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El nuevo orden europeo del Tercer Reich

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En Alemania, el establecimiento del Estado totalitario y su propaganda forjó la imagen de un partido perfectamente monolítico. Pero, antes de la toma del poder, el líder nazi Otto Strasser (1897-1974) sueña con replicar a Adolf Hitler. En 1930, divide el partido nazi para fundar la Kampfgemeinschaft Revolutionären Nationalen Sozialisten (Comunidad de Combate de los Socialistas Nacional-Revolucionarios), que en 1931 se convierte en el Schwarze Front (“Frente Negro”), luego de, entre otras circunstancias, una hemorragia de sus militantes hacia el Partido Comunista alemán. Una vez independizado, Otto Strasser entabla numerosos contactos: en Francia, con Alexandre Marc y la publicación inconformista L’Ordre nouveau; en España, con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo; en Alemania con el círculo Widerstand de Niekisch. La oferta doctrinaria que difunde Strasser en el período de entreguerras desempeña uno de los papeles más importantes en las futuras reflexiones radicales. Propone a la vez desmantelar la sociedad industrial y urbana, apoyar a los movimientos separatistas existentes en Estados-nación opuestos a Alemania para provocar su desmantelamiento y crear una zona de cooperación económica relacionada con los recursos del Este de Europa, de África y Asia. (51) Esta propuesta de una nueva Europa hace referencia de modo amplio a la cristiandad medieval, que es el ideal de este conservadurismo revolucionario. (52) Luego de la guerra, Otto Strasser participa del intento de relanzar una internacional de la que es presidente honorario: el Movimiento Popular Europeo (MPE), partidario de la neutralidad de Europa. En nombre de la reunificación alemana, Strasser coopera, junto a los comunistas estalinistas, con el congreso neutralista alemán de 1958. Por último, promueve la creación de una zona económica euroafricana y se opone, en nombre de la unión árabe-europea, a los conflictos de Suez y de Argelia y sostiene la causa palestina. (53)

El nazismo se elabora por la unión de diversos elementos del campo de las extremas derechas. Para forjar su representación del mundo, el nazismo alía fascismo radical, ideología völkisch y conceptos revolucionario-conservadores. Los modelos italiano y alemán se imitan ampliamente, a menudo trasplantando algunos de sus elementos al nacionalismo autóctono. En cada país el temor a la subversión comunista facilita la difusión y empuja al establecimiento de una contrarrevolución, que debía ser preventiva. En Hungría, la República de los Consejos (Soviets) es aplastada por las tropas rumanas que en 1920 llevan al poder al ex comandante en jefe de la Marina austrohúngara, el almirante Miklós Horthy de Nagybánya. El régimen autoritario conservador que instaura no detiene la proliferación de grupos radicales, a menudo inspirados en el nazismo (el propio régimen sufrió una radicalización entre 1932 y 1936). Entre ellos, se destaca el Partido de la Cruz Flechada, fundado por Ferenc Szálasi. Cuando Hitler dejó de contar con Horthy, se volcó hacia estos radicales, que había mantenido cerca para la ocasión. Estos últimos pueden conciliar colaboracionismo y nacional-imperialismo, a través de la temática de la fraternidad europea revolucionaria. En Francia, Marcel Bucard, a la cabeza del Partido Francista, no decía mucho más al declarar: “La Unión de los fascismos será la paz del mundo”. (54) Ya en 1941, Hungría, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Croacia adhieren al Pacto Tripartito Berlín-Roma-Tokio. En esa misma época, los principales grupos colaboracionistas franceses lanzan juntos la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF), que constituye el 638° regimiento de la 7ª división de la Wehrmacht (6.000 hombres).

Los regímenes autoritarios ibéricos, alejados tanto de la cuestión del frente oriental (55) como de la voluntad de parusía racial, trabajaron en expulsar a sus radicales. El Estado franquista se constituye y se consolida contra el falangismo “de izquierda” de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos y también contra el –claramente más “derechista”– de su fundador, José Antonio Primo de Rivera. De modo similar, el Estado Novo portugués de António Salazar pone rápidamente en vereda al nacional-sindicalismo de Francisco Rolão Preto. En el régimen el partido pesa menos que las administraciones. El sistema corporativista se inspira en el modelo fascista italiano, pero lo combina fuertemente con la influencia del catolicismo social (la Iglesia es un elemento fundamental de los regímenes autoritarios ibéricos). El salazarismo y el franquismo son dictaduras de extrema derecha, que tienen, como todas las extremas derechas, la voluntad de regenerar a la sociedad a través de un organicismo desigual, pero desde esta perspectiva se oponen a la extrema derecha radical.

