente desde su yo o identidad más hondos, y estos no desaparecen ni se extravían o separan de nosotros jamás, pues nos constituyen. Además, cualquier persona, en cuanto existe, posee y exhibe ante su propio interior su originalidad más profunda: la de su propio ser radicalmente diverso del de otros, único e irrepetible. Esta «originalidad ontológica»24 es el manantial de toda otra originalidad, el «origen» de nuestra creatividad. Dicha originalidad-creatividad más honda nunca deja de acompañarnos. Por otra parte, en condiciones de fuerte limitación de nuestra expresión estética o artística, cabe hallar, en determinado alcance, ciertas vías o cauces para exteriorizarla, aunque sea parcialmente.
CONCLUSIONES
Esta investigación ha explorado el tema de las relaciones entre la capacidad humana para la creatividad estética o artística y el aprecio de la propia existencia y, de este modo, obviamente, la estima y defensa de la salud personal. De acuerdo con el resultado de lo analizado, aparece que, en efecto, la existencia y consideración de nuestras aptitudes creativas, en estos campos, contribuye a que valoremos con vigor nuestra vida y salud. Ello obra un benéfico efecto sobre la necesaria estima del propio existir y contribuye a nuestro mejor estado de salud, entendida esta en su alcance integral como un estado total de bienestar completo. Entre otras consecuencias, incide positivamente en el enfrentamiento de las dificultades y sufrimientos vitales. De modo indirecto, actúa frente a la proliferación de tendencias autodestructivas y suicidas.
Sin embargo, nuestro trabajo no se ha contentado con examinar y contrastar esta hipótesis. Junto a ello, ha buscado las razones más hondas de este hecho a través de una reflexión filosófica. Gracias a ello, ha advertido la raíz más profunda de este fértil vínculo entre nuestra creatividad estética y la estima de la existencia y de la salud. Así, se ha manifestado que su fundamento reposa en la ligazón de esta creatividad con nuestro tenor irrepetible, con nuestra unicidad. A su vez, esta unicidad o singularidad radical enlaza con la expresión de nuestra identidad, y esta última con la originalidad ontológica a la que responde nuestra subjetividad. Es la fecundidad, en fin, de nuestro ser personal, en cuanto insustituible, la fuente de la que arranca la creatividad, y ello también en su vertiente estética o artística. Mas al ponernos tan estrechamente en contacto con esta unicidad y originalidad personales en su sentido radical, la creatividad estética propia colabora de una forma intensísima a facilitarnos el captar y reconocer el valor inmenso de nuestra existencia y salud.
A causa de lo anterior, resulta a todas luces crucial que derivemos de esto la conveniencia de promover la sensibilidad y la creatividad estética o artística en los sujetos y comunidades humanos. Al hacerlo así, estaremos defendiendo y favoreciendo la estima de la salud y, a la larga, la vida humana misma.
Ahora bien, en estos momentos, parece esencial que acertemos a fomentar con celo la maravilla y el inmenso valor de la vida, así como su atento y delicado cuidado. Ello a causa de muy variadas razones de todo tipo, como las demográficas, socioeconómicas e incluso las éticas o morales. La vida humana representa una realidad de enorme significación que, sin embargo, se ve vulnerable frente a los poderosos embates y desafíos de nuestro tiempo.
De todo ello, se extrae la conclusión del fecundo beneficio que cabe esperar, hoy, de una solícita y fértil promoción de las aptitudes y capacidades estéticas o artísticas presentes en los seres humanos. Así, la Bioética actual no puede orillar ni menospreciar esta honda interpelación que se le dirige por parte de lo estético. De algún modo, aparece entonces que Bioética y Estética están llamadas a encontrarse con un inmenso fruto recíproco. Hacia este encuentro cargado de valor y de fertilidad apunta el novedoso término interdisciplinar de bioestética, que busca aunar, de forma integradora, estos elementos. Dentro de este escenario, una noción que ha revelado su peculiar alcance y fecundidad es la de creatividad, algunos de cuyos tópicos fundamentales se han revisado críticamente en el presente trabajo.
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XINGJIAN, G. (2002), La montaña del alma, Barcelona: ed. Del bronce.
1 Cfr. Stendhal (1955). «Roma, Nápoles, Florencia», en Obras completas, tomo I, México: Aguilar, p. 474. La formulación stendhaliana de la belleza como promesa de felicidad también aparece en «Historia de la pintura en Italia» y en «Del Amor». Véase Stendhal, «Historia de la pintura en Italia», op. cit., p. 293, y del mismo autor, «Del amor», op. cit., pp. 724 y 738.
2 Beethoven, L. van (1802). Carta a Carl y Johann, Heiligenstadt, 6 de octubre de 1802 (las negritas son nuestras).
3 Sobre este autor: AA. VV. (2003). La Filosofía y su fecundidad pedagógica: homenaje al P. Alfonso López Quintás. Madrid: Revista Estudios.
