Читать книгу Matando al amor - Javier Tenorio - Страница 7

Оглавление

1

Del mismo modo que hacía a diario, Laura cerró los ojos y evocó esos pocos segundos en los que su felicidad había sido completa. En ese momento decidió conjugar la realidad que aborrecía con el hermoso recuerdo que tenía grabado en su cabeza; era la única forma que tenía para sobrellevar su nueva vida.

A su cabeza llegó el recuerdo del día que conoció a Adrián el último día de admisiones a su escuela; una de las pocas que había en Songo, el pequeño pueblo donde había vivido toda su vida. Por aquella época era de las personas que disfrutaba tener amigos por doquier. Su desparpajada forma de ser le permitía entablar conversación con cualquier persona; detestaba de manera particular las vacaciones, ya que debía estar sola mucho tiempo. Esos días finalmente habían terminado, así que estaba rebosante de alegría.

Iba ingresando por la puerta principal del centro educativo cuando se quedó observando la extraña forma de caminar de un adolescente, como ella, que venía en dirección opuesta. Era Adrián, un joven esbelto, de cabello negro rizado y tez canela y brillante. Venía frunciendo sus labios y mascullando ininteligibles palabras. Desde la distancia, Laura se percató que cada paso que daba era casi una tortura. Adrián había recibido un golpe en su pierna derecha, por lo cual no podía moverse con naturalidad, sin embargo, ese había sido el aliciente para acceder a cumplir la orden promulgada por su hermano.

Adrián sintió por un momento que el mundo se detenía. A pocos pasos estaba una hermosa joven de delicadas facciones y ojos vivaces observándolo con curiosidad. Por primera vez en sus catorce años de vida sintió que en su interior habían liberado cientos de mariposas que revoloteaban sin cesar en su vientre y cada vez con mayor intensidad a medida que esa pequeña silueta se aproximaba. Al cabo de unos segundos, una tierna voz le preguntó:

—¿Sabes si es aquí donde se realizan las matrículas para el octavo grado?

Adrián quedó perdido en esos ojos grises con ápices verde esmeralda. No logró articular una sola palabra. Al no obtener una respuesta, la pequeña joven insistió en su pregunta:

—¿Lo sabes?

Transpirando y con el corazón acelerado, Adrián tan solo asintió y señaló la fila que debía hacer para realizar su inscripción. La muchacha partió después de una leve sonrisa que lo hizo sonrojar. Inmóvil, se quedó admirando la candidez de la bella joven, mientras tanto, el tiempo volvía a ser lento y apacible.

Adrián recibía por parte de su hermano severos golpes con el fin de forzarlo a asistir a la escuela, pero a partir de ese momento empezó a contar con ansia los minutos que faltaban para iniciar el nuevo ciclo escolar. Había estado atento a la conversación que tuvo Laura con la secretaria. Su suerte no podía ser mejor: el año lectivo por el que había preguntado aquella pequeña y hermosa joven coincidía con el suyo.

Todo ese fin de semana, permaneció como un ente caminando sin rumbo fijo. Tan solo quería que llegara la mañana del lunes lo más pronto posible.

Cuando su hermano se ausentaba empezaba a realizar la organización del producto con el cual subsistían. Debía tenerlo ordenado y listo para su posterior venta, de lo contrario podría sufrir otro severo castigo.

Empezaba tomando un pequeño bloque del tamaño de un ladrillo de barro. Separaba su contenido en pequeños montones de similar tamaño, encima de una mesa de vidrio que tenían para realizar la labor. Luego, iba colocando el producto en una pesa de gramos y finalizaba metiendo todo en diminutas bolsas.

Lo mismo hacía con los demás productos que también tenían a la venta, con la diferencia en que éstos, eran de más fácil manejo y organización. Eran figuras de diferentes tipos de animales y personajes animados de la televisión.

Todo lo hizo como un autómata. Movía las pequeñas paletas pensando en esos hermosos ojos y esa sonrisa angelical. Adrián sólo deseaba que llegara el siguiente lunes.

Matando al amor

Подняться наверх