Este tipo de régimen autoritario desafiante respecto de la radicalidad aparece en otros países: la Austria de Dollfuss, la Estonia de Päts, la Letonia de Ulmanis, la Lituania de Smetona, la Francia de Pétain, la Hungría de Horthy, la Polonia de Pilsudski o la Rumania del rey Carol II. El régimen autoritario letonio de Kārlis Ulmanis, dirigente de Unión Campesina, accede al poder entre 1934 y 1940. Es una reacción contra el avance de una extrema derecha local fuerte, encarnada por los Pērkonkrusts de Gustav Celmiņš y por la Legión de los Combatientes de la Libertad, del coronel Voldemārs Ozols. Cruz de Trueno, corporativistas que en ocasiones utilizan la esvástica, afianza su neopaganismo al resurgir una versión reformada del Dievturība, la antigua religión pagana mayoritaria hasta el siglo XIII. En Estonia, Konstantin Päts dirige la Unión de Granjeros y Pequeños Propietarios y, en 1934, establece un régimen autoritario que desactiva el aumento de poder de los Vaps, el movimiento fascista local dirigido por Andres Larka y Artur Sirk. El caso rumano marcará más a la extrema derecha radical europeo-oriental, cuando se descubra en Italia y Francia en las décadas de 1960 y 1970.

Corneliu Zelea Codreanu (1899-1938) funda en 1927 la Liga del Arcángel Miguel y la completa con la creación, en 1930, de Guardia de Hierro, su organización de masas, que en 1933 se convierte en Todo por la Patria. Algunos líderes del movimiento se presentan como voluntarios para combatir en las filas nacionalistas durante la guerra de España. Deseosa de refundar Rumania a partir del campesinado, la Guardia de Hierro mezcla estrechamente misticismo cristiano y etnonacionalismo. Sus legionarios se consideran cruzados: el cristianismo es aquí un pivote ideológico y es el mundo rural, y no el industrial, el que construye el marco ideológico (esto no impide el reclutamiento de muchos estudiantes, lo cual explica la presencia de intelectuales como Mircea Eliade o Emil Cioran). A partir de la fundación de la Guardia de Hierro, el movimiento toma además un giro anticapitalista que termina por implementar ese fascismo rumano específico. La agitación lleva al rey Carol II a realizar un golpe de Estado preventivo en 1938. Codreanu es detenido y asesinado. Se instaura una dictadura autoritaria, cristiana, que prohíbe todos los partidos. Guardia de Hierro, dirigida por Horia Sima, logra su venganza en 1940 cuando se instala un Estado nacionalista legionario, conducido por el general Ion Antonescu y dominado por ella. La organización comienza a reinar sobre la sociedad rumana por medio del terror, lo cual lleva a Antonescu a conseguir que Hitler ponga en vereda a los fascistas rumanos. Aquí, los colaboradores se apoyan en el Reich para apartar a los colaboracionistas del poder, con el argumento de que el Reich conduce con mayor facilidad su guerra si los países “aliados” están en situación de paz civil. Sima se exilia en Alemania: Antonescu tiene, pues, las manos libres para colaborar, pero el Reich conserva la amenaza en su contra de los colaboracionistas capaces de reemplazarlo a la cabeza del régimen. Cuando el brazo de hierro no está claramente instaurado, los radicales pueden arrastrar al país a un proceso de fascistización y hacia el colaboracionismo, tal como sucedió en la Francia de 1943 con el desarrollo de la Milice Française [Milicia Francesa].

