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Cazadores de nubes

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Miguel estaba revisando que todo estuviera en orden y lo último que quería era que sucediera lo mismo que en el encargo anterior. David no le había proporcionado suficiente helio al globo delantero y, como era de esperarse en estos casos, comenzaron a tener fallas en la cacería y tuvieron que aterrizar con la mitad de las nubes que tenían planeado atrapar ese día. El barco comenzaba a desbalancearse, se inclinaba de popa; así que Milena ordenó mover con cuidado las nubes hacia la proa, para equilibrar un poco y no tener mayores complicaciones. Ya tenían varios años de experiencia y no existían precedentes de esta rara, aunque bella, profesión, que, por su razón de ser nueva y práctica, todavía no se encontraba fundamentada en libros ni teorías. Sin embargo, se veían muy hostigados por empresarios, investigadores y curiosos excéntricos que se acercaban con promesas de darles cuantiosas sumas de dinero para que los dejaran entrar al equipo o simplemente para que se dejaran analizar por ellos a cambio de patrocinio, mejoras en sus equipos y toda clase de lujos. Milena siempre los ahuyentaba, era una mujer con un carácter demasiado agresivo y lo demostraba solo con el tono de su voz y la manera de mirarlos cada vez que se acercaban a la Casa-Trabajo, como le suelen llamar. Aunque muchos amaban esa labor que desempeñaba el equipo de Milena, contaban con muchos detractores, quienes criticaban los crímenes cometidos con los encargos que ellos traían, generalmente por personas que se hacían pasar como humildes y con planes de utilizar dichos encargos con fines productivos. Al contrario, estas personas llenaban de nubes el cuarto de las víctimas mientras dormían, cerraban la puerta desde el lado de afuera y no dejaban manera de escaparse; así, quien estuviera dentro del cuarto, moría ahogado. Al día siguiente encontraban el cadáver nadando en las ya precipitadas nubes. También estaban los que encargaban nubes de fácil conversión a neblina, de esa manera, sus víctimas morían congeladas y después los victimarios podían pasar a recoger la neblina esparcida. Este nuevo método era aplicado por grupos al margen de la ley, quienes vieron en él una nueva oportunidad de eliminar a sus enemigos sin ser atrapados por la autoridad, pues no estaba establecido que matar con una nube fuera un delito ya que no era considerada como un arma.

Desde la conformación del equipo, Milena vio como prioridad los encargos con fines productivos, como el uso de las nubes en forma de irrigación de plantas y proporción de agua potable para los animales de las fincas y el consumo humano, entre otros tipos de uso que se les pudiera ir ocurriendo a ellos o a sus clientes. También se encontraban los fines amorosos y era el de bajar nubes, llevarlas al taller, moldearlas de acuerdo con la forma establecida por el cliente, que por lo general era una rosa o un corazón, y se le podía hacer una inyección de alcohol para ir tomando de la nube en el encuentro romántico.

Al comienzo había mucho escepticismo sobre los beneficios de esta práctica y quienes comenzaron con los encargos fueron los de tipo romántico. Los pedidos fueron aumentando vertiginosamente a medida que transcurría el tiempo y todos veían con buenos ojos los resultados alcanzados por su equipo y los que utilizaban las nubes para beneficios comunes.

Hubo un grupo de personas que querían nubes que estaban en medio de tormentas eléctricas; brillaban con un color oscuro y los cazadores de nubes todavía no las habían estudiado. El dinero era demasiado y el equipo lo necesitaba para reparar el atrapa-nubes y hacer un cambio de máquinas por unas más modernas, necesarias para cubrir un mayor número de clientes y demorar menos en cada caza.

Revisaron los globos, los pararrayos y soltaron las sogas. El barco se adentró en el cielo, en dirección noreste, franqueando las nubes donde el infinito azul se iba perfilando en gris, negro y estruendos ensordecedores. A unos ocho kilómetros divisaron una gran masa de nube. Milena preparó la nave atracadora, solo cabían dos personas y el equipo que utilizaban para atrapar nubes. Sin embargo, por el tamaño y el riesgo de esta operación, tuvieron que destinar dos naves y dejar a Jimmy en el barco para que se acercara lo más posible sin comprometer ninguna nave. Ya establecidas las personas que iban en cada una, partieron en dirección opuesta de la nube para abarcarla toda, mientras Jimmy movía una de las naves con suma precaución, colocándola de popa a la nube de manera tal que el pararrayos los cubriera y aprovechando la energía producida por los rayos para almacenar la nube al interior del barco en caso de que uno o los dos globos terminaran comprometidos durante la operación, y para utilizarla al mantener la nave en el aire el tiempo necesario para esperar los atracadores y aterrizar sin ningún problema.

