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El autoconcepto en las culturas individualistas y colectivistas

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Hofstede (1980) fue de los primeros en acuñar este concepto que, posteriormente, se ha desarrollado con Triandis (1989), sobre todo en relación con los aspectos del yo y el autoconcepto influenciados por la cultura. Se definen como sociedades individualistas aquellas que dan más importancia al individuo que al resto del grupo, como el familiar o el social. Por el contrario, las culturas colectivistas dan más relevancia al grupo que al sujeto individual. La cultura occidental se considera la principal representante de las culturas individualistas (Europa, Estados Unidos, Canadá o Australia). Por el contrario, Asia, África y Latinoamérica se consideran culturas colectivistas. Esta clasificación es muy general, y dentro de estos grupos la intensidad del eje colectivismo-individualismo es variable. Por supuesto, ocurre lo mismo dentro de un país, según la procedencia étnica del individuo, y también dentro de su entorno familiar y sus características individuales. La información posterior debe considerarse teniendo en cuenta estas limitaciones.

Por ejemplo, las personas asiáticas, pertenecientes a culturas colectivistas, muestran una menor claridad del autoconcepto; es decir, poseen una idea menos clara y consistente de sí mismas y una peor autoestima. También se describen como menos extrovertidas (Heine y cols., 2001). No obstante, pertenecer a una sociedad colectivista no se asocia, sistemáticamente, a una menor autoestima. En general, se considera que las culturas que enfatizan las normas de obligación producen mayor ansiedad, ya que la amenaza es el castigo por desviarse de las expectativas culturales. Por el contrario, las sociedades individualistas, que valoran los ideales del yo como la autorrealización del individuo, generarían una mayor depresión, ya que la amenaza es la falta de recompensas y la frustración cuando no se alcanzan estos ideales.

En relación con esto, las personas con autoconcepto colectivista, concretamente inmigrantes asiáticos en Estados Unidos, reportan mayor ansiedad social (Matsumoto, 1999). Algunas investigaciones muestran que una fuerte integración social se asocia a trastornos de ansiedad, mientras que una débil integración social se asocia a trastornos depresivos. Además, parece confirmarse que, en las culturas colectivistas, el sentimiento de vergüenza es más importante que el de culpa. Las culturas sociocéntricas, como las asiáticas, africanas y las de América Latina, tienden a describir su yo basándose en las relaciones con los otros y la interdependencia, algo que no ocurre en las sociedades individualistas. En las culturas colectivistas, las personas tienden a describirse en términos sociales y de pertenencia social, las descripciones son más concretas y contextualizadas, haciendo más referencias a otras personas y al contexto espacio-temporal. Por el contrario, el trabajo colectivo y la ausencia de recompensa individualizada serán factores negativos de aprendizaje en las culturas individualistas, pero no en las sociocéntricas. No obstante, siempre hay que recordar que las diferencias reales de autoconcepto no son tan grandes entre los individuos y que la variabilidad responde, mayoritariamente, a normas socioculturales (Gudykunst y cols., 1996).

Vacuidad y no-dualidad

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