4 Cfr. como muestra de ello: López Quintás, A. (1998). Estética de la creatividad. Madrid: Rialp.
5 Para realizar esta valoración, se utilizó como herramienta metodológica una diadema de electroencefalograma EEG que midió seis parámetros cognitivos: compromiso, excitación, estrés, atención y relajación. La medida de las emociones se evaluó en tres estados diferentes: prepintado, pintado y pospintado. La diadema de electroencefalograma EEG evalúo diferentes parámetros cognitivos utilizando una situación previa como control. Estas detecciones se desarrollaron sobre la base de estudios experimentales rigurosos para cada estado, donde varios grupos de sujetos fueron evaluados, a través de experiencias, para obtener diferentes niveles del estado deseado. Estos se conectaron con medidas biométricas adicionales (frecuencia cardiaca, respiración, presión arterial, flujo de volumen sanguíneo, impedancia de la piel, seguimiento ocular…) observadas y registradas, lo que convirtió todo este método en una herramienta válida para analizar datos sensoriales. Cfr. «Pintar nos hace más felices», ABC, sección Sociedad (nacional), 8-12-2018.
6 Cfr. Manchón, A. (2015). Por qué dibujan los niños. Madrid: Fíbulas. También, cfr. Manchón, A. (2016). Los dibujos de los niños. Génesis y naturaleza de la representación gráfica. Madrid: Fíbulas.
7 Cfr. Jung-Myung, L. (2014). El guardia, el poeta y el prisionero. Barcelona: Grijalbo.
8 Cfr. AA. VV. (coordinado por A. García, J. Barraca y A. Zárate) (2020). Bioestética. Reflexiones en torno a la fundamentación. Bogotá (Colombia): Ed. Universidad Militar Nueva Granada.
9 En España, por ejemplo, las muertes por suicidio en 2017 aumentaron un 3,1 % en un año, hasta llegar a 3679, y se colocaron muy por encima de aquellas de quienes perdieron la vida en accidente de tráfico, que sumaron 1943 fallecimientos en 2017, con un aumento del 2,8 %. De hecho, las principales causas de muerte entre las personas de 15 a 39 años fueron externas —entre las que destaca el suicidio— (41,1 % del total) y los tumores (23,8 %). El suicidio se mantuvo, así, como la primera causa de muerte externa, con estos 3679 fallecimientos. Estos son algunos de los datos correspondientes a 2017 recogidos en el documento estadístico «Defunciones según la causa de muerte» difundido por el Instituto Nacional de Estadística (INE, 19-12-2018).
10 Campos Ledezma, P. L. y Navarrete Hernández, I. D (15-3-2016). «Taller de prevención del suicidio con técnicas de arteterapia en adolescentes del bachillerato “Sabes”». Licenciatura en Psicología, Universidad Iberoamericana, p. 4.
11 Op. cit.
12 Sternberg, R. J. (2002). «La creatividad es una decisión». En Creatividad y Sociedad, 1, pp. 15-23.
13 López Quintás, A. (1993). El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa. Madrid: APCH.
14 Kant, I. (1984). Critica del Juicio, traducción de M. García Morente. Madrid: Espasa-Calpe.
15 Frankl, V. (2001). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.
16 Cfr. Stendhal, «Roma, Nápoles, Florencia», cit.
17 «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Cfr. el preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 («Official Records of the World Health Organization», n.º 2, p. 100). Entró en vigor el 7 de abril de 1948.
18 Un pensador contemporáneo de especial importancia en relación con la unicidad e irrepetibilidad del sujeto humano es Lévinas. Cfr. Lévinas, E. (1993). Humanismo del otro hombre. Madrid: Caparrós. También Lévinas, E. (2003). De otro modo que ser, Salamanca: Sígueme.
19 Cfr. Pedrero Zarco, A. (2018). Lo originario del arte a través del pensamiento de Emmanuel Lévinas: la experiencia estética como experiencia de amor. Alcalá de Henares: Fundación Universitaria Española.
20 Barraca Mairal, J. (2003). Vocación y persona. Madrid: Unión Editorial.
21 Cfr. Díaz, M. (24-8-2016). «Reflexiones de la creatividad, la expresión artística y la ética en la educación para la PI». En Maguared-Opinión. Recuperado de: https://maguared.gov.co/reflexiones-acerca-de-la-creatividad-la-expresion-artistica-y-la-etica-ante-las-transformaciones-de-la-educacion-en-la-primera-infancia/ (consultado el 15-3-2019).
22 Ídem.
23 Cfr. Xingjian, G. (2002). La montaña del alma, Barcelona: Ed. Del Bronce.
24 En torno a la originalidad personal en su sentido radical y la vinculación de esta con la creatividad, puede verse nuestro estudio: Barraca Mairal, J. (2017). Originalidad e identidad personal, Madrid: Ed. San Pablo.