—Mantén firme la trampa y recuerda que debemos soltarla cuando veamos la señal —expresó Milena.

—Solo espero que no tengamos que utilizar los paracaídas.

—No te preocupes que eso no va a suceder.

Estando en posición para atrapar la nube, un torrencial aguacero comenzó a tener vida desde la ubicación de la nave y corría fuerte hacia el primer grupo. Hay que dar la señal, dijo Milena buscando la pistola de bengala que se alejaba, presurosa, entre los fuertes vientos que acarreaba la lluvia.

—No hay forma de avisarles y debemos hacerlo antes de que la nave se vea afectada, pero no podemos recuperar la pistola y además era la única —dijo Milena.

—¡Le dije a Jimmy que se encargara de equipar cada atracador por igual, pero no confían en David!

—Toma, encárgate de lanzar la malla cuando veas mi señal —dijo Milena antes de saltar.

—¡No podemos ver nada desde acá, creo que deberíamos regresar! —gritaba Miguel advirtiendo lo que se avecinaba.

—¿Qué es eso? —Miguel señaló a treinta metros debajo de la otra pequeña nave— Se parece a […] ¡Pedro, suelta la trampa!

Todo iba acorde a lo planeado […] excepto por un pequeño percance. Los atracadores regresaban despacio a la nave y, estando cerca, David atracó el barco por la popa y subió por la escalera que le hubo lanzado Jimmy, que, extrañado por la ausencia de Milena, esperó un rato mientras David iba por el otro equipo que logró franquear el camino restante y embarcar la nube. Ya en cielo abierto le preguntaron a David qué pasó y él relató lo que Pedro y Miguel comprendieron en medio de la cacería.

—¿Pero tenía el paracaídas puesto cuando se lanzó? —Decía entre lágrimas Jimmy.

—Bueno […] la verdad es que no sé, no habíamos previsto que la lluvia iba a venir tan rápido, el estado de las nubes no lo demostraba y ustedes lo saben; nosotros nos los íbamos a equipar antes de dar la señal, pero todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. No sé si se lo colocó antes de saltar o el viento se lo llevó junto con la pistola. Seguiremos discutiendo esto cuando toquemos tierra firme. —Dijo David y se dirigió a la cabina.

El mando del equipo lo tomó David, que era el que tenía el rango más alto dentro de los cazadores, después de Milena. No hubo funeral debido a que el cuerpo de ella no fue encontrado. Buscaron, en vano, veinte kilómetros a la redonda. Le hicieron un pequeño homenaje con una estatua de porcelanicrón y la rodearon de los objetos más preciados de cada cazador.

Esperaron un tiempo prudente para volver al trabajo y de cada cinco pedidos que el equipo hacía, tres eran con fines delictivos, bajo la máscara de los de tipo romántico o productivo. Los cazadores de nubes, al ver lo grave que se estaba poniendo la situación, decidieron disminuir los niveles de pedidos con el propósito de que no hubiera más muertos a causa de nubes. A los pocos días figuraba dentro de la clasificación de “armas letales” cualquier tipo de nube, niebla y neblina. Si el portador de esta era encontrado sin el Nube-Porte, se enviaba a juicio y se le decomisaba el arma. Además, se prohibió la caza ilegal de nubes, pues un par de aficionados murieron al intentar atrapar una en medio de una tormenta eléctrica.

El equipo comenzaba a dividirse entre los que querían seguir cazando nubes y los que querían desmantelar el proyecto a causa de tanto alboroto. Sin embargo, no se dieron del todo por vencidos, pues a sus oídos llego la noticia de que había alguien que también estaba trabajando en el cielo, pero estaba haciendo algo particular: estaba creando vías.

Los cazadores de nubes se dieron a la tarea de no dejar rastro de su forma de operar. Decidieron guardar sus archivos más importantes y botar a la basura el resto de equipo atrapa–nubes, a excepción de la primera red hecha por Milena.

—Hasta un par de nubes bajadas del mismo cielo, en manos del ser humano son tan letales como un arma. —Dijo Milena entrando por la puerta con una malla repleta de nubes negras.

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