En los países colocados bajo la órbita del Tercer Reich, Hitler sabe disponer de la bipartición de la extrema derecha: entroniza a la cabeza de los regímenes a personajes “nacionales”, encarnación para las poblaciones de una autoridad tradicional, sin dejar de mantener a los radicales al alcance de la mano como elite de recambio. Los primeros son colaboradores, generalmente provenientes de las elites tradicionales, de las corrientes sociopolíticas conservadoras. Movidos por el anticomunismo, quieren colaborar con Alemania, es decir, trabajar con ella en el marco de relaciones bipartitas entre su Estado nacional y Alemania. Los colaboracionistas generalmente provienen de las minorías fascistas, buscan integrar su país al combate del Tercer Reich por edificar un Nuevo Orden Europeo. Hitler solo utiliza esta carta cuando no tiene otra (como cuando en 1942 le devolvió el poder en Noruega a Vidkun Quisling). Maurice Bardèche, teórico faro del neofascismo europeo, resume así el sueño que entonces mantienen los colaboracionistas: “Quienes no conocieron esa primavera de Europa no saben lo que queremos decir cuando hablamos de Europa”. (56) Este rasgo ideológico no carece de cuestionamientos a la unidad del campo de la extrema derecha, a medida que se extiende el colaboracionismo radical. En 1943, el Tercer Reich concede a los voluntarios franceses el derecho a incorporarse a la Waffen-SS dentro de la división Frankreich (2.500 hombres). De esta última, la LVF y milicianos se vuelcan a la división Carlomagno de la Waffen-SS en noviembre de 1944 (menos de 8.000 hombres). Según el historiador James Gregor, serios antagonismos oponían a los miembros de la antigua LVF, marcados por una concepción nacionalista hexagonal y católica, y a SS franceses, europeístas, nazis, neopaganos. (57) Para el Nuevo Orden Europeo que dice construir en adelante el Tercer Reich, esto casi no importa, a tal punto se necesitan combatientes. De sus 900.000 miembros relevados en 1944, la Waffen-SS estaba compuesta en más de la mitad por no alemanes. (58)

Se suponía que la división Carlomagno no incluía en su instrucción una formación ideológica nacional-socialista. (59) Así pues, la oferta ideológica legítima es provista por los medios de comunicación de las SS. La interpenetración franco-belga nacida de la Administración Militar de Bélgica y del norte de Francia permite una circulación de términos y temas, ya sea cuando Degrelle, el líder rexista convertido en Waffen-SS, llega a París para halagar la “revolución europea”, “socialista”, porque carece de intelectuales y judíos, o cuando Pierre Quesnoy de Douai, ligado a los nacionalistas flamencos y al SD, pronto fundador de una Liga de los Derechos del Norte, dicta en Amberes un curso sobre las razas (se citan en particular Günther y Rosenberg) a los reclutas del “Allgemeine-SS del Norte de Francia”, según la expresión que utilizaban los servicios de inteligencia generales, quizá para designar a la antigua Algemeene-SS Vlaanderen. (60) Pero, puesto que muchos de los “facilitadores” de posguerra escribieron en Devenir, cuyo subtítulo ya es todo un indicador (“Journal de combat de la communauté européenne” [Diario de combate de la comunidad europea]), este periódico de las SS francófonas puede ser considerado especialmente significativo. Ahora bien, la publicación propone temáticas muy alejadas del nacionalismo francés, pero también de la “cruzada contra el bolchevismo” de 1941. Un texto se dedica a la unidad lingüística y mitológica de los indoeuropeos. Otro certifica la muerte de las Naciones europeas con la llegada del “hombre nórdico que renace hoy”, también “arraigado” y liberado del “orientalismo” cristiano. Un tercero se entusiasma con el dios Thor y compara a los SS con los vikingos. Jean-Marie Balestre halaga a “los hombres arios de Normandía, Bretaña, Borgoña, [que] se unen a sus hermanos de raza”. Lucien Rebatet, por su parte, saluda a los alemanes nazis, a los rumanos de Guardia de Hierro, a los antisemitas de Estados Unidos, a los nacionalistas argentinos, a todos aquellos que tienen “el espíritu europeo, el espíritu ario, el espíritu revolucionario”. Y concluye que los reclutas del Frente Oriental son “la elite de esta Internacional aria que mañana reconstruirá el mundo sin judíos, sin demócratas, sin monopolios. Compañeros SS de 18 naciones, les envío, con el brazo tendido, nuestro saludo, el saludo ario. ¡Muerte a los judíos!”. (61)

Paganismo, rechazo del nacionalismo estrecho y promoción de una unión europea de “patrias carnales”: en Devenir se encuentran los elementos sustanciales de la imagen remodelada de las SS esoterizantes, que fueron la época dorada de las novelas de Saint-Loup (Marc Augier, seud.; 1908-1990), y, al otro lado, de la cultura pop de las décadas de 1960-1970 (por ejemplo, libros baratos que presentan ucronías o una ufología que integra a una SS depositaria de misterios). Al destacar su pasado como ex voluntario en el Frente Oriental, el escritor racialista alimenta la confusión entre el imaginario propagandista y la realidad efectiva del fenómeno del Nuevo Orden Europeo. Su recorrido también es significativo. En 1936, Augier era encargado de misión junto a Léo Lagrange, el ministro de la Juventud del gobierno de Blum. En 1941, participa en la creación del grupo “Colaboración, agrupación de energías francesas para la unidad continental”, que milita por la construcción de un “bloque económico euroafricano, encaminado a instituir una economía mundial unificada”. (62) Promueve una relectura geopolítica del conflicto: “¿Cómo no entendió usted todavía que los pequeños conceptos nacionales hoy estaban superados? ¿Cómo no entendió que ya no se trataba de una guerra por territorios o dinastías, sino de la guerra civil de Europa? […] El verdadero desafío del conflicto actual [es] la construcción del socialismo en una Europa unificada”. (63) Augier se ocupa, más en particular, de la sección Jeunes de l’Europe Nouvelle [Jóvenes de la Europa Nueva] (JEN) y luego integra la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF).

Los JEN básicamente se dedicaron a promover la LVF e integraron el Front Révolutionnaire Nationale [Frente Revolucionario Nacional] de Marcel Déat. La mayor parte de los militantes pasa luego a la Milicia o a la división SS Frankreich. (64) Eran los encargados de difundir en Francia La Jeune Europe, una revista destinada a atraer al colaboracionismo a los jóvenes intelectuales. Se lanza en doce lenguas en 1942, con el fin de representar la concordia continental que nace con las SS europeas. Es una revista de geopolítica apta para construir la ideología y la propaganda relativas a la europeización del Frente Oriental. Marcel Déat asegura allí que la presencia francesa en África es la de Europa, el alemán Matthias Schmitt espeta que Alemania unifica a Europa y que Italia unifica a África para culminar en una comunidad “desde Hammerfest hasta Ciudad del Cabo”. (65) Bruno Francolini explica allí que después de la guerra la colonización de África deberá estar basada en la prohibición absoluta del mestizaje y el trabajo intelectual de los negros, porque “querer imponer al indígena una vida enteramente a la europea e inculcarle a la fuerza nuestra cultura no podría sino perjudicar a los indígenas”, cuando su compatriota italiano Julius Evola expone que “el espacio de Reich” por venir es superior a los pequeños nacionalismos cerrados y favorecerá que las comunidades se apeguen a un ideal trascendente aunque desprovisto de universalismo. (66) Estamos aquí lejos de la clásica imagen de fascismo. Corremos el riesgo, entonces, de participar en las reconstrucciones históricas de los ámbitos radicales que presentan un fascismo mucho más europeísta de lo que fue, desprovisto de la brutalidad de sus hechos para atraerlo al éter de las ideas de sus márgenes. Seamos empíricos: ¿qué vemos?

Los fascistas del período de entreguerras se legitiman produciendo un conjunto de signos donde se entremezclan elementos extranacionales importados con la afirmación de una tradición nacional específica. Este proceso de bricolaje en el mercado internacional de modelos, de propagandas e ideas es permanente, cualesquiera sean el tiempo y el espacio utilizados para entender un “fenómeno” fascista. No obstante, a partir del momento en que el Tercer Reich decide, en 1942, reorientar su propaganda hacia un eje europeísta, Europa se convierte a la vez en el mito y en la utopía de los fascistas. Después de la Segunda Guerra Mundial, todos los grupos tienen conexiones internacionales y comparten este objetivo ideológico europeísta (los neonazis incluso abandonan todo racismo interno al mundo blanco). Así pues, puede elaborarse una escala del fascismo que descanse en la claridad de la cronología internacional: gestación ideológica previa a 1919, fascismo con varias etapas entre 1919 y 1942, neofascismo a partir de 1942.

La extrema derecha en Europa

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